Del
Obras Escogidas de Mao Tse-tung
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS
Primera edición 1968
PEKIN 1976
(3a impresión 1976)
pág. 283
28 de septiembre de 1939
    Al aproximarse el XXII aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, la Asociación Cultural Chino-Soviética me ha pedido que escriba un artículo. Quisiera esclarecer, de acuerdo con mis propias observaciones, algunos problemas relativos a la Unión Soviética y a China, pues estos problemas están en discusión entre las amplias masas del pueblo chino, y parece que respecto a ellos no se ha llegado aún a conclusiones definitivas. Me gustaría aprovechar esta oportunidad para plantear algunas opiniones sobre ellos y someterlas a la consideración de los que se preocupan por la guerra europea y por las relaciones chino-soviéticas; puede que esto no sea inútil.
   
Hay quienes afirman que la Unión Soviética estaba interesada en el estallido de la guerra mundial y no deseaba el mantenimiento de la paz mundial, y que la actual guerra se ha precipitado justamente porque la Unión Soviética ha concluido un tratado de no agresión con Alemania en vez de un acuerdo de asistencia mutua con Inglaterra y Francia. Considero que esta opinión es incorrecta. La política exterior de la Unión Soviética siempre ha sido una política de paz, política basada en la unidad de sus intereses con los de la inmensa mayoría de la humanidad. La Unión Soviética no sólo necesitaba mantener la paz, consolidar sus relaciones pacíficas con todos los países del mundo y conjurar una guerra antisoviética, en aras de la construcción del socialismo en su propio país, sino que además necesitaba impedir las agresiones de los países fascistas, poner freno a la incitación a la guerra por los llamados Estados democráticos y esforzarse al máximo porque la guerra mundial imperialista estallase lo más tarde posible, en bien de una paz en escala mundial. Durante largos años, la Unión Soviética ha dedicado enormes energías a la causa de la paz mundial. Por ejemplo, ingresó en la Sociedad de las Naciones[1], concertó
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pactos de: asistencia mutua con Francia y con Checoslovaquia[2] y ha hecho cuanto ha podido por concluir tratados de seguridad con Inglaterra y con todos los países que desearan la paz. Cuando Alemania e Italia invadieron España conjuntamente, e Inglaterra, Estados Unidos y Francia adoptaron la llamada política de "no intervención", que en realidad daba vía libre a la agresión, la Unión Soviética ayudó activamente a las fuerzas republicanas españolas en su resistencia a Alemania e Italia y se opuso a dicha política. Cuando el Japón invadió nuestro país, y las mismas tres potencias adoptaron otra vez la política de "no intervención", la Unión Soviética no sólo firmó un tratado de no agresión con China, sino que también le prestó activa ayuda en su resistencia al Japón. Cuando Inglaterra y Francia favorecieron la agresión de Hitler sacrificando a Austria y Checoslovaquia, la Unión Soviética no escatimó ningún esfuerzo en la denuncia de los siniestros propósitos ocultos tras la política de Munich, e hizo a Inglaterra y Francia proposiciones tendientes a impedir el ulterior desarrollo de la agresión. Cuando, en la primavera y el verano de este año, el problema polaco se volvió candente y la guerra mundial estuvo a punto de estallar, la Unión Soviética, a pesar de la total insinceridad de Chamberlain y Daladier, sostuvo negociaciones con Inglaterra y Francia durante más de cuatro meses, en una tentativa de concluir con estos países un tratado de asistencia mutua a fin de evitar el estallido de la guerra. Pero todos estos esfuerzos tropezaron con la política imperialista de los Gobiernos inglés y francés, política de favorecer, instigar y expandir la guerra, de modo que finalmente se malogró la causa de la paz mundial y estalló la guerra mundial imperialista. Los Gobiernos de Inglaterra, Estados Unidos y Francia no tenían ningún deseo sincero de prevenir esta guerra; por el contrario, contribuyeron a precipitarla. Su negativa a llegar a un compromiso con la Unión Soviética, a suscribir un tratado de asistencia mutua realmente eficaz, basado en la igualdad y la reciprocidad, testimonia