V. I. LENIN¿QUE HACER?Problemas candentes de
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NOTA DEL EDITOR
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I. |
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¿Qué significa la "libertad de critica"? |
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II. |
LA ESPONTANEIDAD DE LAS MASAS Y LA CONCIENDE LA |
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Comienzo de la marcha ascensional espontánea |
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III. |
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La agitación política y su
restricción por los econo- |
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IV. |
LOS METODOS ARTESANOS DE TRABAJO DE LOS ECONO- |
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¿Que son los métodos artesanos de trabajo? |
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V. |
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¿Quién se ha ofendido por el artículo
"¿Por dónde em- |
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ANEXO INTENTO DE FUSIONAR ISKRA CON RABOCHEIE DIELO |
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ENMIENDA PARA ¿QUE HACER? |
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PROBLEMAS CANDENTES DE NUESTRO MOVIMIENTO
" . . . La lucha interior da al |
(Extracto de una carta de Lassalle
a Marx, 24 de junio de 1852)
Escrito desde el otoño de 1901 |
Primera edición en forma de |
pág. 2 [blanca]
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Según el plan inicial del autor, el presente folleto debía estar consagrado a desarrollar detalladamente las ideas expuestas en el artículo "¿Por dónde empezar?" (Iskra, núm. 4, mayo de 1901)[*]. Ante todo, debemos disculparnos ante el lector por haber cumplido tardíamente la promesa que hicimos en dicho artículo (y que repetimos en respuesta a muchos requerimientos y cartas particulares). Una de las causas de dicha tardanza ha sido el haber intentado, en junio del pasado año de 1901, unificar todas las organizaciones socialdemócratas en el extranjero. Era natural esperar los resultados de esta tentativa, pues si hubiese tenido éxito, habría sido tal vez necesario exponer las concepciones de Iskra en materia de organización bajo un aspecto algo distinto; en todo caso, este éxito habría prometido que se iba a poner muy rápidamente fin a la existencia de dos corrientes en la socialdemocracia rusa. El lector sabe que la tentativa fracasó y, como trataremos de demostrar, no pudo terminar de otro modo después del nuevo viraje de Rabócheie Dielo, en su núm. 10, hacia el economismo. Ha resultado absolutamente necesario emprender una lucha decidida contra esta dirección vaga y poco determinada, pero, por ello mismo, tanto más firme y capaz de resucitar en variadas formas. De acuerdo con esto, ha cambiado y se
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ha ampliado muy considerablemente el plan inicial del folleto.
   
Su tema principal debería haber abarcado tres problemas, planteados en el artículo "¿Por dónde empezar?", a saber: los problemas acerca del carácter y el contenido principal de nuestra agitación política, acerca de nuestras tareas de organización y acerca del plan de crear, simultáneamente y por distintas partes, una organización combativa destinada a toda Rusia. Estos problemas interesan desde hace mucho tiempo al autor, quien ha tratado ya de plantearlos en Rabóchaia Gasieta, con ocasión de una de las tentativas infructuosas de reanudar su publicación (véase el cap. V). Mas el propósito inicial de circunscribirse, en este folleto, al examen de estos tres problemas y exponer en lo posible nuestras ideas en forma positiva, sin recurrir o casi sin recurrir a la polémica, ha resultado completamente irrealizable por dos razones Por una parte, el economismo ha resultado ser más vital de lo que suponíamos (empleamos el término economismo en su sentido amplio, como se explicó en el núm 12 de Iskra (diciembre de 1901), en el artículo "Una conversación con los defensores del economismo", que trazó, por decirlo así, un esbozo del folleto* que ofrecemos a la atención del lector). No cabía ya duda de que los distintos conceptos sobre el modo de resolver estos tres problemas se explican mucho más por un antagonismo radical entre las dos direcciones de la socialdemocracia rusa, que por divergencias de detalle. Por otra parte, la perplejidad de los economistas al ver que Iskra sostenía de hecho nuestras concepciones ha puesto de manifiesto con toda eviden-
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cia que a menudo hablamos lenguajes literalmente distintos que, debido a ello, no podemos llegar a ningún acuerdo sin comenzar ab ovo [*]; que es necesario intentar una "explicación " sistemática en la forma más popular posible, a base del mayor número posible de ejemplos concretos, con todos los economistas, sobre todos los puntos cardinales de nuestras discrepancias. Y he resuelto hacer esta tentativa de "explicación" con plena conciencia de que esto aumentaría considerablemente las proporciones del folleto y retardaría su aparición; pero no he visto ninguna otra posibilidad de cumplir la promesa hecha en el artículo "¿Por dónde empezar?" Así que a las disculpas por la tardanza tengo que añadir las excusas por los enormes defectos del folleto en lo que a su forma literaria se refiere: he tenido que trabajar con una precipitación extrema y, por otra parte, muchos otros trabajos reclamaban mi atención.
   
El examen de los tres problemas arriba indicados sigue constituyendo el tema principal del folleto. Pero he tenido que comenzar por dos problemas de carácter más general: ¿por qué una consigna tan "inocente" y "natural" como la de "libertad de crítica" es para nosotros una verdadera señal de batalla?; ¿por qué no podemos llegar a un acuerdo ni siquiera en la cuestión fundamental del papel de la socialdemocracia en relación al movimiento espontáneo de masas? Luego, la exposición de los conceptos sobre el carácter y el contenido de la agitación política se ha convertido en una explicación de la diferencia entre la política tradeunionista y la socialdemócrata, y la exposición de los conceptos sobre las tareas de organización, en una explicación de la diferencia entre los métodos primitivos de trabajo, que
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satisfacen a los economistas, y la organización de revolucionarios, que reputamos indispensable. Después, insisto en el "plan" de un periódico político destinado a toda Rusia, tanto más cuanto que eran inconsistentes las objeciones hechas contra él, y porque, en el fondo, no se ha dado una respuesta a la cuestión, planteada en "¿Por dónde empezar?", de cómo podríamos emprender, por todas partes a la vez, la formación de la organización que necesitamos. Por último, en la parte final del folleto espero demostrar que hemos hecho todo cuanto dependía de nosotros para prevenir una ruptura definitiva con los economistas, ruptura que, sin embargo, ha resultado inevitable; que Rabócheie Dielo ha adquirido una significación particular, si queréis, "histórica", por haber reflejado, en la forma más completa, con el mayor relieve, no el economismo consecuente, sino más bien la dispersión y las vacilaciones que han constituido, en la historia de la socialdemocracia rusa, el rasgo distintivo de todo un período ; que, por esta razón, adquiere también importancia la polémica, demasiado detallada, a primera vista, con Rabócheie Dielo, pues no podemos avanzar sin liquidar definitivamente este período
N. Lenin
Febrero de 1902
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La "libertad de crítica" es, sin duda, la consigna actualmente más en boga, la que con más frecuencia se emplea en las discusiones entre socialistas y demócratas de todos los países. A primera vista, es difícil imaginarse algo más extraño que esas solemnes alusiones a la libertad de crítica hechas por una de las partes contendientes. ¿Acaso en el seno de los partidos avanzados se han levantado voces en contra de la ley constitucional que, en la mayoría de los países europeos, garantiza la libertad de ciencia y de investigación científica? "¡Aquí pasa algo!", se dirá toda persona ajena a la cuestión, que haya oído la consigna en boga, repetida en todas las encrucijadas, pero que no haya penetrado aún en el fondo de las discrepancias. "Esta consigna es, por lo visto, una de las locuciones convencionales que, como los apodos, son legalizados por el uso y se convierten casi en nombres comunes".
   
En efecto, para nadie es un secreto que, en el seno de la socialdemocracia internacional* contemporánea, se han for-
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mado dos tendencias, cuya lucha tan pronto se reaviva y estalla en llamas, como se calma y adormece bajo las cenizas de imponentes "resoluciones de armisticio". En qué consiste la "nueva" tendencia que asume una actitud "crítica" frente al marxismo "viejo, dogmático", lo ha dicho Bernstein* y lo ha mostrado Millerand** con suficiente claridad.
   
La socialdemocracia debe transformarse, de partido de la revolución social, en un partido democrático de reformas sociales, Bernstein ha apoyado esta reivindicación política con toda una batería de "nuevos" argumentos y consideraciones bastante armoniosamente concordados. Ha sido negada la posibilidad de fundamentar científicamente el socialismo y de demostrar, desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia, su necesidad e inevitabilidad; ha sido negado el hecho de la miseria creciente, de la proletarización y de la exacerbación de las contradicciones
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capitalistas; ha sido declarado inconsistente el concepto mismo del "objetivo final " y rechazada en absoluto la idea de la dictadura del proletariado; ha sido negada la oposición de principios entre el liberalismo y el socialismo; ha sido negada la teoría de la lucha de clases, pretendiendo que no es aplicable a una sociedad estrictamente democrática, gobernada conforme a la voluntad de la mayoría, etc.
   
Así, pues, la exigencia de que la socialdemocracia revolucionaria diese un viraje decisivo hacia el socialreformismo burgués, iba acompañada de un viraje no menos decisivo hacia la crítica burguesa de todas las ideas fundamentales del marxismo. Y como esta última crítica contra el marxismo se venía realizando ya desde hacía mucho tiempo, desde la tribuna política, desde las cátedras universitarias, en numerosos folletos y en una serie de tratados científicos; como toda la nueva generación de las clases ilustradas, ha sido educada sistemáticamente, durante decenios, a base de esta crítica, no es de extrañar que la "nueva" tendencia "crítica" en el seno de la socialdemocracia haya surgido de golpe, completamente acabada, como Minerva de la cabeza de Júpiter. Por su contenido, esta tendencia no ha tenido que desarrollarse ni formarse; ha sido trasplantada directamente de la literatura burguesa a la literatura socialista.
   
Prosigamos. Por si la crítica teórica de Bernstein y sus aspiraciones políticas estaban aún poco claras para ciertas personas, los franceses se han cuidado de demostrar palmariamente lo que es el "nuevo método". Francia ha justificado, una vez más, su vieja reputación de "país en cuya historia las luchas de clases se han llevado cada vez a su término decisivo más que en ningún otro sitio" (Engels, del prefacio para la obra de Marx Der 18 Brumaire )[5]. En lugar de
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teorizar, los socialistas franceses pusieron directamente manos a la obra; las condiciones políticas de Francia, más desarrolladas en el sentido democrático, les han permitido pasar inmediatamente al "bernsteinianismo práctico", con todas sus consecuencias. Millerand ha dado un ejemplo brillante de este bernsteinianismo práctico: ¡no en vano Bernstein y Vollmar se han apresurado a defender y a ensalzar tan celosamente a Millerand! En efecto, si la socialdemocracia es, en esencia, simplemente un partido de reformas, y debe tener el valor de reconocerlo con franqueza, un socialista no sólo tiene derecho a entrar en un ministerio burgués, sino que incluso debe siempre aspirar a ello. Si la democracia implica, en el fondo, la supresión de la dominación de clases, ¿por qué un ministro socialista no ha de encantar a todo el mundo burgués con discursos sobre la colaboración de las clases? ¿Por qué no ha de seguir en el ministerio, aun después de que los asesinatos de obreros por los gendarmes han puesto de manifiesto por centésima y milésima vez el verdadero carácter de la colaboración democrática de las clases? ¿Por qué no ha de participar personalmente en la felicitación al zar, al que los socialistas franceses no dan ahora otros nombres que los de héroe de la horca, del knut y de la deportación (knouteur, pendeur et déportateur)? ¡Y a cambio de este infinito envilecimiento y autoflagelación del socialismo ante el mundo entero, de la corrupción de la conciencia socialista de las masas obreras -- la única base que puede asegurarnos el triunfo --, a cambio de todo esto, unos rimbombantes proyectos de mi serables reformas; tan miserables, que se había logrado obtener más de los gobiernos burgueses!
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Todo aquel que no cierre deliberadamente los ojos tiene que ver por fuerza que la nueva tendencia "crítica", surgida en el seno del socialismo, no es sino una nueva variedad del oportunismo. Y si no juzgamos a los hombres por el brillo del uniforme que ellos mismos se han puesto, ni por el sobrenombre pomposo que a sí mismos se dan, sino por sus actos y por la clase de propaganda que llevan a la práctica, veremos claramente que la "libertad de crítica" es la libertad de la tendencia oportunista en el seno de la socialdemocracia, la libertad de hacer de la socialdemocracia un partido demócrata de reformas, la libertad de introducir en el socialismo ideas burguesas y elementos burgueses.
   
La libertad es una gran palabra, pero bajo la bandera de la libertad de industria se han hecho las guerras más expoliadoras y bajo la bandera de la libertad de trabajo se ha despojado a los trabajadores. La misma falsedad intrínseca encierra el empleo actual de la expresión "libertad de crítica". Personas realmente convencidas de haber impulsado la ciencia no reclamarían libertad para las nuevas concepciones al lado de las antiguas, sino la sustitución de estas últimas por las primeras. En cambio, los gritos actuales de "¡Viva la libertad de crítical" recuerdan demasiado la fábula del tonel vacío*.
   
Marchamos en pequeño grupo unido por un camino escarpado y difícil, fuertemente cogidos de las manos. Estamos rodeados por todas partes de enemigos, y tenemos que marchar casi siempre bajo su fuego. Nos hemos unido en vir-
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tud de una decisión libremente adoptada, precisamente para luchar contra los enemigos y no caer, dando un traspiés, al pantano vecino, cuyos moradores nos reprochan desde un principio el que nos hayamos separado en un grupo aparte y el que hayamos escogido el camino de la lucha y no el de la conciliación. Y de pronto algunos de entre nosotros comienzan a gritar: "¡Vamos al pantano!" Y cuando se intenta avergonzarlos, replican: "¡Qué gente tan atrasada sois! ¡Cómo no os avergonzáis de negarnos la libertad de invitaros a seguir un camino mejor!" ¡Ah, sí, señores, libres sois no sólo de invitarnos, sino de ir adonde mejor os plazca, incluso al pantano; hasta consideramos que vuestro verdadero puesto está precisamente en él, y nos sentimos dispuestos a prestaros toda la colaboración que esté a nuestro alcance para trasladaros allí a ¡vosotros ! ¡Pero en tal caso soltad nuestras manos, no os agarréis a nosotros, ni ensuciéis la gran palabra libertad, porque nosotros también somos "libres" para ir adonde nos parezca, libres para luchar no sólo contra el pantano, sino incluso contra los que se desvían hacia él!
   
Precisamente esta consigna ("libertad de crítica") es la que ha sido solemnemente propugnada estos últimos tiempos por Rabócheie Dielo (núm. 10), órgano de la "Unión de socialdemócratas rusos" en el extranjero, y lo ha sido no como un postulado teórico, sino como una reivindicación política, como respuesta a la pregunta: "¿Es posible la unión de las organizaciones socialdemócratas que actúan en el extranje-
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ro?" "Para una unión sólida, es indispensable la libertad de crítica" (pág. 36).
   
De esta declaración se desprenden dos conclusiones bien definidas: 1) Rabócheie Dielo asume la defensa de la tendencia oportunista en la socialdemocracia internacional en general; 2) Rabócheie Dielo exige la libertad del oportunismo en el seno de la socialdemocracia rusa. Examinemos estas conclusiones.
   
A Rabócheie Dielo le disgusta, "sobre todo", la "tendencia de Iskra y Sariá a pronosticar la ruptura entre la Montaña y la Gironda en la socialdemocracia internacional"*.
   
"En general -- escribe B. Krichevski, redactor de Rabócheie Dielo --, las habladurías sobre Montaña y Gironda en las filas de la socialdemocracia nos parecen una analogía histórica superficial, extraña en la pluma de un marxista: la Montaña y Gironda no representaban dos distintos temperamentos o corrientes intelectuales, como puede parecerles a los historiadores-ideólogos, sino distintas clases o capas: por una parte, la burguesía media, y, por otra, la pequeña burguesía y el proletariado. Pero en el movimiento socialista contemporáneo no existen choques de intereses de clase; por entero, en todas [subrayado por B. Kr.] sus variedades, incluyendo a los más declarados bernsteinianos, abraza la posición de los intereses de clase del proletariado, de su lucha de clases por la liberación política y económica" (Rabócheie Dielo, págs. 32-33).
   
¡Afirmación audaz! ¿No ha oído B. Krichevski hablar del hecho, observado ya hace mucho tiempo, de que preci-
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samente la amplia participación de la capa de los "académicos" en el movimiento socialista de los últimos años ha asegurado una difusión tan rápida del bernsteinianismo? Pero, ante todo, ¿en qué funda nuestro autor su juicio de que incluso "los más declarados bernsteinianos" abrazan la posición de la lucha de clase por la liberación política y económica del proletariado? Nadie lo sabe. Esta defensa decidida de los más declarados bernsteinianos no se apoya en ningún argumento, en ninguna razón. El autor entiende, por lo visto, que con repetir cuanto dicen de sí mismos los más declarados bernsteinianos, huelgan las pruebas de su afirmación. Pero ¿es posible figurarse algo más "superficial" que este juicio acerca de toda una tendencia, fundado en lo que dicen de sí mismos sus propios representantes? ¿Es posible imaginarse algo más superficial que la "moraleja" que se desprende a propósito de los dos tipos o vías de desarrollo del Partido, distintos y hasta diametralmente opuestos? (Rabócheie Dielo, págs. 34-35). Los socialdemócratas alemanes, se dice, reconocen una completa libertad de crítica; en cambio, los franceses, no, y precisamente su ejemplo demuestra todo el "mal de la intolerancia".
   
Precisamente el ejemplo de B. Krichevski -- contestaremos a esto -- demuestra que a veces se llaman marxistas gentes que ven la historia literalmente "a lo Ilovaiski"[7]. Para explicar la unidad del Partido Socialista alemán y el fraccionamiento del francés, no hace falta en absoluto hurgar en las particularidades de la historia de este o el otro país, comparar las condiciones del semiabsolutismo militar y el parlamentarismo republicano, analizar las consecuencias de la Comuna y las de la ley de excepción contra los so-
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cialistas[*], comparar la situación económica y el desarrollo económico, recordar cómo "el crecimiento sin par de la socialdemocracia alemana" fue acompañado de una lucha de energía sin igual en la historia del socialismo, no sólo contra las aberraciones teóricas (Mühlberger, Dühring[**], los "socialistas de cátedra"[8]), sino también contra las aberraciones tácticas (Lassalle), etc., etc. ¡Todo esto es superfluo! Los franceses riñen, porque son intolerantes; los alemanes están unidos, porque son buenos chicos.
   
Y observad que, por medio de esta incomparable profundidad de pensamiento, se "recusa" un hecho que echa por tierra completamente la defensa de los bernsteinianos. Sólo a través de la experiencia histórica se puede resolver definitivamente y sin vuelta de hoja el problema de si abrazan la posición de lucha de clase del proletariado. Por tanto, la máxima importancia en este sentido corresponde preci-
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samente al ejemplo de Francia, por ser éste el único país donde los bernsteinianos han intentado actuar independientemente, con la aprobación calurosa de sus colegas alemanes (y, en parte, de los oportunistas rusos: véase R. D., núm. 2-3, págs. 83-84). La alusión a la "intransigencia" de los franceses -- además de su significación "histórica" en sentido "nosdrievano"[*] -- no es más que una tentativa de disimular con palabras fieras hechos sumamente desagradables.
   
Pero, en cuanto a los alemanes, tampoco estamos, en modo alguno, dispuestos a regalárselos a B. Krichevski y a los demás numerosos defensores de la "libertad de crítica". Si se tolera todavía en las filas del Partido alemán "a los más declarados bernsteinianos", es por cuanto acatan la resolución de Hannóver[9], que desechó resueltamente las "enmien das" de Bernstein, así como la de Lübeck[10], que contiene (a pesar de toda su diplomacia) una advertencia directa a Bernstein. Se puede discutir, desde el punto de vista de los intereses del Partido alemán, en qué medida era oportuna esa diplomacia o si vale más, en este caso, un mal ajuste que un buen pleito; se puede disentir, en una palabra, en la apreciación de la conveniencia de uno u otro procedimiento de repudiar el bernsteinianismo, pero no se puede dejar de ver el hecho de que el Partido alemán ha repudiado dos veces el bernsteinianismo. Por tanto, creer que el ejemplo de los alemanes confirma la tesis de que "los más de clarados bernsteinianos abrazan la posición de la lucha de clase del proletariado por su liberación política y económi-
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ca", significa no comprender absolutamente nada de lo que sucede ante los ojos de todos nosotros[*].
   
Hay más aún. Rab. Dielo presenta a la socialdemocracia rusa, como hemos visto, la reivindicación de "libertad de crítica" y defiende el bernsteinianismo. Por lo visto, ha debido persuadirse de que se ha agraviado injustamente a nuestros "críticos" y bernsteinianos. ¿A cuáles, precisamente? ¿Quién, dónde y cuándo? ¿En qué, precisamente, consistió la injusticia? ¡R. Dielo guarda silencio sobre este punto, no menciona ni una sola vez a ningún crítico o bernsteiniano ruso! Nos resta sólo hacer una de las dos hipótesis posibles. O bien la parte injustamente agraviada no es otra que el mismo R. Dielo (lo confirma el hecho de que en ambos artículos de su núm. 10 se trata únicamente de agravios inferidos por Sariá e Iskra a R. Dielo ). En este caso, ¿cómo explicar el hecho tan extraño de que R. Dielo,
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que siempre ha negado tan obstinadamente toda solidaridad con el bernsteinianismo, no haya podido defenderse a sí mismo, sin intervenir en favor de los "más declarados bernsteinianos" y de la libertad de crítica? O bien han sido injustamente agraviadas unas terceras personas. ¿Cuáles pueden ser entonces los motivos para no mencionarlos?
   
Vemos, pues, que R. Dielo continúa el juego del escondite, en que se ha entretenido (como lo pondremos de manifiesto más adelante) desde el momento mismo de su aparición. Además, observad esta primera aplicación práctica de la tan decantada "libertad de crítica". De hecho, esta libertad se redujo en el acto no sólo a la falta de toda crítica, sino a la falta de todo juicio independiente en general. Ese mismo R. Dielo, que guarda silencio sobre el bernsteinianismo ruso, como si fuera una enfermedad secreta (según la feliz expresión de Starovier[12]), ¡propone para la curación de esta enfermedad copiar lisa y llanamente la última receta alemana contra la variedad alemana de la enfermedad! ¡En vez de libertad de crítica, imitación servil. . . o, peor aún, simiesca! El idéntico contenido social y político del oportunismo internacional contemporáneo, se manifiesta en unas u otras variedades, según las peculiaridades nacionales. En un país, un grupo de oportunistas ha actuado desde hace mucho tiempo bajo una bandera especial; en otro, los oportunistas han desdeñado la teoría, siguiendo en la práctica la política de los radicales socialistas; en un tercero, algunos miembros del partido revolucionario se han evadido al campo del oportunismo y tratan de alcanzar sus objetivos, no por medio de una lucha abierta en favor de los principios y de la nueva táctica, sino valiéndose de una corrupción gradual, imperceptible y, si se puede usar esta expresión, impune de su partido; en un cuarto país, esos
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mismos tránsfugas emplean idénticos procedimientos en las tinieblas de la esclavitud política, relacionando en forma completamente original la actividad "legal" con la "ilegal", etc. Pero ponerse a hablar de la libertad de crítica y del bernsteinianismo como de una condición para unir a los socialdemócratas rusos, sin analizar en qué precisamente se ha manifestado y qué frutos particulares ha dado el bern steinianismo ruso, es lo mismo que hablar por hablar.
   
Intentemos, pues, nosotros mismos decir, aunque sea en pocas palabras, lo que no ha querido decir (o acaso ni siquiera ha sabido comprender) R. Dielo.
   
