V. I. LENINUN PASO
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NOTA DEL EDITOR
[ - parte 1 - ]
I | ||
a) |
PREPARACION DEL CONGRESO |
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b) |
SIGNIFICACION DE LOS AGRUPAMIENTOS EN EL CON- |
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c) |
COMIENZA EL CONGRESO. INCIDENTE CON EL COMITE |
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d) |
DISOLUCION DEL GRUPO "IUZHNI RABOCHI" |
21 |
e) |
EL INCIDENTE DE LA IGUALDAD DE DERECHOS DE LAS |
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f) |
EL PROGRAMA AGRARIO |
36 |
g) |
LOS ESTATUTOS DEL PARTIDO. PROYECTO DEL CAMA- |
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h) |
DISCUSION SOBRE EL CENTRALISMO ANTES DE LA |
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i) |
ARTICULO PRIMERO DE LOS ESTATUTOS |
64 |
j) |
VICTIMAS INOCENTES DE UNA FALSA ACUSACION DE |
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k) |
CONTINUA LA DISCUSION SOBRE LOS ESTATUTOS. |
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l) |
TERMINA LA DISCUSION SOBRE LOS ESTATUTOS LA |
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NOTAS [ - parte 1 - ] |
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En toda lucha larga, tenaz y apasionada, comienzan a diseñarse generalmente, al cabo de cierto tiempo, los puntos de divergencia centrales, básicos, de cuya solución depende el desenlace definitivo de la campaña y, en comparación con los cuales, pasan cada vez más a segundo plano todos y toda clase de pequeños y mezquinos episodios de la lucha.
   
Esto es lo que sucede también con la lucha que se desarrolla en el seno de nuestro Partido y que hace ya seis meses tiene concentrada sobre sí la atención de todos los miembros del Partido. Y precisamente porque en el esbozo de toda la lucha que ofrezco al lector he tenido que referirme a muchas pequeñeces, que tienen un interés insignificante, a muchas querellas que, en el fondo, no tienen interés alguno, precisamente por ello quisiera, desde el comienzo mismo, ílamar la atención del lector sobre dos puntos verdaderamente centrales y básicos que presentan un interés enorme, que tienen indudable valor histórico y constituyen las cuestiones políticas más urgentes en el orten del día de nuestro Partido.
   
La primera de estas cuestiones es la de la significación política de la división de nuestro Partido en "mayoría" y "minoría", división que ha tomado forma en el II Congreso del Partido y que ha dejado muy atrás todas las anteriores divisiones de los socialdemócratas rusos.
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La segunda cuestión es la del valor de principio de la posición de la nueva Iskra en las cuestiones de organización, en tanto en cuanto esta posición es efectivamente de principios.
   
La primera cuestión es la del punto inicial de nuestra lucha en el Partido, la cuestión acerca de su origen, de sus causas, de su carácter político fundamental. La segunda cuestión es la de los resultados finales de esa lucha, la cuestión acerca de su término, del total que, en el terreno de los principios, resulta si se suma todo lo que se refiere a la esfera de los principios y se resta todo lo que se refiere a la esfera de las querellas. La primera cuestión se resuelve analizando la lucha que ha tenido lugar en el Congreso del Partido; la segunda, analizando el nuevo contenido de principio de la nueva Iskra. Uno y otro análisis, contenido de las nueve décimas partes de mi folleto, llevan a la conclusión de que la "mayoría" es el ala revolucionaria de nuestro Partido, y la "minoría" es su ala oportunista. Las discrepancias que separan a un ala de la otra en el presente, se reducen, principalmente, no a cuestiones de programa y de táctica, sino sólo a cuestiones de organización; el nuevo sistema de concepciones que se dibuja en la nueva Iskra con tanta mayor claridad cuanto más procura ahondar su posición y cuanto más limpia va quedando dicha posición de querellas por la cooptación, es el oportunismo en las cuestiones de organización.
   
El principal defecto de la literatura con que ahora contamos sobre la crisis de nuestro Partido, en el terreno del estudio e ilustración de los hechos, es la falta casi total de un análisis de las actas del Congreso del Partido, y, en el terreno del esclarecimiento de los principios fundamentales del problema de organización, la falta de un análisis del nexo que indudablemente existe entre el error fundamental cometido por el camarada Mártov y el camarada Axelrod al formular
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el artículo primero de los estatutos y al defender esta fórmula, por una parte, y todo el "sistema" (si es que puede hablarse en este caso de sistema) de las concepciones de principio que ahora tiene Iskra sobre el problema de organización. La actual redacción de Iskra ni siquiera advierte, por lo visto, este nexo, aun cuando en las publicaciones de la "mayoría" se ha señalado ya muchisimas veces la importancia de las discusiones sobre el artículo primero. En el fondo, el camarada Axelrod y el camarada Mártov no hacen ahora sino ahondar, desarrollar y extender el error inicial respecto al artículo primero. En el fondo, ya en las discusiones habidas con respecto al artículo primero comenzó a despuntar toda la posición de los oportunistas en el problema de organización: su defensa de una organización del Partido difusa y no fuertemente cimentada, su hostilidad a la idea (a la idea "burocrática") de estructurar el Partido de arriba abajo, a base del Congreso del Partido y de los organismos por él creados; su tendencia a ir de abajo arriba, permitiendo considerarse como miembros del Partido a cualquier profesor, a cualquier estudiante de bachillerato y a "todo huelguista"; su hostilidad al "formalismo" que exija a un miembro del Partido la pertenencia a una de las organizaciones reconocidas por éste; su propensión a la psicologia de intelectual burgués, dispuesto tan sólo a "reconocer platónicamente las relaciones de organización"; la facilidad con que se entregan a elucubraciones oportunistas y a frases anárquicas; su tendencia al autonomismo en contra del centralismo; en una palabra, todo lo que florece ahora exuberantemente en la nueva Iskra, contribuyendo cada vez más a una palmaria y completa aclaración del error cometido en un principio.
   
Por lo que se refiere a las actas del Congreso del Partido, la verdaderamente inmerecida falta de atención de que son
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objeto, sólo puede explicarse por las querellas que encizañan nuestras discusiones y además, probablemente, por el exceso de verdades demasiado amárgas que contienen esas actas. Las actas del Congreso del Partido brindan un cuadro único en su género, insustituible por lo exacto, lo pleno, lo polifacético, lo rico y lo auténtico, un cuadro de la verdadera situación de nuestro Partido, un cuadro de los puntos de vista, de los estados de ánimo y de los planes trazados por los mismos hombres que participan en el movimiento, un cuadro de los matices políticos existentes en nuestro Partido, que permite ver su fuerza correlativa, sus relaciones mutuas y su lucha. Precisamente las actas del Congreso del Partido, y sólo ellas, son las que nos permiten ver hasta qué punto hemos conseguido barrer realménte todos los restos de las viejas relaciones, puramente de círculos, y sustituirlas por una grande y única conexión del Partido. Todo miembro del Partido que quiera participar conscientemente en los asuntos de su Partido está obligado a es tudiar de manera minuciosa nuestro Congreso, y repito: a estutiar, porque la mera lectura del montón de materiales en crudo, como son las actas, no bastan para dar el cuadro del Congreso. Sólo por un estudio minucioso y personal pue de conseguirse (y debe conseguirse) que los breves resúmenes de los discursos, notas escuetas sobre las discusiones, pequeñas escaramuzas por pequeñas (pequeñas al parecer) cuestiones se fundan en algo que sea un todo, para que los miembros del Partido vean surgir como viva la~figura de cada orador destacado y quede clara toda la fisonomía política de cada gNpO de delegados del Congreso. El que escribe estas líneas no ha trabajado en vano si consigue aunque sea impulsar hacia un estudio amplio y personal de las actas del Congreso del Partido.
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Unas palabras más, para los adversarios de la socialdemocracia. Con muecas de alegría maligna siguen nuestras discusione; procurarán, naturalmente, entresacar para sus fines algunos pasajes aislados de mi folleto, consagrado a los defectos y deficiencias de nuestro Partido. Los socialdemócratas rusos están ya lo bastante fogueados en el combate para no dejarse turbar por semejantes alfilerazos y para continuar, pese a ellos, su labor de autocrítica, poniendo despiadadamente al descubierto sus propias deficiencias, que de un modo necesario e inevitable serán enmendadas por el desarrollo del movimiento obrero. ¡Y que ensayen los señores adversarios a describirnos un cuadro de la situación efectiva de sus "partidos" que se parezca aunque sea de lejos al que brindan las actas de nuestro II Congreso!
N. Lenin
Mayo de 1904
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Se dice que, en un plazo de veinticuatro horas, todo el mundo tiene el terecho de maldecir a sus jueces. El Congreso de nuestra Partido, como todo congreso de cualquier otro partido, ha sido también juez de algunas persanas que aspiraban al puesto de dirigentes y han sufrido un fracaso. Y ahora estos representantes de la "minoría", con una candidez enternecedora, "maldicen a sus jueces" y tratan por todos los medios de desacreditar el Congreso, de aminorar su importancia y su autoridad. Con especial relieve se ha manifestado esta tendencia en un artículo de Práctico[2] en el núm. 57 de Iskra, en el que se indigna ante la idea de la soberana "divinidad" del Congreso. Vemos aquí un rasgo tan característico de la nueva Iskra, que no es posible pasarlo en silencio. La redacción, compuesta en su mayoría por personas rechazadas por el Congreso, continúa, por una parte, titulándose redacción "del Partido" y, por otra, abre sus brazos a aquellos que dicen que el Congreso no es una divinidad. Muy bonito, ¿verdad? Sí, señores, el Congreso, desde luego, no es una divinidad; pero ¿qué debemos pensar de quienes empiezan a "denigrar" el Congreso después de haber sufrido en él una dertota?
   
Recordemos, en efecto, los principales hechos de la historia de la preparación del Congreso.
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Desde el primer momento, en su anuncio de Igoo, que precedió a la salida del periódico, Iskra declaró que, antes de unificarnos, hacía falta deslindar nuestros campos. Iskra procuró convertir la Conferencia de 1902[3] en una reunión privada y no en un Congreso del Partido[*]. Iskra procedió con extraordinario cuidado en el verano y otoño de 1902, al renovar el Comité de Organización elegido por aquella Conferencia. Por fin, terminó la labor de deslindamiento, y terminó con forme todos nosotros reconocimos. El Comité de Organización se constituyo a fines de 1902. Iskra celebró su afianzamiento y declaró -- en el artículo de fondo del núm. 32 -- que la convocatoria de un Congreso del Partido era la necesidad más imperiosa y urgente[**]. De modo que lo que menos se nos puéde reprochar es precipitación en la convocatoria del II Congreso. Precisamente nos atuvimos a la regla: mídelo siete veces y córtalo una; teníamos pleno derecho moral a esperar de los camaradas que, después de cortar, no serían ellos los que se lamentaran y volvieran a medir.
   
El Comité de Organización elaboró para el II Congreso unos estatutos extraordinariamente minuciosos (formalistas y burocráticos, dirían ahora los que encubren con estas palabrejas su falta de carácter en materia política), hizo que fue sen adoptados por todos los comités y, por último, los aprobó, disponiendo, entre otras cosas, en el artículo 18: "Todas las resoluciones del Congreso y todas las elecciones que en él tienen lugar son decisiones del Partido, obligatorias para todas sus organizaciones. Nadie, bajo pretexto alguno, puede protestar contra ellas, y sólo el siguiente Congreso del Par-
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tido puede anularlas o modificarlas"[*]. ¡En verdad que son inocentes en sí mismas estas palabras, tácitamente aceptadas entonces, como algo que se sobreentiende, y que ahora tiene un sonido tan extraño, como una sentencia pronunciada contra la "minoría"! ¿Con qué objeto se escribió este artículo? ¿Por pura fórmula? Claro que no. Esa disposición parecía imprescindible, y era, en efecto, imprescindible, porque el Partido se componía de una serie de grupos dispersos y autónomos, de los que podía esperarse que no reconocieran el Congreso. Esa disposición expresaba precisamente la buena voluntad de todos los revolucionarios (de la que con tanta frecuencia y tan poca oportunidad se habla ahora, calificando de bueno, con un eufemismo, lo que más bien merecía el epíteto de caprichoso). Equivalía a una palabra de honor recíproca que empeñaban todos los socialdemócratas rusos. Debía garantizar que no serían vanos los gigantescos esfuerzos, los peligros y gastos relacionados con el Congreso, que éste no se convertiría en una comedia Calificaba de antemano de falta de lealtad todo acto que signifique no reconocer las decisiones y las elecciones del Congreso.
   
¿De quién se ríe, pues, la nueva Iskra, al hacer el nuevo descubrimiento de que el Congreso no es una divinidad y sus decisíones no son sagradas? ¿Contiene este descubrimiento "un nuevo punto de vista sobre los problemas de organización" o tan sólo nuevos intentos de borrar viejas huellas?
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Por tanto, el Congreso fue convocado después de la preparación más minuciosa, teniendo como base el principio de plena representación en su forma superior. El presidente, después de constituido el Congreso (pág. 54 de las actas), declaró también que todos reconocían que el Congreso tenía una composición justa y sus decisiones eran absolutamente obligatorias.
   
¿Cuál era, pues, la principal tarea del Congreso? Crear un partido efectivo, sobre las bases de principio y de organización propuestas y elaboradas por Iskra. Tres años de actividad de Iskra, aprobada por la mayoría de los comités, habían decidido de antemano que aquélla debía ser precisamente la dirección en que debía trabajar el Congreso. El programa y la orientación de Iskra debían convertirse en el programa y la orientación del Partido, los planes de organización de Iskra debían quedar afianzados en los estatutos de organización del Partido. Pero de suyo se comprende que semejante resultado no podía conseguirse sin lucha: la plenitud de representación en el Congreso aseguraba la presencia en él también de organizaciones que sostenían contra Iskra una lucha decidida (Bund y "Rabócheie Dielo"), y de otras que, reconociendo de palabra a Iskra como órgano directivo, perseguían en la práctica sus planes especiales y se
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distinguían por su falta de firmeza en el terreno de los principios (el grupo "Iuzhni Rabochi" y los delegados de algunos comités adheridos a él-). En semejantes condiciones, el Congreso no podía menos de convertirse en campo de lucha por la victoria de la orientación iskrista. Todo el que lea con un poco de atención las actas del Congreso, verá en seguida que, efectivamente, fue campo de esta lucha. Y nuestra misión ahora consiste en estudiar detalladamente los agrupamientos principales que, con motivo de diversas cuestiónes, se han señalado en el Congreso, y reconstruir, con los datos exactos de las actas, la fisonomía política de cada uno de los grupos fundamentales del Congreso. ¿Qué eran realmente los grupos, tendencias y matices que debían fundirse en el Congreso, bajo la dirección de Iskra, en un partido único? Esto es lo que debemos demostrar, analizando los debates y las votaciones. La aclaración de este punto es también de cardinal importancia para estudiar lo que son en realidad nuestros socialdemócratas, así como para comprender las causas de la divergencia. Por esto es por lo que tanto en mi discurso ante el Congreso de la Liga, como en mi carta a la redacción de la nueva Iskra, ponía precisamente en primer plano el análisis de los diversos agrupamientos. Mis adversarios de la "minoría" (con Mártov al frente) no comprendieron en absoluto el fondo del problema. En el Congreso de la Liga se limitaron a enmiendas parciales, "justificándose" de la acusación de viraje hacia el oportunismo de que se les había hecho objeto, sin intentar siquiera trazar, en contraposición al mío, un cuadro algo distinto de los agrupamientos en el Congreso. Ahora, en Iskra (n. 56), Mártov trata de presentar como simple "politiquería de círculos" todos los intentos de delimitar exactamente los diversos grupos políticos del Congreso. ¡Son palabras muy fuertes, camarada Mártov! Pe-
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ro las palabras fuertes de la nueva Iskra tienen una propiedad original: basta reproducir exactamente todas las peripecias de la divergencia, empezando por el Congreso, y veremos que todas esas palabras fuertes se vuelven, plenamente y sobre todo, contra la redacción actual. ¡Miraos a vosotros mismos, señores que os llamáis redactores del Partido, y que planteáis la cuestión de la politiquería de círculos!
   
Todo lo acontecido durante nuestra lucha en el Congreso molesta ahora tanto a Mártov, que procura velarlo por completo. "Iskrista -- dice -- es quien, en el Congreso del Partido y antes de él, ha declarado que se solidariza plenamente con Iskra, ha defendido su programa y sus puntos de vista en materia de organización y ha apoyado su política en este terreno. En el Congreso hubo más de cuarenta iskristas de este tipo y ése fue el número de votos favorables al programa de Iskra y por la resolución reconociendo a Iskra órgano central del Partido." Hojead las actas del Congreso y veréis que el programa fue aceptado por todos (pág. 233), menos por Akímov, que se abstuvo. ¡Con esas palabras, el camara da Mártov quiere asegurarnos que tanto los bundistas, como Brúker y Martínov, han demostrado su "plena solidaridad" con Iskra y defendido sus puntos de vista en materia de organización! Esto es ridículo. El hecho de que, después del Congreso, todos los que en él tomaron parte se hayan convertido en miembros del Pártido, con iguales derechos (y aún no todos, porque los bundistas se retiraron), se confunde aquí con aquellos grupos que provocaron la lucha en el Congreso. En lugar de estudiar cuáles fueren los elementos que después del Congreso formaron la "mayoría" y la "minoría", se hace una frase oficial: ¡han aceptado el programa!
   
Ved la votación para reconocer a Iskra como órgano central. Veréis que Martínov, a quien el camarada Mártov, con
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valor digno de mejor causa, atribuye ahora la defensa de los puntos de vista y de la política de Iskra en materia de organización, es quien precisamente insiste en que se distingan dos partes en la resolución: el mero reconocimiento de Iskra cómo órgano central y el reconocimiento de sus méritos. Cuando se vota la primera parte de la resolución (en que se reconoce los méritos de Iskra, y se expresa la solidaridad con ella), hay sólo 35 votos en favor, dos en contra (Akímov y Brúker) y once abstenciones (Martínov, los cinco bundistas y los cinco votos de la Redacción, los dos míos, los dos de Mártov y el de Plejánov). Por consiguiente, el grupo de antiiskristas (cinco bundistas y tres de "Rabócheie Dielo") se destaca con toda claridad también aquí, en este ejemplo, el más favorable para el punto de vista actual de Mártov, ejemplo que él mismo ha elegido. Ved la votación de la segunda parte de la resolución, por la que se reconoce a Iskra como órgano central, sin dar motivo alguno y sin expresar solidaridad (pág. 147 de las actas): 44 votos en favor, que el actual Mártov clasifica como iskristas. En total hubo 51 votos; restan do las cinco abstenciones de los redactores, quedan 46; hubo dos votos en contra (Akímov y Brúker); todos los cinco bundistas entran, por tanto, en el número de los 44 restantes. De modo que los bundistas, en el Congreso, "expresaron su completa solidaridad con Iskra". ¡Así se escribe la historia oficial por la Iskra oficial! Adelantándonos al relato, explicaremos al lector los verdáderos motivos de esta verdad oficial: la actual redacción de Iskra podría ser y sería, en realidad, redacción del Partido (y 40 seudo-redacción del Partido, como ahora), si no se hubieran retirado del Congreso los bundistas y los rabócheiedielistas ". Por esta razón hubo que convertir en "iskristas" a estos fieles guárdiancs de la actual
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redacción, sedicente redacción del Partido. Pero ya hablaremos detalladamente de esto más adelante.
   
Luego cabe-preguntar: si el Congreso era una lucha de elementos iskristas y antiiskristas, ¿no habría elementos intermedios, vacilantes, que oscilaran entre unos y otros? Todo el que conozca algo nuestro Partido y la fisonomía habitual de todos los congresos se inclinará, ya a priori, a contestar a esta pregunta afirmativamente. El camarada Mártov no siente ahora el menor deseo dé acordarse de estos elementos vacilantes y describe el grupo de "Iuzhni Rabochi", con los delegados que tienden hacia él, como iskristas típicos, presentando las discrepancias que nos separan de ellos como insignificantes y sin importancia. Felizmente, tenemos ahora ante nosotros el texto completo de-las actas, y podemos resolver este problema -- el probléma de los hechos, claro está -- a base de datos documentales, Lo que hemos dicho más arriba, sobre el agrupamiento general en el Congreso, no pretende, naturalmente, resolver este problema, sino sólo plantearlo de un modo acertado.
   
Sin analizar los agrupamientos políticos, sin trazar un cuadro del Congreso como lucha de determinados matices, nuestras divergencias son totalmente incomprensibles. Cuando Mártov intenta escamotear las diferencias de matiz, incluyendo hasta a los bundistas entre los iskristas, no hace más que esquivar la cuestión. Ya a priori, a base de la historia de la socialdemocracia rusa antes del Congreso, se observan (para su ulterior estudio y detallada comprobación) tres grupos principales: iskristas, andiskristas y elementos inconstantes, vacilantes, inestables.
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Como mejor se hará el análisis de los debates y votaciones del Congreso será siguiendo el orden de las sesiones del mismo, a fin de ir consignando consecutivamente los matices políticos que en él se iban señalando cada vez más. Sólo cuando sea absolutamente necesario nos apartaremos del orden cronológico para examinar en conjunto problemas que guarden estrecha relación entre sí o agrupamientos homogéneos. En aras de la imparcialidad, trataremos de señalar todas las votaciones más importantes, dejando de lado, naturalmente, numerosos casos en que se votaron menudencias, que se llevaron en nuestro Congreso una cantidad exorbitante de tiempo (parte, por nuestra inexperiencia y porque no supimos distribuir el material entre las reuniones de comisiones y las sesiones plenarias, y parte, por dilaciones rayanas en la obstrucción).
   
La primera cuestión que suscitó debates en que empezaron a marcarse los diferentes matices, fue, si debía figurar en primer lugar, (en el "orden del día" del Congreso) la del punto siguiente: "situación del Bund en el Partido" (págs. 29-33 de las actas). Desde el punto de vista iskrista, que defendíamos Plejánov, Mártov, Trotski y yo, no podía haber ningún género de dudas a este respecto. La salida del Bund del Partido demostró palpablemente la justeza de nuestras
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consideraciones: si el Bund no quería ir con nosotros ni reconocer los principios de organización que con Iskra compartía la mayoría del Partido, era inútil y absurdo "hacer como si" fuéramos juntos y prolongar sólo el Congreso (como lo prolongaban los bundistas). La cuestión estaba ya plenamente aclarada en las publicaciones, y para todo miembro del Partido que reflexionara algo era evidente que sólo cabía plantear francamente la cuestión y elegir de una manera directa y honrada entre la autonomía (vamos juntos) y la federación (nos separamos).
   
Con toda su política de evasivas, también aquí quisieron los bundistas eludir el problema, aplazándolo. Se les unió el camarada Akímov, que en seguida, por lo visto en nombre de todos los partidarios de "Rabócheie Dielo", planteó las discrepancias con Iskra en materia de organización (pág. 31 de las actas). Al lado del Bund y de "Rabócheie Dielo" se coloca Májov (¡dos votos del Comité de Nikoláiev, que hacía poco había expresado su solidaridad con Iskrar! ). El camarada Májov no comprende nada del problema; él considera también "punto flaco" "la cuestión del régimen democrático o, por el contrario [¡fijaos en esto!], del centralismo", lo mismo que la mayoría de nuestra actual redacción "del Par tido", ¡que no ha visto todavía en el Congreso este "punto flaco"!
   
De modo que contra los iskristas están: El Bund, "Rabócheie Dielo" y el camarada Májov, que tienen juntos precisamente los diez votos que hubo contra nosotros (pág. 33). En favor nuestro hubo treínta votos, cifra alrededor de la cual, como veremos más adelante, oscilan con frecuencia los votos de los iskristas. Hubo 11 abstenciones de los que, por lo visto, no se inclinaban por ninguno de los dos "partidos" en lucha. Es interesante observar que, cuando votamos el artí-
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culo 2 de los estatutos del Bund (artículo que, al ser rechazado, provocó la salida del Bund del Partido), los votos a favor del artículo 2 y las abstenciones sumaron también diez (pág. 289 de las actas), absteniéndose precisamente los tres de "Rabócheie Dielo" (Brúker, Martínov y Akímov) y el camarada Májov. Es evidente que la votación sobre el lugar que correspondía al problema del Bund había dado un agrupamiento que no era casual. Es evidente que todos estos camaradas disentían de Iskra, no sólo en una cuestión técnica, en ei orden de examen de las cuestiones, sino también en el fondo. Por lo que se refiere a "Rabócheie Dielo", todo el mundo ve claramente la divergencia de fondo, y el camarada Májov definió de un modo magistral su actitud en el discurso que pronunció con motivo de la retirada del Bund, (págs. 289-290 de las actas). Vale la pena detenerse en este discurso. El camarada Májov dice que, después de la resolución que rechazó la federación, "la situación del Bund en el P.O.S.D.R., de problema de principio, se ha convertido para él en problema de la política real con respecto a una organización nacional históricamente constituida; aquí, -- continúa el orador --, no hubiera podido dejar de tener en cuenta todas las consecuencias que pudieran resultar de nuestra votación y por ello hubiera votado por el punto dos en su totalidad". El camarada Májov ha asimilado perfectamente el espíritu de la "política real": ¡en principio ha rechazado ya la federación y por eso, en la práctica, hubiera votado un punto de los estatutos que sería una aplicación de esta misma federación! Y este camarada "práctico" explica su posición, basada en profundos principios, con las palabras siguientes: "Pero [¡el famoso "pero" de Schedrín] como cualquier votación mía sólo tenía un carácter de principio [¡!] y no podía tener carácter práctico, debido a la casi completa unanimidad
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de los demás miembros del Congreso, preferí abstenerme para señalar una diferencia de principios". . .[¡líbrenos Dios de semejante apego a los principios!]. . . "entre mi posición en este caso y la posición que propugnaban los delegados del Bund que votaron a favor del punto. Por el contrario, hubiera votado a favor de ese punto si los delegados del Bund se hubieran abstenido de votar, cosa en la que insistían anteriormente". ¡Entiéndalo quien pueda! Un hombre de principios se abstiene de decir bien alto que sí, porque ello es prácticamente inútil cuando todos dicen que no.
   
Después de votar el lugar que correspondía al problema del Bund, surgió en el Congreso la cuestión del grupo "Borbá" que produjo también un agrupamiento extraordinariamente interesante y estaba estrechamente relacionada con el problema más "agudo" del Congreso, el de la composición de los organismos centrales. La comisión encargada de determinar la composición del Congreso, opina que no debe invitarse al grupo "Borbá", según la decisión reiterada del Comité de Organización (v. págs. 383 y 375 de las actas) y el informe de sus representantes en la comisión (pág. 35).
   
El camarada Iegórov, miembro del Comité de Organización, declara que "el problema del grupo 'Borbá' [observad que dice del grupo "Borbá", y no de tal o cual miembro] es para él cosa nueva", y pide que se suspenda la sesión. Es un misterio cómo es posible que un problema sobre el que han recaído dos decisiones del Comité de Organización pueda ser cosa nueva para uno de sus miembros. Se suspende la sesión y se reúne el Comité de Organización (pág 40 de las actas), asistiendo aquellos de sus miembros que por casualidad se encuentran en el Congreso (estaban ausentes unos cuantos miembros del Comité de Organización, de los viejos
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miembros de la organización de Iskra)[*]. Comienzan los de bates sobre "Borbá". Están en favor los rabócheiedielistas (Martínov, Akímov y Brúker, págs. 36-38); en contra, los iskristas (Pavlóvich, Sorokin, Langue[5], Trotski, Mártov y otros). Nuevamente se establece en el Congreso la división en grupos que ya conocemos. Con motivo de "Borbá" se empeña una lucha obstinada, y el camarada Mártov pronuncia un discurso particularmente detallado (pág. 38) y "combativo", en el que alude con razón a la "desigualdad de representación" de los grupos rusos y del extranjero, habla de que no estaría del todo "bien" conceder a un grupo del extranjero un "privilegio" (¡palabras de oro, especialmente instructivas, ahora, desde el punto de vista de lo que ha sucedido después del Congreso!), que no debía fomentarse "en el Partido el caos de organización, manifestación característica del cual era una fragmentación no originada por ninguna consideración de principio" (¡tiro directo. . . a la "minoría" del Congreso de nuestro Partido!). Nadie, fuera de los partidarios de "Rabócheie Dielo", se puso franca y razonadamente al lado del grupo "Borbá" hasta el momento de cerrarse la hoja de inscripción de oradores (pág. 40): hay que hacer justicia al camarada Akímov y a sus amigos, porque ellos, por lo menos, no anduvieron con ambages y rodeos, sino que siguieron abiertamente su línea y dijeron francamente lo que querían.
   
Después de cerrada la lista de oradores, cuando sobre el fondo de la cuestión ya no se puede hablar, el camarada Iegórov "insiste en que se escuche la resolución que acaba de
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tomar el Comité de Organización". No es de extrañar que los miembros del Congreso se muestren indignados ante semejante proceder, y el camarada Plejánov, como presidente, expresa su "asombro ante el hecho de que el camarada Iegórov insista en su exigencia". Porque una de dos: o había que hablar franca y precisamente sobre el fondo de la cuestión ante todo el Congreso, o no había que hablar en absoluto. ¡Pero dejar que se cerrara la lista de oradores y después, como "palabras de resumen", presentar al Congreso una nueva resolución del Comité de Organización, precisamente sobre el problema de que se trataba, era un golpe a traición!
   