que no deseaban la paz, sino la guerra. Es sabido de todos que en el mundo contemporáneo rechazar a la Unión Soviética equivale a rechazar la paz. Esto lo sabe hasta Lloyd George, típico representante de la burguesía inglesa[3]. En estas circunstancias, y como Alemania expresó su disposición a cesar en sus actividades contra la Unión Soviética y a renunciar al "Pacto anticomintern" y reconoció la inviolabilidad de las fronteras soviéticas, se concluyó el tratado de no agresión soviético-alemán. El plan de Inglaterra, Estados Unidos y Francia era empujar a Alemania para que atacara a la Unión Soviética, de modo que ellos pudieran "con-
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templar la pelea de los tigres desde la cumbre" y, cuando ambas partes se hubieran agotado mutuamente, salir a arreglar las cosas a su manera. El tratado de no agresión soviético-alemán desbarató la maquinación. Al pasar por alto esta maquinación, así como las intrigas de los imperialistas anglo-franceses que favorecieron e instigaron a la guerra y contribuyeron a precipitar la guerra mundial, algunos de nuestros compatriotas se han dejado engañar en realidad por la meliflua propaganda de estos intrigantes. En los casos de España, de China y de Austria y Checoslovaquia, estos intrigantes no tuvieron el menor interés en impedir las agresiones, sino que, por el contrario, las favorecieron e instigaron a la guerra, tratando de que otros desempeñaran el papel de la garza y la almeja, mientras ellos hacían el del pescador[4]. Dieron a esto el bonito nombre de "no intervención", pero lo que realmente hacían era "contemplar la pelea de los tigres desde la cumbre". En el mundo, mucha gente ha sido embaucada por las palabras melosas de Chamberlain y sus socios; no se da cuenta de lo peligrosas que son sus sonrisas ni comprende que el tratado de no agresión soviético-alemán sólo fue concluido después de que Chamberlain y Daladier hubieron decidido rechazar a la Unión Soviética y provocar la guerra imperialista. Ya es hora de que esta gente despierte. El hecho de que la Unión Soviética se haya esforzado hasta el último minuto por defender la paz mundial evidencia la identidad de intereses entre la Unión Soviética y la inmensa mayoría de la humanidad. Este es el primer problema que quería tratar.
   
Algunos dicen que, ahora que ha estallado la Segunda Guerra Mundial imperialista, probablemente la Unión Soviética tomará partido por uno de los beligerantes; en otras palabras, el Ejército Rojo soviético estaría a punto de sumarse al frente del imperialismo alemán. Considero que esta opinión es incorrecta. Sea por parte de Inglaterra y Francia o por parte de Alemania, la guerra que acaba de estallar es una guerra injusta, de rapiña, imperialista. Los Partidos Comunistas y los pueblos del mundo entero deben levantarse contra ella y denunciar el carácter imperialista que tiene tanto de una como de otra parte, es decir, poner en claro que esta guerra, lejos de traer ningún beneficio a los pueblos del mundo, sólo les acarrea daños; además, deben denunciar la criminal conducta de los partidos socialdemócratas que, al apoyar la guerra imperialista, traicionan los intereses del proletariado. Siendo la Unión Soviética un país socialista, un país donde el Partido Comunista está en el Poder, su posición en lo referente a las guerras se caracteriza necesariamente por dos rasgos bien definidos: 1) No
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participar en absoluto en ninguna guerra injusta, de rapiña, imperialista, y mantener de modo estricto la neutralidad respecto a las partes beligerantes. Por lo tanto, el Ejército Rojo soviético no se sumará jamás a ninguno de los frentes imperialistas abandonando los principios. 