La particularidad fundamental de Rusia, en el aspecto que estamos examinando, consiste en que ya el comienzo mismo del movimiento obrero espontáneo, por una parte, y el viraje de la opinión pública avanzada hacia el marxismo, por otra, se han distinguido por la unión de elementos notoriamente heterogéneos, bajo una bandera común y para luchar contra un adversario común (las concepciones políticas y sociales anticuadas). Nos referimos a la luna de miel del "marxismo legal". En general, fue un fenómeno extraordinariamente original, en cuya posibilidad nadie hubiera podido creer siquiera en la década del 80 o a principios de la década siguiente del siglo pasado. En un país autocrático, con una prensa completamente sojuzgada, en una época de terrible reacción política, en que eran perseguidos los más mínimos brotes de descontento político y de protesta, se abre de pronto camino en la literatura visada por la censura la teoría del marxismo revolucionario, expuesta en lenguaje esópico, pero comprensible para todos los
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"interesados". El gobierno se había acostumbrado a considerar peligrosa únicamente la teoría de "La Voluntad del Pueblo" (de la revolucionaria), sin que notara, como suele suceder, su evolución interna, regocijándose ante toda crítica dirigida contra ella. Antes de que el gobierno se diera cuenta, antes de que el pesado ejército de censores y gendarmes tuviera tiempo de dar con el nuevo enemigo y caer sobre él, pasó mucho tiempo (mucho para nosotros, los rusos). Y, mientras tanto, aparecía un libro marxista tras otro; empezaron a publicarse revistas y periódicos marxistas; todo el mundo, como por contagio, se hacía marxista; a los marxistas se les halagaba, se les lisonjeaba; los editores estaban entusiasmados por la extraordinaria rapidez con que se vendían los libros marxistas. Se sobreentiende que entre los marxistas principiantes, rodeados de esa humareda de éxito, ha habido más de un "escritor envanecido"[13]. . .
   
Hoy puede hablarse de ese período con calma, como del pasado. No es un secreto para nadie que el florecimiento efímero del marxismo sobre la superficie de nuestra literatura tuvo su origen en la alianza de elementos extremistas con elementos sumamente moderados. En el fondo, estos últimos eran demócratas burgueses, y esta conclusión (confirmada con evidencia por el desarrollo "crítico" posterior de esta gente) se imponía a ciertas personas ya en la época en que la "alianza" estaba aún intacta*.
   
Pero, en este caso, ¿no corresponderá la mayor responsabilidad por la "confusión" subsiguiente precisamente a los socialdemócratas revolucionarios, que pactaron esa alianza
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con los futuros "críticos"? Esta pregunta, seguida de una respuesta afirmativa, se oye a veces en boca de gentes que enfocan el problema en forma demasiado rectilinea. Pero esa gente carece en absoluto de razón. Puede tener miedo a alianzas temporales, aunque sea con gente insegura, únicamente el que tenga poca confianza en sí mismo, y ningún partido político podría existir sin esas alianzas. Ahora bien, la unión con los marxistas legales fue una especie de primera alianza verdaderamente política, concertada por la socialdemocracia rusa. Gracias a esta alianza, se ha logrado el triunfo, asombrosamente rápido, sobre el populismo, así como la enorme difusión de las ideas del marxismo (si bien en forma vulgarizada). Además, la alianza no fue pactada sin "condición" alguna, ni mucho menos. Pruebas al canto: la antología marxista Materiales sobre el desarrollo económico de Rusia [14], quemada por la censura en 1895. Si se puede comparar con una alianza política el acuerdo literario con los marxistas legales, se puede comparar ese libro con un acuerdo político.
   
La ruptura no fue provocada, desde luego, por el hecho de que los "aliados" resultaron ser unos demócratas burgueses. Por el contrario, los representantes de esta última tendencia son aliados naturales y deseables de la socialdemocracia, siempre que se trate de objetivos democráticos suyos, objetivos que la situación actual de Rusia pone en primer plano. Pero es condición indispensable para esta alianza que los socialistas tengan plena posibilidad de revelar a la clase obrera el antagonismo hostil entre sus intereses y los de la burguesía. Mas el bernsteinianismo y la tendencia "crítica", hacia la cual evolucionó totalmente la mayoría de los marxistas legales, habían eliminado esta po-
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sibilidad y corrompían la conciencia socialista envileciendo el marxismo, predicando la teoría de la atenuación de las contradicciones sociales, proclamando que es absurda la idea de la revolución social y de la dictadura del proletariado, reduciendo el movimiento obrero y la lucha de clases a un tradeunionismo estrecho y a la lucha "realista" por pequeñas y graduales reformas. Era exactamente lo mismo que si la democracia burguesa negara el derecho del socialismo a la independencia, y, por tanto, su derecho a la existencia; en la práctica, eso significaba tender a convertir el incipiente movimiento obrero en un apéndice de los liberales.
   
Naturalmente, en estas condiciones, la ruptura se hizo necesaria. Pero la particularidad "original" de Rusia se manifestó en que esa ruptura sólo significaba que los socialdemócratas se apartaban de la literatura "legal", más accesible para todos y ampliamente difundida. Los "ex-marxistas" se hicieron fuertes en ella, colocándose "bajo el signo de la crítica" y obteniendo casi el monopolio para "denigrar" al marxismo. Las consignas: "¡Contra la ortodoxia!" y "¡Viva la libertad de crítica!" (repetidas ahora por R. Dielo ) se pusieron en seguida muy en boga; y que ni siquiera pudieron resistir a esa moda los censores ni los gendarmes, se ve por hechos como la aparición de tres ediciones rusas del libro del famoso (famoso a lo Eróstrato) Bernstein o la recomendación de los libros de Bernstein, del señor Prokopóvich y otros, por Subátov* (Iskra, núm. 10). A los
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socialdemócratas les incumbe ahora una tarea de por sí difícil, e increíblemente más dificultada aún debido a obstáculos puramente exteriores: la tarea de combatir la nueva corriente. Y esta corriente no se ha limitado al terreno de la literatura. El viraje hacia la "crítica" ha ido acompañado de un movimiento en sentido contrario: la propensión de los socialdemócratas prácticos por el "economismo".
   
Podría servir de tema para un artículo especial esta interesante cuestión: cómo ha surgido y se ha estrechado el lazo de unión e interdependencia entre la crítica legal y el economismo ilegal. A nosotros nos basta consignar aquí la existencia incuestionable de este lazo de unión. Precisamente por eso ha adquirido el famoso "Credo"* una celebridad tan merecida, por haber formulado francamente este lazo de unión y haber revelado la tendencia política fundamental del "economismo": que los obreros se encarguen de la lucha económica (más exacto sería decir: de la lucha tradeunionista, pues esta última comprende también la política específicamente obrera), y que la intelectualidad marxista se fusione con los liberales para la "lucha" política. Resulta que el trabajo tradeunionista "en el pueblo" resultó ser la realización de la primera mitad, y la crítica legal, la realización de la segunda mitad de dicha tarea. Esta declaración fue un arma tan excelente en contra del economismo, que, si no hubiese aparecido el "Credo", valía la pena haberlo inventado.
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El "Credo" no fue inventado, pero sí publicado sin el asentimiento y acaso hasta en contra de la voluntad de sus autores. Al menos, el que estas líneas escribe, que participó en sacar a la luz del día el nuevo "programa"[*] tuvo que escuchar lamentaciones y reproches por el hecho de que el resumen de los puntos de vista de los oradores hubiera sido difundido en copias, hubiera recibido el mote de "Credo" y ¡hubiera sido publicado incluso en la prensa junto con la protesta! Referimos este episodio, porque revela un rasgo muy curioso de nuestro economismo: el miedo a la publicidad. Precisamente éste es el rasgo característico no sólo de los autores del "Credo", sino del economismo en general: lo han manifestado tanto R. Misl, el adepto más franco y más honrado del economismo, como R. Dielo (al indignarse contra la publicación de documentos "economistas" en el Vademécum )**, así como el Comité de Kíev, que hace cosa de dos años no quiso autorizar la publicación de su "profession de foi"*** junto con la refutación**** escrita
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en contra de la misma, y muchos, muchos representantes del economismo.
   
Este miedo a la crítica, que manifiestan los adeptos de la libertad de crítica, no puede explicarse tan sólo por astucia (si bien de vez en cuando las cosas no ocurren, indudablemente, sin astucia; ¡no es ventajoso dejar descubiertos al empuje del adversario los brotes, débiles aún, de la nueva tendencia!). No, la mayoría de los economistas, con absoluta sinceridad, desaprueban (y, por la propia esencia del economismo, tienen que desaprobar) toda clase de controversias teóricas, disensiones fraccionalistas, amplias cuestiones políticas, proyectos de organizar a los revolucionarios, etc. "¡Deberíamos dejar todo esto en el extranjero!", me dijo un día uno de los economistas bastante consecuentes, expresando la siguiente idea, muy difundida (y también puramente tradeunionista): lo que a nosotros nos incumbe es el movimiento obrero, las organizaciones obreras que tenemos aquí, en nuestra localidad, y el resto no es más que invención de los doctrinarios, "sobreestimación de la ideología", como decían los autores de la carta publicada en el núm. 12 de Iskra haciendo coro al núm. 10 de R. Dielo.
   
Ahora cabe preguntar: en vista de estas particularidades de la "crítica" rusa y del bernsteinianismo ruso, ¿en qué debía consistir la tarea de los que de hecho, y no sólo de palabra, querían ser adversarios del oportunismo? Primeramente, era necesario preocuparse de que se reanudara el trabajo teórico, que apenas si se había iniciado en la época del marxismo legal y que ahora había vuelto a recaer sobre los militantes ilegales: sin un trabajo de esta índole, no era posible un incremento eficaz del movimiento. En segundo lugar, era preciso emprender una lucha activa contra la
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de unión con el Partido [*]; además, no había entre nosotros un órgano de partido reconocido por todos, que pudiera "restringir" la libertad de crítica, aunque sólo fuera por medio de un consejo); los economistas quieren que los revolucionarios reconozcan la "plenitud de derechos del movimiento en el presente" (R. D., núm. 10, pág. 25), es decir, la "legitimidad" de la existencia de lo que existe; que los "ideólogos" no traten de "desviar" el movimiento del camino "determinado por la acción recíproca entre los elementos materiales y el medio material" ("Carta" en el núm. 12 de Iskra ); que se considere como deseable sostener la lucha "que los obreros puedan sostener en las circunstancias presentes", y, como posible, reconocieron la lucha "que libran en el momento presente" (Suplemento especial de R. Misl [19], pág. 14). En cambio, a nosotros, los socialdemócratas revolucionarios, nos disgusta ese culto de la espontaneidad, es decir, de lo que existe "en el momento presente";
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reclamamos que se modifique la táctica que ha prevalecido estos últimos años, declaramos que, "antes de unificarse y para unificarse es necesario empezar por deslindar los campos de un modo resuelto y definido" (del anuncio sobre la publicación de Iskra [*]). En una palabra, los alemanes se conforman con lo que existe, rechazando las modificaciones; nosotros reclamamos que se modifique lo existente, rechazando el culto de ello y la conformidad con ello.
   
¡Precisamente esta "pequeña" diferencia es la que nuestros "libres" copiadores de resoluciones alemanas no han notado!
   
"Dogmatismo", "doctrinarismo", "fosilización del Partido, castigo inevitable por la opresión violenta del pensamiento", éstos son los enemigos contra los cuales arremeten caballerescamente en Rab. Dielo los campeones de la "libertad de crítica". Mucho nos place que se haya llevado al orden del día esta cuestión, y sólo propondríamos completarla con otra:
   
-- ¿Y quiénes serán los jueces?
   
Tenemos ante la vista dos anuncios de publicaciones literarias. Uno es el "programa del órgano de prensa de la Unión de los socialdemócratas rusos, Rab. Dielo " (pruebas de imprenta del núm. 1 de R. D.). El otro es un "anuncio sobre la reanudación de las publicaciones del grupo 'Emancipación del Trabajo'". Ambos datan de 1899, cuando la "crisis del marxismo" estaba desde hacía ya mucho tiempo al orden del día. Pues bien, en vano buscaríamos en la
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primera de dichas obras una alusión a este fenómeno y una exposición definida de la actitud que el nuevo órgano piensa adoptar a este respecto. Ni este programa ni los suplementos al mismo, aprobados por el III Congreso de la "Unión" en 1901 (Dos congresos, págs. 15-18), mencionan el trabajo teórico ni sus objetivos inmediatos en el presente. Durante todo este tiempo, la redacción de R. Dielo pasó por alto las cuestiones teóricas, a pesar de que apasionaban a todos los socialdemócratas del mundo entero.
   
Por el contrario, el otro anuncio señala ante todo que en estos últimos años se observa menos interés por la teoría, reclama con insistencia una "atención vigilante para el aspecto teórico del movimiento revolucionario del proletariado" y llama a "criticar implacablemente las tendencias bernsteinianas y otras tendencias antirrevolucionarias" en nuestro movimiento. Los números aparecidos de Sariá señalan cómo se ha cumplido este programa.
   
Vemos, pues, que las frases sonoras contra la fosilización del pensamiento, etc. disimulan la despreocupación y la impotencia en el desarrollo del pensamiento teórico. El ejemplo de los socialdemócratas rusos ilustra con particular evidencia un fenómeno europeo general (consignado también hace ya mucho tiempo por los marxistas alemanes): la famosa libertad de crítica no implica la sustitución de una teoría por otra, sino la libertad de prescindir de toda teoría coherente y meditada, significa eclecticismo y falta de principios. Quien conozca, por poco que sea, el estado efectivo de nuestro movimiento verá forzosamente que la amplia difusión del marxismo ha ido acompañada de cierto rebajamiento del nivel teórico. Mucha gente, muy poco preparada e incluso sin preparación teórica alguna, se ha adherido al movimiento por su significación práctica y sus éxitos prác-
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ticos. Por este hecho, se puede juzgar qué falta de tacto manifiesta Rab. Dielo al lanzar con aire victorioso la sentencia de Marx: "cada paso de movimiento efectivo es más importante que una docena de programas"[20]. Repetir estas palabras en una época de dispersión teórica es exactamente lo mismo que gritar al paso de un entierro: "¡oialá tengáis siempre algo que llevar!" Además, estas palabras de Marx han sido tomadas de su carta sobre el programa de Gotha, en la que censura duramente el eclecticismo admitido en la formulación de los principios: ya que hace falta unirse -- escribía Marx a los dirigentes del Partido --, pactad acuer dos para alcanzar los objetivos prácticos del movimiento pero no trafiquéis con los principios, no hagáis "concesiones" teóricas. Este era el pensamiento de Marx, ¡y he aquí que entre nosotros hay gentes que en su nombre tratan de aminorar la importancia de la teoría!
   
Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario. Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea en un tiempo en que a la prédica en boga del oportunismo va unido un apasionamiento por las formas más estrechas de la actividad práctica. Y, para la socialdemoaacia rusa, la importancia de la teoría es mayor aún, debido a tres circunstancias que se olvidan con frecuencia, a saber: primeramente, por el hecho de que nuestro Partido sólo ha empezado a formarse, sólo ha empezado a elaborar su fisonomía, y dista mucho de haber ajustado sus cuentas con las otras tendencias del pensamiento revolucionario, que amenazan con desviar el movimiento del camino justo. Por el contrario, precisamente estos últimos tiempos se han distinguido (como hace ya mucho lo predijo Axelrod a los economistas) por una reanimación de las tendencias revolucionarias no-socialdemócratas. En estas condiciones, un error,
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"sin importancia" a primera vista, puede causar los mas desastrosos efectos, y sólo gente miope puede encontrar inoportunas o superfluas las discusiones'fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual "matiz" puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa por años y años.
   
En segundo lugar, el movimiento socialdemócrata es, por su propia naturaleza, internacional. Esto no sólo significa que debemos combatir el chovinismo nacional. Esto significa también que el movimiento incipiente en un país joven, únicamente puede desarrollarse con éxito a condición de que haga suya la experiencia de otros países. Para ello, no basta conocer simplemente esta experiencia o copiar simplemente las últimas resoluciones adoptadas; para ello es necesario saber asumir una actitud crítica frente a esta experiencia y comprobarla por sí mismo. Todo aquel que se imagine el gigantesco crecimiento y ramificación del movimiento obrero contemporáneo comprenderá la reserva de fuerzas teóricas y de experiencia política (así como revolucionaria) que es necesaria para cumplir esta tarea.
   
En tercer lugar, tareas nacionales como las que tiene planteadas la socialdemocracia rusa no las ha tenido planteadas aún ningun otro partido socialista del mundo. Más adelante, tendremos que hablar de los deberes políticos y de organización que nos impone esta tarea de liberar a todo el pueblo del yugo de la autocracia. Por el momento, no queremos más que indicar que sólo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de combatiente de vanguardia. Y para hacerse una idea siquiera sea un poco concreta de lo que esto significa, que el lector recuerde a los precursores de la socialdemocracia rusa, como Hertzen, Belinski, Chernishevski y a la brillante pléyade de
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revolucionarios de la década del 70; que piense en la importancia universal que la literatura rusa va adquiriendo ahora; que. . . ¡pero basta también con lo indicado!
   
Citaremos las observaciones hechas por Engels en 1874 sobre la importancia que la teoría tiene en el movimiento socialdemócrata. Engels reconoce, no dos formas de la gran lucha de la socialdemocracia (la política y la económica) -- como se estila entre nosotros --, sino tres, colocando a su lado también la lucha teórica. Sus recomendaciones al movimiento obrero alemán, ya robustecido práctica y políticamente, son tan instructivas desde el punto de vista de los problemas y de las discusiones actuales, que confiamos en que el lector no lamentará que insertemos un extenso extracto del prólogo escrito para el folleto Der Deutsche Bauernkrieg [*], obra que desde hace ya mucho tiempo es una rareza bibliográfica:
   
"Los obreros alemanes tienen dos ventajas esenciales sobre los obreros del resto de Europa. La primera es la de que pertenecen al pueblo más teórico de Europa y que han conservado en sí ese sentido teórico, casi completamente perdido por las clases llamadas 'cultas' de Alemania. Sin la filosofía alemana, que le ha precedido, sobre todo sin la filosofía de Hegel, jamás se habría creado el socialismo científico alemán, el único socialismo científico que ha existido. De haber carecido los obreros de sentido teórico, este socialismo científico nunca habría sido, en la medida que lo es hoy, carne de su carne y sangre de su sangre. Y lo inmenso de esta ventaja lo demuestra, por una parte, la
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indiferencia por toda teoría, que es una de las causas principales de que el movimiento obrero inglés avance tan lentamente, a pesar de la excelente organización de los diferentes oficios, y, por otra, lo demuestran el desconcierto y la confusión sembrados por el proudhonismo, en su forma primitiva, entre los franceses y los belgas, y, en la forma caricaturesca que le ha dado Bakunin, entre los españoles y los italianos.
   
La segunda ventaja consiste en que los alemanes han sido casi los últimos en incorporarse al movimiento obrero. Así como el socialismo teórico alemán jamás olvidará que se sostiene sobre los hombros de Saint-Simón, Fourier y Owen -- tres pensadores que, a pesar del carácter fantástico y de todo el utopismo de sus doctrinas, pertenecen a las mentes más grandes de todos los tiempos y se han anticipado genialmente a una infinidad de verdades cuya exactitud estamos demostrando ahora de un modo científico --, así también el movimiento obrero práctico alemán nunca debe olvidar que se ha desarrollado sobre los hombros del movimiento inglés y francés, que ha tenido la posibilidad de sacar simplemente partido de su experiencia costosa, de evitar en el presente los errores que entonces no era posible evitar en la mayoría de los casos. ¿Dónde estaríamos ahora, sin el precedente de las tradeuniones inglesas y de la lucha política de los obreros franceses, sin ese impulso colosal que ha dado particularmente la Comuna de París?
   
Hay que hacer justicia a los obreros alemanes por haber aprovechado con rara inteligencia las ventajas de su situa ción. Por primera vez desde que existe el movimiento obre ro, la lucha se desarrolla en forma metódica en sus tres direcciones concertadas, relacionadas entre sí: teórica, po lítica y económico-práctica (resistencia a los capitalistas). En
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este ataque concéntrico, por decirlo así, reside precisamente la fuerza y la invencibilidad del movimiento alemán.
   
Esta situación ventajosa, por una parte, y, por otra, las particularidades insulares del movimiento inglés y la represión violenta del francés hacen que los obreros alemanes se encuentren ahora a la cabeza de la lucha proletaria. No es posible pronosticar cuánto tiempo les permitirán los acontecimientos ocupar este puesto de honor. Pero, mientras lo sigan ocupando, es de esperar que cumplirán como es debido las obligaciones que les impone. Para esto, tendrán que redoblar sus esfuerzos en todos los aspectos de la lucha y de la agitación. Sobre todo los jefes deberán instruirse cada vez más en todas las cuestiones teóricas, desembarazarse cada vez más de la influencia de la fraseología tradicional, propia de la vieja concepción del mundo, y tener siempre presente que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie. La conciencia así lograda y cada vez más lúcida debe ser difundida entre las masas obreras con celo cada vez mayor, y se debe cimentar cada vez más fuertemente la organización del Partido así como la de los sindicatos. . .
   
. . . Si los obreros alemanes siguen avanzando de este modo, no es que marcharán al frente del movimiento -- y no conviene tampoco en absoluto al movimiento que los obreros de una nación cualquiera marchen al frente del mismo --, sino que ocuparán un puesto de honor en la primera línea de combatientes y se hallarán bien pertrechados para ello, si, de pronto, duras pruebas o grandes acontecimientos reclaman de ellos mayor valor, mayor decisión y energía".[21]
   
Estas palabras de Engels resultaron proféticas. Algunos años más tarde, al dictarse la ley de excepción contra los
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socialistas, los obreros alemanes se vieron de improviso sometidos a duras pruebas. Y, en efecto, los obreros alemanes les hicieron frente bien pertrechados y supieron salir victoriosos de esas pruebas.
   
Al proletariado ruso le están reservadas pruebas inconmensurablemente más duras aún; tendrá que luchar contra un monstruo, en comparación con el cual la ley de excepción en un país constitucional parece un verdadero pigmeo. La historia plantea hoy ante nosotros una tarea inmediata que es la más revolucionaria de todas las tareas inmediatas del proletariado de ningún otro país. La realización de esta tarea, la demolición del más poderoso baluarte, no ya de la reacción europea, sino también (podemos decirlo hoy) de la reacción asiática, convertiría al proletariado ruso en la vanguardia del proletariado revolucionario internacional. Y tenemos el derecho de esperar que obtendremos este título de honor, que ya nuestros predecesores, los revolucionarios de la década del 70, han merecido, siempre que sepamos inspirar a nuestro movimiento, mil veces más vasto y profundo, la misma decisión abnegada y la misma energía.
   
Hemos dicho que es preciso inspirar a nuestro movimiento, mucho más vasto y profundo que el de la década del 70, la misma decisión abnegada y la misma energía que en aquella época. En efecto, parece que hasta ahora nadie había puesto aún en duda que la fuerza del movimiento con-
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temporáneo consistiese en el despertar de las masas (y, principalmente, del proletariado industrial), y su debilidad, en la falta de conciencia y de espíritu de iniciativa de los dirigentes revolucionarios.
   
Sin embargo, en estos últimos tiempos, se ha hecho un descubrimiento asombroso, que amenaza con trastrocar todos los conceptos que dominaban hasta ahora con respecto a esta cuestión. Este descubrimiento ha sido hecho por R. Dielo, que, polemizando con Iskra y Sariá, no se ha limitado a objeciones particulares, sino que ha intentado reducir "el desacuerdo general" a su raíz más profunda: a la "distinta apreciación de la significación relativa del elemento espontáneo y del 'elemento' conscientemente 'metódico'". Rab. Dielo nos acusa de "subestimar la importancia del elemento objetivo o espontáneo del desarrollo "[*]. A esto contestaremos: si la polémica de Iskra y Sariá no hubiera dado ningún otro resultado que el de llevar a R. Dielo al descubrimiento de ese "desacuerdo general", ya sería este resultado una gran satisfacción para nosotros: hasta tal punto es significativa esta acusación, hasta tal punto ilustra claramente la esencia de las actuales discrepancias teóricas y políticas entre los socialdemócratas rusos.
   
Por esto es por lo que la cuestión sobre la relación entre lo consciente y lo espontáneo presenta un enorme interés general, y es preciso analizarla minuciosamente.
   