La sesión se reanuda después del almuerzo, y el Buró, que sigue asombrado, decide dejarse de "formalidades" y echar mano del último recurso, que sólo en casos extremos se utiliza en los Congresos, "la explicación entre camaradas". Un representante del Comité de Organización, Popov, comunica el acuerdo del Comité aprobado por todos sus miembros contra uno, Pavlóvich (pág. 43), y por el que se propone al Congreso que invite a Riasánov.
   
Pavlóvich declara que él había negado y seguía negando legitimidad a la reunión del Comité de Organización, y que el nuevo acuerdo del citado Comité "está en pugna con el anterior ". Esta declaración produce una verdadera tempestad. El camarada Iegórov, también miembro del Comité de Organización y del grupo "Iuzhni Rabochi", elude en su respuesta el fondo de la cuestión y quiere trasladar el centro de gravedad a la cuestión de disciplina. Como si el camarada Pavlóvich quebrantara la disciplina del Partido (!), porque el Comité de Organización, después de examinar la protesta de aquél, había acordado "no poner en conocimiento del Congreso la opinión particular de Pavlóvich". Se pasa a discutir
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el problema de la disciplina del Partido y Plejánov explica en forma didáctica al camarada Iegórov, entre ruidosos aplausos del Congreso, que "nosotros no tenemos mandatos imperativos " (pág. 42. Cfr. pág. 379, reglamento del Congreso, artículo 7: "Los delegados no tendrán limitados sus poderes por mandatos imperativos. Serán plenamente libres e independientes en el ejercicio de sus poderes"). "El Congreso es la instancia suprema del Partido" y, por tanto, falta a la disciplina del Partido y al reglamento del Congreso precisamente todo el que en cualquier forma ponga obstáculos a que cualquiera de los delegados apele, directamente ante el Congreso, sobre todas las cuestiones de la vida del Partido, sin excepción alguna. El problema en discusión se reduce de este modo a un dilema: ¿el espíritu de corrillo o el espíritu de Partido? O se limitan los derechos de los delegados del Congreso, en virtud de imaginarios derechos o estatutos de toda suerte de comisiones y corrillos, o se disuelven totalmente antes del Congreso, y no sólo de palabra, sino de hecho, todas las instancias inferiores y los viejos grupitos, hasta que se creen verdaderas instituciones funcionales del Partido. Ya por esto puede ver el lector qué enorme importancia de principio tenía esta discusión al comienzo mismo (tercera sesión) de un congreso que se planteaba como finalidad restaurar de hecho el Partido. En esta discusión se concentraba, por decirlo así, el conflicto entre los antiguos corrillos y grupitos (como "Iuzhni Rabochi") y el Partido que renacía. Y los grupos antiiskristas salen en seguida a la superficie: tanto el bundista Abramson, como el camarada Martínov, ardiente partidario de la actual redacción de Iskra, y el camarada Májov, a quien también conocemos, todos ellos se declaran a favor de Iegórov y del grupo de "Iuzhni Rabochi", en contra
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de Pavlóvich. El camarada Martínov, que ahora, a porfía con Mártov y Axelrod, hace gala de "democratismo" en materia de organización, recuerda hasta. . . ¡¡el ejército, donde sólo se puede apelar a la instancia superior por mediación de la inferior!! Todo el que asistía al Congreso o había seguido atentamente la historia interna de nuestro Partido antes de su celebración, comprendía claramente el verdadero sentido de esta "compacta" oposición antiiskrista. La tarea de la oposición (quizá todos sus representantes no siempre se percataran de ello, y a veces lo sostuvieran por inercia) consistía en salvaguardar la independencia, el particularismo, los intereses de capilla de los pequeños grupos, para que no se los tragara un partido amplio, que se venía estructurando a base de los principios iskristas.
   
Tal es precisamente el punto de vista que, respecto a esta cuestión, adoptó también el camarada Mártov, que por entonces aún no se había unido a Martínov. El camarada Mártov se alza decididamente, y se alza con razón, contra aquellos cuya "idea de la disciplina de partido no va más allá de las obligaciones de un revolucionario respecto al grupo de orden inferior del que forma parte". "En el seno de un partido único no es admisible ningún agrupamiento forzoso " (subrayado por Mártov), explica Mártov a los defensores de los corrillos, sin prever cómo fustigan estas palabras su propia conducta política en las últimas sesiones del Congreso y después de él. . . El agrupamiento forzoso no es admisible para el Comité de Organización, pero es plenamente admisible para la redacción. Mártov condena el agrupamiento forzoso mientras lo mira desde el organismo central, pero lo defiende en cuanto deja de satisfacerle la composición de este organismo central. . .
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Es interesante observar el hecho de que en su discurso, además del "enorme error" del camarada Iegórov, subraya el camarada Mártov especialmente la inestabilidad política de que ha dado prueba el Comité de Organización. "En nombre del Comité de Organización -- se indigna Mártov con razón --, se ha hecho una proposición que contradice al informe de la comisión [fundado, añadámoslo nosotros, en el informe de los miembros del Comité de Organización: pág. 43, palabras de Koltzov] y a las proposiciones anteriores del Comité de Organización " (subrayado por mí). Como veis, Mártov comprendía perfectamente entonces, antes de su "viraje", que el sustituir el grupo "Borbá" por Riasánov nada quita de la completa contradicción y falta de firmeza de la actuación del Comité de Organización (por las actas del Congreso de la Liga, pág. 57, podrán ver los miembros del Partido el punto de vista de Mártov después de su viraje). No se limitó entonces Mártov a examinar el problema de la disciplina, sino que preguntó, además, directamente al Comité de Organización: "¿qué ha sucedido para que sea necesaria esa refundición?" (subrayado por mí). Porque, en efecto, el Comité de Organización, al hacer su proposición, no tuvo ni siquiera el suficiente valor de defender francamente su opinión, como la defendieron Akímov y otros. Mártov niega esto (actas de la Liga, pág. 56), pero quien lea las actas del Congreso verá que Mártov se equivoca. Popov, al hacer la proposición en nombre del Comité de Organización, no dice ni una palabra de razones (pág. 41 de las actas del Congreso del Partido). Iegórov traslada la discusión al punto sobre la disciplina, pero, sobre el fondo de la cuestión, sólo dice "El Comité de Organización podía tener nuevas consideraciones" . . . [pero no se sabe si las tenía, ni de qué conside-
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raciones se trata] . . . "ha podido olvidarse de inscribir a alguien, etc.". [Este "etc." es la única salvación del orador, porque el Comité de Organización no pudo olvidarse de la cuestión del grupo "Borbá", que había examinado dos veces antes del Congreso y una vez ante la comisión]. "El Comité de Organización no ha aprobado este acuerdo porque haya cambiado de actitud respecto al grupo 'Borbá', sino porque quiere quitar piedras sobrantes del camino de la futura organización central del Partido, en los primeros pasos de su actuación". Esto no es dar razones, sino eludirlas. Todo socialdemócrata sincero (y nosotros no ponemos ni aun en duda la sinceridad de ninguno de los participantes en el Congreso) se preocupa de apartar todo lo que él considera escollo, de apartarlo por los procedimientos que él reconoce adecuados. Dar razones significa explicar y decir exactamente la opinión de uno sobre las cosas y no salir del paso con una perogrullada. Y no se hubieran podido dar razones sin "cambiar de actitud respecto al grupo 'Borbá'", porque las anteriores decisiones contradictorias del Comité de Organización trataban también de apartar escollos, pero veían estos "es collos" precisamente en lo contrario. El camarada Mártov ataca precisamente con extraordinaria dureza y con muchísima razón este argumento, calificándolo de "fútil " y debido al deseo de "excusarse " y aconsejando al Comité de Organización que "no tema al qué dirán ". Con estas palabras definía el camarada Mártov perfectamente el fondo y el sentido de un matiz político que ha desempeñado en el Congreso un papel importantísimo y que se distingue precisamente por la falta de independencia, la mezquindad, la falta de línea propia,el temor al qué dirán, la eterna vacilación entre las dos partes determinadas, el temor a exponer abiertamente su
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credo ; en una palabra, por todas las características de la "charca"[*].
   
Esta falta de carácter, en política, de un grupo inconstante condujo, entre otras cosas, a que nadie a éxcepción del bundista Iudin (pág. 53), presentara al Congreso una resolución para invitar a uno de los miembros del grupo "Borbá". La resolución de Iudin obtuvo cinco votos a favor, pot lo visto, de todos los bundistas: �los elementos vacilantes volvian a dar otro bandazol El contingente aproximado de votos del grupo del centro se vio en las votaciones de las resoluciones de Koltzov y de Iudin sobre este punto: la resolución del iskrista obtuvo 32 votos (pág. 47) y la del bundista I6, es decir, además de los ocho votos antiiskristas, tuvieron los dos votos del camarada Májov (pág. 46), los cuatro votos de los miembros del grupo "Iuzhni Rabochi" y otros dos votos más. En seguida demostraremos que en ningún modo puede considerarse esta distribución de votos casual, pero primero expondremos brevemente lo que ahora opina Mártov sobre este incidente con el Comité de Organización. Mártov ha dicho en la Liga que "Pavlóvich y otros atizaron las pasiones". Basta ver las actas del Congreso para convencerse de que fue el mismo Mártov quien pronunció los discursos más detallados, ardientes y duros contra el grupo "Borbá" y el Comité
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de Organización. Al tratar de descargar la "culpa" sobre Pavlóvich, lo único que hace es demostrar su falta de firmeza: antes del Congreso eligió precisamente a Pavlóvich séptimo miembro de la redacción y en el Congreso se solidarizó por entero con él (pág. 44) contra Iegórov. Después, sin embargo, cuando ha sido derrotado por Pavlóvich, le acusa de "atizar las pasiones". Esto no pasa de ser ridículo.
   
En Iskra (núm. 56) Mártov habla con ironía de la importancia que se da a invitar a fulano o zutano. Esta ironía se vuelve de nuevo contra Mártov, porque precisamente el incidente con el Comité de Organización dio origen a una discusión sobre problema tan "importante" como el invitar a fulano o zutano a formar parte del Comité Central o del Organo Central. No está bien eso de medir con dos varas distintas, según se trate del propio "grupo de orden inferior" (respecto al Partido), o de un grupo ajeno. Esto es psicología filistea y de círculos, y no la actitud que el Partido exige ante una cuestión. Lo demuestra suficientemente el simple cotejo del discurso de Mártov en la Liga (pág. 57) con su discurso en el Congreso (pág. 44). "No comprendo -- dijo Mártov, entre otras cosas, en la Liga -- cómo se las arregla la gente para llamarse a toda costa iskristas y al mismo tiempo avergonzarse de serlo". Extraña incomprensión de la diferencia que hay entre "llamarse" y "ser", entre el dicho y el hecho. El mismo Mártov se dijo en el Congreso adversario de los agrupamientos forzosos y después del Congreso fue partidario de ellos.
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Quizá pueda parecer obra de la casualidad la forma en que se dividieron los delegados en el problema del Comité de Organización. Pero tal opinión sería errónea, y para eliminarla, nos apartaremos del orden cronológico y examinaremos en seguida un incidente que, aun cuando tuvo lugar al finalizar el Congreso, está íntimamente relacionado con el que acabamos de exponer. Se trata de la disolución del grupo "Iuzhni Rabochi". En contra de las tendencias de Iskra en materia de organización -- plena cohesión de las fuerzas del Partido y eliminación del caos que las fragmentaba -- se levantaron en este caso los intereses de uno de los grupos, cuyo trabajo era útil mientras faltaba un verdadero partido, pero se hizo superfluo al organizarse el trabajo de un modo centralizado. En aras de los intereses de un círculo, el grupo "Iuzhni Rabochi", con no menos derecho que la vieja Iskra, podía pretender que se mantuviera la "continuidad" y su inviolabilidad. En aras de los intereses del Partido, este grupo debía someterse al traslado de sus fuerzas "a las correspondientes organizaciones del Partido" (pág. 313, final de la resolución adoptada por el Congreso). Desde el punto de vista de los intereses de círculo y de la mentalidad pequeñoburguesa, no podía menos de parecer "quisquillosa" (expresión del camarada Rúsov y del camarada Deich) la disolución de
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un grupo útil, que tenía tan pocas ganas de disolverse como la vieja redacción de Iskra. Desde el punto de vista de los intereses del Partido, era imprescindible la disolución, "la dilución" (expresión de Gúsiev) en el Partido. El grupo "Iuzhni Rabochi" declaró francamente que "no consideraba necesario" declararse disuelto y exigía que "el Congreso expresara su opinión en forma categórica", y además, "inmediatamente: sí o no". El grupo "Iuzhni Rabochi" invocaba la misma "continuidad" a la que había apelado la vieja redacción de Iskra . . . ¡después de su disolución! "Aunque todos nosotros, tomados cada uno individualmente, constituimos un partido único -- dijo el camarada Iegórov --, este Partido se compone, sin embargo, de toda una serie de organizaciones que es menester tener en cuenta como magnitudes históricas. . . Si una de estas organizaciones no perjudica al Partido, no hay motivo para disolverla ".
   
De este modo, se planteaba en forma completamente definida una importante cuestión de principio, y todos los iskristas -- mientras no salieron a primer plano los intereses de sus propios círculos -- se levantaron decididos contra los elementos vacilantes (los bundistas y dos de "Rabócheie Dielo" no estaban ya entonces en el Congreso; indudablemente, se hubieran declarado decididos partidarios de "tener en cuenta las magnitudes históricas"). La votación dio 31 votos a favor, cinco en contra y cinco abstenciones (cuatro miembros del grupo "Iuzhni Rabochi" y probablemente Bielov, a juzgar por sus anteriores declaraciones, pág. 308). El grupo de diez votos, tajantemente opuesto al plan de organización consecuente propugnado por Iskra y partidarios de los círculos contra el espíritu de partido, se dibuja con toda precisión. En los debates, los iskristas plantean esta cuestión precisamente desde el punto de vista de los principios (véase el discurso de Lan-
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gue, pág. 315), declarándose en contra de los métodos primitivos de trabajo y de la dispersión, negándose a tener en cuenta las "simpatias" de algunas organizaciones y diciendo francamente que "se hubiera conseguido antes la unificación del Partido y el triunfo de los principios programáticos que aquí hemos sancionado, si los camaradas del grupo 'Iuzhni Rabochi' se hubieran atenido antes, hace uno o dos años, a un punto de vista más en consonancia con los principios". En el mismo sentido hablan Orlov, Gúsiev, Liádov, Muraviov, Rúsov, Pavlóvich, Gliébov y Gorin. No sólo no se alzaron los iskristas de la "minoría" contra estas alusiones concretas, que repetidamente se hicieron en el Congreso, a la política y la "linea" del grupo "Iuzhni Rabochi", de Májov y otros, carente de principios, no sólo no hicieron reserva alguna a este respecto, sino que, por el contrario, por boca de Deich, se unieron decididamente a ellos, censurando el "caos" y aplaudiendo el que "planteara francamente la cuestión" (pág. 315) el mismo camarada Rúsov, que en aquella misma sesión tuvo -- ¡qué horror! -- la osadia de "plantear francamente también" el problema de la vieja redacción en el terreno puramente de partido (pág. 325).
   
En el grupo "Iuzhni Rabochi" el asunto de su disolución produjo una indignación terrible, de la que encontramos huellas también en las actas (no debe olvidarse que las actas no dan más que un pálido reflejo de los debates, pues en lugar de discursos completos no contienen más que extractos y resúmenes muy abreviados). El camarada Iegórov calificó incluso de "mentira" la simple mención del grupo "Rabóchaia Misl"[6] junto con el grupo "Iuzhni Rabochi", ejemplo característico de la actitud que predominaba en el Congreso respecto al economismo consecuente. Incluso mucho después, en la 37 sesión, Iegórov habla de la disolución de "Iuzhni Rabochi"
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con profunda irritación (pág. 356), pidiendo que se haga constar en el acta que, cuando se trató de este grupo, no se preguntó a sus miembros acerca de los medios para las ediciones, ni sobre el control del Organo Central y del Comité Central. Durante la discusión sobre el grupo "Iuzhni Rabochi", el camarada Popov alude a la compacta mayoría que pareció decidir de antemano la cuestión acerca de dicho grupo. "Ahora -- dice (pág. 316) --, después de los discursos de los camaradas Gúsiev y Orlov, todo está claro ". El sentido de estas palabras es indudable: ahora, después de que los iskristas han expresado su opinión y han propuesto una resolución, todo está claro, es decir, está claro que el grupo "Iuzhni Rabochi" será disuelto contra su voluntad. El mismo representante del grupo "Iuzhni Rabochi" separa aquí a los iskristas (y, además, a tales como Gúsiev y Orlov) de sus partidarios, considerando que representan "líneas" distintas de política de organización. Y cuando la actual Iskra presenta al grupo "Iuzhni Rabochi" (¿y también probablemente a Májov?) como "iskristas típicos", esto no hace sino probar en forma patente un olvido de los acontecimientos más importantes (desde el punto de vista de este grupo) sucedidos en el Congreso y, por parte de la nueva redacción, un deseo de borrar las huellas para que no se vea con qué clase de elementos se formó la llamada "minoría".
   
Es de lamentar que no se haya planteado en el Congreso el problema de un órgano popular. Todos los iskristas trataron con extraordinario interés de este problema tanto antes del Congreso, como durante el mismo, fuera de las sesiones, coincidiendo en que no sería nada razonable iniciar la edición de semejante órgano o dar este carácter a uno de los ya existentes en el momento actual de la vida de nuestro Partido. Los antiiskristas, en el Congreso, se manifestaron en sentido
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contrario, lo mismo que el grupo "Iuzhni Rabochi" en su informe, y sólo la casualidad o el no haber querido plantear una cuestión "desesperanzada" pueden explicar que no se presentara la correspondiente resolución con diez firmas al pie.
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Volvamos al orden de sesiones del Congreso.
   
Hemos podido persuadirnos de que, aún antes de que se pasara a examinar el fondo de las cuestiones, se había manifestado ya con claridad en el Congreso, no sólo un grupo perfectamente definido de antiiskristas (8 votos), sino también un grupo de elementos intermedios, inestables, dispuestos a apoyar a estos ocho y a aumentar su número hasta unos 16 ó 18 votos.
   
La cuestión del lugar que en el Partido correspondía al Bund, cuestión que se examinó en el Congreso de un modo extraordinaria y excepcionalmente detallado, se redujo a resolver una tesis de principio, posponiéndose la solución práctica hasta tanto se tratara de las relaciones de organización. Como ya antes del Congreso se había consagrado bastante espacio en las publicaciones a explicar temas referentes a este punto, los debates del Congreso dieron poco que fuese relativamente nuevo. Sin embargo, no se puede menos de observar que los partidarios de "Rabócheie Dielo" (Martínov, Akímov y Brúker), declarándose conformes con la resolución de Mártov, hicieron la reserva de que la consideraban insuficiente y disentían de ella en las conclusiones (págs. 69, 73, 83, 86).
   
Después de la cuestión acerca del lugar que correspondía al Bund, pasó el Congreso a tratar del programa. En este
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punto, la mayor parte de la discusión giró en torno a enmiendas particulares que presentaban escaso interés. En principio, la oposición de los antiiskristas se manifestó únicamente en el enfoque del camarada Martínov contra el célebre planteamiento de la cuestión acerca de la espontaneidad y la conciencia. En favor de Martínov se mostraron plenamente de acuerdo, como es natural, los bundistas y los de "Rabócheie Dielo". Mártov y Plejánov, entre otros, demostraron lo infundado de las objeciones de Martínov. ¡Como cosa curiosa es de observar que ahora la redacción de Iskra (tras de reflexionar un poco, por lo visto) se ha pasado al lado de Martínov y dice lo contrario de lo que dijo en el Congreso! Probablemente, esto corresponde al célebre principio de la "continuidad". . . Nos queda ahora esperar a que la redacción acabe de orientarse y nos explique hasta qué punto está de acuerdo con Martínov, en qué y exactamente desde cuándo. Entre tanto, nos limitaremos a preguntar si se ha visto alguna vez un órgano del Partido, cuya redacción diga después de un congreso precisamente lo contrario de lo que ha dicho en él.
   
Pasando por alto las discusiones sobre el reconocimiento de Iskra como órgano central (ya nos hemos referido a esto más arriba) y el comienzo de los debates sobre los estatutos (de los que sera más cómodo tratar cuando los examinemos en conjunto), pasemos a los matices de principio que se señalaron cuando se trató del programa. Notemos, en primer lugar, un detalle extraordinariamente característico: los debates sobre la cuestión de la representación proporcional. El camarada Iegórov, del "Iuzhni Rabochi", abogaba por que se incluyera en el programa, y defendió este punto de vista de tal modo que provocó una observación acertada de Posadovski (iskrista de la minoría) sobre la existencia de una "seria discrepancia". "Es indudable -- dijo el camarada Posadovski --
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que disentimos en la cuestión fundamental siguiente: ¿es preciso someter nuestra política futura a unos u otros principios democráticos fundamentales, reconociéndoles un valor absoluto, o bien deben quedar todos los principios democráticos sometidos exclusivamente a los intereses de nuestro Partido? Yo me declaro decididamente partidario de este último". Plejánov "se adhiere plenamente" a Posadovski, expresándose aún más concreta y enérgicamente contra "el valor absoluto de los principios democráticos", contra "el modo abstracto" de interpretarlos. "Es concebible en hipótesis un caso -- dice -- en el que nosotros, socialdemócratas, nos declaremos en contra del sufragio universal. Hubo épocas en que la burguesía de las repúblicas italianas privaba de derechos políticos a los individuos pertenecientes a la nobleza. El proletariado revolucionario podría limitar los derechos políticos de las clases altas, lo mismo que éstas hicieron antes respecto al proletariado". El discurso de Plejánov es acogido con aplausos y siseos, y cuando Plejánov protesta contra el Zwischenruf * "no hay que sisear" y ruega a los camaradas que no se cohiban, se levanta el camarada Iegórov y dice: "Cuando seme jantes discursos provocan aplausos, no tengo más remedio que sisear". Juntamente con el camarada Goldblat (delegado del Bund), el camarada Iegórov se declara en contra de las opiniones de Posadovski y Plejánov. Es de lamentar que se cerrara la discusión y el asunto que surgió en relación con ella desapareciese inmediatamente de la escena. Pero en vano procura ahora el camarada Mártov aminorar e incluso anular su significación, diciendo en el Congreso de la Liga: "Estas palabras [de Plejánov] provocaron la indignación de una parte de los delegados, indignación que hubiera sido fácil de evitar
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de haber añadido el camarada Plejánov que, naturalmente, no puede imaginarse una situación tan trágica, que el proletariado, para afianzar su victoria, tenga que violar derechos políticos como la libertad de prensa. . . (Plejánov: "merci")" (pág. 58 de las actas de la Liga). Esta interpretación está en pugna directa con lo que, en forma absolutamente categórica, dijo el camarada Posadovski en el Congreso acerca de una "seria discrepancia" y una disensión sobre el "problema fundamental". Respecto a este problema fundamental, todos los iskristas se declararon en el Congreso contra los representan tes de la "derecha" antiiskrista (Goldblat) y del "centro" del Congreso (Iegórov). Esto es un hecho y podemos garantizar sin temor que si el "centro" (espero que esta palabra chocará menos que ninguna otra a los partidarios "oficiales" de la suavidad. . .), si el "centro" (representado por el camarada Iegórov o Májov) hubiera tenido que expresar "libremente " su opinión sobre esta o análogas cuestiones, hubieran aparecido en seguida serias discrepancias.
   
Esta discrepancia se puso de manifiesto con mayor relieve aún en la cuestión de la "igualdad de derechos de las lenguas" (pág. 171 y siguientes de las actas). En cuanto a este punto, no son tan elocuentes los debates como las votaciones: sumándolos, llegamos a la increíble cifra de ¡dieciséis! ¿Por qué? Por si no basta señalar en el programa la igualdad de derechos de todos los ciudadanos, independientemente de su sexo, etc. y de su lengua, o si es preciso decir: "libertad de lengua" o "igualdad de derechos de las lenguas". El camarada Mártov ha definido con bastante acierto en el Congreso de la Liga este episodio, diciendo que "una discusión insignificante sobre la redacción de un punto del programa adquirió significación de principio, porque la mitad del Congreso se mostraba dispuesta a derrocar la comisión de programa".
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Precisamente así[*]. El motivo del choque fue, en efecto, insignificante, y, sin embargo, éste adquirió en verdad carácter de principio y, por lo mismo, formas terriblemente encarnizadas, llegándose al intento de "derrocar " la comisión de programa, a sospechar que deseaba "jugar una mala pasada al Congreso " (¡sospecha que Iegórov expresó respecto de Mártov!), llegándose a cambiar alusiones personales del carácter más. . . injurioso (pág. 178). Incluso el camarada Popov "lamentó que, con motivo de naderías, se creara una tal atmósfera " (subrayado por mí, pág. 182), atmósfera que reinó durante tres sesiones (16,17 y 18).
   
Todas estas expresiones confirmaban definida y categóricamente el hecho importantísimo de que la atmósfera de "sospechas" y de las más encarnizadas formas de lucha ("derrocar") -- ¡después, en el Congreso de la Liga, se acusó a la mayoría de los iskristas de haberla creado! -- había sido creada, en realidad, mucho antes de que nos escindiéramos en
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mayoría y minoría. Repito que es un hecho de enorme importancia, un hecho fundamental, y el no comprenderlo conduce a muchísima gente a las opiniones más ligeras sobre el carácter artificial de la mayoría a la terminación del Congreso. Desde el punto de vista actual del camarada Mártov, quien afirma que había en el Congreso 9/10 de iskristas, es absolutamente inexplicable y absurdo el hecho de que, por "naderías", por un motivo "insignificante", pudiera producirse una colisión que adquirió "carácter de principios" y estuvo a punto de echar abajo a la comisión del Congreso. Sería ridículo tratar de deshacerse de este hecho con gimoteos y lamentaciones sobre el "daño" que han hecho ciertas ocurrencias. El carácter de principio de la colisión no pudo resultar de ninguna aspereza: sólo pudo nacer del carácter de los agrupamientos políticos en el Congreso. No fueron las asperezas ni los chistes los que promovieron el conflicto: eran sólo un síntoma de que en el mismo agrupamiento político del Congreso existía una "contradicción", existían todos los antecedentes de un conflicto, existía una falta de homogeneidad interna que prorrumpía con fuerza inmanente con cualquier motivo, incluso insignificante.
   
Por el contrario, desde el punto de vista que yo tengo sobre el Congreso y que considero mi deber defender como una determinada interpretación política de los acontecimientos, aunque semejante interpretación pueda ofender a alguien, era plenamente explicable e inevitable el conflicto más agudo de carácter de principio por un motivo "insignificante". Puesto que en nuestro Congreso hubo constantemente lucha entre iskristas y antiiskristas, puesto que entre éstos y aquéllos estaban los elementos vacilantes y puesto que estos últimos, juntamente con los antiiskristas, constituían 1/3 de los votos (8 + 10 = 18 de 51, según mis cálculos, naturalmente, aproxima-
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dos), resulta muy comprensible y natural que siempre que se apartaba de los iskristas aunque fuera una pequeña minoría de ellos, eso creaba una posibilidad de victoria de la tendencia antiiskrista y provocaba, por ello mismo, una lucha "furiosa". Esto no es resultado de salidas de tono y ataques de inadecuada dureza, sino resultado de una combinación política. No eran las asperezas las que daban origen a un conflicto político, sino que la existencia de un conflicto político en el mismo agrupamiento del Congreso originaba asperezas y ataques: esta contraposición encierra la divergencia fundamental de principio entre Mártov y nosotros en la apreciación de la importancia política del Congreso y de sus resultados.
   
En el transcurso de todo el Congreso se produjeron tres casos especialmente notables de separación de un grupo in significante de iskristas de su mayoría -- la igualdad de derechos de las lenguas, el artículo primero de los estatutos y las elecciones --, y en los tres casos se produjo una lucha encarnizada que, al fin y al cabo, ha traído como consecuencia la grave crisis que atraviesa actualmente el Partido. Para comprender el sentido político de esta crisis y de esta lucha, no debemos limitarnos a frases sobre chistes inadmisibles, sino examinar los agrupamientos políticos de los matices que se enfrentaron en el Congreso. El incidente de la "igualdad de derechos de las lenguas" presenta, por esto, un doble interés desde el punto de vista del esclarecimiento de las causas de la divergencia, porque en ese problema Mártov era (¡aún era!) iskrista y combatió quizá más que nadie contra los antiiskristas y el "centro".
   
