V. I. LENINUN PASO
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NOTA DEL EDITOR
[ - parte 2 - ]
ll) |
LAS ELECCIONES. FINAL DEL CONGRESO |
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m) |
CUADRO GENERAL DE LA LUCHA EN EL CONGRESO EL |
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n) |
DESPUES DEL CONGRESO. DOS METODOS DE LUCHA |
191 |
ñ) |
PEQUEñOS DISGUSTOS NO DEBEN EMPAZAR UN GRAN |
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o) |
LA NUEVA ISKRA. EL OPORTUNISMO EN LAS CUES- |
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p) |
ALGO SOBRE LA DIALECTICA. DOS REVOLUCIONES |
272 |
ANEXO. EL INCIDENTE DEL CAMARADA GUSIEV CON EL |
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NOTAS [ - parte 2 - ] |
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Después de los estatutos, el Congreso aprobó una resolución sobre las organizaciones regionales, una serie de resoluciones sobre diversas organizaciones del Partido y, después de un debate sumamente instructivo sobre el grupo "Iuzhni Rabochi", que he analizado más arriba, pasó a tratar de las elecciones para los organismos centrales del Partido.
   
Ya sabemos que la organización de Iskra, de la que todo el Congreso esperaba una recomendación autorizada, se escindió sobre este punto, pues su minoría quiso probar en el Congreso, en lucha abierta y libre, si conseguía conquistar la mayoría. Sabemos también que, mucho antes del Congreso y en el Congreso, todos los delegados tenían conocimiento del plan de renovar la redacción eligiendo dos tríos para el Organo Central y el Comité Central. Detengámonos en este plan con más detalle para aclarar las discusiones del Congreso.
   
He aquí el texto exacto de mi comentario al proyecto de Tagersordnung del Congreso que exponía este plan*. "El Congreso eligirá tres personas para la redacción del Organo Central y tres para el Comité Central. Estas seis personas juntas, por mayoría de 2/3, completarán en caso necesario el número de miembros de la redacción del Organo Central y
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del Comité Central por cooptación y harán el correspondiente informe ante el Congreso. Cuando el Congreso haya aprobado este informe, la cooptación se hará luego separadamente por la redacción del Organo Central y por el Comité Central".
   
El plan se pone de relieve en este texto del modo más claro e inequívoco: el plan significa que la redacción se renueva con la participación de los dirigentes más influyentes del trabajo práctico. Los dos rasgos de este plán que he señalado los notará en seguida todo el que se tome la molestia de leer con atención el texto insertado. Pero en los tiempos actuales hay que pararse a explicar las cosas más elementales. El plan significa precisamente que la redacción se renueva, y no necesariamente que se amplíe o se rduzca el número de sus miembros, sino precisamente que se renueva, porque se deja en suspenso la cuestión de una posible ampliación o reducción; la cooptación se establece tan sólo para el caso en que sea imprescindible. Entre las hipótesis que diversas personas formularon en lo tocante a esta renovación, hubo también planes de una posible reducción o aumento del número de miembros de la redacción hasta siete (yo mismo he considerado siempre que siete era mucho más conveniente que seis) e incluso hasta once (cosa que yo consideraba posible en caso de una unión pacífica con todas las organizaciones socialdemócratas en general, y de un modo particular con el Bund y con la socialdemocracia polaca). Pero lo más importante, que de ordinario olvidan quienes hablan del "trío", es la exigencia de que los miembros del C.C. tomen luego parte en la solución del problema de la cooptación para el Organo Central. Ni un solo camarada, entre toda la masa de miembros
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de la organización y delegados de la "minoría" en el Congreso que conocían este plan y lo aprobaban (expresando su conformidad bien de un modo explícito, bien con su silencio), se molestó en explicar lo que significaba esa exigencia En primer lugar: ¿por qué se tomaba como punto de partida para renovar la redacción precisamente un trío y sólo un trío? Es evidente que esto carecería en absoluto de sentido, si exclusivamente, o incluso principalmente, se tratara de ampliar ese organismo, si se reconociera que ese organismo era realmente "armónico". Sería extraño que para ampliar un organismo "armónico" no se partiera de su conjunto, sino solamente de una parte de él. Es evidente que no se consideraba a todos los miembros de ese organismo plenamente aptos para tratar y resolver sobre la renovación de su composición personal, sobre la conversión del viejo círculo de redactores en un organismo del Partido. Es evidente que, incluso quien personalmente deseara una renovación en forma de ampliación, reconocía que la vieja composición no era armónica, que no respondía al ideal de organismo del Partido, porque de otro modo no había por qué empezar por reducir los seis a tres para ampliar su número. Repito que esto es de sobra evidente y sólo pudo caer en olvido por haberse encizañado temporalmente el problema con "cuestiones personales".
   
En segundo lugar, por el texto arriba citado se ve que no bastaba ni aun la conformidad de los tres miembros del Organo Central para ampliar el trío. También esto se olvida siempre. Para la cooptación se necesitan dos tercios de seis, es decir, cuatro votos; por tanto, bastaba con que los tres miembros elegidos para el Comité Central presentaran su "veto", para que toda ampliación del trío fuese imposible. Por el contrario, incluso si dos de los tres miembros
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de la redacción del Organo Central estaban en contra de que siguiera la cooptación, ésta podía, sin embargo, realizarse, en caso de estar conformes los tres miembros del C.C. De este modo es evidente que, al convertir el viejo círculo en organismo del Partido, se quería dar el voto decisivo a los dirigentes del trabajo práctico, elegidos por el Congreso. Un hecho muestra qué camaradas teníamos aproximadamente en cuenta al hacerlo: antes del Congreso, la redacción eligió por unanimidad como séptimo miembro al camarada Pavlóvich para el caso de que hubiera que intervenir en el Congreso en nombre de nuestro organismo; además del camarada Pavlóvich, se propuso para el séptimo puesto a un viejo miembro de la organización de Iskra y miembro del Comité de Organización, que luego fue elegido miembro del C. C.
   
Así, pues, el plan de elegir dos tríos tenía, evidentemente, el objeto siguiente: 1) renovar la redacción, 2) borrar en ella algunos rasgos del viejo espíritu de círculo, inadecuado en un organismo del Partido (¡si no hubiera nada que borrar no había por qué inventar el trío como punto inicial!) y, por último, 3) borrar los rasgos "teocráticos" de un organismo de literatos (borrarlos haciendo que destacados militantes prácticos intervinieran en la solución del problema de la ampliación del trío). Este plan, que se puso en conocimiento de todos los redactores, se fundaba, de un modo evidente, en tres años de experiencia de trabajo y respondía, de un modo absolutamente consecuente, a los principios de organización revolucionaria que nosotros ponemos en práctica: en la época de dispersión, cuando apareció Iskra, los diversos grupos se formaban con frecuencia de un modo casual y espontáneo, adoleciendo inevitablemente de ciertas nocivas ma-
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nifestaciones del espíritu de círculo. Crear un partido suponía borrar tales rasgos y exigía que fuesen borrados; era imprescindible la participación de destacados militantes prácticos en dicho organismo, porque algunos miembros de la redacción se ocupaban siempre de asuntos de organización, y en el sistema de organismos del Partido tenía que haber no sólo un organismo de literatos, sino un organismo de dirigentes políticos. Igualmente era natural, desde el punto de vista de la política que siempre había propugnado Iskra, que se diera a elegir al Congreso el trío que debía servir de punto de partida: nosotros preparamos el Congreso con extremo cuidado, en espera de que se aclararan totalmente los problemas de principio que estaban en discusión en cuanto al programa, a la táctica y organización; no dudábamos de que el Congreso serfa un congreso iskrista, en el sentido de que la inmensa mayoría se solidarizaría en estos problemas fundamentales (cosa que demuestran también, en parte, las resoluciones por las que se reconocía a Iskra como órgano dirigente); por ello mismo, teníamos que permitir a los camaradas sobre cuyos hombros había pesado toda la labor de difusión de las ideas de Iskra y de preparación de su conversión en Partido, que ellos mismos resolvieran quiénes eran los candidatos más aptos para el nuevo organismo del Partido. Sólo este carácter natural del plan de los "dos tríos", sólo el hecho de que respondiera plenamente a toda la política de Iskra y a todo lo que sabía de Iskra quien tuviera la más mínima relacion con el trabajo, puede explicar que el plan mereciera la aprobación general y que no hubiera ningún otro plan que le hiciera competencia.
   
Y he aquí que en el Congreso el camarada Rúsov propone ante todo que se elijan los dos tríos. Los partidarios de Mártov, el cual nos había comunicado por escrito la relación
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que existía entre este plan y la falsa acusación de oportunismo, ni siquiera pensaron, sin embargo, en reducir la discusión sobre los seis y los tres al problema sobre la corrección o in corrección de semejante acusación. ¡Ni uno de ellos lo men cionó siquiera! Ni uno de ellos se atrevió a decir ni una palabra acerca de la diferencia de principio en los matices relacionados con los seis y los tres. Prefirieron un procedimiento más corriente y más barato: apelar a la lástima, hablar de un posible agravio, fingir que el problema de la redacción estaba ya resuelto al dar a Iskra el título de Organo Central. Este último argumento, utilizado por el camarada Koltzov contra el camarada Rúsov, es manifiestamente falso. En el orden del día del Congreso figuraban -- y desde luego no por casualidad -- dos puntos especiales (v. pág. 10 de las actas): p. 4, "El Organo Central del Partido", y p. 18, "Elecciones al C.C. y a la redacción- del Organo Central". Eso, en primer lugar. En segundo lugar, al designar el Organo Central, todos los delegados declararon categóricamente que con ello no se confirmaba la redacción, sino sólo la orientación* y no hubo protesta alguna contra tales declaraciones.
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Por tanto, al decir que, por aprobar un órgano determinado, el Congreso, en el fondo, había confirmado ya también con ello mismo a la redacción -- cosa que dijeron muchas veces los partidarios de la minoría (Koltzov, pág. 321; Posadovski, idem; Popov, pág. 322, y muchos otros) --, se incurría de hecho en una falsedad. De un modo evidente para todos, se trataba de una maniobra que encubria el abandono de las posiciones ocupadas cuando todos podían adoptar todavía una actitud realmente imparcial en lo que se refería a la composición de los organismos centrales. El abandono no podía justificarse, ni por motivos de principio (porque plantear en el Congreso la cuestión de la "falsa acusación de oportunismo" era demasiado desventajoso para la minoría, que no dijo ni una palabra de ello ), ni alegando hechos acerca de la efectiva capacidad de trabajo de los seis o los tres (porque sólo el tocar esos hechos hubiera acumulado una montaña de pruebas en contra de la minoría) Tuvieron que salir del paso con las frases sobre el "todo armónico", sobre la "colectividad armónica", o sobre la "armonía y la integridad cristalina del todo", etc. No es de extrañar que semejantes argumentos fueran inmediatamente llamados por su nombre: "palabras lastimeras " (pág. 328). El mismo plan del trío era ya un testimonio evidente de la falta de "armonía", y las impresiones recogidas por los delegados en el transcurso de más de un mes de trabajo en común les proporcionaron evidentemente una gran cantidad de datos para que pudieran juzgar de un modo independiente. Cuando el camarada Posadovski aludió a estos datos (de un modo imprudente e irreflexivo, desde su punto de vista: v. págs. 321 y 325 sobre el
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uso "condicional" que hace de la palabra "asperezas"), el camarada Muraviov declaró francamente: "A mi juicio, la mayoría del Congreso ve con toda claridad en el momento actual que indudablemente existen tales[*] asperezas" (pág. 321). La minoría tuvo a bien entender la palabra "asperezas" (que puso en circulación Posadovski, y no Muraviov) exclusivamente en el sentido de algo personal, sin decidirse a recoger el guante arrojado por el camarada Muraviov, sin decidirse a exponer ni un solo argumento que en realidad sirviera para defender a los seis. Resultó una discusión archicómica, por su esterilidad: la mayoría (por boca del camarada Muraviov) dice que ve con toda claridad lo que actualmente significan los seis y los tres, y la minoría se empeña en no oírlo y afirma que "no tenemos la posibilidad de entrar en análisis". La mayoría no sólo considera que se puede entrar en análisis, sino que ella ya "ha entrado en análisis", y habla de los re sultados de este análisis, absolutamente claros para ella; la minoría, por lo visto, tiene miedo al análisis, y se defiende tan sólo con "palabras lastimeras". La mayoría aconseja "que se tenga en cuenta que nuestro Organo Central no es meramente un grupo literario", la mayoría "quiere que figuren al frente del Organo Central personas perfectamente de terminadas, conocidas del Congreso, personas que respondan a las condiciones de que he hablado" (es decir, a condiciones no solamente literarias, pág. 327, discurso del camarada Lan-
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gue). Tampoco esta vez se decide la minoría a recoger el guante y no dice ni una palabra sobre quien pueda ser, a su juicio, apto para un organismo de dirección colectiva que no sea sólo literario, quién pueda ser la persona "perfectamente determinada y conocida del Congreso". La minoría sigue atrincherándose tras la tan decantada "armonía". Y aún más: la minoría llega a utilizar argumentos que son absolutamente falsos en principio y que por elío, y con justa razón, son enérgicamente desechados. "El Congreso -- ¡figuráos! -- no tiene derecho moral ni político para modificar la composición de la redacción" (Trotski, pág. 326), "ésta es una cuestión demasiado delicada [¡sic!] " (el mismo orador); "¿qué actitud deberán adoptar los miembros de la redacción no elegidos ante el hecho de que el Congreso no desea verlos más entre los componentes de la redacción? " (Tsariov, pág. 324)*.
   
Semejantes argumentos transferían ya plenamente la cuestión al terreno de la lástima y de los agravios, reconociendo así abiertamente la bancarrota en el terreno de los argumentos efectivamente de principio, efectivamente políticos. Y la mayoría caracterizó al instante este modo de plantear el problema con la palabra que le cuadraba: filisteísmo (el camarada Rúsov). "En boca de revoíucionarios -- dijo el camarada Rúsov con razón --, se oyen palabras extrañas, que están en completa desarmonía con el concepto de trabajo de partido, de ética de partido. El argumento fundamental de los adversarios de la elección de tríos se reduce a un punto de vista puramente filisteo sobre los asuntos del Partido [todo el
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subrayado es mío]. . . Colocándonos en este punto de vista, que no es de partido, sino filisteo, nos encontraremos en cada elección ante el problema de si se ofenderá Petrov porque no le han elegido a él, sino a Ivanov, de si se ofenderá determinado miembro del Comité de Organización, porque no ha sido elegido él, sino otro para el C.C. ¿Adónde nos llevará todo esto, camaradas? Si nos hemos reunido aquí, no para dirigirnos mutuamente discursos agradables, ternuras filisteas, sino para formar un partido, no podemos en modo alguno estar conformes con semejante punto de vista. Se trata de elegir funcionarios y no puede plantearse la cuestión de falta de confianza hacia ninguno de los no elegidos, sino sólo del bien de la causa y lo adecuado de la persona elegida para el cargo de que se trate " (pág. 325).
   
A todo el que quiera entender por sí mismo los motivos de la escisión del Partido y llegar a sus raíces en el Congreso, le aconsejaríamos que leyera y releyera el discurso del camarada Rúsov, cuyos argumentos no sólo no refutó la minoría, sino que ni siquiera los puso en discusión. Por lo demás, tampoco pueden ponerse en duda verdades tan elementales y primarias, cuyo olvido explicó ya el mismo camarada Rúsov, con razón, sólo por "excitación nerviosa ". Y ésta es, efectivamente, para la minoría la explicación menos desagradable del hecho de que haya podido pasar del punto de vista del Partido al punto de vista del espíritu filisteo y de círculos*.
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Pero la minoría estaba hasta tal punto imposibilitada de buscar argumentos razonables y serios contra las elecciones,
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que, además de poner espíritu filisteo en un asunto de partido, llegó a procedimientos de carácter francamente escandaloso. En efecto, ¿qué otro calificativo puede darse al proce dimiento que empleó el camarada Popov cuando aconsejó al camarada Muraviov "que no aceptara encargos delicados" (pág. 322)? ¿Qué es esto sino "indagar en conciencia ajena", según dijo con razón el camarada Sorokin (pág. 328)? ¿Qué es esto sino especular con "ofensas personales " cuando faltan argumentos políticos? ¿Tenía o no razón el camarada Sorokin al decir que "siempre hemos protestado contra procedimientos semejantes"? "¿Es admisible la conducta del camarada Deich, que de un modo ostensible trató de poner en la picota a los camaradas que no estaban conformes con él?"* (pág. 328).
   
Resumamos los debates sobre la redacción. La minoría no refutó (ni intentó refutar) las numerosas indicaciones de la mayoría sobre el hecho de que los delegados conocían el pro-
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yecto del trío en el comienzo del Congreso y antes del Congreso y de que, por consiguiente, aquel proyecto se basaba en consideraciones y datos que no dependían de lo que sucediera ni de lo que se discutiera en el Congreso. Al defender a los seis, la minoría mantenía la posición de las consideraciones filisteas, falsa e inadmisible en principio. La minoría demostró haber olvidado plenamente el punto de vista del Partido en la elección de funcionarios sin intentar siquiera valorar a cada candidato, saber si era o no adecuado a las funciones del cargo. La minoría evitaba tratar el problema a fondo, aduciendo la tan decantada "armonía", "derramando lágrimas", "tomando actitudes patéticas" (pág. 327, discurso de Langue), como si se tratara de "matar" a alguien. Llegó la minoría a "indagar en conciencia ajena ", a clamar que las elecciones eran "criminales" y a otros procedimientos igualmente inadmisibles, bajo la influencia de la "excitación nerviosa " (pág. 325).
   
La lucha del espíritu filisteo contra el espíritu de partido, de las "cuestiones personales " del peor gusto contra las consideraciones políticas, de palabras lastimeras contra los conceptos más elementales del deber revolucionario : eso es lo que fue la lucha por los seis y los tres en la sesión 30 de nuestro Congreso.
   
Y también en la sesión 31, cuando, por una mayoría de 19 votos contra 17, con tres abstenciones, el Congreso rechazó la proposición de confirmar toda la redacción antigua (v. pág. 330 y la fe de erratas ), y cuando los antiguos redactores volvieron al salón de sesiones, el camarada Mártov, en su "declaración en nombre de la mayoría de la antigua redacción" (págs. 330-331), mostró en proporciones aún más considerables las mismas vacilaciones y la misma falta de firmeza en su posición política y en sus conceptos políticos. Examinemos
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en detalle cada uno de los puntos de la declaración colectiva y de mi respuesta (págs. 332-333) a la misma.
   
"Desde ahora -- dice el camarada Mártov cuando la antigua redacción no ha sido confirmada --, no existe ya la vieja Iskra, y seria más consecuente que cambiara su nombre De todos modos, en el nuevo acuerdo del Congreso vemos una limitación sustancial del voto de confianza que se dio a Iskra en una de las primeras sesiones del Congreso".
   
El camarada Mártov, con sus colegas, plantea un problema realmente interesante e instructivo en muchos sentidos: el de la consecuencia política. Ya contesté a esto remitiéndome a lo que todos habían dicho cuando se confirmó a Iskra (pág. 349 de las actas: cfr. más arriba, pág. 82)*. Indudablemente, estamos en presencia de uno dé los casos más flagrantes de inconsecuencia política; el lector dirá por parte de quién: si por parte de la mayoría del Congreso o por parte de la mayoría de la antigua redacción. Y dejaremos también que el lector resuelva otras dos cuestiones, muy oportunamente planteadas por el camarada Mártov y sus colegas: 1) ¿es un punto de vista filisteo o de partido el que se manifiesta en el deseo de ver una "limitación del voto de confianza a Iskra en la resolución del Congreso de elegir funcionarios para la redacción del Organo Central? 2) ¿En qué momento deja realmente de existir la vieja Iskra ": desde el número 46, cuando empezamos a dirigirla los dos con Plejánov, o desde el número 53, en que empezó a dirigirla la mayoría de la antigua redacción? Mientras que la primera pregunta es un interesantisimo problema de principio, la segunda es una interesantisima cuestión de hechos.
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"Como ahora se ha acordado -- continúa el camarada Mártov -- elegir una redacción de tres personas, yo declaro, en nombre propio y en el de mis otros tres camaradas, que ninguno de nosotros formará parte de esa nueva redacción. Por lo que a mí personalmente se refiere, añadiré que si es verdad que algunos camaradas han querido inscribir mi nombre entre los candidatos a ese 'trío' me veo obligado a ver en ello una ofensa que no he merecido [�sic!]. Lo digo por las circunstancias que han acompañado a la decisión de modificar la redacción. Se llegó a este acuerdo por ciertos 'rozamientos'*, por la incapacidad de la antigua redacción para actuar, habiendo resuelto, además, el Congreso este problema en determinado-sentido sin preguntar a la redacción sobre esos rozamientos y sin nombrar siquiera una comisión para poner en claro eso de su incapacidad de actuar. . . [¡Lo extraño es que a nadie de la minoría se le ocurriera proponer al Congreso que "preguntara a la redacción" o que nombrara una comisiónl ¿No se deberá esto a que, después de la escisión de la organización de Iskra y del fracaso de las negociacio-
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nes, sobre las que han escrito los camaradas Mártov y Starovier, no hubiera tenido objeto alguno?]. . . En semejantes circunstancias tengo que considerar como una mancha en mi reputación política* la conjetura de algunos camaradas de que yo consentiría en trabajar en la redacción reformada de esta manera. . ."
   
He citado con toda intención el texto completo de este razonamiento, para que el lector pudiera ver el ejemplo y principio de lo que llegó a espléndida floración después del Congreso y que no puede llamarse de otro modo que querella. Ya he empleado esta expresión en mi "Carta a la redacción de Iskra " y, a pesar del disgusto de la redacción, me veo obligado a usarla de nuevo, porque su exactitud es indiscutible. Se equivocan los que piensan que tales querellas suponen "motivos bajos" (según la conclusión a que ha llegado la redacción de la nueva Iskra ): todo revolucionario que conoz-
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ca algo nuestras colonias de desterrados y emigrados ha visto, seguramente, decenas de casos de semejantes querellas, en que se planteaban y se examinaban hasta la saciedad las más absurdas acusaciones, sospechas, autoacusaciones, "cuestiones personales", etc., querellas a las que daba lugar la "excitación nerviosa" y unas condiciones de vida anormales, viciadas. Ninguna persona razonable tratará de buscar a toda costa en semejantes querellas motivos bajos, por bajas que sean sus manifestaciones. Porque precisamente la "excitación nerviosa" es lo único que puede explicar ese embrollado ovillo de absurdos, de cuestiones personales, de fantásticos horrores, de pesquisas en conciencias ajenas, de atormentadas ofensas e imputaciones que es el párrafo del discurso del camarada Mártov que acabo de reproducir. Las condiciones de vida viciadas engendran entre nosotros, a centenares, semejantes querellas, y un partido político no sería merecedor de respeta si no supiera dar a la enfermedad que padece su verdadero nombre, sentar un diagnóstico despiadado y buscar el medio de curarse.
   
Por cuanto puede distinguirse en ese ovillo algo de principios, se ha de llegar inevítablemente a la conclusión de que "las elecciones no tenían nada de común con una ofensa inferida a la reputación política", que "negar el derecho del Congreso a realizar nuevas elecciones, a introducir cualquier modificación en el número de funcionarios, a seleccionar los organismos a quienes otorga poderes" significa embrollar la cuestión, y que "el punto de vista del camarada Mártov referente a si era admisible el elegir parte del antiguo organis mo, demostraba una enorme confusión de conceptos políticos " (según dije en el Congreso, pág. 332)*.
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Hago caso omiso de la observación "personal" del camarada Mártov sobre la persona de quien partió el plan del trío y paso a la característica "política" que dio del sentido que tiene el hecho de no haber sido confirmada la antigua redacción: ". . . Lo que acaba de suceder es el último acto de la lucha que se ha desarrollado a lo largo de la segunda mitad del Congreso. . . [¡Muy bien! Y esa segunda mitad empieza desde el momento en que Mártov, en lo tocante al artículo primero de los estatutos, cae en el apretado abrazo del camarada Akímov]. . . Para nadie es un secreto que en esta reforma no se trata de 'capacidad de trabajo', sino de una lucha por la influencia sobre el C.C. . . ." [En primer lugar, para nadie es un secreto que se trataba tanto de la ca pacidad de trabajo, como de una divergencia por la composición personal del C.C., porque el plan de la "reforma" se propuso cuando aún no podía ni hablarse de la segunda divergencia, ¡cuando, juntamente con el camarada Mártov, elegimos como séptimo miembro de la redacción al camarada Pavlóvich! En segundo lugar, ya hemos demostrado a base de datos documentales que se trataba de la composición personal del C.C. y que, à fin des fins la cosa se redujo a una diferencia de listas: Gliébov-Travinski-Popov y Gliébov-Trotski-Popov]. . . "La mayoría de la redacción ha hecho ver que no desea que el C.C. se convierta en un instrumento de la redacción. . ." [Empieza la canción de Akímov: el problema de la influencia, por la que lucha toda mayoría en todo congreso de partido, siempre y en todas partes, para consolidar esta influencia con la mayoría en los organismos centrales, pasa al terreno del chisme oportunista con lo de "instrumento" de la redacción, lo de "mero apéndice " de la redacción, según dijo el mismo camarada Mártov un poco después, pág. 334]. . . "Por este motivo ha sido necesario redu-
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cir el número de miembros de la redacción [!!]. Y por eso mismo, no puedo yo entrar a formar parte de semejante redacción. . ." [Fijaos bien en este "por eso mismo": ¿cómo hubiera pódido la redacción convertir al C.C. en apéndice o instrumento? ¿Tan sólo en el caso de tener tres votos en el Consejo y de abusar de este predominio? ¿No está claro? ¿Y no está igualmente bien claro que el camarada Mártov, elegido como tercer miembro, siempre hubiera podido impedir cualquier abuso y deshacer, con su solo voto, todo predominio de la redacción en el Consejo? Por tanto, la cosa se reduce precisamente a la composición personal del C.C., y al punto queda bien claro que lo del instrumento y el apéndice son meros chismes ]. . . "Como la mayoría de la antigua redacción, yo pensaba que el Congreso pondría término al "estado de sitio" dentro del Partido y establecería en él un régimen normal. En la práctica, el estado de sitio, con las leyes de excepción contra algunos grupos, se ha prorrogado e incluso agudizado. Sólo con el conjunto de toda la antigua redacción podemos garantizar que las facultades que los estatutos conceden a la redacción no se utilizarán en perjuicio del Partido. . ."
   
Tal es el pasaje completo del discurso del camarada Mártov en que lanzó por primera vez la tristemente célebre con signa del "estado de sitio ". Y ahora ved mi contestación:
   
". . . Al corregir la declaración de Mártov sobre el carácter particular de los dos trios, ni se me ocurre, sin embargo, oponerme a lo que el mismo Mártov dice sobre la 'significación política' del paso que hemos dado al no confirmar la antigua redacción. Por el contrario, estoy plena e incondicionalmente de acuerdo con el camarada Mártov en que este paso tiene gran importancia política, pero no en el sentido que le atribuye Mártov. Según él dice, es un acto de la lucha por la influencia sobre el C.C. en Rusia. Voy a ir más lejos que Mártov. Lucha por la influencia ha sido hasta ahora toda la actuación de Iskra como grupo particular, y
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ahora se trata ya de algo más, de afirmar orgánicamente la influencia, y no solo de luchar por ella. La profundidad de nuestra divergencia política con el camarada Mártov sobre este punto se ve claramente cuando él me echa en cara este deseo de influir sobre el C.C., mientras yo me precio de haber procurado y de seguir procurando afirmar por la vía de organización, esta influencia. Resulta que hasta hablamos lenguajes diferentes. ¿De qué serviria todo nuestro trabajo, todos nuestros esfuerzos, si viniera a coronarlos la misma vieja lucha por la influencia, y no la influencia plenamente adquirida y afirmada? Si, el camarada Mártov tiene completa razón: el paso dado es indudablemente un paso de gran importancia política, prueba de que se ha elegido una de las tendencias que en la actualidad se han señalado para el trabajo ulterior de nuestro Partido. Y a mí no me asustan lo más minimo las terribles palabras de 'estado de sitio en el Partido', de 'leyes de excepción contra determinadas personas y grupos', etc. Respecto a los elementos vacilantes y poco firmes, no sólo podemos, sino que estamos obligados a declarar el 'estado de sitio', y todos los estatutos de nuestro Partido, todo nuestro centralismo desde ahora ratificado por el Congreso no es sino el 'estado de sitio' para tan numerosas fuentes de vaguedad política. Y precisamente contra la vaguedad es contra lo que hacen falta leyes especiales, aunque sean de excepción, y el paso dado por el Congreso ha señalado con acierto la dirección política a seguir, estableciendo una sólida base para tales leyes y tales medidas"[*].
   
He subrayado en este resumen de mi discurso en el Congreso la frase que el camarada Mártov, en su "Estado de sitio " (pág. 16) ha preferido omitir. No es de extrañar que esta frase no le agradara y que no quisiera comprender sy claro sentido.
   
¿Qué significa la expresión "terribles palabras", camarada Mártov?
   
Es una burla, una burla dirigida contra quien da grandes nombres a cosas pequeñas, contra quien embrolla una cuestión sencilla con verborrea pretenciosa.
   
El único hecho, pequeño y sencillo, que pudo dar y dio motivo a la "excitación nerviosa" del camarada Mártov consis-
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tía exclusivamente en que el camarada Mártov había sido derrotado en el Congreso en el problema de la composición personal de los organismos centrales. La significación política de este sencillo hecho se cifraba en que la mayoría del Congreso del Partido, habiendo triunfado, afirmaba su influencia estableciendo igualmente la mayoría en la dirección del Partido, sentando, en el terreno de la organización, una base para la lucha, por medio de los estatutos, contra lo que esa mayoría consideraba falta de firmeza, inestabilidad y vaguedad*. Hablar a este propósito, con un semblante de horror, de una "lucha por la influencia" y quejarse del "estado de sitio" no sería más que verborrea pretenciosa, terribles palabras.
   
¿No está de acuerdo con esto el camarada Mártov? ¿Por qué no intenta demostrarnos si ha habido en el mundo un congreso de partido, si es posible en general un congreso de partido en que la mayoría no afirme la influencia que ha conquistado: 1) estableciendo la misma mayoría en los organismos centrales, 2) dándole poderes para neutralizar la falta de firmeza, la inestabilidad y la vaguedad?
   
Antes de las elecciones, nuestro Congreso tenía que resolver un problema: ¿era a la mayoría o a la minoría del Partido a quien se debía reservar el tercio de los votos para el
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C.C. y para el Organo Central? Los seis y la lista del camarada Mártov significaban que el tercio nos correspondía a nosotros y los dos tercios a sus partidarios. El trío para el Organo Central y nuestra lista significaban que nosotros teníamos dos tercios y un tercio los partidarios del camarada Mártov. El camarada Mártov se negó a llegar a un acuerdo con nosotros o a ceder y nos llamó a combate, por escrito, ante el Congreso: ¡derrotado ante ei Congreso, se echó a llorar y empezó a quejarse del "estado de sitio"! ¿No es esto querella? ¿No es esto una nueva manifestación de flojedad propia de intelectuales?
   
No podemos menos de recordar, con este motivo, la brillante definición psicológico-social que hace poco ha dado C. Kautsky de esta última cualidad. Los Partidos socialdemócratas de diversos países tienen que padecer muchas veces, en la actualidad, las mismas enfermedades, y nos es sumamente útil aprender de los camaradas que tienen más experiencia el diagnóstico justo y el tratamiento acertado. Por ello, la característica que C. Kautsky hace de ciertos intelectuales no nos apartará sino en apariencia de nuestro tema.
   
". . . En el momento actual presenta de nuevo un vivo interés para nosotros el problema del antagonismo entre los intelectuales* y el proletariado. Mis colegas [el mismo Kautsky es intelectual, literato y redactor] se indignarán en muchos casos al ver que yo reconozco este antagonismo. Pero es que existe de hecho, y la táctica más absurda (tanto aquí, como en otros casos) sería intentar deshacerse de él negando un hecho. Este antagonismo es un antagonismo social, que se manifiesta en las clases, y
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no en individuos aislados. Lo mismo que un capitalista, un intelectual puede, individualmente, incorporarse de lleno a la lucha de clase del proletariado. Cuando esto sucede, el intelectual cambia asimismo de carácter. En lo que sigue no trataré, principalmente, de este tipo de intelectuales, que siguen constituyeqdo aún excepciones en su clase. En lo que sigue, cuando no hay una advertencia especial en contra, no entiendo por intelectual sino al intelectual común, que se coloca en el terreno de la sociedad burguesa, representante característico de la clase intelectual. Esta clase se mantiene en cierto antagonismo respecto al proletariado.
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. . . La filosofía de Nietzsche, con su culto del superhombre, para el que todo se reduce a asegurarse el pleno desarrollo de su propia personalidad, al que parece vil y despreciable toda sumisión de su persona a cualquier gran fin social, esta filosofía es la verdadera concepción del mundo del intelectual, que le inutiliza en absoluto para tomar parte en la lucha de clase del proletariado.
   
Y precisamente uno de estos lloriqueos blandengues de intelectual en minoría, y nada más, fue la renuncia de Mártov
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y sus colegas al cargo, sólo porque no se había aprobado eí antiguo círculo: y lo mismo puede decirse de las lamentaciones sobre el estado de sitio y las leyes de excepción "contra determinados grupos", que a Mártov no le merecieron aprecio cuando se disolvieron los grupos "Iuzhni Rabochi" y "Rabócheie Dielo", pero por los que cobró gran estima cuando se disolvió su organización.
   
Y nada más que lloriqueo blandengue de intelectuales en minoría fue todo ese sinfín de quejas, recriminaciones, alusiones, acusaciones, chismes e insinuaciones sobre la "compacta mayoría" que, como un río, inundaron todo nuestro Congreso del Partido[*] (y aún crecieron más después de él) por obra y gracia de Mártov.
   
La minoría se quejaba amargamente de que la compacta mayoría tuviera sus reuniones privadas: de algún modo, en verdad, tenía que encubrir la minoría la desagradable realidad de que los delegados que ella invitaba a sus reuniones particulares se negaban a concurrir a ellas, y los que hubieran ido con gusto (los Iegórov, los Májov, los Brúker) no podían ser invitados por la minoría después de toda la lucha entre unos y otros en el Congreso.
   
Se quejaban amargamente de la "falsa acusación de oportunismo": de algún modo, en verdad, tenían que encubrir la desagradable realidad de que precisamente los oportunistas, que con mucha más frecuencia seguían a los antiiskristas, y en parte, estos mismos antiiskristas formaban la compacta minoría y se aferraban obstinadamente al mantenimiento del espíritu de círculo en los organismos, del oportunismo en los razonamientos, del espíritu filisteo en los asuntos de parti-
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do, de la falta de firmeza y de la blandenguería propia de intelectuales.
   