En el capítulo anterior hemos consignado el apasionamiento general de la juventud intelectual de Rusia por la
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teoría del marxismo, a mediados de la última década del siglo pasado. También las huelgas obreras adquirieron por aquella época, después de la famosa guerra industrial de 1896 en Petersburgo, un carácter general. Su extensión por todo el territorio de Rusia atestiguaba claramente cuán profundo era el movimiento popular que volvía a renacer, y, al hablar del "elemento espontáneo", es natural que precisamente ese movimiento huelguístico debe ser calificado, ante todo, de espontáneo. Pero hay diferentes clases de espontaneidad. También durante la década del 70, y también en la del 60 (y aun en la primera mitad de siglo XIX) hubo en Rusia huelgas acompañadas de destrucción "espontánea" de máquinas, etc. Comparadas con esos "motines", las huelgas de la década del 90 pueden induso llamarse "conscientes": hasta tal punto era considerable el progreso del movimiento obrero en aquel período. Eso nos demuestra que, en el fondo, el "elemento espontáneo" no es sino la forma embrionaria de lo consciente. Y los motines primitivos reflejaban ya un cierto despertar de lo consciente: los obreros perdían la fe tradicional en la inamovilidad del orden de cosas que los oprimía; empezaban. . . no diré que a comprender, pero sí a sentir la necesidad de oponer resistencia colectiva y rompían decididamente con la sumisión servil a las autoridades. Pero esto, sin embargo, más que lucha, era una expresión de desesperación y de venganza. En las huelgas de la última década del siglo pasado, vemos muchos más destellos de conciencia: se formulan reivindicaciones determinadas, se calcula de antemano el momento más conveniente, se discuten los casos y ejemplos conocidos de otros lugares, etc. Si los motines eran simplemente levantamientos de gente oprimida, las huelgas sistemáticas representaban ya
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embriones de lucha de clases, pero precisamente nada más que embriones. En sí, esas huelgas eran lucha tradeunionista, no eran aún lucha socialdemócrata; señalaban el despertar del antagonismo entre los obreros y los patronos, pero los obreros no tenían, ni podían tener, la conciencia del antagonismo irreconciliable entre sus intereses y todo el régimen político y social contemporáneo, es decir, no tenían conciencia socialdemócrata. En este sentido, las huelgas de la última década del siglo pasado, a pesar de que, en comparación con los "motines", representaban un enorme progreso, seguían siendo un movimiento netamente espontáneo.
   
Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta sólo podía ser introducida desde fuera. La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc.* En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas que han sido elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales. Por su posición social, también los fundadores del socialismo científico contemporáneo, Marx y Engels, pertenecian a la intelectualidad burguesa.
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Exactamente del mismo modo, la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en Rusia independientemente en absoluto del crecimiento espontáneo del movimiento obrero, ha surgido como resultado natural e inevitable del desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas. Hacia la época de que tratamos, es decir, a mediados de la última década del siglo pasado, esa doctrina no sólo constituía ya un programa completamente formado del grupo "Emancipación del Trabajo", sino que incluso había llegado a conquistar a la mayoría de la juventud revolucionaria de Rusia.
   
De modo que existían tanto el despertar espontáneo de las masas obreras, el despertar a la vida consciente y a la lucha consciente, como una juventud revolucionaria que, armada de la teoría socialdemócrata, tendía con todas sus fuerzas hacia los obreros. Además, importa sobre todo dejar sentado el hecho, frecuentemente olvidado (y relativamente poco conocido), de que los primeros socialdemócratas de ese período, al ocuperse con ardor de la egitación económica (y teniendo bien presente en este sentido las indicaciones realmente útiles del folleto, entonces manuscrito aún, Sobre la agitación ), lejos de estimarla como su única tarea, por el contrario, ya desde el comienzo se asignaban las más amplias tareas históricas de la socialdemocracia rusa, en general, y la de derrocar a la autocracia, en particular. Así, por ejemplo, el grupo de socialdemócratas de Petersburgo, fundador de la "Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera", redactó, ya a fines de 1895, el primer número de un periódico, bajo el título de Rabócheie Dielo. Completamente preparado para la imprenta, dicho número fue recogido por los gendarmes cuando registraron el domicilio
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de uno de los miembros del grupo, A. A. Vanéiev[*], en una irrupción hecha en la noche del 8 de diciembre de 1895. De modo que Rab. Dielo del primer período no tuvo la suerte de ver la luz. El editorial de ese periódico (que quizás dentro de unos 30 años alguna revista como Rússkaia Stariná [22] exhumará de los archivos del departamento de policía) esbozaba las tareas históricas de la clase obrera de Rusia, colocando en el primer plano la conquista de la libertad política. Luego seguía el artículo "¿En qué piensan nuestros ministros?"[**], dedicado a la disolución violenta de los Comités de Primera Enseñanza por la policía, así como una serie de artículos de corresponsales, no sólo de Petersburgo, sino también de otras localidades de Rusia (por ejemplo, sobre la matanza de obreros en la provincia de Yaroslavl). Así, pues, este "primer ensayo", si no nos equivocamos, de los socialdemócratas rusos de la década del 90 no era un periódico de un carácter estrechamente local, y mucho menos "economista"; tendía a enlazar la lucha huelguística con el movimiento revolucionario contra la autocracia y atraer a todas las víctimas de la opresión política del oscurantismo reaccionario para que apoyaran a la socialdemocracia. Y todo el que conozca, por poco que sea, el estado del movimiento en aquella época no pondrá en duda que semejante periódico habría sido acogido con plena simpatía tanto por los obreros de la capital como por los intelectuales revolucionarios y habría tenido la más vasta difusión. El fracaso
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de esta empresa demostró únicamente que los socialdemócratas de entonces no estaban en condiciones de satisfacer las exigencias vitales del momento por falta de experiencia revolucionaria y de preparación práctica. Lo mismo cabe decir del San Petersburgski Rabochi Listok [23] y, sobre todo, de Rabóchaia Gasieta [24] y del "Manifiesto" del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, fundado en la primavera de 1898. Se sobreentiende que ni siquiera pasa por nuestra mente el imputar esta falta de preparación a los militantes de entonces. Pero, para aprovechar la experiencia del movimiento y sacar de ella enseñanzas prácticas, es necesario darse perfecta cuenta de las causas y de la significación de tal o cual defecto. Por eso, es de extrema importancia dejar sentado que una parte (acaso la mayoría) de los socialdemócratas que actuaron en el período de 1895 a 1898 consideraba posible con toda razón, ya entonces, en los albores del movimiento "espontáneo", intervenir con el más amplio programa y táctica de combáte*. En lo que respecta a la
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falta de preparación de la mayoría de los revolucionarios, siendo un fenómeno completamente natural, no podía provocar ninguna aprensión particular. Desde el momento en que el planteamiento de los objetivos era justo, desde el momento en que había suficiente energía para intentar reiteradas veces lograr esos objetivos, los reveses temporales representaban una desgracia a medias. La experiencia revolucionaria y la habilidad de organización son cosas que se adquieren con el tiempo. ¡Lo único que hace falta es querer desarrollar en uno mismo las cualidades necesarias! ¡Lo único que hace falta es tener conciencia de los defectos, cosa que en la labor revolucionaria equivale a más de la mitad de la corrección de los mismos!
   
Pero la desgracia a medias se convirtió en una verdadera desgracia cuando esa conciencia comenzó a ofuscarse (y es de notar que era muy viva entre los militantes de los susodichos grupos), cuando aparecieron gentes, e incluso órganos socialdemócratas, dispuestos a erigir los defectos en virtudes, que hasta intentaron dotar de un fundamento teórico a su helago servil y a su culto de la espontaneidad. Ya es hora de hacer el balance de esta tendencia, muy inexactamente caracterizada por la palabra "economismo", término demasiado estrecho para expresar su contenido.
   
Antes de pasar a las manifestaciones literarias de ese culto, haremos notar el siguiente hecho característico (comunicado por la fuente arriba mencionada), que arroja cierta luz sobre la forma en que surgió y creció entre los camaradas que actuaban en Petersburgo el desacuerdo entre las dos futuras tendencias de la socialdemocracia rusa. A principios de 1897,
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A. A. Vanéiev y algunos de sus camaradas tuvieron ocasión de tomar parte, antes de su deportación, en una reunión privada[25] de "viejos" y "jóvenes" miembros de la "Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera". La conversación giró principalmente en torno a la organización, y particularmente en torno al "Estatuto de las cajas obreras" que, en su forma definitiva, fue publicado en el núm. 9-10 del Listok Rabótnika [26] (pág. 46). Entre los "viejos" ("decembristas" como los llamaban en tono de chanza los socialdemócratas petersburgueses) y algunos de los "jóvenes" (que más tarde colaboraron activamente en Rabóchaia Misl ), se puso en el acto de manifiesto una divergencia acusada y se desencadenó una acalorada polémica. Los "jóvenes" defendían los fundamentos principales del Estatuto tal como ha sido publicado. Los "viejos" decían que no era eso lo que ante todo hacía falta, sino fortalecer la "Unión de Lucha" como organización de revolucionarios, a la que debían subordinarse las distintas cajas obreras, los círculos para la propaganda entre la juventud estudiantil, etc. Se sobreentiende que los contrincantes distaban mucho de ver en esta divergencia el principio de un desacuerdo; todo lo contrario, la consideraban como algo aislado y casual. Pero este hecho prueba que, también en Rusia, el "economismo" no surgió ni se difundió sin lucha contra los "viejos" socialdemócratas (los economistas de hoy día lo olvidan con frecuencia) Y si esta lucha no ha dejado, en su mayor parte, vestigios "documentales", ello se debe únicamente a que la composición de los círculos que funcionaban cambiaba con inverosímil frecuencia, a que no había ninguna continuidad, razón por la cual las divergencias tampoco quedaban fijadas en documento alguno.
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La aparición de Rab. Misl sacó el economismo a la luz del día, pero no lo hizo tampoco de golpe. Es preciso imaginarse concretamente las condiciones de trabajo y la vida efímera de los numerosos círculos rusos (y sólo puede hacerlo concretamente quien lo haya experimentado), para comprender cuánto hubo de casual en el éxito o en el fracaso de la nueva tendencia en las distintas ciudades, así como todo el tiempo en que ni los partidarios ni los adversarios de esto "nuevo" pudieron determinar, ni tuvieron literalmente ninguna posibilidad de hacerlo, si era realmente una tendencia particular o si reflejaba simplemente la falta de preparación de personas aisladas. Así, los primeros números de Rab. Misl, tirados en hectógrafo, no llegaron en absoluto a manos de la inmensa mayoría de los socialdemócratas, y, si ahora tenemos la posibilidad de referirnos al artículo de fondo de su primer número, es sólo gracias a su reproducción en el artículo de V. I.-n.[27] (Listok Rabótnika, núm. 9-10, pág. 47 y siguientes), que, claro está, no dejó de elogiar con empeño (un empeño desatinado) el nuevo periódico, que se distinguía tan marcadamente de los periódicos y proyectos de periódicos arriba mencionados*. Este artículo de fondo expresa con tanto relieve todo el espíritu de Rab. Misl, y del economismo en general, que vale la pena de examinarlo.
   
Después de señalar que la mano de bocamanga azul** no podrá detener el desarrollo del movimicnto obrero, el
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artículo continúa: ". . . El movimiento obrero debe esa vitalidad a que el propio obrero, por fin, toma su destino en sus propias manos, arrancándolo de las de los dirigentes", y esta tesis fundamental sigue desarrollándose más adelante en forma detallada. En realidad, los dirigentes (es decir, los socialdemócratas, organizadores de la "Unión de Lucha") fueron arrancados por la policía, puede decirse, de manos de los obreros[*], ¡mientras que las cosas se exponen como si los obreros lucharan contra esos dirigentes y se hubieran librado de su yugo! En vez de exhortar a marchar hacia adelante, a consolidar la organización revolucionaria y extender la actividad política, comenzaron a incitar a volver atrás, hacia la lucha exclusivamente tradeunionista. Se proclamó que "la base económica del movimiento es velada por la aspiración constante de no olvidar el ideal político", que el lema del movimiento obrero debe ser: "lucha por la situación económica" (!), o, mejor aun, "los obreros, para los obreros"; se declaró que las cajas de ayuda en las huelgas "valen más para el movimiento que un centenar de otras organizaciones" (que se compare esta afirmación, de octubre de 1897, con la discusión entre los "decembristas" y los jóvenes a principios de 1897), etc. Frasecitas como éstas, de que en el primer plano no es preciso colocar la "flor y nata" de los obreros, sino al obrero "medio", al obrero de la masa,
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que la "política sigue siempre dócilmente a la economía"[*], etc., etc., se pusieron de moda, adquiriendo una influencia irresistibíe sobre la masa de la juventud enrolada en el movimiento, juventud que en la mayoría de los casos no conocía más que fragmentos del marxismo en su exposición legal.
   
Esto era someter por completo la conciencia a la espontaneidad, a la espontaneidad de aquellos "socialdemócratas" que repetían las "ideas" del señor V. V.; a la espontaneidad de aquellos obreros que se dejaban arrastrar por el argumento de que obtener un aumento de un kopek por rublo valía mucho más que todo socialismo y que toda política; de que "debían luchar, sabiendo que lo hacían no para imprecisas generaciones futuras, sino para ellos mismos y para sus propios hijos" (editorial del núm. 1 de R. Misl ). Frases de esta índole constituyeron siempre el arma favorita de los burgueses de Europa occidental que, en su odio al socialismo, trabajaban (al estilo del "social-político" alemán Hirsch) para trasplantar el tradeunionismo inglés a su suelo patrio, diciendo a los obreros que la lucha exclusivamente sindical** es una lucha para ellos mismos y para sus hijos, y no para imprecisas generaciones futuras con un impreciso socialismo futuro. Y, ahora, "Los V. V. de la socialdemocracia rusa"
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se han puesto a repetir esa fraseología burguesa. Nos importa consignar aquí tres circunstancias que nos serán de gran utilidad para seguir examinando las divergencias actuales [*].
   
En primer lugar, el sometimiento de la conciencia por la espontaneidad, arriba indicado, se produjo también por vía espontánea. Parece un juego de palabras, pero, desgraciadamente, es una amarga verdad. No se produjo este hecho por una lucha abierta entre dos concepciones diametralmente opuestas y por el triunfo de la una sobre la otra, sino debido a que los gendarmes "arrancaban" un número cada vez mayor de revolucionarios "viejos" y a que, en número cada vez mayor, aparecían en escena los "jóvenes" "V. V. de la socialdemocracia rusa". Todo aquel que, si no ha participado en el movimiento ruso contemporáneo, por lo menos ha respirado sus aires, sabe perfectamente que la situación es como la acabamos de describir. Y si, no obstante, insistimos particularmente para que el lector se percate por completo de este hecho notorio, si, para mayor evidencia, por decirlo así, insertamos datos sobre Rabócheie Dielo del primer período y sobre las discusiones entre los "viejos" y los "jóvenes", suscitadas a principios de 1897, es porque gentes que presumen de "democratismo" especulan con el hecho de que el gran público (o los muy jóvenes) ignora esto. Aun insistiremos sobre este punto más adelante.
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En segundo lugar, ya en la primera manifestación literaria del economismo podemos observar un fenómeno, sumamente peculiar y extremadamente característico, para comprender todas las divergencias en el seno de los socialdemócratas contemporáneos, fenómeno consistente en que los partidarios del "movimiento puramente obrero", los admiradores del contacto más estrecho y más "orgánico" (expresión de Rab. Dielo ) con la lucha proletaria, los adversarios de todos los intelectuales no obreros (aunque sean intelectuales socialistas) se ven obligados a recurrir, en defensa de su posición, a los argumentos de los "tradeunionistas puros" burgueses. Esto nos prueba que R. Misl, desde su aparición -- sin darse cuenta de ello --, había comenzado a realizar el programa del "Credo". Esto prueba (cosa que R. Dielo no puede comprender de ningún modo) que todo lo que sea prosternarse ante la espontaneidad del movimiento obrero, todo lo que sea rebajar el papel del "elemento consciente", el papel de la socialdemocracia, equivale -- en absoluto independientemente de la voluntad de quien lo hace -- a fortalecer la influencia de la ideología burguesa sobre los obreros. Todo el que hable de "sobreestimación de la ideología"*, de exageración del papel del elemento consciente**, etc., se imagina que el movimiento obrero puro puede de por sí elaborar y elaborará una ideología independiente, tan pronto como los obreros "arranquen su suerte de manos de los dirigentes". Pero esto es un craso error. Para completar lo que acabamos de exponer arriba, añadiremos las siguientes palabras, profundamente justas e
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importantes, que C. Kautsky dijo con motivo del proyecto de nuevo programa del Partido Socialdemócrata austriaco[*]:
   
"Algunos de nuestros críticos revisionistas creen que Marx ha afirmado que el desarrollo económico y la lucha de clases no solo crean las condiciones para la producción socialista, sino que también engendran directamente la conciencia [subrayado por C. K.] de su necesidad. Y he aquí que esos críticos replican que Inglaterra, el país de más alto desarrollo capitalista, es más ajeno que ningún otro país moderno a esta conciencia. A juzgar por el nuevo proyecto, se podría creer que esta sedicente concepción marxista ortodoxa, refutada del modo indicado, es compartida también por la comisión que redactó el programa austriaco. El proyecto dice: 'Cuanto más aumenta el proletariado con el desarrollo del capitalismo, tanto más obligado se ve aquél a emprender la lucha contra el capitalismo y tanto más capacitado está para emprenderla. El proletariado llega a adquirir la conciencia' de la posibilidad y de la necesidad del socialismo. En este orden de ideas, la conciencia socialista aparece como el resultado necesario y directo de la lucha de clases del proletariado. Pero esto es completamente erróneo. Por cietto, el socialismo, como doctrina, tiene sus raíces en las relaciones económicas actuales, exactamente igual que la lucha de clases del proletariado, y, lo mismo que ésta, se deriva aquél de la lucha contra la miseria y la pobreza de las masas, miseria y pobreza que el capitalismo engendra; pero el socialismo y la lucha de clases surgen paralelamente y no se deriva el uno de la otra; surgen de premisas diferentes. La conciencia socialista moderna puede surgir únicamente sobre la base de un profundo conocimiento científico. En efecto, la ciencia económica contemporánea constituye una condición de la produción socialista lo mismo que, pongamos por caso, la técniea moderna, y el proletariado, por mucho que lo desee, no puede crear la una ni la otra; ambas surgen del proceso social contemporáneo. Pero no es el proletariado el portador de la ciencia, sino la intelectualidad burguesa [subrayado por C. K.]: es del cerebro de algunos miembros aislados de esta capa de donde ha surgido el socialismo moderno, y han sido ellos los que lo han transmitido a los proletarios destacados por su desarrollo intclectual, los cuales lo introducen luego en la lucha de clases del proletariado, allí donde las condiciones lo permiten. De modo que la conciencia socialista es algo
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introducido desde fuera [von Aussen Hineingetragenes ] en la lucha de clases del proletariado, y no algo que ha surgido espontáneamente [uruchsig ] de ella. De acuerdo con esto, ya el viejo programa de Heinfeld decía, con toda razón, que es tarea de la socialdemocracia el infundir al proletariado la conciencia de su situación [literalmente: llenar al proletariado de ella] y de su misión. No habría necesidad de hacerlo, si esta conciencia derivara automáticamente de la lucha de clases. El nuevo proyecto, en cambio, ha transcrito esta tesis del viejo programa y la ha añadido a la tesis arriba citada. Pero esto ha interrumpido por completo el curso del pensamiento. . ."
   
Ya que no puede ni hablarse de una ideología independiente, elaborada por las mismas masas obreras en el curso de su movimiento*, el problema se plantea solamente así : ideología burguesa o ideología socialista. No hay término medio ( pues la humanidad no ha elaborado ninguna "tercera" ideología; además, en general, en la sociedad desgarrada por las contradicciones de clase nunca puede existir una ideología al margen de las clases ni por encima de las clases). Por eso, todo lo que sea rebajar la ideología socialista, todo lo que sea alejarse de ella equivale a fortalecer la ideología burguesa. Se habla de espontaneidad. Pero el
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desarrollo espontáneo del movimiento obrero marcha precisamente hacia su subordinación a la ideología burguesa, marcha precisamente por el camino del programa del "Credo", pues el movimiento obrero espontáneo es tradeunionismo, es Nur-Gewerkschaftlerei, y el tradeunionismo implica precisamente la esclavización ideológica de los obreros por la burguesía. Por esto es por lo que nuestra tarea, la tarea de la socialdemocracia, consiste en combatir la espontaneidad, consiste en apartar el movimiento obrero de esta tendencia espontánea del tradeunionismo a cobijarse bajo el ala de la burguesía y atraerlo hacia el ala de la socialdemocracia revolucionaria. La frase de los autores de la carta "economista", publicada en el núm. 12 de Iskra, de que ningún esfuerzo de los ideólogos más inspirados podrá desviar el movimiento obrero del camino determinado por la acción recíproca entre los elementos materiales y el medio material, equivale plenamente, por tanto, a una renuncia al socialismo, y si estos autores fuesen capaces de meditar lo que dicen, de meditarlo hasta su última consecuencia, valiente y lógicamente, como corresponde a toda persona que interviene en la actividad literaria y pública, no les que daría más remedio que "cruzar sobre el pecho huero las manos inútiles" y . . . ceder el campo de acción a los señores Struve y Prokopóvich, que arrastran el movimiento obrero "por la línea de la menor resistencia", es decir, por la línea del tradeunionismo burgués, o a los señores Subátov, que lo arrastran por la línea de la "ideología" clerical-policiaca.
   
Recordad el ejemplo de Alemania. ¿En qué consistió el mérito histórico de Lassalle ante el movimiento obrero alemán? En haber apartado ese movimiento del camino del tradeunionismo progresista y del cooperativismo, por el cual
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se encauzaba espontáneamente (con la partícipación benévola de los Schulze-Delitzsch y consortes )[*]. Para realizar esta misión, fue necesario algo muy distinto de la charlataneria sobre la subestimación del elemento espontáneo, sobre la táctica-proceso, la acción reciproca de los elementos y del medio, etc. Para ello fue necesario desplegar una lucha encarnizada contra la espontaneidad, y sólo como resultado de esa lucha, que ha durado largos años, se ha logrado, por ejemplo, que la población obrera de Berlin, de sostén del partido progresista, se haya convertido en uno de los mejores baluartes de la socialdemocracia. Y esta lucha no ha terminado aún, ni mucho menos, hoy día (como podrían creer gentes que estudian la historia del movimiento obrero alemán a la manera de Prokopóvich, y su filosofía, a la manera de Struve). También en el presente, la clase obrera alemana está fraccionada, si se puede usar esta expresión, en varias ideologías: una parte de los obreros está agrupada en los sindicatos obreros católicos y monárquicos, otra en los sindicatos de Hirsch-Duncker[29], fundados por los admiradores burgueses del tradeunionismo inglés; una tercera, en los sindicatos socialdemócratas. Esta última es incomparablemente mayor que las demás, pero la ideología socialdemócrata sólo ha podido conquistar esta supremacía y sólo podrá mantenerla combatiendo porfiadamente contra todas las demás ideologías.
   
Pero -- preguntará el lector -- ¿por qué el movimiento espontáneo, el movimiento por la línea de la menor resisten-
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cia, conduce precisamente a la supremacía de la ideología burguesa? Por la sencilla razón de que la ideología burguesa es mucho más antigua por su origen que la ideología socialista, porque su elaboración es más completa; porque posee medios de difusión incomparablemente más poderosos[*]. Y cuanto más joven es el movimiento socialista en un país, tanto más enérgica debe ser, por lo mismo, la lucha contra toda tentativa de afianzar la ideología no-socialista, tanto más resueltamente se debe poner en guardia a los obreros contra los malos consejeros, que chillan contra "la exageración del elemento consciente", etc. Los autores de la carta de los economistas, haciendo coro a Rab. Dielo, atacan en carnizadamente la intolerancia, propia del período infantil del movimiento. A esto contestamos: sí, nuestro movimiento realmente se encuentra en su infancia y, para que llegue con mayor celeridad a la madurez, debe precisamente hacerse intransigente con aquellos que frenan su desarrollo, prosternándose ante la espontaneidad. ¡No hay nada más ridículo y nocivo que presumir de viejo militante que hace ya mucho tiempo pasó por todos los episodios decisivos de la lucha!
   