Comienza la guerra por una discusión entre el camarada Mártov y el líder de los bundistas, camarada Líber (págs. 171-172). Mártov demuestra que es suficiente exigir "la igualdad de derechos de los ciudadanos". Se rechaza la "libertad de
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lengua", pero inmediatamente se propone "la igualdad de derechos de las lenguas" y con Líber se lanza al combate el camarada Iegórov. Mártov declara que es fetichismo "el que los oradores insistan en la igualdad de derechos de las nacionalidades y transfieran la desigualdad de derechos al dominio linguístico. Sin embargo, esta cuestión debe examinarse desde el ángulo opuesto: existe una desigualdad de derechos entre las nacionalidades, y esta desigualdad se expresa, entre otras cosas, también en el hecho de que las personas que pertenecen a una nacionalidad determinada se ven privadas del derecho a hacer uso de su lengua materna" (pág. 172). Mártov tenía entonces completa razón. En efecto, algo de fetichismo tenía el intento de Líber y de Iegórov, que carecía absolutamente de sentido, de defender lo acertado de sus fórmulas y considerar que nosotros no queríamos o no sabíamos aplicar el principio de igualdad de derechos de las nacionalidades. La realidad es que, como "fetichistas", defendían precisamente una palabra, y no un principio, no procedían guiados por el temor a algún error de principio, sino por temor al qué dirán. Justamente esta psicología vacilante (¿y si "los demás" nos echan esto en cara?), que señalamos en el incidente con el Comité de Organización, es la que mostró aquí con plena claridad todo nuestro "centro". Otro representante del mismo, Lvov, delegado de una región minera, próximo al grupo "Iuzhni Rabochi", "considera muy serio el problema sobre la opresión de las lenguas, planteado por la periferia. Importa que nosotros, después de haber incluido un punto referente a la lengua en nuestro programa, alejemos toda sospecha de rusificación, que podría suscitarse contra los socialdemócratas". He aquí una magnífica motivación de la "seriedad" del problema. ¡El problema es muy serio porque es preciso evitar las posibles sospechas de la periferia! El orador no dice nada,
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en el fondo, no contesta a las acusaciones de fetichismo, sino que las confirma plenamente, dando pruebas de una completa falta de argumentos y saliendo del paso con una alusión a lo que dirá la periferia. Se le advierte: todo lo que puedan decir es falso. Pero, en lugar de poner en claro si es exacto o no lo es, contesta: "pueden sospechar ".
   
Semejante modo de plantear el problema, con pretensiones de seriedad e importancia, adquiere ya, en efecto, carácter de principio, pero ni mucho menos el que querían ver en él los Líber, los Iegórov, los Lvov. El que tiene carácter de principio es el problema de si debemos facultar a las organizaciones y a los miembros del Partido para aplicar los principios generales y fundamentales del programa, aplicándolos a circunstancias concretas y desarrollándolos en el sentido de semejante aplicación, o si, por simple temor a las sospechas, debemos llenar el programa de detalles fútiles, de indicaciones particulares, de repeticiones, de casuística. Lo que adquiere carácter de principio es la cuestión de cómo pueden los socialdemócratas, en la lucha contra la casuística, ver ("sospechar") intentos de limitar los derechos y libertades democráticas elementales. ¿Cuándo, por fin, dejaremos este culto fetichista a la casuística? Este es el pensamiento que pasaba por nuestra mente tuando asistimos a la lucha por las "lenguas".
   
El agrupamiento de Ios delegados en esta lucha es especialmente claro, merced a la abundancia de votaciones nominales. Estas votaciones fueron tres. Contra el núcleo iskrista están unánime y constantemente todos los antiiskristas (8 votos) y, con muy ligeras vacilaciones, todo el centro (Májov, Lvov, Iegórov, Popov, Medviédiev, Ivanov, Tsariov, Bielov; tan sólo los dos últimos vacilaron al principio, absteniéndose unas veces, votando otras con nosotros, y sólo to-
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maron una actitud definitiva en la tercera votación). De los iskristas se separa una parte, sobre todo los caucasianos (tres, con seis votos), y debido a esto obtiene el predominio, al fin y al cabo, la tendencia del "fetichismo". Cuando se votó por tercera vez, cuando los partidarios de ambas tendencias pusieron más en claro sus posiciones, tres caucasianos, con seis votos, se apartaron de los iskristas de la mayoría, adhiriéndose al grupo contrario. De los iskristas de la minoría se apartaron dos con dos votos: Posadovski y Kóstich. En las dos primeras votaciones se pasaron al grupo opuesto o se abstuvieron: Lenski, Stepánov y Gorski, de la mayoría iskrista, y Deich de la minoría. El hecho de que se apartaran ocho votos iskristas (del total de 33) inclinó la balanza a favor de la coalición de antiiskristas y elementos vacilantes. Este es precisamente el hecho fundamental de la división en grupos que tuvo lugar en el Congreso, hecho que volvió a repetirse (separándose tan sólo otros iskristas) con motivo de la votación del artículo primero de los estatutos y con motivo de las elecciones. No es de extrañar, pues, que quien ha salido en las elecciones derrotado cierre ahora empeñadamente los ojos ante las causas políticas de esa derrota, ante el punto de partida de la lucha de matices, que ponía cada vez más de manifiesto y desenmascaraba cada vez más despiadadamente ante el Partido a los elementos poco firmes y faltos de carácter en política. El incidente de la igualdad de derechos de las lenguas nos muestra esta lucha con tanto mayor relieve cuanto que entonces el mismo camarada Mártov no había aún merecido los elogios y la aprobación de Akímov y Májov.
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La falta de firmeza de antiiskristas y "centro" en el terre no de los principios se puso también de relieve en las discusiones habidas en torno al programa agrario, que quitaron al Congreso no poco tiempo (v. págs. 190-226 de las actas) y plantearon numerosas cuestiones de extraordinario interés. Como era de esperar, es el camarada Martínov quien promueve la ofensiva contra el programa (después de unas pequeñas observaciones de los camaradas Líber y Iegórov). Utiliza el viejo argumento de que corrigiendo "precisamente esta injusticia histórica", "consagramos", según ellos, de un modo indirecto, "otras injusticias históricas", etc. A su lado se coloca el camarada Iegórov, que incluso "no ve claramente cuál es el sentido de este programa: si es un programa para nosotros, es decir, si formula las reivindicaciones que nos otros planteamos, o si es que queremos hacerlo popular" (!?!?). El camarada Líber "quisiera hacer las mismas indicaciones que el camarada Iegórov". El camarada Májov habla, con la decisión que le es propia, declarando que "la mayoría [?] de los oradores no comprende en absoluto qué es el programa propuesto ni los fines que persigue". Según dice, "es difícil considerar el programa propuesto como programa agrario socialdemócrata"; este programa. . . "huele un poco a juego de corrección de injusticias históricas", tiene "un matiz de demagogia y de aventurerismo". La confirmación teó-
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rica de estas elucubraciones es la habitual exageración y simplificación del marxismo vulgar: se pretende que los iskristas "quieren operar con los campesinos como con algo homogéneo; y como los campesinos están ya hace tiempo [?] divididos en clases, el proponer un programa único conduce inevitablemente a convertir este programa en su conjunto en demagógico, y su aplicación se transformará en una aventura" (202). El camarada Májov "suelta" aquí la verdadera causa de la actitud negativa que ante nuestro programa agrario adoptan muchos socialdemócratas, dispuestos a "reconocer" a Iskra (como la ha reconocido el mismo Májov), pero sin haber reflexionado ni poco ni mucho sobre su orientación, sobre su posición teórica y táctica. Precisamente la vulgarización del marxismo aplicada a un fenómeno tan complejo y polifacético como es el régimen actual de la economía campesina rusa, y no la divergencia sobre algunas particularidades, es lo que ha producido y sigue produciendo la incomprensión de dicho programa. Y sobre este punto de vista de un marxismo vulgar se pusieron rápidamente de acuerdo los líderes de los elementos antiiskristas (Líber y Martínov) y los del "centro", Iegórov y Májov. El camarada Iegórov expresó también francamente uno de los rasgos característicos del grupo "Iuzhni Rabochi" y de los grupos y circulos que tienden hacia él, a saber: la incomprensión de la importancia del movimiento campesino, la incomprensión de que el lado débil de nuestros socialdemócratas, durante las primeras y célebres insurrecciones campesinas, no consistió en sobreestimar, sino más bien, por el contrario, en subestimar esa importancia (y en no tener fuerzas suficientes para utilizar el movimiento). "Estoy lejos del entusiasmo que la redacción siente por el movimiento campesino -- dijo el camarada Iegórov --, del entusiasmo que después de las revueltas campesi-
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nas se apoderó de muchos socialdemócratas". Pero, desgraciadamente, el camarada Iegórov no se tomó la molestia de informar con alguna exactitud al Congreso en qué consiste ese entusiasmo de la redacción, ni se tomó la molestia de dar indicaciones concretas sobre el material bibliográfico proporcionado por Iskra. Además, olvidó que Iskra había desarrollado todos los puntos fundamentales de nuestro programa agrario ya en su tercer número[*], es decír, mucho tiempo antes de las revueltas campesinas. ¡No estaría de más que quien "ha reconocido" a Iskra no sólo de palabra, dedicara algo más de atención a sus principios teóricos y tácticos!
   
"¡No, no podemos hacer mucho entre los campesinos!", exclama el camarada Iegórov, y luego explica esta exclamación, no como protesta contra tal o cual "apasionamiento" aislado, sino como repudio de toda nuestra posición: "y eso significa precisamente que nuestra consigna no puede hacer competencia a una consigna de aventureros". Fórmula ultra característica de una actitud falta de principios ante la causa, ¡de una actitud que todo lo reduce a una "competencia" de consignas de distintos partidos! Y esto lo dice el orador después de haberse declarado "satisfecho" por las explicaciones teóricas en las que se decía que nosotros aspiramos a un éxito firme en la agitación, sin que nos asusten los reveses pasajeros y que un éxito firme (a pesar del ruidoso griterío de los "competidores". . . de un minuto), es imposible sin una firme base teórica en el programa (pág. 196). ¡Qué confusión trasluce esa afirmación de sentirse "satisfecho", seguida in mediatamente de la repetición de las tesis vulgares heredadas del viejo economismo, para el cual la "competencia de consignas" decidía en todas las cuestiones, no sólo del programa
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agrario, sino de todo el programa y de toda la táctica de la lucha económica y política. "No podéis obligar a un jornalero -- decía el camarada Iegórov -- a luchar al lado del campesino rico por los recortes, que ya están en buena parte en manos de ese campesino rico".
   
Nos encontramos de nuevo ante la misma simplificación, indudablemente emparentada con nuestro economismo oportunista, que insistía en que era imposible "obligar" al proletariado a luchar por lo que en gran parte está en manos de la burguesía y por lo que en proporción aún más considerableirá a parar a sus manos en el futuro. Una vez más la misma vulgarización, que olvida las particularidades rusas de las relaciones capitalistas generales entre el jornalero y el campesino rico. Los recortes oprimen ahora, oprimen en realidad también al jornalero, a quien no hay que "obligar" a luchar por librarse de la sujeción a que está sometido. En cambio, hay que "obligar" a algunos intelectuales: obligarles a tener una visión más amplia de sus tareas, obligarles a que renun cien a las fórmulas estereotipadas cuando traten problemas concretos, obligarles a tener en cuenta la coyuntura histórica, que complica y modifica nuestros objetivos. Precisamente sólo el prejuicio de que el mujik es tonto -- prejuicio que, como observa en justicia el camarada Mártov (pág. 202), se trasluce en los discursos del camarada Májov y de otros adversarios del programa agrario --, sólo un prejuicio explica el que estos adversarios olviden las condiciones reales de la vida de nuestros jornaleros.
   
Después de haber simplificado el problema reduciéndolo a una mera contraposición: obrero y capitalista, los representantes de nuestro "centro", como de costumbre, trataron de descargar su estrechez mental sobre el mujik. "Precisamente porque considero -- decía el camarada Májov -- que el mu-
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jik es inteligente en la medida de su estrecho punto de vista de clase, supongo que será partidario del ideal pequeñoburgués de la toma y el reparto de la tierra". En estas palabras se mezclan claramente dos cosas: una característica del punto de vista de clase del mujik, como pequeñoburgués, y una restricción de este punto de vista, la reducción de éste a una "medida estrecha". Precisamente en esta reducción es donde está el error de los Iegórov y Májov (lo mismo que el error de los Martínov y Akímov consistía en reducir a una "medida estrecha" el punto de vista del proletario). Sin embargo, tanto la lógica como la historia enseñan que el punto de vista pequeñoburgués de clase puede ser más o menos estrecho, más o menos progresivo, precisamente por la doble posición del pequeñoburgués. Y nuestra tarea no puede consistir en modo alguno en desalentarnos ante la estrechez ("tontería") del mujik o ante el hecho de que le dominen "prejuicios", sino, por el contrario, en ensanchar constantemente su punto de vista, en contribuir a la victoria de su juicio sobre sus prejuicios.
   
El punto de vista del "marxismo" vulgar sobre el problema agrario ruso ha tenido su expresión culminante en las palabras finales del profundo discurso del camarada Májov, fiel defensor de la vieja redacción de Iskra. No en vano fue ron acogidas estas palabras con aplausos. . . , es verdad que irónicos. "Desde luego, yo no sé a qué llamar desgracia -- dice el camarada Májov, indignado porque Plejánov había dado a entender que el movimiento en favor del reparto negro no nos asustaba en absoluto y que no seríamos nosotros los que pondríamos trabas a ese movimiento progresivo (progresivo-burgués) --. Pero esa revolución, si es que puede dársele este nombre, no será revolucionaria. Yo diría más exactamente que no será ya revolución, sino reacción (risas ), una
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revolución parecida a un motín. . . Semejante revolución nos hará retroceder y exigirá cierto tiempo para volver nuevamente a la situación en que ahora nos encontramos. Porque ahora tenemos mucho más que en los tiempos de la revolución francesa (aplausos irónicos ), tenemos un partido socialdemócrata (risas ). . ." Sí, un partido socialdemócrata que razonara a lo Májov, o tuviera instituciones centrales apoyadas en personas como Májov, no merecería, en efecto, más que risas. . .
   
Por tanto, vemos que también en problemas puramente de principios, suscitados por el programa agrario, se puso de manifiesto inmediatamente el agrupamiento que ya conocemos. Los antiiskristas (8 votos) emprenden una cruzada en nombre del marxismo vulgar; tras ellos se arrastran los jefes del "centro", los Iegórov y Májov, errando y desviándose siempre al mismo punto de vista estrecho. Por ello, es muy natural que en algunos puntos del programa agrario, la votación arroje 30 y 35 votos a favor (págs. 225 y 226), es decir, precisamente el número aproximado que ya hemos visto cuando se discutía el momento en que había de tratarse la cuestión del Bund, cuando se produjo el incidente con el Comité de Organización y cuando se trató de la disolución del grupo "Iuzhni Rabochi". En cuanto surgía una cuestión que se saliera algo del marco del lugar común, ya establecido y habitual, una cuestión que exigiera una cierta aplicación independiente de la teoría de Marx a relaciones económico-sociales de un carácter peculiar y nuevo (nuevo para los alemanes), no resultaban más que 3/5 de los votos de iskristas que supieran ponerse a la altura de la tarea, todo el "centro" se colocaba inmediatamente tras los Líber y Martínov. ¡Y el camarada Mártov se esfuerza aún por velar este hecho evidente, sor-
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teando temeroso las votaciones en que se ponían claramente de manifiesto los matices!
   
La discusión del programa agrario muestra bien claramente la lucha de los iskristas contra las dos quintas partes bien contadas del Congreso. Los delegados caucasianos ocuparon en este punto una posición totalmente acertada, debido en gran parte, probablemente, al hecho de que, conociendo de cerca las formas locales de numerosos restos del régimen de servidumbre, estaban a salvo de las meras contraposiciones, de un carácter abstracto y escolar, que satisfacían a los Májov. Contra Martínov y Líber, contra Májov y Tegórov se alzaron tanto Plejánov como Gúsiev (quien confirmó que "una concepción tan pesimista de nuestra labor en el campo" . . . como era la del camarada Iegórov. . . "la había encontrado bastantes veces entre los camaradas que actuaban en Rusia"), así como Kostrov[7], Karski y Trotski. Este último indica con razón que los "consejos benevolentes" de los críticos del programa agrario "huelen demasiado a filisteísmo ", Respecto al estudio de los agrupamientos políticos que se produjeron en el Congreso, sólo hay que observar que, en este punto de su discurso (pág. 208), quizá no se cite con razón al camarada Langue junto a Iegórov y Májov. Quien lea con atención las actas verá que la posición de Langue y Gorin es totalmente distinta de la de Iegórov y Májov. A Langue y Gorin no les gusta la formulación del punto referente a los recortes, comprenden plenamente la idea de nuestro programa agrario, tratando de ponerla en práctica de otro modo, trabajando de un modo positivo para buscar una formulación más impecable, desde su punto de vista, presentando proyectos de resoluciones para convencer a los autores del programa o para ponerse a su lado contra todos los no iskristas. Basta comparar, por ejemplo, la proposición de Májov de que
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se rechace todo nuestro programa agrario (pág. 212, nueve a favor, 38 en contra) y sus diversos puntos (págs. 216 y otras) con la posición de Langue, que propone una redacción propia del punto referente a los recortes (pág. 225), para convencer se de la diferencia radical que los separa[*].
   
Hablando más adelante de los argumentos que huelen a "filisteísmo", el camarada Trotski señalaba que "en el perío do revolucionario que se avecina debemos ligarnos a los campesinos". . . "Y ante semejante tarea el escepticismo y la 'perspicacia' política de Májov y Iegórov son más dañinos que cualquer miopía". El camarada Kóstich, otro iskrista de la minoría, señalaba muy certeramente la "falta de seguridad en si mismo y en su firmeza de principios" que se observa en el camarada Májov, característica que da justamente en el blanco en lo que se refiere a nuestro "centro". "En su pesimismo coincide el camarada Májov con el camarada Iegórov, aunque hay entre ellos matices -- continuaba el camarada Kóstich --. Olvida que, en el momento actual, los socialdemócratas trabajan ya entre los campesinos y dirigen ya su movimiento, en la medida de lo posible. Y con este pesimismo reducen la envergadura de nuestro trabajo" (pág. 210).
   
Para terminar con la cuestión de las discusiones sobre el programa en el Congreso, vale la pena señalar todavía los breves debates sobre el apoyo a tendencias oposicionistas. En nuestro programa se dice claramente que el partido socialdemócrata apoya "todo movimiento de oposición y revolucionario, dirigido contra el régimen social y político existente en Rusia "[8]. Parece que esta última reserva indica con suficiente precisión qué tendencias oposicionistas son las que precisamente apoyamos. ¡Sin embargo, los diferentes matices que
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ya hace tiempo se han dado en nuestro Partido han aparecido en seguida también en este punto, por difícil que fuera imaginarse que aún eran posibles "confusiones e incomprensiones" en un asunto tan trillado! Se trataba, de modo evidente, no de incomprensiones, sino preásamente de matices. Májov, Líber y Martínov tocaron en seguida a rebato y volvieron a encontrarse en tan "compacta" minoría, que, también en este punto, el camarada Mártov hubiera tenido que tratar de atribuir esto a las intrigas, los manejos, la diplomacia y otras cosas por el estilo (v. su discurso en el Congreso de la Liga) a las que recurren las personas incapaces de reflexionar sobre las causas políticas que llevan a la formación de grupos "compactos" tanto de la mayoría como de la minoría.
   
Májov vuelve a empezar por una simplificación vulgar del marxismo. "No tenemos más clase revolucionaria que el proletariado -- dice; pero de este principio justo deduce en seguida una consecuencia equivocada --: las demás son algo de poca monta, como un pegote (risa general ). . . Sí, como un pegote, y lo único que quieren es aprovecharse. Yo estoy en contra de que se les apoye" (pág. 226). La formulación inimitable que el camarada Májov dio a su posición confundió a muchos (de sus partidarios), pero en realidad coincidieron con él tanto Líber como Martínov, proponiendo que se eliminara la palabra "de oposición" o se la limitara añadiendo "democrático de oposición". Plejánov se alzó con razón contra esta enmienda de Martínov. "Nosotros debemos criticar a los liberales -- decía --, descubrir su posición ambigua. Esto es verdad. . . Pero, al poner de manifiesto la estrechez y limitación de todos los demás movimientos, a excepción del socialdemócrata, estamos obligados a explicar al proletariado que, comparada con el absolutismo, incluso una Constitución que no conceda el sufragio universal es un paso adelante y
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que, por ello, el proletariado no debe preferir el régimen actual a semejante Constitución". Los camaradas Martínov, Líber y Májov se muestran disconformes con esto y mantienen su posición, contra la cual dirigen sus ataques Axelrod, Starovier, Trotski y nuevamente Plejánov. Por lo demás, el camarada Májov se ha derrotado una vez más a sí mismo. Al principio dijo que las demás clases (fuera del proletariado) son "de poca monta" y que "él está en contra de que se les apoye". Después se compadeció y reconoció que, "siendo en en el fondo reaccionaria, la burguesía es muchas veces revolucionaria, por ejemplo, cuando se trata de luchar contra el feudalismo y sus vestigios". "Pero hay grupos -- continuó, yendo más de mal en peor -- que son siempre [?] reaccionarios, como son los artesanos". ¡A semejantes perlas llevaron su palabrería en el terreno de los principios los mismos líderes de nuestro "centro", que después defendían con espuma en los labios a la vieja redacción! Precisamente los artesanos, incluso en la Europa occidental, donde la organización gremial era tan fuerte, lo mismo que otros pequeños burgueses en las ciudades, dieron pruebas de extraordinario espíritu revolucionario en la época de la caída del absolutismo. Precisamente para el socialdemócrata ruso es sobre todo absurdo repetir sin reflexionar lo que dicen sus camaradas de Occidente, sobre los artesanos de ahora, en una época separada por uno o medio siglo de la caída del absolutismo. En Rusia, decir que los artesanos son reaccionarios en comparación con la burguesía en el terreno de las cuestiones políticas, no es más que una estereotipia, una frase aprendida.
   
Es de lamentar que las actas no hayan conservado indicación alguna sobre el número de votos que lograron reunir las enmiendas sobre esta cuestión presentadas por Martínov, Májov y Líber y que fueron rechazadas. Sólo podemos decir
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que los lideres de los elementos antiiskristas y uno de los líderes del "centro"* se unieron también en este punto para formar el agrupamiento que ya conocemos contra los iskristas. Resumiendo toda la discusión sobre el programa, no podemos menos de llegar a la conclusión de que ni un solo deba te algo animado y que despertara un interés general dejó de poner de manifiesto los diferentes matices que ahora pasan en silencio el camarada Mártov y la nueva redacción de Iskra.
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Después del programa trató el Congreso de los estatutos del Partido (pasamos por alto la cuestión del Organo Central y los informes de los delegados, que por desgracia, en su mayoría, no pudieron presentarlos en forma satisfactoria). Ni que decir tiene que la cuestión de los estatutos tenía para to dos nosotros enorme importancia. En efecto, Iskra había sido desde el primer momento, no sólo un órgano de publicación sino, además, una célula de organización En el artículo de fondo de su cuarto número ("¿Por dónde empezar?"), Iskra había propuesto todo un plan de organización*, aplicándolo sistemática e inflexiblemente durante tres años. Cuando el II Congreso del Partido reconoció a Iskra como Organo Central, entre los tres puntos que exponían los motivos de la resolución correspondiente (pág. 147) dos estaban consagrados
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precisamente a este plan de organización y a las ideas de organización de Iskra : a su papel en la dirección del trabajo práctico del Partido y a su papel dirigente en la labor de unificación. Por ello, es completamente natural que la labor de Iskra y toda la obra de organización del Partido, toda la obra de restablecimiento efectivo del Partido no podía considerarse terminada si todo el Partido no reconocía y no dejaba afianzadas de una forma taxativa determinadas ideas de organización. Y esta tarea debían cumplirla los estatutos de organización del Partido.
   
Las ideas fundamentales que Iskra trataba de sentar como base de la organización del Partido, se reducían, en el fondo, a las dos que damos a continuacion. La primera, la idea del centralismo determinaba en principio el modo de resolver todo el cúmulo de problemas particulares y de detalle en el terreno de la organización. La segunda, la que se refería al papel especial que desempeña un órgano ideológico directivo, un periódico, tenía en cuenta lo que necesitaba, de un modo peculiar y temporal, precisamente el movimiento obrero socialdemócrata ruso bajo la esclavitud política, a condición de crear en el extranjero una base de operaciones inicial para la ofensiva revolucionaria. La primera idea, como la única idea de principios, debía penetrar todos los estatutos; la segunda, como idea particular, engendrada por una circunstancia temporal de lugar y de modo de acción, se expresaba en un apartamiento aparente del centralismo, en la creación de dos centros, el Organo Central y el Comité Central. En el artículo editorial de Iskra "¿Por dónde empezar?"* (núm. 4), así como en "¿Qué hacer?"** desarrollé estas dos
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ideas fundamentales de la organización iskrista del Partido y, por último, las he explicado detalladamente, casi en forma de estatutos, en la "Carta a un camarada"[*]. Sólo quedaba, en realidad, un trabajo de redacción para dar forma a los artículos de los estatutos que debían llevar a la práctica precisamente esas ideas, si el reconocimiento de Iskra no quedaba en el papel, si no era una frase convencional. En el prólogo que puse a la "Carta a un camarada" al reeditarla, decía ya que era suficiente una simple comparación de los estatutos del Partido con ese folleto para dejar sentada la completa identidad de las ideas de organización en ambos sitios[**].
   
En relación con la labor de redacción para formular las ideas de organización de Iskra en los estatutos, tengo que referirme a un incidente, provocado por el camarada Mártov. ". . . La aclaración de los hechos os demostrará -- decía Mártov en el Congreso de la Liga (pág. 58) -- cuán inesperado fue para Lenin mi caida en el oportunismo en lo que atañe a este artículo (es decir, al primero). Mes y medio o dos meses antes del Congreso le enseñé a Lenin mi proyecto, donde el artículo primero estaba expuesto exactamente en la misma forma en que lo propuse en el Congreso. Lenin se declaró en contra de mi proyecto, considerándolo demasiado detallado, y me dijo que a él le gustaba sólo la idea del artículo primero, la determinación de la condición de miembro del Partido, que trasladaría a sus estatutos con modificaciones, porque no consideraba acertada la formulación que yo le había dado. Así, pues, hacía ya tiempo que Lenin conocía mi formulación, mi punto de vista sobre este problema. Como veis, fui al Congreso con la visera levantada, sin ocultar mis
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opiniones. Yo había advertido que lucharía contra la cooptación recíproca, contra el principio de unanimidad en la cooptación para el Comité Central y para el Organo Central, etc.".
   
Ya veremos en el momento oportuno cómo fue el asunto en lo que atañe a la advertencia de la lucha contra la cooptación recíproca. Detengámonos ahora en esta "visera levantada" de los estatutos de Mártov. Refiriendo en la Liga, de memoria, el episodio de su desafortunado proyecto (que el mismo Mártov retiró en el Congreso, como desacertado, pero volvió a sacarlo a la luz, con su habitual consecuencia, después del Congreso), Mártov, como suele suceder, ha olvidado muchas cosas, y por ello ha vuelto a enredarlas. Parece que había ya hechos bastantes para guardarse de referencias a conversaciones privadas y a su memoria (¡porque los hombres, involuntariamente, no recuerdan sino lo que les conviene!) y, a pesar de todo, el camarada Mártov, no teniendo otros materiales, usa datos de pésima calidad. Ahora, incluso el camarada Plejánov empieza a imitarle; por lo visto, son contagiosos los malos ejemplos.
   
La "idea" del artículo primero del proyecto de Mártov no podía "gustarme", porque en su proyecto no existía ninguna idea que saliera a relucir en el Congreso. Le ha fallado su memoria. ¡He tenido la suerte de encontrar entre mis papeles el proyecto de Mártov, donde "precisamente el artículo primero n o está expuesto en la forma en que lo propuso en el Congreso"! ¡Aquí tienen ustedes la "visera levantada"!
   
Artículo primero del proyecto de Mártov: "Se considerará como perteneciente al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia a todo el que, aceptando su programa, trabaje activamente para llevar a la práctica sus tareas bajo el control y la dirección de los órganos [¡sic!] del Partido".
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Artículo primero de mi proyecto: "Se considerará miembro del Partido todo el que acepte su programa y apoye al Partido tanto con recursos materiales, como con su participación personal en una de las organizaciones del mismo".
   
Artículo primero de la fórmula propuesta por Mártov en el Congreso y aceptada por éste: "Se considerará miembro del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia a todo el que acepte su programa, apoye al Partido con recursos materiales y le preste su colaboración personal en forma regular bajo la dirección de una de sus organizaciones".
   
Por este cotejo vemos con claridad que en el proyecto de Mártov no hay precisamente ninguna idea, sino sólo una frase vacía. Es claro de por sí que los miembros del Partido trabajan bajo el control y la dirección de los órganos del Par tido, y no puedé ser de otro modo ; de ello no hablan sino las gentes aficionadas a hablar por hablar, los que gustan de llenar "estatutos" de un río de palabras y fórmulas burocráticas (es decir, innecesarias para el objeto y, al parecer, necesarias para hacer bulto). La idea del artículo primero sólo aparece al plantearse la cuestión de si pueden los órganos del Partido llevar a la práctica su dirección respecto a aquellos miembros del mismo que no forman parte de ninguna de las organizaciones del Partido. No hay ni rastro de esta idea en el proyecto del camarada Mártov. Por tanto, yo no podía conocer las "opiniones" del camarada Mártov "sobre este problema", porque no hay en el proyecto del camarada Mártov opinión alguna sobre este problema. La aclaración de hechos del camarada Mártov resulta un enredo.
   