En el apartado siguiente veremos qué es lo que explicaba el interesantísimo hecho político de que, al final del Congreso, se formara una "compacta mayoría" y de que la minoría, a pesar de las repetidas invitaciones, tuviera tal empeño en dejar a un lado el problema de las causas y la historia de su formación. Pero vamos primero a terminar el análisis de los debates en el Congreso.
   
Durante las elecciones para el C.C., el camarada Mártov propuso una resolución extraordinariamente característica (pág. 336) cuyos tres rasgos fundamentales he llamado yo algunas veces "mate en tres jugadas". He aquí estos rasgos: 1) se votan listas de candidatos para el C.C. y no candidaturas individuales; 2) después de leídas las listas se dejan pasar dos sesiones (por lo visto, para discutirlas); 3) no habiendo mayoría absoluta, la segunda votación se declara definitiva. Esta resolución es de una estrategia admirablemente medita da (¡también al adversario hay que hacerle justicia!), con la que no está de acuerdo el camarada Iegórov (pág. 337), pero que seguramente hubiera dado un completo triunfo a Mártov, si el grupo de los siete formado por los bundistas y los partidarios de "Rabócheie Dielo" no se hubieran retirado del Congreso. La estrategia se explica precisamente porque no había ni podía "acuerdo directo" de la minoría iskrista (como la había de la mayoría iskrista) no sólo con el Bund y con Brúker, sino ni siquiera con camaradas como los legórov y los Májov.
   
Recordad que el camarada Mártov se dolió en el Congreso de la Liga de que la "falsa acusación de oportunismo" supusiera un acuerdo directo entre él y el Bund. Repito que fue el miedo lo que inspiró al camarada Mártov esa idea, y
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precisamente el no estar conforme el camdrada Iegórov con la votación de las listas (el camarada Iegórov "no había perdido aún sus principios", probablemente los principios que le llevaron a unirse a Goldblat en la apreciación del valor absoluto de las garantías democráticas) derriuestra de un modo evidente qué enorme importancia tiene el hecho de que no se pudiera ni hablar de "acuerdo directo" ni aún con Iegórov. Pero podía haber y había coalición tanto con Iegórov como con Brúker, coalición en el sentido de que los martovistas tenían asegurado su apoyo cada vez que surgía un conflicto serio entre los martovistas y nosotros, y cuando Akímov y sus amigos tenían que escoger el mal menor. No cabía ni cabe la menor duda de que, como mal menor, como lo que menos convenía a los fines iskristas (v. el discurso de Akímov sobre el artículo primero y sus "esperanzas" en Mártov), los camaradas Akímov y Líber hubieran elegido, desde luego, tanto a los seis para el Organo Central, como la lista de Mártov para el C.C. La votación por listas, el dejar pasar las dos sesiones y la nueva votación tenían precisamente por objeto conseguir este resultado con precisión casi mecánica, sin ningún acuerdo directo.
   
Pero como nuestra compacta mayoría seguía siendo mayoría compacta, el rodeo del camarada Mártov no era sino un entorpecimiento y nosotros no pudimos menos de rechazarlo. La minoría, por escrito (en una declaración, pág. 341), desahogó sus quejas y, siguiendo el ejemplo de Martínov y Akímov, se negó a votar y a tomar parte en las elecciones para el C.C. "en vista de las condiciones en que se celebraban". Después del Congreso, estas quejas sobre las condiciones anormales de las elecciones (v. "El estado de sitio", pág. 31) se derramaron a diestro y siniestro ante centenares de coma tres del Partido. Pero, ¿en qué consistía la anormalidad?
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¿En la votación seSreta, prevista ya de antemano por el reglamento del Congreso (apart. 6, pág. 11 de las actas) y en la que era ridículo ver "hipocresía" o "injusticia"? ¿En la formación de una mayoría compacta, "monstruosa" para los intelectuales dados al lloriqueo? ¿O en el anormal deseo de estos respetables intelectuales de faltar a la palabra de reconocer todas las elecciones del Congreso, palabra que ellos habían empeñado ante el mismo Congreso (pág. 380, artículo 8 de los estatutos del Congreso)?
   
El camarada Popov hizo una fina alusión a este deseo cuando, el día de las elecciones, preguntó directamente en el Congreso: "¿Está seguro el Buró de que la decisión del Congreso es legítima y válida cuando la mitad de los participantes en él se han negado a votar?"*. El Buró, naturalmente, contestó que estaba seguro y recordó el incidente con los camaradas Akímov y Martínov. El camarada Mártov se adhirió al Buró y declaró terminantemente que el camarada Popov se equivocaba y que "las decisiones del Congreso son legítimas " (pág. 343). El lector puede juzgar por sí mismo de la consecuencia política -- por lo visto, altamente normal -- que resulta al confrontar semejante declaración ante el Partido con la conducta seguida después del Congreso y con la frase de "El estado de sitio" sobre "la sublevación de la mitad del Partido, que había empezado ya en el Congreso " (pág. 20). Las esperanzas que en el camárada Mártov cifraba el camarada Akímov resultaron ser más fuertes que las pasajeras buenas intenciones del mismo Mártov.
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¡"Venciste ", camarada Akímov!
   
Algunos detalles del final del Congreso, de aquel final que tuvo lugar después de las elecciones, detalles aparentemente menudos, pero que, en el fondo, son muy importantes, pueden servirnos para comprender hasta qué punto era "terrible palabra" la tristemente célebre frase del "estado de sitio", que ha adquirido ya para siempre un sentido tragicómico. El camarada Mártov anda ahora por todas partes hablando de ese tragicómico "estado de sitio", afirmando muy en serio, a sí mismo y al lector, que ese espantajo inventado por él significaba una persecución anormal, un acoso, un atropello de la "minoría" por la "mayoría". En seguida vamos a ver lo que sucedió después del Congreso. Pero básta fijarse in cluso en el final del Congreso para ver que, después de las elecciones, no sólo no persigue la "compacta mayoría" a los pobrecitos martovistas, atropellados, ofendidos y llevados al patíbulo, sino que, al contrario, les ofrece (por boca de Liádov) ella misma dos puestos, de tres, en la comisión de actas (pág. 354). Fijáos en las resoluciones sobre problemas de táctica y sobre otros puntos (pág. 355 y siguientes) y veréis que fueron discutidos en sí mismos de un modo puramente oficial y que las firmas de los camaradas que proponían resoluciones corresponden muchas veces alternativamente tanto a representantes de la monstruosa y compacta "mayoría", como a partidarios de la "humillada y ofendida" "minoría" (págs. 355, 357, 363, 36S, 367 de las actas). ¿Verdad que se parece esto mucho a un "apartamiento del trabajo" y a todos los demás "atropellos"?
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La única discusión de fondo interesante, pero por desgracia demasiado breve, surgió con motivo de la resolución de Starovier sobre los liberales. El Congreso la aprobó, según puede verse por las firmas que figuran a su pie (págs. 357, 358), porque tres partidarios de la "mayoría" (Braun, Orlov, Osipov[13]) votaron tanto por ella, como por la resolución de Plejánov, sin percatarse de la irreductible contradicción que existía entre ambas. A primera vista, no hay entre ellas contradicción irreductible, porque la de Plejánov establece un principio general, expresa una determinada actitud de principios y táctica respecto al liberalismo burgués en Rusia, y la de Starovier trata de determinar las condiciones concretas en que son posibles "acuerdos temporales " con "tendencias liberales o democrático-liberales". Ambas resoluciones tienen temas distintos. Pero la de Starovier adolece precisamente de vaguedad política, siendo por ello fútil y mezquina. No determina el contenido de clase del liberalismo ruso, no indica determinadas tendencias políticas que le sirven de expresión, no explica al proletariado sus tareas fundamentales en propaganda y agitación respecto a estas tendencias determinadas, confunde (a consecuencia de su vaguedad) cosas tan distintas como el movimiento estudiantil y "Osvobozhdenie", prescribe con cierta nimiedad, de un modo casuístico, tres condiciones concretas en las que pueden admitirse los "acuerdos temporales". La vaguedad política, también en este caso, como en muchos otros, conduce a la casuística. La falta de un principio general y el intento de enumerar las "condiciones" lleva a que éstas se indiquen de un modo mezquino y, rigurosamente hablando, inexacto. En efecto, ved esas tres condiciones de Starovier: 1) "Las tendencias liberales o de mocrático-liberales" deben "decir de un modo claro e inequívoco que en su lucha contra el Gobierno autócrata se colocan
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resueltamente al lado de la socialdemocracia de Rusia". ¿En qué consiste la diferencia existente entre las tendencias liberales y las tendencias democrático-liberales? La resolución no contiene dato alguno que permita contestar a esta pregunta ¿No consistirá la diferencia en que las tendencias liberales expresan la posición de las capas de la burguesía políticamente menos progresivas, mientras que las tendencias democrático-liberales expresan la posición de las capas más progresivas de la burguesía y de la pequeña burguesía? Si es así ¿¿acaso el camarada Starovier considera posible que las capas menos progresivas (pero, no obstante, progresivas, porque de otro modo no cabría hablar de liberalismo) de la burguesía "se pondrán resueltamente al lado de la socialdemocracia"?? Esto es un absurdo, y aun cuando los representantes de semejante tendencia "lo dijeran de un modo claro e inequívoco " (hipótesis absolutamente imposible), nosotros, Partido del proletariado, estaríamos obligados a no dar crédito a sus declaraciones. Ser liberal y ponerse resueltamente al lado de la socialdemocracia son cosas que se excluyen mutuamente.
   
Y aún más. Supongamos el caso de que las "tendencias liberales o democrático-liberales" declaren de un modo claro e inequívoco que, en su lucha contra la autocracia, se ponen resueltamente al lado de los socialrevolucionarios. Esta hipótesis es mucho menos inverosímil que la del camarada Starovier (en virtud del fondo democrático-burgués de la tendencia de los socialrevolucionarios). Por el sentido de su resolución, en virtud de su vaguedad y carácter casuístico, resulta que en tal caso no son admisibles acuerdos temporales con semejantes liberales. Y, sin embargo, esta consecuencia inevitable de la resolución del camarada Starovier lleva a una tesis francamente falsa. Los acuerdos temporales son
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también admisibles con los socialrevolucionarios (v. la resolución del Congreso sobre ellos), y, por consiguiente, con los Iiberales que se pusieran al lado dé los socialrevolucionarios.
   
Segunda condición: si dichas tendencias "no incluyen en sus programas reivindicaciones que estén en pugna con los intereses de la clase obrera y de la democracia en general, o reivindicaciones que oscurezcan su conciencia". Se repite el mismo error: no ha habido ni puede haber tendencias democrático-liberales que no incluyan en sus programas reivindicaciones que no estén en pugna con los intereses de la clase obrera y no oscurezcan su conciencia (la conciencia del proletariado) Incluso una de las fracciones más democráticas de nuestra tendencia democrático-liberal, la fracción de los socialrevolucionarios, tiene en su programa, embrollado, como todos los programas liberales, reivindicaciones que están en pugna con los intereses de la clase obrera y que oscurecen su conciencia. De este hecho hay que deducir que es imprescindible "desenmascarar la estrechez e insuficiencia del movimiento de liberación de la burguesía", pero en modo alguno que sean inadmisibles los acuerdos temporales.
   
Por último, también la tercera "condición" del camarada Starovier (que los demócratas-liberales hagan consigna de su lucha el derecho al sufragio universal, igual, secreto y directo) es falsa en la forma general que se le ha dado: no sería razonable, en caso alguno, declarar inadmisibles acuerdos temporales y particulares con las tendencias democrático-liberales que propugnaran la consigna de una constitución limitada por los censos, una constitución "menguada" en general. En el fondo, precisamente a este caso correspondería la "tendencia" de los señores del grupo "Osvobozhdenie", pero sería miopía política, incompatible con los principios del marxismo, atarse las manos, prohibiendo de antemano los
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"acuerdos temporales" aunque fuera con los liberales más tímidos.
   
En resumen: la resolución del camarada Starovier, firmada también por los camaradas Mártov y Axelrod, es equivocada, y el III Congreso procederá de un modo razonable en caso de abolirla. Adolece de vaguedad política en su posición teórica y táctica, de casuística en las "condiciones" prácticas que exige. Confunde dos cuestiones distintas : 1) el desenmascaramiento de los rasgos "antirrevolucionarios y antiproletarios" de toda tendencia democrático-liberal y la necesidad de luchar contra estos rasgos, y 2) las condiciones para los acuerdos temporales y particulares con cualquiera de dichas tendencias. No da lo que es preciso dar (un análisis del contenido de clase del liberalismo) y da lo que no es necesario (prescripción de "condiciones"). En un congreso de partido es, en general, absurdo establecer "condiciones" concretas para acuerdos temporales, cuando no se ha presentado todavía ningún contratante determinado -- sujeto del posible acuerdo. Y aunque existiera tal "contratante" sería cien veces más racional dejar que fueran los organismos centrales del Partido quienes establecieran las "condiciones" del acuerdo temporal, como lo ha hecho el Congreso en lo que se refiere a la "tendencia" de los señores socialrevolucionarios (v. la modificación introducida por Plejánov al final de la resolución del camarada Axelrod, págs. 362 y 15 de las actas).
   
Por lo que se refiere a las objeciones de la "minoría" contra la resolución de Plejánov, el único argumento del camarada Mártov decía: la resolución de Plejánov "termina por un argumento mísero: hay que desenmascarar a un hombre de letras. ¿No será eso 'atacar a una mosca con un mazo'?" (pág. 358). Este argumento, en el que la ausencia de ideas se disfraza con la mordaz expresión de "mísero argumento", nos
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proporciona un nuevo modelo de frases pretenciosas. En primer lugar, la resolución de Plejánov habla de "desenmascarar ante el proletariado la estrechez y la insuficiencia del movimiento de liberación de la burguesía en todos los puntos en que se manifiesten esa estrechez y esa insuficiencia". De aquí que sea la más simple de las tonterías la afirmación del camarada Mártov (en el Congreso de la Liga, pág. 88 de las actas) de que "toda la atención debe concentrarse únicamente en Struve, en un solo liberal". En segundo lugar, comparar al señor Struve con una "mosca", cuando se trata de la posibilidad de acuerdos temporales con los liberales rusos, es sacrificar a la mordacidad algo que es de elemental evidencia política. No, el señor Struve no es una mosca, sino una magnitud política, y no es una magnitud por ser personalmente una figura muy destacada. El valor de magnitud política se lo da su posición, su posición de único representante del liberalismo ruso, del liberalismo con cierta organización y capacidad de actuar, en el mundo de la clandestinidad. Por eso, hablar de los liberales rusos y de la actitud de nuestro Partido respecto a ellos y no tener en cuenta precisamente al señor Struve, precisamente a "Osvobozhdenie", es hablar por hablar. ¿O quizás probará el camarada Mártov a indicarnos aunque sea una sola "tendencia liberal o democrático-liberal", en Rusia, que pueda compararse, aunque sea de lejos, en el momento actual, con la tendencia de "Osvobozhdenie"? ¡Sería curioso ver semejante tentativa!*
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"Nada significa el nombre de Struve para los obreros", decía el camarada Kostrov en apoyo del camarada Mártov. Esto, dicho sea sin molestar al camarada Kostrov ni al camarada Mártov, es un argumento a lo Akímov. Como lo del proletariado en caso genitivo[14].
   
¿Para qué obreros "no significa nada el nombre de Struve" (y el nombre de "Osvobozhdenie", citado en la resolución del camarada Plejánov junto al nombre del señor Struve)? Para los obreros que conocen muy poco o no conocen en absoluto las "tendencias liberales y democrático-liberales" de Rusia Cabe preguntar ¿en qué debe consistir la actitud del Congreso de nuestro Partido para con semejantes obreros: en encargar a los miembros del Partido que les hagan conocer a estos obreros la única tendencia definitivamente liberal que existe en Rusia, o en callar un nombre poco conocido de los obreros precisamente porque ellos entienden poco de política? Si el camarada Kostrov, después de dar el primer paso tras
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el camarada Akímov, no quiere dar el segundo, resoIverá seguramente este dilema decidiéndose por lo primero. Y en cuanto lo haya resuelto en este primer sentido verá cuán inconsistente era su argumento. En todo caso, las palabras "Struve" y "Osvobozhdenie", de la resolución de Plejánov, pueden dar a los obreros mucho más que las palabras "tendencia liberal y democrático-liberal" de la resolución de Starovier.
   
Sólo por "Osvobozhdenie" puede conocer en la práctica el obrero ruso, en el momento actual, las tendencias políticas un poco precisas de nuestro liberalismo. Las publicaciones liberales de carácter legal no sirven en este caso, precisamente por su nebulosidad Y nosotros, con el mayor celo (y ante masas obreras lo más amplias posible), debemos dirigir el arma de nuestra crítica contra los elementos de "Osvobozhdenie", para que, en el momento de la revolución que se avecina, el proletariado ruso sepa parar con la verdadera crítica de las armas las inevitables tentativas de los señores de "Osvobozhdenie" por cercenar el carácter democrático de la revolución.
   
Fuera de la "perplejidad" del camarada Iegórov con respecto al "apoyo" que hayamos de prestar al movimiento oposicionista y revolucionario, "perplejidad" que he referido más arriba, la discusión sobre las resoluciones no dio material interesante, y en general casi no hubo discusión.
   
Terminó el Congreso con unas palabras del presidente, en las que se recordó brevemente que las decisiones adoptadas en el Congreso eran obligatorias para todos los miembros del Partido.
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Termínado el análisis de las deliberaciones y votaciones del Congreso, debemos hacer ahora el resumen, para, fundándonos en todos los materiales que proporciona el Congreso, contestar a la pregunta siguiente: ¿cuáles fueron los elementos, grupos y matices que formaron, en definitiva, la mayoría y la minoría que vimos en las elecciones y que estaban destinadas a constituir durante cierto tiempo la división fundamental de nuestro Partido? Es necesario hacer un resumen de todos los datos sobre matices de principios, de teoría y de táctica que ofrecen en tanta abundancia las actas del Congreso. Sin este "resumen" general, sin un cuadro general de todo el Congreso y de todos los agrupamientos más importantes en las votaciones, estos materiales quedarán demasiado fragmentados, dispersos, pareciendo, a primera vista, que los diversos agrupamientos son obra de la casualidad, sobre todo para quien no se tome la molestia de estudiar personalmente y en todos sus aspectos las actas del Congreso (¿serán muchos los lectores que se hayan tomado tal molestia?)
   
En los diarios de sesiones del Parlamento de Inglaterra se encuentra con frecuencia la típica palabra división. La Cámara "se ha dividido" en tal mayoría y tal minoría, se
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dice hablando de la votación de un asunto determinado. La "división" de nuestra cámara socialdemócrata, en las diversas cuestiones tratadas en el Congreso, nos proporciona un cuadro, único en su género, insustituible por lo completo y exacto, de la lucha interna que se desarrolla en el Partido, un cuadro de sus matices y grupos. Para dar relieve a este cuadro, para que sea un verdadero cuadro y no un amontonamiento de hechos y pequeños hechos sin ilación, fragmentados y aislados, para poner término a las discusiones, sin fin y sin sentido, sobre las diversas votaciones (de quién votó a quién y quién apoyó a quién), he decidido intentar representar todos los tipos fundamentales de "división" en nuestro Congreso en forma de diagrama. Semejante procedimiento parecerá, se guramente, extraño a muchos, pero yo dudo de que pueda encontrarse otra forma de exposición que en efecto sintetice y formule los resultados, que sea más completa y más exacta. En las votaciones nominales se puede determinar con absoluta exactitud si este o el otro delegado ha votado a favor o en contra de determinada proposición; y en algunas votaciones importantes no nominales se ptlede determinar esto, por me dio de las actas, con gran aproximación a la verdad. Si al hacerlo se tienen en cuenta todas las votaciones nominales y no nominales en las que se trataba de puntos de alguna importancia (a juzgar, por ejemplo, por lo detallado y apasionado de las discusiones), obtendremos un esquema de la lucha interna de nuestro Partido, esquema que tendrá la máxima objetividad que es posible alcanzar con los materiales de que disponemos. Al hacerlo, en lugar de dar un esquema fotográfico, es decir, en lugar de dar cada votación por separado, procuraremos trazar un cuadro, es decir, presentar todos los tipos principales de votaciones, pasando por alto las diferen-
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cias y variedades que relativamente carecen de importancia y que sólo podrían enredar las cosas. En todo caso, cualquiera podrá, a base de las actas, comprobar cada trazo de nuestro cuadro, completarlo con cualquier votación aislada y, en una palabra, someterlo a crítica, no sólo con consideraciones, dudas e indicaciones sobre casos aislados, sino trazando otro cuadro a base de los mismos materiales.
   
Al hacer figurar en el diagrama cada uno de los delegados que tomaron parte en las votaciones, representaremos gráficamente, de un modo distinto, los cuatro grupos fundamentales que hemos ido siguiendo minuciosamente en el transcurso de todos los debates del Congreso, a saber: 1) iskristas de la mayoría; 2) iskristás de la minoría; 3) "centro", y 4) antiiskristas. En multitud de ejemplos hemos visto la diferencia de matices de principios existente entre estos grupos, y si a al guien le disgustan los nombres que les hemos dado, por recordar excesivamente a los aficionados al zig-zag la organización de Iskra y la tendencia de Iskra, les haremos observar que no se trata de nombres. Ahora, cuando ya hemos seguido los matices en todos los debates del Congreso, pueden sustituirse fácilmente los nombres ya establecidos y habituales en el Partido (pero que hieren ciertos oídos) por la característica de la esencia del matiz de cada grupo. Al hacerlo, obtendremos los siguientes nombres para los cuatro grupos: 1) socialdemócratas revolucionarios consecuentes; 2) pequeños oportunistas; 3) medianos oportunistas y 4) grandes oportunistas (grandes medidas por la escala rusa). Esperemos que estos nombres causarán menos extrañeza a los que desde hace cierto tiempo han empezadD a decir, para sí y para los demás, que "iskrista" es un nombre que sólo comprende un "círculo". y no una tendencia.
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Pasemos a exponer en detalle qué tipos de votaciones "fotografía" el diagrama adjunto (v. el diagrama "Cuadro general de la lucha en el Congreso").
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El primer tipo de votaciones (A) comprende los casos en que a los iskristas se unió el "centro", contra los antiiskristas o contra una parte de éstos. Pertenecen a este tipo la votación del programa en su conjunto (el camarada Akímov fue el único que se abstuvo, los demás votaron a favor), la votación de la resolución de principio contra la federación (todos a favor, menos los cinco bundistas), la votación del artículo segundo de los estatutos del Bund (votaron contra nosotros los cinco bundistas, y hubo cinco abstenciones: Martínov, Akímov, Brúker y Májov con dos votos, y los demás con nosotros): esta votácíón es la representada en el diagrama A. Del mismo tipo fueron luego las tres votaciones sobre la confirmación de Iskra como órgano central del Partido; la redacción (cinco votos) se abstuvo, votaron en contra en las tres votaciones dos personas (Akímov y Brúker) y, además, al votarse los motivos de confirmación de Iskra, se abstuvieron los cinco bundistas y el camarada Martínov*.
   
El tipo de votación que acabamos de examinar contesta a una pregunta de extraordinario interés e importancia: ¿cuándo votó con los iskristas el "centro" del Congreso? Cuando, con contadas excepciones, estaban también con nosotros los antiiskristas (aprobación del programa, confirmación de Iskra prescindiendo de~motivos), o cuando se trataba de declaraciones que no obligan aún directamente a determinada posición política (reconocer el trabajo de organización de Iskra no
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obliga aún a llevar a la práctica su política de organización en cuanto a los grupos particulares; rechazar la federación no impide aún abstenerse cuando se trata de un proyecto concreto de federación, como vimos en el ejemplo del camarada Májov). Ya hemos visto más arriba, al hablar de la significación de los agrupamientos en el Congreso, en general, cuán inexactamente se enfoca este problema en la exposición oficial de la Iskra oficial, que (por boca del camarada Mártov) borra y vela la diferencia entre iskristas y "centro", entre los socialdemócratas revolucionarios consécuentes y los oportunistas, ¡aludiendo a los casos en que también los antiiskristas fueron con nosotros! Incluso los más "derechistas" de los oportunistas alemanes y franceses en los partidos socialdemócratas no votan en contra sobre puntos como el reconocimiento del prográma en su conjunto.
   
El segundo tipo de votaciones (B) comprende los casos en que los iskristas, consecuentes e inconsecuentes, se unieron contra todos los antiiskristas y todo el "centro". Corresponden estos casos, principalmente, a las cuestiones en que se trataba de aplicar los planes concretos y determinados de la política iskrista, cuando se trataba de reconocer a Iskra en la práctica y no sólo de palabra. A este grupo pertenece el incidente con el Comité de Organización *, la prelación del asunto relativo a la situación del Bund en el Partido, la diso-
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lución del grupo "Iuzhni Rabochi", las dos votaciones sobre el programa agrario y, por último, en sexto lugar, la votación contra la Unión de socialdemócratas rusos en el extranjero ("Rabócheie Dielo"), es decir, el reconocimiento de la Liga como única organización del Partido en el extranjero. El viejo espíritu de círculos, anterior a la formación del Partido, los intereses de organizaciones o grupitos oportunistas y una concepción restringida del marxismo luchaban allí con la política, firme y consecuente en los principios, de la socialdemocracia revolucionaria; los iskristas de la minoría estuvieron todavía a nuestro lado en toda una serie de casos, en toda una serie de votaciones de la máxima importancia (desde el punto de vista del Comité de Organización, de "Iuzhni Rabochi" y de "Rabócheie Dielo"). . . , mientras no se trató de su propio espíritu de círculos, de su propia inconsecuencia. Las "divisiones", en el tipo de votaciones que examinamos, demuestran de un modo evidente que en una serie de cuestiones concernientes a la aplicación de nuestros principios, el centro estaba al lado de los antiiskristas, resultaba mucho más próximo a ellos que a nosotros, mucho más inclinado de hecho hacia el ala oportunista que hacia el ala revolucionaria de la socialdemocracia. "Iskristas" de nombre, con verguenza de serlo, ponían al desnudo su naturaleza, y la inevitable lucha provocaba no poca irritación que ocultaba a los espíritus menos reflexivos y más impresionables el sentido de los matices de principio que se revelaban en esa lucha. Pero ahora, cuando se ha calmado algo el ardor de la lucha y han quedado las actas como extracto objetivo de una serie de encarnizadas
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batallas, ahora, sólo quien cierre los ojos puede dejar de ver que no era ni podía ser casualidad la unión de los Májov y Iegórov con los Akímov y los Líber. A Mártov y Axelrod no les queda sino esquivar el análisis completo y minucioso de las actas o intentar, con fecha atrasada, modificar su conducta en el Congreso con toda clase de expresiones de arrepentimiento. ¡Como si con el arrepentimiento pudiera suprimirse la diferencia de opiniones y la diferencia de política! Y como si la actual alianza de Mártov y Axelrod con Akímov, Brúker y Martínov pudiera hacer que nuestro Partido, restaurado en el II Congreso, olvide la lucha que los iskristas sostuvieron contra los antiiskristas durante casi todo el Congreso.
   
El tercer tipo de votaciones del Congreso, que comprende las tres últimas partes del diagrama, de cinco (a saber: C, D y E), se caracteriza por el hecho de que una pequeña parte de los iskristas se separa y pasa al lado de los antiiskristas, que por ello mismo vencen (mientras permanecen en el Congreso). Para seguir con plena exactitud el desarrollo de esta célebre coalición de la minoría iskrista con los antiiskristas, cuya sola mención inducía a Mártov a histéricos mensajes en el Congreso, citamos los tres tipos fundamentales de votaciones nominales de esta clase. C, es la votación sobre la igualdad de derechos de las lenguas (tomando la tercera de las votaciones nominales sobre este punto, por ser la más completa). Todos los antiiskristas y todo el centro se levantan como una muralla contra nosotros, y de los iskristas se separa una parte de la mayoría y una parte de la minoría. No puede verse aún qué iskristas son capaces de una coalición sólida y definitiva con la "derecha" oportunista del Congreso. Sigue la votación de tipo D, sobre el artículo primero de los estatutos (de las dos votaciones hemos tomado la más definida, es decir, la votación en que nadie se abstuvo). La coalición adquiere contor-
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nos de mayor relieve y se hace más sólida [*]: los iskristas de la minoría están ya todos al lado de Akímov y Líber; de los iskristas de la mayoría lo están muy pocos, compensando el paso a nuestro lado de tres delegados del "centro" y uno de los antiiskristas. Una simple ojeada al diagrama bastará para convencerse de qué elementos fueron los que, por casualidad y temporalmente, pasaban ora a un lado ora a otro, y cuáles iban con fuerza irresistible hacia una firme coalición con Akímov. En la última votación (E, elecciones para el Organo Central, para el C.C. y para el Consejo del Partido), que representa precisamente la división definitiva en mayoría y minoría, se ve con claridad la completa fusión de la minoría iskrista con todo el "centro" y con los restos de los antiiskristas. De los ocho antiiskristas sólo quedaba entonces en el Congreso el camarada Brúker (a quien el camarada Akímov había ya explicado su error y que había ocupado en las filas de los martovistas el lugar que de derecho le correspondía). La retirada de los siete oportunistas más "derechistas " decidió la suerte de las elecciones en contra de Mártov**.
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Hagamos ahora un resumen del Congreso, basándonos en datos objetivos sobre ]as votaciones de todo tipo.
   
Mucho se ha hablado del carácter "casual" de la mayoría de nuestro Congreso. Ese fue el único argumento con que se consolaba el camarada Mártov en su "De nuevo en minoría". El diagrama muestra claramente que en un sentido, pero sólo en uno, puede considerarse que la mayoría fuera obra de la casualidad, a saber: en el sentido de que puede decirse que los siete elementos más oportunistas de la "derecha " se retiraron por casualidad. En lo que tenga de casual esta retira da (nada más que en eso) es también obra de la casualidad nuestra mayoría. Mejor que largos razonamientos, una simple ojeada al diagrama demuestra al lado de quién hubiera estado y debiera haber estado el grupo de los siete*. ¿Pero, cabe preguntar, hasta qué punto puede considerarse la retirada de estos siete como obra de la casualidad? Esto es cosa que no gustan de preguntarse los aficionados a hablar de la "casualidad" de la mayoría. Les molesta esa pregunta. ¿Es casualidad que se retiraran los más acérrimos representantes del ala derecha de nuestro Partido, y no del ala izquierda? ¿Es casualidad que se retíraran los oportunistas y no los socialdemócratas revolucionarios consecuentes? ¿No guardará esta retirada "casual" cierta relación con la lucha contra el ala oportunista, que se sostuvo durante todo el Congreso y que con tanta evidencia se señala en nuestro diagrama?
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Basta formular estas preguntas, desagradables para la minoría, para aclararnos cuál es el hecho que se oculta tras las habladurías sobre el carácter casual de la mayoría Es un hecho indudable e indiscutible que la minoría estaba formada por los miembros de nuestro Partido más indinados al oportunismo. Constituyeron la minoría los elementos del Partido menos firmes desde el punto de vista teórico, menos consecuentes en el terreno de los principios. Formó la minoría precisamente el ala derecha del Partido. La división en mayoría y minoría es continuación directa e inevitable de la división de la socialdemocracia en revolucionaria y oportunista, en Montaña y Gironda[15], que no es de ayer, que no sólo existe en el Partido obrero ruso y que, seguramente, no desaparecerá mañana.
   
Este hecho tiene cardinal importancia para explicar los motivos y las peripecias de las divergencias. Tratar de eludir este hecho, negando o disimulando la lucha que tuvo lugar en el Congreso y los matices de principios que en ella se señalaron, significa firmarse a uno mismo el certificado de la más completa pobreza mental y política. Y para refutar ese hecho, hay que demostrar, en primer lugar, que el cuadro general de las votaciones y "divisiones" en el Congreso de nuestro Partido no es como yo lo he expuesto; en segundo lugar, hay que demostrar que, en el fondo de todas las cuestiones por las que "se dividió" el Congreso, estaban equivocados los socialdemócratas revolucionarios más consecuentes, que llevan en Rusia el nombre de iskristas*. ¡Probad a demostrar esto, señores!
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El hecho de que formaran la minoría los elementos más oportunistas, menos firmes y menos consecuentes del Partido, contesta, entre otros, a muchas dudas y a objeciones que dirigen a la mayoría gentes que conocen poco el asunto o no han pensado bastante en la cuestión. ¿No es mezquino, se nos dice, explicar la divergencia por un pequeño error del camarada Mártov y del camarada Axelrod? Sí, señores, el error del camarada Mártov fue pequeño (y yo lo señalé ya en el Congreso, en el ardor de la lucha), pero de ese pequeño error podía resultar (y resultó ) un gran daño, porque al camarada Mártov lo arrastraron a su lado delegados que habían cometido toda una serie de errores, que habían demostrado en toda una serie de cuestiones su inclinación hacia el oportunismo y su inconsecuencia en el terreno de los principios. Hecho individual y sin importancia fue el de mostrar inconsecuencia, por parte del camarada Mártov y del camarada Axelrod; pero no fue ya hecho individual, sino de partido y no por completo privado de importancia, la formación de una minoría muy significativa de todos los elementos menos firmes, de todos aquellos que no reconocian en absoluto la tendencia de Iskra y luchaban francamente contra ella o la reconocían
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de palabra, mientras que de hecho iban constantemente con los antiiskristas.
   
¿No es ridículo explicar la divergencia por el predominio del viejo espíritu rutinario de círculos y de la mentalidad revolucionaria pequeñoburguesa en el pequeño círculo de la vieja redacción de Iskra ? No, no es ridículo, porque en apoyo de ese espíritu de círculos individual se levantó todo lo que en nuestro Partido, durante todo el Congreso, había luchado por el espíritu de círculos en todas sus formas, todo lo que en general no había podido elevarse por encima de la mentalidad revolucionaria pequeñoburguesa, todo lo que invocaba el carácter "histórico" del mal de la mentalidad pequeñoburguesa y del mal de los círculos para justificar y mantener ese mal. Aún podría considerarse, quiza, como casualidad el hecho de que los intereses estrictamente de círculo triunfaran sobre el espíritu de partido en el pequeño círculo de la redacción de Iskra ; pero no fue una casualidad el hecho de que se levantaran en espesa muralla para defender ese espíritu de círculos los Akímov y Brúker, que tenían en igual aprecio (si no en más) la "continuidad histórica" del célebre Comité de Vorónezh y de la famosa "Organización Obrera" de Petersburgo[16], que se levantaran los camaradas Iegórov, llorando el "asesinato" de "Rabócheie Dielo" tan amargamente (si no más) como el "asesinato" de la vieja redacción, que se levantaran los camaradas Májov, etc., etc. Dime con quién andas y te diré quién eres, dice la sabiduría popular. Dime quién es tu aliado político, quién vota por ti y te diré cuál es tu fisonomía política.
   