En tercer lugar, el primer número de Rab. Misl nos señala que la denominación de "economismo" (a la cual no tenemos,
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naturalmente, el propósito de renunciar, pues, de uno u otro modo, es un mote ya establecido) no expresa con suficiente exactitud la esencia de la nueva tendencia. Rab. Misl no repudia por completo la lucha política: en los estatutos de las cajas, publicados en su primer número, se habla de la lucha contra el gobierno. Pero Rabóchaia Misl supone únicamente que "la política sigue siempre dócilmente a la economía" (en tanto que Rabócheie Dielo varia esta tesis, asegurando en su programa que "en Rusia, más que en ningún otro país, la lucha económica está indisolublemente ligada a la lucha política"). Estas tesis de Rabóchaia Misl y de Rabócheie Dielo son completamente falsas, si entendemos por polítice la política socialdemócrata. Muy frecuentemente la lucha económica de los obreros está ligada (si bien no de modo inseparable) a la política burguesa, clerical, etc., como ya hemos visto. Las tesis de Rab. Dielo son justas, si entendemos por política la política tradeunionista, es decir, la aspiración común a todos los obreros de conseguir del Estado tales o cuales medidas, cuyo fin es el de remediar los males propios de su situación, pero que todavía no acaban con esa situación, es decir, no suprimen el sometimiento del trabajo al capital. Esta aspiración es realmente común, tanto a los tradeunionistas ingleses, que mantienen una actitud hostil frente al socialismo, como a los obreros católicos, a los obreros "de Subátov", etc. Hay diferentes clases de política. Vemos, pues, que Rab. Misl, también en lo que a la lucha política se refiere, más que repudiarla se prosterna ante su espontaneidad, ante su falta de conciencia. Al reconocer plenamente la lucha política derivada en forma espontánea del propio movimiento obrero (o más exactamente: los anhelos y las reivindicaciones políticas de los obreros), renuncia por completo a elaborar independiente-
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mente una política socialdemócrata específica, que corresponda a los objetivos generales del socialismo y a las condiciones actuales de Rusia. Más adelante, demostraremos que Rab. Dielo incurre en el mismo error.
   
Hemos examinado tan detalladamente el editorial, poco conocido y casi olvidado en el presente, del primer número de Rab. Misl, porque expresó, mucho antes y con mayor relieve que nadie esta corriente general, que luego había de aparecer a la luz del día por pequeños y numerosos arroyuelos. V. I.-n tenía plena razón cuando, ponderando el primer número y el editorial de Rab. Misl, dijo que había sido escrito "enérgicamente", "con brío" (Listok Rebótnika, núm. 9-10, pag. 49). Toda persona de convicciones firmes que piensa que da algo nuevo escribe "con brío" y escribe de manera que destaca con relieve sus puntos de vista. Sólo quienes están acostumbrados a nadar entre dos aguas carecen de todo "brio"; únicamente la gente de esta índole es capaz, después de haber elogiado ayer los brios de Rab. Misl, de atacar hoy a los adversarios de Rab. Misl por sus "brios polémicos".
   
Sin detenernos en el "Suplemento especial de Rab. Misl " (más adelante tendremos, por distintos motivos, que referirnos a esta obra, que expresa del modo más consecuente las ideas de los economistas), por ahora consignaremos tan sólo brevemente "el llamamiento del 'Grupo de autoemancipación de los obreros'" (marzo de 1899, reproducido en Nakanunie [30] de Londres, número 7, junio de 1899). Los autores de este llamamiento dicen con toda razón que "la
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Rusia obrera no ha hecho más que empezer a despertar, a mirar en torno suyo y se aferra instintivamente a los primeros medios de lucha que encuentra al alcance de su mano ", pero deducen de esto la misma conclusión falsa que R. Misl, olvidando que lo instintivo es justamente lo inconsciente (lo espontáneo), en cuya ayuda deben acudir los socialistas; que los primeros medios de lucha "que encuentra al alcance de su mano" siempre seran, en la sociedad moderna, medios de lucha tradeunionistas, y que la primera ideología "que encuentra al alcance de su mano" será la ideología burguesa (tradeunionista). Tampoco "niegan" esos autores la política, sino que, siguiendo a V. V., solamente (¡olamente!) dicen que la política es una superestructura, y que, por esto, "la agitación política debe ser una superestructura de la agitación en favor de la lucha económica, debe surgir sobre el terreno de esta lucha y seguir tras ella".
   
En cuanto a R. Dielo, comenzó su actividad directamente por la "defensa" de los economistas. Después de haber afirmado falsamente, en su primer número (núm. 1, págs. 141-142), que "ignoraba a qué camaradas jóvenes se había referido Axelrod" cuando en su conocido folleto* dirigia una advertencia a los economistas, R. Dielo tuvo que reconocer, en la polémica con Axelrod y Plejánov, suscitada a propósito de esa falsedad, que, "fingiendo no saber de quién se trataba, quiso defender a todos los emigrados socialdemócratas más jóvenes contra esa acusación injusta" (Axelrod acusaba a los economistas de estrechez de miras). En realidad, esa acusación era completamente justa, y R. Dielo
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sabía perfectamente que aludía, entre otros, a V. I.-n., miembro de su redacción. Señalaré, de paso, que en la polémica mencionada Axelrod tenía completa razón y que R. Dielo estaba enteramente equivocado en la interpretación de mi folleto Las tareas de los socialdemócratas rusos*. Este folleto fue escrito en 1897, antes de la aparición de Rab. Misl, cuando yo consideraba, con toda razón, que la tendencia primitiva de la "Unión de Lucha" de San Peters burgo, que he definido más arriba, era la predominante. Y, al menos hasta mediados de 189~8, esa tendencia era real mente la que preponderaba. Por eso R. Dielo no tenía nin gún derecho a referirse, para refutar la existencia y el pe ligro del economismo, a un folleto que exponía concepciones desplazadas en San Petersburgo en 1897-98 por la concep ción "economista"**.
   
Pero R. Dielo no sólo "defendía" a los economistas, sino que él mismo caía continuamente en sus aberraciones prin-
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cipales. Esto se debía al modo ambiguo de interpretar la siguiente tesis de su programa: "El movimiento obrero de masas (subrayado por R. D.) que ha surgido en estos últimos años constituye, a nuestro juicio, un fenómeno de la mayor importancia de la vida rusa, llamado principalmente a determinar las tareas [subrayado por mi] y el carácter de la actividad literaria de la Unión". No puede ponerse en duda que el movimiento de masas es un fenómeno de la mayor importancia. Pero la cuestión estriba en el modo de interpretar "la determinación de las tareas" por este movimiento de masas. Puede interpretársela de dos maneras: o bien en el sentido del culto de la espontaneidad de ese movimiento, es decir, reduciendo el papel de la socialdemocracia al de simple senidor del movimiento obrero como tal (así la conciben Rab. Misl, el "Grupo de autoemancipación" y los demás economistas), o bien en el sentido de que el movimiento de masas plantea ante nosotros nuevas tareas, teóricas, políticas y de organización, mucho más complejas que las tareas con que podíamos contentarnos en el período que precedió a la aparición del movimiento de masas. Rab. Dielo tendía y tiende a concebirla precisamente en el primer sentido, porque no ha dicho nada concreto acerca de las nuevas tareas, antes bien ha razonado todo el tiempo justamente como si este "movimiento de masas" nos eximiera de la necesidad de concebir con claridad y resolver las tareas que éste plantea. Baste recordar el hecho de que R. Dielo consideraba imposible plantear ante el movimiento obrero de masas como primera tarea el derrocamiento de la autocracia, rebajando esta tarea (en nombre del movimiento de masas) a la tarea de la lucha por reivin dicaciones políticas inmediatas (Respuesta, pág. 25).
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Dejando a un lado el artículo "La lucha económica y política en el movimiento ruso", publicado por B. Krichevski, director de Rab. Dielo, en el núm. 7, en el que repite esos mismos errores*, pasaremos directamente al núm. 10 de R. Dielo. Naturalmente, no nos detendremos a analizar objeciones aisladas de B. Krichevski y Martínov contra Sariá e Iskra. Lo que nos interesa aquí es únicamente la posición de principios que Rabócheie Dielo ha adoptado en su núm. 10. No nos detendremos, por ejemplo, a examinar el caso
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curioso de que R. Dielo vea una "contradicción flagrante" entre la tesis:
   
"La socialdemocracia no se ata las manos, no restringe sus actividades por un plan o un procedimiento cualesquiera de lucha política fijados de anternano: admite todos los medios de lucha, con tal de que correspondan a las fuerzas efectivas del Partido", etc. (núm, 1 de Iskra )[*].
y la tesis:
   
"Si no existe una organización fuerte, iniciada en la lucha política en cualquier condición y cualquier período, no se puede ni hablar de un plan sistemáatico de actividad, basado en principios firmes y aplicado inflexiblemente, único plan que merece el nombre de táctica" (núm. 4 de Iskra )[**].
   
Confundir la admisión en principio de todos los medios de lucha, de todos los planes y procedimientos, con tal de que sean convenientes, con la exigencia de guiarse en un momento político determinado por un plan inflexiblemente aplicado, cuando se quiera hablar de táctica, equivale a confundir el hecho de que la medicina reconozca todos los sistemas terapéuticos con la exigencia de que en el tratamiento de una enfermedad determinada se siga un sistema determinado. Pero de lo que se trata, precisamente, es de que Rab. Dielo, que padece una enfermedad que hemos llamado culto de la espontaneidad, no quiere reconocer ningún "sistema terapéutico" para curar esta enfermedad. Por eso, ha hecho el notable descubrimiento de que la "táctica-plan está en contradicción con el espíritu fundamental del marxismo" (núm. 10, pág. 18), que la táctica es "un proceso de crecimiento de las tareas del Partido, que crecen junto con éste " (pág. 11; subrayado por R. D.). Esta última sentencia tiene todas las probabilidades de hacerse célebre, de con-
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vertirse en el monumento imperecedero de la "tendencia" de Rab. Dielo. A la pregunta "¿A dónde ir? ", este órgano dirigente responde: El movimiento es un proceso de cambio de distancia entre el punto de partida y los puntos siguientes del movimiento. Este pensamiento de incomparable profundidad no sólo es curioso (si sólo fuera curioso, no valdría la pena de detenerse particularmente a analizarlo), sino que representa, además, el programa de toda una tendencia, a saber: el mismo programa que R. M. expresó (en su "Suplemento especial" de Rabóchaia Misl ) en los términos siguientes: es deseable la lucha que es posible y es posible la lucha que se libra en un momento dado. Esta es precisamente la tendencia del oportunismo ilimitado, que se adapta en forma pasiva a la espontaneidad.
   
"¡La táctica-plan está en contradicción con el espíritu fundamental del marxismo!" Pero ¡si esto es una calumnia contra el marxismo, esto equivale a convertirlo en la caricatura que los populistas nos oponían en su guerra contra nosotros! Esto es justamente rebajar la iniciativa y la energía de los militantes conscientes, mientras que el marxismo, por el contrario, imprime un impulso gigantesco a la iniciativa y a la energía de los socialdemócratas, abriendo ante ellos las perspectivas más vastas, poniendo (si podemos expresarnos de este modo) a su disposición las potentes fuerzas de millones y millones de hombres de la clase obrera, que se alza a la lucha "espontáneamente". Toda la historia de la socialdemocracia internacional abunda en planes, que propugna ya uno ya otro jefe político, demostrando la perspicacia y la justeza de las concepciones políticas y de organización de los unos o revelando la miopía y los errores políticos de los otros. Cuando Alemania atravesó uno de los virajes históricos más grandiosos -- formación del Im-
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perio, apertura del Reichstag, concesión del sufragio universal -- Liebknecht tenía un plan de la política y de la acción en general a desarrollar por la socialdemocracia, y Schweitzer tenía otro. Cuando sobre los socialistas alemanes se abatió la ley de excepción, Most y Hasselmann, dispuestos a exhortar pura y simplemente a la violencia y al terror, tenía un plan, otro tenían Höhberg, Schramm y (en parte) Bernstein, quienes se pusieron a predicar a los socialdemócratas, diciéndoles que, con su insensata violencia y revolucionismo, habían provocado esa ley y que debían ahora obtener el perdón con una conducta ejemplar; un tercer plan tenían los que venían preparando, y llevaron a cabo, la publicación de un órgano ilegal. Cuando se lanza una mirada retrospectiva, muchos años después de terminada la lucha por la elección de un camino y después de haber pronunciado la historia su veredicto sobre la conveniencia del camino elegido, no es difícil, naturalmente, manifestar profundidad de pensamiento lanzando la sentencia de que las tareas del Partido crecen juntamente con éste. Pero, en un momento de confusión*, cuando los "críticos" y los economistas rusos rebajan la socialdemocracia al nivel del tradeunionismo y los terroristas predican con ardor la adopción de una "táctica-plan" que repite los viejos errores, limitarse en un momento así a unos pensamientos profundos de esta índole significa firmarse uno mismo un "certificado de pobreza". En un momento en que muchos socialdemócratas rusos padecen precisamente de falta de iniciativa y de energía, de
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falta de "amplitud en la propaganda, la agitación y la organización políticas"[*], de falta de "planes" para organizar en forma más vasta la labor revolucionaria; en un momento así, decir que "la táctica-plan está en contradicción con el espíritu fundamental del marxismo" no sólo equivale a envilecer el marxismo en el sentido teórico, sino, en la práctica, a arrastrar al Partido hacia atrás.
   
"Un socialdemócrata revolucionario se propone como tarea -- nos alecciona más adelante R. Dielo -- únicamente acelerar con su trabajo consciente el desarrollo objetivo y no suprimirlo o sustituirlo por planes subjetivos. Teórieamente, Iskra sabe todo esto. Pero la enorme importancia que el marxismo atribuye con toda razón a la labor revolucionaria consciente le lleva, en la práctiea, como resultado de su concepto doctrinario de la táctica, a aminorar la importancia del elemento objetivo o espontáneo del desarrollo " (pág. 18).
   
Otra vez la mayor confusión teórica, digna del señor V. V. y cofradía. Pero desearíamos preguntar a nuestro filósofo: ¿en qué puede traducirse la "aminoración" del desarrollo objetivo por parte del autor de planes subjetivos? Por lo visto, en perder de vista que este desarrollo objetivo crea o afianza, hunde o debilita a estas o las otras clases, capas, grupos, a tales o cuales naciones, grupos de naciones, etc., condicionando así una u otra agrupación política internacional de fuerzas, una u otra posición de los partidos revolucionarios, etc. Pero la falta de tal autor no consistirá entonces en aminorar el elemento espontáneo, sino en aminorar, por el contrario, el elemento consciente, pues lo que no tendrá será la "conciencia" para comprender acertadamente el desarrollo objetivo. Por eso, ya el solo hecho de
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hablar de "apreciación de la importancia relativa " (subra yado por Rabócheie Dielo ) del elemento consciente y de la espontaneidad revela una falta absoluta de "conciencia". Si ciertos "elementos espontáneos de desarrollo" son en general accesibles a la conciencia humana, la apreciación errónea de los mismos equivaldrá a "aminorar el elemento consciente". Y si son inaccesibles a la conciencia, no los conocemos y no podemos hablar de ellos. ¿De qué habla, pues, B. Krichevski? Si considera erróneos los "planes subjetivos" de Iskra (y él los declara precisamente erróneos), debería probar precisamente qué hechos objetivos no son tenidos en cuenta por esos planes y acusar a Iskra, por esta razón, de falta de conciencia, de "aminorar el elemento consciente", usando su lenguaje. Pero si él, descontento con los planes subjetivos, no tiene más argumentos que el de invocar la "aminoración del elemento espontáneo" (!!), no hace sino demostrar con esto que: 1) teóricamente, comprende el marxismo a lo Karéiev y Mijailovski, suficientemente puestos en ridículo por Béltov[31]; 2) prácticamente, se da por satisfecho en absoluto con los "elementos espontáneos de desarrollo" que arrastraron a nuestros marxistas legales hacia el bernsteinianismo, y a nuestros socialdemócratas, hacia el economismo, y muestra una "gran indignación" contra quienes se han decidido a desviar a toda costa la socialdemocracia rusa del camino del desarrollo "espontáneo".
   
Y más adelante siguen ya cosas completamente divertidas. "Así como los hombres, a pesar de todos los éxitos de las ciencias naturales, seguirán multiplicándose según los métodos antediluvianos, del mismo modo la aparición de un nuevo orden de cosas social, pese a todos los éxitos de las ciencias sociales y al aumento del número de los combatien-
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tes conscientes, será también en lo sucesivo, preeminentemente, resultado de explosiones espontáneas" (pág. 19). Así como la vieja sabiduría dice: para tener hijos, ¿a quién le faltará la inteligencia? la sabiduría de los "socialistas modernos" (a lo Narciso Tuporílov)[32] dice: para participar en la aparición espontánea de un nuevo sistema social le alcanzará la inteligencia a cualquiera. Nosotros también creemos que le alcanzará la inteligencia a cualquiera. Para participar de este modo, basta ceder al economismo, cuando reina el economismo, y al terrorismo, cuando el terrorismo ha surgido. Así, en la primavera de este año, cuando tanta importancia tenía el prevenir contra el apasionamiento por el terrorismo, Rabócheie Dielo estaba perplejo ante este problema "nuevo" para él. Y seis meses más tarde, cuando la cuestión ha perdido actualidad, nos ofrece a un mismo tiempo la declaración siguiente: "Entendemos que la tarea de la socialdemocracia no puede ni debe consistir en contrarrestar el auge del espíritu terrorista" (Rabócheie Dielo, núm 10, pág. 23) y la resolución del Congreso: "El Congreso con sidera inoportuno el terror agresivo sistemático" (Dos congresos, pág. 18). ¡Qué claridad y congruencia más no tables! No lo contrarrestamos, pero lo declaramos inoportuno; y lo declaramos de tal manera, que el terror no sistemático y defensivo no va incluido en la "resolución" ¡Hay que reconocer que semejante resolución está a cubierto de todo peligro y queda garantizada por completo contra los errores, como lo está un hombre que habla para no decir nada! Y para redactar semejante resolución, no hacía falta más que una cosa: saber seguir tras el movimiento manteniéndose en la cola. Cuando Iskra puso en ridículo a Ra-
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bócheie Dielo por haber declarado que la cuestión del terror era una cuestión nueva[*], Rabócheie Dielo, enfadado, acusó a Iskra de "una pretensión verdaderamente increíble de imponer a la organización del Partido la solución que a los problemas de táctica había dado hacía más de 15 años un grupo de escritores emigrados" (pág. 24). En efecto, ¡qué pretensión y qué exageración del elemento consciente: resolver de antemano los problemas en teoría, para luego convencer de la justeza de esa solución tanto a la organización, como al Partido y a las masas![**] ¡Otra cosa es repetir lugares comunes y, sin "imponer" nada a nadie, someterse a cada "viraje", ya sea hacia el economismo, ya sea hacia el terrorismo! Rabócheie Dielo acusa a Iskra y Sariá de "oponer su programa al movimiento, como un espíritu que se cierne sobre un caos amorfo" (pág. 29). Pero ¿en qué consiste el papel de la socialdemocracia sino en ser el "espíritu" que no sólo se cierne sobre el movimiento espontáneo, sino que eleva a este último al nivel de "su programa"? Pues no ha de consistir en seguir arrastrándose a la cola del movimiento, cosa que, en el mejor de los casos, sería inútil para el movimiento y, en el peor de los casos, extremadamente nocivo. Pero Rabócheie Dielo no sólo sigue esta "táctica proceso", sino que la erige en un principio, de modo que sería más justo llamar a esta tendencia seguidismo, en vez de llamarla oportunismo. Forzosamente hay que reconocer que quienes están firmemente decididos a seguir el movimiento marchando a la cola están asegurados, en absoluto y
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para siempre, contra el error de "aminorar el elemento espontáneo del desarrollo".
   
Nos hemos convencido, pues, de que el error fundamental de la "nueva tendencia" en el seno de la socialdemocracia rusa consiste en rendir culto a la espontaneidad, en no comprender que la espontaneidad de las masas exige de nos otros, socialdemócratas, una elevada conciencia. Cuanto más poderoso es el auge espontáneo de las masas, cuanto más amplio se hace el movimiento, tanto más incomparable es la rapidez con que aumenta la necesidad de una elevada conciencia, tanto en el trabajo teórico de la socialdemocracia, como en el político y en el de organización.
   
El movimiento ascensional espontáneo de las masas, en Rusia, ha sido (y sigue siendo) tan rápido, que la juventud socialdemócrata ha resultado poco preparada para cumplir esas gigantescas tareas. Esta falta de preparación es nuestra desgracia común, la desgracia de todos los socialdemócratas rusos. El auge de las masas se ha producido y se ha extendido en forma ininterrumpida y continua, y no sólo no ha cesado donde había comenzado, sino que se ha extendido a nuevas localidades y nuevas capas de la población (bajo la influencia del movimiento obrero, se ha reanimado la efervescencia entre la juventud estudiantil, entre los intelectuales en general, hasta entre los campesinos). Pero los revolucionarios han quedado rezagados en este movimiento ascensional, tanto en sus "teorías" como en su actividad, no han logrado crear una organización permanente que funcione sin solución de continuidad, capaz de dirigir todo el movimiento.
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En el primer capítulo hemos hecho constar que Rabócheie Dielo rebaja nuestras tareas teóricas y repite "espontáneamente" el grito de moda: "libertad de crítica"; los que lo repiten no han tenido la "conciencia" suficiente para comprender que son diametralmente opuestas las posiciones de los "críticos" oportunistas y las de los revolucionarios en Alemania y en Rusia.
   
En los capítulos siguientes examinaremos cómo se ha manifestado el culto de la espontaneidad en el terreno de las tareas políticas, así como en la labor de organización de la socialdemocracia.
   
Comenzaremos una vez más con un elogio a Rabócheie Dielo. "Literatura de denuncias y lucha proletaria" es el título con que Martínov encabeza, en el núm. 10 de Rabócheie Dielo, un artículo sobre las discrepancias con Iskra. "No podemos circunscribirnos a denunciar el estado de cosas que entorpece su desarrollo (el del Partido obrero). Debemos también hacernos eco de los intereses inmediatos y cotidianos del proletariado" (pág. 63). Así formulaba Martínov el fondo de esas divergencias. ". . . Iskra . . . es de hecho el órgano de la oposición revolucionaria, que denuncia el estado de cosas reinante en nuestro país y, con preferencia, el estado de cosas político. . . En cambio, nosotros trabajamos y seguiremos trabajando por la causa obrera, en estrecho contacto orgánico con la lucha proleta-
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ria" (id.). Fuerza es agradecer a Martínov esta formulación. Adquiere un destacado interés general, porque, en el fondo, no sólo abarca nuestras discrepancias con Rabócheie Dielo, sino también, en general, todas las discrepancias entre nosotros y los "economistas" en lo que a la lucha política se refiere. Hemos demostrado ya que los "economistas" no niegan en absoluto la "política", sino que tan sólo se desvian constantemente de la concepción socialdemócrata hacia la concepción tradeunionista de la política. Exactamente igual se desvía Martínov, y por eso consentimos en tomarlo precisamente a él como espécimen de las aberraciones económicas en esta cuestión. Trataremos de demostrar que nadie podrá echarnos en cara esta elección: ni los autores del "Suplemento especial de Rabóchaia Misl ", ni los autores de la proclama del "Grupo de autoemancipación", ni los autores de la carta economista publicada en el número 12 de Iskra.
   