2) Apoyar activamente las guerras justas, de liberación, no de rapiña. Por ejemplo, hace trece años, ayuda al pueblo chino en la Expedición al Norte; hace un año, ayudaba al pueblo español en su guerra de resistencia contra Alemania e Italia; ha venido ayudando al pueblo chino en su Guerra de Resistencia contra el Japón desde hace dos años, y al pueblo de Mongolia en su lucha contra el Japón en los últimos meses, y prestará sin falta su ayuda a toda guerra de liberación popular o de liberación nacional de otros países o naciones que estalle en el futuro, así como a cualquiera otra guerra que contribuya a la defensa de la paz. Esto lo demuestra la historia de la Unión Soviética en los últimos veintidós años y continuará demostrándolo en adelante. Alguna gente considera el comercio que realiza la Unión Soviética con Alemania sobre la base del acuerdo comercial entre ambos países como un acto de participación en la guerra que hace Alemania. También esta opinión es incorrecta, ya que confunde el comercio con la participación en la guerra. Así como no hay que confundir el comercio con la participación en la guerra, tampoco hay que confundirlo con la prestación de ayuda. Por ejemplo, durante la guerra de España, la Unión Soviética comerciaba con Alemania e Italia; sin embargo, en lugar de afirmar que ella las ayudaba en su agresión contra España, todo el mundo decía que ayudaba a ésta en su resistencia a la agresión, porque la Unión Soviética realmente prestaba ayuda a España. Otro ejemplo: en el curso de la presente guerra chino-japonesa, la Unión Soviética comercia con el Japón, pero, en vez de afirmar que la Unión Soviética ayuda al Japón en su agresión a China, todo el mundo dice que ayuda a ésta en su resistencia a la agresión japonesa, porque así es en realidad. Actualmente, la Unión Soviética mantiene relaciones comerciales con las dos partes beligerantes en la guerra mundial, pero esto no puede considerarse como una ayuda a ninguna de ellas, ni mucho menos como participación en la guerra. Sólo en el caso de que el carácter de la guerra cambie, o sea, de que la guerra que hacen uno o varios países, habiendo sufrido ciertos cambios necesarios, se vuelva beneficiosa para la Unión Soviética y para los pueblos del mundo, será posible esa ayuda o participación de la Unión Soviética en la guerra; de otra manera, no será posible. En cuanto al hecho de que la Unión Soviética, en vista de
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la actitud amistosa u hostil hacia ella de los diversos países beligerantes, tenga que comerciar más o en términos más favorables con unos que con otros, no depende de ella, sino de la actitud de los beligerantes. Sin embargo, aun cuando uno o varios países adopten una actitud antisoviética, la Unión Soviética no romperá sus relaciones comerciales con esos países, siempre que no le declaren la guerra y deseen mantener relaciones diplomáticas y concluir tratados comerciales con ella, como fue el caso de Alemania antes del 23 de agosto. Hay que tener bien claro que tales relaciones comerciales no significan ayuda, ni mucho menos participación en la guerra. Este es el segundo problema que deseaba tratar.
   
Mucha gente en China se ha desconcertado con la entrada de las tropas soviéticas en Polonia[5]. El problema polaco debe enfocarse desde varios ángulos: el de Alemania, el de Inglaterra y Francia, el del Gobierno polaco, el del pueblo polaco y el de la Unión Soviética. Alemania lanzó la guerra para saquear al pueblo polaco y destrozar uno de los flancos del frente imperialista anglo-francés. Esta guerra es de carácter imperialista y no hay que simpatizar con ella, sino combatirla. Inglaterra y Francia, a su vez, consideraban a Polonia como un objeto de saqueo para su capital financiero, la utilizaban para impedir que el imperialismo alemán obtuviera un nuevo reparto del botín en escala mundial, e hicieron de ella uno de los flancos de su propio frente imperialista. Así, pues, su guerra es una guerra imperialista, y su pretendida ayuda a Polonia tiene por único propósito contender con Alemania por la dominación de ese país, y, por eso, tampoco hay que simpatizar con esta guerra, sino combatirla. En cuanto al Gobierno de Polonia, era un gobierno fascista, un gobierno reaccionario de la clase terrateniente y la burguesía polacas, que explotaba despiadadamente a los obreros y campesinos y reprimía a los demócratas polacos; además, era un gobierno chovinista de gran polaco, ya que oprimía cruelmente a las minorías nacionales no polacas: ucranianos, bielorrusos, judíos, alemanes, lituanos y otros, que suman más de diez millones; era, el mismo, un gobierno imperialista. En la presente guerra, aceptó complacientemente arrastrar a su pueblo a servir de carne de cañón al capital financiero anglo-francés, y actuó voluntariamente como un sector del frente reaccionario del capital financiero internacional. Durante los últimos veinte años, el Gobierno polaco se opuso invariablemente a la Unión Soviética, y, durante las negociaciones anglo-franco-soviéticas, rechazó tercamente la ayuda de las tropas soviéticas. Además, era un gobierno muy incompetente, cuyo