En cambio, precisamente del camarada Mártov hay que decir que él, por mi proyecto, "conocía mis opiniones sobre esta cuestión" y no protestó ni las combatió, ni en la comi-
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sión de redacción, aunque mi proyecto fue mostrado a todo el mundo dos o tres semanas antes del Congreso, ni ante los delegados, que se enteraron sólo de mi proyecto. Y aún más. Incluso en el Congreso, cuando presenté mi proyecto de es tatutos[*] y ló defendí antes de que se eligiera la comisión de estatutos, el camarada Mártov dijo claramente: "me adhiero a las conclusiones del camarada Lenin. Sólo, en dos puntos disiento de este último " (subrayado por mí): en el modo de constitución del Consejo y en la cooptación por unanimidad (pág. 157). Ni una palabra dice aún de que disienta respecto al artículo primero.
   
En su folleto sobre el estado de sitio, el camarada Mártov ha considerado preciso volver a recordar con peculiar meticulosidad sus estatutos. Asegura allí que sus estatutos, que también ahora (en febrero de I904; no se sabe lo que sucederá dentro de tres meses) está dispuesto a firmar, a excepción de algunas particularidades secundarias, "expresaban con bastante claridad su posición negativa respecto a la hipertro-
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fia del centralismo" (pág. IV). El camarada Mártov explica ahora el no haber propuesto este proyecto al Congreso dicien do, primero, que "la educación iskrista le inspiró una actitud despectiva hacia los estatutos". (¡La palabra iskrista, cuando así le place al camarada Mártov, no significa ya para él el estrecho espíritu de círculo, sino la más consecuente de las tendencias! Sólo es de lamentar que al cabo de tres años la educación iskrista no haya inspirado al camarada Mártov una actitud despectiva para la fraseología anarquista, con la que la inestabilidad propia de un intelectual es capaz de justificar las violaciones de unos estatutos aprobados en común). En segundo lugar, resulta nada menos que él, el camarada Mártov, rehuía "introducir cualquier disonancia en la táctica del núcleo orgánico fundamental que era Iskra " ¡Resulta de una congruencia maravillosa! ¡En la cuestión de principio sobre la formulación oportunista del artículo primero o de la hipertrofia del centralismo tuvo el camarada Mártov tal miedo a la disonancia (temible tan sólo desde el más estrecho punto de vista de círculo), que ni siquiera expuso sus discrepancias ante un núcleo como la redacción! Sobre el problema práctico acerca de la composición de los organismos centrales, el camarada Mártov apeló contra el voto de la mayoría de los miembros de la organización de Iskra (verdadero núcleo orgánico fundamental ) al auxilio del Bund y de los miembros de "Rabócheie Dielo" El camarada Mártov no ve la "disonancia" que hay en sus propias frases, cuando se vale de procedimientos propios de los círculos en defensa de la seudoredacción para renegar del espíritu de "círculo" en la forma en que enjuician la cuestión las personas más competentes. Para castigarle, citaremos íntegro su proyecto de estatutos
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haciendo constar por nuestra parte qué puntos de vista y qué hipertrofia se representan en el mismo.[*]
   
"Proyecto de estatutos del Partido. -- I. Pertenencia al Partido. -- 1) Se considerará como perteneciente al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia a todo el que, aceptando su programa, trabaje activamente para llevar a la práctica sus tareas bajo el control y la dirección de los órganos del Partido. -- 2) El Comité Central acordará la expulsión do los miembros del Partido por actos incompatibles con los intereses del Partido. !La sentencia de expulsión, argumentada, se conservará en el archivo del Partido y, en caso de exigencia, se comunicará a cada comité del mismo. Se puede apelar ante el Congreso contra el acuerdo de expulsión tomado por el Comité Central, siempre que lo exijan dos o más comités]". . . Indicaré con corchetes los puntos evidentemente faltos de contenido en el proyecto de Mártov, los que no sólo no contienen ninguna "idea", sino ni siquiera ninguna condición ni exigencia determinada, como es el caso sin igual de indicar en unos "estatutos" dónde precisamente deberá conservarse la sentencia, o de referirse a la apelación ante el Congreso de que puede ser objeto de un acuerdo de expulsión tomado por el Comité Central (¿y no todos sus acuerdos en general?). Esto es justamente una hipertrofia de frase, o un verdadero formalismo burocrático en el sentido de componer puntos y artículos superfluos, sabiendo de antemano que no sirven para nada o que sirven para entor pecer. ". . . II. Comités locales. -- 3) Serán representantes del Partido en su trabajo local los comités del Partido. . ." (¡qué nuevo y qué ingenioso!). ". . . 4) [Se considerarán comités del Partido los que existan al celebrarse el II Congreso y estén representados en él con la composición que tengan en este momento]. -- 5) Los nuevos comités, es decir, los que no queden comprendidos en el artículo 4, serán designados por el Comité Central [que reconocerá como comité a la composición que en el momento dado tenga la organización local, o constituirá el comité local reformando esta última]. -- 6) Los comités completan el número de sus miembros mediante la cooptación. -- 7) El Comité Central tiene derecho a completar el número de miembros de un comité local con una cantidad de camaradas (que él conozca), de modo que su número no constituya más de un tercio del número total de miembros. . ." Modelo de estilo
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ofidnesco: ¿por qué no más de un tercio? ¿Con qué objeto? ¿Qué-sentido tiene esta limitación que nada limita, pues este modo de completar puede repetirse muchas veces? ". . . 8) [Si un comité local se desmorona o es deshecho" (¿es decir, si no son detenidos todos sus miembros?) "por las persecuciones, el Comité Central lo restablecerá"]. . . (¿sin tener ya en cuenta el artículo 7? ¿Y no encuentra el camarada Mártov que existe un parecido entre el artículo 8 y las leyes rusas sobre la moral pública, que prescriben trabajar en los días laborables y descansar en las fiestas?). ". . . 9) El Congreso ordinario del Partido podrá encargar al C.C. que reforme la composición de cualquier comité local, cuando se haya reconocido que la actividad de este último es incompatible con los intereses del Partido. En este último caso, el comité, con la composición que tenga se declara disuelto y los camaradas de su localidad quedan exentos de la obligación de prestarle obediencia*.]. . . La regla que se contiene en este artículo es tan altamente útil como el artículo aún existente en las leyes rusas y que dice: se prohibe a todos y cada uno el alcoholismo. ". . . 10) [Los comités locales del Partido dirigen toda la labor de propaganda, agitación y organización del Partido en la localidad y, en la medida que se lo permiten sus fuerzas, cooperan con el Comité Central y el Organo Central en el cumplimiento de las tareas generales del Partido que les incumben.]. . ." ¡Uf! ¿A qué viene esto, por todos los santos?. . . ". . . 11) [El régimen interior de la organización local, las relaciones recíprocas entre el comité y los grupos a él subordinados" (¿oye usted, oye usted, camarada Axelrod?) "y los limites de competencia y autonomía" (¿pero es que los límites de competencia no son lo mismo que los limites de autonomía?) "de estos grupos los establecerá el mismo comite, poniéndolos en conocimiento del C.C. y de la redacción del O.C.]. . ." (Hay una laguna: no se dice dónde se archivan estas comunicaciones). ". . . 12) [Todos los grupos y miembros individuales del Partido sometidos a los comités tienen derecho a exigir que se comunique al C.C. del Partido y a sus órganos centrales sus opiniones y deseos sobre cualquier problema.] -- 13) Cada comité local del Partido quedara obligado a descontar de sus ingresos una parte que corresponderá a la caja del C.C., según distribución que efectuará el C.C. -- III. Organizacioncs destinadas a la agitación en diversas lenguas (además del ruso). -- 14) [Para la agitación en una de las lenguas no rusas, y para organizar a los obreros entre los que se lleve
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a cabo tal agitación, podrán formarse organizadones aparte en los puntos donde sea imprescindible especializar esa agitadón y establecer semejante organización separada]. -- 15) Corresponderá al C.C. del Partido, y en los casos litigiosos al Congreso del mismo, decidir cuándo existe en estos casos verdadera necesidad. . ." La primera parte del artículo es superflua, si se tienen en cuenta otras disposiciones de los estatutos, y la segunda, sobre los casos litigiosos, mueve sencillamente a risa. . . "16) [Las organizaciones locales a que hace referencia el artículo 14, serán autónomas en sus objetivos especiales, pero actuarán bajo el control del comité local y estarán sometidas a este último, siendo el comité local quien establecerá las formas de este control y las normas que, en el trabajo de organización, regularán las relaciones entre el comité y la organización especial. . ." (bueno, ¡gracias a Dios!, ahora se ve bien claro que no había razón para toda esa montaña de palabras vadas). ". . . En cuanto a los asuntos generales del Partido, tales organizaciones actuarán como parte de la organización del comité.] -- 17) [Las organizaciones locales a que hace referencia el artículo 14, podrán formar una unión autónoma para la consecución eficaz de sus objetivos especiales. Semejante unión puede tener sus órganos especiales, administrativos y publicaciones, quedando unos y otros sometidos al control inmediato del C.C. del Partido. Tal unión establecerá ella misma sus estatutos, pero los someterá a la aprobación del C.C. del Partido.] -- 18) [De la unión autónoma a que hace referencia el artículo 17 pueden también entrar a formar parte los comités locales del Partido, si debido a las condiciones locales se dedican principalmente a la agitación en una lengua determinada. Nota. Siendo parte integrante de una unión autónoma, semejante comité no deja, sin embargo, de ser un comité del Partido.]. . ." (Todo el artículo es de una utilidad extrema y de una profundísima inteligencia, y la nota aún más). . . ". . . 19) [Las organizaciones locales que formen parte de una unión autónoma quedarán sometidas al control de los comités locales en sus relaciones con los órganos centrales de la unión.] -- 20) [Los órganos literarios y administrativos centrales de lás uniones autónomas tendrán con el C.C. del Partido las mismas relaciones que los comités locales del Partido.] -- IV. El Comit¿ Central y los órganos literarios del Partido. -- 21) [Representantes del Partido en su totalidad serán el Comité Central y los órganos literarios: el órgano político y el órgano científico.] -- 22) Incumbe al C.C. la dirección general de toda la labor práctica del Partido; cuidar de que se utilicen y distribuyan debidamente todas sus fuerzas; controlar la actuación de todos los sectores del Partido; suministrar publicaciones a las organizaciones locales; organizar el aparato técnico del Partido; convocar los
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congresos del Partido. -- 23) Corresponderá a los organos literarios del Partido la dirección ideológica de la vida del mismo; la propaganda del programa del Partido y la exposidón científica y publicística de la concepción del mundo de la socialdemocracia. -- 24) Todos los comités locales del Partido, así como las uniones autónomas, mantendrán una relación directa tanto con el C.C. del Partido, como con la redacdón de sus órganos, poniendo periódicamente en su conocimiento la marcha del movimiento y del trabajo de organización en el área local. -- 25) El Congreso del Partido designará la redacción de los órganos literarios del mismo, que seguirá en funciones hasta el Congreso siguiente. -- 26) [La redacción tendrá autonomía en sus asuntos internos] y, en el intenalo entre dos Congresos, podrá completar y modificar su composición, comunicándolo en cada caso al C.C. -- 27) Todos los comunicados que emanen del C.C., o hayan sido sancionados por él se publicarán, a petición del C.C., en el órgano del Partido. -- 28) El C.C., de acuerdo con la redacción de los órganos del Partido, formará grupos literarios espedales para determinados trabajos literarios. -- 29) El Congreso del Partido designará al Comité Central, que seguirá en funciones hasta el Congreso siguiente. El C.C. podrá completar su composición por cooptación en número ilimitado, poniéndolo cada vez en conocimiento de la redacción de los órganos centrales del Partido. -- V. Organización del Partido en el extranjero. -- 30) La organización del Partido en el extranjero cuidara de la propaganda entre los rusos residentes en el extranjero y de organizar entre ellos a los elementos socialistas. A su frente figurará una administración designada por elección. -- 31) Las uniones autónomas que formen parte integrante del Partido podrán tener secciones en el extranjero para cooperar a la consecución de los objetivos especiales de tales uniones. Estas secciones, en calidad de grupos autónomos, quedarán incluidas en la organización general en el extranjero. -- VI. Congresos del Partido. -- 32) La instancia superior del Partido es su Congreso. -- 33) [El Congreso del Partido establecerá su programa, sus estatutos y los principios por los que se regirá su actuación; controlará la labor de todos los órganos del Partido y entenderá en los conflictos que entre ellos puedan surgir.] -- 34) Tendrán representación en el Congreso: a) todos los comités locales del Partido; b) los órganos administrativos centrales de todas las uniones autonomas que estén comprendidas en el Partido; c) el C.C. del Partido y la redacción de sus órganos centrales; d) la organización del Partido en el extranjero. -- 35) Se consentirá la transmisión de mandatos, pero a condidón de que un delegado no represente más de tres mandatos efectivos. Podrá dividirse un mandato entre dos representantes. No se consentirán mandatos imperativos -- 36) El C.C. quedará facultado para in
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vitar al Congreso, con voz, pero sin voto, a los camaradas cuya presencia pueda ser útil. -- 37) Para introducir modificaciones en el programa o en los estatutos, hará falta una mayoría de dos tercios de los votos presentes; las demás cuestiones se resolverán por simple mayoría. -- 38) El Congreso se considerará válido siempre que estén representados en él más de la mitad de los comités del Partido existentes en el momento de su celebración. -- 39) El Congreso se reunirá, siempre que las circunstancias lo permitan, una vez cada dos años. [En caso de que, para su convocatoria en este plazo, surjan dificultades ajenas a la voluntad del C.C., éste podrá aplazarlo bajo su responsabilidad."]
   
De seguro que el lector que haya tenido paciencia, como caso excepcional, suficiente para leerse hasta el final estos así llamados estatutos no nos exigirá un examen especial de las conclusiones que a continuación formulamos. Primera conclusión: los estatutos padecen una hidropesía difícilmente curable. Segunda conclusión: no hay manera de descubrir en estos estatutos ningún matiz especial, en punto a organización, por lo que se refiere a una actitud negativa frente a la hipertrofia centralista. Tercera conclusión: el camarada Mártov ha procedido muy razonablemente, ocultando a los ojos del mundo (y al examen del Congreso) más de los 38/39 de sus estatutos. Lo único que resulta algo original es que con motivo de esta ocultación se hable de visera levantada.
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Antes de pasar a una cuestión efectivamente interesante que, de un modo indudable, pone al descubierto los diversos matices de opinión respecto a la formulación del artículo primero de los estatutos, hemos de detenernos aún someramente en la breve discusión general de los estatutos que ocupó la sesión 14 y parte de la 15 del Congreso. Esta discusión tiene cierta importancia, porque precedió al completo desacuerdo de la organización de Iskra en lo tocante a la composición de los organismos centrales. Por el contrario, las discusiones posteriores, sobre los estatutos en general y sobre la cooptación en particular, tuvieron lugar después de nuestro des acuerdo en la organización de Iskra. Naturalmente, antes del desacuerdo podíamos expresar nuestras opiniones más imparcialmente, en el sentido de que nuestras consideraciones eran más independientes del problema de la composición personal del C.C., que a todos preocupaba. El camarada Mártov, como he señalado ya, se adhirió (pág. 157) a mi punto de vista en materia de organización, haciendo tan sólo dos reservas por estar disconforme conmigo en particularidades. Por el contrario, tanto los antiiskristas como el "centro" se alzaron en seguida contra las dos ideas fundamentales de todo el plan de organización de Iskra (y, por consiguiente, de todos
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los estatutos): tanto contra el centralismo, como contra los "dos organismos centrales". El camarada Líber calificó mis estatutos de "desconfianza organizada", y vio descentralización en los dos organismos centrales (lo mismo que los camaradas Popov y Iegórov). El camarada Akímov expresó el deseo de ampliar la esfera de competencia de los comités locales, en particular el otorgarles a ellos mismos "el derecho de modificar su composición". "Es preciso darles mayor libertad de acción. . . Los comités locales deben ser elegidos por los militantes activos de la localidad, lo mismo que el C.C. es elegido por los representantes de todas las organizaciones activas de Rusia. Y si tampoco esto puede permitirse, que se limite entonces el número de miembros que el C.C. puede designar para trabajar en los comités locales. . ." (158). Como veis, el camarada Akímov apunta un argumento contra la "hipertrofia del centralismo", pero el camarada Mártov sigue sordo a estas autorizadas indicaciones, mientras la derrota en el problema de la composición de los organismos centrales no le lleva a seguir a Akímov. ¡Sigue sordo incluso cuando el camarada Akímov le apunta la "idea " de sus propios estatutos (artículo 7: limitación de los derechos del C.C. a introducir miembros en los comités)! El camarada Mártov no queria todavía entonces ninguna "disonancia" con nosotros y consentia por ello la disonancia tanto con el camarada Akímov, como consigo mismo. . . Entonces sólo abogaban coné tra el "monstruoso centralismo" aquellos a quienes no convenía, evidentemente, el centralismo de Iskra : abogaban contra él Akímov, Líber, Goldblat, y les seguían con cautela y precaución (de modo que siempre pudiera uno volverse atrás) Iegórov (v. págs. 156 y 276), etc.: Entonces, la inmensa mayoría del Partido veia aún con toda claridad que eran precisamente los intereses de capilla, de círculo, del "Bund", y del
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grupo "Iuzhni Rabochi", etc. los que provocaban la protesta contra el centralismo. Por lo demás, también ahora ve claramente la mayoría del Partido que son precisamente los intereses de círculo de la vieja redacción de Iskra los que provocan su protesta contra el centralismo. . .
   
Ved, por ejemplo, el discurso del camarada Goldblat (160-161). Se pronuncia contra mi "monstruoso" centralismo, que según él, conduce al "aniquilamiento" de las organizaciones de base y "está imbuido de la tendencia de otorgar al centro un poder ilimitado, el derecho de intervención ilimitada en todo", que reserva a las organizaciones "el único derecho de someterse sin un murmullo de protesta a lo que se les ordene desde arriba", etc. "El organismo central que prevé el proyecto se encontrará en un espacio vacio: a su alrededor no habrá periferia alguna, sino una especie de masa amorfa en la que se moverán sus agentes ejecutores". Esto es, palabra por palabra, la misma fraseología falsa con que, después de su derrota en el Congreso, han comenzado a obsequiarnos los Mártov y los Axelrod. Ha merecído risas el Bund, que, en guerra contra nuestro centralismo, concede él mismo, a su organismo central derechos ilimitados, definidos de un modo todavía más preciso (aunque sea, por no citar otros, la facultad de admitir y excluir miembros e incluso la de rechazar delegados a los congresos). Risas merecerán también, cuando se aclaren las cosas, las lamentaciones de la minoría, que chilla contra el centralismo y contra los estatutos mientras está en la minoría, y se apoya en estos últimos en cuanto ha logrado pasar a la mayoría.
   
También se puso claramente de manifiesto la división en grupos en cuando a los dos organismos centrales: Líber, Akímov (el primero con la cancioncita de moda, a lo Axelrod-
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Mártov, sobre el predominio del O.C. sobre el C.C. en el Consejo), Popov y Iegórov se opusieron a todos los iskristas. El plan de los dos organismos centrales se desprendía lógicamente de las ideas que, en materia de organización, había desarrollado siempre la vieja Iskra (¡y que de palabra habían aprobado los camaradas Popov y Iegórov!). La política de la vieja Iskra era diametralmente opuesta a los planes de "Iuzhni Rabochi", a los planes de crear paralelamente un órgano popular y de convertirlo en órgano en realidad predominante. He aquí el origen de la contradicción que, a primera vista, podría parecer extraña: por un solo organismo central, es decir, por lo que podria parecer un mayor centralismo, están todos los antiiskristas y toda la charca. Claro que también hubo delegados (sobre todo en la charca) que apenas si tenían clara comprensión de a dónde conducirían y tenían que conducir, en virtud de la marcha de las cosas, los planes de organización del grupo "Iuzhni Rabochi", pero los impelía al bando de los antiiskristas su propia naturaleza vacilante y poco segura de sí misma.
   
Entre los discursos pronunciados por iskristas durante estos debates (que precedieron a la escisión de los iskristas) sobre los estatutos, son particularmente notables los de los camaradas Mártov (la "adhesión" a mis ideas en materia de organización) y Trotski. Este último contestó a los camaradas Akímov y Líber en tal forma, que cada palabra de su contestación descubre toda la falsedad de la conducta que después del Congreso siguió la "minoría" y de las teorías que después del Congreso adoptó la "minoría". "Los estatutos, dice (el camarada Akímov), determinan la esfera de competencia del C.C. de un modo que no es bastante preciso. No puedo estar de acuerdo con él. Por el contrario, la determinación es pre-
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cisa y significa: por cuanto el Partido es un todo, es imprescindible asegurarle el control de la actividad de los comités locales. El camarada Líber ha dicho que los estatutos, para emplear una expresión mía, son la 'desconfianza organizada'. Es verdad. Pero yo empleé esta expresión refiriéndome a los estatutos propuestos por los representantes del Bund, estatutos que eran la desconfianza organizada de un sector del Partido frente a todo el Partido En cambio, nuestros estatutos [¡entonces esos estatutos eran "nuestros", hasta que se produjo la derrota en lo tocante a la composición de los organismos centrales!] representan la desconfianza organizada del Partido frente a todos sus sectores, es decir, el control de todas las organizaciones locales, regionales, nacionales, etc." (158). Sí, nuestros estatutos quedan exactamente caracterizados aquí, y nosotros aconsejaríamos recordar con más frecuencia esta característica a las personas que ahora, con la conciencia tranquila, afirman que es la intrigante mayoría quien ha discurrido la idea y establecido el sistema de la "desconfianza organizada", o, lo que es lo mismo, "del estado de sitio". Bastará comparar el discurso citado con los discursos pronunciados en el Congreso de la Liga en el extranjero para obtener un modelo de falta de carácter en política, un ejemplo de cómo cambian las opiniones de Mártov y compañía, según se trata de organismo inferior propio o ajeno.
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Ya hemos citado las diversas formulaciones que suscitaron en el Congreso interesantes debates. Estos debates se llevaron casi dos sesiones y terminaron por dos votaciones nominales (en todo el Congreso no hubo, si no me equivoco, más que ocho votaciones nominales, tan sólo en casos de especial importancia, por la enorme pérdida de tiempo que su ponen tales votaciones) Se habla planteado una cuestión que, indudablemente, tiene un carácter de principio. El interés del Congreso por los debates era inmenso. En la votación tomaron parte todos los delegados, fenómeno raro en nuestro Congreso (como en todo gran congreso) y prueba, al mismo tiempo, del interés de los que discutían.
   
¿En qué consistía, pues, la esencia de la cuestión en litigio? Ya dije en el Congreso, y lo he repetido después más de una vez, que "no considero en absoluto nuestra discrepancia (respecto al artículo primero) tan esencial, que de ella dependa la vida o la muerte del Partido. ¡No pereceremos, ni mucho menos, por un mal artículo en los estatutos!" (250)*. Esta discrepancia, por si misma, aunque pone de manifiesto matices de carácter de principio, no pudo producir en modo alguno la divergencia (y en realidad, para hablar sin convencionalismos, la escisión) que se ha producido después del Con-
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greso. Pero toda pequeña discrepancia puede hacerse grande si se insiste en ella, si se la saca a primer plano, si nos ponemos a buscar todas las raíces y todas las ramificaciones de la misma. Toda pequeña discrepancia puede adquirir enorme importancia, si sine de punto de partida para un viraje hacia ciertos conceptos equivocados, y si a estos conceptos equivocados vienen a unirse, a consecuencia de nuevas divergencias complementarias, actos anárquicos que llevan al Partido a la escisión.
   
Esta era precisamente la situación en el caso que examinamos. Una discrepancia relativamente pequeña sobre el artículo primero ha adquirido ahora enorme importancia, porque es precisamente lo que ha servido de punto de viraje hacia las elucubraciones oportunistas y hacia la fraseología anarquista de la minoría (especialmente en el Congreso de la Liga, y después también en las columnas de la nueva Iskra ). Esta discrepancia ha sido precisamente el comienzo de la coalición de la minoría iskrista con los antiiskristas y con la charca, que adquirió formas definitivamente precisas en el momento de las elecciones. Sin comprender esta coalición no es posible comprender tampoco la divergencia principal, básica, en el problema de la composición de los organismos centrales. El pequeño error de Mártov y Axelrod acerca del artículo primero era una pequeña quebradura en nuestro vaso (según dije en el Congreso de la Liga). Podíamos haberlo atado bien fuerte, con un nudo doble (y no con un nudo corredizo, como creyó oir Mártov, que durante el Congreso de la Liga se encontraba en un estado próximo a la histeria). Podían hacerse todos los esfuerzos para agrandar la quebradura, para romper el vaso. Y esto fue precisamente lo que sucedió por el boicot y demás medidas anárquicas de tipo parecido, de los entusiastas partidarios de Mártov. La discrepancia acerca del
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artículo primero desempeñó un papel considerable en el problema de la elección de los organismos centrales, y la derrota de Mártov en este punto lo llevó a la "lucha en el terreno de principios" por medios toscamente mecánicos y hasta escandalosos (discursos en el Congreso de la Liga de la socialdemocracia revolucionaria rusa en el extranjero).
   