El pequeño error del camarada Mártov y del camarada Axelrod siguió y podía seguir siendo pequeño mientras no sirvió de punto de partida para una firme alianza entre ellos y toda el ala oportunista de nuestro Partido; mientras, en vir-
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tud de esta alianza, no condujo a una reincidencia del oportunismo, a un desquite de todos aquellos contra quienes luchaba Iskra y que, con inmenso gozo, estaban dispuestos a desahogar toda su rabia en los partidarios consecuentes de la socialdemocracia revolucionaria. Lo ocurrido después del Congreso ha conducido precisamente a que, en la nueva Iskra, veamos justamente una reincidencia del oportunismo, el desquite de los Akímov y Brúker (v. Ia hoja del Comité de Vorónezh)[*], el entusiasmo de los Martínov, que por fin (¡por fin!) se les permitía cocear en la odiada Iskra al odiado "enemigo" por todos los viejos agravios. Esto nos demuestra con singular evidencia hasta qué punto era imprescindible "restablecer la vieja redacción de Iskra (del ultimátum del camarada Starovier, de fecha 3 de noviembre de 1903) para salvaguardar la "continuidad" iskrista. . .
   
De por sí, el hecho de la división del Congreso (y del Partido) en ala izquierda y derecha, en ala revolucionaria y oportunista, no sólo no representaba aún nada terrible ni nada crítico, sino ni siquiera absolutamente nada anormal. Por el contrario, todo el último decenio de la historia de la socialdemocracia rusa (y no sólo de la rusa) llevaba de un modo fatal e ineludible a semejante división. El que el motivo de esta última fuera una serie de bien pequeños errores del ala derecha, de discrepancias sin gran importancia (relativamente), es una circunstancia que (pareciendo chocante a un observador superficial y a un espíritu filisteo) significaba un gran paso hacia adelante de todo nuestro Partido en su conjunto. Antes, divergíamos por grandes problemas que, a veces, hasta podían justificar una escisión; ahora, estamos ya de acuerdo en todo lo grande e importante; ahora, sólo nos separan
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matices, por los cuales se puede y se debe discutir, pero sería absurdo e infantil separarse (como ya ha dicho con toda razón el camarada Plejánov en el interesante artículo "¿Qué es lo que no hay que hacer?", artículo del que aún hemos de volver a hablar). Ahora, cuando la conducta anarquista de la minoría después del Congreso casi ha llevado al Partido a la escisión, es frecuente encontrar sabios que digan: ¿acaso valía, en general, la pena de haber luchado en el Congreso por pequeñeces como el incidente con el Comité de Organización, la disolución del grupo "Iuzhni Rabochi", o "Rabócheie Dielo", el artículo primero, la disolución de la vieja redacción, etc.? Quien así razona* transfiere precisamente el punto de vista de círculos a los asuntos del Partido: la lucha de matices es, en el Partido, inevitable y necesaria, mientras la lucha no lleva a la anarquía y a la escisión, mientras la lucha transcurre en el marco aceptado de común acuerdo por todos los camaradas y miembros del Partido. Y nuestra lucha contra el ala derecha del Partido en el Congreso, contra Akímov y Axelrod, contra Martínov y Mártov en nada se salió de ese marco.
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Bastará, aunque sólo sea, recordar dos hechos que lo atestiguan del modo más indiscutible: 1) cuando los camaradas Martínov y Akímov se retiraron del Congreso, todos estábamos dispuestos a eliminar por todos los medios la idea de "agravio", todos adoptamos (por 32 votos) la resolución de Trotski, que invitaba a estos camaradas a darse por satisfechos con las explicaciones y a retirar su declaración; 2) cuando se llegó a la elección de los organismos centrales, nosotros concedíarnos a la minoría (o ala oportunista) del Congreso la minoría en ambos organismos : a Mártov en el Organo Central, a Popov, en el C.C. No podíamos proceder de otro modo desde el punto de vista de partido, ya que aún antes del Congreso habíamos decidido elegir dos tríos. Si no era considerable la diferencia de matices que se señaló en el Congreso, tampoco era considerable la consecuencia práctica que nosotros deducíamos de la lucha de tales matices: consecuencia que se reducía exclusivamente a la necesidad de atribuir a la mayoría del Congreso del Partido los dos tercios en ambos tríos.
   
Sóío el que la minoría del Congreso del Partido no estuviera conforme con ser minoría en los organismos centrales condujo, primero, al "blandengue lloriqueo" de intelectuales derrotados, y después a frases anarquistas y actos anarquistas.
   
Para terminar, echemos una nueva ojeada al diagrama, desde el punto de vista de la composición de los organismos centrales. Es completamente natural que, además del problema de los matices, se planteara también ante los delegados, en las elecciones, el problema de la aptitud, de la capacidad de trabajo, etc. de esta o de la otra persona. La minoría recurre ahora gustosamente a la confusión de estos problemas. Pero es evidente que son problemas distintos y lo demuestra aunque sólo sea el sencillo hecho de que, aún antes del Con-
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greso, cuando absolutamente nadie podía prever la alianza de Mártov y Axelrod con Martínov y Akímov, se proyectó la elección del trío inicial para el Organo Central. A cuestiones distintas tiene también que buscarse solución por distintos medios: al problema de los matices debemos buscarle solución en las actas del Congreso, en la discusión pública y en la votación de todos y cada uno de los puntos. El problema de la aptitud de las personas, según acordamos todos en el Congreso, había de decidirse en votaciones secretas. ¿Por qué adoptó semejante resolución todo el Congreso por unanimidad? La cuestión es tan elemental que resulta extraño examinarla. Pero la minoría (después de su derrota en las elecciones) ha empezado a olvidar hasta el abecé. Hemos oído torrentes de discursos ardientes, apasionados, excitados casi hasta la locura, en defensa de la vieja redacción, pero absolutamente nada hemos oído de los matices que en el Congreso guardaban relación con la lucha por los seis y los tres. Oímos haklar y charlar por todas las esquinas de incapacidad para el trabajo, de ineptitud, de malas intenciones, etc, refiriéndose a las personas elegidas para el C.C., pero no oímos absolutamente nada sobre los matices que en el Congreso lucharon por el predominio en el Comité Central. A mí me parece que fuera del Congreso es indigno e indecoroso hablar y charlar de aptitudes y actos de la gente (porque estos actos, en el 99 por ciento de los casos, constituyen un secreto de organización que sólo debe descubrirse a la instancia superior del Partido). Estoy convencido de que luchar fuera del Congreso por medio de semejantes habladurías significaría luchar por medio de chismes. Y la única respuesta que podría dar a la gente respecto a tales habladurías sería indicarles la lucha en el Congreso: decís que el C.C. ha sido elegido por una pequeña mayoría. Es verdad. Pero esa pequeña mayoría la
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constituían todos los que, del modo más consecuente, no de palabra, sino en la práctica, luchaban para realizar los planes iskristas. La autoridad moral de tal mayoría debe estar, por ello, muchísimo más alta aún que su autoridad formal, para todo el que tenga en más la continuidad de la tendencia de Iskra que la de cualquiera de los círculos de Iskra. ¿Quién era más competente para juzgar de la aptitud de estas o las otras personas para llevar a la práctica la política de Iskra ? ¿Los que habían aplicado esta política en el Congreso, o los que, en toda una serie de casos, habían luchado contra dicha política, defendiendo toda clase de cosas atrasadas, toda clase de morrallas, toda clase de espíritu de círculos?
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El análisis de los debates y votaciones del Congreso, que acabamos de terminar, explica in nuce (en embrión) todo lo ocurrido después del Congreso, y podemos ser breves al señalar las etapas siguientes en la crisis de nuestro Partido.
   
La negativa de Mártov y Popov a hacerse elegir dio en seguida un tono de querella a la lucha de los matices de partido dentro del mismo. El camarada Gliébov, considerando inverosímil que los redactores no elegidos hubieran decidido seriamente volverse hacia Akímov y Martínov, y explicándose lo sucedido más que nada por exaltación, nos propuso, a Plejánov y a mí, al día siguiente de terminar el Congreso, que acabáramos por una paz, "cooptando" a los cuatro con la condición de que se asegurara una representación de la redacción en el Consejo (es decir, que de dos representantes, uno perteneciera necesariamente a la mayoría del Partido ). Esta condición nos pareció, a Plejánov y a mí, razonable, ya que aceptarla significaba reconocer tácitamente el error cometido en el Congreso, significaba un deseo de paz y no de guerra, un deseo de estar más cerca de mí y de Plejánov que de Akímov y Martínov, Iegórov y Májov. La concesión en lo tocante a la "cooptación" adquiría de ese modo un carácter personal, y no valía la pena de negarse a una concesión personal que había de calmar la irritación y restablecer
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la paz. Por ello dimos, Plejánov y yo, nuestro consentimiento. La mayoría de la redacción rechazó la condición. Gliébov se marchó. Nosotros esperamos las consecuencias: ¿se mantendría Mártov en el terreno leal en que se había colocado (contra el camarada Popov, representante del centro) en el Congreso, o se impondrían los elementos inestables e inclinados a la escisión, a los que había seguido?
   
Estábamos ante el dilema siguiente: ¿tendría el camarada Mártov a bien considerar su "coalición" en el Congreso como un hecho político aislado (como había sido un hecho aislado la coalición de Bebel con Vollmar en 1895, si licet parva componere magnis [*]), o querrá afianzar esa coalición, encaminará todos los esfuerzos a demostrar el error cometido por mí y por Plejánov en el Congreso, se convertirá en verdadero adalid del ala oportunista de nuestro Partido? Dicho de otro modo, este dilema se expresaba en las palabras siguientes: ¿querella o lucha política de Partido? De nosotros tres que, al día siguiente de la terminación del Congreso, éramos los únicos miembros presentes de los organismos centrales, Gliébov era el más inclinado a resolver el dilema en el primer sentido y el que más procuraba reconciliar a los niños que habían peleado. Por la segunda variante se inclinaba más bien el camarada Plejánov, al que, materialmente, no había modo de acercarse. Yo desempeñaba en aquella ocasión el papel de "centro" o de "charca" y procuré convencer. Tratar de reconstruir ahora esos argumentos verbales sería meterse en un laberinto, y no seguiré el mal ejemplo del camarada Mártov ni del camarada Plejánov. Pero considero imprescindible reproducir algunos pasajes de algunos pasajes persuasivos que dirigí por escrito a uno de los iskristas de la "minoría":
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. . . "La negativa de Mártov a formar parte de la redacción, su negativa a colaborar. así como la de otros literatos del Partido, la negativa de toda una serie de personas a trabajar para el C.C., Ia propaganda de ideas de boicot o de resistencia pasiva, todo ello conducirá inevitablemente, aun contra la voluntad de Mártov y sus amigos, a una escisión en el Partido. Induso si Mártov se mantiene en terreno leal (en el que tan decididamente se ha colocado en el Congreso), los demás no se mantendrán, y el final que he indicado será inevitable. . .
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Este trío, después de lo sucedido en el Congreso, legalizaba, sin duda alguna, una línea que, en el terreno político y en el de organización se dirigia en cierto sentido contra Mártov. Desde luego. Pero ¿habíamos de romper por ello? ¿Escindir por ello el Partido? ¿No habían estado Mártov y Plejánov contra mí en la cuestión de las manifestaciones? ¿No estuvimos Mártov y yo contra Plejánov en lo tocante al programa? ¿No está siempre dirigido todo grupo de tres, por uno de sus lados, contra cada una de las personas que lo forman? Si la mayoría de los iskristas, tanto en la organización de Iskra como en el Congreso, había juzgado erróneo ese matiz especial de la línea de Mártov en el terreno de organización y en el político, ¿no son, en verdad, descabellados los intentos de explicar esto por 'maquinaciones' y 'azuzamientos', etc.? ¿No hubiera sido descabellado querer refutar este hecho tildando a la mayoría de 'gentuza'?
   
He creído necesario reproducir ahora estas declaraciones mías, hechas por escrito, porque demuestran exactamente que la mayoría deseaba establecer inmediatamente cierta línea de demarcación entre las ofensas personales posibles (e inevitable en una lucha encarnizada), la irritación personal por lo duro y "furioso" de los ataques, por una parte, y determinado error político, determinada línea política (la coalición con el ala derecha), por otra.
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Estas declaraciones demuestran que la resistencia pasiva de la minoría comenzó inmediatamente después del Congreso y provocó en seguida por nuestra parte la advertencia de que aquello era un paso hacia la escisión del Partido ; de que estaba directamente en pugna con las declaraciones de lealtad hechas en el Congreso ; de que sería una escisión exclusivamente motivada por la separación de los organismos centrales (es decir, por no haber sido elegidos), porque nadie había pensado nunca en separar a ninguno de los miembros del Partido del trabajo ; de que la divergencia política entre nosotros (inevitable mientras no esté aclarada y resuelta la cuestión de si fue en el Congreso la línea de Mártov o la nuestra la equivocada) empieza a degenerar cada vez más en querella con injurias, sospechas, etc., etc.
   
De nada sirvieron las advertencias. La conducta de la minoría demostraba que se imponían entre ella los elementos menos firmes, los que menos apreciaban al Partido. Esto nos obligó, a Plejánov y a mí, a retirar nuestro consentimiento a la proposición de Gliébov: porque, en efecto, si la minoría daba en sus actos pruebas de vacilación política, no sólo en el terreno de los principios, sino en el de la más elemental lealtad al Partido, ¿qué valor podían tener ya las palabras acerca de la decantada "continuidad"? ¡Nadie ha ironizado con más agudeza que Plejánov sobre lo absurdo que era exigir que "se cooptara" para la redacción de partido a una mayoría de personas que hablaban francamente de sus nuevas y crecientes discrepancias! ¿En qué parte del mundo se ha visto que antes de explicar en la prensa, ante el Partido, las nuevas discrepancias, la mayoría del Partido en los organismos centrales se convierta a sí misma en minoría? ¡Expónganse antes las discrepancias, juzgue el Partido de su profundidad e importancia, corrija el Partido mismo el error que ha cometído
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en el II Congreso, si es que se demuestra que ha habido algún error! El mero hecho de formular semejante exigencia en nombre de discrepancias aún desconocidas demostraba la plena inestabilidad de quienes lo exigían, la degeneración de divergencias políticas en una querella, una total falta de consideración hacia todo el Partido y hacia sus propias convicciones. No ha habido aún y no habrá nunca en el mundo personas convencidas en principio que renuncien a convencer, hasta obtener (por vía privada ) la mayoría en el organismo que se proponen convencer.
   
Por fin, el 4 de octubre, el camarada Plejánov declara que va a hacer el último intento de acabar con ese absurdo. Se reúnen los seis miembros de la vieja redacción en presencia de un nuevo miembro del C.C.* Tres horas enteras se pasa el camarada Plejánov demostrando que es absurdo exigir la "cooptación" de cuatro de la "minoría" por dos de la "mayoría". Propone la cooptación de dos, por una parte, para eliminar el temor de que queramos "atropellar", aplastar, rechazar, sentenciar y enterrar a alguien, y por otra parte, para salvaguardar los derechos y la posición de la "mayoría" del Partido. La cooptación de dos es igualmente rechazada.
   
El 6 de octubre, Plejánov y yo escribimos una carta oficial a todos los antiguos redactores de Iskra y a su colaborador, camarada Trotski, en los términos siguientes:
   
"Estimados camaradas: La tedacción del Organo Central se considera en el deber de expresar oficialmente cuánto lamenta vuestro apartamiento de la colaboración en Iskra y Zariá. A pesar de las repetidas invitaciones a colaborar que hemos hecho inmediatamente después del II Congreso
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del Partido y que hemos tepetido más de una vez con posterioridad, no hemos recibido de vosotros ni una sola obra literaria. La redacción del Organo Central declara que no cree haber provocado en modo alguno vuestro apartamiento de esa colaboracion. Ninguna irritación personal debe, naturalmente, ser obstáculo para el trabajo en el Organo Central del Partido. Si vuestro apartamiento se debe a una divergencia de opi niones entre vosotros y nosotros, consideraríamos de extraordinaria uti lidad, en interés del Partido, una exposición detallada de tales discre pancias. Aún más. Consideraríamos muy deseable qae el carácter y la profundidad de tales discrepancias se pongan cuanto antes en claro ante todo el Partido en las páginas de las publicaciones que redactamos"[*].
   
Como ve el lector, seguiamos aún sin ver claramente si en los actos de la "minoría" predominaba la irritación personal o el deseo de imprimir al Organo (y al Partido) un rumbo nueuo ; qué rumbo y en qué debía consistir. Yo creo que si ahora mismo se pusieran los 70 interpretadores a explicar este problema, a base de todas las publicaciones y de todos los testimonios que se quisiera, nunca llegarian a poner en claro ese embrollo. Muy pocas veces puede ponerse en claro una querella: hay que cortar por lo sano o apartarse**.
   
A la carta del 6 de octubre nos contestaron Axelrod, Zasúlich, Starovier, Trotski y Koltzov con un par de renglones, diciendo que los firmantes no aceptaban participación alguna en Iskra desde el momento de su paso a manos de una nueva
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redacción. El camarada Mártov fue más explícito y nos honró con la respuesta siguiente;
   
"A la redacción del Organo Central del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Estimados camaradas: En respuesta a vuestra carta del 6 de octubre, declaro lo siguiente: Considero que todas nuestras explicaciones sobre el trabajo en común en un mismo órgano han terminado después de la reunión que tuvo lugar en presencia de un miembro del C.C. el 4 de octubre, reunión en la que vosotros os negasteis a contestar sobre las causas que os habían inducido a retirar la proposición que nos habíais hecho, en el sentido de que Axelrod, Zasúlich, Starovier y yo entraramos a formar parte de la redacción con la condición de comprometernos a elegir al camarada Lenin 'representante' nuestro en el Consejo. Después de que en la mencionada reunión rehuísteis repetidas veces formular vuestras propias declaraciones, hechas ante testigos, yo no considero necesario explicar en una carta dirigida a vosotros los motivos de mi negativa a trabajar en Iskra en las condiciones actuales. Cuando haga falta, hablaré de esto detalladamente ante todo el Partido, que ya por las actas del II Congreso sabrá por qué he rechazado la proposición, que ahora repetís vosotros, de ocupar un puesto en la redacción y en el Consejo. . .[*]
L. Mártov "    
Esta carta, juntamente con los documentos precedentes, explica de un modo irrefutable la cuestión del boicot, de la desorganización, de la anarquía y de la preparación de la escisión, que con tanto celo (con admiraciones y puntos suspensivos) evita el camarada Mártov en su "Estado de sitio", la cuestión de los medios de lucha leales y desleales.
   
Se ofrece al camarada Mártov y a otros que expongan las discrepancias, se les ruega que digan con franqueza qué es lo que pasa y qué es lo que se proponen, se les persuade de que dejen sus caprichos y pongan tranquilamente en claro el error sobre el artículo primero (ligado de un modo indisoluble al error del viraje hacia la derecha), y el camarada Mártov y
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compañía se niegan a hablar, y gritan: ¡Nos asedian, nos atropellan! Las ironías de que fue objeto la "palabra terrible" no han enfriado el ardor de estas cómicas lamentaciones.
   
Porque ¿cómo se puede asediar al que se niega a trabajar en común? -- le preguntábamos al camarada Mártov --. ¿¿Cómo puede agraviarse, "atropellarse" y oprimirse a una minoría cuando se niega a ser minoría?? Porque el estar en una minoría significa, absoluta e indefectiblemente, ciertas desventajas para el que ha quedado en minoría. Estas desventajas consisten, bien en la necesidad de formar parte de un organismo en el que se impondrá la mayoría en determinados problemas, bien en la necesidad de quedarse fuera del organismo, atacándolo y exponiéndose, por consiguiente, al fuego de bien fortificadas baterías.
   
¿Es que con sus gritos sobre el "Estado de sitio" quería el camarada Mártov decir que se luchaba de un modo injusto y desleal contra los que habían quedado en minoría, o que se les dirigía de ese modo? Solamente esta tesis hubiera tenido (a los ojos de Mártov) cuando menos una sombra de razón, porque, repito, el estar en minoría trae consigo, de un modo obligado e indefectible, ciertas desventajas. ¡Pero lo cómico está precisamente en que no había manera de luchar contra el camarada Mártov mientras él se negaba a hablar con nosotros! ¡No había manera de dirigir la minoría mientras se negara a ser minoría!
   
Ni un solo caso de abuso de autoridad o de exceso de poder pudo demostrar el camarada Mártov respecto a la redacción del Organo Central cuando Plejánov y yo estábamos en ella. Ni un solo caso han demostrado tampoco los militantes prácticos de la minoría por parte del Comité Central. Por muchas vueltas que le dé ahora el camarada Mártov en su
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"Estado de sitio", queda como hecho incontrovertible que en las lamentaciones sobre el "estado de sitio" no había absolutamente nada más que "lloriqueo blandengue" .
   
La carencia total de argumentos razonables contra la redacción nombrada por el Congreso, por parte del camarada Mártov y compañía, ilustra mejor que nada su frasecilla: "Nosotros no somos siervos" ("Estado de sitio", pág. 34). En esta frase se trasluce con notable nitidez la psicología del intelectual burgués, que se considera un "espíritu selecto", por encima de la organización de masas y de la disciplina de masas. Explicar la negativa a trabajar en el Partido diciendo "nosotros no somos siervos", es descubrirse por entero, reconocer una completa carencia de argumentos, una total incapacidad de motivar, una ausencia total de causas razonables de descontento. Plejánov y yo declaramos considerar que, por nuestra parte, nada ha provocado la negativa, rogamos que se expongan las discrepancias y se nos contesta: "nosotros no somos siervos" (añadiendo: aún no hemos llegado a un arreglo por lo que hace a la cooptación).
   
Para el individualismo propio de intelectuales, que ya se asomó en los debates sobre el artículo primero, descubriendo su inclinación hacia los razonamientos oportunistas y las frases anarquistas, toda organización y toda disciplina proletarias son un avasallamiento feudal. Pronto sabrán los lectores que también el nuevo Congreso del Partido es para estos "militantes" y "funcionarios" del Partido una institución feudal, terrible e insoportable para los "espíritus selectos". . . Y, en efecto, es una "institución" terrible para los que quieren aprovecharse de su título de miembros del Partido, pero que se dan cuenta de que ese título no corresponde a los intereses del Partido y a la voluntad del Partido.
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Las resoluciones de los comités, que he enumerado en mi carta a la redacción de la nueva Iskta y que el camarada Mártov ha insertado en su "Estado de sitio" demuestran de hecho que la conducta de la minoría fue una constante insubordinación a las decisiones del Congreso, una desorganización del trabajo práctico positivo. Compuesta de oportunistas y gentes que odiaban a Iskra, la minoría destrozaba el Partido, estropeaba, desorganizaba el trabajo, buscando venganza por la derrota sufrida en el Congreso y comprendiendo que, por medios honrados y leales (explicando las cosas en la prensa o en el Congreso?, no lograría nunca refutar la acusación de oportunismo e mconsecuencia propia de intelectuales de que había sido objeto en el II Congreso. Comprendiendo su impotencia para convencer al Partido, actuaban desorganizando al Partido y entorpeciendo todo el trabajo. Se les echaba en cara que (por la confusión que habían sembrado en el Congreso) habían quebrado nuestro vaso y ellos contestaban al reproche procurando por todos los medios que se acabara de romper el vaso ya quebrado.
   
La confusión llegó a tal punto que el boicot y la negativa a colaborar se declaraban "medios honrados "* de lucha. El camarada Mártov no hace ahora más que dar vueltas alrededor de este delicado punto. ¡Está tan aferrado a los "principios", que defiende el boicot . . . cuando lo hace la minoría y lo censura cuando constituye una amenaza para el propio Mártov, una vez que se encuentra en la mayoría!
   
Yo creo que, por lo que se refiere a los medios de lucha honrados en el Partido Obrero Socialdemócrata, podemos pasar por alto la cuestión sin establecer si es "discrepancia de principio" o querella.
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Después de haber intentado en vano (4 y 6 de octubre) obtener una explicación por parte de los camaradas que habían iniciado la historia a causa de la "cooptación", no les quedaba a los organismos centrales sino ver qué sería en la práctica la lealtad de lucha que habían prometido de palabra. El 10 de octubre, el C.C. dirige una circular a la Liga (v. actas de la Liga, págs. 3-5), poniendo en su conocimiento que está redactando unos estatutos e invitando a los miembros de la Liga a colaborar. La administración de la Liga había denegado por aquel entonces la celebración de un congreso (por dos votos contra uno; v. pág. 20, lug. cit.). Las respuestas de los partidarios de la minoría a dicha circular demostraron en seguida que la decantada lealtad y aceptación de las decisiones del Congreso no eran más que frases, y que, en realidad, la minoría había decidido terminantemente no someterse a los organismos centrales del Partido, contestando a sus llama mientos para una labor en común con frases llenas de sofismas y palabras anarquistas. A la célebre carta abierta de uno de los miembros de la administración, Deich (pág. 10), contestamos, Plejánov, otros partidarios de la mayoría y yo, con una enérgica nota de "protesta contra las burdas infracciones de la disciplina del Partido que permiten a una persona que desempeñe un cargo en la Liga entorpecer el trabajo de organización de una institución del Partido y llamar a otros camaradas a idéntica violación de la disciplina y de los estatutos. Frases como 'no me considero autorizado a tomar parte en semejante trabajo por invitación del C.C.' o 'camaradas, de ningún modo debemos confiarle (al C.C.) la redacción de los nuevos estatutos de la Liga', etc., son procedimientos de agi-
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tación de un tipo que sólo puede despertar indignación en cualquier persona que entienda lo más mínimo lo que significan los conceptos de partido, organización y disciplina de partido. Semejantes procedimientos producen tanta mayor indignación cuanto que se dirigen contra un organismo del Partido que acaba de ser creado y representan, por tanto, una tentativa indudable de privarle de la confianza de los camaradas del Partido; además, se ponen en circulación bajo el nombre de un miembro de la administración de la Liga y a espaldas del C.C." (pág. 17).
   
En semejantes condiciones, el Congreso de la Liga prometía no ser más que un escándalo.
   
El camarada Mártov, desde el primer momento, continuó la táctica que seguía en el Congreso de "indagar en conciencia ajena", esta vez en la del camarada Plejánov, desvirtuando conversaciones particulares. El camarada Plejánov protesta y el camarada Mártov se ve obligado a retirar (págs. 39 y 134 de las actas de la Liga) palabras de reproche pronunciadas a la ligera o por irritación.
   
Llega el momento del informe. Yo había sido delegado de la Liga en el Congreso del Partido. Con una simple ojeada al resumen de mi informe (págs. 43 y siguientes)* verán los lectores que yo hice un bosquejo del mismo análisis de las votaciones del Congreso que en forma detallada constituye el contenido del presente folleto. El centro de gravedad de mi informe iba dirigido precisamente a probar que Mártov y compañía, a consecuencia de los errores por ellos cometidos, habían quedado en el ala oportunista de nuestro Partido. A
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pesar de que hice mi informe ante una mayoría de los más rabiosos adversarios, nada absolutamente pudieron descubrir en él que se apartara de los procedimientos leales de lucha y polémica del Partido.
   
El informe de Mártov, en cambio, prescindiendo de pequeñas "enmiendas" particulares a mi exposición (ya hemos demostrado más arriba que estas enmiendas eran inexactas) representaba. . . algo así como un producto de unos nervios enfermos.
   
Nada es extraño que la mayoría se negara a luchar en semejante atmósfera. El camarada Plejánov protestó contra el "escándalo " (pág. 68) -- ¡en efecto, había sido un verdadero "escándalo"! -- y se retiró del Congreso, no queriendo exponer las objeciones que ya tenía preparadas sobre el fondo del informe. Igualmente se retiraron del Congreso casi todos los demás partidarios de la mayoría, consignando por escrito su protesta contra "la indigna conducta" del camarada Mártov (pág. 75 de las actas de la Liga).
   
Todo el mundo veía con entera claridad cuáles eran los procedimientos de lucha de la minoría. Nosotros echábamos en cara a la minoría el error político cometido en el Congreso, su viraje hacia el oportunismo, su coalición con los bundistas, con los Akímov, los Brúker, los Iegórov y los Májov. La minoría había sufrido una derrota en el Congreso y "fraguaba" en aquel momento dos precedimientos de lucha, que comprendían toda la infinita variedad de ataques por sorpresa, a saltos, golpes de mano, etc.
   
Primer procedimiento : desorganizar todo el trabajo del Partido, estropear las cosas, procurar entorpecerlo todo "sin explicar las causas".
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Segundo procedimiento : armar "escándalos", etc., etc.[*]
   
Este "segundo procedimiento de lucha" aparece también en las decantadas resoluciones de "principio" de la Liga, en cuyo examen, naturalmente, no tomó parte la "mayoría". Veamos más de cerca estas resoluciones, que el camarada Mártov ha reimpreso ahora en su "Estado de sitio".
   
La primera resolución, firmada por los camaradas Trotski, Fomín, Deich y otros, contiene dos tesis, dirigidas contra la "mayoría" del Congreso de Partido: 1) "La Liga expresa su profundo sentimiento ante el hecho de que, merced a las tendencias surgidas en el Congreso, contrarias en el fondo a la política anterior de Iskra, no se haya concedido la debida atención, al redactarse los estatutos del Partido, al problema de establecer garantias suficientes para asegurar la independencia y la autoridad del C.C." (pág. 83 de las actas de la Liga).
   
Esta tesis "de principio" se reduce, según ya hemos visto, ¡a la frase de Akímov, cuyo carácter oportunista fue desenmascarado en el Congreso del Partido incluso por el camarada Popov! En el fondo, nunca fueron más que chismes todo lo que se habló de que la "mayoría" no pensaba salvaguardar la independencia y la autoridad del C.C. Baste decir que, cuando Plejánov y yo estábamos en la redacción, no teníamos en el Consejo predominio del Organo Central sobre el Comité
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Central, mientras que cuando los martovistas entraron en la redacción, resultó en el Consejo un predominio del Organo Central sobre el Comité Central. Cuando nosotros estábamos en la redacción, en el Consejo predominaban los militantes prácticos que trabajan en Rusia sobre los literatos que residen en el extranjero; con los martovistas resultó lo contrario. Mientras nosotros estábamos en la redacción, ni una sola vez intentó el Consejo intervenir en ningún problema práctico ; desde el momento de la cooptación por unanimidad, comenzó semejante intervención, según podrán verlo de un modo completo más adelante los lectores.
   
La tesis siguiente de la resolución que examinamos decía: ". . . al formar los organismos centrales oficiales del Partido, el Congreso prescindía de las relaciones de continuidad con los ya formados de hecho. . ."
   
Esta tesis se reduce, por entero, al problema de la composición personal de los organismos centrales. La "minoría" prefirió dejar de lado el hecho de que los viejos organismos centrales habían demostrado en el Congreso su incapacidad y cometido una serie de errores. Pero lo más cómico es la alusión a la "continuidad" en lo tocante al Comité de Organización. En el Congreso, según hemos visto, nadie dijo una palabra de confirmar a todos los miembros de dicho Comité. Mártov profirió en el Congreso exaltados gritos sobre la ver guenza que para él representaba figurar en una lista con tres miembros de este Comité. En el Congreso, la "minoría" propuso su última lista con un miembro del Comité de Organización (Popov, Gliébov o Fomín y Trotski), mientras que la "mayoría" hizo triunfar una lista con dos miembros de dicho Comité (Travinski, Vasíliev y Gliébov). Cabe preguntar: ¿acaso esta alusión a la "continuidad" puede calificarse de "discrepancia de principios"?
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Pasemos a la otra resolución, firmada por cuatro miembros de la vieja redacción con el camarada Axelrod al frente. Encontramos en ella todas las principales acusaciones contrá la "mayoría", repetidas más de una vez en la prensa. Lo más conveniente es examinarlas precisamente tal como las formularon los miembros del círculo de redactores. Las acusaciones van dirigidas contra "el sistema burócrata-autocrático de dirigir el Partido", contra el "centralismo burocrático", que, a diferencia del "centralismo verdaderamente socialdemócrata", se define del modo siguiente: "No coloca en primer plano la unidad interna, sino la externa, la unidad formal, realizada y defendida por medios puramente mecánicos, aplastando sistemáticamente la iniciativa individual y la actuación social"; de aquí que resulte "por su misma esencia incapaz de unificar orgánicamente los elementos que componen la sociedad".
   
Alá sabrá a qué "sociedad" se refieren aqui el camarada Axelrod y compañía. Por lo visto, el mismo camarada Axelrod no sabía muy bien si escribía el mensaje de un zemstvo sobre las reformas que serían de désear en la administración, o exponia las quejas de la "minoría". ¿Qué puede querer decir lo de la "autocracia" en el Partido, sobre la que chillan los "redactores" descontentos? La autocracia es el poder supremo, incontrolado, irresponsable y no electivo de una persona. Por las publicaciones de la "minoría", se sabe perfectamente que como semejante autócrata se me considera a mí, y a nadie más. Cuando se redactó y se aprobó la resolución que ahora examinamos, yo estaba en el Organo Central juntamente con Plejánov. Por consiguiente, el camarada Axelrod y compañía quieren decir que están convencidos de que tanto Plejánov, como todos los miembros del Comité Central, "no dirigían el Partido" de acuerdo con su concepto del bien de la causa, sino siguiendo la voluntad del autócrata
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Lenin. El acusar de dirección autócrata conduce, necesaria e inevitablemente, a reconocer que todos los demás miembros de la dirección, menos el autócrata, son meros instrumentos en manos ajenas, peones, ejecutores de una voluntad ajena. Y nosotros preguntamos una y otra vez: ¿es en verdad posible que sea ésta la "discrepancia de principio" del respetabilísimo camarada Axelrod?
   
Prosigamos. ¿De qué unidad exterior, formal, hablan aquí nuestros "miembros del Partido", que acaban de volver de un Congreso del Partido, cuyas decisiones han reconocido solemnemente como legítimas? ¿No conocerán, fuera del Congreso del Partido, otro medio de conseguir la unidad de un partido organizado sobre la base de principios más o menos firmes? Si es así, ¿por qué no tienen el valor de decir claramente que ya no consideran legítimo el II Congreso? ¿Por qué no prueban a exponernos sus nuevas ideas y los nuevos medios de conseguir la unidad en el supuesto partido supuestamente organizado?
   