De todos es sabido que la lucha económica* de los obreros rusos se extendió en vasta escala y se afianzó paralelamente a la aparición de la "literatura" de las denuncias económicas (concernientes a las fábricas y a los oficios). El contenido principal de las "octavillas" consistía en denunciar el orden de cosas existente en las fábricas, y entre los obreros pronto se produjo un verdadero apasionamiento por estas denun-
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cias. En cuanto los obreros vieron que los círculos de los socialdemócratas querian y podian proporcionarles hojas de nuevo tipo que les decian toda la verdad sobre su vida miserable, sobre su trabajo increiblemente penoso y sobre su situación de parias, comenzaron a llover, por decirlo así, cartas de las fábricas y de los talleres. Esta "literatura de denuncias" produjo una enorme sensación, no sólo en las fábricas cuyo estado de cosas fustigaba, sino en todas las fábricas adonde llegaban noticias de los hechos denunciados. Y puesto que las necesidades y los padecimientos de los obreros de distintas empresas y de diferentes oficios tienen mucho de común, la "verdad sobre la vida obrera" entusiasmaba a todos. Entre los obreros más atrasados se desarrolló una verdadera pasión "por aparecer en letras de molde", pasión noble por esta forma embrionaria de guerra contra todo el orden social moderno, basado en el pillaje y en la opresión. Y las "octavillas", en la inmensa mayoría de los casos, eran realmente una declaración de guerra, porque la denuncia ejercía una acción terriblemente excitante, movía a todos los obreros a reclamar que se pusiera fin a los escándalos más flagrantes y los disponian a sostener sus reivindicaciones por medio de huelgas. Los mismos fabricantes tuvieron, en fin de cuentas, que reconocer hasta tal punto la importancia de las octavillas como declaración de guerra, que muy a menudo ni siquiera querían aguardar a la guerra. Las denuncias, como ocurre siempre, se hacían fuertes por el mero hecho de su aparición, adquiriendo el valor de una poderosa presión moral. Más de una vez, bastó con que apareciera una octavilla para que las reivindicaciones quedaran satisfechas entera o parcialmente. En una palabra, las denuncias económicas (de las fábricas) han
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sido y siguen siendo en el presente un motor importante de la lucha económica. Y seguirán conservando esta importancia mientras subsista el capitalismo, que engendra necesariamente la autodefensa de los obreros. En los países europeos más adelantados se puede observar, incluso actualmente, cómo denuncias de escándalos que ocurren en alguna "industria" en un punto remoto o en alguna rama de trabajo a domicilio, olvidada de todos, se convierten en punto de partida para despertar la conciencia de clase, para iniciar la lucha sindical y la difusión del socialismo*.
   
La inmensa mayoría de los socialdemócratas rusos ha estado, durante los últimos tiempos, casi enteramente absorbida por ese trabajo de organización de las denuncias en las fábricas. Baste recordar el caso de Rab. Misl para ver hasta qué punto había llegado esa absorción, cómo se había llegado a olvidar que esa actividad por sí sola no era aún, en el fondo, socialdemócrata, sino solamente tradeunionista. En realidad, las denuncias no se referían más que a las re-
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laciones de los obreros de un oficio determinado con sus patronos respectivos, y el único objetivo que lograba era que los vendedores de la fuerza de trabajo aprendieran a vender esa "mercancía" con mayores ventajas y a luchar contra los compradores en el terreno de transacciones puramente comerciales. Estas denuncias podían convertirse (a condición de que la organización de los revolucionarios las utilizase en cierto grado) en punto de partida y elemento integrante de la actividad socialdemócrata, pero asimismo podían conducir (y, con el culto de la espontaneidad, tenían forzosamente que conducir) a la lucha "exclusivamente sin dical" y a un movimiento obrero no-socialdemócrata. La socialdemocracia dirige la lucha de la clase obrera no sólo para obtener condiciones ventajosas de venta de la fuerza de trabajo, sino para que sea destruido el régimen social que obliga a los desposeídos a vender su fuerza de trabajo a los ricos. La socialdemocracia representa a la clase obrera no sólo en su relación con un grupo determinado de patronos, sino en sus relaciones con todas las clases de la sociedad contemporánea, con el Estado como fuerza política organizada. Se comprende, por tanto, que los socialdemócratas no sólo no pueden circunscribirse a la lucha económica, sino que ni siquiera pueden admitir que la organización de las denuncias económicas constituya su actividad predominante. Debemos emprender activamente la labor de educación política de la clase obrera, de desarrollo de su conciencia política. Hoy día, después de la primera acometida de Sariá e Iskra contra el economismo, "todo el mundo está de acuerdo" con eso (si bien hay algunos que lo están sólo de palabra, como veremos en seguida).
   
Cabe preguntar en qué debe consistir la educación política. ¿Es posible limitarse a la propaganda de la idea de
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que la clase obrera es hostil a la autocracia? Naturalmente que no. No basta explicar la opresión política de que son objeto los obreros (de la misma manera que no bastaba explicarles el antagonismo entre sus intereses y los de los patronos). Es necesario hacer agitación con motivo de cada manifestación concreta de esa opresión (como comenzamos a hacerla con motivo de las manifestaciones concretas de opresión económica). Y puesto que las más diversas clases de la sociedad son víctimas de esta opresión, puesto que se manifiesta en los más diferentes aspectos de la vida y de la actividad sindical, civil, personal, familiar, religiosa, científica, etc., etc., ¿no es evidente que no cumpliríamos nuestra misión de desarrollar la conciencia política de los obreros si no nos comprometiéramos a organizar una vasta campaña de denuncias de la autocracia? Porque, para hacer agitación con motivo de las manifestaciones concretas de la opresión, es preciso denunciar esas manifestaciones (lo mismo que, para hacer la agitación económica, era necesario denunciar los abusos cometidos en las fábricas).
   
Se diría que la cosa está clara. Pero aquí, precisamente, es donde resulta que sólo de palabra está "todo el mundo" de acuerdo en cuanto a la necesidad de desarrollar la conciencia política en todos sus aspectos. Aquí, precisamente, es donde resulta que Rabócheie Dielo, por ejemplo, no sólo no ha emprendido la labor de organizar denuncias políticas en todos los aspectos (o comenzar su organización), sino que se ha puesto a arrastrar hacia atrás también a Iskra, que había emprendido esa tarea. Oíd: "La lucha política de la clase obrera es sólo [precisamente, no es sólo] la forma más desarrollada, más amplia y efectiva de la lucha económica" (programa de Rabócheie Dielo : véase su núm. 1, pág.
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3). "En el presente, ante los socialdemócratas se plantea la tarea de imprimir a la lucha económica misma, en lo posible, un carácter político" (Martínov, en el núm. 10, pág. 42). "La lucha económica es el medio más ampliamente aplicable para incorporar a las masas a la lucha política activa" (Resolución del Congreso de la Unión y "enmiendas"; véase: Dos congresos, págs. 11 y 17). Como ve el lector, todas estas tesis impregnan Rabócheie Dielo desde su aparición misma y hasta las últimas "instrucciones a la redacción", y todas ellas expresan, evidentemente, un concepto único de la agitación y de la lucha políticas. Analizad, pues, este concepto desde el punto de vista del criterio, que domina entre todos los economistas, de que la agitación política debe seguir a la económica. ¿Será cierto que la lucha económica es, en general*, "el medio más ampliamente aplicable" para incorporar a las masas a la lucha política? Completamente falso. Medios no menos "ampliamente aplicables" para tal "incorporación" son todas las manifestaciones de la opresión policiaca y de los desmanes de la autocracia, y de ningún modo tan sólo las manifestaciones ligadas a la lucha económica. ¿Por qué los zemskie nachál-
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niki [*] y los castigos corporales de que son objeto los campesinos, las concusiones de los funcionarios y el trato que la policía da a la "plebe" de las ciudades, la lucha contra los hambrientos y la persecución de los deseos de ilustración y de saber que siente el pueblo, la exacción de tributos y la persecución de las sectas, la dura disciplina del palo impuesta a los soldados y el trato cuartelero que reciben los estudiantes y los intelectuales liberales; por qué todas estas manifestaciones de opresión, así como miles de manifestacio nes análogas, que no están directamente ligadas a la lucha "económica", han de representar en general medios y motivos menos "ampliamente aplicables" para la agitación política, para incorporar a las masas a la lucha política? Justamente al revés: en la suma total de los casos cotidianos en que el obrero sufre (él mismo y las personas allegadas a él) falta de derechos, arbitrariedad y violencia, es indudable que sólo constituyen una pequeña minoría los casos de opresión policiaca precisamente en el terreno de la lucha sindical. ¿Para qué, pues, restringir de antemano la amplitud de la agitación política, declarando "más ampliamente aplicable" sólo uno de los medios, al lado del cual, para un socialdemócrata, deben hallarse otros que, hablando en general, no son menos "ampliamente aplicables"?
   
En tiempos muy, muy remotos (¡hace un año!. . .), Rabócheie Dielo decía: "Las reivindicaciones políticas inmediatas se hacen asequibles a las masas después de una huelga o, a lo sumo, de varias huelgas", "en cuanto el gobierno emplea
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la policía y la gendarmería" (núm. 7, pág. 15, agosto de 1900). Ahora, esta teoría oportunista de las fases ha sido ya rechazada por la "Unión", que nos hace una concesión, declarando: "no hay ninguna necesidad de desarrollar desde el comienzo mismo la agitación política exclusivamente sobre el terreno económico" (Dos congresos, pág. 11). ¡El futuro historiador de la socialdemocracia rusa, por este solo hecho de que la "Unión" repudie una parte de sus viejos errores, verá, mejor que por los más largos razonamientos, hasta qué punto han envilecido el socialismo nuestros economistas! Pero ¡qué ingenuidad la de la "Unión" al figurarse que, a cambio de esta renuncia a una forma de restricción de la política, podía llevarnos a consentir la otra forma de restricción! ¿No hubiera sido acaso más lógico decir, también aquí, que se debe desarrollar lo más ampliamente posible la lucha económica, que es preciso utilizarla siempre para la agitación política, pero que "no hay ninguna necesidad" de considerar la lucha económica como el medio más ampliamente aplicable para incorporar a las masas a una lucha política activa?
   
La "Unión" atribuye importancia al hecho de haber reemplazado por las palabras "el medio más ampliamente aplicable" la expresión "el mejor medio", que figura en la resolución correspondiente del IV Congreso de la Unión Obrera Judía (Bund). Por cierto que nos veríamos en un aprieto si tuviésemos que decir cuál de estas dos resoluciones es mejor: a nuestro juicio, las dos son peores. Tanto la "Unión" como el Bund se desvían en este caso (en parte quizás hasta inconscientemente, bajo la influencia de la tradición) hacia una interpretación economista, tradeunionista, de la política. En el fondo, la cosa no cambia en nada con que esta interpretación se haga empleando el terminajo:
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"mejor" o con que se emplee el terminajo: "más ampliamente aplicable". Si la "Unión" dijera que la "agitación política sobre el terreno económico" es el medio más ampliamente aplicado (y no "aplicable"), tendría razón con respecto a cierto período del desarrollo de nuestro movimiento socialdemócrata. A saber: tendría razón precisamente con respecto a los economistas, con respecto a muchos militantes prácticos (si no a la mayoría de ellos) de 1898 a 1901, puesto que esos militantes prácticos-economistas, en efecto, aplicaron la agitación política (¡en el grado en que, en general, la practicaban!) casi exclusivamente al terreno económico. ¡Semejante agitación política era aceptada y hasta recomendada, como hemos visto, tanto por Rab. Misl como por el "Grupo de Autoemancipación"! Rab. Dielo debiera haber condenado resueltamente el hecho de que la obra útil de agitación económica fuera acompañada de una restricción nociva de la lucha política; pero, en vez de hacerlo, declara que ¡el medio más aplicado (por los economistas ) es el medio más aplicable! No es de extrañar que estas gentes, cuando las tildamos de economistas, no encuentren más salida que insultarnos a más no poder, llamándonos "mixtificadores", "desorganizadores", "nuncios del papa", "calumniadores"*; llorar ante todo el mundo diciendo que les hemos inferido una afrenta sangrante; declarar casi bajo juramento que "ni una sola organización socialdemócrata peca hoy día de economismo"**. ¡Ah, esos calumniadores, esos hombres malos, esos políticos! ¿No habrán inventado a
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propósito todo el economismo para inferir a la gente, por simple odio a la humanidad, afrentas sangrantes?
   
¿Qué sentido concreto, real, tiene, en labios de Martínov, el hecho de plantear ante la socialdemocracia la tarea de "imprimir a la lucha económica misma un carácter político"? La lucha económica es la lucha colectiva de los obreros contra los patronos por conseguir condiciones ventajosas de venta de la fuerza de trabajo, por mejorar las condiciones de trabajo y de vida de los obreros. Esta lucha es, necesariamente, una lucha profesional, porque las condiciones de trabajo son extremadamente variadas en los distintos oficios y, por tanto, la lucha por la mejora de estas condiciones tiene que hacerse forzosamente por oficios (por los sindicatos en Occidente, por asociaciones profesionales de carácter provisional y por medio de octavillas en Rusia, etc.). Imprimir a la "lucha económica misma un carácter político" significa, por tanto, procurar la consecución de esas mismas reivindicaciones profesionales, de ese mismo mejoramiento de las condiciones de trabajo en los oficios por medio de "medidas legislativas y administrativas" (según se expresa Martínov en la página siguiente, 43, de su artículo). Es justamente lo que siempre hacen y han hecho todos los sindicatos obreros. Ojead la obra de los esposos Webb*, verdaderos eruditos (y "verdaderos" oportunistas), y veréis que los sindicatos obreros ingleses, desde hace ya mucho tiempo, han comprendido y reali2an la tarea de "imprimir a la lucha económica' misma un carácter político"; desde hace mucho tiempo, luchan por la libertad de huelga, por la supresión de todos los obstáculos jurídicos que se oponen
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al movimiento cooperativo y sindical, por la promulgación de leyes de protección de la mujer y del niño, por mejorar las condiciones de trabajo por medio de una legislación sanitaria e industrial, etc.
   
¡Así, pues, la frase pomposa de "imprimir a la lucha económica misma un carácter político", "terriblemente" profunda y revolucionaria, oculta, en el fondo, la tendencia tradicional a rebajar la política socialdemócrata al nivel de la política tradeunionista! So pretexto de rectificar la unilateralidad de Iskra, que prefiere -- habéis de saberlo -- "revolucionar el dogma a revolucionar la vida"* nos ofrecen como algo nuevo la lucha por las reformas económicas. En efecto, la frase "imprimir a la lucha económica misma un carácter político" no tiene absolutamente ningún otro contenido que la lucha por las reformas económicas. Y el mismo Martínov habría podido llegar a esta conclusión simplota, si hubiese meditado debidamente en la significación de sus propias palabras. "Nuestro Partido -- dice, dirigiendo su artillería más pesada contra Iskra -- podría y debería plantear ante el gobierno reivindicaciones concretas de medidas legislativas y administrativas contra la explotación económica, contra el paro forzoso, contra el hambre, etc." (Rabócheie Dielo, núm. 10, págs. 42-43). Reivindicar medidas concretas, ¿no es acaso reclamar reformas sociales? Y preguntamos una vez más a los lectores imparciales si calumniamos a los partidarios de Rabócheie Dielo (¡que se
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me perdone este poco feliz vocablo en boga!) al calificarlos de bernsteinianos velados, cuando ellos lanzan, como discrepancia con Iskra, la tesis sobre la necesidad de la lucha por reformas económicas.
   
La socialdemocracia revolucionaria siempre ha incluido y sigue incluyendo en la órbita de sus actividades la lucha por las reformas. Pero utiliza la agitación "económica" no sólo para reclamar del gobierno toda clase de medidas, sino también (y en primer término) para exigir que deje de ser un gobierno autocrático. Además, considera su deber presentar al gobierno esta exigencia no sólo sobre el terreno de la lucha económica, sino también sobre el terreno de todas las manifestaciones en general de la vida social y política. En una palabra, como la parte al todo, subordina la lucha por las reformas a la lucha revolucionaria por la libertad y el socialismo. En cambio, Martínov resucita en una forma distinta la teoría de las fases, tratando de prescribir infaliblemente la vía económica, por decirlo así, del desarrollo de la lucha política. Propugnando en un momento de ascenso revolucionario como una pretendida "tarea" especial la lucha por reformas, arrastra con ello al Partido hacia atrás y hace el juego al oportunismo "economista" y liberal.
   
Prosigamos. Después de ocultar púdicamente la lucha por las reformas tras la pomposa tesis de "imprimir a la lucha económica misma un carácter político", Martínov presenta como algo particular únicamente las reformas económicas (y hasta sólo las reformas en la vida fabril). No sabemos por qué lo ha hecho. ¿Tal vez por descuido? Pero si no hubiera tenido en cuenta más que las reformas "fabriles", su tesis entera, que acabamos de exponer, perdería todo sentido. ¿Tal vez porque estima posible y probable
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que el gobierno haga "concesiones" únicamente en el terreno económico?[*] De ser así, resultaría un error extraño: las concesiones son posibles y son hechas también en el terreno de la legislación sobre castigos corporales, pasaportes, pagos de rescate, sectas, censura, etc., etc. Las concesiones "económicas" (o seudo-concesiones) son, se entiende, las más baratas y las más ventajosas para el gobierno, pues espera ganarse con ellas la confianza de las masas obreras. Pero, precisamente por eso, nosotros, los socialdemócratas, no debemos de ningún modo y absolutamente por ningún motivo dar lugar a la opinión (o a la equivocación) de que apreciamos más las reformas económicas, de que justamente estas reformas las consideramos de particular importancia, etc. "Estas reivindicaciones -- dice Martínov con respecto a las reivindicaciones concretas de medidas legislativas y administrativas de que habla más arriba -- no serían un simple gesto, puesto que, al prometer ciertos resultados tangibles, podrían ser sostenidas activamente por la masa obrera". . . No somos economistas, ¡oh, no! ¡Unicamente nos arrastramos a los pies de la "tangibilidad" de resultados concretos, tan servilmente como lo hacen los señores Bernstein, Prokopóvich, Struve, R. M. y tutti quanti! ¡Unicamente damos a entender (con Narciso Tuporílov) que todo lo que no "promete resultados tangibles" es un "simple gesto"! ¡No hacemos sino expresarnos como si la masa obrera no fuese capaz (y como si no hubiese demostrado su capacidad, pese a todos los que cargan sobre aquélla el fi-
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listeísmo propio) de sostener activamente toda protesta contra la autocracia, incluso la que no le promete absolutamente ningún resultado tangible!
   
Tomemos aunque más no sea esos mismos ejemplos citados por el propio Martínov sobre las "medidas" contra el paro forzoso y el hambre. Mientras Rabócheie Dielo se ocupa, según promete, de elaborar y desarrollar "reivindicaciones concretas (¿en forma de proyectos de ley?) de medidas legislativas y administrativas", que "prometan resultados tangibles", Iskra, "que coloca invariablemente la revolucionarización del dogma por encima de la revolucionarización de la vida", ha tratado de explicar el nexo que une íntimamente el paro forzoso a todo el régimen capitalista, advirtiendo que "viene el hambre", denunciando "la lucha de la policía contra los hambrientos", así como el escandaloso "reglamento provisional de tipo inquisitorial", y Sariá ha publicado en edición especial, como folleto de agitación, la parte de su "Revista de política interior"* dedicada al hambre. Pero, Dios mío, ¡qué "unilaterales" han sido esos ortodoxos incorregiblemente estrechos, esos dogmáticos, sordos a los imperativos de la "vida misma"! ¡Ni uno solo de sus artículos ha contenido -- ¡qué horror! -- ni una sola fijaos bien, ni siquiera una sola "reivindicación concreta" que "prometa resultados tangibles"! ¡Desgraciados dogmáticos! ¡Habría que llevarlos a aprender con los Krichevski y los Martínov, para que se convencieran de que la táctica es el proceso del crecimiento, de lo que crece, etc., y que es necesario imprimir a la lucha económica misma un carácter político!
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"La lucha económica de los obreros contra los patronos y el gobierno (¡¡"lucha económica contra el gobierno"!!), además de su significación directamente revolucionaria, tiene también la de llevar continuamente a los obreros a pensar en su privación de derechos políticos" (Martínov, pág. 44). Hemos insertado esta cita, no para repetir por centésima o milésima vez lo que ya hemos dicho más arriba, sino para agradecer especialmente a Martínov esta nueva y excelente formulación: "La lucha económica de los obreros contra los patronos y el gobierno". ¡Formidable! Con qué inimitable talento, con qué magistral eliminación de todas las discrepancias parciales y diferencias de matices entre los economistas tenemos aquí expresada, en una exposición concisa y clara, toda la esencia del economismo, comenzando por llamar a los obreros a la "lucha política en aras del interés general, para mejorar la situación de todos los obreros"[*], continuando luego con la teoría de las fases y terminando con la resolución del Congreso sobre el medio "más ampliamente aplicable", etc. "La lucha económica contra el gobierno" es precisamente política tradeunionista, que está a una distancia muy grande, pero muy grande de la política socialdemócrata.
   
"¡Qué de Lomonósov socialdemócratas han aparecido estos últimos tiempos en nuestro país!", observó cierto día un camarada, refiriéndose a la asombrosa inclinación por la que mucha gente propensa al economismo quiere llegar indefectiblemente por "su propia inteligencia" a las grandes
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verdades (por el estilo de aquello de que la lucha económica hace pensar a los obreros en su estado de parias) desconociendo, con un desdén magnífico de genios innatos, todo cuanto ya ha dado el desarrollo anterior del pensamiento revolucionario y del movimiento revolucionario. Un genio de esta índole es precisamente el Lomonósov-Martínov. Ojead su artículo "Problemas del día" y veréis cómo se aproxima, con "su propia inteligencia", a cosas que hace ya mucho tiempo había expuesto Axelrod (acerca del cual nuestro Lomonósov guarda, naturalmente, un silencio absoluto); cómo empieza, por ejemplo, a comprender que no podemos pasar por alto la oposición de tales o cuales capas de la burguesía (Rabócheie Dielo, núm. 9, págs. 61, 62, 71; comparad con la "Respuesta" de la redacción de Rabócheie Dielo a Axelrod, págs. 22, 23, 24), etc. Pero -- ¡oh! -- sólo "se aproxima" y sólo "empieza", nada más; pues, a pesar de todo, hasta tal punto no ha comprendido aún las ideas de Axelrod, que habla de "lucha económica contra los patronos y el gobierno". En el curso de tres años (de 1898 a 1901), Rabócheie Dielo venía acumulando fuerzas para comprender a Axelrod y, no obstante, ¡no lo ha comprendido! ¿Tal vez esto ocurre también porque la socialdemocracia, "lo mismo que la humanidad", siempre se plantea únicamente tareas realizables?
   
Pero no sólo se distinguen los Lomonósov por ignorar mucho (¡ésta sería una desgracia a medias!), sino también por no percatarse de su ignorancia. Esto ya es una verdadera desgracia, y esta desgracia es la que los mueve sin más a emprender la labor de "profundizar" a Plejánov.
   
"Desde que Plejánov escribió el opúsculo citado Sobre las tareas de los socialistas en la lucha contra el hambre en Rusia, ha corrido mucha agua bajo los puentes -- cuenta Lomonósov-Martínov --. Los so-
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cialdemócratas, que en el transcurso de lo años han dirigido la lucha económica de la clase obrera. . . no han tenido aún tiempo de ofrecer una amplia fundamentación teórica de la táctica del Partido. Actualmente esta cuestión ha madurado, y, si quisiéramos ofrecer una fundamentación teórica de esta indole, nos veriamos, sin duda, precisados a profundizar considerablemente los principios tácticos desarrollados en su tiempo por Plejánov. . . Nos veríamos, ahora, precisados a definir la diferencia entre propaganda y agitación de una manera distinta a la establecida por Plejánov" (Martínov acaba de citar las palabras de Plejánov: "El propagandista inculca muchas ideas a una sola persona o a un pequeño número de personas, mientras que el agitador inculca una sola idea o un pequeño número de ideas, pero, en cambio, las inculca a toda una masa de personas"). "Por propaganda entenderiamos la explicación revolucionaria de todo el régimen actual o de sus manifestaciones parciales, indiferentemente de si ello se hace en forma accesible para algunas personas solamente o para las grandes masas. Por agitación, en el sentido estricto de la palabra (¡sic! ), entenderiamos el llamamiento dirigido a las masas para ciertas acciones concretas, el contribuir a la intervención revolucionaria directa del proletariado en la vida social".
   