Ahora, después de todas esas peripecias, el problema del artículo primero ha adquirido, de este modo, enorme importancia, y debemos darnos cuenta exacta tanto del carácter de los agrupamientos que se establecieron en el Congreso al votarse este artículo, como -- lo que es incomparablemente más importante -- del carácter efectivo de los matices de opinión que se señalaron, o comenzaron a señalarse, en relación con el artículo primero. Ahora, después de los acontecimientos mencionados, la cuestión está ya planteada en la forma siguiente: ¿Se ha reflejado en la formulación de Mártov defendida por Axelrod, su (de él o de ellos) inestabilidad, su falta de firmeza y su vaguedad política, como dije en el Congreso del Partido (333), su (de él o de ellos) desviación hacia el jauresismo y el anarquismo, según suponía Plejánov en el Congreso de la Liga (102 y otras de las actas de la Liga)? ¿O es que mi formulación, defendida por Plejánov, reflejaba una concepción del centralismo equivocada, burocrática, formalista autoritaria, no socialdemócrata? ¿Oportunismo y anarquismo o buroaacia y formalismo? : en estos términos está planteada la cuestión ahora, cuando se ha agrandado una pequeña divergencia. Y nosotros debemos tener en cuenta precisamente esta forma de plantear el problema, que los acontecimientos nos han impuesto a todos, diría históricamente determinada, si no temiese expresiones demasiado rimbombantes, al examinar el fondo de los argumentos en pro y en contra de mi formulación.
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Comencemos el examen de estos argumentos por un análisis de las discusiones que se desarrollaron en el Congreso. El primer discurso, el del camarada Iegórov, sólo interesá porque su actitud (non liquet, no está aún claro para mí, no sé aún dónde está la verdad), fue muy característica de la actitud de muchos delegados a quienes no les fue fácil orientarse en un problema efectivamente nuevo, bastante complejo y minucioso. El discurso siguiente, el del camarada Axelrod, plantea ya en seguida la cuestión en el terreno de los principios. Es el primer discurso de esta índole, mejor dicho, es, en general, el primer discurso del camarada Axelrod en el Congreso, y cuesta trabajo considerar como muy feliz su debut con el célebre "profesor". "Yo creo -- dijo el camarada Axelrod -- que debemos delimitar los conceptos: Partido y organización. En cambio, aquí estos dos conceptos están confundidos. Esta confusión es peligrosa", Tal es el primer argumento contra mi formulación. Pero examinadlo más de cerca. Cuando digo que el Partido debe ser una suma (y no una simple suma aritmética, sino un complejo) de organizaciones *, ¿quiere esto decir que yo "confunda" los conceptos
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de partido y organización? Claro que no. Al hacerlo, expreso de un modo perfectamente claro y preciso mi deseo, mi exigencia de que el Partido, como destacamento de vanguardia de la clase, sea lo más organizado posible y sólo acoja en su seno a aquellos elementos que admitan, por to menos, un gredo mínimo de organización. Por el contrario, mi contrincante confunde en el Partido elementos organizados y no organizados, a los que se dejan dirigir con los que no se dejan, a los avanzados con los incorregiblemente atrasados, pues los que son corregiblemente atrasados pueden entrar en la organización. Esta confusión es la efectivamente peligrosa. El camarada Axelrod alude luego "a las organizaciones del pasado rigurosamente conspirativas y centralistas" ("Tierra y Libertad" y "La Voluntad del Pueblo"); alrededor de estas organizaciones, según dice, "se agruparon toda una serie de personas que no formaban parte de la organización, pero que la ayudaban en una u otra forma y se consideraban miembros del Partido. . . Este principio debe aplicarse en forma aún más rigurosa en la organización socialdemócrata". Y aquí hemos llegado precisamente a uno de los quids de la cuestión: "este principio", que autoriza llamarse miembros del Partido a personas que no figuran en ninguna de sus organizaciones, sino que se limitan a "ayudarle de uno u otro modo", ¿es, efectivamente, un principio socialdemócrata? Plejánov ha dado a esta pregunta la única respuesta posible: "Axelrod no tenía razón cuando aludía a la década del 70. Entonces existía un centro bien organizado, con una disciplina perfecta;
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alrededor de él existían organizaciones de diverso grado que él había creado, y lo que estaba fuera de esas organizaciones era caos y anarquía. Los elementos integrantes de este caos se daban el título de miembros del Partido, pero la causa no salía ganando con ello, sino perdiendo. No debemos imitar la anarquía de la década del 70, sino evitarla". Por tanto, "este principio", que el camarada Axelrod quería hacer pasar por socialdemócrata, es en realidad un principio anárquico. Para refutar esto, es preciso demostrar la posibilidad del control, de la dirección y de la disciplina al margen de la organización, hay que demostrar la necesidad de que a los "elementos del caos" se les adjudique el título de miembros del Partido. Los defensores de la formulación del camarada Mártov no han demostrado y no podían demostrar ni una ni otra cosa. Para poner un ejemplo, el camarada Axelrod ha hablado del "profesor que se considera socialdemócrata y lo declara". Para llevar a su término la idea que contiene este ejemplo, el camarada Axelrod debiera haber dicho luego si los mismos socialdemócratas organizados reconocen como socialdemócrata a este profesor. No habiendo formulado ulteriormente esta pregunta, el samarada Axelrod ha dejado su argumentación a medias. En efecto, una de dos: o bien los socialdemócratas organizados consideran al profesor de que tratamos como socialdemócrata, y entonces, ¿por qué no incluirlo en esta o la otra organización socialdemócrata? Sólo después de semejante incorporación estarán "las declaraciones" del profesor en armonía con sus actos y no serán frases huecas (que es en lo que quedan con demasiada frecuencia las declaraciones de profesores). O bien los socialdemócratas organizados no consideran socialdemócrata al profesor, y en este caso carece de sentido y es absurdo y perjudicial concederle el derecho a ostentar el título de miembro del Parti-
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do, que entraña consideración y responsabilidad. Por tanto, lá cosa queda reducida precisamente a aplicar de un modo consecuenté el principio de organización o a consagrar la dispersión y la anarquía. ¿Estamos constituyendo el Partido, tomando por base el núcleo de socialdemócratas que ya ha sido creado y ha adquirido cohesión, el núcleo que ha organizado, supongamos, el Congreso del Partido y que debe extender y multiplicar toda clase de organizaciones del Partido, o nos contentamos con la frase tranquilizadora de que todos los que ayudan son miembros del Partido? "Si aceptamos la fórmula de Lenin -- continuó el camarada Axelrod --, echaremos por la borda una parte de los que, aun cuando no puedan ser admitidos directamente en la organización, son, sin embargo, miembros del Partido". La confusión de conceptos de que Axelrod quiso acusarme a mí se destaca aquí en sus propiás palabras con toda claridad: considera ya como un hecho que todos los que ayudan son miembros del Partido, cuando esto es precisamente lo que se discute y los oponentes tienen que demostrar aún la necesidad y ventaja de semejante interpretación. ¿Cuál es el contenido de esta frase, a primera vista terrible, de echar por la borda? Si únicamente se consideran como miembros del Partido los miembros de organizaciones reconocidas como organizaciones del mismo, entonces personas que no pueden ingresar "directamente" en ninguna organización del Partido, podrán, sin embargo, trabajar en una organización que no sea del Partido, pero que esté en contacto con él. Por consiguiente, no se puede ni hablar de arrojar por la borda en el sentido de apartar del trabajo, de la participación en el movimiento. Por el contrario, cuanto más fuertes sean nuestras organizaciones del Partido, integradas por socialdemócratas efectivos, cuanta menos vacilación e inestabilidad haya dentro del Partido, tanto más amplia y poli-
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facética, tanto más rica y fructuosa será la influencia del Partido sobre los elementos de las masas obreras que le rodean y que él dirige. Porque no se puede, en verdad, confundir al Partido como destacamento de vanguardia de la clase obrera con toda la clase. Y ésta es precisamente la confusión (propia de nuestro economismo oportunista, en general) en que cae el camarada Axelrod cuando dice: "Claro es que antes que nada constituimos una organización de los elementos más activos del Partido, una organización de revolucionarios, pero, puesto que somos un partido de clase, debemos pensar en hacer las cosas de modo que no queden fuera de él personas que, de un modo consciente, aunque quizá no con plena actividad, están en contacto con dicho partido". En primer lugar, entre los elementos activos del Partido Obrero Socialdemócrata en modo alguno figurarán tan sólo las organizaciones de revolucionarios, sino toda una serie de organizaciones obreras reconocidas como organizaciones del Partido. En segundo lugar: ¿por qué motivo y en virtud de qué lógica podía deducirse, del hecho de que somos un partido de clase, la consecuencia de que no es preciso establecer una distinción éntre los que integran el Partido y los que están en contacto con él? Muy al contrario: precisamente porque existen diferencias en el grado de conciencia y en el grado de actividad, es necesario establecer una diferencia en el grado de proximidad al Partido. Nosotros somos el Partido de la clase, y, por ello, casi toda la clase (y en tiempo de guerra, en época de guerra civil, la clase entera) debe actuar bajo la dirección de nuestro Partido, debe tener con nuestro Partido la ligazón más estrecha posible; pero sería manilovismo y "seguidismo" creer que casi toda la clase o la clase entera pueda algún dia, bajo el capitalismo, elevarse hasta el punto de alcanzar el grado de conciencia y de actividad de su destacamento de
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vanguardia, de su Partido socialdemócrata. Ningún socialdemócrata juicioso ha puesto nunca en duda que, bajo el capitalismo, ni aun la organización sindical (más rudimentaria, más asequible al grado de conciencia de las capas menos desarrolladas) esté en condiciones de englobar a toda o casi toda la clase obrera. Olvidar la diferencia que existe entre el destacamento de vanguardia y toda la masa que gravita hacia él, olvidar el deber constante que tiene el destacamento de vanguardia de elevar a capas cada vez más amplias a su avanzado nivel, sería únicamente engañarse a sí mismo, cerrar los ojos ante la inmensidad de nuestras tareas, restringir nuestras tareas. Y precisamente así se cierran los ojos y tal es el olvido que se comete cuando se borra la diferencia que existe entre los que están en contacto y los que ingresan, entre los conscientes y los activos, por una parte, y los que ayudan, por otra.
   
Remitirse a que somos un partido de clase para justificar la difusíón orgánica, para justificar la confusión entre organización y desorganización, significa repetir el error de Nadiezhdin, que confundía "la cuestión filosófica e histórico-social de las 'profundas raíces' del movimiento con una cuestión técnica de organización" (¿Qué hacer?, pág. 91)*. Y precisamente esta confusión, que con tanta suerte inició el camarada Axelrod, la repitieron después decenas de veces los oradores que defendieron la formulación del camarada Mártov. "Cuanto más se extienda el título de miembro del Partido, tanto mejor", dice Mártov, sin explicar, no obstantej qué ventaja resulta de la amplia difusión de un título que no corresponde a su contenido. ¿Puede negarse que es una ficción el control de los miembros del Partido que no forman
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parte de su organización? La amplia difusión de una ficción es nociva, y no útil. "Sólo podemos alegrarnos de que todo huelguista, todo manifestante, respondiendo de sus actos, pueda declararse miembro del Partido" (pág. 239). ¿De verdad? ¿Cualquier huelguista debe tener derecho a declararse miembro del Partido? Con esta tesis lleva el camarada Mártov su error al absurdo, rebajando el socialdemocratismo al huelguismo, repitiendo las malandanzas de los Akímov. Sólo podemos alegrarnos de que la socialdemocracia consiga dirigir cada huelga, porque la obligación directa y absoluta de la socialdemocracia estriba en dirigir todas las manifestaciones de la lucha de clase del proletariado, y la huelga es una de las manifestaciones más profundas y potentes de esta lucha. Pero seremos seguidistas si consentimos que esta forma elemental de lucha, ipso facto nada más que forma trade unionista, se identifique con la lucha socialdemocrática, multilateral y consciente. De un modo oportunista, consagraremos una cosa manifiestamente falsa, si concedemos a todo huelguista el derecho a "declararse miembro del Partido", pues semejante "declaración", en una inmensidad de casos, será una declaración falsa. Nos adormeceremos con ensueños manilovianos si se nos ocurre asegurarnos a nosotros mismos y a los demás que todo huelguista puede ser socialdemócrata y miembro del Partido Socialdemócrata, dada la infinita fragmentación, opresión y embrutecimiento que, bajo el capitalismo, pesará inevitablemente sobre sectores muy amplios de obreros "no instruidos", no calificados. Precisamente el ejemplo del "huelguista " muestra con singular claridad la diferencia entre la aspiración revolucionaria a dirigir de un modo socialdemócrata cada huelga y la frase oportunista que declara miembro del Partido a todo huelguista. Nosotros somos un partido de clase por cuanto dirigimos, en efecto, de
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un modo socialdemócrata, a casi toda e incluso a toda la clase del proletariado; pero sólo los Akímov pueden deducir de esto que tengamos que identificar de palabra el Partido y la clase.
   
"No me da miedo una organización de conjuradores" -- decía el camarada Mártov en el mismo discurso --, pero -- añadía -- "para mí una organización de conjuradores sólo tiene sentido en la medida que la rodea un amplio Partido obrero socialdemócrata" (pág 239) Para ser exacto debiera decir: en la medida que la rodea un amplio movimiento obrero socialdemócrata. Y en esta forma, la tesis del camarada Mártov no sólo es indiscutible, sino que es una evidente perogrullada. Me detengo en este punto únicamente porque de la perogrullada del camarada Mártov, los oradores siguientes dedujeron el argumento muy corriente y muy vulgar de que Lenin quería "reducir todo el conjunto de miembros del Partido a un conjunto de conspiradores". Tanto el camarada Posadovski como el camarada Popov esgrimieron este argumento, que sólo puede provocar una sonrisa, y cuando Martínov y Akímov lo hicieron suyo, su verdadero carácter, es decir, el carácter de frase oportunista quedó ya esbozado con toda claridad. En el presente, el camarada Axelrod desarrolla este mismo argumento en la nueva Iskra, para poner en conocimiento de los lectores los nuevos puntos de vista de la nueva redacción en materia de organización. Ya en el Congreso, en la primera sesión en que se trató del artículo primero, obsené que los oponentes querían aprovecharse de arma tan barata y por esto hice en mi discurso la advertencia siguiente (pág. 240): "No debe pensarse que las organizaciones del Partido habrán de constar sólo de revolucionarios profesionales. Necesitamos las organizaciones más variadas, de todos los tipos, categorías y matices, comenzando por or-
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ganizaciones extraordinariamente reducidas y conspirativas y concluyendo por organizaciones muy amplias, libres, lose Organisationen ". Se trata de una verdad hasta tal punto evidente y lógica, que consideré superfluo pararme en ella. Pero, en los momentos actuales, como nos han arrastrado hacia atrás en muy mucho, también en este punto hay que "repetir lo ya mascado". Y para hacerlo, citaré unos pasajes de ¿Qué hacer? y de la "Carta a un camarada":
   
. . . "A un círculo de corifeos como Alexéiev y Mishkin, Jalturin y Zheliábov le son accesibles las tareas políticas en el sentido más real, más práctico de la palabra, y le son accesibles precisamente por cuanto sus ardientes prédicas encuentran eco en la masa, que se despierta espontáneamente; por cuanto su hirviente energía es comprendida y apoyada por la energía de la clase revolucionaria"[*]. Para ser un partido socialdemócrata hay que conquistar el apoyo de la clase propiamente No es el Partido el que debe rodear a la organización conspirativa, como pensaba el camarada Mártov, sino que la clase revolucionaria, el proletariado, debe rodear al Partido, el cual ha de abarcar tanto las organizaciones conspirativas, como las no conspirativas.
   
. . . "Las organizaciones obreras para la lucha económica deben ser organizaciones sindicales. Todo obrero socialdemócrata debe, dentro de lo posible, apoyar a estas organizaciones y trabajar activamente en ellas. . . Pero no estamos en manera alguna interesados en exigir que únicamente los socialdemócratas puedan ser miembros de los sindicatos: esto reduciría el alcance de nuestra influencia en la masa. Dejemos participar en el sindicato a todo obrero que comprenda que es necesario unirse para luchar contra los patronos y con-
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tra el gobierno. El fin mismo de los sindicatos sería inasequible si no agrupasen a todos los obreros capaces de comprender aunque no fuese más que esta noción elemental, si estos sindicatos no fuesen organizaciones muy amplias. Y cuanto más amplias sean estas organizaciones, tanto más podrá extenderse nuestra influencia en ellas, influencia ejercida no solamente por el desenvolvimiento 'espontáneo' de la lucha económica, sino también por la acción consciente y directa de los miembros socialistas de los sindicatos sobre sus camaradas" (pág 86)[*] Diremos de paso que el ejemplo de los sindicatos es particularmente característico para dilucidar el problema en discusión respecto al artículo primero. No puede haber entre socialdemócratas dos opiniones acerca de que estos sindicatos deban trabajar "bajo el control y la dirección" de organizaciones socialdemócratas. Pero el partir de esta base para dar a todos los miembros de dichos sindicatos el derecho a "declararse" miembros del Partido Socialdemocrata, sería un absurdo evidente y representaría la amenaza de un doble daño: reducir las proporciones del movimiento sindical y debilitar la solidaridad obrera en este terre no, por una parte. Por otra, esto abeiría las puertas del Partido Socialdemócrata a lo confuso y vacilante. La socialdemocracia alemana se vio en el caso de resolver un problema semejante, planteado en forma concreta, cuando surgió el célebre incidente de los albañiles de Hamburgo, que trabajaban a destajo[9]. Ni un momento vaciló la socialdemocracia en reconocer que la conducta de los esquiroles era indigna desde el punto de vista de un socialdemócrata, es decir, en reconocer la dirección de las huelgas; en apoyarlas como cosa suya propia, pero, al mismo tiempo, y con la misma de-
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cisión rechazó la exigencia de identificar los intereses del Partido con los intereses de los sindicatos, de hacer al Partido responsable de los diversos pasos de los distintos sindicatos. El Partido debe y procurará imbuir de su espíritu, someter a su influencia a los sindicatos, pero, precisamente en aras de esa influencia, debe distinguir en estos sindicatos a los elementos plenamente socialdemócratas (integrantes del Partido Socialdemócrata) de los elementos que no tienen plena conciencia ni plena actividad política, y no confundir a unos y a otros, como quiere el camarada Axelrod.
   
. . . "La centralización de las funciones más clandestinas por la organización de los revolucionarios no debilitará, sino que reforzará la amplitud y el contenido de la actividad de una gran cantidad de otras organizaciones destinadas al gran público y, por consiguiente, lo menos reglamentadas y lo me nos clandestinas posibles: sindicatos obreros, círculos obreros de autodidactas y de lectura de publicaciones ilegales, círculos socialistas, círculos democráticos para todos los demás sectores de la población, etc., etc. Tales círculos, sindicatos y organizaciones son necesarios por todas partes; es preciso que sean lo más numerosos, y sus funciones, lo más variadas posible, pero es absurdo y perjudicial confundir estas organizaciones con la de los revolucionarios, borrar entre ellas las fronteras. . ." (pág. 96)*. Este pasaje muestra cuán inoportunamente me recordó el camarada Mártov que la organización de revolucionarios debía quedar rodeada de amplias organizaciones obreras. Ya lo indiqué en ¿Qué hacer?, y en la "Carta a un camarada" desarrollé esta idea de un modo más concreto. Los círculos de las fábricas -- escribía yo en dicha carta -- "tienen especial importancia para nosotros: en
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efecto, toda la fuerza principal del movimiento reside en el grado en que estén organizados los obreros de las grandes fábricas, pues las grandes fábricas contienen la parte de la clase obrera predominante no sólo por su número, sino, aún más por su influencia, su desarrollo y su capacidad de lucha. Cada fábrica debe ser una fortaleza nuestra . . El subcomité de fábrica debe procurar abarcar toda la empresa, el mayor número posible de obreros en una red de toda clase de círculos (o agentes). . . Todos los grupos, círculos, subcomités, etc., deben considerarse organismos dependientes del comité o secciones filiales del mismo. Algunos de ellos declararán francamente su deseo de ingresar en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y, a condición de que sean aprobados por el Comité, entrarán a formar parte del Partido, asumirán determinadas funciones (por encargo del Comité o de acuer do con él), se comprometerán a someterse a las disposiciones de los organismos del Partido, obtendrán los derechos de todos los miembros del Partido, se considerarán los candidatos más próximos a miembros del Comité, etc. Otros no entrarán a formar parte del P.O.S.D.R., permaneciendo en la situación de círculos, organizados por miembros del Partido o en con tacto con éste o el otro grupo del Partido, etc." (págs. 17-18)*. Las palabras que he subrayado indican con particular claridad que la idea de la formulación que yo di al artículo primero estaba totalmente expresada ya en la "Carta a un camarada" Allí están claramente indicadas las condiciones de admisión en el Partido, a saber: 1) cierto grado de organización y 2) confirmación por un comité del Partido. Una página más abajo indico también aproximadamente qué grupos y organizaciones y por qué consideraciones deben (o no deben)
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ser admitidos en el Partido: "Los grupos de distribuidores deben pertenecer al P.O.S.D.R. y conocer a determinado número de sus miembros y de sus funcionarios. Un grupo que estudie las condiciones profesionales del trabajo y elabore proyectos de reivindicaciones sindicales no tiene que pertenecer obligatoriamente al P.O.S.D.R. Un grupo de estudiantes, de oficiales del ejército o de empleados que trabajen en su autoeducación con la ayuda de uno o dos miembros del Partido, hasta no tiene a veces por qué saber que éstos pertenecen al Partido, etc." (págs. 18-19)[*].
   
¡Ahí tenéis nuevos materiales para la cuestión de la "visera levantada"! Mientras que la fórmula del proyecto del camarada Mártov no toca ni siquiera las relaciones entre el Partido y la organización, yo, casi un año antes del Congreso, indicaba ya que ciertas organizaciones debían entrar en el Partido y otras no. En la "Carta a un camarada" se destaca ya claramente la idea que he defendido en el Congreso. La cosa podría representarse en forma gráfica del modo siguiente. Por el grado de organización en general, y por el grado de clandestinidad de la organización en particular, pueden distinguirse, aproximadamente, las categorías siguientes: 1) organizaciones de revolucionarios; 2) organizaciones obreras, lo más amplias y diversas que sea posible (me limito a la clase obrera, suponiendo, como cosa que se entiende por sí misma, que ciertos elementos de las demás clases entrarán también en estas organizaciones, en determinadas condiciones). Estas dos categorías constituyen el Partido Luego: 3) organizaciones obreras en contacto con el Partido; 4) organizaciones obreras que no están en contacto con el Partido, pero subordinadas de hecho a su control y dirección; 5) elementos
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inorganizados de la clase obrera, que en parte también se subordinan, al menos en los casos de grandes manifestaciones de la lucha de clases, a la dirección de la socialdemocracia. Así es, aproximadamente, cómo se presentan las cosas, desde mi punto de vista. Desde el punto de vista del camarada Mártov, por el contrario, las fronteras del Partido quedan absolutamente indeterminadas, porque "cualquier huelguista" puede "declararse miembro del Partido". ¿Cuál es el provecho de semejante vaguedad? La gran difusión del "título". Lo que tiene de nocivo consiste en que origina la idea desorganizadora sobre la confusión de la clase con el Partido.
   
Para ilustrar los principios generales que hemos expuesto, dirigiremos aún una breve ojeada a los debates de que más tarde fue objeto en el Congreso el artículo primero. El camarada Brúker (para satisfacción del camarada Mártov) se declaró en favor de mi formulación, pero su alianza conmigo, a diferencia de la alianza del camarada Akímov con Mártov, resulto estar fundada en un malentendido. El camarada Brúker "no está de acuerdo con el conjunto de los estatutos ni con todo su espíritu" (pág. 239), y propugna mi fórmula como base del democratismo deseable para los partidarios de "Rabócheie Dielo". El camarada Brúker no se ha elevado aún al punto de vista de que, en la lucha política, hay que elegir a veces el mal menor ; el camarada Brúker no se fijó en que era inútil defender el democratismo en un congreso como el nuestro. El camarada Akímov resultó ser más perspicaz. Planteó la cuestión de un modo absolutamente exacto, reconociendo que "los camaradas Mártov y Lenin discuten sobre la formulación que mejor alcanza su fin común" (pág 252) "Brúker y yo -- continúa -- queremos elegir la que menos alcanza el fin. Yo, en este sentido, elijo la formulación de Mártov". El camarada Akímov explicó con franqueza que
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"el propío fin de ellos" (de Plejánov, de Mártov y el mío, es decir, la creación de una organización dirigente de revolucionarios) lo considera "irrealizable y perjudicial"; lo mismo que el camarada Martínov[*], propugna la idea de los economistas de que no es precisa "la organización de revolucionarios". El "tiene profunda fe en que la vida acabará por imponerse en nuestra organización de partido, independientemente de que le cerréis el camino con la formulación de Mártov o con la formulación de Lenin". No valdría la pena de detenerse en esta concepción "seguidista" de la "vida", si no tropezáramos con ella también en los discursos del camarada Mártov. Su segunda intervención (pág. 245) es, en general, tan interesante, que merece ser examinada en detalle.
   
Primer argumento del camarada Mártov: el control de las organizaciones del Partido sobre los miembros del mismo que no figuren en una de sus organizaciones "es posible por cuanto un comité, al encargar a cualquier persona una función determinada, puede controlar su cumplimiento" (pág 245), Tesis en extremo característica, pues "delata", si es que podemos permitirnos esta expresión, a quién le hace falta y a quién senirá, en realidad, la formulación de Mártov, a intelectua-
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les aislados o a grupos de obreros y a las masas obreras. Por que la fórmula de Mártov puede ser interpretada de dos maneras: 1) todo aquel que preste al Partido de un modo regular su colaboración personal, bajo la dirección de una de sus organizaciones, tiene derecho a "declararse " (palabra del mismo camarada Mártov) miembro del Partido; 2) toda organización del Partido tiene derecho a reconocer como miembro del mismo a toda persona que le preste de un modo regular su colaboración personal, bajo su dirección. Sólo la primera interpretación permite, en efecto, que "todo huelguista" se llame miembro del Partido, y sólo esta interpretación, por eso mismo, conquistó en seguida el corazón de los Líber, Akímov y Martínov. Pero esta interpretación es ya, evidentemente, una frase, porque entonces quedaría incluida en ella toda la clase obrera y se borraría la diferencia entre partido y clase; tan sólo "simbólicamente" puede hablarse de control y dirección de la actividad de todo "huelguista". Esta es la razón de que, en su segundo discurso, el camarada Mártov se haya desviado hasta caer en la segunda interpretación (aunque, dicho sea entre paréntesis, ha sido francamente rechaza da por el Congreso, que no aprobó la resolución de Kóstich, pág, 255): el comité encomendará las funciones y controlará su cumplimiento. Naturalmente, nunca existirán semejantes encargos especiales en relación con la masa de los obreros, de los millares de proletarios (de quienes hablan los camaradas Axelrod y Martínov): se darán muchas veces precisamente a los profesores que recordaba el camarada Axelrod, a los estudiantes de bachillerato de quienes se preocupaban los camaradas Líber y Popov (pág 241), a la juventud revolucionaria a que se refería el camarada Axelrod en su segundo discurso (pág 242), En una palabra, la fórmula del camarada Mártov, quedará reducida a letra muerta, a frase vacía o ser-
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virá principalmente y de un modo casi exclusivo "a intelectuales, imbuidos de individualismo burgués " y que no desean ingresar en una organización. De palabra, la fórmula de Mártov parece defender los intereses de las extensas capas del proletariado; pero, de hecho, esta fórmula servirá a los intereses de la intelectualidad burguesa, que rehuye la disciplina y la organización proletarias. Nadie se atreverá a negar que la intelectualidad, como una capa especial dentro de las sociedades capitalistas contemporáneas, se caracteriza, en conjunto, precisamente por su individualismo y su incapacidad de someterse a la disciplina y a la organización (v. Ios conocidos artículos de Kautsky sobre los intelectuales); en esto consiste, por cierto, la diferencia que separa del proletariado, con desventaja, a ese sector social; en esto reside una de las razones que explican la flojedad y vacilación de los intelectuales, que tantas veces ha sentido el proletariado. Y esta cualidad de los intelectuales está inseparablemente ligada a sus condiciones habituales de vida, a sus condiciones de salario, que en muchísimos puntos se acercan a las condiciones de existencia pequeñoburguesa (trabajo individual o en colectividades muy pequeñas, etc.). ¡Por último, no es tampoco un fenómeno casual el que precisamente los defensores de la fórmula del camarada Mártov hubieran de poner ejemplos de profesores y estudiantes de bachillerato! No fueron paladines de una amplia lucha proletaria los que, en la discusión acerca del artículo primero, intervinieron contra los paladines de una organización radical clandestina, como pensaban los camaradas Martínov y Axelrod, sino que los partidarios del individualismo intelectual burgués chocaron con los partidarios de la organización y disciplina proletarias.
   
El camarada Popov decía: "En todas partes, tanto en Petersburgo como en Nikoláiev o en Odesa, según atestiguan
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representantes de estas ciudades, hay decenas de obreros que hacen circular publicaciones, realizan agitación oral y no pueden ser miembros de la organización. Se les puede adscribir a ella, pero es imposible considerarlos como miembros" (pág. 241). ¿Por qué no pueden ser miembros de la organización? Sólo Popov conoce el secreto. Ya he citado más arriba un pasaje de la "Carta a un camarada" que demuestra que es posible e imprescindible incluir precisamente en organizaciones a todos estos obreros (por centenares, y no por decenas), y, además, que muchísimas de estas organizaciones pueden y deben ingresar en el Partido.
   
Segundo argumento del camarada Mártov: "Para Lenin, no hay en el Partido otras organizaciones que las del Partido . . ." ¡Absolutamente exacto! . . . "Para mí, por el contrario, deben existir semejantes organizaciones. La vida crea y multiplica organizaciones con mayor rapidez de la que alcanzamos a incluirlas en la jerarquía de nuestra organización combativa de revolucionarios profesionales. . ." Esto es incierto en dos sentidos: 1) la "vida" crea muchas menos verdaderas organizaciones eficientes de revolucionarios que las que necesitamos, que las que precisa el movimiento obrero; 2) nuestro Partido debe ser jerarquía no sólo de las organizaciones de revolucionarios, sino de la masa de las organizaciones obreras. . . "Lenin cree que el C.C. sólo concederá el título de organizaciones del Partido a las que sean completamente seguras en el sentido de los principios. Pero el camarada Brúker comprende perfectamente que la vida (¡sic! ) se impondrá y que el C.C., para no dejar fuera del Partido a numerosas organizaciones, tendrá que legalizarlas, aun cuando sean completamente inseguras: por eso es por lo que se adhiere el camarada Brúker a Lenin. . ." ¡Esto sí que es una concepción seguidista de la "vida"! Desde luego, si el C.C.
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se compusiera obligatoriamente de personas que se orientaran, no por su propio juicio, sino por lo que digan los demás (v. el incidente con el C.O.), en ese caso la "vida" se "impondría" en el sentido de que prevalecerían los elementos más atrasados del Partido (como ha sucedido ahora, al formarse de los elementos atrasados "una minoría" en el Partido ). Pero no podrá citarse ni un motivo razonable que obligue a un C.C. inteligente a admitir en el Partido a elementos "que no sean seguros". ¡Precisamente con esta alusión a la "vida" que "crea" elementos "no seguros" demuestra el camarada Mártov palpablemente el carácter oportunista de su plan de organización. . . "Yo, por el contrario, creo -- continúa -- que si una organización de este tipo [que no es completamente segura] está conforme en aceptar el programa del Partido y el control del Partido, podemos admitirla en él sin convertirla por ello en organización del mismo. Yo consideraría un gran triunfo de nuestro Partido el que, por ejemplo, cualquier unión de "independientes" determinara aceptar el punto de vista de la socialdemocracia y su programa e ingresar en el Partido, cosa que, sin embargo, no significaría que incluyéramos dicha unión en la organización del Partido. . ." He ahí a qué confusión lleva la fórmula de Mártov: ¡organizaciones sin partido que pertenecen al Partidol Imaginaos su esquema: el Partido = 1) organizaciones de revolucionarios, +2) organizaciones obreras a las que se reconoce como organizaciones del Partido, +3) organizaciones obreras no reconocidas como organizaciones del Partido (sobre todo, formadas por "independientes"), +4) individuos encargados de diversas funciones, profesores, estudiantes de bachillerato, etc, +5) "cualquier huelguista". Con tan excelente plan sólo pueden parangonarse las palabras del camarada Líber: "Nuestra tarea no consiste sólo en organizar una organiza-
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ción [¡¡], sino que podemos y debemos organizar un partido" (pág. 241). Sí, desde luego, podemos y debemos hacerlo, pero para ello hace falta, no las palabras sin sentido de "organizar una organización", sino exigir directamente a los miembros del Partido que lleven a cabo efectivamente una labor de organización. Hablar de "organización de un partido" y propugnar que se encubra con la palabra partido toda especie de desorganización y dispersión, es hablar par hablar.
   