Prosigamos. ¿De qué "iniciativa individual aplastada" hablan nuestros intelectuales individualistas, a quienes un momento antes había rogado nuestro Organo Central que expusieran sus discrepancias y que, en lugar de hacerlo, regateaban sobre la "cooptación"? ¿Cómo es posible, en general, que Plejánov y yo o el C.C. aplastáramos la iniciativa y la actuación individual de gentes que se negaban a toda "actuación" con nosotros? ¿Cómo puede "aplastarse" a alguien en un organismo o grupo en que se han negado a tomar parte los sojuzgados? ¿Cómo pueden quejarse los redactores no elegidos del "sistema de dirección", cuando se han negado a "ser dirigidos"? No pudimos nosotros cometer falta alguna al dirigir a nuestros camaradas, por la sencilla razón de que
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estos camaradas no trabajaban en absoluto bajo nuestra dirección.
   
Está claro, me parece, que los clamores contra el famoso burocratismo no son más que un medio de encubrir el descontento por la composición de los organismos centrales, no son más que una hoja de parra que oculta una palabra solemnemente empeñada en el Congreso y a la que se ha faltado. ¡Eres un burócrata, porque has sido designado por el Congreso sin mi voluntad y contra ella! ¡Eres un formalista, porque te apoyas en las decisiones formales del Congreso, y no en mi consentimiento! ¡Obras de un modo brutalmente mecánico, porque te remites a la mayoría "mecánica" del Congreso del Partido y no prestas atención a mi deseo de ser cooptado! ¡Eres un autócrata, porque no quieres poner el poder en manos de la vieja tertulia de buenos compadres que defienden su "continuidad" de círculo con tanta mayor energía cuanto que le es más desagradable la desaprobación directa de ese mismo espíritu de círculo por parte del Congreso.
   
Ningún contenido real, fuera del indicado, tuvo ni tiene ese griterío sobre el burocratismo*. Y precisamente este método de lucha no hace sino probar una vez más la inestabilidad intelectual de la minoría. Quería convencer al Partido de que no habían sido bien elegidos los organismos centrales. ¿Cómo? ¿Criticando la Iskra que habíamos dirigido Plejánov y yo? No, no tenían fuerzas para hacerlo. Quisieron convencerle por la negativa de un sector del Partido a trabajar bajo la dirección de los odiados organismos centrales. Pero ningún organismo central de ningún partido del mundo podrá
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demostrar que es capaz de dirigir a personas que no quieran someterse a la dirección. No someterse a la dirección de los organismos centrales equivale a una negativa a seguir en el Partido, equivale a deshacer el Partido, no es una medida de persuasión, sino una medida de destrucción. Y precisamente el trocar de este modo la persuasión por la destrucción demuestra una falta de firmeza de principios, una falta de fe en las ideas propias.
   
Se habla de burocratismo. Burocratismo puede traducirse al ruso por una palabra: puestismo. Burocratismo es subordinar los intereses de la causa a los intereses de la carrera, es conceder la más profunda atención a los puestos y desentenderse del trabajo, pelearse por la cooptación, en lugar de luchar por las ideas. Semejante burocratismo, en efecto, es, sin duda alguna, indeseable y perjudicial para el Partido, y yo dejo con toda tranquilidad al lector que juzgue cuál de los dos bandos actualmente en lucha dentro de nuestro Partido adolece de tal burocratismo. . . Se habla de procedimientos toscamente mecánicos en la unificación. Desde luego, los procedimientos toscamente mecánicos son perjudiciales, pero yo vuelvo a dejar al lector que juzgue si puede imaginarse un procedimiento de lucha más tosco y más mecánico entre la nueva y la vieja tendencia, que el introducir a determinadas personas en los organismos del Partido antes de haber convencido a éste de la justeza de las nuevas concepciones, antes de haber expuesto al Partido estas concepciones.
   
Pero ¿quizá las palabrejas de que tanto gusta la minoría tengan también cierto sentido de principio, expresen cierto orden especial de ideas, independientemente del motivo, pequeño y particular, que, sin duda alguna, ha servido en este caso de punto de partida para el "viraje"? ¿Quizá, dejando a un lado la pelea por la "cooptación", estas palabrejas sean,
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sin embargo, refíejo de un sistema de concepciones distinto?
   
Examinemos el problema desde este punto de vista. Antes de hacerlo, deberemos decir ante todo que el primero en intentar semejante examen fue el camarada Plejánov en la Liga, al indicar que la minoría había virado hacia el anarquismo y el oportunismo, y que precisamente el camarada Mártov (que ahora se muestra muy dolido porque no todos quieren reconocer que su posición es una posición basada en los principios)* había preferido pasar totalmente por alto este incidente en su "Estado de sitio".
   
En el Congreso de la Liga se planteó la cuestión general de si serían o no efectivos los estatutos que la Liga o un comité redactaran para sí mismos, sin la aprobación de tales estatutos por el C.C., o a pesar de su aprobación. La cuestión parece estar más clara que el agua: los estatutos son la expresión formal del estado de organización, y el derecho a organizar comités está reservado de un modo terminante, por el artículo 6 de nuestros estatutos, precisamente al C.C.; los estatutos determinan los límites de autonomía del comité, y
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el voto decisivo en la definición de tales límites corresponde al organismo central del Partido y no al organismo local. Esto es elemental, y era sencillamente cosa de niños la grave disquisición de que "organizar" no supone siempre "aprobar unos estatutos" (como si la misma Liga no hubiera expresado espontáneamente su deseo de ser organizada precisamente a base de unos estatutos formales). Pero el camarada Mártov ha llegado a olvidar (es de esperar que temporalmente) hasta el abecé de la socialdemocracia. Según él, exigir que se aprueben los estatutos significa sólo "sustituir el anterior centralismo revolucionario iskrista por el centralismo burocrático" (pág. 95 de las actas de la Liga), declarando en ese mismo discurso el camarada Mártov que precisamente en ello ve el "aspecto de principios" del asunto (pág. 96), ¡aspecto de principios que prefirió pasar por alto en su "Estado de sitio"!
   
El camarada Plejánov coatesta inmediatamente a Mártov, rogándole que se abstenga de expresiones como las de burocratismo, despotismo, etc., que "atentan a la dignidad del Congreso" (pág. 96). Sigue un intercambio de observaciones con el camarada Mártov, que ve en tales expresiones "una definición de principios de determinada tendencia". El camarada Plejánov, como todos los partidarios de la mayoría, veía entonces en dichas expresiones su significación concreta, comprendiendo claramente su sentido, no de principio, sino exclusivamente "cooptacionista", si se me permite emplear esta expresión. Sin embargo, cede a la insistencia de los Mártov y los Deich (págs. 96-97) y pasa a examinar, desde el punto de vista de los principios, opiniones que pretenden ser de principio. "Si así fuera -- dice -- [es decir, si los comités tuvieran autonomía para crear sus organizaciones y redactar sus estatutos], serían autónomos respecto al todo, al Partido. Esto no es ya un punto de vista bundista, sino franca-
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mente anarquista. En efecto, los anarquistas razonan del modo siguiente: los derechos del individuo son ilimitados; pueden llegar a un choque; cada individuo determina por sí mismo los límites de sus derechos. Los límites de la autonomía no los debe definir el grupo mismo, sino el todo del que forma parte el grupo. De ejemplo evidente de falta a este priacipio puede servir el Bund. De modo que los límites de la autonomía los determina el Congreso o el organismo superior que éste haya constituido. La autoridad del organismo central debe basarse en su prestigio moral e intelectual. Desde luego, estoy de acuerdo con esto. Todo representante de una organización debe preocuparse de que ésta tenga prestigio moral. Pero de ello no se sigue que, si hace falta prestigio, no es, en cambio, necesaria la autoridad. . . Oponer el prestigio de la autoridad al prestigio de la idea es hacer una frase anarquista que no debe pronunciarse aquí" (98). Estas tesis son absolutamente elementales, verdaderos axiomas que es incluso extraño someter a votación (pág. 102), y que sólo han sido objetó de duda porque "en el momento actual se han confundido los conceptos" (ibídem). Pero el individualismo propio de intelectuales condujo fatalmente a la minoría al deseo de hacer fracasar el Congreso, de no someterse a la mayoría; semejante deseo no podía justificarse más que con la fraseología anarquista. Y es sumamente curioso que la minoría no pudiera contestar a Plejánov sino con lamentaciones por el uso de palabras demasiado fuertes, como oportunismo, anarquismo, etc. Plejánov, con razón, puso en ridículo estas lamentaciones, preguntando por qué "no estaban bien empleadas las palabras jauresismo y anarquismo y en cambio podían emplearse las de lèse-majesté (lesa majestad) y despotismo". No se contestó a estas preguntas. Siempre sucede
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este original qui pro quo [*] con los camaradas Mártov, Axelrod y compañía: sus nuevas palabrejas tienen un evidente sello de "resentimiento"; les ofende el indicárselo, porque dicen: nosotros somos hombres de principios; pero si por principio negáis la subordinación de la parte al todo, sois anarquistas, se les dice. ¡Nueva ofensa por una palabra fuerte! Dicho de otro modo: ¡quieren luchar contra Plejánov, pero a condición de que no les ataque en serio!
   
Muchas veces se han entretenido el camarada Mártov y toda clase de "mencheviques" en dirigir contra mí la no me nos infantil acusación de la "contradicción" siguiente. Se coge un pasaje de ¡Qué hacer? o de la "Carta a un camara da", en que se habla de la influencia ideológica, de la lucha por la influencia, etc. y se enfrenta con la influencia "burocrática" por medio de los estatutos, con la tendencia "autócrata" a apoyarse en la autoridad, etc. ¡Gentes cándidas! Han olvidado ya que antes nuestro Partido no era un todo formalmente organizado, sino, simplemente una suma de diversos grupos, razón por la cual no podía de ningún modo existir entre ellos otra relación que la de la influencia ideológica. Ahora, somos ya un Partido organizado, y esto entraña la creación de una autoridad, la transformación del prestigio de las ideas en el prestigio de la autoridad, la sumisión de las instancias inferiores a las instancias superiores del Partido. ¡En verdad que parece algo incómodo tener que rumiar, para viejos camaradas, semejante abecé, sobre todo cuando uno comprende que todo se reduce sencillamente a que la minoría no quiere someterse a la mayoría en lo que se refiere a las elecciones! Pero, en principio, este sinfín de acusaciones de contradicción dirigidas contra mí quedan totalmente reducidas
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a frases anarquistas. La nueva Iskra no tiene inconveniente en utilizar el título y derechos de organismo de partido, pero no quiere subordinarse a la mayoría del Partido.
   
Y si hay en las frases sobre burocratismo algún principio, si no son una negación anarquista de la obligación de la parte a someterse al todo, estamos ante el principio del oportunismo, que quiere disminuir la responsabilidad de ciertos intelectuales ante el Partido del proletariado, debilitar la influencia de los organismos centrales, reforzar la autonomía de los elementos menos firmes del Partido, y reducir las relaciones de organización a su reconocimiento meramente platónico, de palabra. Ya lo hemos visto en el Congreso del Partido, donde los Akímov y los Líber pronunciaron sobre el "monstruoso" centralismo, palabra por palabra, los mismos discursos que en el Congreso de la Liga fluyeron de labios de Mártov y compañía. Y más abajo, cuando examinemos el artículo del camarada Axelrod en la nueva Iskra, veremos que, no por obra del azar, sino por su propia naturaleza, y no sólo en Rusia, sino en todo el mundo, el oportunismo conduce al "punto de vista" de Mártov y Axelrod sobre la organización.
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El rechazo de la Liga a la resolución acerca de la necesidad de someter a la aprobación del Comité Central sus estatutos (pág. 105 de las actas de la Liga) era, como lo hizo notar en seguida toda la mayoría del Congreso del Partido, "una flagrante violación de los estatutos del Partido ". Esta violación, considerada como acto de hombres de principios, era del más puro anarquismo; pero en el ambiente de la lucha que siguió al Congreso producía fatalmente el efecto de que la minoría del Partido "ajustaba las cuentas" con su mayoría (pág. 112 de las actas de la Liga), significaba que no quería someterse al Partido ni seguir en él. El negarse la Liga a aceptar la resolución en cuanto a la declaración del Comité Central de que era necesario modificar los estatutos (págs. 124-125) tuvo como consecuencia inevitable el que se declarara ilegítima una reunión que quería ser considerada como reunión de una organización del Partido y, al mismo tiempo, no someterse al organismo central de éste. Y los partidarios de la mayoría del Partido abandonaron inmediatamente esta pretendida reunión de partido para no participar en una indigna comedia.
   
El individualismo propio de intelectuales, con su reconocimiento platónico de las relaciones de organización, que ya se había dejado ver en las vacilaciones del pensamiento sobre el artículo primero de los estatutos, llegaba de este modo, en
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la práctica, al fin lógico que ya en septiembre, es decir, mes y medio antes, había yo predicho: la destrucción de la organización del Partido. Y en aquel momento, en la tarde del mismo día en que terminó el Congreso de la Liga, el camara da Plejánov declaró a sus colegas de ambos organismos centrales del Partido que no se sentía con fuerzas de "disparar contra los suyos", que "mejor era pegarse un tiro que ir a la escisión" y que, para evitar mayores males, había que hacer las máximas concesiones en el terreno personal, concesiones que, en el fondo, eran la causa de esa lucha enconada (mucho más que los principios que habían mostrado en la injusta posición respecto al artículo primero). Para definir de un modo más exacto este viraje del camarada Plejánov, que ha cobrado gran importancia para todo el Partido, considero que lo más conveniente es partir no de conversaciones o cartas particulares (dejando este recurso para casos extremos), sino de la propia exposición que del asunto hace el mismo Plejánov ante todo el Partido, de su artículo "¿Qué es lo que no hay que hacer?", en el número 52 de Iskra, artículo escrito precisamente después del Congreso de la Liga, después de mi retirada de la redacción del Organo Central (1 de noviembre de 1903) y antes de la cooptación de los martovistas (26 de noviembre de 1903).
   
La idea fundamental del artículo "¿Qué es lo que no hay que hacer?" es que, en política, no se debe ser rectilíneo, inoportunamente áspero e inoportunamente intransigente, que algunas veces, para evitar la escisión, es preciso hacer concesiones tanto a los revisionistas (de los que se aproximan a nosotros o de los inconsecuentes), como a los individualistas anarquistas. Es muy natural que tales tesis generales y abs-
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tractas hayan dejado totalmente perplejos a los lectores de Iskra. No puede uno menos de reírse a leer las magníficas y orgullosas declaraciones del camarada Plejánov (en artículos siguientes) de que no se le había comprendido por la novedad de sus pensamientos, por no conocer la dialéctica. La verdad es que el artículo "¿Qué es lo que no hay que hacer?", cuando fue escrito, sólo podían haberlo comprendido unas diez personas en dos pueblecitos situados en los alrededores de Ginebra cuyos nombres empiezan por las mismas iniciales. La desgracia del camarada Plejánov fue poner en circulación ante decenas de miles de lectores un sinfín de alusiones, reproches, charadas y signos algebraicos que sólo estaban destinados a esa decena de personas que habían tomado parte en todas las peripecias de la lucha con la minoría después del Congreso. El camarada Plejánov incurrió en esta desgracia pór violar el principio fundamental de la dialéctica que con tan poca fortuna había invocado: no hay verdades abstractas la verdad es siempre concreta. Precisamente por ello estaba fuera de lugar el revestir de una forma abstracta el concretísimo pensamiento de hacer una concesión a los martovistas después del Congreso de la Liga.
   
Las concesiones, idea que el camarada Plejánov propugna como nueva palabra de combate, son legítimas e imprescindibles en dos casos: o cuando el que cede se ha convencido de que tiene razón quien le exige que ceda (los dirigentes políticos honrados reconocen en este caso franca y terminantemente su error), o cuando se cede a una exigencia que no es razonable ni beneficiosa para la causa en evitación de mayores males. Del artículo que examinamos resulta bien claro que el autor se refiere al segundo caso: habla francamente de hacer una concesión a revisionistas y a individualistas anarquistas (es
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decir, a los martovistas, según saben ahora, por las actas de la Liga, todos los miembros del Partido), concesión que es imprescindible para evitar la escisión. Como veis, la pretendida idea nueva del camarada Plejánov se reduce plenamente a la no muy nueva sabiduría popular: los pequeños disgustos no deben empañar un gran placer, una pequeña necedad oportunista y una pequeña frase anarquista son preferibles a una gran escisión del Partido. El camarada Plejánov veía claramente, cuando escribía este artículo, que la minoría representa el ala oportunista de nuestro Partido y que lucha empleando procedimientos anarquistas. El camarada Plejánov proponía combatir a esta minoría por medio de concesiones personales, algo así como (de nuevo si licet parva componere magnis ) la socialdemocracia alemana luchó contra Bernstein. Bebel de claraba públicamente en los congresos de su Partido que no conocía hombre más sensible a la influencia del ambiente que el camarada Bernstein (no el señor Bernstein, según gustaba de decir antes el camarada Plejánov, sino el camarada Bernstein): lo acogeremos entre nosotros, le haremos delegado en el Reichstag, lucharemos contra el revisionismo, pero no lo combatiremos con inoportuna aspereza (a lo Sobakévich-Parvus), sino que le daremos "dulce muerte" (kill with kindness ), según la definición que, si no recuerdo mal, hizo el camarada M. Beer en una reunión socialdemócrata inglesa, defendiendo el espíritu de concesión de los alemanes, su espíritu pacífico, dulce, flexible y prudente ante los ataques del Sobakévich Hyndman inglés. Del mismo modo deseaba el camarada Plejánov "dar dulce muerte" al pequeño anarquismo y al pequeño oportunismo de los camaradas Axelrod y Mártov. Verdad es que, junto a alusiones bien claras a los "anarquistas individualistas", el camarada Plejánov habla intencionada-
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mente con poca claridad de los revisionistas, como si se refiriera a los miembros de "Rabócheie Dielo" que pasaban del oportunismo a la ortodoxia, y no a Axelrod y Mártov, que empezaban a pasar de la ortodoxia al revisionismo. Pero esto fue un inocente ardid* militar, una mala obra de fortificación que no podía resistir al fuego de artillería de la publicidad hecha en el seno del Partido.
   
En efectó, quien se entere de las circunstancias concretas del momento político que describimos, quien penetre en la psicología del camarada Plejánov comprenderá que yo no pude entonces proceder de otro modo que como procedí. Lo digo para los partidarios de la mayoría que me acusaron de haber hecho entrega de la redacción Cuando el camarada Plejánov viró, después del Congreso de la Liga, y de partidario de la mayoría se hizo partidario de la reconciliación a toda costa, yo estaba obligado a interpretar este viraje en el
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mejor sentido. ¿Habría querido dar el camarada Plejánov en su artículo un programa de buena y honrada paz? Todo programa de este tipo se reduce a que ambas partes reconozcan sinceramente las faltas cometidas. ¿Cuál era el error que el camarada Plejánov señalaba en la mayoría? Una aspereza fuera de lugar, digna de Sobakévich, para los revisionistas. No sabemos a qué se refería el camarada Plejánov al decir esto: a su chiste de los asnos o a aquella alusión de imprudencia suma en presencia de Axelrod, al anarquismo y al oportunismo; el camarada Plejánov había preferido expresarse en forma "abstracta", señalando, además, a Pedro. Cuestión de gustos, claro. Pero yo había reconocido mi aspereza personal francamente tanto en mi carta a un iskrista, como en el Congreso de la Liga: ¿cómo podía dejar de reconocer tal "error" en la mayoría? Por lo que hace a la minoría, el camarada Plejánov indicaba claramente su falta: revisionismo (cfr. su observación sobre el oportunismo en el Congreso del Partido y sobre el jauresismo en el Congreso de la Liga) y anarquismo, que había conducido hasta la escisión. ¿Podía yo oponerme a que, por medio de concesiones personales y en general de toda clase de "kndness " (amabilidad, dulzura, etc.), se consiguiera el reconocimiento de esas faltas y se para lizara el mal por ellas originado? ¿Podía yo oponerme a se mejante tentativa, cuando el camarada Plejánov trataba directamente de convencer en el artículo "¿Qué es lo que no hay que hacer?" que se "perdonara a los adversarios " revisionistas, que sólo eran revisionistas "por cierta inconsecuencia"? Y si yo no creía en semejante tentativa, ¿podía proceder de otro modo que no fuera haciendo una concesión personal en lo tocante al Organo Central y pasando al C.C. para defender
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la posición de la mayoría?* Negar en absoluto la posibilidad de semejantes tentativas y cargar yo solo con la responsabilidad de la inminente escisión era cosa que yo no podía hacer, por el solo hecho de que yo mismo, en mi carta del 6 de octubre, me inclinaba a explicar la pelea por "irritación personal". Por otra parte consideraba y considero que es para mí un deber político defender la posición de la mayoría. Era difícil y arriesgado confiar en este sentido en el camarada Plejánov, porque todo indicaba que su frase: "un dirigente del proletariado no tiene derecho a ceder a sus inclinaciones combativas cuando son contrarias a los cálculos políticos", el camarada Plejánov estaba dispuesto a interpretarla dialécticamente en el sentido de que, ya que había que tirar, lo más ventajoso (dado el clima de Ginebra en noviembre) era tirar contra la mayoría. . . Era imprescindible defender la posición de la mayoría, porque el camarada Plejánov -- mofándose de la dialéctica, que pide un examen concreto y omnilateral --,
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al tratar el problema de la buena (?) voluntad del revolucionario, dejó modestamente a un lado la cuestión de la confianza en el revolucionario, de la fe en el "dirigente del proletariado" que dirigía un ala determinada del Partido. Ha blando del individualismo anarquista y recomendando cerrar "de cuando en cuando" los ojos a los casos de infracción de la disciplina, y ceder "a veces" al relajamiento propio de intelectuales, que "radica en un sentimiento que nada tiene de común con la fidelidad a una idea revolucionaria", olvidaba el camarada Plejánov, por lo visto, que también hay que tener en cuenta la buena voluntad de la mayoría del Partido, y que son precisamente los militantes prácticos quienes deben determinar la medida en que ha de cederse a los individualistas anarquistas. El trabajo práctico con un individualista anarquista en una misma organización es tan difícil como fácil resulta la lucha literaria contra los infantiles absurdos anarquistas. El escritor que se comprometiera a determinar la medida en que es posible ceder al anarquismo en la práctica, sólo demostraría al hacerlo desmesurada fatuidad literaria, una fatuidad realmente de doctrinario. El camarada Plejánov observaba majestuosamente (para darse aires de importancia como decía Basárov[19]) que en caso de una nueva escisión los obreros dejarían de comprendernos, y a la vez iniciaba él mismo en la nueva Iskra una infinita serie de artículos que en su verdadero sentido, en sentido concreto, tenían necesariamente que ser incomprensibles, no sólo para los obreros, sino en general para todo el mundo. No es de extrañar, pues, que un miembro del C.C., que leyó en las pruebas el artículo "¿Qué es lo que no hay que hacer?", advirtió al camarada Plejánov que su plan de reducir hasta cierto punto determinada publicación (las actas del Congreso del Partido y del Congreso de la Liga) lo desbarataba precisamente ese artículo, que encendía
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la curiosidad, sacaba al juicio de la calle[*] algo picante y falto, al mismo tiempo, de toda claridad, provocando inevitablemente preguntas de personas extrañadas: "¿Qué es lo que ha pasado?" No es de extrañar que precisamente este artículo del camarada Plejánov, por el carácter abstracto de sus razonamientos y la falta de claridad de sus alusiones, fuera motivo de júbilo en las filas de los enemigos de la socialdemocracia: un cancán en las páginas de "Revolutsiónnaia Rossía" y entusiastas elogios de los consecuentes revisionistas de "Osvobozhdenie". El origen de todas estas divertidas y amargas confusiones, de las que en forma tan divertida y amarga se desenredó después el camarada Plejánov, estaba precisamente en una violación del principio fundamental de la dialéctica: los problemas concretos hay que tratarlos plenamente de un modo concreto. Sobre todo, el júbilo del señor Struve no podía ser más natural: a él no le importaban los "buenos" fines (kill with kindness ) que perseguía (pero podía no alcanzar) el camarada Plejánov; el señor Struve aplaudía, y no podía por menos de aplaudir el viraje hacia el ala oportunista de nuestro Partido que se había iniciado en la nueva Iskra, como ve ahora todo el mundo. Los demócra-
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tas burgueses rusos no son los únicos en aplaudir cualquier viraje hacia el oportunismo, por pequeño y provisional que sea, en todos los partidos socialdemócratas. Lo más raro en el juicio que viene de un enemigo inteligente es la total confusión: dime quién te alaba y te diré en qué te has equivocado. Y en vano cuenta el camarada Plejánov con un lector poco atento, tratando de presentar las cosas como si la mayoría estuviera terminantemente en contra de la concesión personal en lo tocante a la cooptación, y no contra el paso del ala izquierda del Partido a la derecha. La cuestión no consiste de ningún modo en que el camarada Plejánov, para evitar la escisión, haya hecho una concesión personal (lo cual es muy de elogiar), sino en que, después de reconocer plenamente la necesidad de discutir con los revisionistas inconsecuentes y con los individualistas anarquistas, prefirió discutir con la mayoría, de la que se había separado por la medida de las concesiones prácticas que era posible hacer al anarquismo. La cuestión no consiste de ningún modo en que el camarada Plejánov haya cambiado la composición personal de la redacción, sino en que ha cambiado su posición en el debate contra el revisionismo y el anarquismo, ha cesado de defender esta posición en el Organo Central del Partido.
   
Por lo que se refiere al C.C., que era entonces el único representante organizado de la mayoría, la divergencia entre él (el C.C.) y el camarada Plejánov consistía en aquel momento exclusivamente en la medida de las concesiones prácticas que era posible hacer al anarquismo. Había pasado casi un mes desde el primero de noviembre, fecha en que, al retirar me, dejé las manos libres a la política del kill with kindness. Por medio de toda clase de relaciones, el camarada Plejánov pudo comprobar perfectamente lo que vale esta política. En
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este período, el camarada Plejánov publicó su artículo "¿Qué es lo que no hay que hacer?", artículo que fue -- y sigue siendo -- el único pase, por decirlo así, con que los martovistas entraron en la redacción. Las consignas de revisionismo (con el que hay que discutir, pero perdonando al adversario) e individualismo anarquista (al que hay que mimar, dándole dulce muerte) están escritas en este pase en llamativa negrilla. Venid, señores, venid, yo os daré dulce muerte, eso es lo que dice el camarada Plejánov con esa tarjeta de invitación a sus nuevos colegas de redacción. Claro que al C.C. no le quedaba sino decir su última palabra (que es lo que quiere decir ultimátum: última palabra sobre las posibilidades de paz) acerca de la medida en que podrían consentirse, desde su punto de vista, concesiones prácticas al individualismo anarquista. O queréis la paz, en cuyo caso ahí tenéis determinado número de puestos, que demuestran nuestra bondad, nuestro deseo de paz, nuestra condescendencia, etc. (y más no podemos dar, si queremos garantizar la paz en el Partido, y no la paz en el sentido de no haber discusiones, sino en el sentido de no destruir el Partido por el individualismo anarquista); tomad estos puestos e iniciad nuevamente, poco a poco, el viraje des de las posiciones de Akímov hasta las de Plejánov. O bien queréis manteneros en vuestro punto de vista y desarrollarlo, virar definitivamente (aunque sólo sea en el terreno de los problemas de organización) hacia Akímov, y convencer al Partido de que tenéis razón contra Plejánov, y en ese caso haceos cargo del grupo literario, obtened una representación en el Congreso y poneos a conquistar la mayoría en lucha honrada, en franca polémica. Esta alternativa, que con toda claridad ponía ante los martovistas el ultimátum del Comité Central, el 25 de noviembre de 1903 (v "Estado de sitio" y
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"Comentarios a las actas de la Liga")* concuerda plenamente con la carta que el 6 de octubre de 1903 dirigíamos Plejánov y yo a los antiguos redactores: irritación personal (y entonces, en el peor de los casos, se podía "cooptar") o divergencia de principio (y entonces había que empezar por convencer al Partido, y luego hablar de cambios en la composición personal de los organismos centrales). El C.C. podía dejar la solución de tan delicado dilema a los mismos martovistas, tanto más cuanto que precisamente por entonces el camarada
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Mártov escribía en su profesión de fe ("De nuevo en minoría") los renglones siguientes:
   
"La minoría aspira a un solo honor : dar en la historia de nuestro Partido el primer ejemplo de que es posible ser "vencido" sin formar un nuevo Partido. Esta posición de la minoría resulta de todas sus opiniones sobre el desarrollo del Partido en el terreno de la organización, resulta de la conciencia de los fuertes lazos que la unen al anterior trabajo del Partido. La minoría no cree en la fuerza mística de las 'revoluciones en el papel' y ve en la profunda razón de ser de sus aspiraciones la garantía de que, por medio de una propaganda puramente ideológica en el seno del Partido, conseguirá el triunfo de sus principios de organización " (subrayado por mí).
   
¡Bellas y altivas palabras! Y qué amargo fue convencerse en la práctica de que eran sólo palabras. . . Perdóneme usted, camarada Mártov, pero ahora yo en nombre de la mayoría, declaro aspirar a ese "honor", que usted no ha merecido. El honor será, en efecto, considerable y vale la pena luchar por él, porque la tradición del espíritu de círculo nos ha dejado una herencia de escisiones extraordinariamente fáciles, un aplicar con inusitado celo la regla de: tan pronto me besas la mano como me das de puñetazos.
   
Un gran placer (tener un partido único) debía pesar más, y pesó más, que pequeños disgustos (las querellas por la cooptación). Yo me retiré del Organo Central, y el camarada Igrek (delegado por mí y por Plejanov al Consejo del Partido, por la redacción del Organo Central) se retiró del Consejo. Los martovistas contestaron a la última palabra del C.C. sobre la paz con una carta (v. obras citadas) que equivalía a una declaración de guerra. Entonces, y sólo entonces, escribo
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yo a la redacción (N.� 53 de Iskra ) la carta en que exigía la publicidad[*]. Si hablamos de revisionismo, si discutimos sobre inconsecuencia y sobre individualismo anarquista, sobre el fracaso de diversos dirigentes, vamos a contarlo todo, señores, sin ocultar nada de lo sucedido: ése era el contenido de mi carta sobre la publicidad. La redacción contesta a ella con furiosas injurias e instructivos consejos: no te atrevas a venir con "minucias y querellas propias de la vida de círculos " (N.� 53 de Iskra). Ah, con que "minucias y querellas propias de la vida de círculos", pienso para mis adentros. . . es ist mir recht, señores, en eso estoy de acuerdo. Porque eso quiere decir que toda la historia de la cooptación vosotros la colocáis directamente entre las querellas de círculos. Y es verdad. Pero ¡qué extraña disonancia resulta cuando, en el artículo de fondo del mismo número 53, la misma (parece ser que la misma) redacción empieza a hablar de burocratismo, formalismo, etc.!** No te atrevas a plantear la cuestión de la lucha por la cooptación para el Organo Central, porque eso son querellas. Pero nosotros plantearemos la cuestión de la cooptación para el Comité Central y no la llamaremos querella, sino divergencia de principio sobre "formalismo". -- Bueno, me parece, queridos camaradas, que nos permitiréis no consentiros esto. Queréis tirar contra mi fortaleza y me exigís que os entregue mi artillería. ¡Qué bromistas! Y yo escribo y publico fuera de Iskra mi "Carta a la redacción"
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("Por qué me he retirado de la redaccián de Iskra)[*], refiriendo en ella brevemente lo sucedido, tratando de saber, al mismo tiempo, si es posible la paz a base de la distribución siguiente: el Organo Central para vosotros y el Comité Central para nosotros. Nadie se sentirá "extraño" en su Partido, y discutiremos sobre el viraje hacia el oportunismo, discutiremos primero en las publicaciones, y después, quizá, también en el III Congreso del Partido.
   
A esta mención de la paz contestaron abriendo fuego todas las baterías enemigas, incluso el Consejo. Llovían los proyectiles. Autócrata, Schweitzer, burócrata, formalista, supercentro, unilateral, rígido, terco, estrecho, sospechoso, intratable . . . ¡Muy bien, amigos! ¿Habéis terminado? ¿No tenéis nada más en reserva? Malas son vuestras municiones.
   
Ahora tengo yo la palabra. Vamos a ver qué contenido tienen los nuevos puntos de vista de la nueva Iskra en el terreno de la organización y la relación que estos puntos de vista guardan con la división de nuestro Partido en "mayoría" y "minoría", división cuyo verdadero carácter hemos demostrado al analizar los debates y votaciones del II Congreso
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Para analizar la posición de principios de la nueva Iskra, hay que tomar por base, sin duda, dos folletones del camarada Axelrod[*]. Ya hemos indicado detalladamente más arriba la significación concreta de toda una serie de sus locuciones favoritas; ahora debemos procurar hacer abstracción de esa significación concreta y penetrar en el curso del pensamiento que ha llevado a la "minoría" (por uno u otro motivo fútil y mezquino) a adoptar precisamente estas y no otras consignas, debemos examinar la significación de estas consignas en el terreno de los principios, independientemente de su origen, independientemente de la "cooptación". Vivimos ahora bajo el signo de las concesiones: hagamos, pues, una concesión al camarada Axelrod y "tomemos en serio" su "teoría".
   
La tesis fundamental del camarada Axelrod (N.� 57 de Iskra ) es la siguiente: "Nuestro movimiento ha encerrado en sí desde el primer momento dos tendencias opuestas, cuyo mutuo antagonismo no podía por menos de desarrollarse y reflejarse en él paralelamente a su propio desarrollo" A saber: "En principio, el objetivo proletario del movimiento (en Rusia) es el mismo que el de la socialdemocracia de Occidente".
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Pero en nuestro país la influencia sobre las masas obreras emana "de un elemento social que les es extraño": los intelectuales radicales. De modo que el camarada Axelrod constata que en nuestro Partido existe un antagonismo entre las tendencias proletarias y las tendencias intelectuales radicales.
   
En esto tiene el camarada Axelrod absoluta razón. No hay duda de que existe semejante antagonismo (y no sólo en el Partido Socialdemócrata Ruso). Y aún más: todo el mundo sabe que precisamente este antagonismo explica en gran medida la división de la socialdemocracia contemporánea en socialdemocracia revolucionaria (ortodoxa también) y socialdemocracia oportunista (revisionista, ministerialista, reformista), división que también se ha puesto con plena claridad de manifiesto en Rusia en el transcurso de los últimos diez años de nuestro movimiento. Todo el mundo sabe también que es precisamente la socialdemocracia ortodoxa la que expresa las tendencias proletarias del movimiento, mientras que la socialdemocracia oportunista expresa las tendencias intelectuales democráticas.
   