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enorme ejército de más de 1.500.000 hombres no resistió ni un solo golpe, un gobierno que llevó al país a la ruina en sólo dos semanas, dejando a su pueblo bajo la bota del imperialismo alemán. El Gobierno polaco es culpable de todos restos monstruosos crímenes, y haríamos mal en simpatizar con el. En cuanto al pueblo polaco, él es la víctima, debe levantarse contra la opresión de los fascistas alemanes y contra las clases reaccionarias de su propio país, la clase terrateniente y la burguesía, y establecer un Estado democrático, independiente y libre. Sin la menor duda, nuestra simpatía debe estar con el pueblo polaco. En cuanto a la Unión Soviética, sus acciones han sido completamente justas. Ante ella se planteaban dos problemas. El primero era: dejar que toda Polonia cayera bajo la dominación del imperialismo alemán o ayudar a las minorías nacionales de la parte este de Polonia a obtener su liberación. Optó por esto último. Una vasta extensión de territorio habitado por bielorrusos y ucranianos fue arrancada por el imperialismo alemán al recién nacido Estado soviético ya en 1918, cuando se firmó el Tratado de Brest-Litovsk, territorio que más tarde fue colocado arbitrariamente bajo la dominación del reaccionario Gobierno polaco en virtud del Tratado de Versalles. La Unión Soviética no ha hecho más que recuperar el territorio que había perdido y liberar a los bielorrusos y ucranianos oprimidos, evitándoles la opresión alemana. Las noticias de los últimos días revelan con qué entusiasmo y cariño estas minorías nacionales acogen al Ejército Rojo como a su salvador, en tanto que ni un solo despacho similar ha Llegado de la parte oeste de Polonia, ocupada por las tropas alemanas, ni de las zonas occidentales de Alemania ocupadas por las tropas francesas. Esto demuestra que la guerra que hace la Unión Soviética es una guerra justa, de liberación, no de rapiña, una guerra que ayuda a liberarse a las naciones pequeñas y débiles y a emanciparse a las masas populares. En cambio, las guerras emprendidas tanto por Alemania como por Inglaterra y Francia son guerras injustas, de rapiña, imperialistas, guerras orientadas a oprimir a otras naciones y pueblos. El otro problema que encaraba la Unión Soviética provenía de que Chamberlain intentaba continuar con su vieja política antisoviética. Esta política consistía, primero, en cerrar firmemente el paso a Alemania por el Oeste y ejercer presión sobre su parte occidental; segundo, en tratar de formar una alianza con los Estados Unidos y comprar el apoyo de Italia, el Japón y los países nórdicos a fin de aislar a Alemania, y tercero, en seducir a Alemania ofreciéndole Polonia e incluso Hungría y Rumania. En una palabra, Chamberlain ha
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recurrido a toda clase de amenazas y señuelos para que Alemania desistiera del tratado de no agresión con la Unión Soviética y volviera contra ella sus armas. Estas intrigas no sólo pertenecen al pasado y al presente, sino que proseguirán en el futuro. La entrada del poderoso ejército soviético en Polonia oriental, a la vez que tiene el propósito de recuperar el propio territorio de la Unión Soviética y liberar a las pequeñas y débiles nacionalidades de esa zona, constituye un paso práctico para impedir el avance de las fuerzas agresoras alemanas hacia el Este y así frustrar las intrigas de Chamberlain. A juzgar por las noticias de los últimos días, esta política soviética ha tenido el mejor de los éxitos. He aquí una manifestación concreta de la identidad de los intereses de la Unión Soviética con los de la inmensa mayoría de la humanidad, incluidas las masas populares oprimidas por el régimen reaccionario polaco. Este es el tercer problema que quería tratar.