"Nuestra formulación -- dice el camarada Mártov -- expresa la aspiración a que existan una serie de organizaciones entre la organización de revolucionarios y la masa". No es eso, precisamente. Esta aspiración, en efecto obligatoria, justamente no la expresa la fórmula de Mártov, porque no estimula a organizarse, no contiene la exigencia de organizar se, no separa lo organizado de lo inorganizado. No da más que un título *, y a este respecto no puede uno menos de re-
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cordar las palabras del camarada Axélrod: "No hay decreto que pueda prohibirles a ellos (a los círculos de la juventud revolucionaria, etc.) y a personas aisladas que se llamen socialdemócratas (¡santa verdad!) e incluso que se consideren parte integrante del Partido. . ." ¡Esto ya es absolutamente inexacto! ¡No se puede y carece de objeto prohibir que se tome el nombre de socialdemócrata, porque esta palabra sólo expresa directamente un sistema de convicciones, y no determinadas relaciones de organización. Se puede, se debe prohibir a círculos y personas aisladas "que se consideren parte integrante del Partido", cuando estos círculos y perso nas perjudican a la causa del Partido, lo corrompen o desorganizan. ¡Sería ridículo hablar de un partido como de un todo, como de una entidad política, si no pudiera "prohibir por decreto" a un círculo "que se considere parte integrante" del todol ¿Qué objeto tendría entonces el establecer un procedimiento y condiciones para la expulsión del Partido? El camarada Axelrod ha llevado en forma palpable al absurdo el error fundamental del camarada Mártov; ha erigido incluso este error en una teoría oportunista, al añadir: "en la formulación de Lenin, el artículo primero está manifiestamente en pugna de principios con la misma esencia (¡¡) y con las tareas
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del Partido socialdemócrata del proletariado" (pág. 243). Esto significa, ni más ni menos, lo siguiente: exigir más del Partido que de la clase, está en pugna de principios con la esencia misma de las tareas del proletariado. No es de extrañar que Akímov se levantara con todas sus fuerzas en favor de semejante teoría.
   
Hay que decir con justicia que el camarada Axelrod, deseoso ahora de convertir esta formulación errónea, manifiestamente inclinada hacia el oportunismo, en germen de nuevas opiniones, en el Congreso se mostró, por el contrario, dispuesto a "regatear", diciendo: "Pero advierto que estoy llamando a una puerta abierta. . . (esto mismo advierto yo en la nueva Iskra ), porque el camarada Lenin, con sus círculos de la periferia, que se consideran partes integrantes de la organización del Partido, se adelanta a mi exigencia. . . (y no sólo con los círculos de la periferia, sino con toda clase de uniones obreras: cfr. la pág 242 de las actas, el discurso del camarada Strájov y los pasajes de ¿Qué hacer? y de la "Carta a un camarada" que más arriba hemos citado). . . Aún quedan las personas aisladas, pero también sobre este punto podría regatearse". Yo contesté al camarada Axelrod que, ha blando en general, no era contrario a lo de regatear, y tengo que aclarar ahora en qué sentido lo dije. Precisamente, por lo que se refiere a personas aisladas, a todos esos profesores, estudiantes de bachillerato, etc., es donde menos concesiones hubiera yo hecho; pero si se tratara de una duda acerca de las organizaciones obreras, yo hubiera consentido (a pesar de que, como he demostrado más arriba, tales dudas carecen en absoluto de fundamento) en añadir a mi artículo primero una nota, aproximadamente del tenor siguiente: "Las organizaciones obreras que acepten el programa y los estatutos del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia deberán ser inclui-
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das, en el mayor número posible, entre las organizaciones del Partido". Claro que, hablando en rigor, el lugar de semejante deseo no está en los estatutos, que deben limitarse a de finiciones jurídicas, sino én comentarios aclaratorios, en folletos (y ya he dicho que, en mis folletos, tiempo antes de los estatutos, figuraban tales aclaraciones), pero esa nota no contendría, por lo menos, ni sombra de ideas falsas, que pudieran llevar a la desorganización, ni sombra de elucubraciones oportunistas * ni de "concepciones anárquicas ", que indudablemente entran en la formulación del camarada Mártov.
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La última expresión, que he citado entre comillas, pertenece al camarada Pavlóvich, que atribuye, con mucha razón, a anarquismo el reconocer como miembros a elementos irresponsables y que se incluyen ellos mismos en el Partido". "Traducida al lenguaje corriente -- decía el camarada Pavlóvich explicando mi formulación a Líber -- significa: si quieres ser miembro del Partido, debes reconocer también las relaciones de organización, y no sólo de una manera platónica". Por sencilla que sea esa "traducción", no ha resultado, sin embargo, estar demás (según han demostrado los acontecimientos posteriores al Congreso), no sólo para los diversos profesores y estudiantes de bachillerato dudosos, sino incluso para los más auténticos miembros del Partido, para la gente de arri-
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ba. . . Con igual razón ha señalado el camarada Pavlóvich la contradicción existente entre la fórmula del camarada Mártov y el principio indiscutible del socialismo científico que con tan poca forturia citó el mismo camarada Mártov: "Nuestro Partido es el intérprete consciente de un proceso inconsciente". Exacto. Y precisamente por eso es un error el pretender que "tódo huelguista" pueda adjudicarse el título de miembro del Partido, porque si "toda huelga" no fuera sólo la expresión espontánea de un poderoso instinto de clase y de lucha de clases, que conduce inevitablemente a la revolución social, sino una expresión consciente de ese proceso, entonces. . . , entonces la huelga general no sería una frase anarquista, entonces nuestro Partido englobaría inmediatamente y de golpe a toda la clase obrera y, por consiguiente, también acabaría de golpe con toda la sociedad burguesa. . . Para ser en efecto intérprete consciente, el Partido debe saber establecer unas relaciones de organización que aseguren determinado nivel de conciencia y eleven sistemáticamente este nivel. "De ir por el camino de Mártov -- dijo el camarada Pavlóvich --, ante todo hay que suprimir el punto acerca del reconocimiento del programa, porque para aceptar un programa es menester asimilarlo y comprenderlo. . . El reconocimiento del programa está condicionado por un nivel bastante elevado de conciencia política". Nunca consentiremos nosotros que el apoyo a la socialdemocracia, la participación en la lucha que ella dirige, se limiten artificialmente por ninguna exigencia, cualquiera que sea (asimilación, comprensión, etc.), porque esa misma participación, por el mero hecho de manifestarse, eleva tanto la conciencia como los instintos de organización, pero ya que nos hemos agrupado en un partido para un trabajo metódico, debemos preocuparnos de asegurar que sea metódico.
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Inmediatamente, en el transcurso de aquella misma sesión, se vio que no estaba de más la advertencia del camarada Pavlóvich acerca del programa. Los camaradas Akímov y Líber, que habían hecho triunfar la formulación del camara da Mártov[*], descubrieron inmediatamente su verdadera naturaleza, al exigir (págs. 254-255) que (para "ser miembro" del Partido) también el programa había que reconocerlo tan sólo de un modo platónico, tan sólo en sus "principios fundamentales". "La proposición del camarada Akímov es absolutamente lógica desde el punto de vista del camarada Mártov", obsenó el camarada Pavlóvich. Es de lamentar que las actas no digan cuántos votos reunió esa proposición de Akímov, pero según todas las probabilidades, obtuvo no menos de siete (cinco del Bund, Akímov y Brúker). ¡Y precisamente al retirarse siete delegados del Congreso se convirtió la "compacta mayoría" (de los antiiskristas, "centro" y martovistas), que se había comenzado a formar alrededor del artículo primero de los estatutos, en compacta minoría! ¡Precisamente por haberse retirado siete delegados se vino abajo la proposi ción de confirmar la vieja redacción, al parecer terrible trans gresión de la "continuidad" en la dirección de Iskra! El original grupo de siete era la única salvación y garantía de la "continuidad" de Iskra : los siete eran los bundistas, Akímov
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y Brúker, es decir, precisamente los delegados que votaron contra las razones de reconocer a Iskra como Organo Central; precisamente los delegados cuyo oportunismo reconoció decenas de veces el Congreso y reconocieron, particularmente, Mártov y Plejánov en lo tocante a suavizar el artículo primero acerca del programa ¡La "continuidad" de Iskra salvaguardada por los antiiskristas! Nos acercamos al nudo de la tragicomedia que se desarrolló después del Congreso
   
El agrupamiento de votos que se produjo con motivo del artículo primero de los estatutos puso de manifiesto un fenómeno absolutamente del mismo tipo que el que se obsenó en el incidente con motivo de la igualdad de derechos de las lenguas: el hecho de que de la mayoría iskrista se separase (aproximadamente) su cuarta parte, permitió el triunfo de los antiiskristas, respaldados por el "centro". Claro que también en este caso hay votos aislados que alteran la armonía total del cuadro: en reunión tan numerosa como fue nuestro Congreso no puede evitarse que haya una parte de "salvajes", que se inclinan por casualidad hacia uno u otro lado, sobre todo en un problema como fue el artículo primero, donde el verdadero carácter de la divergencia tan sólo apuntaba y muchos, en realidad, no llegaban aún a orientarse (por no haberse tratado previamente del problema en las publicaciones). De los iskristas de la mayoría se apartaron cinco votos (Rúsov y Karski, con dos votos cada uno, y Lensky, con un voto); en cambio, se les unió un voto antiiskrista (Brúker) y tres del centro (Medviédiev, Iegórov y Tsariov); resultó así una suma de 23 votos (24 - 5 + 4), un voto menos que el agrupamiento definitivo en las elecciones. La mayoría se la dieron
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a Mártov los antiiskristas, siete de los cuales votaron por él y uno por mí (del "centro" hubo siete votos a favor de Mártov y tres a mi favor). La coalición de la minoría iskrista con los antiiskristas y el "centro", que constituía una minoría compacta a la terminación del Congreso y después de él, empezaba a formarse. El error político de Mártov y Axelrod, que indudablemente habían dado un paso hacia el oportunis mo y hacia el individualismo anarquista en la formulación del artículo primero, y sobre todo en la defensa de esta formulación, se manifestó en seguida y con peculiar relieve merced a la lucha, libre y franca, que se desarrolló en el Congreso; se manifestó en que los elementos menos estables y menos firmes en cuanto a los principios lanzaron inmediatamente todas sus fuerzas para ensanchar los resquicios, la brecha que se había abierto en las opiniones de la socialdemocracia revolucionaria. La labor conjunta en el Congréso, por parte de gentes que en el terreno de la organización perseguían abiertamente objetivos distintos (v. el discurso de Akímov), llevó inmediatamente a los adversarios de principio de nuestro plan de organización y de nuestros estatutos a apoyar el error de los camaradas Mártov y Axelrod. Los iskristas, que también en este punto se mantuvieron fieles a las concepciones de la socialdemocracia revolucionaria, quedaron en minoría. Esta es una circunstancia de enorme importancia, pues sin aclarárse la es absolutamente imposible comprender ni la lucha por particularidades de los estatutos, ni la lucha por la composición personal del Organo Central y del Comité Central.
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Antes de pasar a los debates que siguieron sobre los estatutos, es menester, para explicar nuestra divergencia en el problema de la composición personal de los organismos centrales, tratar de pasada las sesiones privadas de la organización de Iskra que tuvieron lugar durante el Congreso. La última y más importante de estas cuatro sesiones tuvo lugar precisamente después de la votación sobre el artículo primero de los estatutos, de modo que la escisión de la organización de Iskra que tuvo lugar en esta sesión fue, lógica y cronológicamente, condición previa de la lucha que se desarrolló luego.
   
Las sesiones privadas de la organización de Iskra * comenzaron poco después del incidente con el Comité de Organización, incidente que dio motivo para tratar de las candidaturas posibles para el C.C. Se sobreentiende que, por haberse suprimido los mandatos imperativos, tales sesiones tuvieron un carácter meramente consultivo, que a nadie obligaba, pero no obstante, su importancia fue enorme. La elección
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para el C.C. presentaba considerables dificultades para delegados que no conocían ni los nombres clandestinos, ni el trabajo interior de la organización de Iskra, organización que había creado la unidad de hecho del Partido, que había llevado una dirección del movimiento práctico, la cual fue uno de los motivos de que se reconociera oficialmente Iskra. Ya hemos dicho que los iskristas, manteniendo su unidad, tenían plenamente asegurada en el Congreso una gran mayoría, hasta los 3/5, y todos los delegados lo comprendían a la perfección. Todos los iskristas esperaban precisamente que la organización de Iskra inteniniera recomendando una composición personal determinada para el C.C., y ni un miembro de esta organización opuso ni una palabra a que se examinara previamente, en su seno, la composición personal del C.C., nadie dijo ni una palabra de aprobar toda la composición del Comité de Organización, es decir, de transformarlo en C.C., ni una palabra siquiera de celebrar una reunión con todos los miembros del Comité de Organización para tratar de los candidatos al C.C. Esta circunstancia es también extraordinariamente característica, y es importante en extremo tenerlo en cuenta, porque ahora los partidarios de Mártov, con fecha atrasada, defienden empeñadamente al Comité de Organización, probando así tan sólo, por centésima y milésima vez, su falta de carácter en política*. Mientras la escisión por la composición de los organismos centrales no unió a Mártov con los Akímov, todo el mundo veía claramente en el Congreso una cosa, de la que podrá convencerse fácilmente por
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las actas del mismo, y por toda la historia de Iskra, toda persona imparcial, a saber: que el Comité de Organización era ante todo una comisión formada para convocar el Congreso, una comisión formada intencionadamente por representantes de diversas tendencias, incluso del Bund; pero que el verdadero trabajo de crear la unidad orgánica del Partido lo había llevado por entero sobre sus hombros la organización de Iskra (hay que tener igualmente en cuenta que, por pura casualidad, estuvieron ausentes del Congreso unos cuantos miembros iskristas del Comité de Organización, por detenciones y otras circunstancias "ajenas a su voluntad"). El folleto del camarada Pavlóvich (v. su "Carta sobre el II Congreso", pág. 13)[10] da ya la composición de la organización de Iskra en la forma en que asistió al Congreso.
   
El resultado definitivo de los acalorados debates que tuvieron lugar en la organización de Iskra fueron dos votaciones que ya he citado en la "Carta a la redacción". Primera votación: "se rechaza una de las candidaturas apoyadas por Mártov, por nueve votos contra cuatro, con tres abstenciones". Parece que nada puede haber más sencillo y más natural que este hecho: por común acuerdo de los dieciséis miembros de la organización de Iskra que asisten al Congreso, se examinan las candidatúras posibles y se rechaza pdr mayoría de votos una de las candidaturas del camarada Mártov (precisamente la candidatura del camarada Stein, cosa que ha soltado ya ahora, no pudiendo resistir más, el mismo camarada Mártov, pág. 69 del "Estado de sitio"). Porque
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no hay que olvidar que nos habíamos reunido en el Congreso del Partido, entre otras cosas, precisamente para tratar y resolver el problema de a quién había que entregar "la batuta de director", y era obligación general de partido para todos nosotros dedicar a este punto del orden del día la más seria atención, resolver este problema desde el punto de vista de los intereses de la causa y no de "sentimentalismos pequeñoburgueses", según dijo después, con toda razón, el camarada Rúsov. Claro que, al tratar de los candidatos en el Congreso, no hubo manera de no tocar a ciertas cualidades personales, no hubo manera de no expresar aprobación o desaprobación*, sobre todo en una reunión extraoficial y poco numerosa. Y ya hice en el Congreso de la Liga la advertencia de que era absurdo considerar como algo "infamante" la desaprobación de una candidatura (pág. 49 de las actas de la Liga), que era absurdo "armar escándalo" y entregarse a la histeria por una cosa que entra de lleno en el cumplimiento de los deberes de partido en lo que se refiere a elegir de un modo consciente y
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cuidadoso a las personas para los cargos. Y, sin embargo, por ahi empezó todo el barullo para nuestra minoría; después del Congreso pusieron el grito en el cielo, diciendo que se "destruía una reputación" (pág. 70 de las actas de la Liga) y asegurando en letras de molde al gran público que el camarada Stein era el "principal militante" del que fue Comité de Organización y que se le había acusado sin fundamento "de no sé qué planes siniestros" (pág. 69 del "Estado de sitio"). ¿No es histerismo gritar que se "destruye una reputación" porque se apruebe o se desapruebe a unos candidatos? ¿No es baja querella el que, después de haber sufrido una derrota tanto en la reunión privada de la organización de Iskra como en la reunión oficial, superior, del Partido, en el Congreso, salga la gente a quejarse a la calle y recomiende al respetable público a los candidatos rechazados como "principales militantes"? ¿No es baja querella el tratar después de imponer sus candidatos al Partido, yendo a la escisión y exigiendo cooptación? ¡Los conceptos políticos han llegado entre nosotros, en la viciada atmósfera extranjera, a una confusión tan grande, que el camarada Mártov no sabe ya distinguir entre el deber de partido y el espíritu de círculos y el compadrazgo! Por lo visto, es burocratismo y formalismo pensar que la cuestión de los candidatos debe tratarse y resolverse tan sólo en los congresos, donde los delegados se reúnen para tratar antes que nada de importantes problemas de principios, donde se congregan representantes del movimiento capaces de tratar desapasionadamente de las personas, representantes que pueden (y deben ) exigir y reunir toda clase de informes sobre los candidatos para emitir un voto decisivo, donde es natural e imprescindible que se dedique cierto espacio de tiempo a discutir sobre quién debe llevar la batuta de director. En lugar de este concepto burocrático y formalista, nos-
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otros hemos establecido ahora otros usos: después de los congresos hablaremos a derecha e izquierda del entierro político de Iván Ivánovich y de la destrucción de la reputación de Iván Nikíforovich; unos u otros escritores recomendarán a los candidatos en folletos, asegurando farisaicamente, dándose golpes de pecho: no es un círculo, sino el Partido. . . Y entre los lectores, el público aficionado a los escándalos recogerá ávidamente la sensacional novedad de que Fulano era el principal militante del Comité de Organización, según asegura el mismo Mártov[*]. Este público de lectores es mucho más ca paz de juzgar y resolver el problema que los organismos formalistas por el estilo de los congresos, con su grosero mecanismo de acuerdos por mayoría. . . ¡Sí, los verdaderos militantes de nuestro Partido tienen aún que limpiar grandes es tablos de Augias de bajas querellas en el extranjero!
   
Segunda votación de la organización de Iskra : "por diez votos contra dos, con cuatro abstenciones, se aprueba una lista de cinco (para el C.C.) entre los cuales se ha incluido, a propuesta mía, un líder de los elementos no iskristas y un líder de la minoría iskrista"**. Este voto tiene extraordinaria importancia, porque demuestra de un modo claro e irrefuta-
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ble toda la falsedad de las invenciones que surgieron después, en una atmósfera de querellas, pretendiendo que nosotros habíamos querido echar del Partido o dejar de lado a los no iskristas, y que la mayoría había participado en las elecciones con sólo la mitad del Congreso y elegía de entre esa mitad, etc. . . Todo esto es completamente falso. La votación que he citado demuestra que nosotros no apartamos a los no iskristas, no sólo del Partido, sino ni siquiera del C.C., y que dimos a nuestros adversarios una minoría bastante considerable. Lo sucedido fue que ellos querían tener la mayoría y cuando este modesto deseo no pudo realizarse, armaron un escándalo, negándose terminantemente a participar en los organismos centrales. Y que las cosas ocurrieron efectivamente así, a despecho de lo afirmado por Mártov en la Liga, lo demuestra la siguiente carta que la minoría de la organización de Iskra nos envió a nosotros, mayoría iskrista (y mayo ría del Congreso al retirarse los siete), poco tiempo después de aprobarse el artículo primero de los estatutos en el Congreso (hay que observar que la reunión de la organización de Iskra, de la que he hablado, fue la última : después de ella, la organización se disolvió de hecho y ambas partes procuraron convencer a los demás delegados del Congreso de que tenían razón).
   
He aquí el texto de la carta:
   
"Oídas las explicaciones de los delegados Sorokin y Sablina[11] sobre el deseo de la mayoría de la redacción y del grupo "Emandpadón del Trabajo" de participar en la reunión (de tal fecha)* y habiendo com-
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probado, por mediación de dichos delegados, que en la reunión anterior se había leido una lista de candidatos al C.C. que se decía proceder de nosotros, lista que se utilizó para dar una característica falsa de toda nuestra posición política, y teniendo en cuenta que, en primer lugar, se nos atribuia esta lista sin intentar siquiera poner en claro su origen; que, en segundo lugar, esta circunstancia se relaciona indudablemente con la acusación de oportunismo que se divulga abiertamente contra la mayoría de la redacción de Iskra y el grupo "Emancipación del Trabajo"; y que, en tercer lugar, nosotros vemos con toda claridad la relación que esta acusación guarda con el plan absolutamente determinado que existe para modificar la composición de la redacción de Iskra, consideramos que las explicaciones que se nos han dado sobre los motivos de no habernos admitido a la reunión no nos satisfacen y que el no habernos querido dejar asistir a ella demuestra que no se nos quiere permitir refutar las falsas acusaciones a que más arriba hemos hecho referencia.
Por los camaradas Mártov y Starovier ".
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Esta carta, que refleja fielmente el estado de ánimo de los contrincantes y la forma en que se desarrollaba la discusión, nos adentra en seguida en el "centro" de la escisión que se iniciaba y nos muestra sus verdaderas causas ¡La minoría de la órganización de Iskra, no queriendo ponerse de acuerdo con la mayoría, prefiriendo la agitación libre en el Congreso (teniendo, desde luego, pleno derecho a ello), consigue, no obstante, que los "delegados" de la mayoría la admitan a una reunión privada suya! Claro que la divertida exigencia sólo pudo ser acogida en nuestra reunión (naturalmente, la carta se leyó en la reunión) con una sonrisa y un encogimiento de hombros, y los gritos, ya casi histéricos, de que se "había acusado falsamente de oportunismo" provocaron la risa franca. Pero veamos primero, por puntos, cuáles son las amargas quejas de Mártov y Starovier.
   
Se les atribuye injustamente la lista; se da una característica falsa de su posición política. Pero, según reconoce el mismo Mártov (pág. 64 de las actas de la Liga), a mí se me ha ocurrido sospechar de la veracidad de sus palabras cuando dice que él no es el autor de la lista. En general, la cuestión del autor no tiene nada que ver con lo que estamos examinando y carece en absoluto de importancia si la lista se hizo por algún iskrista o por alguno de los representantes del "centro", etc. Lo importante es que esta lista, en la que sólo figuran miembros de la actual minoría, circuló en el Congreso, aunque sólo fuera, en realidad, como simple conjetura o hipótesis. Lo más importante, por último, es que, en el Congreso, el camarada Mártov se vio obligado a renegar con todas sus fuerzas de una lista que ahora tendría que aceptar con entusiasmo. ¡No puede dibujarse con mayor relieve la inestabilidad en la valoración de personas y matices que con este salto que se da, en el transcurso de un par de meses, del cla-
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mor sobre "rumores denigrantes" a imponer al Partido para su organismo central a esos mismos candidatos de la lista que se decía denigrante![*]
   
"Esa lista -- decía el camarada Mártov en el Congreso de la Liga -- significaba una coalición política entre nosotros y el grupo "Iuzhni Rabochi", por una parte, y el Bund, por otra, una coalición en el sentido de pacto directo " (pág. 64). Esto no es exacto, porque, en primer lugar, el Bund no hubiera aceptado nunca pacto sobre una lista en la que no figuraba ningún miembro del Bund; y, en segundo lugar, no sólo con el Bund, sino ni aun con el grupo "Iuzhni Rabochi" no se podía ni hablar de un pacto directo (que parecía denigrante a Mártov). Precisamente no se trataba de un pacto, sino de una coalición, no se trataba de que el camarada Mártov llegara a una componenda, sino de que inevitablemente habían de apoyarle los mismos elementos antiiskristas y vacilantes contra los que había luchado en la primera mitad del Congreso y que se habían aferrado a su error en lo tocante al artículo primero de los estatutos. La carta que he insertado más arriba demuestra del modo más irrefutable que el origen de la "ofensa" está precisamente en una acusación de oportunismo, franca y, además, falsa. Estas "acusaciones" por las que se ha armado toda la historia y de las que tan cuidadosamente evita hablar ahora el camarada Mártov, a pesar de que yo las he recordado en la "Carta a la redacción", eran de dos géneros: en primer lugar, durante la discusión del artículo primero de los estatutos, Piejánov dijo claramente que en él
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se trataba de "separar" de nosotros "todo género de representantes del oportunismo" y que a favor de mi proyecto, como garantía contra la penetración de los representantes del oportunismo en el Partido, "debían votar, aunque sólo fuera por eso, todos los enemigos del oportunismo" (pág. 246 de las actas del Congreso). Estas enérgicas palabras, a pesar de que yo las suavicé un poco (pág 250)[*], produjeron una sensación que se obsenó claramente en los discursos de los camaradas Rúsov (pág. 247), Trotski (pág. 248) y Akímov (pág. 253). En los "pasillos" de nuestro "parlamento" se comentó animadamente la tesis de Plejánov y se dieron de ella mil variantes en interminables discusiones sobre el artículo primero. ¡Y ahora, en lugar de defenderse en lo tocante al fondo, nuestros queridos camaradas han concebido un ridículo sentimiento de ofensa llegando a quejarse por escrito de una "falsa acusación de oportunismo"!
   
Con toda evidencia ello es resultado de una psicología propia de círculos y de asombrosa falta de madurez en cuestiones de partido, que impide soportar el viento fresco de discusiones francas ante todo el mundo. Es la psicología, tan conocida del ruso, que expresa el viejo dicho: "¡Tan pronto me besas la mano como me das de puñetazos!" La gente está tan acostumbrada al fanal de un estrecho y amistoso compadrazgo, que ha desmayado al actuar por primera vez con responsabilidad propia, en campo libre y abierto. Acusar -- ¿y a quién? -- al grupo "Emancipación del Trabajo", y, además, a su mayoría, de oportunismo ¡Podéis imaginaros se mejante horror! 0 se llega a una escisión del Partido por tan imborrable ofensa o se disimula ese "disgusto casero" restableciendo la "continuidad" del fanal: éste es el dilema que
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con trazos ya bastante determinados se dibuja en la carta insertada más arriba. La psicología del individualismo propio del intelectual y de los círculos ha chocado con la exigencia de una intervención abierta ante el Partido. ¡Imagináos si es posible en el Partido alemán un absurdo, una querella semejante a las quejas por una "falsa acusación de oportunismo"! La organización y disciplina proletarias han desacostumbrado allí hace ya tiempo a la gente de esa flojedad propia de intelectuales. Nadie siente allí sino profundo respeto, por ejemplo, hacia Liebknecht, pero qué risas habría levantado la queja de que se le había "acusado francamente de oportunismo" (junto con Bebel) en el Congreso de 1895, cuando, en lo tocante a la cuestión agraria, se encontró en la mala compañía del conocido oportunista Vollmar y sus amigos. Claro que el nombre de Liebknecht está indisolublemente ligado a la historia del movimiento obrero alemán, no porque Liebknecht haya incurrido en oportunismo en una cuestión relativamente particular y sin importancia, sino a pesar de ello. Y del mismo modo, a pesar de todas las irritaciones de la lucha, el nombre del camarada Axelrod, por ejemplo, inspira e inspirará siempre respeto a todo socialdemócrata ruso, pero no porque al camarada Axelrod se le haya ocurrido defender una ideucha oportunista en el II Congreso de nuestro Partido, ni porque se le haya ocurrido sacar a relucir viejas vaciedades anarquistas en el II Congreso de la Liga, sino a pesar de ello. Tan sólo la más rutinaria psicología de círculos, con su lógica, del "tan pronto me besas la mano comó me das de puñetazos", pudo provocar esos histerismos, esas peleas y una escisión del Partido porque se "acusara falsamente de oportunismo a la mayoría del grupo 'Emancipación del Trabajo'".
   