Pero, al abordar de lleno este hecho notorio, el camarada Axelrod, temeroso, empieza a retroceder. No hace ni el mínimo intento de analizar cómo se ha manifestado esta división en la historia de la socialdemocracia rusa, en general, y en el Congreso de nuestro Partido, en particular, launque el camarada Axelrod escribe precisamente con motivo del Congreso! Lo mismo que toda la redacción de la nueva Iskra, el camarada Axelrod da myestras de un miedo mortal ante las actas de este Congreso. Esto no debe extrañarnos después de todo lo que hemos dicho más arriba, pero, tratándose de un "teórico" que pretende estudiar las diversas tendencias de nuestro movimiento, es un caso original de fobia a la verdad. Después de haber relegado al olvido, por esta particularidad
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que le caracteriza, los datos más recientes y más exactos sobre las tendencias de nuestro movimiento, el camarada Axelrod busca la salvación en la esfera de los dulces sueños: "Puesto que el marxismo legal o semimarxisrno, dice, ha dado un jefe literario a nuestros liberales, ¿por qué no ha de procurar la traviesa historia a la democracia burguesa revolucionaria un jefe procedente de la escuela del marxismo ortodoxo, revolucionario?" A propósito de este sueño, grato al camarada Axelrod, sólo podemos decir que, si la história hace a veces travesuras, ello no justifica las travesuras del pensamiento de una persona que se pone a analizar esa misma historia. Cuando bajo el jefe del semimarxismo aparecía el liberal, las personas que querían (y sabían ) averiguar el fondo de sus "tendencias", no se remitían a posibles travesuras de la historia, sino a decenas y centenares de rasgos psicológicos y lógicos de ese jefe, a las particularidades de toda su fisonomía literaria, que delataban el reflejo del marxismo en la literatura burguesa[22]. Pero si el camarada Axelrod, que emprendió la tarea de analizar "las tendencias revolucionarias en general y las tendencias proletarias en nuestro movimiento", no ha sabido poner de manifiesto ni demostrar, en nada, absolutamente en nada, determinadas tendencias en ciertos representantes de esa, por él odiada, ala ortodoxa del Partido, con ello lo único que ha hecho es firmarse a sí mismo un solemne certificado de pobreza. ¡Muy mal deben andar ya los asuntos del camarada Axelrod cuando no le queda más salida que invocar las posibles travesuras de la historia!
   
La otra referencia del camarada Axelrod -- a los "jacobinos" -- es aún más instructiva. El camarada Axelrod no ignora, probablemente, que la división de la socialdemocracia contemporánea en revolucionaria y oportunista ha dado lugar hace ya tiempo, y no solamente en Rusia, "a analogías histó-
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ricas con la época de la Gran Revolución Francesa". El camarada Axelrod no ignora, probablemente, que los girondinos de la socialdemocracia contemporánea recurren siempre y en todas partes a los términos de "jacobinismo", "blanquismo", etc. para caracterizar a sus adversarios. No imitemos, pues, al camarada Axelrod en su fobia a la verdad y veamos las actas de nuestro Congreso, por si contienen datos para el análisis y comprobación de las tendencias que estudiamos y de las analogías que estamos examinando.
   
Primer ejemplo. La discusión del programa en el Congreso del Partido. El camarada Akímov ("enteramente de acuerdo" con el camarada Martínov) declara: "El párrafo sobre la conquista del Poder político (sobre la dictadura del proletariado), si se compara con todos los demás programas socialdemócratas, ha sido redactado de un modo que puede interpretarse, y en efecto ya ha sido interpretado por Plejánov, en el sentido de que el papel de la organización dirigente deberá dejar en un segundo plano a la clase por ella dirigida, y aislar a la primera de la segunda. Y la formulación de nuestras tareas políticas es exactamente igual que la hecha por 'La Voluntad del Pueblo'" (pág. 124 de las actas). El camarada Plejánov y otros iskristas replican al camarada Akímov, acusándole de oportunismo. ¿No cree el camarada Axelrod que esta discusión nos demuestra (en realidad, y no en imaginarias travesuras de la historia) el antagonismo existente entre los modernos jacobinos y los modernos girondinos de la socialdemocracia? ¿Y no será que el camarada Axelrod ha hablado de jacobinos porque (a consecuencia de los errores que ha cometido) se encuentra entre los girondinos de la socialdemocracia?
   
Segundo ejemplo. El camarada Posadovski plantea la cuestión de una "seria discrepancia" sobre la "cuestión fun-
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damental" del "valor absoluto de los principios democráticos" (pág. 169). Juntamente con Plejánov, niega que tengan un valor absoluto. Los líderes del "centro" o de la charca (Iegórov) y de los antiiskristas (Goldblat) se alzan resueltamente contra esto, considerando que Plejánov "imita la táctica burguesa" (pág. 170). Esto es precisamente la idea del camarada Axelrod sobre la relación entre la ortodoxia y la tendencia burguesa, con la única diferencia de que Axelrod deja esta idea en el aire, mientras que Goldblat la relaciona con determinados debates. Una vez más preguntamos si el camarada Axelrod no cree que también esta discusión nos muestra palpablemente, en nuestro Congreso del Partido, el antagonismo entre los jacobinos y girondinos de la socialdemocracia contemporánea ¿No gritará el camarada Axelrod contra los jacobinos porque ha resultado que se encuentra entre los girondinos?
   
Tercer ejemplo. La discusión sobre el artículo primero de los estatutos. ¿Quién defiende "las tendencias proletarias en nuestro movimiento ", quién subraya que el obrero no teme a la organización, que el proletario no simpatiza con la anarquía, que aprecia el estímulo de la consigna "¡Organizaos!"? ¿Quién pone en guardia contra la intelectualidad burguesa, penetrada hasta la médula de oportunismo? Los jacobinos de la socialdemocracia. ¿Y quién pasa de contrabando en el Partido a los intelectuales radicales, quién se preocupa de los profesores, de los estudiantes de bachillerato, de los individuos sueltos, de la juventud radical? El girondino Axelrod juntamente con el girondino Líber.
   
¡Con qué falta de habilidad se defiende el camarada Axelrod de la "falsa acusación de oportunismo" que se extendió abiertamente en el Congreso de nuestro Partido contra la
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mayoría del grupo "Emancipación del Trabajo"! ¡Se defien de de manera que confirma la acusación, con su cantinela de la machacada melodía bernsteiniana sobre el jacobinismo, el blanquismo, etc.! Ahora grita sobre el peligro que representan los intelectuales radicales, para amortiguar sus propios discursos en el Congreso del Partido, que respiran solicitud por esos mismos intelectuales.
   
Las "terribles palabras" de jacobinismo, etc. no significan absolutamente nada más que oportunismo. El jacobino, in disolublemente ligado a la organización del proletariado consciente de sus intereses de clase, es precisamente el socialdemócrata revolucionario. El girondino, que suspira por los profesores y los estudiantes de bachillerato, que teme la dictadura del proletariado, que sueña en un valor absoluto de las reivindicaciones democráticas, es precisamente el oportunista. Los oportunistas son los únicos que pueden todavía, en la época actual, ver un peligro en las organizaciones de conjuradores, cuando la idea de reducir la lucha política a un complot ha sido refutada mil veces en las publicaciones y desechada hace mucho tiempo por la vida, cuando se ha explicado y rumiado hasta la saciedad la cardinal importancia de la agitación política de masas. El fundamento real del miedo a la conjuración, al blanquismo, no está en uno u otro rasgo manifiesto del movimiento práctico (como desde hace tiempo y en vano intentan demostrar Bernstein y compañía), sino en la timidez girondina del intelectual burgués, cuya psicología se manifiesta tantas veces entre los socialdemócratas contemporáneos. Nada más cómico que estos desesperados esfuerzos de la nueva Iskra por decir algo nuevo (dicho a su tiempo centenares de veces), poniendo en guardia contra la táctica de los revolucionarios conspiradores de Francia en las décadas
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del 40 y tel 60 (N.� 62, artículo de fondo)[23]. En el próximo número de Iskra, los girondinos de la socialdemocracia contemporánea nos indicarán, probablemente, un grupo de conspiradores franceses de la década del 40 para quienes la importancia de la agitación política en las masas obreras, la importancia de los periódicos obreros, como bases de la influencia del Partido sobre la clase, era una noción elemental, aprendida y asimilada.
   
La tendencia de la nueva Iskra a repetir como palabras nuevas cosas archisabidas y a rumiar lo más elemental, no es, sin embargo, nada casual, sino consecuencia inevitable de la situación en que se encuentran Axelrod y Mártov, que han caído en el ala oportunista de nuestro Partido. La situación obliga. Hay que repetir frases oportunistas, hay que retroceder, para tratar de encontrar en un pasado remoto alguna justificación de su posición, que es imposible defender desde el punto de vista de la lucha en el Congreso y de los matices y divisiones del Partido que se han señalado en aquél. A las elucubraciones de Akímov sobre el jacobinismo y el blanquismo une el camarada Axelrod lamentaciones del mismo Akímov, que se queja de que no sólo los "economistas", sino también los "políticos" hayan sido "unilaterales", se hayan "apasionado" demasiado, etc., etc. Cuando se leen los rimbombantes razonamientos sobre este tema en la nueva Iskra, que pretende presuntuosamente estar por encima de todas esas parcialidades y apasionamientos, se pregunta uno con perplejidad: ¿A quién retratan? ¿Dónde oyen esas razones? ¿Quién no sabe que la división de los socialdemócratas rusos en economistas y políticos ha pasado hace ya tiempo a la historia? Revísese la Iskra del año último, o de los dos últimos años que han precedido al Congreso del Partido, y veréis
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que la lucha contra el "economismo" pierde intensidad y cesa por completo ya en 1902; veréis que, por ejemplo, en julio de 1903 (N.� 43), se habla de los "¿iempos del economismo" como de una cosa "definitivamente pasada", el economismo se considera "definitivamente enterrado", y los apasionamientos de los políticos, como evidente atavismo. ¿Por qué, pues, vuelve la nueva redacción de Iskra a esa división definitivamente enterrada? ¿Es que hemos luchado en él Congreso contra los Akímov por los errores que cometieron hace dos años en "Rabócheie Dielo"? Si hubiésemos procedido así, seríamos rematadamente imbéciles. Pero todo el mundo sabe que no hemos procedido así, que hemos luchado contra los Akímov en el Congreso no por sus viejos errores de "Rabócheie Dielo", definitivamente enterrados, sino por los nuevos errores que han cometido en sus intervenciones y al emitir sus votos en el Congreso. No es su posición en "Rabócheie Dielo", sino la que adoptaron en el Congreso lo que nos ha servido para juzgar cuáles son los errores definitivamente liquidados y cuáles los que persisten y originan la necesidad de discusiones. En la época del Congreso no existía ya la antigua división en economistas y políticos, pero continuaban existiendo aún diversas tendencias oportunistas, que se manifestaron en los debates y votaciones sobre una serie de cuestiones, y que, al fin y al cabo, llevaron a una nueva división del Partido en "mayoría" y "minoría". La esencia de la cuestión estriba en que la nueva redacción de Iskra, por razones fáciles de comprender, trata de velar la relación de esta nueva división con el oportunismo actual en nuestro Partido, y por ello mismo se ve obligada a retroceder, de la nueva división a la antigua. La incapacidad de explicar el origen político de la nueva
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división (o el deseo, por espíritu de concesión, de ocultar[*] este origen) obliga a rumiar lo ya rumiado a propósito de la vieja división, que ha pasado hace ya tiempo a la historia. Todo el mundo sabe que la nueva división tiene por base la divergencia en las cuestiones de organización, que empezó por una controversia sobre principios de organización (artículo primero de los estatutos) y terminó por una "práctica" digna de los anarquistas. La antigua división en economistas y políticos tenía por base un desacuerdo sobre problemas, principalmente, de táctica.
   
Pasando así de problemas más complejos, efectivamente actuales y esenciales en la vida de nuestro Partido, a problemas hace tiempo resueltos y artificialmente exhumados, la nueva Iskra trata de justificar su retirada con divertidas elucubraciones, a las que no puede darse otro nombre que el dc seguidismo. Todos los renglones de la nueva Iskra, por obra y gracia del camarada Axelrod, están impregnados de la profunda "idea" de que el contenido es más importante que la forma, de que el programa y la táctica son más importantes
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que la organización, de que "la vitalidad de la organización es directamente proporcional al volumen y a la importancia del contenido que aporta al movimiento", de que el centralismo no es "algo que se baste a sí mismo", no es un "talismán universal", etc., etc. ¡Grandes, profundas verdades! El programa,- en efecto, es más importante que la táctica, y la táctica es más importante que la organización. El alfabeto es más importante que la etimología y la etimología más que la sintaxis; pero ¿qué puede decirse de gentes que han sido reprobadas en el examen de sintaxis y que ahora se dan importancia, presumiendo de tener que repetir el curso anterior? El camarada Axelrod ha razonado como un oportunista sobre cuestiones de principio en materia de organización (artículo primero), en la organización ha actuado como un anarquista (Congreso de la Liga), y ahora ahonda la socialdemocracia: ¡las uvas están verdes! Propiamente, ¿qué es la organización? No es más que una forma. ¿Qué es el centralismo? No es un talismán. ¿Qué es la sintaxis? Tiene menos importancia que la etimología, no es más que la forma de unir los elementos de la etimología . . "¿No estará de acuerdo con nosotros el camarada Alexándrov -- pregunta triunfalmente la nueva re dacción de Iskra --, si decimos que, elaborando el programa del Partido, el Congreso ha contribuido mucho más a la centralización de la labor del Partido que adoptando los estatutos, por muy perfectos que parezcan estos últimos?" (núm. 56, suplemento). Es de esperar que este enunciado clásico adquiera una notoriedad histórica no menos vasta y no menos sólida que la famosa frase del camarada Krichevski de que la socialdemocracia, como la humanidad, se plantea siempre tareas realizables. Esta elucubración de la nueva Iskra es exactamente del mismo calibre. ¿Por qué ha suscitado burlas la frase del camarada Krichevski? Porque, con una
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vulgaridad que trataba de hacer pasar por filosofía, justificaba el error de cierta parte de los socialdemócratas en cuestiones de táctica y su incapacidad de plantear debidamente las tareas políticas. Exactamente lo mismo sucede con la nueva Iskra, que, con la vulgaridad de declarar que el programa es más importante que los estatutos y que las cuestiones programaticas son más importantes que las cuestiones de organización, justifica el error de cierta parte de los socialdemócratas en problemas de organización, la falta de firmeza, propia de intelectuales, de ciertos camaradas, que los ha llevado hasta la fraseología anarquista. Pues bien, ¿no es esto seguidismo? ¿Acaso no es esto fanfarronear por haberse quedado a repetir el curso anterior?
   
La adopción del programa contribuye más a centralizar el trabajo que la adopción de los estatutos. ¡Esta vulgaridad, qúe se quiere hacer pasar por filosofía, cómo huele a intelectual radical, mucho más afín al decadentismo burgués que al socialdemocratismo! Porque la palabra centralización, en esta célebre frase, está tomada ya en un sentido completamente simbólico. Si los autores de esta frase no saben o no quieren pensar, que recuerden, por lo menos, el simple hecho de que la adopción del programa juntamente con los bundistas, no sólo no ha producido una centralización de nuestro trabajo común, sino que ni siquiera nos ha preservado de la escisión. La unidad en cuestiones de programa y en cuestiones de táctica es una condición indispensable, pero aún insuficiente para la unificación del Partido, para la centralización del trabajo del Partido. (¡Dios santo, qué cosas elementales hay que masticar en estos tiempos en que todas las nociones se han confundido!) Para esto último es necesaria, además, la unidad de organización, es inconcebible en un partido que se salga, por poco que sea, de los límites familiares de círculo,
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sin estatutos aprobados, sin subordinación de la minoría a la mayoría, sin subordinación de la parte al todo. Mientras no hemos tenido unidad en las cuestiones fundamentales de programa y de táctica, decíamos sin rodeos que vivíamos en una época de dispersión y de círculos, declarábamos francamente que antes de unificarnos teníamos que deslindar los campos; ni hablábamos siquiera de formas de organización conjunta, sino que tratábamos exclusivamente de las nuevas cuestiones (entonces realmente nuevas) de la lucha contra el oportunismo en materia de programa y de táctica. Ahora, esta lucha, según todos reconocemos, ha asegurado ya suficiente unidad, formulada en el programa del Partido y en las resoluciones del Partido sobre la táctica; ahora tenemos que dar el paso siguiente y, de común acuerdo, lo hemos dado: hemos elaborado las formas de una organización única en la que se funden todos los círculos. ¡Se nos ha arrastrado ahora hacia atrás, destruyendo a medias estas formas, se nos ha arrastrado hacia una conducta anarquista, hacia una fraseología anarquista, hacia el restablecimiento del círculo en lugar de la redacción del Partido, y ahora se justifica este paso atrás diciendo que el alfabeto es más útil al discurso correcto que el conocimiento de la sintaxis!
   
La filosofía del seguidismo, que florecía hace tres años en cuestiones de táctica, renace ahora aplicada a problemas de organización. Ved este razonamiento de la nueva redacción: "La orientación socialdemócrata combativa -- dice el camarada Alexándrov -- no debe realizarse en el Partido tan sólo por la lucha ideológica, sino también por determinadas formas de organización". La redacción nos alecciona: "No está mal esta confrontación de la lucha ideológica y de las formas de organización. La lucha ideológica es un proceso, mientras que las formas de organización son sólo. . . formas [¡lo ju-
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ro, así está impreso en el núm. 56, suplemento, pág. 4, columna 1, abajo!] que deben revestir un contenido flúido, en des arrollo: el trabajo práctico en desarrollo del Partido". Esto es ya lo de la anécdota de que el proyectil es proyectil y la bomba es bomba. ¡La lucha ideológica es un proceso y las formas de organización son sólo formas que revisten un contenido! De lo que se trata es de saber si nuestra lucha ideológica revestirá formas más elevadas, las formas de una organización del Partido obligatoria para totos, o las formas de la antigua dispersión y de la antigua desarticulación en círculos. Se nos ha arrastrado hacia atrás, apartándonos de formas más elevadas, hacia formas más primitivas, y se justifica esto afirmando que la lucha ideológica es un proceso y las formas son sólo formas. Exactamente del mismo modo nos arrastraba el camarada Krichevski, en sus tiempos, hacia atrás, de la táctica-plan a la táctica-proceso.
   
Ved estas frases pretenciosas de la nueva Iskra sobre la "autoeducación del proletariado", frases dirigidas contra aquellos que, según se dice, son capaces de no ver el contenido debido a la forma (núm. 58, artículo de fondo). ¿No es esto un akimovismo número dos? El akimovismo número uno había justificado el retraso de cierta parte de los intelectuales socialdemócratas, en lo que se refiere a plantear cuestiones de táctica invocando un contenido más "profundo" de la "lucha proletaria", invocando la autoeducación del proletariado. El akimovismo número dos justifica el retraso de cierta parte de los intelectuales socialdemócratas en los problemas de la teoría y la práctica de la organización, con el no menos profundo argumento de que la organización no es más que una forma y lo esencial es la autoeducación del proletariado. El proletariado no teme la organización ni la disciplina, ¡sépanlo los señores que se preocupan tanto del her-
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mano menor! El proletariado no va a preocuparse de que los señores profesores y estudiantes, que no quieran entrar en ninguna organización, sean considerados como miembros del Partido porque trabajen bajo el control de sus organizaciones. La vida entera del proletariado educa a éste para la organización de un modo mucho más radical que muchos intelectuales pedantes. El proletariado, a poco que comprenda nuestro programa y nuestra táctica, no se pondrá a justificar el retraso en la organización invocando que la forma es menos importante que el contenido. No es el proletariado, sino que son algunos intelectuales en nuestro Partido, los que adolecen de falta de autoeducación en el espíritu de organización y disciplina, en el espíritu de hostilidad y desprecio hacia la fraseología anarquista. Los Akímov número dos calumnian de igual manera al proletariado, al decir que no está preparado para la organización, lo mismo que lo calumniaron los Akímov número uno, diciendo que no estaba preparado para la lucha política. El proletario que se haya hecho socialdemócrata consciente y se sienta miembro del Partido, rechazará el seguidismo en materia de organización con el mismo desprecio con que ha rechazado el seguidismo en los problemas de táctica.
   
Ved, por último, la profunda sabiduría del "Práctico" de la nueva Iskra : "Interpretada en su verdadero sentido, la idea de una organización 'combativa' centralista -- dice -- que unifique y centralice la actividad [subrayado para marcar la profundidadJ de los revolucionarios, no toma, naturalmente, cuerpo sino en el caso de que esta actividad exista [¡nuevo e ingenioso!]; la misma organización, como forma [¡escuchad, escuchad!], no puede desarrollarse sino simultáneamente [subrayado por el autor, como en los demás casos de esta cita] con el desarrollo del trabajo revolucionario que constituye su
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contenido" (núm. 57). ¿No recuerda esto, una vez más, a aquel héroe de la épica popular que, viendo un cortejo fúnebre, gritaba: felicidades? De seguro que no se encontrará en nuestro Partido ni un solo práctico (sin comillas) que no comprenda que es precisamente la forma de nuestra actividad (es decir, la organización) lo que hace tiempo está retrasada respecto al contenido, terriblemente retrasada, y que los gritos a los rezagados: "¡Al paso! ¡No os adelantéis!", no pueden venir en el Partido sino de Juan el tonto. Tratad de comparar aunque sólo sea, por ejemplo, a nuestro Partido con el Bund. Está fuera de duda que el contenido * del trabajo de nuestro Partido es infinitamente más rico, más variado, más amplio y más profundo que en el Bund. Tiene una mayor envergadura teórica; su programa está más desarrollado; su influencia sobre las masas obreras (y no sólo sobre los artesanos organizados) es más amplia y más profunda; la propaganda y la agitación son más variadas; el ritmo del trabajo político es más vivo en los militantes de vanguardia y en los militantes de base; los movimientos populares, con motivo de las manifestaciones y de las huelgas generales, son más grandiosos; la actividad entre las capas no proletarias es más enérgica. Pero ¿y la "forma"? La "forma" de nuestro trabajo está retrasada, en comparación con la del Bund, hasta un punto inadmisible, está retrasada hasta el punto de hacer
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enrojecer de verguenza a todo el que "tome a pecho" los asuntos de su Partido. El retraso de la organización del trabajo, en comparación con su contenido, es nuestro punto débil, y era ya un punto débil mucho tiempo antes del Congreso, mucho tiempo antes de que se constituyera el Comité de Organización. El estado rudimentario e inestable de la forma no permite hacer progresos nuevos y serios en el desarrollo del contenido, provoca un marasmo vergonzoso, lleva a malgastar las fuerzas y hace que los actos no correspondan a las palabras. Todos están hartos de sufrir de esta incongruencia, ¡y ahora los Axelrod y los "Prácticos" de la nueva Iskra vienen a predicarnos el profundo pensamiento de que la forma debe de un modo natural desarrollarse sólo simultáneamente con el contenido!
   
Adónde conduce un pequeño error en materia de organización (artículo primero), si se pone uno a ahondar la necedad y a fundamentar filosóficamente una frase oportunista. ¡Despacito, con tímido zigzag!: ya hemos oído esta canción aplicada a los problemas de táctica; ahora, la oímos aplicada a los problemas de organización. El seguidismo en cuestiones de organización es un producto natural e inevitable de la psicología del individualista anarquista, cuando este último empieza a erigir en sistema de concepciones, en peculiares divergencias de principio sus desviaciones anarquistas (quizá accidentales en un comienzo). En el Congreso de la Liga hemos visto los comienzos de este anarquismo; en la nueva Iskra vemos tentativas de erigirlo en sistema de concepcio nes. Estas tentativas confirman admirablemente lo que ya se dijo en el Congreso del Partido, sobre la diferencia de pun tos de vista que hay entre el intelectual burgués, adherido a la socialdemocracia, y el proletario que ha adquirido conciencia de sus intereses de clase. Por ejemplo, ese mismo "Práctico"
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de la nueva Iskra, cuya profundidad de pensamiento ya conocemos, me echa en cara el que yo me represente el Partido "como una enorme fábrica" con un director, el Comité Central, a su frente (núm. 57, suplemento). El "Práctico" no sospecha siquiera que la terrible palabra por él lanzada nos descubre en seguida la psicología de un intelectual burgués, que no conoce ni la práctica ni la teoría de la organización proletaria. Precisamente la fábrica, que a algunos les parece sólo un espantajo, representa la forma superior de cooperación capitalista que ha unificado y disciplinado al proletariado, que le ha enseñado a organizarse, lo ha colocado a la cabeza de todos los demás sectores de la población trabajadora y explotada. Precisamente el marxismo, como ideología del proletariado instruido por el capitalismo, ha enseñado y enseña a los intelectuales vacilantes la diferencia que existe entre el factor de explotación de la fábrica (disciplina fundada en el miedo a la muerte por hambre) y su factor organizador (disciplina fundada en el trabajo en común, unificado por las condiciones en que se realiza la producción, altamente desarrollada desde el punto de vista técnico). La disciplina y la organización, que tan difícilmente adquiere el intelectual burgués, son asimiladas con singular facilidad por el proletariado, gracias precisamente a esta "escuela" de la fábrica. El miedo mortal a esta escuela, la completa incomprensión de su valor organizador, caracterizan precisamente los métodos del pensamiento que reflejan las condiciones de vida pequeñoburguesas, a las que debe su origen el tipo de anarquismo que los socialdemócratas alemanes llaman Edelanarchismus, es decir, anarquismo del señor "distinguido", anarquismo señorial, diría yo. Este anarquismo señorial es algo muy peculiar del nihilista ruso. La organización del Partido se le antoja una "fábrica" monstruosa; la sumisión
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de la parte al todo y de la minoría a la mayoría le parece un "avasallamiento" (véanse los folletos de Axelrod); la división del trabajo bajo la dirección de un organismo central hace proferir alaridos tragicómicos contra la transformación de los hombres en "ruedas y tornillos" de un mecanismo (y entre estas transformaciones, la que juzga más espantosa es la de los redactores en simples periodistas), la mención de los estatutos de organización del Partido suscita en él un gesto de desprecio y la desdeñosa obsenación (dirigida a los "formalistas") de que se podría vivir sin estatutos.
   
Es increíble, pero es un hecho: precisamente ésta es la edificante observación que me hace el camarada Mártov en el núm 58 de Iskra, citando, para ser más convincente, mis propias palabras de la "Carta a un camarada". ¿Acaso no es esto "anarquismo señorial", acaso no es seguidismo el justificar con ejemplos sacados de la época de dispersión, de la época de desarticulación en círculos, el manténimiento y la glorificación del sistema de círculos y de la anarquía, en una época en que ya está constituido el espíritu del Partido?
   
¿Por qué no necesitábamos antes los estatutos? Porque el Partido se componía de círculos aislados, no enlazados entre sí por ningún nexo orgánico El pasar de un círculo a otro era simplemente cuestión de la "buena voluntad" de este o el otro individuo, que no tenía ante sí ninguna expresión netamente definida de la voluntad del todo. Las cuestiones en litigio, en el seno de los círculos, no se resolvían según unos estatutos, "sino luchando y amenazando con marcharse ": esto es lo que decía yo en la "Carta a un camarada"* fundándome en la experiencia de una serie de círculos en general, y en particular en la de nuestro grupo de seis que constituíamos la
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redacción. En la época de los círculos, tal fenómeno era nabural e inevitable, pero a nadie se le ocurría elogiarlo ni hacer de ello un ideal: todos se quejaban de semejante dispersión, todo el mundo sufría a causa de ella y ansiaba la fusión de los círculos dispersos en una organización de partido con una forma definida. Y ahora, cuando esta fusión ha tenido lugar, se nos arrastra hacia atrás, se nos sirve, como si fueran principios superiores de organización, lla fraseología anarquistal A los que están acostumbrados a la holgada bata y a las zapatillas de la vida de familia de los círculos, al oblomovismo, unos estatutos formales les parecen algo estrecho, apretado, pesado, bajo, burocrático, avasallador, un estorbo para el libre "proceso" de la lucha ideológica. El anarquismo señorial no comprende que hacen falta unos estatutos formales precisamente para sustituir el estrecho nexo de los círculos con un amplio nexo del Partido. No se precisaba ni era posible revestir de una forma definida el nexo existente en el interior de un círculo, o entre los círculos, porque dicho nexo estaba basado en un compadrazgo o en una "confianza" incontrolada y no motivada. El nexo del Partido no puede ni debe descansar ni en el uno ni en la otra; es indispensable basarlo precisamente en unos estatutos formales, redactados "burocráticamente" (desde el punto de vista del intelectual relajado), y cuya estricta observancia es lo único que nos garantiza de la arbitrariedad y de los caprichos de los círculos, del régimen de querellas instituido en los círculos y calificado de libre "proceso" de la lucha ideológica.
   
La redacción de la nueva Iskra lanza contra Alexándrov la edificante indicación de que "la confianza es una cosa delicada, que no se puede meter a martillazos en los corazones y en las cabezas" (núm. 56, suplemento). La redacción no comprende que precisamente el colocar en primer plano la
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confianza, la mera confianza, delata una vez más su anarquismo señorial y su seguidismo en materia de organización. Cuando yo era sólo miembro de un círculo, del grupo de los seis redactores, o de la organización de Iskra, tenía derecho a justificar, por ejemplo, mi negativa a trabajar con X., alegando sólo la falta de confianza, sin tener que dar explicaciones ni motivos Una vez miembro del Partido, no tengo derecho a invocar sólo una vaga falta de confianza, porque ello equivaldría a abrir de par en par las puertas a todas las extravagancias y a todas las arbitrariedades de los antiguos círculos; estoy obligado a motivar mi "confianza" o mi "desconfianza" con un argumento formal, es decir, a referirme a esta o a la otra disposición formalmente fijada de nuestro programa, de nuestra táctica, de nuestros estatutos; estoy obligado a no limitarme a un "tengo confianza" o "no tengo confianza" sin más control, antes bien reconocer que debo responder de mis decisiones. como en general toda parte integrante del Partido debe responder de las suyas ante el conjunto del mismo; estoy obligado a seguir la vía formalmente prescrita para expresar mi "desconfianza", para imponer las ideas y los deseos que emanan de esta desconfianza Nos hemos elevado ya de la "confianza" incontrolada, propia de los círculos, al punto de vista de un partido, que exige la observación de procedimientos controlados y formalmente determinados para expresar y comprobar la confianza. ¡Y la redacción nos arrastra hacia atrás y llama a su seguidismo concepto nuevo de la organización!
   
Ved cómo razona nuestra redacción, que pretende ser una redacción de partido, sobre los grupos literarios que podrían exigir una representación en ella: "No nos indignaremos, no invocaremos a gritos la disciplina", nos sermonean estos anarquistas señoriales, que han mirado siempre y en todas
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partes con arrogancia la disciplina. Nosotros, dicen, nos "entenderemos" [¡sic!] con el grupo si es serio, o nos reiremos de sus exigencias.
   
¡Ya veis qué elevada nobleza se afirma aquí contra el vulgar formalismo "de fábrica" I En realidad, tenemos ante nosotros la misma fraseología de los círculos, un poco remozada, ofrecida al Partido por una redacción que siente que no es un organismo del Partido, sino un resto de un antiguo círculo, la falsedad interna de esta posición conduce de modo inevitable a la elucubración anarquista, que erige en principio de organización socialdemócrata la dispersión, a la que de palabra se la declara farisaicamente como cosa ya pasada No-hace falta ninguna jerarquía de instituciones e instancias superiores e inferiores del Partido: para el anarquismo señorial una tal jerarquía es invención burocrática de ministerios, departamentos, etc. (v. el folletón de Axelrod); no hace falta subordinación alguna de la parte al todo, no hace falta ninguna definición "burocrática y formal" de los procedimientos propios del Partido para "entenderse" o deslindarse: que sean consagradas las antiguas querellas de los círculos por la fraseología sobre los métodos de organización "auténticamente socialdemócratas".
   
Y aquí es donde el proletario que ha pasado por la escuela "de la fábrica" puede y debe dar una lección al individualismo anarquista. Hace ya tiempo que el obrero consciente ha salido de los pañales: ya no rehuye al intelectual como tal. El obrero consciente sabe apreciar el acervo de conocimientos, más rico, el horizonte político más amplio, que encuentra en los intelectuales socialdemócratas. Pero a medida que se estructura en nuestro país un verdadero Partido, el obrero consciente debe aprender a distinguir la psicología del combatiente del ejército proletario de la psicología del intelectual
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burgués que se pavonea con frases anarquistas; debe aprender a exigir que cumplan sus deberes de miembros del Partido no sólo los militantes de filas, sino también "los de arriba"; debe aprender a tratar el seguidismo en problemas de organización con el mismo desprécio con que en otros tiempos trataba el seguidismo en problemas de táctica.
   
En conexión inseparable con el girondismo y el anarquismo señorial se halla una última particularidad característica de la posición de la nueva Iskra en cuestiones de organización: la defensa del autonomismo contra el centralismo. Este es precisamente el sentido de principios que tienen (si es que tienen alguno[*]) los clamores contra el burocratismo y la autocracia, las lamentaciones a propósito del "desdén inmerecido de que se hace objeto a los no iskristas" (que defendieron el autonomismo en el Congreso), los cómicos gritos de que se exige "una sumisión absoluta", las amargas quejas sobre "absolutismo", etc., etc. El ala oportunista de cualquier partido defiende y justifica siempre todo lo atrasado, en materia de programa, de táctica y de organización. La defensa de las ideas atrasadas de la nueva Iskra en materia de organización (seguidismo) está estrechamente ligada a la defensa del autonomismo. Verdad es que el autonomismo, en general, está tan desacreditado por los tres años de propaganda de la vieja Iskra, que a la nueva Iskra le da verguenza todavía pronunciarse abiertamente en su favor; nos asegura aún que siente simpatía por el centralismo, pero lo demuestra únicamente imprimiendo en cursiva la palabra centralismo. En realidad, aplicando la más ligera crítica a los "principios" del casi-centralismo "auténticamente socialdemócrata" (¿y no
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anarquista?) de la nueva Iskra, se descubre a cada paso el punto de vista del autonomismo. ¿Acaso no queda ahora claro para todo el mundo que Axelrod y Mártov, en problemas de organización, han virado hacia Akímov? ¿Acaso no lo han reconocido solemnemente ellos mismos en sus significativas palabras sobre el "desdén inmerecido de que se hace objeto a los no iskristas"? ¿Y acaso no es el autonomismo lo que han defendido en el Congreso de nuestro Partido Akímov y sus amigos?
   