Felicitamos a la socialdemocracia rusa así como a la internacional -- por esta nueva terminología martinoviana, más rigurosa y más profunda. Hasta ahora creíamos (con Plejánov y con todos los jefes del movimiento obrero internacional) que un propagandista, si trata, por ejemplo, la cuestión del paro forzoso, debe explicar la naturaleza capitalista de las crisis, señalar la causa de la inevitabilidad de las mismas en la sociedad actual, indicar la necesidad de transformar la sociedad capitalista en socialista, etc. En una palabra, debe ofrecer "muchas ideas", tantas, que todas esas ideas, en su conjunto, podrán ser asimiladas en el acto sólo por pocas (relativamente) personas. En cambio, el agitador, al hablar de esta misma cuestión, tomará un ejemplo, el más destacado y más conocido de su auditorio -- pongamos por caso, el de una familia de parados muerta de hambre, el aumento de la miseria, etc. -- y, aprovechando este hecho conocido de todos y cada uno, dirigirá todos sus
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esfuerzos a dar a la "masa" una sola idea : la idea de lo absurdo de la contradicción existente entre el incremento de la riqueza y el aumento de la miseria; tratará de despertar en la masa el descontento y la indignación contra esta flagrante injusticia, dejando al propagandista la explicación completa de esta contradicción. Por eso, el propagandista procede, principalmente, por medio de la palabra impresa, mientras que el agitador actúa de viva voz. Al propagandista se le exigen cualidades distintas que al agitador. Así, llamaremos propagandistas a Kautsky y a Lafargue; Bebel y Guesde, agitadores. Y establecer un tercer terreno o tercera función de actividad práctica, involucrando en esta función el "llamamiento dirigido a las masas para ciertas acciones concretas", es el desatino más grande, pues el "llamamiento", como acto aislado, o bien es un complemento natural e inevitable del tratado teórico, del folleto de propaganda y del discurso de agitación, o bien constituye una función netamente ejecutiva. En efecto, tomemos, por ejemplo, la lucha actual de los socialdemócratas alemanes contra los aranceles sobre los cereales. Los teóricos, en sus estudios de investigación sobre la política aduanera, "llaman", digámoslo así, a luchar por la conclusión de tratados comerciales y por la libertad de comercio; lo mismo hacen el propagandista, en las revistas, y el agitador, en sus discursos públicos. La "acción concreta" de la masa consiste en ese caso en estampar sus firmas al pie de una petición dirigida al Reichstag, exigiendo que no sean aumentados los aranceles sobre los cereales El llamamiento a esta acción parte indirectamente de los teóricos, de los pro pagandistas y de los agitadores, y, directamente, de los obreros que recorren las fábricas y las viviendas particulares con las listas de adhesión a la petición. Según la "termi-
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nología de Martínov", resultaría que Kautsky y Bebel son ambos propagandistas, y que los portadores de las listas de adhesión son agitadores. ¿No es así?
   
El ejemplo de los alemanes me ha hecho recordar la palabra alemana "Verballhornung", literalmente "ballhornización". Juan Ballhorn era un editor de Leipzig, del siglo XVI; editó un abecedario, en el que, como era costumbre, estampó un dibujo que representaba un gallo, pero, en lugar del dibujo habitual del gallo con espolones, figuraba uno sin espolones y con un par de huevos al lado. La portada del abecedario decia: "Edición corregida por Juan Ballhorn". Desde entonces, los alemanes dicen "Verballhornung" al referirse a una "corrección" que, de hecho, empeora lo corregido. Y, quiérase o no, uno recuerda a Ballhorn al ver cómo los Martínov "profundizan" a Plejánov. . .
   
¿Para qué habrá "inventado" nuestro Lomonósov este embrollo? Para demostrar que Iskra, "lo mismo que lo hizo Plejánov hace ya unos quince años, presta atención a un solo aspecto de la cuestión" (pág. 39). "Según Iskra, cuando menos para el presente período, las tareas de propaganda relegan a segundo plano las tareas de agitación" (pág. 52). Si traducimos esta última frase del lenguaje de Martínov a un lenguaje corriente (pues la humanidad no ha tenido tiempo aún de adoptar esta terminología recién descubierta), resulta lo siguiente: según Iskra, las tareas de propaganda y de agitación política relegan a segundo plano la tarea de "plantear ante el gobierno reivindicaciones concretas de medidas legislativas y administrativas", que "prometan ciertos resultados tangibles" (o, en otros términos, la reivindicación de reformas sociales, si se nos permite emplear todavía una vez más la vieja terminología de la vieja humanidad, que no ha llegado aún al nivel de Mar-
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tínov). Proponemos al lector comparar con esta tesis el siguiente fragmento:
   
"Nos asombra en estos programas (en los programas de los socialdemócratas revolucionarios) tanto el que eternamente pongan en primer plano las ventajas de la actividad de los obreros en el parlamento (que no existe en nuestro país), pasando completamente por alto (debido a su nihilismo revolucionario) la importancia de la participación de los obreros en las asambleas legislativas de los fabricantes, asambleas que sí existen en nuestro país, para discutir asuntos de las fábricas. . . o bien la importancia de la participación de los obreros aunque sólo sea en la administración municipal urbana. . ."
   
El autor de este párrafo expresa algo más directa, clara y francamente la idea a que ha llegado por su propia inteligencia Lomonósov-Martínov. El autor es R. M., en el "Suplemento especial de Rabóchaia Misl " (pág. 15).
   
Al lanzar contra Iskra su "teoría" de la "elevación de la actividad de la masa obrera", Martínov, en realidad, ha puesto al descubierto su tendencia a rebajar esta actividad, pues ha declarado que el medio preferente, de particular importancia, "más ampliamente aplicable" para despertarla y el campo de dicha actividad, era esa misma lucha económica, ante la cual se han arrastrado todos los economistas. Este error es precisamente característico, porque no sólo es propio de Martínov. Pues, en realidad, se puede "elevar la actividad de la masa obrera" únicamente a condición de que no nos circunscribamos a la "agitación política sobre el terreno económico". Y una de las condiciones esenciales para esa extensión indispensable de la agitación política es organizar denuncias políticas que abarquen todos los terre-
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nos. La conciencia política y la actividad revolucionaria de las masas no pueden educarse sino a base de estas denuncias. Por eso, esta actividad constituye una de las funciones más importantes de toda la socialdemocracia internacional, pues incluso la libertad política no elimina en lo más mínimo, sino que lo único que hace es desplazar un poco la esfera a la que van dirigidas esas denuncias. Por ejemplo, el Partido alemán afianza sobre todo sus posiciones y extiende su influencia, precisamente gracias a la persistente energía de sus campañas de denuncias políticas. La conciencia de la clase obrera no puede ser una conciencia verdaderamente política, si los obreros no están acostumbrados a hacerse eco de todos los casos de arbitrariedad y opresión, de violencias y abusos de toda especie, cualesquiera que sean las clases afectadas; a hacerse eco, además, precisamente desde el punto de vista socialdemócrata, y no desde ningún otro. La conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase, si los obreros no aprenden, a base de hechos y acontecimientos políticos concretos y, además, de actualidad, a observar a cada una de las otras clases sociales, en todas las manifestaciones de la vida intelectual, moral y política de esas clases; si no aprenden a aplicar en la práctica el análisis materialista y la apreciación materialista de todos los aspectos de la actividad y de la vida de todas las clases y grupos de la población. Quien oriente la atención, la capacidad de observación y la conciencia de la clase obrera exclusivamente, o aunque sólo sea con preferencia, hacia ella misma, no es un socialdemócrata, pues el conocimiento de sí misma, por parte de la clase obrera, está inseparablemente ligado a la completa nitidez no sólo de los conceptos teóricos. . . o mejor dicho: no tanto de los conceptos teóricos, como de las ideas elabo-
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radas sobre la base de la experiencia de la vida política, acerca de las relaciones entre todas las clases de la sociedad actual. Esta es la razón de que sea tan profundamente nociva y tan profundamente reaccionaria, por su significación práctica, la prédica de nuestros economistas de que la lucha económica es el medio más ampliamente aplicable para incorporar a las masas al movimiento político. A fin de llegar a ser un socialdemócrata, el obrero debe formarse una idea clara de la naturaleza económica y de la fisonomía social y política del terrateniente y del cura, del dignatario y del campesino, del estudiante y del vagabundo, conocer sus lados fuertes y sus lados flacos, saber orientarse en las frases y sofismas de toda clase más corrientes, con los que cada clase y cada capa encubre sus apetitos egoístas y su verdadera "naturaleza", saber distinguir qué instituciones y leyes reflejan estos u otros intereses y cómo precisamente los reflejan. Y no es en los libros donde puede encontrarse esta "idea clara": la pueden proporcionar imicamente cua dros vivos, así como denuncias, formuladas sobre huellas frescas, de todo cuanto suceda en un momento determinado en torno nuestro, de lo que todos y cada uno hablan a su manera o sobre lo que cuando menos cuchichean, de lo que se manifiesta en determinados acontecimientos, cifras, sen tencias judiciales, etc., etc., etc. Estas denuncias políticas que abarcan todos los aspectos de la vida son una condición indispensable y fundamental para educar la actividad revolucionaria de las masas.
   
¿Por qué el obrero ruso manifiesta todavía poca actividad revolucionaria frente al trato bestial de que la policía hace objeto al pueblo, frente a las persecuciones de las sectas, frente a los castigos corporales impuestos a los campesinos,
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frente a los abusos de la censura, los malos tratos de que son objeto los soldados, las persecuciones de las iniciativas culturales más inofensivas, etc.? ¿No será porque no le "hace pensar" en ello la "lucha económica", porque eso le "promete" pocos "resultados tangibles", porque no le ofrece nada "positivo"? No; semejante juicio, repetimos, no es sino una tentativa de cargar culpas en cabeza ajena, cargar el filisteísmo propio (como también el bernsteinianismo) sobre la masa obrera. Debemos imputar la culpa a nosotros mismos, a nuestro atraso con respecto al movimiento de las masas, a no haber sabido aún organizar denuncias suficientemente amplias, resonantes, rápidas, contra todas esas ignominias. Si llegamos a hacerlo (y debemos y podemos hacerlo), el obrero más atrasado comprenderá o sentirá que el estudiante y el miembro de una secta, el mujik y el escritor son vejados y atropellados por esa misma fuerza tenebrosa, que tanto le oprime y le sojuzga a él en cada paso de su vida, y al sentirlo, él mismo querrá reaccionar, lo querrá con un deseo incontenible, y sabrá, entonces, organizar hoy una batahola contra los censores, desfilar mañana en manifestación ante la casa del gobernador que haya sofocado un alzamiento de campesinos, dar pasado mañana una lección a los gendarmes con sotana que desempeñan la función de la santa inquisición, etc. Hasta ahora hemos hecho muy poco, casi nada, para lanzar entre las masas obreras denuncias múltiples y de actualidad. Muchos de entre nosotros ni siquiera tienen aún conciencia de esta su obligación y se arrastran espontáneamente tras la "lucha cotidiana y gris", dentro de los marcos estrechos de la vida fabril. En semejantes condiciones, decir: "Iskra tiene la tendencia de rebajar la importancia de la marcha ascendente
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de la lucha cotidiana y gris, en comparación con la propaganda de ideas brillantes y acabadas" (Martínov, pág. 61), significa arrastrar al Partido hacia atrás, significa defender y ponderar nuestra falta de preparación, nuestro atraso.
   
En cuanto al llamamiento dirigido a las masas para la acción, surgirá por sí mismo, siempre que haya enérgica agitación política y denuncias vivas y resonantes. Coger a alguien en flagrante delito y estigmatizarlo en el acto ante todo el mundo y por todas partes, produce mayor efecto que cualquier "llamamiento" y ejerce muchas veces una influencia tan grande, que más tarde ni siquiera se puede determinar quién fue, propiamente, el que "llamó" a la muchedumbre y quién, propiamente, el que lanzó tal o cual plan de manifestación, etc. No se puede llamar a la masa a una acción -- en el sentido concreto de la palabra, y no en el sentido general -- más que en el lugar mismo de la acción; ni se puede exhortar a la acción a los demás sin dar el ejemplo uno mismo y en el acto. A nosotros, publicistas socialdemócratas, nos incumbe ahondar, extender e intensificar las denuncias políticas y la agitación política.
   
A propósito de los "llamamientos". El único órgano que, antes de los acontecimientos de la primavera, llamó a los obreros a intervenir activamente en una cuestión que no prometía absolutamente ningún resultado tangible al obrero, como era la del reclutamiento militar de los estudiantes, fue Iskra. Inmediatamente después de la publicación de la orden del 11 de enero sobre "la incorporación de 183 estudiantes a las filas del ejército", Iskra publicó un artículo sobre este hecho (núm. 2 de febrero)*, y antes de que hu-
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biera comenzado toda manifestación, llamó directamente "al obrero a acudir en ayuda del estudiante", llamó al "pueblo" a contestar abiertamente al insolente desafío del gobierno. Preguntamos a todo el mundo: ¿cómo explicar la notable circunstancia de que, hablando tanto de "llamamientos", destacando los "llamamientos" hasta como una forma particular de actividad, Martínov no haya mencionado para nada este llamamiento? ¿Y no será filisteísmo, después de esto, que Martínov declare que Iskra es unilateral porque no "llama" suficientemente a la lucha por reivindicaciones que "prometen resultados tangibles"?
   
Nuestros economistas, entre ellos Rabócheie Dielo, tenían éxito por haberse adaptado a la mentalidad de los obreros atrasados. Pero el obrero socialdemócrata, el obrero revolucionario (y el número de estos obreros aumenta de día en día), desechará con indignación todos estos razonamientos sobre la lucha por las reivindicaciones que "prometen resultados tangibles", etc., pues comprenderá que no son sino variantes de la vieja canción del aumento de un kopek por rublo. Este obrero dirá a sus consejeros de R. Misl y de R. Dielo : en vano os afanáis, señores, interviniendo con demasiado celo en asuntos que nosotros mismos resolvemos y esquivando el cumplimiento de vuestras verdaderas obligaciones. Pues no es muy inteligente decir, como lo hacéis vosotros, que la tarea de los socialdemócratas es imprimir a la lucha económica misma un carácter político; esto no es más que el comienzo, y no consiste en ello la tarea principal de los socialdemócratas, pues en Rusia, como en el mundo entero, es la policía misme quien comien~a muchas veces a imprimir a la lucha económica un carácter político, y los obreros mismos aprenden a comprender al lado de quién
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está el gobierno[*]. En efecto, esa "lucha económica de los obreros contra los patronos y el gobierno", que vosotros ostentáis como una América que hubierais descubierto, la hacen en numerosos puntos remotos de Rusia los obreros mismos, que han oído hablar de huelgas, pero que quizás nada sepan de socialismo. Esa "actividad" nuestra, de los obreros, que todos vosotros queréis sostener presentando reivindicaciones concretas que prometan resultados tangibles, ya existe entre nosotros, y, en nuestro trabajo cotidiano, pequeño, sindical, nosotros mismos estamos lan~ando esas reivindicaciones concretas, a menudo sin ayuda alguna de los intelectuales. Pero esa actividad no nos basta; no somos niños a los que se puede alimentar sólo con la papilla de la política "económica"; queremos saber todo lo que saben los demás, queremos conocer detalladamente todos los as pectos de la vida política y tomar parte actíva en todos y
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en cada uno de los acontecimientos políticos. Para lograrlo, es necesario que los intelectuales repitan menos lo que ya nosotros mismos sabemos*, y que nos den más de lo que todavía no sabemos, de lo que jamás podremos saber nosotros mismos por nuestra experiencia fabril y "económica", o sea: conocimientos políticos. Estos conocimientos vosotros, los intelectuales, podéis adquirirlos solos y tenéis el deber de proporcionárnoslos cien y mil veces más de lo que lo habéis hecho hasta ahora; además, debéis ofrecérnoslos no sólo en forma de razonamientos, folletos y artículos (que,
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a menudo -- ¡disculpad la franqueza! -- suelen ser algo pesados), sino indispensablemente en forma de denuncias vivas de todo cuanto nuestro gobierno y nuestras clases dominantes hacen precisamente en estos momentos en todos los aspectos de la vida. Cumplid con mayor celo esta obligación vuestra y charlad menos sobre "la elevación de la actividad de la masa obrera". ¡Desplegamos mucha más actividad de la que vosotros suponéis, y sabemos sostener, por medio de la lucha abierta en la calle, incluso las reivindicaciones que no prometen ningún "resultado tangible"! Y no sois vosotros quienes "elevaréis" nuestra actividad, pues vosotros carecéis justamente de esa actividad. ¡Deberíais prosternar os menos ante la espontaneidad y pensar más en elevar vuestra propia actividad, señores!
   
Más arriba, en una nota, hemos confrontado a un economista y a un terrorista no-socialdemócrata, que por casualidad han resultado solidarios. Pero, hablando en general, entre los unos y los otros existe un lazo no casual, sino intrínseco y necesario, sobre el que tendremos aún que hablar más adelante y al que es necesario referirse precisamente al tratar de la educación de la actividad revolucionaria. Los economistas y los terroristas contemporáneos tienen una raíz común, a saber: el culto de la espontaneidad, del que hemos hablado en el capítulo precedente como de un fenómeno general y que ahora examinamos bajo el aspecto de su influencia en el terreno de la actividad política y de la lucha política. A primera vista, nuestra afirmación podría parecer paradójica: tan grande parece la diferencia entre la gente que subraya la "lucha cotidiana y gris" y la
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gente que preconiza la lucha más abnegada, la lucha del individuo aislado. Pero esto no es una paradoja. Los economistas y los terroristas rinden culto a dos polos opuestos de la corriente espontánea: los economistas, a la espontaneidad del "movimiento netamente obrero", y los terroristas, a la espontaneidad de la indignación más ardiente de los intelectuales, que no saben o no tienen la posibilidad de ligar el trabajo revolucionario al movimiento obrero para formar un todo. A quien haya perdido por completo la fe en esta posibilidad, o nunca la haya tenido, le es realmente difícil encontrar para su sentimiento de indignación y para su energía revolucionaria otra salida que el terror. Así, pues, el culto de la espontaneidad, en las dos direcciones indicadas, no es sino el comienzo de la realización del famoso programa del "Credo"; ¡los obreros despliegan su "lucha económica contra los patronos y el gobierno" (¡que nos perdone el autor del "Credo" que expresemos sus ideas en lenguaje de Martínov! Nos parece que tenemos derecho a hacerlo, pues también el "Credo" habla de cómo los obreros, en la lucha económica, "chocan con el régimen político"), y los intelectuales, por sus propias fuerzas, desplie gan su lucha política, naturalmente, con ayuda del terror! Esta es una conclusión completamente lógica e inevitable, sobre la que no se puede por menos de insistir aunque los que comienzan a realizar ese programa no se han percatado de que esa conclusión es inevitable La actividad política tiene su lógica, que no depende de la conciencia de los que, con las mejores intenciones del mundo, exhortan o bien al terror o bien a imprimir un carácter político a la lucha económica misma. De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, y en el caso presente las buenas intenciones no bastan a salvar del apasionamiento espontáneo
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por "la línea del menor esfuerzo", por la línea del programa netamente burgués del "Credo". Porque tampoco es nada casual la circunstancia de que muchos liberales rusos -- tanto los liberales declarados como los que se cubren con una careta marxista -- simpaticen de todo corazón con el terror y traten de sostener el avance del espíritu terrorista en el momento actual.
   
Y he aquí que, al surgir el "grupo revolucionario-socialista Svoboda ", que se había propuesto justamente la tarea de cooperar por todos los medios con el movimiento obrero, pero incluyendo en el programa el terror y emancipándose, por decirlo así, de la socialdemocracia, este hecho ha con firmado una vez más la notable perspicacia de P. B. Axelrod, que con toda exactitud predijo estos resultados de las va cilaciones socialdemócratas ya a fines de 1897 ("A propósito de las tareas y de la táctica actuales") y esbozó sus célebres "dos perspectivas". Todas las discusiones y discrepancias posteriores entre los socialdemócratas rusos están ya, como la planta en la semilla, en esas dos perspectivas*.
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Desde el punto de vista indicado, se concibe también que Rabócheie Dielo, que no ha podido resistir a la espontaneidad del economismo, tampoco haya podido resistir a la espontaneidad del terrorismo. Es de sumo interés señalar aquí la argumentación especial que ha esgrimido Svoboda en defensa del terror. "Niega por completo" el papel intimidador del terror (Renacimiento del revolucionismo, pág. 64), pero, en cambio, subraya su "significación como excitante". Esto es característico, primeramente, como una de las fases de la descomposición y decadencia de ese círculo tradicional de ideas (pre-socialdemócratas) que había obligado a seguir asidos al terror. El reconocer que actualmente es imposible "intimidar" al gobierno -- y, por consiguiente, desorganizarlo -- por medio del terror, significa, en el fondo, condenar completamente el terror como sistema de lucha, como esfera de actividad consagrada por un programa. En segundo lugar, esto es aún más característico como ejemplo de la incomprensión de nuestras tareas urgentes en cuanto a la "educación de la actividad revolucionaria de las masas". Svoboda hace propaganda del terror como medio para "excitar" el movimiento obrero e imprimirle un "fuerte impulso". ¡Es difícil imaginarse una argumentación que se refute a sí misma con mayor evidencia! Cabe preguntar si es que existen en la vida rusa tan pocos abusos, que aún hace falta inventar medios "excitantes" especiales. Y, por otra parte, si hay quien no se excita y no es excitable ni siquiera por la arbitrariedad rusa, ¿no es acaso evidente que seguirá contemplando también el duelo entre el gobierno y un puñado de terroristas sin que nada le importe un comino? Se trata justamente de que las masas obreras se excitan mucho por las infamias de la vida rusa, pero nos-
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otros no sabemos reunir, si es posible expresarse de este modo, y concentrar todas las gotas y arroyuelos de la excitación popular que la vida rusa destila en una cantidad in conmensurablemente mayor de lo que todos nosotros nos figuramos y creemos y que hay que reunir precisamente en un solo torrente gigantesco. Que es una tarea realizable lo demuestra de un modo irrefutable el enorme crecimiento del movimiento obrero, así como el ansia de los obreros, señalada ya más arriba, por la literatura política. Pero los llamamientos al terror, así como los llamamientos a que se imprima a la lucha económica misma un carácter político, representan distintas formas de esguivar el deber más imperioso de los revolucionarios rusos: organizar la agitación política en todos sus aspectos. Svoboda quiere sustituir la agitación por el terror, confesando abiertamente que, "en cuanto empiece una agitación intensa y enérgica entre las masas, el papel excitante de éste desaparecerá" (Renacimiento del revolucionismo, pág. 68), Precisamente esto pone de manifiesto que tanto los terroristas como los economistas subestiman la actividad revolucionaria de las masas, a pesar de la prueba evidente que representan los acontecimientos de la primavera*. Además, unos se precipitan en busca de "excitantes" artificiales, otros hablan de "reivindicaciones concretas". Ni los unos ni los otros prestan suficiente atención al desarrollo de su propia actividad en lo que atañe a la agitación política y a la organización de las denuncias políticas Y ni ahora ni en ningún otro momento se puede sustituir esto por nada,
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Ya hemos visto que la agitación política más amplia y, por consiguiente, la organización de denuncias políticas en todos los aspectos constituye una tarea en absoluto necesaria, la tarea más imperiosamente necesaria de la actividad, siempre que esta actividad sea verdaderamente socialdemócrata. Pero hemos llegado a esta conclusión partiendo únicamente de la urgentísima necesidad que la clase obrera tiene de conocimientos políticos y de educación política. Ahora bien, esta manera de plantear la cuestión sería demasiado restringida, desconocería las tareas democráticas generales de toda socialdemocracia en general y de la socialdemocracia rusa actual en particular. Para explicar esta tesis lo más concretamente posible, trataremos de enfocar la cuestión desde el punto de vista más "familiar" a los economistas, o sea desde el punto de vista práctico. "Todo el mundo está de acuerdo" en que es necesario desarrollar la conciencia política de la clase obrera. Pero ¿cómo hacerlo y qué es necesario para hacerlo? La lucha económica "hace pensar" a los obreros únicamente en las cuestiones concernientes a la actitud del gobierno hacia la clase obrera; por eso, por más que nos esforcemos en la tarea de "imprimir a la lucha económica misma un carácter político", no podremos jamás, en el marco de dicha tarea, desarrollar la conciencia política de los obreros (hasta el grado de conciencia política socialdemócrata), pues el marco mismo es demasiado estrecho. La fórmula de Martínov nos es preciosa, no como prueba de la capacidad de confusión de su autor, sino porque expresa con relieve el error fundamental de todos los economistas, a saber: la convicción de que se puede desarrollar la conciencia política de
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clase de los obreros desde dentro, por decirlo así, de su lucha económica, o sea tomando únicamente (o, cuando menos, principalmente) esta lucha como punto de partida, basándose únicamente (o, cuando menos, principalmente) en esta lucha. Esta opinión es radicalmente falsa; y precisamente porque los economistas, furiosos por nuestra polémica con ellos, no quieren reflexionar con seriedad sobre el origen de nuestras discrepancias, y acabamos literalmente por no comprendernos, por hablar lenguas diferentes.
   