La otra base de esta terrible acusación se relaciona del modo más íntimo con la precedente (en el Congreso de la
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Liga (pág. 63), el camarada Mártov trato cuidadosamente de pasar por alto y escamotear una de las partes de este incidente). Se relaciona precisamente con la coalición que entre elementos antiiskristas y vacilantes, por una parte, y el camarada Mártov, por otra, apuntó ya en lo tocante al artículo primero de los estatutos. Claro que no hubo ni pudo haber acuerdo alguno directo ni indirecto entre el camarada Mártov y los antiiskristas y nadie concibió contra él semejante sos pecha: sólo a él se lo hizo creer el miedo. Pero en el sentido político su error se traslució precisamente en que las personas que de un modo indudable tendían hacia el oportunismo comenzaron a formar alrededor de él, cada vez más apretadas, una mayoría "compacta" (que ahora se ha hecho minoría sólo merced a la retirada "casual" de siete delegados). Llamamos la atención sobre esta "coalición", desde luego, también de un modo público, inmediatamente después del artículo primero, tanto en el Congreso (v. la ya citada observación del camarada Pavlóvich, pág. 255 de las actas del Congreso) como en la organización de Iskra (recuerdo que lo subrayó especialmente Plejánov). Esto es, literalmente, la misma indicación y la misma burla que cayó sobre Bebel y Liebknecht en 1895, cuando Zetkin les dijo: "Es tut mir in der Seele weh, dass ich dich in der Gesellschaft seh" (me apena el verte a ti -- es decir, a Bebel -- en semejante compañía -- es decir, con Vollmar y compañía --). En verdad que es de extrañar que Bebel y Liebknecht no enviaran entonces a Zetkin y Kautsky un mensaje histérico sobre la falsa acusación de oportunismo. . .
   
Por lo que se refiere a la lista de candidatos para el C.C., la carta demuestra el error del camarada Mártov, que dijo en la Liga que la negativa a llegar a un acuerdo con nosotros no era aún terminante; un ejemplo más de cuán poco razo-
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nable es, en la lucha política, tratar de repetir de memoria conversaciones, en lugar de aportar documentos. En realidad, la "minoría" fue tan modesta, que presentó a la "mayoría" un ultimátum: aceptar dos de la "minoría" y uno de la "mayoría" (¡en calidad de compromiso y, en realidad, tan sólo como concesión!). Es monstruoso, pero es un hecho. Y este hecho demuestra palpablemente hasta qué punto es una invención todo lo que se dice ahora de que la "mayoría", con una mitad del Congreso, no elegía representantes sino de una mitad. Precisamente lo contrario : sólo como concesión nos ofrecían los martovistas a uno de los tres, deseando, por consiguiente, hacer triunfar a todos los suyos, en caso de que nosotros no estuviéramos conformes con tan original "concesión". Nosotros, en nuestra reunión privada, nos reímos de la modestia de los martovistas y compúsimos nuestra lista: Gliébov, Travinski (elegido después para el C.C.) y Popov. En lugar de este último (también en una reunión privada de los 24) pusimos a Vasíliev (elegido después para el C.C.) sólo porque el camarada Popov se negó a figurar en nuestra lista; se negó primero en una conversación particular y después públicamente en el Congreso (pág. 338).
   
Así es cómo sucedieron las cosas.
   
La modesta "minoría" tuvo el modesto deseo de ser mayoría. Y no habiendo obtenido satisfacción este modesto deseo, la "minoría", en general, tuvo a bien renunciar e iniciar un pequeño escándalo. ¡Y ahora resulta que hay aún gentes que hablan con majestuosa condescendencia de la "terquedad" de la "mayoría"!
   
La "minoría" presentó a la "mayoría" divertidos ultimátums, emprendiendo una cruzada en favor de la libre agitación en el Congreso. Habiendo sufrido una derrota, nuestros
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héroes se entregaron a llantos y gritos sobre el estado de sitio. Voilà tout.
   
La terrible acusación de que nos proponíamos modificar la composición de la redacción, la recibimos también con una sonrisa (reunión privada de los 24): todos sabian perfectamente desde el mismo principio del Congreso, y aún antes de él, que había un plan de renovar la redacción eligiendo el trío inicial (hablaré con más detalle de esto cuando trate de la elección de la redacción en el Congreso). Nada nos extrañó, ya que era absolutamente natural, el que la "minoría" se asustara de este plan después de ver que era magnífica confirmación de la justeza del mismo su coalición con los antiiskristas. Claro que nosotros no podíamos tomar en serio la proposición de convertirnos, por las buenas, antes de luchar en el Congreso, en minoría, ni podíamos tomar en serio toda la carta, cuyos autores habían llegado a tan increíble grado de irritación, que hablaban de "falsas acusaciones de oportunismo". Teníamos firme confianza en que el deber de partido se impondría muy rápidamente sobre el natural deseo de "desahogar la rabia".
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Los demás artículos de los estatutos dieron lugar a muchas más discusiones sobre detalles que sobre principios de organización. La vigésima cuarta sesión del Congreso se dedicó por entero a tratar de la representación en los congresos del Partido, sosteniendo nuevamente tan sólo los bundistas (Goldblat y Líber, págs. 258-259) y el camarada Akímov una lucha empeñada y definida contra los planes que eran comunes a todos los iskristas. El camarada Akímov reconoció, con franqueza digna de encomio, su papel en el Congreso: "Cada vez que intervengo tengo la plena convicción de que no voy a influir con mis argumentos sobre mis camaradas, sino que, por el contrario, perjudicaré al punto que defiendo" (pág. 261). Esta certera observación estaba sobre todo en su lugar inmediatamente después del artículo primero de los estatutos; lo único que no es muy apropiado es la expresión "por el contrario", porque el camarada Akímov no sólo supo hacer daño a determinados puntos, sino que a la vez y por lo mismo supo también "influir sobre sus camaradas". . . de entre los iskristas muy poco consecuentes, inclinados a la fraseología oportunista.
   
En conjunto, el artículo tercero de los estatutos, que determina las condiciones de representación en el Congreso, fue
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aprobado por mayoría, con siete abstenciones (pág. 263), que evidentemente corresponden a los antiiskristas.
   
La discusión sobre la composición del Consejo, que se llevó la mayor parte de la 25 sesión del Congreso, demostró cuán extraordinariamente fragmentados estaban los grupos alrededor de una cantidad enorme de diversos proyectos. Abramson y Tsariov rechazan totalmente el plan del Consejo. Panin se empeña en hacer del Consejo, exclusivamente, un tribunal de arbitraje y por ello propone con toda consecuencia que se suprima la indicación de que el Consejo es el organismo superior y de que pueden convocarlo dos cualesquiera de sus miembros*. Guertz[12] y Rúsov propugnan formas diferentes de composición del Consejo, como complemento a las tres formas propuestas por los cinco miembros de la comisión de estatutos.
   
Los problemas en discusión se reducían ante todo a determinar las tareas del Consejo: tribunal de arbitraje u organismo superior del Partido. Por la primera versión estaba, de un modo consocuente, según ya he dicho, el camarada Panin. Pero estaba solo. El camarada Mártov se declaró terminantemente en contra: "Propongo que se rechace la proposición de suprimir las palabras 'el Consejo es el organismo superior'; nuestra formulación [es decir, la formulación de las tareas del Consejo, sobre la que habíamos llegado a un acuerdo en la comisión de estatutos] deja intencionadamente la posibilidad
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de que el Consejo se desarrolle y llegue a ser el organismo superior del Partido. Para nosotros, el Consejo no es simplemente un organismo de conciliación". Pero la composición del Consejo, según el proyecto del camarada Mártov, correspondía plena y exclusivamente al carácter de "organismo de conciliación" o tribunal de arbitraje: dos miembros de cada uno de los dos organismos centrales y un quinto miembro invitado por estos cuatro. No sólo semejante composición del Consejo, sino incluso la composición que aprobó el Congreso, a propuesta de los camaradas Rúsov y Guertz (el quinto miembro es designado por el Congreso), responde exclusivamente a objetivos de conciliación o de mediación. Hay una contradicción insuperable entre semejante composición del Consejo y el designio de que llegue a ser organismo superior del Partido. El organismo superior del Partido debe estar siempre constituidó, y no depender de modificaciones casuales en la composición de los centros (a veces como consecuencia de redadas). El organismo superior debe hallarse en relación directa con el Congreso del Partido, recibiendo sus poderes de este último, y no de otros dos organismos del Partido subordinados al Congreso. El organismo superior debe estar compuesto por personas que el Congreso del Partido conozca. Por último, el organismo superior no puede estar organizado de modo que su propia existencia dependa de una casualidad: ¡basta que las dos instancias no lleguen a un acuerdo en la elección del quinto miembro y el Partido se ha quedado sin su organismo superior! Se objetó contra esto: 1) que también puede llegarse a una situación sin salida en caso de abstenerse uno de los cinco y dividirse los otros cuatro por parejas (Iegórov). Esta objeción carece de fundamento, porque todo organismo de dirección colectiva está sujeto a veces, inevitablemente, a la imposibilidad de adoptar un acuerdo, pero esto no tiene nada
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que ver con la imposibilidad de constituir dicho organismo de dirección colectiva. 2) "Si un organismo como el Consejo no puede elegir a su quinto miembro, ello querrá decir que, en general, es un organismo incapaz de actuar" (Zasúlich). Pero no se trata aquí de que no sea capaz de actuar el organismo superior, sino de que no existe: sin quinto miembro no existirá Consejo alguno, no existirá "organismo" alguno y no podrá ni hablarse de su capacidad de actuar. Por último, aún sería un mal reparable si pudiera darse el caso de no constituirse una instancia del Partido sobre la cual hay otra más alta, por que entonces esta instancia más alta podría siempre, en casos extraordinarios, de uno u otro modo, llenar el hueco. Pero por encima del Consejo no existe instancia alguna fuera del Congreso, y por ello se falta evidentemente a la lógica dejan do en los estatutos una posibilidad de que el Consejo no pue da ni siquiera constituirse.
   
Mis dos breves discursos en el Congreso sobre esta cuestión los consagré únicamente (págs. 267 y 269) al examen de estas dos objeciones injustas, con las que defendieron el proyecto de Mártov él mismo y otros camaradas. En cuanto al predominio del Organo Central o del Comité Central en el Consejo, ni siquiera lo toqué de pasada. El camarada Akímov trató de él por primera vez, en el sentido de llamar la atención sobre el peligro que representaba un predominio del Organo Central, ya en la 14 sesión del Congreso (pág. 157), y sólo después del Congreso los camaradas Mártov, Axelrod y otros siguieron a Akímov inventando la absurda y demagógica leyenda de que la "mayoría" quería convertir el C.C. en arma de la redacción. ¡Tratando de esta cuestión en su "Estado de sitio", el camarada Mártov deja modestamente a un lado a su ver dadero iniciador!
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Quien desee saber con todos los detalles cómo se planteó el problema del predominio del Organo Central sobre el Comité Central en el Congreso del Partido, y no limitarse a citas sueltas y sin conexión, comprenderá fácilmente cómo desvirtúa el camarada Mártov las cosas. Ya en la 14 sesión, nadie más que el camarada Popov empieza por una polémica contra las opiniones del camarada Akímov, que quiere "defender en la cumbre del Partido 'la más rigurosa centralización', para reducir la influencia del Organo Central " (pág. 154, subrayado por mí), "que es en lo que consiste propiamente todo el objeto de semejante sistema [del sistema de Akímov]". "No sólo -- añade el camarada Popov -- no defiendo yo semejante centralización, sino que estoy dispuesto a luchar contra ella por todos los medios, ya que es una bandera de oportunismo ". Aquí es donde está la raiz de la famosa cuestión del predominio del Organo Central sobre el Comité Central, y no es de extrañar que el camarada Mártov se vea obligado ahora a silenciar el verdadero origen del problema. Ni aun el mismo camarada Popov pudo dejar de ver el carácter oportunista de estas disquisiciones de Akímov sobre el predominio del Organo Central*, y para establecer una distinción bien clara entre
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su posición y la del camarada Akímov, el camarada Popov declara categóricamente : "poco importa que haya en este centro (en el Consejo) tres miembros de la redacción y dos del Comité Central. Esta es una cuestión secundaria [subrayado por mí]; lo importante es que la dirección, la alta dirección del Partido tenga un solo punto de origen" (pág. 155). El camarada Akímov objeta: "según el proyecto, el Organo Central tiene ya asegurado el predominio en el Consejo por el mero hecho de que la redacción tiene una composición permanente, mientras que la del Comité Central es modificable" (pág. 157), argumento que sólo se refiere al "carácter permanente" de la dirección en el terreno de los principios (fenómeno normal y deseable), pero en modo alguno al "predominio" en el sentido de una intervención o un atentado contra la autonomía. Y el camarada Popov, que entonces no pertenecía aún a la "minoría", que disimula su descontento por la composición de los organismos centrales, chismorreando sobre la falta de independencia del C.C, responde al camarada Akímov de un modo absolutamente razonable: "Yo propongo que se le considere [al Consejo] centro directivo del Partido, y entonces carece en absoluto de importancia la cuestión de si hay en el Consejo mayor número de representantes del O.C. o del C.C. " (págs. 157-158; subrayado por mí).
   
Cuando volvió a tratarse de la composición del Consejo en la sesión 25, el camarada Pavlóvich, prosiguiendo las viejas deliberaciones, se declara en favor de un predominio del Organo Central sobre el Comité Central "teniendo en cuenta la estabilidad del primero" (264), refiriéndose precisamente a la firmeza de principios, según entendió también el camarada Mártov, que habló inmediatamente después del camarada Pavlóvich, considerando innecesario "hacer constar el predominio de un organismo sobre otro" y señalando la posibilidad
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de que uno de los miembros del Comité Central resida en el extranjero: "lo cual conservará hasta cierto punto la firmeza de principios del Comité Central" (264). Aquí no hay aún ni sombra de demagógica confusión entre el problema de la firmeza de principios y de su salvaguardia, con la salvaguardia de la autonomía e independencia del Comité Central. Esta confusión, que después del Congreso se ha convertido casi en caballo de batalla del camarada Mártov, en el Congreso la propugnó con empeño tan sólo el camarada Akímov, que fue quien habló ya entonces del "espíritu de Arákchéiev de que estaban penetrados los estatutos" (268), de que "si en el Consejo del Partido hay tres miembros del Organo Central, el Comité Central guedará reducido a mero ejecutor de la voluntad de la redacción [subrayado por mí]. Tres personas residentes en el, extranjero recibirán facultades ilimitadas [!!] para disponer del trabajo de todo [!!] el Partido. Quedan salvaguardados en el sentido de su seguridad personal y por ello su poder es vitalicio" (268). Y contra estas frases absolutamente absurdas y demagógicas, que sustituyen una dirección ideológica por la intervención en el trabajo de todo el Partido (y que después del Congreso proporcionaron al camarada Axelrod una consigna barata para sus discursos sobre "teocracia"), fue contra lo que protestó nuevamente el camarada Pavlóvich, subrayando que estaba "por mantener en su firmeza y pureza los principios que representaba Iskra. Concediendo el predominio a la redacción del Organo Central, afirmo de este modo la posición de estos principios".
   
Tal es, en realidad, el problema acerca del célebre predominio del Organo Central sobre el Comité Central. La famosa "divergencia de principio" de los camaradas Axelrod y Mártov no es sino una repetición de las frases oportunistas y demagógicas del camarada Akímov, frases cuyo verdadero
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carácter vio claramente incluso el camarada Popov, y lo vio cuando aún no había sido derrotado en lo tocante a la composición de los organismos centrales.
   
Resumen de la cuestión de la composición del Consejo: a pesar de los intentos del camarada Mártov de demostrar en "Estado de sitio" que era contradictoria e inexacta mi exposición en la "Carta a la redacción", las actas del Congreso demuestran claramente que, en comparación con el artículo primero, este problema no es efectivamente más que un detalle, y que era una verdadera desvirtuación lo manifestado en el artículo "Nuestro Congreso" (núm. 53 de Iskra ) de que "casi exclusivamente" nosotros habíamos discutido sobre la formación de los organismos centrales del Partido. Tanto más clama al cielo esta desvirtuación cuanto que el autor del artículo pasa en completo silencio la discusión sobre el artículo primero. Las actas demuestran, además, que no hubo agrupamiento determinado de los iskristas en lo que se refiere a la composición del Consejo: no hay votaciones nominales, Mártov disiente de Panin, yo estoy de acuerdo con Popov; Iegórov y Gúsiev se mantienen aparte, etc. Finalmente, mi última afirmación (en el Congreso de la Liga de la socialdemocracia revolucionaria rusa en el extranjero) de que se afianzaba la coalición de los martovistas con los antiiskristas, se confirma también por el viraje que, de un modo bien claro ahora para todos, han hecho también en este problema los camaradas Mártov y Axelrod hacia la posición del camarada Akímov.
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De los debates que tuvieron lugar posteriormente sobre los estatutos (sesión 26 del Congreso) sólo es digno de mención el problema de la limitación de poderes del Comité Central, que arroja luz sobre el carácter de los ataques que ahora dirigen los martovistas contra el hipercentralismo. Los camaradas Iegórov y Popov tendían a limitar el centralismo con alguna mayor convicción, independientemente de su candidatura propia o de la que ellos presentaran. Ya en la comisión de estatutos propusieron que se limitara el derecho del C.C. a disolver los comités locales exigiendo la conformidad del Consejo, y, además, reservándolo a una serie de casos especialmente enumerados (pág. 272, nota 1). Tres miembros de la comisión de estatutos (Gliébov, Mártov y yo) nos declaramos en contra, y en el Congreso el camarada Mártov defendió nuestra opinión (pág. 273), haciendo a Iegórov y Popov la objeción de que "sin necesidad de más, el Comité Central, antes de decidirse a dar un paso tan serio como el de disolver una organización, lo examinaría detenidamente". Como veis, el camarada Mártov hacía aún entonces oídos sordos a todas las insinuaciones anticentralistas, y el Congreso rechazó la proposición de Iegórov y Popov. Lo único
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que no nos dicen las actas, y es de lamentar, es el número de votos.
   
En el Congreso del Partido, el camarada Mártov se declaró también "en contra de que se sustituyera la palabra organiza [el C.C. organiza los comités, etc. en el artículo 6 de los estatutos del Partido] por la palabra confirma. Hay que conceder también derecho a organizar", decía entonces el camarada Mártov, que no había llegado aún a la maravillosa idea, que sólo descubrió en el Congreso de la Liga, de que confirmar no entraba en el concepto "organizar".
   
Fuera de estos dos puntos, apenas si presenta interés el resto de los debates, dedicados ya plenamente a cuestiones de detalle sobre las particularidades de los artículos 5-11 de los estatutos (págs. 273-276 de las actas). El artículo 12 trata de la cooptación en todos los organismos de dirección colectiva del Partido, en general, y en los organismos centrales, en particular. La comisión propone que se aumente la mayoría calificada, indispensable para la cooptación, de 2/3 a 4/5. El informante (Gliébov) propone la cooptación por unanimidad para el C.C. El camarada Iegórov, reconociendo que no son de desear las asperezas, se declara partidario de la simple mayoría en caso de no haber veto motivado. El camarada Popov no está de acuerdo ni con la comisión ni con el camarada Iegórov y exige, o simple mayoría (sin derecho de veto), o unanimidad. El camarada Mártov no está de acuerdo ni con la comisión, ni con Gliébov, ni con Iegórov, ni con Popov; se declara en contra de la unanimidad, en contra de los 4/5 (en favor de los 2/3), contra la "cooptación recíproca", es decir, contra el derecho de la redacción del Organo Central a apelar contra la cooptación en el C.C. y a la inversa (contra el "derecho al control recíproco de la cooptación").
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¡Como ve el lector, resulta un agrupamiento de lo más abigarrado, y las discrepancias se fragmentan hasta llegar casi a unánimes particularidades personales en el punto de vista de cada delegado!
   
El camarada Mártov dice: "Reconozco que es psicológicamente imposible trabajar con personas desagradables. Pero a nosotros nos importa también que nuestra organización sea capaz de vivir y actuar. . . No es necesario el derecho al control recíproco del C.C. y de la redacción del Organo Central en la cooptación. Y no me opongo a ello por pensar que uno no pueda ser competente en la jurisdicción del otro. ¡No! La redacción del Organo Central, por ejemplo, podría dar al Comité Central un buen consejo: si convenía, por ejemplo, admitir en el C.C. al señor Nadiezhdin. Me sublevo porqúe no quiero que se creen una serie de trámites que produzcan irritación recíproca".
   
Yo le hice la objeción siguiente: "Hay aquí dos problemas. En primer lugar, se trata de la mayoría calificada; yo me declaro en contra de la proposición de que se rebaje de 4/5 a 2/3. No es razonable establecer el veto motivado y estoy en contra de él. Muchísimo más importante es el segundo problema: sobre el derecho al control recíproco del C.C. y del Organo Central en la cooptación. El acuerdo recíproco de los dos organismos centrales es condición imprescindible de armonía. Se trata aquí de la ruptura entre los dos organismos centrales. Quien no quiera una escisión debe preocuparse de que haya armonía. La vida del Partido demuestra que ha habido gentes que han sembrado la escisión. Se trata de un problema de principio, importante, del que puede depender toda la suerte futura del Partido" (276-277). Tal es el texto completo del resumen que en el Congreso se hizo de mi discurso, al cual el camarada Mártov atribuye una importancia
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singularmente seria. Pero es de lamentar que, aun atribuyéndole una seria importancia, no se haya molestado en relacionarlo con todas las discusiones y con toda la situación política del Congreso cuando este discurso fue pronunciado.
   
En primer lugar, cabe preguntar: ¿por qué en mi proyecto inicial (v. pág. 394, artículo 11)[*] me limitaba a los 2/3 y no exigía el control recíproco en la cooptación para los organismos centrales? El camarada Trotski, que habló después de mí (pág. 277), hizo inmediatamente esta pregunta.
   
Respuesta a ella es mi discurso en el Congreso de la Liga y la carta del camarada Pavlóvich sobre el II Congreso. En el Congreso de la Liga dije que el artículo prlmero de los estatutos había "roto el vaso" y había que atarlo "con un nudo doble". Lo cual quería decir, en primer lugar, que en un problema puramente teórico Mártov había resultado ser un oportunista, y su error lo habían defendido Líber y Akímov. Quería decir, en segundo lugar, que la coalición de los martovistas (es decir, de una insignificante minoría de iskristas con los antiiskristas les daba mayoría en el Congreso al votarse la composición personal de los organismos centrales. Y yo hablaba precisamente en ese caso de la composición personal de los organismos centrales, subrayando que era imprescindible la armonía y poniendo en guardia contra las "gentes que sembraban la escisión ". Esta advertencia adquiría, en efecto, gran importancia de principios, porque la organización de Iskra (sin duda alguna más competente en lo que se refiere a la composición personal de los organismos centrales, por conocer más de cerca todos los asuntos en la práctica y a todos los candidatos), había emitido ya su voto consultivo sobre esta cuestión, había adoptado el acuerdo que ya conocemos sobre las candi-
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datutas que le infundían dudas. Tanto desde un punto de vista moral como teniendo en cuenta la esencia del asunto (es decir, en punto a la competencia de quien resolvía), la organización de Iskra debía tener valor decisivo en esta cuestión tan delicada. Pero, desde un punto de vista formal, el camarada Mártov tenía, naturalmente, pleno derecho a apelar contra la mayoría de la organización de Iskra ante los Líber y Akímov. ~Y el camarada Akímov, en su brillante discurso sobre el artículo primero, dijo con notable claridad e inteligencia que él, cuando veía una discrepancia entre los iskristas sobre los medios de conseguir su objetivo común, iskrista, votaba consciente e intencionadamente por el peor medio, porque sus fines, los de Akímov, eran diametralmente opuestos a los de los iskristas. Por tanto, no podía caber duda alguna de que, incluso independientemente de la voluntad y la conciencia del camarada Mártov, sería precisamente la peor composición personal de los organismos centrales la que obtendría el apoyo de los Líber y Akímov. Ellos podían votar, debían votar (a juzgar, no por sus palabras, sino por sus actos, por su voto sobre el artículo primero) precisamente por la lista que pudiera prometer la presencia de "gentes que sembraran la escisión", y votar precisamente para "sembrar la escisión". ¿Puede extrañar que, ante semejante situación, hablara yo de una cuestión importante de principio (la armonía de los dos organismos centrales), de la que podía depender toda la suerte futura del Partido?
   
Ningún socialdemócrata que conociera algo las ideas y los planes iskristas y la historia del movimiento, y que las compartiera con alguna sinceridad, pudo dudar ni un momento de que, si los Líber y Akímov decidían la disputa promovida en el seno de la organización de Iskra sobre la composición de los organismos centrales, esta decision se hallaría formal-
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mente dentro del reglamento, pero aseguraría el peor resulta do posible. Y contra este peor resultado posible había que luchar necesariamente.
   
Pero: ¿cómo luchar? Nosotros no luchamos con histerismos ni con pequeños escándalos, naturalmente, sino con procedimientos en absoluto leales y en absoluto legítimos : comprendiendo que estábamos en minoría (lo mismo que en el artículo primero), solicitamos del Congreso que fuesen salvaguardados los derechos de la minoría. Nos pusimos a defender una mayor severidad de calificación en la admisión de los miembros (4/5 en lugar de 2/3), la unanimidad en la cooptación y el control recíproco en la cooptación de los organismos centrales, nos pusimos a defender todo esto cuando nos vimos en minoría en la cuestión de la composición personal de los organismos centrales. Este hecho lo dejan siempre de lado los Juanes y los Pedros, inclinados a hablar y juzgar del Congreso de un modo irreflexivo, después de un par de conversaciones de amigos, sin estudiar seriamente todas las actas y todas las "declaraciones" de las personas interesadas. Y todo el que quiera estudiar a conciencia esas actas y esas declaraciones, llegará inevitablemente al hecho que he indicado: en ese momento del Congreso, la base de la discusión estaba precisamente en el problema de la composición personal de los organismos centrales, y tratábamos de conseguir condiciones más severas de control precisamente porque estábamos en minoría, porque queríamos "atar con doble nudo el vaso" roto por Mártov con júbilo y con la jubilosa participación de los Líber y Akímov.
   
"Si no fuera así -- dice de este momento del Congreso el camarada Pavlóvich --, sólo queda suponer que, al proponer el punto de la unanimidad en la cooptación, nos preocupába-
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mos de nuestros adversarios, porque para el partido dominante en cualquier organismo la unanimidad. además de ser innecesaria, es incluso desventajosa" (pág. 14 de la "Carta sobre el II Congreso"). Pero en el momento actual se olvida con demasiada frecuencia la cronología de los hechos, se olvida que, durante todo un período del Congreso, la actual minoría era mayoría (gracias a la participación de los Líber y Akímov) y precisamente a este período corresponde el debate sobre la cooptación para los organismos centrales, que tuvo por base la divergencia en la organización de Iskra sobre la composición personal de éstos. Quien vea con claridad esta circunstancia comprenderá también lo apasionado de nuestros debates y no se extrañará ante la aparente contradicción de que discrepancias menudas y de detalle provoquen cuestiones realmente importantes, de principio.
   
El camarada Deich, que habló en la misma sesión (pág, 277), tenía bastante razón al decir: "Es indudable que esta proposición está calculada para el momento actual". En efecto, tan sólo comprendiendo aquel momento en toda su complejidad puede comprenderse el verdadero sentido de la discusión. Y es de extraordinaria importancia tener en cuenta que, cuando nosotros estábamos en minoría, defendimos los derechos de la minoría por procedimientos que todo socialdemócrata europeo considera legítimos y admisibles, a saber: solicitando del Congreso un control más severo de la composición personal de los organismos centrales. Del mismo modo tenía también bastante razón el camarada Iegórov cuando igualmente en el Congreso, pero en otra sesión, dijo: "Me extraña sobremanera oir de nuevo en los debates referencias a los principios. . . [Lo dijo con motivo de las elecciones al C.C., en la sesión 31 del Congreso, es decir, si no me
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equivoco, un jueves por la mañana, y la sesión 26, de la que ahora se trata, se celebró un lunes por la tarde]. . . Me parece que todo el mundo ve claramente que en los últimos días todos los debates no han girado alrededor de uno u otro modo de plantear el asunto en principio, sino exclusivamente alrededor de la forma de asegurar o impedir el acceso de esta o de la otra persona a los organismos centrales. Reconozca mos que hace ya tiempo se han perdido los principios en este Congreso y llamemos las cosas por su nombre. (R i s a g e n e r a l. M u r a v i o v: "Ruego se haga constar en el acta que el camarada Mártov se ha sonreído"; pág. 337)". No es de extrañar que tanto el camarada Mártov, como todos nosotros, nos riéramos a carcajadas de las lamentaciones del camarada Iegórov, que efectivamente mueven a risa. Sí, "en los últimos días ", muchísimas cosas giraron alrededor de la composición personal de los organismos centrales. Es verdad. Todo el mundo lo veía claramente en el Congreso, en efecto (y sólo ahora trata la minoría de poner sombras en este hecho claro). Por último, también es verdad que hace falta llamar las cosas por sus verdaderos nombres. Pero, por Dios, ¿a qué viene aquí lo de "perder los principios"? Precisamente habíamos ido al Congreso (v. pág. 10, orden del día del Congreso) para hablar en los primeros días del programa, de la táctica y de los estatutos y resolver las cuestiones correspondientes, y para tratar en los últimos días (puntos 18-19 del orden del día) de la composición personal de los organismos centrales y resolver estos problemas. Es muy natural y absolutamente legítimo el dedicar los últimos días de los congresos a luchar por la batuta de director. (Lo que es baja querella, es pelearse por la batuta de director una vez celebrados los congresos ). Si una persona sufre en un congreso una derrota
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en lo tocante a la composición personal de los organismos centrales (como le ha ocurrido al camarada Iegórov), es sencillamente ridículo hablar después de esto de que se han "perdido los principios". De modo que es natural que todo el mundo se riera del camarada Iegórov. Y también es natural que el camarada Muraviov pidiera que constara en acta la participación que en esta risa tuvo el camarada Mártov: al reirse del camarada Iegórov, el camarada Mártov se reía de sí mismo.
   