Precisamente el autonomismo (si no el anarquismo) es lo que defendieron Mártov y Axelrod en el Congreso de la Liga, cuando con divertido empeño trataban de demostrar que la parte no debe subordinarse al todo, que la parte es autónoma en la determinación de sus relaciones con el todo, que los estatutos de la Liga del extranjero, que formulan estas relaciones, son válidos contra la voluntad de la mayoría del Partido, contra la voluntad del organismo central del Partido. Precisamente el autonomismo es lo que defiende ahora el camarada Mártov de una manera abierta también en las columnas de la nueva Iskra (núm 60) a propósito de la introducción por el Comité Central de miembros en los comités locales. No hablaré de los sofismas infantiles con que defendió el camarada Mártov el autonomismo en el Congreso de la Liga y lo defiende ahora en la nueva Iskra *. Me importa señalar aquí la tendencia indiscutible a defender el autonomismo en
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contra del centralismo, como un principio característico del oportunismo en las cuestiones de organización.
   
Tentativa casi única de analizar la noción del burocratisma es la que hace la nueva Iskra (núm. 53), que opone el "principio formalmente democrático " (subrayado por el autor) al "principio formalmente burocrático ". Esta contraposición (desgraciadamente, tan poco desarrollada y explicada como la alusión a los no iskristas) contiene un grano de verdad. El burocratismo versus (contra) el democratismo, es precisamente el centralismo versus el autonomismo; es el principio de organización de la socialdemocracia revolucionaria frente al principio de organización de los oportunistas de la socialdemocracia. Este último trata de ir de abajo arriba, y por ello defiende, siempre que puede y cuando puede, el autonomismo, el "democratismo" que va (en los casos en que hay exceso de celo) hasta el anarquismo. El primero trata de empezar por arriba, preconizando la extensión de los derechos y poderés del organismo central respecto a las partes. En la época de la dispersión y de la desarticulación en círculos, la cima de donde quería partir la socíaldemocracia revolucionaria en su organización era inevitablemente uno de los círculos, el más influyente por su actividad y su consecuencia revolucionaria (en nuestro caso, la organización de Iskra ). En una época de restablecimiento de la unidad efectiva del Partido y de dilución de los círculos anticuados en esa unidad, esa cima es inevitablemente el Congreso del Partido, como órgano supremo del mismo. El Congreso agrupa, en la medida de lo posible, a todos los representantes de las organizaciones activas y, designando organismos centrales (muchas veces con una composición que satisface más a los elementos de vanguardia que a los retardatarios, que gusta más al ala revolucionaria que a su ala oportunista), hace de ellas la cima hasta
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el Congreso siguiente. Así proceden, por lo menos, los europeos de la socialdemocracia, aunque poco a poco, y no sin dificultades, no sin lucha ni sin querellas, esta costumbre, que los anarquistas odian en principio, comienza a extenderse también a los asiáticos de la socialdemocracia.
   
Es interesante en sumo grado observar que los principios característicos que he indicado en el oportunismo en materia de organización (autonomismo, anarquismo señorial o propio de intelectuales, seguidismo y girondismo) también se observan mutatis mutandis (con las modificaciones correspondientes) en todos los partidos socialdemócratas de todo el mundo donde existe una división en ala revolucionaria y ala oportunista (¿y dónde no la hay?). Esto se ha puesto de manifiesto muy recientemente con singular relieve en el Partido Socialdemócrata alemán, cuando la derrota sufrida en la 20 circunscripción electoral de Sajonia (el llamado Incidente Göhre)*, ha puesto al orden del día los principios de organización de partido El celo de los oportunistas alemanes contribuyó especialmente a suscitar la cuestión de principio con motivo de este incidente. Göhre mismo (antes pastor protestante, autor de un libro bastante conocido: Drei Monate Fabrikarbeiter ** y uno de los "héroes" del Congreso de Dresde) es un oportunista empedernido, y el órgano de los
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oportunistas alemanes consecuentes Sozialistische Monatshefte [Revista Mensual Socialista ] ha "intercedido" inmediatamente por él.
   
El oportunismo en el programa está, naturalmente, ligado al oportunismo en la táctica y al oportunismo en las cuestiones de organización. El camarada Wolfgang Heine se ha encargado de exponer el "nuevo" punto de vista. Para caracterizar al lector la fisonomía de este típico intelectual, que al adherirse a la socialdemocracia ha conservado su manera oportunista de pensar, bastará decir que el camarada Wolfgang Heine es un poco menos que un camarada Akímov alemán y un poco más que un camarada Iegórov alemán.
   
El camarada Wolfgang Heine ha abierto una campaña, en Sozialistische Monatshefte, con no menos aparatosidad que el camarada Axelrod en la nueva Iskra. El título de su artículo es ya muy significativo: "Notas democráticas a propósito del Incidente Göhre" (núm. 4 de Sozialistische Monatshefte, de abril). Y el contenido es no menos atronador. El camarada W. Heine se alza contra "los atentados a la autonomía de la circunscripción electoral", defiende "el principio democrático", protesta contra la intervención de una "autoridad nombrada" (es decir, de la dirección central del Partido) en la libre elección de los delegados por el pueblo. No se trata aquí de un incidente fortuito, nos alecciona el camarada W. Heine, sino de toda una "tendencia al burocratismo y al centralismo en el Partido ", tendencia que, según él dice, se había observado ya antes, pero que ahora se hace especialmente peligrosa. Es preciso "reconocer en principio que los organismos locales del Partido son los portadores de su vida" (plagio del folleto del camarada Mártov: "De nuevo en minoría"). No hay que "acostumbrarse a que todas las decisiones políticas importantes partan de un solo centro", es preciso prevenir
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al Partido contra "una política doctrinaria que pierde el contacto con la vida" (tomado del discurso del camarada Mártov en el Congreso del Partido sobre que "la vida se impondrá"). ". . . Mirando a la raiz de las cosas -- dice profundizando su argumentación el camarada W. Heine --, haciendo abstracción de los conflictos personales que aquí, como siempre, han desempeñado un papel no pequeño, veremos en este ensañamiento contra los revisionistas [subrayado por el autor, que, es de suponer, alude a la distinción de conceptos entre la lucha contra el revisionismo y lucha contra los revisionistas] principalmente una desconfianza de los representantes oficiales del Partido respecto-al 'elemento extraño ' [por lo visto, W. Heine no ha leido todavía el folleto sobre la lucha contra el estado de sitio, y por eso recurre al anglicismo: Outsidertum ], la desconfianza de la tradición frente a lo que no es habitual, de la institución impersonal frente a lo que es individual [v. la resolución de Axelrod en el Congreso de la Liga acerca de la coacción ejercida sobre la iniciativa individual], en una palabra, la misma tendencia que ya hemos caracterizado más arriba como tendencia al burocratismo y al centralismo en el Partido".
   
La noción de "disciplina" inspira al camarada W. Heine no menos noble indignación que al camarada Axelrod. ". . . Se ha reprochado a los revisionistas -- escribe -- falta de disciplina, por haber escrito en Sozialistische Monatshefte, órgano al que no querian reconocer ni siquiera como socialdemócrata, porque no está bajo el control del Partido. Ya este solo intento de reducir el concepto 'socialdemócrata', esta sola exigencia de disciplina en el campo de producción ideológica, donde debe reinar una libertad absoluta [recordad la frase: la lucha ideológica es un proceso, y las formas de organización no son más que formas], testimonian una ten-
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dencia al burocratismo y al sojuzgamiento de la individualidad". Y W. Heine sigue durante largo tiempo fulminando en todos los tonos esa odiosa tendencia a crear "una vasta organización omnímoda, lo más centralizada posible, una táctica, una teoría", fulmina el que se exija "obediencia incondicional", "sumisión ciega", fulmina "el centralismo simplificado", etc, etc., literalmente "a lo Axelrod".
   
La discusión iniciada por W. Heine se ha extendido, y como en el partido alemán no la encizañaba ninguna querella con motivo de la cooptación, como los Akímov alemanes esclarecen su fisonomía no sólo en los congresos, sino también constantemente en un órgano especial, la discusión se ha reducido pronto a un análisis de las tendencias de principios de la ortodoxia y del revisionismo en materia de organización. C. Kautsky ha intervenido como uno de los representantes de la tendencia revolucionaria (acusada, claro está, como entre nosotros, de espíritu "dictatorial", "inquisitorial" y demás cosas terribles) (Neue Zeit, 1904, núm. 28: artículo "Wahlkreis und Partei" ["La circunscripción electoral y el Partido"]). "El artículo de W. Heine -- declara Kautsky -- muestra el curso del pensamiento de toda la tendencia revisionista". No sólo en Alemania, sino también en Francia y en Italia, los oportunistas defienden a capa y espada el autonomismo, el debilitamiento de la disciplina del Partido, su reducción a cero; en todas partes conducen sus tendencias a la desorganización, a la degeneración del "principio democrático" en anarquismo, "La democracia no es la ausencia del poder -- enseña C. Kautsky a los oportunistas en el problema de organización --, la democracia no es la anarquía, es la supremacía de las masas sobre sus mandatarios, a diferencia de otras for mas de poder en que los seudoservidores del pueblo son en realidad sus amos". C. Kautsky examina detalladamente el
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papel desorganizador del autonomismo oportunista en los distintos países; demuestra que precisamente la adhesión a la socialdemocracia "de una masa de elementos burgueses "[*] tefuerza el oportunismo, el autonomismo y las tendencias a la infracción de la disciplina; recuerda una y otra vez que precisamente "la organización es el arma con la cual se emancipará el proletariado", que precisamente "la organización es el arma característica del proletariado en la lucha de clases".
   
En Alemania, donde el oportunismo es más débil que en Francia e Italia, "las tendencias autonomistas no han conducido hasta ahora sino a declamaciones más o menos patéticas contra los dictadores y los grandes inquisidores, contra las excomuniones[**]y la persecución de herejías, a enredos y querellas sin fin, cuyo análisis no conduciría más que a incesantes disputas".
   
No es de extrañar que en Rusia, donde el oportunismo es en el Partido aún más débil que en Alemania, las tendencias autonomistas hayan dado lugar a menos ideas y a más "declamaciones patéticas" y querellas.
   
No es de extrañar que Kautsky llegue a la conclusión siguiente: "Quizá no haya cuestión en que el revisionismo de todos los países, a pesar de todas sus diversidades y de la variedad de sus matices, se distinga por tanta uniformidad como en el problema de organización precisamente". C. Kautsky también formula las tendencias fundamentales de
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la ortodoxia y del revisionismo en este terreno, recutriendo a la "palabra terrible": burocratismo versus (contra) democratismo. Se nos dice -- escribe C. Kautsky -- que conceder a la dirección del Partido el derecho de influir en la elección de candidatos (a diputado) por las citcunscripciones electorales locales, es "atentar vergonzosamente al principio democrático, que exige que toda la actividad política se ejerza de abajo a arriba, por iniciativa de las masas, y no de arriba abajo, por vía burocrática. . . Pero si existe algún principio verdaderamente democrático es el de que la mayoría debe tener supremacía sobre la minoría, y no al contrario. . ." La elección de diputados al Parlamento, por cualquier circunscripción, es un asunto importante para todo el Partido en su conjunto, que por ello mismo debe influir sobre la designación de los candidatos, al menos por medio de personas de confianza del Partido (Vertrauensmänner ). "Quien crea que este procedimiento es demasiado burocrático o demasiado centralista, que pruebe proponer que los candidatos sean designados por votación directa de todos los miembros del Partido en general (sämtliche Parteigenossen ). Y como esto es irrealizable, no hay razón para quejarse de falta de democratismo cuando la función de que se trata, como muchas otras que se refieren al Partido en conjunto, es desempeñada por una o varias instancias del Partido". Según el "derecho usual" del Partido alemán, las distintas circunscripciones electorales "se entendían ya antes amigablemente" con la dirección del Partido para presentar uno u otro candidato. "Pero el Partido es ya demasiado grande para que baste este tácito derecho usual. El derecho usual deja de ser derecho cuando deja de ser reconocido como algo que se entiende por sí mismo, cuando se ponen en duda sus definiciones e incluso su propia existencia. En este caso resulta absolutamente imprescindible formular
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de un modo exacto este derecho, codificarlo". . . "fijar de un modo más exacto en los estatutos[*] (statutarische Festlegung ) y reforzar simultáneamente el carácter riguroso (grössere Straffheit ) de la organización".
   
Veis, pues, en circunstancias distintas, la misma lucha entre el ala oportunista y el ala revolucionaria del Partido sobre la cuestión de organización, el mismo conflicto entre autonomismo y centralismo, democratismo y "burocratismo", entre la tendencia a debilitar y la tendencia a reforzar el carácter riguroso de la organización y de la disciplina, entre la psicología del intelectual vacilante y la del proletario consecúente, entre el individualismo propio de intelectuales y la cohesión proletaria. Cabe preguntar: ¿Qué actitud ha adoptado ante este conflicto la democracia burguesa, no la democracia que la traviesa historia prometió sólo enseñar en secreto algún día al camarada Axelrod, sino la verdadera, la democracia burguesa real, que tiene también en Alemania representantes no menos sabios ni menos observadores que nuestros señores de "Osvobozhdenie"? La democracia burguesa alemana ha respondido inmediatamente a la nueva discusión y -- como la rusa, como siempre, como en todas partes -- se ha colocado de lleno al lado del ala oportunista del Partido socialdemócrata. El destacado órgano del capital bursátil de Alemania, la Gazeta de Francfurt, ha publicado un artículo de fondo fulminante (Frankf. Ztg., 7 de abril de 1904,
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núm. 97, Abendblatt), que demuestra que la manía poco escrupulosa de plagiar a Axelrod se ha convertido simplemente en una especie de enfermedad de la prensa alemana. Los terribles demócratas de la Bolsa de Francfurt fustigan la "autocracia" en el Partido Socialdemócrata, la "dictadura del Partido", "el dominio autocrático de las autoridades del Partido", esas "excomuniones" por las que se quiere (recuérdese la "falsa acusación de oportunismo") "algo así como castigar a todo el revisionismo", esa exigencia de "obediencia ciega", esa "disciplina que mata", esa exigencia de "subordinación lacayuna", de hacer de los miembros del Partido "cadáveres políticos" (¡esto es mucho más fuerte que lo de los tornillos y ruedecitas!). "Toda originalidad personal -- dicen indignados los caballeros de la Bolsa al observar el estado de cosas antidemocrático que rige en la socialdemocracia --, toda individualidad, ya lo veis, ha de verse sujeta a persecuciones, porque amenazan con llevar al estado de cosas que rige en Francia, al jauresismo y al millerandismo, como ha declarado francamente Zindermann, que informó sobre este problema" en el Congreso del partido de los socialdemócratas sajones.
   
Así, pues, por cuanto los nuevos terminajos de la nueva Iskra sobre el problema de organización tienen un sentido de principio, no cabe duda de que este sentido es oportunista. Se confirma esta deducción tanto por todo el análisis del Congreso de nuestro Partido, que se escindió en ala revolucionaria y ala oportunista, como por el ejemplo de todos los partidos socialdemócratas europeos, en cuyo seno se manifiesta el oportunismo en materia de organización en las mismas tendencias, en las mismas acusaciones y muy a menudo en los
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mismos terminajos. Naturalmente, imprimen su sello las particularidades nacionales de los diversos partidos y las distintas condiciones políticas de los diversos países, haciendo que el oportunismo alemán no se parezca en nada al oportunismo francés, ni el francés al italiano, ni el italiano al ruso. Pero, a pesar de toda esta diferencia de condiciones*, se observa claramente la homogeneidad de la división fundamental de todos estos partidos en ala revolucionaria y ala oportunista, la homogeneidad del curso del pensamiento y de las tendencias del oportunismo en el problema de organización. El gran número de representantes de la intelectualidad radical que figura entre nuestros marxistas y nuestros socialdemócratas ha traído y trae como consecuencia inevitable el oportunismo, que su psicología engendra en los terrenos y en las formas más diversas. Hemos luchado contra el oportunismo en las cuestiones fundamentales de nuestra concepción del mundo, en cuestiones programáticas, y la divergencia absoluta en lo que se refiere a los fines ha conducido inevitablemente a un deslindamiento definitivo entre los liberales, que han estropeado nuestro marxismo legal, y los socialdemócra-
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tas. Hemos luchado contra el oportunismo en problemas de táctica y nuestra divergencia con los camaradas Krichevski y Akímov, en lo que se refiere a estos problemas menos importantes, tuvo tan sólo, naturalmente, un carácter temporal, no siguiéndole la formación de partidos distintos. Ahora, hemos de vencer el oportunismo de Mártov y Axelrod en problemas de organización, aun menos cardinales, claro está, que las cuestiones de programa y de táctica, pero problemas que en el momento actual aparecen en el primer plano de la vida de nuestro Partido.
   
Cuando se habla de lucha contra el oportunismo, no hay que olvidar nunca un rasgo característico de todo el oportunismo contemporáneo en todos los terrenos: su carácter in definido, difuso, inaprehensible. El oportunista, por su misma naturaleza, esquiva siempre plantear los problemas de un modo preciso y definido, busca la resultante, se arrastra como una culebra entre puntos de vista que se excluyen mutuamente, esforzándose por "estar de acuerdo" con uno y otro, reduciendo sus discrepancias a pequeñas enmiendas, a dudas, a buenos deseos inocentes, etc., etc. El camarada E. Bernstein, oportunista en cuestiones programáticas, "está de acuerdo" con el programa revolucionario del Partido, y aunque, probablemente, desearía una "reforma cardinal" del mismo, considera que esta reforma no es oportuna ni conveniente, ni tan importante como la aclaración de los "principios generales" de "crítica" (que consisten, principalmente, en aceptar sin crítica alguna los principios y los terminajos de la democracia burguesa). El camarada von-Vollmar, oportunista en problemas de táctica, está también de acuerdo con la vieja táctica de la socialdemocracia revolucionaria y más bien se limita igualmente a declamaciones, a ligeras enmiendas e ironías, no proponiendo nunca ninguna táctica "minis-
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terialista" determinada. Los camaradas Mártov y Axelrod, oportunistas en problemas de organización, tampoco han dado hasta ahora tesis determinadas de principio que puedan ser "fijadas en unos estatutos", a pesar de que se les ha llamado directamente a hacerlo; también ellos desearían, indudablemente que la desearían, una "reforma cardinal" de los estatutos de nuestra organización (Iskra, núm. 58, pág. 2, columna 3); pero con preferencia hubieran empezado por ocuparse de "problemas generales de organización" (porque una reforma efectivamente cardinal de nuestros estatutos que, a pesar del artículo primero, tienen un carácter centralista, si se hiciera en el espíritu de la nueva Iskra, conduciría inevitablemente al autonomismo, y el camarada Mártov, claro está, no quiere reconocer ni aun ante sí mismo su tendencia en principio al autonomismo). De aquí que su posición "en principio", en cuanto al problema de organización, tenga todos los colores del arco iris: predominan inocentes y patéticas declamaciones sobre la autocracia y el burocratismo, sobre la obediencia ciega, sobre tornillos y ruedecitas, declamaciones tan inocentes, que en ellas es aún sumamente difícil distinguir lo que son efectivamente principios de lo que es en realidad cooptación. Pero cuanto más se adentra uno en el bosque? tanta más leña se encuentra: los intentos de analizar y definir exactamente el odioso "burocratismo" conducen inevitablemente al autonomismo; los intentos de "profundizar" y fundamentar, llevan indefectiblemente a justificar el atraso, llevan al seguidismo, a la fraseología girondina. Por último, como único principio efectivamente definido, y que por ello mismo se manifiesta con peculiar claridad en la práctica (la práctica precede siempre a la teoría), aparece el principio del anarquismo. Ridiculización de la disciplina -- autonomismo -- anarquismo: he ahí la escalera por la que ora baja ora su-
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be nuestro oportunismo en materia de organización, saltando de peldaño en peldaño y evitando hábilmente toda formulación precisa de sus principios*. Exactamente la misma gradación presenta el oportunismo en cuanto al programa y a la táctica: burla de la "ortodoxia", de la estrechez y de la inflexibilidad -- "crítica" revisionista y ministerialismo -- democracia burguesa.
   
En estrecha relación psicológica con el odio a la disciplina, está la constante y monótona nota de ofensa, que suena en
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todos los escritos de todos los oportunistas contemporáneos en general y de-nuestra minoría en particular. Se ven perseguidos, oprimidos, expulsados, asediados, atropellados. En esas palabrejas hay mucha más verdad psicológica y política de la que, probablemente, suponía el mismo autor de la encantadora y aguda broma sobre atropellados y atropelladores. Recorred, en efecto, las actas del Congreso de nuestro Partido y veréis que constituyen la minoría todos los ofendidos, todos aquellos a los que alguna vez o en algo ha ofendido la socialdemocracia revolucionaria. Allí están los bundistas y los de "Rabócheie Dielo", a los que "ofendimos" hasta el punto de que se retiraron del Congreso; allí están los de "Iuzhni Rabochi", mortalmente ofendidos porque se ha dado muerte a las organizaciones en general y a la suya en particular; allí está el camarada Májov, al que se ofendió cada vez que hizo uso de la palabra (porque cada vez se ponía exactamente en una situación ridícula); allí están, por último, el camarada Mártov y el camarada Axelrod, ofendidos por la "falsa acusación de oportunismo" con motivo del artículo primero de los estatutos y por su derrota en las elecciones. Y todas estas amargas ofensas no fueron resultado casual de inadmisibles agudezas, de bruscas salidas de tono, de una polémica furiosa, de portazos y de enseñar puños, como aún siguen pensando muchísimos filisteos, sino la consecuencia política inevitable de tres años de labor ideológica de Iskra. Si nosotros, en el transcurso de estos tres años, hacíamos algo más que dar rienda suelta a la lengua, si expresábamos convicciones que deben convertirse en realidad, no pudimos menos de luchar en el Congreso contra los antiiskristas y contra la "charca". Y cuando, junto con el camarada Mártov, que combatía en las primeras filas, con la visera levantada, hubimos agraviado a tal cantidad de gente, sólo nos faltaba
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agraviar un poco, muy poco, al camarada Axelrod y al camarada Mártov, para que rebasara la copa. La cantidad se convirtió en calidad. Se produjo una negación de la negación. Todos los ofendidos olvidaron sus cuentas recíprocas: sollozando, se arrojaron los unos en brazos de los otros y levantaron la bandera de la "insurrección contra el leninismo"[*].
   
La insurrección es una cosa magnífica cuando se alzan los elementos avanzados contra los reaccionarios. Está muy bien que el ala revolucionaria se alce contra el ala oportunista. Pero es malo que el ala oportunista se alce contra la revolucionaria.
   
El camarada Plejánov se ve obligado a tomar parte en este feo asunto en calidad, por decirlo así, de prisionero de guerra. Trata de "desahogarse" pescando una que otra frase poco hábil del autor de tal o cual resolución favorable a la "mayoría", y al hacerlo exclama: "¡Pobre camarada Lenin! ¡Buenos son sus ortodoxos partidarios!" (Iskra, núm. 63, suplemento).
   
Bueno, ¿sabe usted, camarada Plejánov?, si yo soy pobre, la redacción de la nueva Iskra está completamente en la miseria. Por pobre que yo sea, no he llegado todavía a un grado de miseria tan absoluto, que tenga que cerrar los ojos ante el Congreso del Partido y buscar en resoluciones de miembros de los comités material para ejercitar la agudeza de mi espíritu. Por muy pobre que yo sea, soy mil veces más rico que los hombres cuyos partidarios, no sólo dicen por casualidad alguna que otra frase poco hábil, sino que en todos los problemas, tanto de organización como de táctica y de pro-
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grama, se aferran, firme y empeñadamente, a principios que están en pugna con los de la socialdemocracia revolucionaria. Por pobre que yo sea, no he llegado aún al extremo de tener que ocultar al público los elogios ofrecidos por semejantes partidarios. Y eso es lo que se ve obligada a hacer la redacción de la nueva Iskra.
   
¿Sabes, lector, lo que es el Comité de Vorónezh del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia? Si no lo sabes, lee las actas del Congreso del Partido. Allí verás que la tendencia de ese Comité es la que expresan plenamente los camaradas Akímov y Brúker, que lucharon en toda la línea contra el ala revolucionaria del Partido en el Congreso y que, decenas de veces, fueron colocados entre los oportunistas por todo el mundo, empezando por el camarada Plejánov y acabando por el camarada Popov. Pues este Comité de Vorónezh, en su hoja de enero (núm. 12, enero de 1904), declara:
   
"En nuestro Partido, siempre en crecimiento, se ha producido el año pasado un acontecimiento de trascendental importancia para el Partido: se ha celebrado el II Congreso del P.O.S.D.R., en el que se han reunido representantes de sus organizaciones. La convocatoria de un congreso del Partido es algo muy complejo y muy arriesgado bajo la monarquía, algo muy difícil, y por ello no es de extrañar que la convocatoria del Congreso del Partido no se haya hecho ni con mucho de un modo perfecto, y que el mismo Congreso, aunque ha transcurrido con toda normalidad, no haya dado satisfacción a todo lo que de él exigía el Partido. Los camaradas a quienes la Conferencia de 1902 encomendó la convocatoria del Congreso habían sido detenidos, y el Congreso lo prepararon personas designadas por una sola tendencia de la socialdemocracia rusa: la tendenaa iskrista. Muchas organizaciones socialdemócratas, pero no iskristas, no fueron in corporadas al trabajo del Congreso: a ello se debe, en parte, el hecho de que el Congreso haya cumplido de un modo extremadamente imperfecto su cometido en lo que se refiere a redactar el programa y los estatutos del Partido, que haya en los estatutos grandes lagunas 'que pueden dar lugar a peligrosas confusiones', según reconocen las mismas personas que han tomado parte en el Congreso. Los mismos iskristas se han escindido en el Congreso, y muchos militantes destacados de nuestro P.O.S.D.R.
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que antes, al parecer, aceptaban totalmente el programa de acción de Iskra, han reconocido que eran irreales muchos de sus puntos de vista, propugnados principalmente por Lenin y Plejánov. Aunque estos últimos triunfaron en el Congreso, la fuerza de la vida práctica, las exigencias del trabajo real, en cuyas filas están también todos los no-iskristas, corrigen rápidamente los errores de los teóricos y han introducido ya serias rectificaciones después del Congreso. Iskra ha cambiado mucho y promete prestar oído atento a las exigencias de los militantes de la socialdemocracia en general. Por tanto, aunque los trabajos del Congreso deben ser revisados por el Congreso siguiente y -- cosa evidente incluso para los que han tomado parte en él -- no son satisfactorios, y por lo mismo no pueden entrar en el Partido como decisiones inmutables, el Congreso, sin embargo, ha puesto en claro el estado de cosas que existe en el Partido ha proporcionado bastante material para la ulterior actividad teórica y de organización del Partido y constituye una experiencia de enorme interés para el trabajo del Partido en conjunto. Todas las organizaciones tendrán en cuenta las resoluciones del Congreso y los estatutos que ha elaborado, pero muchas se abstendrán de guiarse únicamente por ellos, a causa de sus evidentes imperfecciones.
   
Aunque no nos satisfaga todavía el estado de cosas que se observa en el Partido y en el C.C., confiamos, sin embargo, que los esfuerzos comunes conseguirán perfeccionar la difícil labor de la organización del Partido. Frente a los rumores falsos que circulan, el Comité de Vorónezh declara a los camaradas que no puede ni hablarse de que el Comité de Vorónezh salga del Partido. El Comité de Vorónezh comprende perfectamente cuán peligroso precedente (ejemplo) sería la salida, del seno del P.O.S.D.R., de una organización obrera como es el Comité de Vorónezh, y qué reproche recaería sobre el Partido y qué perjudicial sería para las organizaciones obreras que pueden seguir ese ejemplo. No debemos pro
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vocar nuevas escisiones, sino aspirar tenazmente a la unificación de todos los obreros conscientes y socialistas en un Partido único. Además, el II Congreso ha sido un congreso ordinario y no constituyente. Sólo el tribunal del Partido puede acordar una expulsión del Partido, pero ninguna organización, ni aun el mismo Comité Central tienen derecho a excluir del Partido a ninguna organización socialdemócrata. Aún más: en el II Congreso se ha aprobado el artículo octavo de los estatutos, según el cual cada organización es autónoma en sus asuntos locales, por lo cual el Comité de Vorónezh tiene pleno derecho a aplicar en el Partido sus puntos de vista en materia de organización ".
   
La redacción de la nueva Iskra, al referirse a esta hoja en su número 61, ha publicado la segunda parte del pasaje que hemos reproducido, la parte impresa en caracteres corrientes; la primera, reproducida en tipo menor, ha preferido omitirla.
   
Les ha dado verguenza.
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Al abarcar de una mirada general el desarrollo de la crisis de nuestro Partido, veremos sin dificultad que, salvo raras excepciones, la composición fundamental de los dos bandos en pugna ha sido siempre la misma. Era la lucha entre el ala revolucionaria de nuestro Partido y el ala oportunista. Pero esta lucha pasó por las fases más diversas, y todo el que quiera ver claro en el enorme fárrago de publicaciones ya acumulado, en una inmensidad de indicaciones aisladas, citas truncadas, diversas acusaciones, etc., etc., ha de tener un conocimiento exacto de las particularidades de cada una de estas fases.
   
Enumeremos las principales fases, que difieren manifiestamente entre sí: 1) Discusión sobre el artículo primero de los estatutos. Lucha puramente ideológica sobre los fundamentales principios de organización. Plejánov y yo estamos en minoría. Mártov y Axelrod proponen una formulación oportunista y caen en brazos de los oportunistas. 2) Escisión de la organización de Iskra con motivo de las listas de candidatos al C.C.: Fomín o Vasiliev en una lista de cinco, Trotski o Travinski en un grupo de tres. Plejánov y yo conquistamos la mayoría (nueve contra siete), en parte justamente porque habíamos sido minoría en el artículo primero. La coalición de Mártov con los oportunistas confirma en la práctica todos
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mis temores, debidos al incidente con el Comité de Organización. 3) Continúan las discusiones sobre detalles de los estatutos. Vuelven a salvar a Mártov los oportunistas. Nosotros estamos nuevamente en minoría y defendemos los de rechos de la minoría en los organismos centrales. 4) Los siete oportunistas extremos se retiran del Congreso. Nosotros quedamos en mayoría y vencemos en las elecciones a la coalición (minoría iskrista, "charca" y antiiskristas). Mártov y Popov renuncian a sus puestos en nuestros trios. 5) Después del Congreso, querellas por la cooptación. Orgia de actos anarquistas y fraseologia anarquista. En la "minoría" se imponen los elementos menos firmes e inestables. 6) Para evitar la escisión, Plejánov pasa a la política de kill with kindness. La "minoría" ocupa la redacción del Organo Central y el Consejo y ataca con todas sus fuerzas al Comité Central. La querella continúa llenándolo todo. 7) El primer ataque contra el C.C. es rechazado. La querella parece empezar a calmarse. Resulta pssible examinar con relativa tranquilidad dos problemas que, en el terreno puramente ideológico, preocupan hondamente al Partido: a) qué significa políticamente y cómo se explica la división de nuestro Partido en "mayoría" y "minoría" que se ha plasmado en el II Congreso, viniendo a sustituir todas las divisiones anteriores; b) qué valor de principios tiene la nueva posición de la nueva Iskra en el problema de organización.
   
Cada una de estas fases se caracteriza por una coyuntura de lucha esencialmente distinta y un objetivo inmediato de ataque; cada fase representa, por decirlo así, un combate aislado en una campaña general. Nada podrá entenderse en nuestra lucha sin estudiar las condiciones concretas de cada batalla. Y, al estudiarlas, veremos bien claro que, en efecto, su desarrollo sigue la via dialéctica, la vía de las con-
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tradicciones: la minoría se convierte en mayoría, la mayoría en minoría; cada beligerante pasa de la defensiva a la ofensiva, y a la inversa; "se niega" el punto de partida de la lucha ideológica (artículo primero), cediendo su puesto a las querellas, que lo llenan todo[*], pero luego empieza "la negación de la negación", y "congeniando" mal que bien, en los diversos organismos centrales, con la mujer que Dios le ha dado a uno, volvemos al punto de partida de la lucha puramente ideológica. Pero la "tesis" está ya enriquecida por todos los resultados de la "antítesis" y se ha elevado a síntesis superior, cuando el error aislado y casual del artículo primero se ha convertido en un quasi-sistema de concepciones oportunistas sobre el problema de organización, cuando para todo el mundo es cada vez más evidente la relación que guarda este fenómeno con la división fundamental de nuestro Partido en ala revolucionaria y ala oportunista. En una palabra, no sólo crece la cebada a lo Hegel, sino que, también a lo Hegel, luchan los socialdemócratas rusos entre sí.
   
Pero la gran dialéctica hegeliana, que el marxismo ha adoptado después de haberla puesto de pie, no debe confundirse nunca con el vulgar método de justificar los zig-zags de los dirigentes políticos que se pasan del ala revolucionaria del partido al ala oportunista, con la vulgar manera de echar a un solo montón declaraciones diversas, momentos distintos del desarrollo de diversas fases de un proceso único. La verdadera dialéctica no justifica los errores personales, sino que estudia los virajes inevitables, demostrando su inevi-
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tabilidad a base del estudio más detallado del desarrollo en todos los aspectos concretos. El principio fundamental de la dialéctica es: no hay verdad abstracta, la verdad es siempre concreta. . . Y tampoco debe confundirse esta gran dialéctica hegeliana con la acomodaticia y vulgar sabiduna que expresa el proverbio italiano: mettere la coda dove non va il capo (meter la cola donde no cabe la cabeza).
   
El resultado del desarrollo dialéctico de la lucha que tiene lúgar en nuestro Partido, se reduce a dos revoluciones. El Congreso del Partido fue una verdadera revolución, según observó con razón el camarada Mártov en su "De nuevo en minoría". Razón tienen también los graciosos de la minoría que dicen: ¡el mundo avanza por revoluciones, por eso hemos hecho nosotros una revolución! En efecto, han hecho una revolución después del Congreso; y también es verdad que, hablando en términos generales, el mundo avanza por revoluciones. Pero este aforismo general no determina todavía la significación concreta de cada una de las revoluciones concretas: hay revoluciones que son como reacciones, parafraseando la inolvidable expresión del inolvidable camarada Májov. Para determinar si esta o la otra revolución concreta ha hecho avanzar o retroceder al "mundo" (a nuestro Partido), hay que saber si era el ala revolucionaria del Partido o el ala oportunista la fuerza real que producia la revolución; hay que saber si eran los principios revolucionarios o los principios oportunistas los que inspiraban a los combatientes.
   