   
La situación general creada a raíz de la firma del tratado de no agresión soviético-alemán, muestra que éste ha constituido un rudo golpe para el Japón y una gran ayuda para nuestro país, ha fortalecido en China la posición de los partidarios de la resistencia y ha asestado un golpe a los capituladores. El pueblo chino ha hecho bien en saludar dicho tratado. Sin embargo, desde la firma del Acuerdo de Armisticio de Nomonjan[6], las agencias de noticias inglesas y norteamericanas se han dedicado a difundir el rumor de que está a punto de suscribirse un tratado de no agresión nipo-soviético. Esto ha causado preocupación entre algunos chinos, quienes temen que la Unión Soviética deje de ayudar a China. Considero que esta conjetura no es acertada. El Acuerdo de Armisticio de Nomonjan es de la misma naturaleza que el anterior Acuerdo de Armisticio de Changkufeng[7]; es decir, los militaristas japoneses, obligados a admitir su derrota, han reconocido la inviolabilidad de las fronteras soviética y mongola. Tales acuerdos de armisticio posibilitarán que la Unión Soviética aumente su ayuda a China y de ninguna manera la llevarán a disminuir esta ayuda. En cuanto al tratado de no agresión nipo-soviético del que se habla, la Unión Soviética propuso hace muchos años un tratado de este tipo, pero el Japón lo rechazó. En la actualidad, un sector dentro de las clases dominantes japonesas pide a la Unión Soviética la conclusión de un tratado semejante, pero el que ésta lo acepte o no depende de un principio básico, de si ese tratado responde a los intereses de la Unión Soviética y de la inmensa mayoría de la humanidad. Concretamente, depende de si el tratado choca con los intereses de la guerra
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de liberación nacional de China. A juzgar por el informe de Stalin ante el XVIII Congreso del Partido Comunista de la URSS, presentado el 10 de marzo de este año, y por el discurso de Molotov del 30 de mayo ante el Soviet Supremo de la URSS, pienso que la Unión Soviética no cambiará este principio básico. Aun en el caso de que se llegue a concluir tal tratado, la Unión Soviética de ningún modo aceptará nada que pueda restringir su libertad de acción para ayudar a China. Los intereses de la Unión Soviética nunca chocarán con los intereses de la liberación nacional de China, sino que siempre concordarán con ellos. No creo que quepa duda alguna al respecto. Los que tienen prejuicios antisoviéticos están aprovechándose de la firma del Acuerdo de Armisticio de Nomonjan y de los rumores sobre un tratado de no agresión nipo-soviético, para sembrar la confusión y perjudicar el buen entendimiento entre nuestras dos grandes naciones, China y la Unión Soviética. Esto es lo que están haciendo los intrigantes ingleses, norteamericanos y franceses y los capituladores chinos; estas sucias maniobras son más que peligrosas y debemos denunciarlas a fondo. Obviamente, la política exterior de China debe ser antijaponesa. Esta política significa que debemos apoyarnos principalmente en nuestros propios esfuerzos y, a la vez, no dejar de buscar toda la ayuda exterior posible. Ahora que ha estallado la guerra mundial imperialista, la ayuda exterior de que hablamos puede provenir, principalmente, de tres fuentes: 1) la Unión Soviética socialista; 2) los pueblos de los países capitalistas, y 3) las naciones oprimidas de las colonias y semicolonias. Estas son nuestras únicas fuentes de ayuda dignas de confianza. Toda otra ayuda exterior, aunque llegue a producirse, sólo puede ser considerada suplementaria y pasajera. Por supuesto, hay que buscar incluso esa ayuda exterior suplementaria y pasajera, pero nunca se puede depender de ella ni considerarla segura. China debe mantenerse estrictamente neutral en relación con las partes beligerantes en la guerra imperialista y no sumarse a ninguna de ellas. La opinión de que China debe incorporarse al frente imperialista anglo-francés es una opinión de los capituladores y perjudica a la Guerra de Resistencia y a la causa de la independencia y la liberación de la nación china, y debe ser rechazada categóricamente. Este es el cuarto problema que deseaba tratar. Los problemas arriba expuestos están siendo discutidos ampliamente por nuestros compatriotas. Es muy bueno que ellos, guiados por el deseo de alcanzar la victoria de la resistencia al Japón, se interesen por el estudio de los problemas internacionales, por la relación
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entre la guerra mundial imperialista y la Guerra de Resistencia de China, y por las relaciones chino-soviéticas. Aquí he planteado mis puntos de vista básicos sobre estos problemas y espero que los lectores tengan la bondad de señalar si son o no acertados.