La conciencia política de clase no se le puede aportar al obrero más que desde el exterior, esto es, desde fuera de la lucha económica, desde fuera de la esfera de las relaciones entre obreros y patronos. La única esfera en que se puede encontrar estos conocimientos es la esfera de las relaciones de todas las clases y capas con el Estado y el gobierno, la esfera de las relaciones de todas las clases entre sí. Por eso, a la pregunta: "¿qué hacer para aportar a los obreros conocimientos políticos?", no se puede dar únicamente la respuesta con la que se contentan, en la mayoría de los casos, los militantes dedicados al trabajo práctico, sin hablar ya de los que se inclinan hacia el economismo, a saber: "Hay que ir a los obreros" Para aportar a los obreros conocimientos políticos, los socialdemócratas deben ir a todas las clases de la población, deben enviar a todas partes destacamentos de su ejército.
   
Si empleamos adrede esta formulación ruda y nos expresa mos adrede de una forma simplificada y tajante, no es de ninguna manera por el placer de decir paradojas, sino para "hacer pensar" bien a los economistas en las tareas que de un modo imperdonable desdeñan, en la diferencia que existe entre la política tradeunionista y la política socialdemócrata, diferencia que no quieren comprender. Por eso, rogamos al
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lector que conserve su calma y nos siga atentamente hasta el final.
   
Tomemos como ejemplo el tipo del círculo socialdemócrata más difundido en estos últimos años y examinemos su actividad. "Está en contacto con los obreros" y se conforma con esto, editando hojas que flagelan los abusos que se cometen en las fábricas, la parcialidad del gobierno hacia los capitalistas, así como las violencias de la policía; en las reuniones que se celebran con los obreros, la conversación, ordinariamente, no se sale o casi no se sale del marco de estos mismos temas; las conferencias y las charlas sobre la historia del movimiento revolucionario, sobre la política interior y exterior de nuestro gobierno, sobre la evolución económica de Rusia y de Europa, sobre la situación de las distintas clases en la sociedad contemporánea, etc., son casos sumamente raros y nadie piensa en establecer y desenvolver sistemáticamente relaciones con las otras clases de la sociedad. En el fondo, el ideal del militante, para los miembros de un tal círculo, se parece, en la mayoría de los casos, mucho más a un secretario de tradeunión que a un jefe político socialista. Pues el secretario de cualquier tradeunión, por ejemplo, inglesa ayuda siempre a los obreros a sostener la lucha económica, organiza la denuncia de los abusos cometidos en las fábricas, explica la injusticia de las leyes y reglamentos que restringen la libertad de huelga y la libertad de colocar piquetes cerca de las fábricas (para anunciar que la huelga ha sido declarada), explica la parcialidad de los árbitros pertenecientes a las clases burguesas de la población, etc., etc. En una palabra, todo secretario de tradeunión sostiene y ayuda a sostener "la lucha económica contra los patronos y el gobierno". Y nunca se insistirá bastante en que esto no es aún socialdemocratismo, que el ideal del socialdemócrata no debe
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ser el secretario de tradeunión, sino el tribuno popular, que sabe reaccionar contra toda manifestación de arbitrariedad y de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea la capa o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todos estos hechos para trazar un cuadro de conjunto de la brutalidad policiaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el menor detalle para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y a cada uno la importancia histórico-mundial de la lucha emancipadora del proletariado. Comparad, por ejemplo, a hombres como Roberto Knight (conocido secretario y lider de la Unión de obreros caldereros, uno de los más poderosos sindicatos de Inglaterra) y Guillermo Liebknecht, y apliquémosles los contrastes enumerados por Martínov en la exposición de sus discrepancias con Iskra. Veréis que R. Knight -- empiezo a repasar el artículo de Martínov -- "ha exhortado" mucho más "a las masas a realizar acciones concretas determinadas" (pág. 39) y que G. Liebknecht se ha ocupado más de "enfocar desde un punto de vista revolucionario todo el régimen actual o sus manifestaciones aisladas" (págs. 38-39); que R. Knight "ha formulado las reivindicaciones inmediatas del proletariado e indicado los medios de satisfacerlas" (pág. 41) y que G. Liebknecht, sin dejar de hacer igualmente esto, no ha renunciado a "dirigir al mismo tiempo la enérgica actividad de los diferentes sectores oposicionistas", a "dictarles un programa positivo de acción"* (pág. 41); que R. Knight ha tratado precisamente de "imprimir, en la medida de lo posible, a la lucha
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económica misma un carácter político" (pág. 42) y que ha sabido perfectamente "formular al gobierno reivindicaciones concretas que prometian ciertos resultados tangibles" (pág. 43), en tanto que G. Liebknecht se ha ocupado mucho más, "en forma unilateral", de "denunciar los abusos" (pág. 40); que R. Knight ha concedido más importancia a la "marcha progresiva de la lucha cotidiana y gris" (pág. 61), y Liebknecht, "a la propaganda de ideas brillantes y acabadas" (pág. 61); que Liebknecht ha hecho del periódico dirigido por él, precisamente, "un órgano de oposición revolucionaria que denuncia nuestro régimen, y sobre todo nuestro régimen político, en cuanto que está en pugna con los intereses de las capas más diversas de la población" (pág. 63), mientras que Knight "ha trabajado por la causa obrera en estrecho contacto orgánico con la lucha proletaria" (pág. 63) -- si se entiende por "estrecho contacto orgánico" ese culto de la espontaneidad que hemos analizado más arriba en los ejemplos de Krichevski y de Martínov -- y ha "restringido la esfera de su influencia", convencido, naturalmente, como Martínov, de que "con ello se hacia más compleja esta influencia" (pág. 63). En una palabra, veréis que Martínov rebaja de facto la socialdemocracia al nivel de tradeunionismo, aunque, claro está, en modo alguno lo hace porque no quiera el bien de la socialdemocracia, sino simplemente porque se ha apresurado un poco a profundizar a Plejánov, en lugar de tomarse la molestia de comprenderlo.
   
Pero volvamos a nuestra exposición. El socialdemócrata, como hemos dicho, si es partidario, y no sólo de palabra, del desarrollo integral de la conciencia política del proletariado, debe "ir a todas las clases de la población". Surgen estas preguntas: ¿cómo hacerlo? ¿Tenemos fuerzas suficientes para ello? ¿Existe un terreno para este trabajo en todas
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las demás clases? Un trabajo semejante ¿no implicará abandono o no conducirá a que se abandone el punto de vista de clase? Examinemos estas cuestiones.
   
Debemos "ir a todas las clases de la población" como teóricos, como propagandistas, como agitadores y como organizadores. Nadie duda de que el trabajo teórico de los socialdemócratas debe orientarse hacia el estudio de todas las particularidades de la situación social y política de las diversas clases. Pero muy, muy poco se hace en este sentido, muy poco si se compara con la labor que se lleva a cabo para el estudio de las particularidades de la vida de las fábricas. En los comités y en los círculos podemos encontrar gentes que se especializan en el estudio de algún ramo de la siderurgia, pero apenas si encontraréis ejemplos de miembros de las organizaciones que (obligados por una u otra razón, como sucede a menudo, a retirarse de la labor práctica) se ocupen especialmente de reunir materiales sobre alguna cuestión de actualidad de nuestra vida social y política que pudiera dar motivo para una labor socialdemócrata entre los otros sectores de la población. Cuando se habla de la poca preparación de la mayor parte de los actuales dirigentes del movimiento obrero, no se puede dejar de mencionar también la preparación en este aspecto, pues está igualmente ligada a la concepción "economista" del "estrecho contacto orgánico con la lucha proletaria". Pero lo principal, evidentemente, es la propaganda y la agitación entre todas las capas de la población. Para el socialdemócrata de Europa occidental, esta labor la facilitan las reuniones y asambleas populares, a las cuales asisten todos los que lo desean; la facilita la existencia del Parlamento, en el que el representante socialdemócrata habla ante los diputados de todas las clases. En nuestro país no tenemos
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ni Parlamento ni libertad de reunión, pero sabemos, sin embargo, organizar reuniones con los obreros que quieren escuchar a un socialdemócrata. Del mismo modo, debemos saber organizar reuniones con los representantes de todas las dases de la población que deseen escuchar a un demócrata. Pues no es socialdemócrata el que olvida en la práctica que "los comunistas apoyan todo movimiento revolucionario"; que, por tanto, debemos exponer y subrayar nuestros objetivos democráticos generales ante todo el pueblo, sin ocultar ni por un instante nuestras convicciones socialistas. No es socialdemócrata el que olvida en la práctica que su deber consiste en ser el primero en plantear, en acentuar y en resolver toda cuestión democrática general.
   
"¡Pero si todo el mundo está de acuerdo con ello!" -- nos interrumpirá el lector impaciente --, y las nuevas ins trucciones a la redacción de Rab. Dielo, aprobadas en el último Congreso de la "Unión", dicen claramente: "Deben servir de motivos para la propaganda y la agitación política todos los fenómenos y acontecimientos de la vida social y política que afecten al proletariado, sea directamente, como clase especial, sea como vanguardia de todas las fuerzas revolucionarias en la lucha por la libertad " (Dos congresos, pág. 17. Subrayado por mí). Estas son, en efecto, palabras muy justas y muy excelentes, y estaríamos enteramente satisfechos si Rabócheie Dielo las comprendiese, si no diese, al mismo tiempo, otras que las contradicen. No basta titularse "vanguardia", destacamento avanzado: es preciso también obrar de suerte que todos los demás destacamentos vean y estén obligados a reconocer que marchamos a la cabeza. ¿Es que los representantes de los demás "destacamentos" son tan estúpidos que van a creernos "vanguardia" porque lo digamos?, preguntamos al lector. Figurémonos
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de manera concreta el siguiente cuadro. El "destacamento" de radicales o de constitucionalistas liberales rusos ilustrados ve llegar a un socialdemócrata que les declara: Somos la vanguardia; "ahora nuestra tarea consiste en imprimir, en la medida de lo posible, un carácter político a la lucha económica misma". Todo radical o constitucionalista, por poco inteligente que sea (y entre los radicales y constitucionalistas rusos hay muchos hombres inteligentes), no podrá por menos de acoger con una sonrisa semejantes palabras y decir (para sus adentros, claro está, ya que en la mayoría de los casos es diplomático experimentado): "¡He aquí una 'vanguardia' bien simple! No comprende siquiera que es a nosotros, representantes avanzados de la democracia burguesa, a quienes corresponde la tarea de imprimir a la lucha económica misma de los obreros un carácter político. Somos nosotros quienes queremos, como todos los burgueses del Occidente de Europa, incorporar a los obreros a la política, pero precisamente sólo a la política tradeunionista y no a la política socialdemócrata. La política tradeunionista de la clase obrera es precisamente la política burguesa de la clase obrera. ¡Y la formulación que esta 'vanguardia' hace de su tarea es precisamente la formulación de la política tradeunionista! Así, pues, que se llamen cuanto quieran socialdemócratas. ¡Yo no soy un niño, no voy a enfadarme por una etiqueta! Pero que no se dejen llevar por esos nefastos dogmáticos ortodoxos, ¡que dejen la 'libertad de crítica' a los que arrastran inconscientemente a la socialdemocracia al cauce tradeunionista!"
   
Y la ligers sonrisa de nuestro constitucionalista se transformará en risa homérica, cuando sepa que los socialdemócratas que hablan de la vanguardia de la socialdemocracia, en el momento actual, cuando el elemento espontáneo
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prevalece casi absolutamente en nuestro movimiento, ¡temen más que nada "aminorar el elemento espontáneo", temen "aminorar la importancia de la marcha progresiva de la lucha cotidiana y gris a expensas de la propaganda de ideas brillantes y acabadas", etc., etc.! ¡Una "vanguardia" que teme que lo consciente prevalezca sobre lo espontáneo, que teme propugnar un "plan" audaz que tenga que ser aceptado incluso por aquellos que piensan de otro modo! ¿No será que confunden el término vanguardia con el término retaguardia?
   
Reflexionad, en efecto, sobre el siguiente razonamiento de Martínov. En la página 40 declara que la táctica de denuncias de Iskra es unilateral; que, "por más que sembremos la desconfianza y el odio hacia el gobierno, no alcanzaremos nuestro objetivo mientras no logremos desarrollar una energía social suficientemente activa para el derrocamiento de aquél". He aquí, dicho sea entre paréntesis, la preocupación, que ya conocemos, de intensificar la actividad de las masas, tendiendo a la vez a restringir la suya propia. Pero no se trata ahora de esto. Como vemos, Martínov habla aquí de energía revolucionaria ("para el derrocamiento del gobierno") Mas ¿a qué conclusión llega? Como, en tiempo ordinario, las diversas capas sociales actúan inevitablemente en forma dispersa, "es claro, por tanto, que nosotros, socialdemócratas, no podemos simultáneamente dirigir la actividad enérgica de los diversos sectores de oposición, no podemos dictarles un programa positivo de acción, no podemos indicarles los procedimientos con que hay que luchar día tras día por defender sus intereses. . . Los sectores liberales se preocuparán ellos mismos de esta lucha activa por sus intereses inmediatos, lucha que les hará enfrentarse con nuestro régimen político" (pág. 41) De esta suerte, después de haber comenzado a hablar de energía
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revolucionaria, de iucha activa por ei derrocamiento de la autocracia, ¡Martínov se desvía inmediatamente hacia la energía sindical, hacia la lucha activa por los intereses inmediatos! De suyo se comprende que no podemos dirigir la lucha de los estudiantes, de los liberales, etc., por sus "intereses inmediatos", ¡pero no era de esto de lo que se trataba, respetable economista! De lo que se trataba era de la participación posible y necesaria de las diferentes capas sociales en el derrocamiento de la autocracia, y esta "actividad enérgica de los diversos sectores de oposición" no sólo podemos, sino que debemos dirigirla sin falta si queremos ser la "vanguardia". En cuanto a que nuestros estudiantes, nuestros liberales, etc. "se enfrenten con nuestro régimen político", no sólo se preocuparán ellos mismos de esto, sino que principalmente y ante todo se preocuparán la propia policía y los propios funcionarios del gobierno autocrático. Pero "nosotros", si queremos ser demócratas avanzados, debemos preocuparnos de sugerir a los que no están descontentos más que del régimen universitario o del zemstvo, etc la idea de que es todo el régimen político el que es malo. Nosotros debemos asumir la tarea de organizar la lucha política, bajo la dirección de nuestro Partido, en forma tan múltiple, que todos los sectores de la oposición puedan prestar y presten efectivamente a esta lucha, así como a nuestro Partido, la ayuda de que sean capaces. Nosotros debemos hacer de los militantes prácticos socialdemócratas jefes políticos que sepan dirigir todas las manifestaciones de esta lucha múltiple, que sepan, en el momento necesario, "dictar un programa positivo de acción" a los estudiantes en agitación, a los descontentos de los zemstvos, a los miembros indignados de las sectas, a los maestros lesionados en sus intereses, etc., etc. Por eso, es completamente
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falsa la afirmación de Martínov de que "no podemos desempenar con respecto a ellos más que el papel negativo de denunciatores del régimen . . . Sólo podemos disipar sus esperanzas en las distintas comisiones gubernamentales" (subrayado por mí). Al decir esto, Martínov demuestra así que no comprende absolutamente nada del verdadero papel de una "vanguardia" revolucionaria. Y si el lector tiene esto en cuenta, comprenderá el verdadero sentido de las siguientes palabras de conclusión de Martínov: "Iskra es un órgano de oposición revolucionaria que denuncia nuestro régimen, y sobre todo nuestro régimen político, en cuanto que está en pugna con los intereses de los sectores más diversos de la población. Por lo que a nosotros se refiere, trabajamos y trabajaremos por la causa obrera en estrecho contacto orgánico con la lucha proletaria. Al restringir la esfera de nuestra influencia, hacemos más compleja ésta" (pág. 63). El vertadero sentido de tal conclusión es: Iskra quiere elevar la política tradeunionista de la clase obrera (política a la cual, por equivocación, por falta de preparación o por convicción, se limitan tan frecuentemente entre nosotros los militantes dedicados al trabajo práctico) al nivel de la política socialdemócrata; en cambio Rab. Dielo quiere rebajar la política socialdemócrata al nivel de la política tradeunionista. Y, como si esto fuera poco, asegura a todo el mundo que "estas dos posiciones son perfectamente compatibles en la obra común" (pág. 63). O, sancta simplicitas!
   
Prosigamos. ¿Tenemos fuerzas bastantes para llevar nuestra propaganda y nuestra agitación a todas las clases de la población? Naturalmente, sí. Nuestros economistas, que a menudo se indinan a negarlo, olvidan los gigantescos progresos realizados por nuestro movimiento de 1894 (más o menos) a 1901. "Seguidistas" auténticos, a menudo tienen
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ideas propias del período, hace mucho tiempo fenecito, inicial del movimiento. Entonces, nuestras fuerzas eran realmente mínimas, entonces era natural y legítima la decisión de consagrarnos enteramente al trabajo entre los obreros y de condenar severamente toda desviación de esta línea, entonces la tarea estribaba por completo en consolidarnos en el seno de la clase obrera. Ahora, ha sido incorporada al movimiento una masa gigantesca de fuerzas; hacia nosotros vienen los mejores representantes de la nueva generación de las clases instruidas; por todas partes, en provincias, se ven obligadas a la inacción gentes que ya han tomado o desean tomar parte en el movimiento, que tienden hacia la socialdemocracia (mientras que, en 1894, los socialdemócratas rusos se podían contar con los dedos). Uno de los defectos fundamentales de nuestro movimiento, tanto desde el punto de vista político como desde el de organización, consiste en que no sabemos emplear todas estas fuerzas, asignarles el trabajo adecuado (hablaremos con más detalle sobre esta cuestión en el capítulo siguiente). La inmensa mayoría de dichas fuerzas está completamente privada de la posibilidad de "ir a los obreros"; por consiguiente, no puede ni hablarse del peligro de distraer fuerzas de nuestra labor fundamental. Y para suministrar a los obreros conocimientos políticos verdaderos, vivos, que abarquen todos los aspectos, es necesario que tengamos "hombres nuestros", socialdemócratas, en todas partes, en todas las capas sociales, en todas las posiciones que permiten conocer los resortes internos de nuestro mecanismo estatal. Y nos hacen falta estos hombres no solamente para la propaganda y la agitación, sino más aún para la organización.
   
¿Existe terreno para la actividad en todas las clases de la población? Los que no lo ven prueban una vez más que
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su conciencia está en retraso con respecto al movimiento ascensional espontáneo de las masas. Entre los unos, el movimiento obrero ha suscitado y suscita el descontento; entre los otros despierta la esperanza en el apoyo de la oposición; a otros les da conciencia de la sinrazón del régimen autocrático, de lo inevitable de su hundimiento. Pero sólo de palabra seríamos "políticos" y socialdemócratas (como muy a menudo ocurre, en efecto), si no tuviéramos conciencia de nuestro deber de utilizar todas las manifestaciones del descontento, reunir y elaborar todos los elementos de protesta, por embrionaria que sea. Dejemos ya a un lado el hecho de que la masa de millones de campesinos laboriosos, de artesanos, de pequeños artesanos, etc., escuchará siempre con avidez la propaganda de un socialdemócrata, a poco hábil que sea. Pero, ¿es que hay una sola clase de la población en que no haya individuos, grupos y círculos descontentos de la falta de derechos y de la arbitrariedad, y, por consiguiente, accesibles a la propaganda del socialdemócrata, como portavoz que es de las aspiraciones democráticas generales más urgentes? A los que quieran formarse una idea concreta de esta agitación política del socialdemócrata en todas las clases y capas de la población, les indicaremos la denuncia de los abusos políticos, en el sentido amplio de la palabra, como el principal (pero, naturalmente, no el único) medio de esta agitación.
   
"Debemos -- escribía yo en el artículo "¿Por dónde empezar?" (Iskra, núm. 4, mayo de 1901), del que tendremos que hablar minuciosamente más abajo -- despertar en todas las capas del pueblo que tengan un mínimo de conciencia la pasión por las denuncias políticas. No debe asustarnos el hecho de que las voces que denuncian políticamente sean ahora tan débiles, raras y tlmidas. La razón de este hecho no es, ni mucho menos, una resignación general con la arbitrariedad policiaca. La razón está en que las personas capaces de denunciar y tispuestas a hacerlo no tienen una tribuna para hablar desde ella, no
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tienen un auditodo que escuche ávidamente y anime a los oradores, no ven por parte alguna en el pueblo una fuerza que merezca la pena de dirigirle una queja contra el "todopoderoso" gobierno ruso. . . Ahora, podemos y debemos crear una tribuna para denundar ante todo el pueblo al gobierno zarista: esa tribuna tiene que ser un periódico socialdemócrata"[*].
   
El auditorio ideal para las denuncias políticas es precisamente la clase obrera, que tiene necesidad, ante todo y por encima de todo, de amplios y vivos conocimientos políticos, que es la más capaz de transformar estos conocimientos en lucha activa, aun cuando no prometa ningún "resultado tangible". En cuanto a la tribuna para estas denuncias ante todo et pueblo, no puede ser otra que un periódico destinado a toda Rusia. "Sin un órgano político, sería inconcebible en la Europa contemporánea un movimiento que merezca el nombre de movimiento político"; y, en este sentido, por "Europa contemporánea" hay que entender también, sin duda alguna, a Rusia. La prensa se ha convertido en nuestro país, desde hace ya mucho tiempo, en una fuerza; de lo contrario, el gobierno no invertiría decenas de millares de rublos en sobornarla y en subvencionar a toda clase de Katkov y Mescherski. Y no es una novedad en la Rusia autocrática que la prensa ilegal rompa los candados de la censura y obligue a hablar abiertamente de ella a los órganos legales y conservadores. Así ha ocurrido en los años del 70 e incluso en los del so. ¡Y cuánto más extensos y profundos son ahora los sectores populares dispuestos a leer la prensa ilegal y, para emplear la expresión del obrero autor de la carta publicada en el número 7 de Iskra [33], a aprender en
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ella "a vivir y a morir"! Las denuncias políticas son precisamente una declaración de guerra al gobierno, como las denuncias de tipo económico son una declaración de guerra al fabricante. Y esta declaración de guerra tiene una significación moral tanto más grande, cuanto más vasta y más vigorosa es la campaña de denuncias, cuanto más numerosa y más decidida es la clase social que declara la guerra para iniciarla. Ya por eso, las denuncias políticas son por sí mismas uno de los medios más potentes para disgregar el régimen adverso, apartar del enemigo a sus aliados fortuitos o temporales, sembrar la hostilidad y la desconfianza entre los que participan continuamente en el poder autocrático.
   