El Congreso de nuestro Partido fue un fenómeno único en su genero, sin precedentes en toda la historia del movimiento revolucionario ruso. Por primera vez, ha conseguido un partido revolucionario clandestino salir de las tinieblas de la ilegalidad a la luz del día, mostrar a todos y a cada uno la trayectoria y el desenlace de la lucha interna de nuestro
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Partido, toda la fisonomía del Partido y cada una de sus partes de cierta importancia, en las cuestiones de programa, de táctica y de organización. Por vez primera, conseguimos librarnos de las tradiciones de indisciplina de círculo y del filisteismo revolucionario, reunir decenas de los grupos más diversos, muchas veces terriblemente hostiles, unidos exclusivamente por la fuerza de la idea y dispuestos (en principio) a sacrificar todo particularismo e independencia de grupo en aras del gran todo que por primera vez creábamos de hecho: el Partido. Pero, en política, estos sacrificios no se obtienen sin esfuerzo, sino que se conquistan combatiendo. Por fuerza hubo de ser terriblemente encarnizado el combate por la muerte de las organizaciones. El viento fresco de la lucha franca y libre se convirtió en torbellino. Y este torbellino barrió -- ¡bien barridos están! -- todos los restos sin excepción de todos los intereses, sentimientos y tradiciones de círculos, creando por primera vez organismos efectivamente de partido.
   
Pero una cosa es decir que se es algo y otra serlo en realidad. Una cosa es sacrificar en principio el espíritu de círculos en aras del Partido y otra renunciar a su propio círculo. El viento fresco lo era demasiado para quienes estaban habituados a la atmósfera viciada del filisteismo. "El Partido no ha soportado su primer Congreso", según dijo, con razón (con razón, pero sin darse cuenta), el camarada Mártov en su "De nuevo en minoría". Era demasiado fuerte el sentimiento de ofensa por la muerte dada a las organizaciones. El torbellino levantó todo el limo que estaba en el fondo de la corriente de nuestro Partido y el limo ha tomado su revancha. El viejo y anquilosado espíritu de círculo ha podido más que el joven espíritu de partido. El ala oportunista del Partido, totalmente derrotada, se ha impuesto --
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claro que temporalmente -- al ala revolucionaria, reforzada con la conquista casual de Akímov.
   
En fin de cuentas, ha resultado una nueva Iskra, que se ve precisada a desarrollar y profundizar el error cometido por sus redactores en el Congreso del Partido. La vieja Iskra enseñaba las verdades de la lucha revolucionaria. La nueva Iskra predica la sabiduría filistea: la transigencia y el pancismo. La vieja Iskra era el órgano de la ortodoxia militante. La nueva Iskra nos obsequia con un recrude cimiento del oportunismo, sobre todo en cuestiones de organización. La vieja Iskra se había granjeado la honrosa enemistad de los oportunistas de Rusia y del occidente de Europa. La nueva Iskra se "ha hecho más prudente" y pronto dejará de avergonzarse de los elogios que le prodigan los extremistas del oportunismo. La vieja Iskra iba firmemente hacia su objetivo, y sus palabras no se apartaban de sus hechos. En la nueva Iskra, la falsedad interior de su posición engendra de modo inevitable -- incluso independientemente de la voluntad y conciencia de tal o cual persona -- la hipocresía política. Grita contra la desarticulación en círculos para encubrir la victoria de esta última sobre el espíritu de partido. Censura farisaicamente la escisión, como si en un partido algo organizado pudiera imaginarse contra ésta un medio que no sea la subordinación de la minoría a la mayoría. Declara que es imprescindible tener en cuenta la opinión pública revolucionaria y, ocultando los elogios de los Akímov, se dedica a un mezquino chismorreo contra los comités del ala revolucionaria del Partido*. ¡Qué verguenza! ¡Cómo han cubierto de oprobio a nuestra vieja Iskra!
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Un paso adelante, dos pasos atrás. . . Es algo que sucede en la vida de los individuos, en la historia de las naciones y en el desarrollo de los partidos. Y sería la más criminal de las cobardías dudar, aunque sólo fuera por un momento, del inevitable y completo triunfo de los principios de la socialdemocracia revolucionaria, de la organización proletaria y de la disciplina del Partido. Hemos conseguido ya mucho y debemos continuar luchando, sin que nuestro ánimo decaiga ante los reveses, luchando consecuentemente, despreciando los procedimientos filisteos de querellas propias de círculos, salvaguardando en la máxima medida posible el nexo que enlaza en un Partido único a todos los socialdemócratas de Rusia, nexo establecido a costa de tantos esfuerzos, y consiguiendo, con una labor tenaz y sistemática que todos los miembros del Partido, y especialmente los obreros, conozcan plena y conscientemente los deberes de partido, la lucha que ha tenido lugar en el II Congreso del Partido, todos los motivos y peripecias de nuestra divergencia, todo lo funesto del oportunismo, que en el terreno de organización -- al igual que en el terreno de nuestro programa y de nuestra táctica -- capitula impotente ante la psicología burguesa, adopta sin crítica alguna el punto de vista de la democracia burguesa y embota el arma de lucha de clase del proletariado.
   
El proletariado no dispone, en su lucha por el Poder, de más arma que la organización. El proletariado, desunido por el imperio de la anárquica concurrencia dentro del mundo burgués, aplastado por los trabajos forzados al servicio del capital, lanzado constantemente "al abismo" de la miseria más completa, del embrutecimiento y de la degeneración, sólo puede hacerse y se hará inevitablemente invencible, siempre y cuando que su unión ideológica por medio de los principios del marxismo se afiance mediante la unidad material
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de la organización, que cohesiona a los millones de trabajadores en el ejército de la clase obrera. Ante este ejército no prevalecerán ni el Poder senil de la autocracia rusa ni el Poder caduco del capitalismo internacional. Cada vez se estrecharán más las filas de este ejército, a pesar de todos los zig-zags y pasos atrás, a pesar de las frases oportunistas de los girondinos de la socialdemocracia contemporánea, a pesar de los fatuos elogios del atrasado espíritu de círculos, a pesar de los oropeles y el alboroto del anarquismo propio de intelectuales.
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ANEXO
   
Lo esencial de este incidente, estrechamente relacionado con la que se ha llamado lista "falsa" (según la expresión del camarada Mártov), que se menciona en la carta de los camaradas Mártov y Starovier, insertada en el texto del apartado j, es lo siguiente. El camarada Gúsiev informó al camarada Pavlóvich de que aquella lista, en la que figuraban los camaradas Stein, Iegórov, Popov, Trotski y Fomín, se la había dado a él, a Gúsiev, el camarada Deich (pág. 12 de la "Carta" del camarada Pavlóvich). Por este informe, el camarada Deich acusó al camarada Gúsiev de "calumnia intencionada", y el juicio arbitral de camaradas declaró que el "informe" del camarada Gúsiev "no había sido exacto " (véase la sentencia del juicio en el núm. 62 de Iskra ). Después de que la redacción de Iskra hubo publicado la sentencia del juicio, el camarada Mártov (no ya la redacción) publicó cierta hoja con el título "Sentencia de un juicio arbitral de camaradas", reproduciendo por entero no sólo la sentencia, sino todo el juicio y unas palabras finales suyas. En ellas, éntre otras cosas, califica el camarada Mártov de "vergonzoso" el "hecho de falsificar una lista en interés de la lucha fraccional". Contestaron a la hoja los delegados del II Congreso, camaradas Liádov y Gorin, con una hoja que llevaba el título de "Una cuarta persona en un tribunal de arbitraje", "protestando
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enérgicamente contra el hecho de que el camarada Mártov se permita ir más allá de la sentencia del tribunal, atribuyento al camarada Gúsiev mala fe", mientras que el tribunal no había reconocido calumnia intencionada, sino que se había limitado a decir exclusivamente que el informe transmitido por el camaradá Gúsiev no era exacto. Los camaradas Gorin y Liádov explican detalladamente que el informe del camarada Gúsiev pudo producirlo un error muy natural, y califican de "indigna " la conducta del camarada Mártov, que ha hecho (y hace en su hoja) una serie de declaraciones erróneas, atribuyendo arbitrariamente al camarada Gúsiev mala fe. En general, dicen, no podía en este caso haber mala fe. Esta es, si no me equivoco, toda la "bibliografía" sobre esta cuestión y me considero obligado a contribuir a su aclaración.
   
Ante todo, es preciso que el lector se dé exacta cuenta del momento y de las condiciones en que aparece esa lista (la lista de candidatos para el C.C.). Según ya he dicho en el texto, la organización de Iskra, durante el Congreso, se reunió para tratar de la lista de candidatos al C.C. que podía proponer de común acuerdo al Congreso. Terminó la reunión con disparidad de opiniones; la mayoría de la organización de Iskra aprobó la lista: Travinski, Gliébov, Vasíliev, Popov y Trotski, pero la minoría no quiso ceder, insistiendo en la lista: Travinski, Gliébov, Fomín, Popov, Trotski. Las dos partes de la organización de Iskra no volvieron a reunirse después de aquella ocasión en que se propusieron y se votaron las listas. Las dos partes pasaron a la agitación libre en el Congreso, deseando que fuera el voto de todo el Congreso del Partido lo que decidiera el pleito que las separaba y es forzándose por atraer a su lado el mayor número posible de delegados. Esta agitación libre en el Congreso puso inmediatamente de manifiesto el hecho político que con tanto de-
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talle he analizado en el texto, a saber: la minoría iskrista (con Mártov a la cabeza) tenía necesariamente que apoyarse en el "centro" (charca) y en los antiiskristas para triunfar sobre nosotros. Era imprescindible, porque la inmensa mayoría de los delegados, defendiendo de un modo consecuente el programa, la táctica y los planes de organización de Iskra contra el empuje de los antiiskristas y del "centro", se habían puesto con gran rapidez y firmeza a nuestro lado. De 33 delegados (o más exactamente: votos) no pertenecientes ni a los antiiskristas ni al "centro", conquistamos muy pronto 24, concluyendo con ellos "acuerdo directo", formando la "mayoría compacta". Al camarada Mártov, en cambio, no le quedaban más que nueve votos; para triunfar, necesitaba todos los votos de los antiiskristas y del "centro". Podía ir con estos grupos (lo mismo que en el artículo primero de los estatutos), podía "coligarse", es decir, podía contar con su apoyo, pero no podía estipular con ellos un acuerdo directo, y no podía hacerlo precisamente porque durante todo el Congreso había luchado contra esos grupos con no menos energía que nosotros. ¡En esto consistía lo tragicómico de la posición del camarada Mártov! En su "Estado de sitio" el camarada Mártov quiere aniquilarme con una mortífera pregunta ponzoñosa: "rogamos respetuosamente al camarada Lenin que nos conteste con franqueza a una pregunta: ¿para quién era extraño en el Congreso el grupo 'Iuzhni Rabochi'?" (pág. 23, nota). Contesto respetuosa y francamente: extraño para el camarada Mártov. Prueba: yo concluí bien pronto un acuerdo directo con los iskristas, mientras que el camarada Mártov no llegó ni pudo llegar a un acuerdo directo, ni con el "Iuzhni Rabochi", ni con el camarada Májov, ni con el camarada Brúker.
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Sólo quien vea claramente la situación política podrá comprender el "quid" del álgido problema que es la decantada lista "falsa" Imaginaos las condiciones concretas del asunto: la organización de Iskra se ha escindido, y nosotros realizamos en el Congreso una agitación libre en defensa de sus propias listas. Durante esta defensa, en infinidad de conversaciones particulares, se hacen con las listas centenares de combinaciones, se indican tres nombres en lugar de cinco y, en todas las formas posibles, se propone sustituir a unos delegados por otros. Yo recuerdo bien, por ejemplo, que en conversaciones particulares de la mayoría se propusieron, y luego se rechazaron, después de examinarlas y discutirlas, las candidaturas de los camaradas Rúsov, Osipov, Pavlóvich y Diédov[25]. Y muy bien puede ser que se propusieran otras, sin que yo lo haya sabido. Cada uno de los delegados del Congreso decía en conversaciones su punto de vista, proponía enmiendas, discutía, etc. Es extremadamente difícil imaginarse que sólo sucediera así en el seno de la mayoría. Es incluso indudable que en la minoría ocurría lo mismo, porque su primer grupo de cinco (Popov, Trotski, Fomín, Gliébov, Travinski) se sustituyó luego, según vimos por la carta de los camaradas Mártov y Starovier, por un grupo de tres: Gliébov, Trotski, Popov, y además, no les gustaba Gliébov y lo sustituían gustosamente por Fomín (véase la hoja de los camaradas Liádov y Gorin). No debe olvidarse que los grupos en que divido a los delegados del Congreso en el texto del presente folleto, los he formado a base de un análisis hecho post factum : mas en la práctica tales grupos no hacían sino apuntar en la agitación que precedió a las elecciones, y el intercambio de opiniones entre los delegados se llevaba a cabo con entera libertad; no había "muralla" alguna entre nosotros, y cada cual hablaba con cualquiera de los delegados con quien
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deseaba tener una convetsacion particular. Absolutamente nada de extraño tiene el que en semejantes condiciones, entre el infinito número de combinaciones y listas posiblest surgiera, junto a la lista de la minoría de la organización de Iskra (Popov, Trotski, Fomín, Gliébov, Travinski), una lista que no difería mucho de ella: Popov, Trotski, Fomín, Stein y Iegórov. Es naturalísimo que surgiera tal combinación de candidatos, porque de antemano se sabía que los nuestros, Gliébov y Travinski, no les gustaban a la minoría de la organización de Iskra (véase en el texto, apartado j, su carta, en la que eliminan del trío a Travinski, y respecto a Gliébov dicen claramente que se trata de un compromiso). Era absolutamente natural sustituir a Gliébov y a Travinski por dos miembros del Comité de Organización, Stein y Iegórov, y hubiera sido de extrañar que a ninguno de los delegados de la minoría del Partido se les ocurriera la idea de semejante sustitución.
   
Veamos ahora las dos cuestiones siguientes: 1) de dónde venía la lista: Iegórov, Stein, Popov, Trotski, Fomín, y 2) cuál era la razón de que el camarada Mártov sintiera tan profunda indignación porque se le atribuyera esa lista. Para contestar exactamente al primer punto, habría que interrogar a todos los delegados del Congreso. No es posible hacerlo ahora. Sería preciso poner en claro, ante todo, qué delegados de la minoría del Partido (que no debe confundirse con la minoría de la organización de Iskra ) oyeron hablar en el Congreso de las listas que han provocado la escisión de la organización de Iskra ; cúál fue su actitud respecto a las dos listas de la mayoría y de la minoría de la organización de Iskra ; si no formularon u oyeron alguna proposición u opinión sobre las modificaciones que debían introducirse en la lista de la minoría de la organización de Iskra. Es de lamentar
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que, por lo visto, tampoco se hayan hecho estas preguntas en el juicio arbitral, que incluso (a juzgar por el texto de la sentencia) no ha llegado a saber por qué "grupos de cinco" se había escindido la organización de Iskra. Así, el camarada Bielov (que yo incluía en el "centro") "declaró que estaba en buenas relaciones de camaradería con Deich, que le co municaba todas sus impresiones sobre los trabajos del Congreso, y que si Deich hubiera hecho cualquier agitación en favor de alguna de las listas, se lo hubiera comunicado también a Bielov". No podemos menos de lamentar que no se haya puesto en claro si el camarada Deich comunicó al camarada Bielov sus impresiones sobre las listas de la organización de Iskra ; si habló con él, cómo veía el camarada Bielov la lista de cinco nombres de la minoría de la organización de Iskra ; si no propuso u oyó hablar de alguna modificación que fuera deseable introducir en ella. Por no haberse aclarado este detalle, resulta en las declaraciones de los camaradas Bielov y Deich la contradicción que ya han obsenado los camaradas Gorin y Liádov, a saber: que el camarada Deich, en contra de lo que decía, "agitaba en favor de unos u otros de los candidatos al C.C." indicados por la organización de Iskra. El camarada Bielov declara más adelante que "se había enterado, por vía particular, de la lista que circulaba en el Congreso, unos dos días antes de la terminación del Congreso, porque se había encontrado con los camaradas Iegórov y Popov y con los delegados del comité de Járkov, Iegórov se mostró en aquella ocasión extrañado de que su nombre figurara en la lista de candidatos al C.C., ya que, a su juicio, su candidatura no podía contar con Ias simpatías de los delegados del Congreso, ni en la mayoría ni en la minoría". Es característico en extremo que en este pasaje se habla, evidentemente, de la minoría de la organización de
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Iskra, porque en el resto de la minoría del Congreso del Partido la candidatura del camarada Iegorov, miembro del Comité de Organización y destacado orador del "centro", no sólo podía, sino que debía, según todas las probabilidades, despertar simpatías. Es de lamentar que nada nos diga el camarada Bielov precisamente de la simpatía o antipatía de los miembros de la minoría del Partido que no pertenecían a la organización de Iskra. Y, sin embargo, ésta es precisamente una cuestión importante, ya que Deich se indignaba porque se atribuyera aquella lista a la minoría de la organización de Iskra, ¡mientras que la lista podía proceder de una minoría que no perteneciera a dicha organización!
   
Claro que en el momento actual es muy difícil recordar quién fue el primero en suponer semejante combinación de candidatos y de quién la oyó cada uno de nosotros. Yo, por ejemplo, no me comprometo a recordar no sólo esto, sino ni siquiera quién precisamente de la mayoría propuso el primero las candidaturas, que ya he citado, de Rúsov, Diédov y otros: del infinito número de conversaciones, suposiciones y rumores sobre las diversas combinaciones de candidatos, sólo han quedado grabadas en mi memoria las "listas" que se pusieron directamente a votación en la organización de Iskra o en las reuniones privadas de la mayoría. Esas "listas" se transmitian en la mayor parte de los casos oralmente (en mi carta a la redacción de Iskra, pág. 4, renglón 5 por abajo, doy justamente el nombre de "lista" a una combinación de cinco candidatos que yo propuse oralmente en la reunión), pero muchas veces se apuntaban en notas que por lo general se hacian pasar de delegado a delegado durante las sesiones del Congreso y solian destruirse después de la sesión.
   
Ya que no hay datos exactos sobre el origen de la famosa lista, no queda más que suponer que un delegado de la mino-
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ría del Partido, desconocido para la minoría de la organización de Iskra, se manifestó en favor de la combinación de candidatos que figura en esa lista y que esa combinación, en forma oral y escrita, empezó a circular por el Congreso, o que se declaró partidario de dicha combinación en el Congreso alguno de los miembros de la minoría de la organización de Iskra, olvidándose de ello después. Me parece más probable la segunda hipótesis, porque la candidatura del camara da Stein, sin duda alguna, contaba ya en el Congreso con la simpatia de la minoría de la organización de Iskra (véase el texto de mi folleto), mientras que, indudablemente, sólo después del Congreso pensó esa minoría en la candidatura del camarada Iegórov (porque tanto en el Congreso de la Liga, como en el "Estado de sitio" se ha lamentado que el Comité de Organización no haya sido aprobado en calidad de Comité Central, y el camarada Iegórov era miembro del Comité de Organización). Es natural suponer que la idea de con vertir a los miembros del Comité de Organización en miembros del Comité Central, idea que, por lo visto, flotaba en el aire, se expresara por alguno de los miembros de la minoría en una conversación privada también en el Congreso del Partido.
   
Pero, en lugar de buscar una explicación natural, el camarada Mártov y el camarada Deich tienden a buscar a toda costa algo sucio, algo indecoroso, mala fe, difusión de "rumores falsos a sabiendas, con el fin de difamar", "falsificación en interés de la lucha de fracciones ", etc. Esta tendencia enfermiza sólo puede explicarse por las condiciones mal sanas de la vida en la emigración, o por un estado anormal del sistema nervioso, y yo no me hubiera parado siquiera en este punto, si no se hubiera llegado a atentar de un modo indigno contra el honor de un camarada. Figuraos: ¿qué ra-
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zones podían tener los camaradas Deich y Mártov para buscar mala fe, mala intención en un informe inexacto, en un rumor falso? Su imaginación enfermiza les ha dibujado, por lo visto, un cuadro en que la mayoría les "mancillaba", pero no por indicar un error político de la minoría (artículo primero y coalición con los oportunistas), sino por atribuir a la minoría listas "falsas a sabiendas", "falsificadas". ¡La minoría prefería no explicar las cosas por un error suyo, sino por procedimientos sucios, indignos y vergonzosos de la mayoría! Ya hemos demostrado más arriba hasta qué punto es absurdo buscar mala fe en un "informe inexacto" y hemos detallado las circunstancias del asunto; así lo veía claramente el juicio arbitral de camaradas, que no encontró ni calumnia ni nada indecoroso y malintencionado. ¡Lo demuestra, por último, con máxima evidencia el hecho de que, ya en el Congreso del Partido, aún antes de las elecciones, la minoría de la organización de Iskra tuvo una explicación con la mayoría sobre el rumor inexacto, y el camarada Mártov llegó a escribir para justificarse una carta que fue leída en una reunión de los 24 delegados de la mayoría! A la mayoría no se le había ocurrido ocultar a la minoría de la organización de Iskra que en el Congreso circulaba aquella lista: el camarada Lenski se lo dijo al camarada Deich (v. Ia sentencia); el camarada Plejánov habló de ello con la camarada Sazúlich ("es imposible hablar con ella, creo que me toma por Trépov" -- me dijo a mí el camarada Plejánov --, y esta broma, muchas veces repetida, vuelve a demostrar la anormal irritación de la minoría), y yo le dije al camarada Mártov (actas de la Liga, pág. 64) que me bastaba su afirmación (de que la lista no le pertenecía a él, a Mártov). Entonces, el camarada Mártov (según recuerdo, junto con el camarada Starovier) nos envió a la secretaría una nota aproximadamente del tenor siguiente:
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"La mayoría de la redacción de Iskra ruega se la deje asistir a la reunión privada de la mayoría para desmentir los rumores comprometedores que se propalan contra ella" Plejánov y yo contestamos en la misma nota: "No hemos oído ningún rumor comprometedor. Si hace falta que se reúna la redacción, hay que ponerse de acuerdo para ello especialmente. Lenin. Plejánov". Al llegar por la noche a la reunión de la mayoría referimos lo sucedido a los 24 delegados. Para evitar cualquier equivocación, se decidió elegir de común acuerdo delegados que, en nombre de todos los demás, de los 24, fueran a explicarse con los camaradas Mártov y Starovier. Los designados, camaradas Sorokin y Sabliná, fueron a explicarles que nadie atribuía especialmente a Mártov o a Starovier la lista, sobre todo después de su declaración, y que en general carecía de importancia el que, de uno o de otro modo, aquella lista procediera de la minoría de la organización de Iskra o de una minoría del Congreso que no perteneciera a dicha organización ¡Porque no se iba a hacer, en verdad, una investigación en el Congreso! ¡No se iba a interrogar sobre la lista a todos los delegados! Pero los camaradas Mártov y Starovier, además, nos escribieron aún una carta con un mentís formal (v. apartado j ). Nuestros apoderados, los camaradas Sorokin y Sabliná, leyeron aquella carta en una reunión de los 24. Parece que el incidente podía darse por terminado; no terminado en el sentido de las pesquisas sobre el origen de la lista (si es que eso le interesaba a alguien), sino en el sentido de que quedaba plenamente eliminado hasta el pensamiento de cualquier intención de "hacer daño a la minoría", "difamar" a alguien o aprovecharse de una "falsificación en interés de la lucha fraccional". Pero en la Liga (actas, págs. 63-64), el camarada Mártov vuelve a sacar a relucir aquella suciedad creada por una imaginación enfermi-
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za y da, al mismo tiempo, una serie de informes inexactos (evidentemente, a consecuencia de su estado de excitación). Dijo que en la lista había un bundista. Esto no es verdad. Todos los testigos del juicio arbitral, y entre ellos los camaradas Stein y Bielov, confirman que en la lista figuraba el camarada Iegórov. El camarada Mártov dijo que aquella lista significaba una coalición en el sentido de acuerdo directo. Ya he explicado que esto no es exacto. El camarada Mártov dice que "no había ni siquiera falsificadas" otras listas procedentes de la minoría de la organización de Iskra (y que podían apartar de aquella minoría a la mayoría del Congreso). Esto no es exacto, porque toda la mayoría del Congreso del Partido conocia por lo menos tres listas procedentes del camarada Mártov y compañia y que no habían sido aprobadas por la mayoría (v. la hoja de los camaradas Liádov y Gorin).
   
¿Por qué, en general, indignaba tanto al camarada Mártov aquella lista? Porque la lista significaba un viraje hacia el ala derecha del Partido. Entonces clamaba el camarada Mártov contra la "falsa acusación de oportunismo", se indignaba por una "definición inexacta de su posición política", y ahora, todo el mundo puede ver que no podía tener importancia política alguna el hecho de que determinada lista perteneciera a los camaradas Mártov y Deich y que, en realidad, independientemente de aquella y de todas las listas, la acusación no era falsa, sino justa, como era enteramente justa la definición de su posición política.
   
El resumen de la cuestión sobre la famosa lista falsa, cuestión traida por los pelos, conduce a lo siguiente:
   
1) Juntamente con los camaradas Gorin y Liádov, no podemos menos de llamar indigna la forma en que el camarada Mártov atenta al honor del camarada Gúsiev con sus
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clamores sobre la "vergonzosa falsificación de la lista en interés de la lucha fraccional".
   
2) Para sanear el ambiente y eximir a los miembros del Partido de la obligación de tomar en serio toda suerte de salidas enfermizas, quizá deba establecerse en el III Congreso del Partido una norma que figura en los estatutos del Partido Obrero Socialdemócrata alemán. El artículo 2 de sus estatutos dice: "No podrá pertenecer al Partido quien haya cometido una falta grave contra los principios del programa del Partido o un acto indigno. Un tribunal arbitral convocado por la dirección del Partido decidirá de la permanencia ulterior en el mismo. La mitad de los jueces la designará quien proponga la expulsión, la otra mitad la persona a quien se quiera expulsar, nombrando la dirección del Partido al Presidente. Se podrá recurrir contra el acuerdo del tribunal arbitral ante la Comisión de Control o el Congreso del Partido". Semejante norma puede ser buen arma de lucha contra los que lanzan a la ligera acusaciones (o difunden rumores) sobre actos indignos. De existir semejante norma, todas esas acusaciones quedarian de una vez para siempre relegadas a la categoria de indignos chismorreos, mientras a los acusadores les faltara la hombría moral de levantarse ante el Partido en el papel de tales para conseguir un veredicto del correspondiente organismo del Partido.
   
* Véase mi "Carta a la redacción de Iskra ", pág. 5, y las actas de la Liga, pág. 53.
   
* Véase pág. 140 de las actas, el discurso de Akímov : ". . . se me dice que de las elecciones para el Organo Central hablaremos al final"; el discurso de Muraviov contra Akímov, "quien toma demasiado a pecho el problema de la futura redacción del Organo Central" (pág. 141); el discurso de Pavlóvich, cuando dice que, una vez designado el Organo Central, teníamos "datos concretos con los cuales podíamos hacer las operaciones de las que tanto se preocupaba el camarada Akímov", y que, en cuanto a la "sumisión" de Iskra a los "acuerdos del Partido", no podía haber ni sombra de duda (pág. 142); el discurso de Trotski: "si no confirmamos la redacción, ¿qué es lo que confirmamos en Iskra? . . . No un nombre, sino una orientación. . . , no un nombre, sino una bandera" (pág. 142); el discurso de Martínov: ". . . Como muchos otros camaradas, creo que, al tratar del reconocimiento de Iskra como periódico de deterrninada tendencia, como Organo Central nuestro, no debemos tratar ahora de la [cont. en pág. 143. -- DJR] forma te elegir o confirmar su redacción; trataremos de ello más adelante, en el lugar correspondiente del orden del día. . ." (pág. 143).
   
* Terminó el Congreso sin que nos enteráramos a qué "asperezas" se refería el camarada Posadovski. En cambio, el camarada Muraviov, en la misma sesión (pág. 322), puso en duda que se hubiera interpretado fielmente su pensamiento, y cuando se ratificaba las actas, declaró francamente que "había hablado de asperezas que había habido en las deliberaciones del Congreso sobre diversas cuestiones, de asperezas de un carácter de principio, cuya existencia, por desgracia, es en el momento actual un hecho que nadie negará" (pág. 353).
   
* Cfr. el discurso del camarada Posadovski: ". . . Eligiendo a tres de entre los seis miembros de la antigua redacción decís por ello mismo que los otros tres no hacen falta, que están de más. Y no tenéis ni derecho ni motivos fundados para hacerlo."
   
* El camarada Mártov, en su "Estado de sitio", se ha referido a esta cuestión del mismo modo que a los demás problemas que trata. No se ha molestado en trazar un cuadro completo de la discusión. Ha pasado modestamente por alto el unico problema que, con verdadero carácter de principio, surgió en aquella discusión: ¿ternuras filisteas o elección de funcionarios? ¿Punto de vista de partido o agravio a fulano o mengano? También aquí se ha limitado el camarada Mártov a desgajar de lo sucedido [cont. en pág. 147. -- DJR] trocitos aislados y faltos de ilación, añadiendo toda clase de injurias para mí. ¡Poco es eso, camarada Mártov!
Especialmente, insiste Mártov en preguntarme a mi, por qué no se eligió en el Congreso a los camaradas Axelrod, Zasúlich y Starovier. El punto de vista filisteo en el que se ha colocado, le impide ver lo indecoroso de semejantes preguntas (¿por qué no pregunta a su colega de redacción, al camarada Plejánov?). Ve una contradicción en el hecho de que yo considere como "falta de tacto" la conducta de la minoría en el Congreso en la cuestión de los seis y en que yo exija, al mismo tiempo, que se informe de ello al Partido. No hay en este caso contradicción, según podría ver el mismo Mártov, si se hubiera tomado la molestia de exponer con ilación todas las peripecias del problema, y no partes aisladas. Palta de tacto era plantear la cuestión desde un punto de vista filisteo, apelar a la lástima y a la ofensa; los intereses de la publicidad de partido hubieran exigido que se juzgara a fondo las ventajas de los seis en comparación con los tres, que se valorara a los candidatos para los cargos, que se juzgaran los matices: la minoría no dijo ni una palabra de eso en el Congreso.
Si hubiera estudiado atentamente las actas, el camarada Mártov hubiera visto en los discursos de los delegados toda una serie de argumentos en contra de los seis. He aquí algunos puntos de estos discursos: 1) se aprecian claramente, en el antiguo grupo de los seis, rozamientos en el sentido de matices de principio; 2) es de desear que el trabajo de redacción se simplifique desde el punto de vista técnico; 3) el bien de la causa esta por encima de las ternuras filisteas; sólo la elección puede asegurar que las personas escogidas sean adecuadas a sus cargos; 4) no se pueden poner limites a la libertad de elección por el Congreso; 5) el Partido no necesita tan sólo en la actualidad un grupo literario en el Organo Central, en el Organo Central no hacen falta sólo hombres de letras, sino también admi nistradores; 6) en el Organo Central debe haber personas absolutamente determinadas, a las que conozca el Congreso ; 7) un organismo formado por seis personas es muchas veces incapaz de actuar, y su trabajo no se hace merced a unos estatutos anormales, sino a pesar de ellos; 8) el dirigir un periódico es cosa que corresponde al Partido (y no a un circulo), etc. Que trate el camarada Mártov, si es que tanto le interesan los motivos de no haber sido elegidas ciertas personas, de comprender cada una de esaf consideraciones y de refutar aunque sca una sola de ellas.
   
* Así entendió el camarada Sorokin las palabras del camarada Deich (cfr. pág. 324, "diálogo violento con Orlov") en aquella misma sesión. El camarada Deich explica (pág. 351) que "no ha dicho nada de eso", pero el mismo reconoce en seguida que ha dicho algo surnamente "parecido". "Yo no he dicho: quién se decidirá -- explica el camarada Deich --, sino: me interesa ver quienes son los que se decidirán [¡sic!] [¡el camarada Deich se corrige de mal en peor!] a apoyar tan criminal [¡sic!] proposición como es la elección de los tres" (pág. 351). El camarada Deich no ha refutado, sino que ha confirmado las palabras del camarada Sorokin. Las palabras del camarada Deich confirman que tenía razón el camarada Sorokin al censurar que "todos los conceptos estuvieran allí confundidos" (en los argumentos de la minoría a favor de los seis). El camarada Deich confirmaba cuán oportunamente había recordado el camarada Sorokin la elemental verdad de que "somos miembros del Partido y debemos proceder guiándonos exclusivamente por consideraciones políticas". ¡Gritar que las elecciones eran criminales significaba rebajarse, no sólo al espíritu filisteo, sino francamente al escándalo!
   
* Véase la presente edición, pág. 141-142. (N. de la Red.)
   
* El camarada Mártov se refiere, probablemente, a la expresión del camarada Posadovski: "asperezas". Repito que terminó el Congreso sin gue Posadovski le explicara lo que él quería decir, y el camarada Muraviov, que utilizó la misma expresión, aclaró que hablaba de asperezas de principio, que babian surgido en las deliberaciones del Congreso. Los lectores recordarán que el único caso de deliberaciones que realmente se desarrollaron en el terreno de los principios, deliberaciones en las que tomaron parte cuatro redactores (Plejánov, Mártov, Axelrod y yo), se refería al artículo primero de los estatutos y que los camaradas Mártov y Starovier se quejaron por escrito de una "falsa acusación de oportunismo", como si fuera uno de los argumentos de la "modificación" de la redacción. En aquella carta, el camarada Mártov veía claramente un nexo entre el "oportunismo" y el plan de modificar la redacción, mientras que en el Congreso se limitó a una vaga alusión a "ciertos rozamientos ". ¡Ya se había olvidado la "falsa acusación de oportunismo"!
   
* El camarada Mártov añadió además: "Quizá consintiera en hacer semejante papel Riazánov, pero no el Mártov que supongo conocéis por su erabajo". Por cuanto esto significa un ataque personal contra Riazánov, el camarada Mártov retiró sus palabras. Pero Riazanov figuro en el Congreso como tipo representativo no por ostenear eales o cuales cualidades personales (y no seria oporeuno referirse a ellas), sino por la fisonomía política del grupo "Borbá", por sus errores políticos. El camarada Mártov hace muy bien en retirar las ofensas personales, supuestas o realmente inferidas, pero por ello no deben echarse en olvido los errores políticos, que deben servir de lección al Partido. En nuesero Congreso se acusó al grupo "Borbá" de sembrar "el caos en la organización", de sembrar "una fragmentación no motivada por ninguna consideración de principio" (pág. 38, discurso del camarada Mártov). Semejante conducta política es indudablemente acreedora a la censura, y no sólo cuando la observamos en un pequeño grupo, antes del Congreso del Partido, en un período de caos general, sino eambién cuando la vemos después del Congreso del Partido, en un período en que se ha puesto fin al caos, cuando la vemos aunque sea por parte de "la mayoría de la redacción de Iskra y la mayoría del grupo 'Emancipación del Trabajo'".
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI. (N. de la Red.)
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI. (N. de la Red.)
   