Para completar la ironía del camarada Muraviov, no estaría quizá de más relatar el hecho siguiente. Después del Congreso, el camarada Mártov, como es sabido, afirmó a diestro y siniestro que el papel cardinal en nuestra divergencia lo había desempeñado precisamente el problema de la cooptación para los organismos centrales, que "la mayoría de la antigua redacción" estaba terminantemente en contra del control recíproco en la cooptación para los organismos centrales. Antes del Congreso, aceptando mi proyecto de elegir dos tríos, con cooptación por ambas partes con 2/3, el camarada Mártov me escribió sobre esto: "Aceptando esta forma de cooptación recíproca, hay que subrayar que, después del Congreso, todas las instancias completarán el número de sus miembros sobre principios algo distintos (yo recomendaría el procedimiento siguiente : cada instancia coopta nuevos miembros, poniendo su propósito en conocimiento de la otra instancia: esta última puede protestar, y entonces resuelve la cuestión el Consejo. Para que no haya trámites pesados, este procedimiento se aplicaría a candidatos señalados de antemano, por lo menos para el C.C., los cuales pueden ya cooptarse por un procedimiento más rápido). Para subrayar que, en el futuro, la cooptación se haría por un procedimiento que se establecerá
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por los estatutos del Partido, hay que añadir al artículo 22[*]: '. . . que deberán confirmarse las decisiones adoptadas'" (Subrayado por mí).
   
Huelgan los comentarios.
   
Explicada ya la significación del momento en que tuvo lugar la discusión sobre la cooptación para los organismos centrales, debemos detenernos brevemente a examinar las votaciones relacionadas con este punto; no hay por qué detenerse en los debates, porque después del discurso del camarada Mártov y el mío, que he citado, sólo hubo breves réplicas, en las que tomaron parte un número insignificante de delegados (v. págs. 277-280 de las actas). En lo tocante a las votaciones, el camarada Mártov afirmó ante el Congreso de la Liga que yo, en mi exposición, había "desvirtuado enormemente" los hechos (pág. 60 de las actas de la Liga), "al trazar el cuadro de la lucha en torno a los estatutos. . . [sin querer ha dicho el camarada Mártov una gran verdad: después del artículo primero, la discusión giró acalorada, precisamente en torno a los estatutos]. . . como lucha de Iskra contra los martovistas, que habían formado coalición con el Bund".
   
Veamos con más detalle este interesante problema de "desvirtuar enormemente". El camarada Mártov reúne las votaciones sobre la composición del Consejo con las votaciones
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sobre la cooptación y cita ocho votaciones: 1) Elección de dos miembros para el Consejo por el Organo Central y otros dos por el Comité Central: 27 votos a favor (M), 16 en contra (L), 7 abstenciones[*]. (Digamos entre paréntesis que las actas, pág. 270, dan ocho abstenciones, pero esto es una minucia.) 2) Elección del quinto miembro del Consejo por el Congreso: 23 votos a favor (L), 18 en contra (M), 7 abstenciones. 3) Provisión de los puestos vacantes en el Consejo por este mismo: 23 votos en contra (M), 16 a favor (L) y 12 abstenciones. 4) Unanimidad en el C.C.: 25 votos a favor (L), 19 en contra (M), 7 abstenciones. 5) Necesidad de una protesta motivada para que un miembro no sea admitido: 21 votos a favor (L), 19 en Gontra (M), 11 abstenciones. 6) Unanimidad en la cooptación para el Organo Central: 23 votos a favor (L), 21 en contra (M), 7 abstenciones 7) Posibilidad de una votación sobre el derecho del Consejo a anular los acuerdos del Organo Central y del Comité Central en lo tocante a la no admisión de un nuevo miembro: 25 votos a favor (M), 19 en contra (L), 7 abstenciones. 8) El proponer esto: 24 votos a favor (M), 23 en contra (L), 4 abstenciones. "En este caso -- concluye el camarada Mártov (pág. 61 de las actas de la Liga), es evi dente que un delegado del Bund votó por la proposición y los demás se abstuvieron ". (Subrayado por mí).
   
Cabe preguntar: ¿por qué considera el camarada Mártov evidente que un delegado del Bund había votado por él, por Mártov, cuando no hubo votaciones nominales?
   
* Véase las actas del II Congreso.
   
** Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI.
   
* Véase las actas del II Congreso.
EN EL CONGRESO
CON EL COMITE DE ORGANIZACION
   
* Véase sobre esta reunión la "Carta" de Pavlóvich[4], miembro del Comité de Organización, que, además, había sido elegido por unanímidad, antes del Congreso, representante autorizado de la redacción, de la que era séptimo miembro (actas de la Liga, pág. 44).
   
* Tenemos ahora en el Partido gentes que, al oir esta palabra, se horrorizan y se lamentan a gritos de una polémica impropia de camaradas. ¡Extraña deformación del sentido común bajo la influencia de la corrección oficial. . . cuando se aplica indebidamente! Casi no hay partido político con lucha interna que prescinda de este término, que sirve siempre para designar a los elementos inconstantes que vacilan entre los que luchan. Tampoco los alemanes, que saben mantener la lucha interna en un marco de exquisita corrección, se ofenden por la palabra "versumpft [encharcado -- N. de la Red.] Y no se horrorizan ni manifiestan ridícula "pruderie " [gazmoñería -- N. de la Red.] oficial.
RABOCHI"
DERECHOS DE LAS LENGUAS
   
* Observación desde un escaño durante un discurso. (N. de la Red.)
   
* Mártov añade: "En este caso nos hizo mucho daño el chiste de Plejánov a propósito de los burros" (cuando se hablaba de la libertad de lengua, alguien, creo que un bundista, recordó entre las instituciones la de la cría caballar, y Plejánov dijo para sí: "Los caballos no hablan, pero sí lo hacen algunas veces los burros"). Claro que yo no puedo ver en este chiste una suavidad especial, espíritu de concesión, prudencia ni flexibilidad. Pero me extraña, sin embargo, que Mártov, después de reconocer el carácter de principio de la discusión, no se detenga en absoluto a examinar en qué consiste este carácter de principio ni qué matices tiene, limitándose a una indicación de lo "perjudiciales" que son los chistes. ¡Esto sí que es ya un punto de vista auténticamente burocrático y formalista! Los chistes pesados, en efecto, "hicieron mucho daño en el Congreso", y no sólo los referentes a los bundistas, sino otros que iban dirigidos contra personas a quienes éstos algunas veces apoyaron e incluso salvaron de la derrota. Pero, una vez reconocido el valor de principio del incidente, no puede uno salir del paso limitándose a decir que son "inadmisibles" ciertos chistes (pág. 58 de las actas de la Liga).
   
* Véase V. I. Lenin: Obras Completas, t. IV.
   
* V. el discurso de Gorin.
   
* Otro lider de ese mismo grupo, del "centro", el camarada Iegórov, expresó en otro lugar su opinión sobre el apoyo a las tendencias oposicionistas, al tratarse de la resolución de Axelrod sobre los socialrevolucionarios (pág. 359). El camarada Iegórov ve una "contradicción" entre la exigencia, que figura en el programa, de apoyar todo movimiento de oposición y revolucionario, y la actitud negativa ante socialrevolucionarios y liberales. En otra forma, y abordando la cuestión de un modo algo distinto, el camarada Iegórov muestra en este punto la misma concepción estrecha del marxismo que los camaradas Májov, Liber y Martinov y la misma actitud vacilante y semihostil ante la posición de Iskra (que él mismo ha "reconocido").
PROYECTO DEL CAMARADA MARTOV
   
* En el discurso pronunciado cuando se reconoció a Iskra como Organo Central, el camarada Popov, entre otras cosas, dijo lo siguiente: "Recuerdo, en el número tres o cuatro de Iskra, el artículo '¿Por dónde empezar?' Muchos de los camaradas que por entonces actuaban en Rusia lo encontraron falto de tacto; a otros, el plan les parecla fantástico, y la mayoría (probablemente la mayoría de las personas que rodeaban al camarada Popov) lo explicaba sólo por vanidad" (pág. 140). Como puede ver el lector, estoy ya acostumbrado a esta explicación de mis opiniones políticas como vanidad, explicación que ahora caldean el camarada Axelrod y el camarada Mártov.
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
   
** ibíd.
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI. (N. de la Red.)
   
** Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII. (N. de la Red.)
   
* A propósito. La comisión de actas ha publicado en el anexo XI el proyecto de estatutos "presentado al Congreso por Lenin " (pág. 393). También en este punto ha embrollado un poco las cosas la cómisión de actas. Ha confundido mi proyecto inicial, que se mostró a todos los delegados (y 8 muchísimos antes del Congreso) con el que presenté en el Congreso (v. V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI -- N. de la Red.) y ha publicado el primero como si fuera el segundo. Yo, naturalmente, no tengo nada en contra de la publicación de mis proyectos, incluso en todos los grados de su preparación, pero no por eso hay que embrollar las cosas. Y, sin embargo, ha resultado un embrollo, porque Popov y Mártov (págs. 154 y 157) critican, en el proyecto que presenté al Congreso, formulaciones que no existen en el proyecto publicado por la comisión de actas (cfr. pág. 394, arts. 7 y 11). Con más atención para el asunto, bastaba haber cotejado las páginas que yo indicaba para notar el error.
   
* He de advertir que no he podido encontrar, y lo lamento, la primera variante del proyecto de Mártov, que tenía algo así como 48 artículos y adoleda de una "hipertrofia" aún mayor de formalismo sin objeto.
   
* Llamamos la atención del camarada Axelrod sobre esta palabreja. ¡Un verdadero horror! Esto sí que son las raíces mismas de "jacobinismo", que llega hasta. . . hasta modificar la composición de la redacción. . .
ANTES DE LA ESCISION ENTRE LOS
ISKRISTAS
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI. (N. de la Red.)
   
* La palabra "organización" suele utilizarse en dos sentidos: amplio y estrieto. En sentido estricto, designa una célula de una colectividad humana, en cuanto ha adquirido aunque sea la más mínima forma. En sentido amplio, significa una suma de dichas células, reunidas en un todo. Por ejemplo: la marina, el ejéreito, el Estado, constituyen simultáneamente una suma de organizaciones (en el sentido estricto de la palabra) y una variedad de organizaeión social (en el sentido amplio de la palabra). El departamento de Instrucción Pública es una organizatión (en el sentido amplio de la palabra), y consta de una serie de organizaciones (en el sentido estricto de la palabra). Del mismo modo, un partido es asimismo una organización, debe ser una organización (en el sentido amplio de la palabra); pero, al mismo tiempo, un partido debe constar de una serie de organizaciones diversas (en el sentido estricto de la palabra). De aquí que el camarada Axelrod, al hablar de la delimitación entre los [cont. en pág. 68. -- DJR] conceptos de partido y organización, no ha tenido en cuenta, en primer lugar, esta diferencia entre el sentido amplio y estricto de la palabra "organización" y, en segundo lugar, no se ha fijado en que ha mezclado, él mismo, en un solo montón a elementos organizados y no organizados.
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI (N. de la Red.)
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI (N. de la Red.)
   
* El camarada Martinov, por lo demás, quiere distinguirse del camarada Akímov, quiere demostrar que conspirativo no quiere decir clandestino, que la diferencia existente entre estas dos palabras envuelve una diferencia de conceptos. Pero ni el camarada Martínov ni el camarada Axelrod, que ahora sigue sus huellas, han explicado al fin en qué consiste esa diferencia. El camarada Martínov "hace como" si yo, por ejemplo, en ¿Qué hacer? (lo mismo que en Las tareas ) [véase: V. I. Lenin, Obras Completas, t. II. -- N. de la Red.] no me hubiera dedarado terminantemente en contra de "reducir la lucha política a una conspiración". El camarada Martinov quiere forzar a sus oyentes a olvidar que aquellos contra quienes yo luchaba no veían la necesidad de una organización de revolucionarios, como no la ve tampoco ahora el camarada Akímov.
   
* En el Congreso de la Liga, el camarada Mártov expuso aún otro argumento en favor de su formulación, que mueve a risa. "Podríamos indicar -- dice -- que la fórmula de Lenin, entendida al pie de la letra excluye del Partido a los agentes del C.C., ya que estos últimos no constituyen una organización" (pág. 59). Ya en el Congreso de la Liga este argumento fue acogido con risas, según consta en las actas. El camarada Mártov supone que la "dificultad" por él indicada sólo puede solucionarse si los agentes del C.C. entran a formar parte de una "organización del C.C.". Pero la cosa no consiste en esto. Consiste en que, con su ejemplo, el camarada Mártov ha demostrado palmariamente una incomprensión total de la idea del artículo primero, ha dado ejemplo de una crítica pedantesca que, en efecto, merece la burla. Formalmente, bastaría crear una "organización de agentes del C.C.", redactar una resolución que la incluyera en el Partido y habría desaparecido al momento la "dificultad" que tantos quebraderos de cabeza ha causado al camarada Mártov. Pero la idea del artículo primero, en mi formulación, consiste en el estímulo : "¡Organizaos!"; en asegurar un control y una dirección reales. Desde el punto de vista del fondo del asunto, es ya ridículo preguntar si so incluirán en el Partido los agentes del C.C., porque el control real de su [cont. en pág. 87. -- DJR] actividad está plena e indudablemente asegurado por el mismo hecho de su designación como agentes, por el mismo hecho de que siguen en este cargo. Por consiguiente, no puede aqui ni hablarse de confusión entre lo organizado y lo inorganizado (base del error de la formulación del camarada Mártov). La fórmula del camarada Mártov no sirve, porque todos y cada uno pueden declararse miembros del Partido, todo oportunista, todo charlatán, todo "profesor" y todo "estudiante de bachillerato". El camarada Mártov trata empeñadamente de velar este talón de Aquiles de su formulación con ejemplos en los que no puede ni hablarse de que alguien se incluya a sí mismo en la categoría de miembro, de que se declare miembro.
   
* A estas elucubraciones, que inevitablemente surgen cuando se trata de fundamentar la fórmula de Mártov, pertenece en particular la frase del camarada Trotski (págs. 248 y 346) de que "el oportunismo se debe a causas más complejas (o es determinado por causas más profundas) que tal o cual punto de los estatutos: se debe al nivel relativo de desarrollo de la democracia burguesa y del proletariado. . ." No se trata de que los puntos de los estatutos puedan dar lugar al oportunismo, sino de forjar, con ellos, un arma más o menos afilada contra el oportunismo. Cuanto más profundas sean sus causas, tanto más afilada deberá ser el arma. Por consiguiente, justificar por las "causas profundas" del oportunismo una formulación que le abre las puertas, es el más genuino de los seguidismos. Cuando el camarada Trotski estaba en contra del camarada Líber, comprendía que los estatutos son "la desconfianza organizada" del todo hacia la parte, del destacamento de vanguardia hacia el atrasado; pero cuando el camarada Trotski resultó estar al lado del camarada Líber se olvidó de ello, e incluso llegó a justificar la debilidad e inconstancia en nuestra organización de esta desconfianza (desconfianza hacia el oportunismo), con "causas complejas", con el "nivel de desarrollo del proletariado", etc. Otro argumento del camarada Trotski: "a la juventud intelectual, de uno u otro modo organizada, le es mucho más fácil incluirse (subrayado por mí) en las listas del Partido". Precisamente. Por esto adolece de vaguedad intelectual una formulación en virtud de la cual incluso elementos desorganizados se declaran miembros del Partido, y no la mia, que elimina el derecho a "incluirse" en las listas. El camarada Trotski dice que si el C.C. "no reconoce" las organizaciones de oportunistas, ello se debe sólo al caracter de las personas, y si estas personas [cont. en pág. 90. -- DJR] son conocidas como personalidades políticas, no son peligrosas, se las puede alejar por medio del boicot de todo el Partido. Esto sólo es verdad para aquellos casos en que es preciso alejar del Partido (y aún es una verdad a medias, porque un partido organizado aleja mediante el voto y no por medio de un boicot). Pero es absolutamente inexacto para los casos, mucho más frecuentes, en que es absurdo alejar, en que es preciso solo controlar. Para fines de control, el C.C. puede incluir infencionadamente en el Partido, con ciertas condiciones, una organización no completamente segura, pero que sea capaz de trabajar, para probarla, para intentar encauzarla por el correcto camino, para paralizar mediante su dirección las desviaciones parciales, etc. Incluir de este modo no es peligroso, siempre que no se consienta en general el "incluirse a sí mismo " en las listas del Partido. Una inclusión de esta índole será muchas veces beneficiosa, para que se expresen (y se examinen) con franqueza y responsabilidad, bajo control, los puntos de vista equivocados y la táctica equivocada. "Pero si las definidones jurídicas han de corresponder a relaciones reales, la fórmula del camarada Lenin tiene que ser rechazada", dice el camarada Trotski y lo dice de nuevo como un oportunista. Las relaciones reales no son una cosa muerta, sino que viven y se desarrollan. Las definiciones jurídicas pueden estar a tono con el desarrollo progresivo de esas relaciones, pero (si estas definiciones son malas) pueden también "corresponder" a una regresión o a un anquilosamiento. Este último caso es precisamente el "caso" del camarada Mártov.
   
* Obtuvo 28 votos a favor y 22 en contra. De los ocho antiiskristas, siete votaron por Mártov y uno por mí. Sin el auxilio de los oportunistas, el camarada Mártov no hubiera podido hacer triuníar su fórmula oportunista. (En el Congreso de la Liga, el camarada Mártov, con muy poca fortuna, trató de negar este hecho indudable, limitándose por no sé qué razón a los votos de los bundistas y olvidando al camarada Akímov y a sus amigos, o, mejor dicho, recordándolos tan sólo cuando este recuerdo podía constituir un testimonio contra mí, es decir, recordando la conformidad del camarada Brúker conmigo.)
ACUSACION DE OPORTUNISMO
   
* Ya en el Congreso de la Liga, para evitar discusiona sin solución, procuré exponer con la mayor brevedad posible lo que sucedió en las reuniones privadas. Los hechos fundamentales quedan tambien expuestos en mi "Carta a la redacción de Iskra" (pág 4). El camarada Mártov no ha protestado contra ellos en su "Respuesta".
   
* Imaginaos bien este "cuatro de costumbres": un delegado de la organizadón de Iskra en el Congreso delibera sólo con ella y no dice ni una palabra de la reunión con el Comité de Organización. ¡Cuando es derrotado, tanto en esta organización como en el Congreso, empieza a lamentar que no haya sido confirmado el Comité de Organización, a [cont. onto pág. 97. -- DJR] canurle loas con fecha atrasada y a desentenderse altivamente de la organizadón que le había otorgado el mandato! Puede asegurarse que no hay hecho análogo en la historia de ningún partido verdaderamente socialdemócrata y verdaderamente obrero.
   
* El camarada Mártov se lamentó en la Liga de la dureza de mi desaprobadón, sin advertir que de sus quejas resultaba un argumento contra él mismo. Lenin se condujo -- según la expresión que él emplea -- con verdadera furia (pág. 63 de las actas de la Liga). Exacto. Dio portazos. Exacto. Con su conducta (en la segunda o tercera reunión de la organización de Iskra ) provocó la indignación de los miembros que quedaban en la reunión. Es verdad. Pero ¿qué se deduce de eso? Unicamente que mis argumentos sobre el fondo de los problemas en cuestión eran convincentes y fueron confirmados por la marcha del Congreso. Porque lo cierto es que si a mi lado quedaron, en fin de cuentas, nueve de los dieciséis miembros de la organización de Iskra, bien claro está que este hecho se produjo a pesar de todas las asperezas malignas, a despecho de ellas. Por tanto, si no hubiera habido "asperezas", quizá habrían votado conmigo aún más de nueve. De modo que tanto más convincentes eran los argumentos y los hechos si tan grande fue la "in dignación" que hubieron de contrapesar.
   
* También yo propuse en la organización de Iskra y como Mártov, no conseguí hacedo triunfar, un candidato para el C.C., de cuya magnífica reputación, demostrable por hechos excepcionales, habría yo podido hablar antes del Congreso y a principios del mismo. Pero no se me ocurre hacerlo. Este camarada tiene dignidad suficiente para no permitir a nadie que después del Congreso proponga en letras de molde su candidatura o se queje de entierros políticos, de reputaciones deshechas, etc.
   
** Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII. (N. de la Red.)
   
* Según mis cálculos, la fecha que cita la carta corresponde a un martes. La reunión tuvo lugar un martes por la noche, es decir, después de la vigesima octava reunión del Congreso. Este dato cronologico tiene gran importancia. Es una prueba documental contra la opinión del camarada Mártov de que la divergencia entre nosotros se había producido en [cont. en pág. 102. -- DJR] el problema de la organización de los organismos centrales, y no en el de su composición personal. Es una prueba documental de que era justa la exposición que yo hice en el Congreso de la Liga y en la "Carta a la redaccíón". Después de la vigésima octava sesión del Congreso, los camaradas Mártov y Starovier se empeñan en hablar de una falsa acusación de oportunismo y no dicen ni una palabra de la divergencia que se produjo en lo tocante a la composición del Consejo o a la cooptación para los organismos centrales (problemas sobre los que discutimos en las sesiones 25, 26 y 27).
Por lo que se refiere a un posible acuerdo entre nosotros sobre una lista común de candidatos para el C.C., declaramos que la única lista que podemos aceptar como base de acuerdo es la siguiente: Popov, Trotski, Gliébov, subrayando que esta lista tiene un carácter de compromiso, porque el induir en ella al camarada Gliébov no significa más que una concesión a los deseos de la mayoría, ya que, después de haber puesto en claro el papel del camarada Gliébov en el Congreso, no consideramos que el camarada Gliébov responda a lo que debe exigirse de un candidato al C.C.
Al mismo tiempo, subrayamos el hecho de que, al entrar en negociaciones sobre las candidaturas para el C.C., lo hacemos sin tocar para nada el problema de la composición de la redacción del Organo Central, ya que no estamos dispuestos a iniciar negociaciones de ninguna clase sobre este punto (composición de la redacción).
   
* Cuando los renglones precedentes estaban ya en prensa hemos tenido noticias del incidente entre el camarada Gúsiev y el camarada Deich. Examinaremos este incidente de un modo especial en el anexo. (N. de la Red.)
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI. (N. de la Red.)
ESTATUTOS. COMPOSICION DEL CONSEJO
   
* El camarada Starovier se inclinaba también, por lo visto, hacia el punto de vista del camarada Panin, con la única diferencia de que este último sabía lo que quería, y, con toda consecuencia, proponía resoluciones que convertían el Consejo en un organismo puramente arbitral, de conciliación, mientras que el camarada Starovier no sabía lo que quería al decir que, según el proyecto, el Consejo debía reunirse "solo cuando lo desearan las partes" (pág. 266). Esto es francamente inexacto.
   
* Ni el camarada Popov ni el camarada Mártov tuvieron reparo en llamar al camarada Akímov oportunista, y sólo comenzaron a sentirse ofendidos y a indignarse cuando se les tildó a ellos mismos con ese nombre, y con razón, por la "igualdad de derechos de las lenguas" o por el artículo primero. El camarada Akímov, cuyas huellas siguió el camarada Mártov, supo, sin embargo, portarse en el Congreso del Partido con más dignidad y hombría que el camarada Mártov y sus secuaces en el de la Liga. "A mí -- decía el camarada Akímov en el Congreso del Partido -- me llaman oportunista; personalmente, considero que esta palabra es una injuria y una ofensa y creo que no la merezco en absoluto; sin embargo, no protesto" (pág. 296). ¿Le propondrían quizá los camaradas Mártov y Starovier al camarada Akímov firmar su protesta contra la falsa acusación de oportunismo y se negaría el camarada Akímov?
ESTATUTOS. LA COOPTACION PARA LOS
ORGANISMOS CENTRALES. SE RETIRAN
LOS DELEGADOS DE "RABOCHEIE DIELO"
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI. (N. de la Red.)
   
* Se trata de mi proyecto inicial de Tagesordnung [orden del día. -- N. de la Red.] del Congreso y del comentario al mismo, que conocían todos los delegados. El artículo 22 de este proyecto trataba precisamente de la elección de dos tríos para el Organo Central y el C.C., de la "cooptación recíproca" por estos seis por mayoría de 2/3, de la confirmación de esta cooptación reciproca por el Congreso y de la ulterior cooptación independiente para el Organo Central y el Comité Central.
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Apuntos sobre |
pág. 292
[1]
V. I. Lenin empleó varios meses en la preparadón del libro Un paso adelante, dos pasos atrás (Una crisis en nuestro Partido). Estudiú detalladamente las actas de las sesiones y las resoluciones del II Congreso de P.O.S.D.R., las intervenciones de cada delegado, los agrupamientos políticos que se habían formado en el Congreso y los documentos de Comité Central y del Consejo del Partido.
[2]
"Práctico " (Panin ): seudónimos del menchevique M. S. Makadziub.
[pág. 1]
[3]
La Conferencia de 1902. La Conferencia de los representantes de los comités del P.O.S.D.R. se celebró del 23 al 28 de marzo (del 5 al 10 de abril) de 1902 en Bielostok. Los "economistas" y los del Bund tenían el propósito de hacer de la Conferenda un Congreso del Partido. En el informe, preparado por Lenin y expuesto por el representante de Iskra, se demostró que no se habían hecho los debidos preparativos para ello y que por tanto el Congreso no sería competente. La Conferencia formo un Comité de Organizadón para la convocatoria del II Congreso del
pág. 293
P.O.S.D.R., pero la mayoría de los miembros de dicho comité fue detenida. El nuevo Comité de Otganización para la convocatoria del II Congreso del P.O.S.D.R. fue constituido en la Conferencia de Pskov en noviembre del mismo año. Lenin exponé su opinión de la conferencia de Bielostok en su "Informe de la redacción de Iskra en la conferencia de los comités del P.O.S.D.R." (Véase: V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI.)
[pág. 2]
[4]
Pavlóvich. "Carta a los camaradas acerca del segundo Congreso del P.O.S.D.R.", Ginebra, 1904.
[pág. 13]
[5]
Sorokin : seudónimo del bolchevique N. E. Bauman. Lange : seudónimo del bolchevique A. M. Stopani.
[pág. 13]
[6]
"Rabochaia Misl " ("El Pensamiento Obrero"): grupo de "economistas"; publicó un periódico bajo el mismo nombre desde octubre de 1897 hasta diciembre de 1902. Aparederon 16 números redactados por K. M. Tajtariov y otros.
[7]
Kostrov : seudónimo del menchevique caucasiano N. N. Jordania.
[pág. 42]
[8]
Véase "El P.C.U.S. en las resoludones y decisiones de los Congresos y Conferencias y de los Plenos del C.C.", parte I.
[pág. 43]
[9]
Se alude al incidente que tuvo lugar en 1900 en Hamburgo con motivo de la conducta de un grupo de miembros de la "Unión Libre de Albañiles" que trabajaron a destajo durante una huelga, a pesar de haberlo prohibido la agtupadón central. La Unión de Albañiles de Hamburgo planteó a la organización local del partido el problema de la conducta de los esquiroles socialdemócratas de dicho grupo. El tribunal de arbitraje del partido, nombrado por el C.C. de la socialdemocracia alemana, condenó la conducta de los socialdemócratas miembros de la "Unión Libre de Albañiles", pero rechazó la propuesta de expulsarlos del partido.
[pág. 76]
[10]
La organización de Iskra estuvo representada en el II Congreso del P.O.S.D.R. por 16 miembros, de los cuales 9 eran partidarios de la mayoría, con Lenin al frente y 7 eran partidarios de la minoría, con Mártov al frente.
[pág. 97]
[ - parte 1 - ]
El libro provocó una tremenda furia de los mencheviques. Plejanov exigió que el Comité Central proclamase su desacuerdo con la obra de Lenin. Los conciliadores en el seno del C.C. trataron de impetir su publicación y difusión.
Un paso adelante, dos pasos atrás, publicado en el extranjero, se propagó ampliamente entre los obreros avanzados de Rusia. Las autoridades zaristas se incautaban del libro durante los registros y las detenciones en Moscú, Petersburgo, Riga, Sarátov, Tula, Otiol, Ufá, Perm, Kostromá, Schigri, Shavlí (de la provincia, de Kovno), etc. La obra fue reeditada por Lenin en la recopilación 12 años en 1907 (en el título figuraba el año 1908). En la nueva edición, Lenin excluyó los apartados j, k, l, m, o, p, redujo algunos apartados más y añadió varias notas.
En el tomo VII de la 4aedición de las Obras Completas de V. I. Lenin, el texto se publica íntegro, tal y como se había publicado en la primera edidón (de 1904), con las adiciones hechas por el autor a la segunda edición (de 1907).
[pág. tít.]
Lenin hizo la crítica de los puntos de vista del oportunismo internacional en las páginas de Iskra y en el libro ¿Qué Hacer?
[pág. 23]
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