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Apuntos sobre |
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[1]
Organización que después de la Primera Guerra Mundial formaron Inglaterra. Francia, el Japón y otras potencias imperialistas para regatear sobre el reparto del mundo y reajustar temporalmente sus contradicciones. En 1931, el imperialismo japonés ocupó el Nordeste de China y, en 1933, se retiró de la Sociedad de las Naciones a fin de poder extender su agresión con mayor libertad. El mismo año, el fascismo alemán subió al Poder, y se retiró también de ella para facilitar sus preparativos de una guerra de agresión. En 1934, cuando crecía la amenaza de una guerra fascista de agresión, la Unión Soviética ingresó en la Sociedad de las Naciones, y así transformó esta organización, que era un instrumento imperialista para discutir el reparto del mundo, en un instrumento que podía ser útil a la causa de la paz. En 1935, Italia se retiró de ella después de invadir Abisinia.
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[2]
Ambos pactos fueron concluidos en 1935.
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[3]
Uno de los líderes del Partido Liberal, partido de la burguesía inglesa. Durante las negociaciones anglo-franco-soviéticas, declaró en el Parlamento que "rechazar las proposiciones soviéticas equivale a rechazar la paz".
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[4]
Expresión que proviene del dicho: "Cuando pelean garza y almeja, el pescador hace fácil presa." En la sección "crónicas del reino de Yen", de las Crónicas de los Reinos Combatientes, se cuenta que una garza, viendo que una almeja abría su concha, trató de picarle la carne, pero la almeja cerró de golpe las valvas atenazándole el pico. Un viejo pescador que acertaba a pasar, las vio enzarzadas en la pelea y las atrapó a ambas.
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[5]
El 1.� de septiembre de 1939, las tropas alemanas invadieron Polonia y ocuparon la mayor parte de su territorio. El día 17, el reaccionario Gobierno polaco huyó al extranjero. En la misma fecha, la Unión Soviética hizo entrar sus tropas en la parte este de Polonia a fin de recuperar el territorio que le pertenecía, emancipar a las oprimidas nacionalidades ucraniana y bielorrusa y prevenir el avance hacia el Este de las hordas fascistas alemanas.
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[6]
En mayo de 1939, las tropas del Japón y del Estado títere del "Manchukuo" atacaron conjuntamente a las tropas de la Unión Soviética y de la República Popular de Mongolia, en Nomonjan, zona fronteriza entre Mongolia y el "Manchukuo"; las tropas soviéticas y mongolas las derrotaron por completo en una heroica guerra de autodefensa. El Japón y el Estado títere del "Manchukuo" solicitaron entonces un armisticio. En septiembre, se firmó en Moscú el Acuerdo de Armisticio de Nomonjan, cuyo contenido principal era el cese inmediato del fuego y la formación de una comisión de cuatro, con dos representantes de cada parte, para demarcar la frontera entre la República Popular de Mongolia y el "Manchukuo" en la zona donde se había producido el conflicto.
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[7]
A fines de julio y comienzos de agosto de 1938, las tropas japonesas cometieron actos de provocación contra las tropas soviéticas en Changkufeng, donde confluyen las fronteras entre China, la Unión Soviética y Corea. En un resuelto contraataque, las tropas soviéticas derrotaron a los japoneses, quienes solicitaron la paz. El 11 de agosto se concluyó en Moscú el Acuerdo de Armisticio de Changkufeng, que establecía el cese inmediato del fuego y la formación de una comisión de cuatro, con dos representantes de la Unión Soviética y los de parte del Japón y el "Manchukuo", encargada de examinar las fronteras y demarcarlas definitivamente.
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