* ¿En qué se manifestaron durante el Congreso la inestabilidad, la falta de firmeza y la vaguedad de la minoría iskrista? En primer lugar, en frases oportunistas sobre el artículo primero de los estatutos; en se gundo lugar, en la coalición con el camarada Akímov y Líber, que creció rapidamente en la segunda mitad del Congreso; en tercer lugar, en la capacidad de rebajar el problema de la elección de funcionarios para el Organo Central a un nivel filisteo, a lastimeras palabras y hasta a pesquisas en conciencias ajenas. Después del Congreso, tan bellas cualidades de capullos se convirtieron en flores y frutos.
   
* Traduzco con la palabra intelectual, intelectuales, los términos alemanes Literat, Literatentum, que no sólo abarcan a los literatos, Sino a todas las personas cultas, a los representantes de las profesiones liberales en general, a los representantes del trabajo intelectual (brain worker, como dicen los ingleses), a diferencia de los representantes del trabajo manual.
Este antagonismo es de un tipo distinto al que existe entre el trabajo y el capital. El intelectual no es un capitalista. Es cierto que su nivel de vida es burgués y que se ve obligado a mantener este nivel a menos que se convierta en un vagabundo, pero al mismo tiempo se ve obligado a vender el producto de su trabajo y muchas veces su fuerza de trabajo y sufre con frecuencia la explotación por los capitalistas y cierta humillación social. De este modo, no existe antagonismo económico alguno entre el intelectual y el proletariado. Pero sus condiciones de vida y de trabajo no son proletarias y de aquí resulta cierto antagonismo en su sentir y pensar.
El proletario no es nada mientras sigue siendo un individuo aislado. Todas sus fuerzas, toda su capacidad de progreso, todas sus esperanzas y anhelos las extrae de la organización, de su actuación sistemática, en común con sus camaradas. Se siente grande y fuerte cuando constituye una parte de un organismo grande y fuerte. Este organismo es todo para él, y el individuo aislado, en comparación con él, significa muy poco. El proletario lucha con la mayor abnegación, como partícula de una masa anónima, sin vistas a ventajas personales, a gloria personal, cumpliendo con su deber en todos los puestos donde se le coloca, sometiéndose voluntariamente a la disciplina, que penetra todos sus sentimientos, todas sus ideas.
Muy distinto es lo que sucede con el intelectual. No lucha aplicando, de un modo u otro, la fuerza, sino con argumentos. Sus armas son sus conocimientos personales, su capacidad personal, sus convicciones personales. Sólo puede hacerse valer merced a sus cualidades personales. Por esto la plena libertad de manifestar su personalidad le parece ser la primera condición de éxito en su trabajo. No sin dificultad se somete a un todo determinado como parte al servicio de este todo, y se somete por necesidad, pero no por inclinación personal. No reconoce la necesidad de la disciplina sino para la masa, pero no para los espíritus selectos. Se induye a sí mismo, naturalmente, entre los espíritus selectos. . .
Al lado de Nietzsche, Ibsen es un representante destacado de la concepción del mundo del intelectual, concepción que coincide con su manera de sentir. Su doctor Stockmann (en el drama "Enemigo del pueblo") no es un socialista, como han pensado muchos, sino un tipo de intelectual que inevitablemente tiene que chocar con el movimierito proletario, y en general con todo movimiento popular, si intenta actuar en él. La razón está en que la base del movimiento proletario, como de todo movimiento democrático*, es el respeto a la mayoría de los camaradas. El intelectual típico a lo Stockmann ve en la 'compacta mayoría' un monstruo que debe ser derribado.
. . . Liebknecht fue ejemplo ideal del intelectual totalmente penetrado de sentimiento proletario, que siendo brillante escritor perdió los rasgos psicológicos específicamente intelectuales, que iba en las filas sin refunfuñar, que trabajaba en todos los puestos a los que se le mandaba, que se había consagrado por entero a nuestra gran causa y despreciaba el lloriqueo blandengue (weiches Gewinsel ) sobre lo de ahogar la personalidad, que muchas veces oimos de labios de intelectuales educados en Ibsen y en Nietzsche, cuando suelen quedarse en minoría; fue un ejemplo ideal de los intelectuales que necesita el movimiento socialista. También podemos nombrar aquí a Marx, que nunca trató de ponerse en primer plano y se sometió de un modo ejemplar a la disciplina de partido en la Internacional, donde más de una vez estuvo en minoría"**
   
* Es muy característico del confusionismo que han sembrado en todos los problemas de organización nuestros martovistas el hecho después de haber virado hacia Akímov y hacia una democracia, fuera de lugar, están al mismo tiempo irritados por la elección democrática de la redacción, elección hecha en el Congreso y prevista de antemano por todos. ¿A lo mejor es éste vuestro principio, señores?
   
** Carlos Kautsky, "Franz Mehring", ed. "Neue Zeit", XXII, 1, págs. 101-103, 1903, núm. 4. (N. de la Red.)
   
* Véase págs. 337, 338, 340, 352, etc. de las actas del Congreso.
   
* Pág. 342. Se trata de la elección del quinto miembro del Consejo. Se entregaron 24 papeletas (44 votos en total), de las cuales había dos en blanco.
   
* En el Congreso de la Liga, el camarada Mártov adujo todavía otro argumento en contra de la resolución del camarada Plejánov: "la principal razón que contra ella se levanta, el principal defecto de esta resolucion, consiste en que desconoce por completo que, en la lucha contra la autocracia, tenemos el deber de no rehuir la alianza con los elementos democrático-liberales. El camarada Lenin hubiera calificado semejante ten- [cont. en pág. 171. -- DJR] dencia de tendencia martinoviana, En la nueva Iskra se deja ya ver esta tendencia" (pág. 88).
Este pasaje es una colección de "perlas", raro por la abundancia de éstas. 1) Las palabras que se refieren a la alianza con los liberales son un solemne embrollo. Nadie ha hablado siquiera de una alianza, camarada Mártov, sino tan sólo de acuerdos temporales o particulares. Son cosas muy distintas. 2) El que Plejánov, en su resolución, nada diga de una "alianza" inverosímil, y hable sólo en general de "apoyo", no es un defecto, sino un mérito de su resolución. 3) ¿No se va a tomar el camarada Mártov la molestia de explicarnos qué es lo que caracteriza en general las "tendencias martinovianas"? ¿No va a contarnos nada de la relación que existe entre estas tendencias y el oportunismo? ¿No querrá ver la relación de estas tendencias con el artículo primero de los estatutos? 4) Yo, en verdad, ardo en impaciencia por oir decir al camarada Mártov en qué se han manifestado las "tendencias martinovianas" en la "nueva" Iskra. ¡Por favor, líbreme usted cuanto antes del tormento de la espera, camarada Mártov!
EN EL CONGRESO. EL ALA REVOLUCIONARIA
Y EL ALA OPORTUNISTA DEL PARTIDO
EL CONGRESO
   
* ¿Por qué hemos elegido para el diagrama precisamente la votación del artículo 2 de los estatutos del Bund? Porque las votaciones sobre la confirmación de Iskra son menos completas, y las votaciones sobre el programa y sobre la federación atañen a decisiones políticas concretas menos determinadas. En general, el elegir una u otra de una serie de votaciones del mismo tipo en nada modificará los trazos fundamentales del cuadro, según podrá ver todo el que introduzca las correspondientes modificaciones.
   
* Esta es precisamente la votación que representa el diagrama B: los iskristas obtuvieron 32 votos y la resolución bundista 16. Es de advertir que no hay entre las votaciones de este tipo ni una sola votación nominal. Tan sólo dos géneros de datos nos indican, con enorme grado de verosimilitud, la distribución de delegados: 1) en los debates, los oradores de los dos grupos de iskristas se declaran a favor, y en contra, los oradores de los antiiskristas y del centro; 2) el número de votos "a favor " se aproxima siempre mucho a 33. Tampoco debemos olvidar que al analizar los debates del Congreso hicimos notar, también fuera de las votaciones, [cont. en pág. 179. -- DJR] toda una serie de casos en que el "centro" se unió a los antiiskristas (a los oportunistas) contra nosotros, como sucedió al tratarse del valor absoluto de las reivindicaciones democráticas, del apoyo a los elementos oposicionistas, de la limitación del centralismo, etc.
   
* A juzgar por todo, del mismo tipo fueron otras cuatro votaciones sobre los estatutos : pág. 278, con 27 votos a favor de Fomín y 21 contra nosotros; pág. 279, con 26 a favor de Mártov y 24 a nuestro favor; pág. 280, con 27 contra mí y 22 a favor, y en la misma página, 24 a favor de Mártov y 23 a favor nuestro. Son las votaciones sobre cooptación para los organismos centrales, de las que ya he hablado antes. No hay votaciones nominales (hubo una, pero se han perdido los datos). Los bundistas (todos o en parte) tratan de salvar, por lo visto, a Mártov. Ya hemos corregido más arriba las afirmaciones erróneas de Mártov (en la Liga) sobre las votaciones de este tipo.
   
** Los siete oportunistas que se retiraron del II Congreso fueron los cinco bundistas (el Bund se separó del Partido en el II Congreso, después de que se hubo rechazado el principio federativo) y dos de "Rabócheie Dielo", el camarada Martínov y el camarada Akímov. Estos últimos se retiraron del Congreso después de ser reconocida la Liga iskrista como la [cont. en pág. 182. -- DJR] única organización del Partido en el extranjero, es decir, después de ser disuelta la "Unión de socialdemócratas rusos en el extranjero", afecta a "Rabócheie Dielo". (Nota de Lenin a la edición de 1907. N. de la Red.)
   
* Más adelante veremos que, después del Congreso, tanto el camarada Akímov como el Comité de Vorónezh, el más afín al camarada Akímov, expresaron francamente sus simpatías por la "minoría ".
   
* Nota para el camarada Mártov. Si el camarada Mártov ha olvidado ahora que iskrista significa partidatio de una tendencia, y no miemóro de un círculo, le aconsejamos que lea en las actas del Congreso cómo explicó Trotski esta cuestión al camarada Akímov. Círculos iskristas en el Con- [cont. en pág. 184. -- DJR] greso (en relación al Partido) lo fueron tres: el grupo "Emancipación del Trabajo", la redacción de Iskra y la organización de Iskra. Dos de estos tres círculos fueron tan razonables, que se disolvieron por propio acuerdo; el tercero no tuvo bastante espíritu de partido para hacerlo y fue disuelto por el Congreso. El más amplio de los círculos iskristas, la organización de Iskra (que comprendía la redacción y el grupo "Emancipación del Trabajo"), contaba en total en el Congreso con 16 delegados, de los cuales sólo once tenían voto. Iskristas por tendencia, sin pertenecer a ningún "circulo" iskrista, hubo en el Congreso, según mis cálculos, 27, con 33 votos. De modo que menos de la mitad de los iskristas pertenecía a círculos iskristas.
   
* Véase la presente edición, págs. 269-270. (N. de la Red.)
   
* No puedo menos de recordar con ese motivo una conversación que tuve en el Congreso con uno de los delegados del "centro". "¡Que cargada está la atmósfera de nuestro Congreso!" -- me decía en tono de queja --. "¡Esa lucha encarnizada, esa agitación de uno contra otro, esa polémica tan dura, esa actitud impropia de camaradas! . . ." "¡Que cosa más maravillosa es nuestro Congreso! -- le contestaba yo --. Lucha franca, libre. Se han expresado las opiniones. Se han señalado matices. Apuntan grupos. Se han levantado las manos. Se ha adoptado una decisión. Se ha dejado atrás una etapa. ¡Adelante! Muy bien. Eso es la vida. Esto no son ya las interminables y aburridas discusiones en que todo son palabras de intelectuales y que terminan, no porque se haya resuelto un problema, sino sencillamente porque la gente se ha cansado de hablar. . ."
El camarada del "centro" me miraba con ojos asombrados y se encogía de hombros. Hablábamos lenguajes distintos.
METODOS DE LUCHA
   
* Si es lícito comparar lo pequeño con lo grande. (N. de la Red.)
. . . Y yo me pregunto ahora: ¿por qué, en verdad, hemos de separar nos? Repaso todo lo sucedido en el Congreso, las impresiones allí recogidas, y reconozco que muchas veces mi conducta y mis actos respondían a una irritación extrema, 'furiosa', estoy dispuesto a reconocer gustosamente, ante quien quiera, esta falta mía, si puede llamarse falta lo que naturalmente era provocado por el ambiente, la reacción, la réplica, la lucha, etc. Pero, considerando ahora sin furia alguna los resultados obtenidos, lo realizado en esa lucha furiosa, decididamente no puedo ver en esos resultados nada, absolutamente nada perjudicial para el Partido y absolutamente ningún agravio u ofensa para la minoría.
Claro que no podía menos de resultar desagradable el mismo hecho de haber tenido que quedarse en minoría, pero yo protesto categóricamente contra la idea de que hayamos 'mancillado' a alguien, que hayamos querido ofender o humillar a quien sea. Nada de eso. Y no debe consentirse que una divergencia política lleve a interpretar los hechos acusando a la parte contraria de mala fe, de villanía, de intrigas y demás cosas agradables de las que se oye hablar cada vez con mayor frecuencia en la atmósfera de la escisión que se avecina. No debe consentirse esto, porque, en el mejor de los casos, es hasta el nec plus ultra de lo irrazonable.
Nosotros estamos en desacuerdo con Mártov en el terreno político (y en el de organización), como habíamos estado antes decenas de veces. Derrotado en el problema del artículo primero de los estatutos, yo no podía menos de buscar con todo empeño un desquite en los problemas que me quedaban a mí (y al Congreso). No podía menos de desear, por una parte, un C.C. rigurosamente iskrista, y por otra, un trio en la redacción. . . Yo considero que este trio es el único capaz de ser un organismo de funcionarios, y no un organismo en que todo se hace en familia y con negligencia, el único verdadero centro al que cada cual puede llevar en todo momento su punto de vista de partido y defenderlo, ni un ápice más e irrespective de todo lo personal, de todas las consideraciones de agravio, de retirada, etc.
Repito: lo mismo que la mayoría de los iskristas del Congreso, yo estoy profundamente convencido de que Mártov ha seguido una línea errónea y de que había que corregirle. No es razonable ver un agravio en esta corrección, deducir de ella una ofensa, etc. A nadie hemos 'mancillado' en nada, ni 'mancillamos', ni separamos del trabajo. Y originar una escisión por haber sido apartado del organismo central sería una locura para mí incomprensible"*.
   
* Esta carta [la carta a A. N. Potrésov, del 31 de agosto (13 de septiembre) de 1903. N. de la Red.] se escribió todavía en septiembre (del nuevo calendario). He omitido en ella lo que me parecía no hacer al caso. Si el destinatario considera que es precisamente importante lo omitido, puede completarlo sin dificultad. A propósito. Aprovecho la ocasión para autorizar de una vez para siempre a todos mis adversarios a publicar todas mis cartas particulares, si lo consideran útil a la causa.
   
* Este miembto del C.C.[17] organizó, además, especialmente una serie de entrevistas particulares y colectivas con la minoría, refutando absurdas habladurías y llamando al cumplimiento de los deberes de partido.
   
* En la carta al camarada Mártov figuraba, además, otro pasaje, en que se preguntaba por un folleto, y la frase sigúiente: "Por último, mirando por los intereses de la causa, volvemos a comunicarle que en el momento actual estamos dispuestos a cooptarle a usted como miembro de la redacción del Organo Central, para darle plena posibilidad de manifestar y defender oficialmente todos sus puntos de vista en el organismo superior del Partido".
   
** El camarada Plejánov, probablemente, hubiera añadido aquí: o dar satisfacción a toda clase de pretensiones de los iniciadores de la querella. Ya veremos por qué era imposible hacerlo.
   
* Omito la respuesta sobre el folleto de Mártov que se reeditaba entonces.
   
* Resolución de la zona minera ("Estado de sitio", pág. 38).
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII. (N. de la Red.)
   
* Ya he dicho que no sería razonable reducir a motivos ínfimos las más bajas formas de manifestación de semejantes querellas, habituales en la emigración y en el destierro. Se trata de una especie de enfermedad que se extiende epidémicamente en determinadas condiciones anormales de vida, en determinados estados de desequilibrio nervioso, etc. Me he visto precisado a determinar aquí el verdadero carácter de este sistema de lucha, porque el camarada Mártov lo ha repetido por entero en su "Estado do sitio" .
   
* Baste decir que, para la minoría, el camarada Plejánov dejó de ser partidario del "centraíismo burocrático" después de que hubo realizado una bienhechora cooptación.
   
* Nada hay más cómico que esta ofensa de la nueva Iskra, porque, según ella, Lenin no quería ver las discrepancias de principio o las negaba. Cuanto más se atuviera a los principios vuestra actitud ante la causa, tanto antes hubierais comprendido mis repetidas indicaciones sobre el viraje hacia el oportunismo. Cuanto más se atuviera a los principios vuestra posición, tanto menos hubierais podido rebajar la lucha de ideas a una lucha por los puestos. Culpaos a vosotros mismos de haber hecho todo lo posible para impedir que se os considere hombres de principios. El camarada Mártov, por ejemplo, al hablar en su "Estado de sitio" del Congreso de la Liga, pasa en silencio la discusión con Plejánov sobre el anarquismo, pero, en cambio, cuenta que Lenin es un supercentro, que basta que Lenin parpadee para que el centro adopte una medida, que el Comité Central ha entrado en la Liga montado en caballo blanco, etc. Estoy lejos de dudar que precisamente eligiendo estos temas haya demostrado el camarada Mártov su profundo apego a las ideas y a los principios.
   
* Equivocación. (N. de la Red.)
EMPANAR UN GRAN PLACER
   
* Ni se habíó después del Congreso de ceder a los camaradas Martínov Akímov y Brúker. Nada he oído de que exigieran ellos también "cooptación". Dudo incluso de que el camarada Starovier o el camarada Mártov hubieran hablado con el camarada Brúker cuando nos escribían sus papeles y "notas" en nombre de "la mitad del Partido". . . En el Congreso de la Liga, con profunda indignación de inflexible luchador político, el camarada Mártov negó incluso la idea de "unirse con Riazánov o con Martínov", de un posible "acuerdo" con ellos o aunque sólo fuera de "servir al Partido" juntos (en calidad de redactor) (pág. 53 de las actas de la Liga). El camarada Mártov censuró severamente las "tendencias martinovistas" en el Congreso de la Liga (pág. 88), y cuando el camarada Ortodox[18] aludió finalmente a que, por lo visto, Axelrod y Mártov "reconocian a los camaradas Akímov, Martínov y otros, el derecho a reunirse, a redactar para sí estatutos y aplicarlos según les pareciera" (pág. 99), los martovistas empezaron a renegar, como Pedro de Cristo (pág. 100, "los temores del camarada Ortodox" "respecto a los Akímov, los Martínov y otros" "carecen de fundamento").
   
* El camarada Mártov dijo con mucha precisión sobre este punto que yo me había pasado avec armes et bagages [con armas y bagajes. N. de la Red.]. Gusta el camarada Mártov de hacer comparaciones militares: expedición contra la Liga, combate, heridas incurables, etc., etc. He de reconocer que yo también tengo debilidad por las comparaciones militares, sobre todo ahora, cuando uno sigue con tanto interés las noticias del Pacífico. Pero si hablamos en términos militares, camarada Mártov, las cosas sucedieron del modo siguiente. Nosotros conquistamos dos fortines en el Congreso del Partido. Vosotros los atacasteis en el Congreso de la Liga. Ya después del primer ligero tiroteo, un colega mio, jefe de una de las fortalezas, abre las puertas al enemigo. Yo, naturalmente, reúno mi pequeña artilleria y me retiro al otro fuerte, muy mal fortificado, para "atrincherarme" contra un enemigo superior en número. Incluso propongo la paz: ¿cómo luchar contra dos potencias? Pero los nuevos aliados contestan a la proposición de paz bombardeando mi "último" reducto. Contesto al fuego. Y entonces mi antiguo colega -- el jefe de la fortaleza -- exclama con magnifica indignación: ¡mirad, hombres buenos, cuán poco amor a la paz tiene este Chamberlain!
   
* Discutíamos con acaloramiento y pasión en cierto local cerrado. De pronto, uno de nosotros salta, abre una ventana que da a la calle y empieza a gritar contra los Sobakévich, los individualistas anarquistas, los revisionistas, etc. Naturalmente que en la calle se reunió una multitud de curiosos holgazanes y nuestros enemigos sintieron maligna alegria. Los demás participantes en la discusión se acercan también a la ventana manifestando su deseo de contar las cosas como es debido desde el principio y sin aludir a cosas que nadie sabe. Entonces se cierra la ventana de golpe: no vale la pena, dicen, hablar de querellas. (Iskra, núm 53, pág. 8, segunda columna, renglón 24 por abajo) ¡La verdad es, camarada Plejánov, que más le hubiera valido a Iskra no haber empezado a hablar de "querellas"![20]
   
* Desde luego que dejo sin desembrollar el enredo que ha hecho Mártov, en su "Estado de sitio", alrededor de ese ultimátum del C.C., remitiéndose a conversaciones particulares, etc. Es uno de los casos del "segundo procedimiento de lucha" que he definido en el apartado anterior, y que sólo un especialista en neuropatología puede tratar de desentrañar con esperanzas de éxito. Baste decir que, en él, insiste el camarada Mártov sobre el acuerdo con el Comité Central para que no se publiquen las negociaciones, acuerdo que a pesar de todas las pesquisas, no ha sido hallado todavía. El camarada Travinski, que llevaba las negociaciones en nombre del Comité Central, me comunicó por escrito que me consideraba autorizado a publicar fuera de Iskra mi carta a la redacción.
Una sola expresión del camarada Mártov me ha gustado especialmente: "bonapartismo de la peor especie". A mi juicio, el camarada Mártov ha puesto en circulación esta categoría con mucha oportunidad. Vamos a ver serenamente lo que significa ese concepto. A mi modo de ver, significa la toma del poder por medios formalmente legales, pero, en realidad, contra la voluntad del pueblo (o del Partido). ¿No es así, camarada Mártov? Y si así es, dejo tranquilamente a la opinión que decida de qué lado estaba ese "bonapartismo de la peor especie", si del lado de Lenin y de Igrek[21], que podían aprovecharse de su derecho formal a no dejar entrar a los martovistas, apoyándose, además, en la voluntad del II Congreso, pero que no hicieron uso de ese derecho o del lado de quienes ocuparon la redacción de un modo formalmente legal ("cooptación unánime"), pero sabiendo que este acto no respondía en realidad al deseo del II Congreso y temiendo la comprobación de este deseo por el III Congreso.
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII. (N. de la Red.)
   
** Según resultó luego, la "disonancia" se explicaba muy sencillamente por una disonancia en la composición personal de la redacción del Organo Central. De "querellas" habló Plejánov (v. su confesión en "Triste confusión", núm. 57) y el artículo de fondo "Nuestro Congreso", lo escribio Mártov ("Estado de sitio", pág. 84). Cada cual va por su lado.
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII. (N. de la Red.)
EN LAS CUESTIONES DE ORGANIZACION
   
* Estos folletones entraron en la recopilación Dos años de Iskra, parte II, pág. 122 y sigts. (San Petersburgo, 1906). (Nota del autor para la edicion de 1907. N. de la Red.)
   
* Véase el artículo de Plejanov sobre el "economismo" en el núm. 53 de Iskra. Por lo visto, en el subtítulo de este artículo se ha deslizado una pequeña errata. En lugar de "opiniones abiertas acerca del II Congreso del Partido", hay que leer evidentemente, "acerca del Congreso de la Liga ", o quizás "acerca de la cooptación ". En el mismo grado en que es oportuno hacer una concesión, en ciertas condiciones, al tratarse de pretensiones personales, es inadmisible (desde el punto de vista de partido y no desde el punto de vista pequeñoburgués) confundir los problemas que agitan al Partido, sustituir la cuestión del nuevo error de Mártov y Axelrod, quienes han comenzado a virar de la ortodoxia hacia el oportunismo, por la cuestión del viejo error (que nadie, salvo la nueva Iskra, recuerda hoy) de los Martínov y los Akímov, los cuales ahora están tal vez dispuestos a virar del oportunismo hacia la ortodoxia en muchos problemas del programa y de la táctica.
   
* Por no hablar ya de que el contenido del trabajo de nuestro Partido ha sido fijado en el Congreso (en el programa, etc.) en el espíritu de la socialdemocracia revolucionaria sólo a costa de lucha, lucha contra esos mismos antiiskristas y contra esa misma charca cuyos representantes predominan numéricamente en nuestra "minoría". En lo que atañe al "contenido", es interesante comparar, por ejemplo, seis números de la antigua Iskra (46-51) con doce números de la nueva Iskra (52-63) Pero quede esto para otra vez.
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VI. (N. de la Red.)
   
* Dejo aquí de lado, como en general en todo este apartado, el sentido "cooptacionista" de estas lamentaciones.
   
* Examinando los diversos artículos de los estatutos, el camarada Mártov ha pasado por alto precisamente el artículo que trata de las relaciones entre el todo y la parte: El Comité Central "distribuye las fuerzas del Partido" (artículo 6). ¿Es posible distribuir las fuerzas sin trasladar a los militantes de un comité a otro? Resulta hasta embarazoso detenerse en verdades tan elementales.
   
* Göhre había sido elegido diputado del Reichstag el 16 de junio de 1903, en la 15 circunscripción sajona, pero después del Congreso de Dresde[24] presento su dimisión. Los electores de la circunsripción 20, cuando quedó vacante por muerte de Rosenow, quisieron proponer de nuevo la candidatura de Göhre. La dirección central del Partido y el Comité Central de agitación de Sajonia se opusieron y, no teniendo derecho a prohibir formalmente la candidatura de Göhre, consiguieron, sin embargo, que Göhre renunciara a ella. Los socialdemócratas sufrieron en las elecciones una derrota.
   
** Tres meses de obrero en una fábrica. (N. de la Red.)
   
* Como ejemplo cita C. Kautsky a Jaurés. A medida que se iban desviando hacia el oportunismo, tales hombres debían considerar indefectiblemente "la disciplina del Partido como una coacción inadmisible de su libre personalidad".
   
** Bannstrahl, anatema. Es el equivalente alemán del "Estado de sitio" y de las "leyes de excepción". Es la "palabra terrible" de los oportunistas alernanes.
   
* Resulta muy instructivo confrontar estas notas de C. Kautsky sobre la sustitución del derecho usual, tácitamente reconocido, por un derecho formalmente inscrito en estatutos, con toda la "renovación" por la que atraviesa nuestro Partido en general y la redacción en particular, después del Congreso del Partido. Cfr. el discurso de V. Sasúlich (en el Congreso de la Liga, actas, págs. 66 y sig.) que, probablemente, no se da plena cuenta de todo el alcance de esta renovación.
   
* Nadie dudará ahora de que la antigua división de los socialdemocratas rusos, en cuanto a los problemas de la táctica, en economistas y políticos, se identificaba con la división de toda la socialdemocracia inter nacional en oportunistas y revolucionarios, aunque fuese muy grande la diíerencia entre los camaradas Martínov y Akímov, por una parte, y los camaradas von-Vollmar y von-Elm o Jaurés y Millerand, por otra. Del mismo modo es indudable la homogeneidad de las divisiones fundamentales en el problema de organización, a pesar de la enorme diferencia de condiciones que existe entre los países privados de derechos políticos y los países políticamente libres. Es extremadamente caractaístico que la redacción de la nueva Iskra, tan afecta a los principios, después de haber tratado de pasada la discusión entre Kautsky y Heine (núm. 64), haya pasado por alto temerosa la cuestión de las tendencias de principio de todo oportunismo y de toda ortodoxia en el problema de organización.
   
* Quien recuerde ia discusión sobre el articúlo primero verá ahora claramente que el error del camarada Mártov y del camarada Axelrod acerca de este artículo, desarrollado y profundizado, conduce inevitablemente al oportunismo en lo que se refiere a la organización. La idea básica del camarada Mártov -- lo de incluirse uno mismo en el Partido -- es precisamente el falso "democratismo", la idea de estructurar el Partido de abajo arriba. Mi idea, por el contrario, es "burocrática" en el sentido de que el Partido se estructura de arriba abajo, empezando por el Congreso y siguiendo por las diversas organizaciones del Partido. Tanto la psicología de intelectual burgués como las frases anarquistas y las elucubradones oportunistas y seguidistas, todo ello apuntaba ya en la discusion sobre el artículo primero. En "Estado de sitio" (pág. 20), el camarada Mártov habla del "trabajo del pensamiento que ha comenzado" en la nueva Iskra. Lo cual es verdad en el sentido de que él y Axelrod dirigen efectivamente el pensamiento por un rumbo nuevo, empezando por el artículo primero. Lo malo es que ese rumbo es oportunista. Cuanto más "trabajen en ese rumbo, cuanto más limpio esté su trabajo de bajas querellas de cooptación, tanto más se hundirán en la charca. El camarada Plejánov lo ha comprendido ya claramente en el Congreso, y en su artículo "¿Qué es lo que no hay que hacer?" les ha advertido por segunda vez: estoy dispuesto, -- dice --, incluso a cooptaros a vosotros, pero no sigáis ese camino, que sólo conduce al oportunismo y al anarquismo. No han aceptado este buen consejo Mártov y Axelrod: ¿Cómo, no ir? ¿dar la razón a Lenin en el sentido de que la cooptación no es más que una baja querella? ¡Nunca! ¡Le demostraremos que somos gente de principios! Y lo han demostrado. Han demostrado a todos con plena evidencia que, si tienen principios nuevos, estos principios son los principlos del oportunismo.
   
* Esta maravillosa expresión pertenece al camarada Mártov ("Estado de sitio", pág. 68). El camarada Mártov ha aguardado el momento de multiplicar su voto por cinco para organizar la "sublevación" contra mí solo. Polemiza el camarada Mártov con bien poca habilidad: quiere aniquilar a su adversario, diciéntole las mayores amabilidades.
El Comité de Vorónezh, comprendiendo toda la importancia del trabajo del Partido en conjunto, se hizo vivamente eco de todos los problemas relacionados con la convocatoria del Congreso. Reconoce toda la importancia de lo sucedido en el Congreso, celebra el cambio que se ha producido en Iskra, convertida en Organo Central (organo principal).
DOS REVOLUCIONES
   
* El difícil problema de establecer una frontera entre la querella y la divergencia de principios se resuelve ahora por sí mismo: es querella todo lo que se refiere a la cooptación, y es divergencia de principios todo lo tocante al análisis de la lucha en el Congreso, a los debates sobre el artículo primero y al viraje hacia el oportunismo y el anarquismo.
   
* Para tan agradable ocupación se ha establecido ya una forma estereotipada: nuestro corresponsal X comunica que el comité Y de la mayoría ha tratado mal al camarada Z de la minoría.
CON EL CAMARADA DEICH
Escrito en febrero-mayo de 1904.
Publicado como libro en mayo de
1904 en Ginebra.
From Marx
to Mao |
Apuntos sobre |
pág. 293
[13]
Osipov : seudónimo de la bolchevique R. S. Zemliachka, miembro del C.C. del P.O.S.D.R.
[pág. 166]
pág. 294
[14]
Lenin se refiere a la intervención del "economista" Akímov en el II Congreso del P.O.S.D.R., quien, para rechazar el programa del Partido, propuesto por Iskra, se valió entre otros del argumento de que la palabra "proletariado" no figuraba en el programa como sujeto, sino como complemento.
[pág. 171]
[15]
Montaña y Gíronda : denominación de dos grupos políticos de la burguesía durante la revolución burguesa francesa de fines del siglo XVIII. Se llamaba Montaña -- jacobinos -- a los representantes más decididos de la burguesía, la clase revolucionaria de aquel tiempo, que defendían la necesidad de destruir el absolutismo y el feudalismo. Los girondinos, a diferencia de los jacobinos, vacilaban entre la revolucion y la contrarrevolución y seguían la senda de las componendas con la monarquía.
[16]
El Comité de Vorónezh y la "Organización Obrera" de Petersburgo se hallaban en manos de los "economistas" y ocupaban una posición hostil respecto a la Iskra leninista y a su plan organizativo de estructuración del partido marxista.
[pág. 185]
[17]
Nuevo miembro del CC : F. V. Lengnik.
[pág. 196]
[18]
Ortodox : seudónimo de la menchevique L. I. Axelrod.
[pág. 220]
[19]
Bazárov : protagonista principal de la novela Padres e hijos de I. S. Turguéniev.
[pág. 223]
[20]
En el número 53 de Iskra, del 25 de noviembre de 1903, al mismo tiempo que la "Carta a la redacción de Iskra ", de Lenin (Véase: V. I. Lenin, Obras Completas, t. VII.), se publicó la respuesta de la redacción, escrita por Plejánov. En la carta, Lenin proponía que en las páginas del periódico se discutiesen las discrepancias de principio entre los bolcheviques y los mencheviques. Plejánov, en cambio, contestó con una negativa, diciendo que las discrepancias no eran otra cosa que "querellas de la vida de círculos".
[pág. 224]
[21]
Igrek : seudónimo del conciliador L. E. Galperin, miembro del C.C.
[pág. 227]
[22]
Se alude a los puntos de vista del P. B. Struve, representante del "marxismo legal", contra quien dirigió Lenin en el otoño de 1894 su informe titulado "Las publicaciones burguesas acerca del marxismo".
[pág. 233]
pág. 295
[23]
Lenin alude al artículo de Mártov aparecido en Iskra bajo el título "¿Es así como hay que prepararse?", en el que Mártov se pronuncia en contra de la preparación de la insurrección armada de toda Rusia, considerando la preparación de la insurrección como una utopía y conjuración.
[pág. 237]
[24]
EI Congreso de Dresde de la socialdemocracia alemana se realizó de 31 de agosto al 7 de septiembre (13-20 de septiembre) de 1903. En él se criticaron las concepciones revisionistas de E. Bernstein, P. Göhre W. Heine, E. David y otros socialdemócratas alemanes, pero no fueron expulsados del partido, y éstos continuaron sin obstáculo haciendo propaganda de sus concepciones oportunistas.
[pág. 255]
[25]
Diédov : seudónimo de L. M. Knipóvich, partidaria de la mayoría del II Congreso del P.O.S.D.R.
[pág. 283]
[ - parte 2 - ]
Lenin llamó "gironda socialista" a la corriente oportunista de la socialdemocracia, y "Montaña", jacobinos proletarios, a los socialdemócratas revolucionarios.
[pág. 183]
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