Sólo el partido que organice campañas de denuncias que realmente interesen a todo el pueblo podrá convertirse en nuestros días en vanguardia de las fuerzas revolucionarias. Las palabras "a todo el pueblo" encierran un gran contenido. La inmensa mayoría de los denunciadores que no pertenecen a la clase obrera (y para ser vanguardia es necesario precisamente atraer a otras clases) son políticos realistas y gentes sensatas y prácticas. Saben perfectamente que si peligroso es "quejarse" incluso de un modesto funcionario, lo es todavía más hacerlo con respecto al "todopoderoso" gobierno ruso. Por eso, no se dirigirán a nosotros con quejas sino cuando vean que éstas pueden surtir efecto, que representamos una fuerza política. Para llegar a ser una fuerza política a los ojos del público, es preciso trabajar mucho y con porfía por elevar nuestro grado de conciencia, nuestra iniciativa y nuestra energía; no basta colocar la etiqueta de "vanguardia" sobre una teoría y una práctica de retaguardia.
   
Pero -- nos preguntarán y nos preguntan ya los partidarios acérrimos del "estrecho contacto orgánico con la lucha pro-
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letaria" --, si debemos encargarnos de la organización de denuncias de los abusos cometidos por el gobierno que interesen realmente a todo el pueblo, ¿en qué se manifestará entonces el carácter de clase de nuestro movimiento? ¡Pues precisamente en que seremos nosotros, los socialdemócratas, quienes organicemos esas campañas de denuncias que interesen a todo el pueblo; en que todas las cuestiones planteadas en nuestra agitación serán esclarecidas desde un punto de vista invariablemente socialdemócrata, sin ninguna indulgencia para las deformaciones, intencionadas o no, del marxismo; en que esta agitación política multiforme será realizada por un partido que reúna en un todo indivisible la ofensiva en nombre del pueblo entero contra el gobierno con la educación revolucionaria del proletariado, salvaguardando al mismo tiempo su independencia política, y con la dirección de la lucha económica de la clase obrera y la utilización de sus conflictos espontáneos con sus explotadores, conflictos que ponen en pie y traen sin cesar a nuestro campo a nuevas capas del proletariado!
   
Pero uno de los rasgos más caracteristicos del economismo es precisamente no comprender esta relación; aun más: no comprender el hecho de que la necesidad más urgente del proletariado (educación política en todos los aspectos, por medio de la agitación política y de las campañas de denuncias políticas) coincide con idéntica necesidad del movimiento democrático general. Esta incomprensión se pone de manifiesto no sólo en las frases de Martínov, sino también en diferentes pasajes de absolutamente la misma sígnificación, en los que los economistas se refieren a un pretendido punto de vista de clase. He aquí, por ejemplo, cómo se expresan los autores de la carta "economista", publicada en
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el número 12 de Iskra [*]. "Este mismo defecto fundamental de Iskra [la sobreestimación de la ideologíal es la causa de su inconsecuencia en las cuestiones acerca de la actitud de la socialdemocracia ante las diversas dases y tendencias sociales. Resolviendo por medio de construcciones teóricas . . . [y no basándose en "el crecimiento de las tareas del Partido, que crecen junto con éste . . ."] la tarea de pasar inmediatamente a la lucha contra el absolutismo y apercibiéndose, probablemente, de toda la dificultad de esta tarea para los obreros dado el actual estado de cosas . . . [y no sólo apercibiéndose, sino sabiendo muy bien que esta tarea les parece menos difícil a los obreros que a los intelectuales "economistas" que tratan a aquéllos como a niños, pues los obreros están dispuestos a batirse incluso por reivindicaciones que no prometan, para emplear las palabras del inolvidable Martínov, ningún "resultado tangible"] . . ., pero no teniendo la paciencia de esperar a que se hayan acumulado fuerzas para esta lucha, Iskra comienza a bus car aliados entre los liberales y los intelectuales" . . .
   
Sí, sí, se nos ha acabado, en efecto, toda la "paciencia" para "esperar" los días felices que nos prometen desde hace mucho los "conciliadores" de toda clase y en los cuales nuestros economistas cesarán de echar a los obreros la culpa de su propio atraso, de justificar su insuficiente energía por una
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pretendida insuficiencia de fuerzas de los obreros. ¿En qué, preguntamos a nuestros economistas, debe consistir la "acumulación de fuerzas por los obreros para esta lucha"? ¿No es evidente que consiste en la educación política de los obreros, en poner ante ellos al desnudo todos los aspectos de nuestro infame régimen autocrático? ¿Y no está claro que justamente para este trabajo necesitamos tener "aliados entre los liberales y los intelectuales", prestos a aportarnos sus denuncias sobre la campaña política contra los zemstvos, los maestros, los funcionarios de Estadística, los estlldiantes, etc.? ¿Será realmente tan difícil de comprender este asombrosamente "sabio mecanismo"? ¿No os repite ya P. Axelrod desde 1897 que "el problema de que los socialdemócratas rusos conquisten partidarios y aliados directos o indirectos entre las clases no proletarias se resuelve ante todo y principalmente por el carácter de la propaganda hecha en el seno del proletariado mismo"? ¡Pero Martínov y los otros economistas siguen, no obstante, creyendo que los obreros deben primero acumular fuerzas por medio de "la lucha económica contra los patronos y el gobierno" (para la política tradeunionista) y sólo después, según parece, "pasar" de la "educación" tradeunionista de la "actividad" a la actividad socialdemócrata!
   
". . . En sus indagaciones -- continúan los economistas --, Iskra se desvía frecuentemente del punto de vista de clase, escamoteando los antagonismos de clase y colocando en el primer plano la comunidad del descontento contra el gobierno, a pesar de que las causas y el grado de este descontento son muy diferentes entre los 'aliados'. Tal es, por ejemplo, la actitud de Iskra hacia los zemstvos". . . "Iskra [según dicen los economistas] promete a los nobles, descon-
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tentos de las limosnas gubernamentales, la ayuda de la clase obrera, y haciendo esto no dice ni palabra del antagonismo de clase que separa a estos dos sectores de la población". Si el lector se remite a los artículos "La autocracia y los zemstvos" (números 2 y 4 de Iskra )[*], a los que por lo visto hacen alusión los autores de la carta, verá que están consagrados a la actitud del gobierno ante la "blanda agitación del zemstvo burocrático censatario" y ante la "actividad independiente de las clases poseedoras". El artículo dice que el obrero no puede contemplar con indiferencia la lucha del gobierno contra el zemstvo; invita a los zemtsi a dejar a un lado sus discursos blandos y a pronunciarse con palabras firmes y categóricas cuando la socialdemocracia revolucionaria se alce con toda su fuerza ante el gobierno. ¿Qué hay en esto de inaceptable para los autores de la carta? Nadie lo sabe. ¿Piensan que el obrero "no comprenderá" las palabras "clases poseedoras" y "zemstvo burocrático censatario"? ¿Creen que el hecho de impulsar a los zemtsi a pasar de los discursos blandos a las palabras categóricas es una "sobreestimación de la ideología"? ¿Se imaginan que los obreros pueden "acumular fuerzas" para la lucha contra el absolutismo si no saben siquiera cómo éste trata incluso a los zemstvos? Nadie lo sabe tampoco. Lo único claro es que los autores tienen una idea muy vaga de las tareas políticas de la socialdemocracia. Que esto es así nos lo dice con mayor claridad aún esta frase: "Idéntica es la actitud de Iskra ante el movimiento estudiantil" (es decir, que también
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"escamotea los antagonismos de clase"). En lugar de exhortar a los obreros a afirmar, por medio de una manifestación pública, que el verdadero origen de la violencia, de la arbitrariedad y de la depravación no se halla en la juventud universitaria, sino en el gobierno ruso (Iskra, núm. 2)[*], ¡deberíamos haber publicado, por lo que se ve, razonamientos concebidos en el espíritu de R. Misl! Y semejantes ideas son expresadas por socialdemócratas, en el otoño de 1901, después de los acontecimientos de febrero y de marzo, en vísperas de un nuevo auge del movimiento estudiantil, auge que revela que, incluso en este plano, la "espontaneidad" de la protesta contra la autocracia rebasa a la dirección consciente del movimiento por la socialdemocracia. ¡La aspiración espontánea de los obreros a intervenir en favor de los estudiantes apaleados por la policía y los cosacos rebasa a la actividad consciente de la organización socialdemócrata!
   
"Sin embargo, en otros artículos -- continúan los autores de la carta --, Iskra condena violentamente todo compromiso y defiende, por ejemplo, la posición de intolerancia de los 'guesdistas'." A quienes suelen afirmar con tanta presunción y ligereza que las discrepancias actuales entre los socialdemócratas no son esenciales y no justifican una escisión, les aconsejamos que mediten cuidadosamente estas palabras. Los que afirman que no hemos hecho casi nada todavía para demostrar la hostilidad de la autocracia hacia las clases más diversas, para hacer conocer a los obreros la oposición de los sectores más diversos de la población contra la autocracia, ¿pueden militar eficazmente en una misma organiza-
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ción con quienes ven erl esta actividad un "compromiso", evidentemente un compromiso con la teoría de la "lucha económica contra los patronos y el gobierno"?
   
Con ocasión del 40 aniversario de la liberación de los campesinos, hemos hablado de la necesidad de llevar la lucha de clases al campo (Iskra, núm. 3)[*]; a propósito de la memoria secreta de Witte, hemos descrito (núm. 4) la incompatibilidad que existe entre la administración autónoma local y la autocracia; en relación con la nueva ley (núm. 8)[**], hemos atacado el feudalismo de los terratenientes y del gobierno que les sirve, y hemos saludado el Congreso ilegal de los zemstvos (núm. 8), alentando a los "zemtsi" a pasar de las peticiones humillantes a la luchs; hemos alentado (núm 3, con motivo del llamamiento del 25 de febrero del Comité Ejecutivo de los estudiantes de Moscú) a los estudiantes que, comenzando a comprender la necesidad de la lucha política, la han emprendido, y, al mismo tiempo, hemos fustigado la "bárbara incomprensión" de los partidarios del movimiento "puramente universitario" que exhortan a los estudiantes a no participar en las manifestaciones callejeras; hemos puesto al descubierto (núm. 5) los "sueños absurdos", la "mentira y la hipocresía" de los taimados liberales del periódico Rossía [34] [Rusia ], y, al mismo tiempo, hemos estigmatizado la rabiosa represión gubernamental que "se ejerce contra pacíficos literatos, contra viejos profesores y sabios, contra conocidos liberales de los zemstvos" ("Redada policiaca contra la literatura", núm, 5) � hemos revelado (núm.
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6)[*] el sentido verdadero del programa "de tutela del Estado para el mejoramiento de la vida de los obreros" y celebrado la "confesión preciosa" de que "más vale prevenir con reformas dcsde arriba las exigencias de reformas desde abajo, que esperar esta última eventualidad"; hemos alentado (núm. 7) a los funcionarios de Estadistica en su protesta y condenado a los funcionarios esquiroles (núm. 9). ¡El que vea en esta táctica un oscurecimiento de la conciencia de clase del proletariado y un compromiso con el liberalismo revela que no entiende en absoluto el verdadero sentido del programa del "Credo" y, de facto, aplica precisamente este programa, por mucho que lo repudie! Porque, por eso mismo, arrastra a la socialdemocracia a "la lucha económica contra los patronos y el gobierno" y retrocede ante el liberalismo, renunciando a la tarea de intervenir activamente en cada problema de carácter "liberal" y a determinar frente a cada uno de estos problemas su propia actitud, su actitud socialdemócrata.
   
Estas amables palabras son de Rab. Dielo, que de este modo contesta a nuestra acusación de "haber preparado indirectamente el terreno para hacer del movimiento obrero un instrumento de la democracia burguesa". En su simplicidad, Rab. Dielo ha decidido que esta acusación no es ni más ni menos que un extravagante recurso polémico. Como si dijera: estos agrios dogmáticos han decidido decirnos toda clase de cosas desagradables, porque ¿qué puede
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resultar más desagradable que ser instrumento de la democracia burguesa? Y se publica en negrilla un "mentís": "Una calumnia sin paliativos" (Dos congresos, pág. 30), "una mixtificación" (pág 31), "una mascarada" (pág. 33). Como Júpiter, Rab. Dielo (aunque se parece bastante poco a Júpiter) se enfada precisamente porque no tiene razón, y demuestra, injuriando de antemano, que es incapaz de seguir el hilo de las ideas de sus adversarios. Y, sin embargo, no hay que reflexionar mucho para comprender por qué todo culto de la espontaneidad del movimiento de masas, todo rebajamiento de la política socialdemócrata al nivel de la política tradeunionista equivale precisamente a preparar el terreno para convertir el movimiento obrero en instrumento de la democracia burguesa. El movimiento obrero espontáneo no puede crear por sí solo más que el tradeunionismo (e inevitablemente lo crea), y la política tradeunionista de la clase obrera es precisamente la política burguesa de la clase obrera. La participación de la clase obrera en la lucha política, e incluso en la revolución política, no hace en modo alguno de su política una política socialdemócrata. ¿Se le ocurrirá a Rabócheie Dielo negar esto? ¿Se le ocurrirá, por fin, exponer ante todo el mundo, sin ambages ni rodeos, el concepto que tiene de los problemas candentes de la socialdemocracia internacional y rusa? No, nunca se le ocurrirá nada semejante, porque se mantiene firmemente aferrado al recurso de "hacerse el muerto": ni yo soy yo, ni el caballo es mío ni soy el cochero. Nosotros no somos economistas, Rabóchaia Misl no es el economismo; en general, en Rusia no hay economismo. Es un recurso muy hábil y "político", que sólo tiene el pequeño inconveniente de que a los órganos que lo ponen en práctica se les suele aplicar el mote de "Usted dirá".
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Rab. Dielo cree que, en general, la democracia burguesa es en Rusia una "quimera" (Dos congresos, pág. 32)[*]. ¡Qué gentes más felices! Como el avestruz, esconden la cabeza bajo el ala y se imaginan que con eso han hecho desaparecer todo lo que les rodea. Una serie de publicistas liberales que, cada mes, anuncian triunfalmente que el marxismo está en descomposición e incluso que ha desaparecido; una serie de periódicos liberales (Sanpetersbúrgskie Viédomosti [35], Rússkie Viédomosti [Noticias de Rusia ] y muchos otros), en cuyas columnas se estimula a los liberales que llevan a los obreros una concepción brentaniana** de la lucha de clases y una concepción tradeunionista de la política; la pléyade de críticos del marxismo, cuyas verdaderas tendencias ha puesto tan bien al descubierto el "Credo" y cuya mercancía literaria es la única que circula por Rusia sin impuestos ni alcabalas; la reanimación de las tendencias revolucionarias no socialdemócratas, sobre todo después de los sucesos de febrero y marzo; ¡todo esto, por lo visto, es una quimera! ¡Todo esto no tiene en absoluto nada que ver con la democracia burguesa!
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Rab. Dielo, lo mismo que los autores de la carta economista del número 12 de Iskra, debieran haber "pensado en la razón de que los sucesos de la primavera hayan producido una reanimación tan considerable de las tendencias revolucionarias no socialdemócratas, en lugar de fortalecer la autoridad y el prestigio de la socialdemocracia". La razón consiste en que no hemos estado a la altura de nuestra misión, en que la actividad de las masas obreras estaba por encima de la nuestra, en que no hemos tenido dirigentes y organizadores revolucionarios suficientemente preparados, que conocieran perfectamente el estado de ánimo de todas las capas de la oposición y supieran ponerse a la cabeza del movimiento, convertir una manifestación espontánea en una manifestación política, imprimirle un carácter político más amplio, etc. En estas condiciones, seguirán inevitablemente aprovechándose de nuestro atraso los revolucionarios no-socialdemócratas más dinámicos y más enérgicos, y los obreros, por grandes que sean la abnegación y la energía con que luchen con la policía y con las tropas, por muy revolucionaria que sea su actuación, no podrán ser más que una fuerza que apoye a esos revolucionarios, serán retaguardia de la democracia burguesa, y no vanguardia socialdemócrata. Tomemos el caso de la socialdemocracia alemana, de la que nuestros economistas quieren imitar sólo los lados débiles. ¿Por qué no se produce en Alemania ni un solo suceso político sin que contribuya a afianzar más y más la autoridad y el prestigio de la socialdemocracia? Porque la socialdemocracia resulta ser siempre la primera en la apreciación más revolucionaria de cada suceso, en la defensa de toda protesta contra la arbitrariedad. No acaricia la ilusión de que la lucha económica llevará a los obreros a pensar en su privación de todo derecho, en que las condiciones con-
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cretas llevan fatalmente al movimiento obrero al camino revolucionario. Interviene en todos los aspectos y en todos los problemas de la vida social y política: interviene cuando Guillermo se niega a ratificar el nombramiento de un alcalde progresista burgués (¡nuestros economistas no han tenido aún tiempo de explicar a los alemanes que esto es, en el fondo, un compromiso con el liberalismo!); interviene cuando se dicta una ley contra las obras e imágenes "inmorales", cuando el gobierno ejerce una presión para que sean elegidos determinados profesores, etc., etc. Siempre está la socialdemocracia en primera línea, excitando el descontento político en todas las clases, sacudiendo a los dormidos, espoleando a los rezagados, proporcionando abundantes materiales para el desarrollo de la conciencia política y de la actividad política del proletariado. Como consecuencia de todo esto, hasta los enemigos conscientes del socialismo se penetran de respeto hacia el luchador político de vanguardia, y no es raro que un documento importante, no sólo de las esferas burguesas, sino incluso de las esferas burocráticas y palaciegas, vaya a parar por una especie de milagro a la sala de redacción de Vorwärts.
   
Ahí está la clave de la aparente "contradicción" que sobrepasa la capacidad de comprensión de Rabócheie Dielo hasta tal punto, que éste se limita a levantar las manos al cielo clamando: "¡Mascarada!". En efecto, ¡figúrense ustedes: nosotros, Rabócheie Dielo, consideramos como piedra angular el movimiento obrero de masas (¡y lo imprimimos en negrilla!), prevenimos a todos y a cada uno contra el peligro de aminorar la importancia del elemento espontáneo, queremos imprimir a la misma, a la misma, a la misma lucha económica un carácter político, queremos mantener un contacto estrecho y orgánico con la lucha proletaria! Y se nos
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dice que preparamos el terreno para convertir el movimiento obrero en instrumento de la democracia burguesa. ¿Y quién nos lo dice? ¡Gentes que llegan a un "compromiso" con el liberalismo, inmiscuyéndose en todos los problemas "liberales" (¡qué incomprensión del "contacto orgánico con la lucha proletaria"!), dedicando tanta atención a los estudiantes e incluso (¡qué horror!) a los zemtsi! ¡Gentes que, en general, quieren consagrar una parte mayor dé sus fuerzas (en comparación con los economistas) a la actuación entre las clases no proletarias de la población! ¿No es esto una "mascarada"?
   
¡Pobre Rabócheie Dielo! ¿Llegará alguna vez a desentrañar el secreto de este complicado mecanismo?
   
Las afirmaciones de Rab. Dielo -- examinadas más arriba --, cuando dice que la lucha económica es el medio de agitación política más ampliamente aplicable, que nuestra tarea consiste ahora en imprimir a la lucha económica misma un carácter político, etc., demuestran que se tiene una comprensión estrecha de nuestras tareas, no solamente en el terreno político, sino también en el de organización. Para la "lucha económica contra los patronos y el gobierno" no hace falta en absoluto una organización centralizada destinada a toda Rusia (que, por ello mismo, no puede formarse en el curso de semejante lucha), una organización que reúna en un solo impulso común todas las manifestaciones de
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oposición política, de protesta y de indignación, una organización formada por revolucionarios profesionales y dirigida por verdaderos jefes políticos de todo el pueblo. Y esto se comprende. El carácter de la estructura de cualquier institución está, natural e inevitablemente, determinado por el contenido de dicha institución. Por esto Rab. Dielo, con las afirmaciones que hemos examinado anteriormente, consagra y legitima, no sólo la estrechez de la actividad política, sino también la estrechez del trabajo de organización. Y en este caso, como en todos, es un órgano de prensa cuya conciencia retrocede ante la espontaneidad. Y, sin embargo, el prosternarse ante las formas de organización que surgen espontáneamente, el no tener conciencia de lo estrecho y primitivo de nuestro trabajo de organización, el no ver hasta qué punto somos todavía "artesanos" en este importante dominio, la falta de esta conciencia, digo, es una verdadera enfermedad de nuestro movimiento. No es, desde luego, una enfermedad propia de la decadencia, sino del crecimiento. Pero precisamente ahora, cuando la ola de la indignación espontánea nos cubre, por decirlo así, a nosotros, como dirigentes y organizadores del movimiento, es singularmente necesaria la lucha más intransigente contra toda defensa del atraso, contra toda legitimación de la estrechez de miras en este sentido; es singularmente necesario despertar, en cuantos toman parte o se proponen tomar parte en el trabajo práctico, el dcscontento por los métodos primitivos de trabajo que reinan entre nosotros y la decisión inquebrantable de desembarazarnos de ellos.
   
Vamos a tratar de responder a esta pregunta trazando en pocas palabras un cuadro de la actividad de un círculo
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socialdemócrata típico, por los años de 1894 a 1901. Ya hemos hablado del apasionamiento general de la juventud estudiantil de aquel período por el marxismo. Claro que este apasionamiento no correspondía sólo, ni siquiera tanto, al marxismo en calidad de teoría, como en calidad de respuesta a la pregunta: "¿qué hacer?", como en calidad de llamamiento para ponerse en marcha contra el enemigo. Y los nuevos combatientes se ponían en marcha con un equipo y una preparación extraordinariamente primitivos. En muchísimos casos carecían casi por completo hasta de equipo y no tenían absolutamente ninguna preparación. Iban a la guerra como verdaderos mujiks, sin más que un garrote en la mano. Falto de toda relación con los círculos de otros lugares o incluso con los de otros puntos de la ciudad (o de otros centros de enseñanza), sin organización alguna de las diferentes partes del trabajo revolucionario, sin plan alguno sistemático de acción para un período más o menos prolongado, un círculo de estudiantes se pone en contacto con obreros y empieza a trabajar. Paulatinamente, desarrolla una agitación y una propaganda cada vez más vasta, y, por el hecho de su intervención, se atrae las simpatías de sectores obreros bastante amplios, la simpatía de una parte de la sociedad ilustrada, que proporciona dinero y pone a disposición del "Comité" nuevos y nuevos grupos de jóvenes. Crece el prestigio del comité (o Unión de lucha), crece la envergadura de su actividad, y aquél va ampliando esta actividad de un modo completamente espontáneo: las mismas personas que, un año o unos cuantos meses antes, intervenían en círculos de estudiantes y resolvían la cuestión de "¿dónde ir?", que establecían y mantenían relaciones con los obreros, componían y publicaban octavillas, se ponen en relación con otros grupos de revolucionarios, consiguen pu-
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blicaciones, emprenden la labor de publicar un periódico local, empiezan a hablar de organizar una manifestación y, por fin, pasan a operaciones militares abiertas (operaciones militares abiertas que pueden ser, según las circunstancias, la primera hoja de agitación, el primer número del periódico, la primera manifestación). Y, por lo general, en cuanto se inician dichas operaciones, se produce un fracaso inmediato y completo. Y el fracaso es inmediato y completo, precisamente porque esas operaciones militares no son el resultado de un plan sistemático, premeditado, minuciosamente establecido para una lucha larga y empeñada, sino, sencillamente, el crecimiento espontáneo de una labor de círculo hecha de acuerdo con la tradición; porque la policía, como es natural, conoce casi siempre a todos los principales dirigentes del movimiento local, que ya han "dado que hablar" en los bancos de la universidad, y sólo espera el momento más propicio para hacer la redada, dejando con toda intención que el círculo se extienda y se desarrolle lo bastante para contar con un corpus delicti tangible, y dejando cada vez intencionadamente unas cuantas personas de ella conocidas, como "de semilla" (expresión técnica que emplean, según mis noticias, tanto los nuestros como los gendarmes). No puede uno menos de comparar semejante guerra con una expedición de bandas de campesinos armados de garrotes, contra un ejército moderno. Como tampoco podemos menos de admirar la vitalidad de un movimiento que se ha extendido, ha crecido y ha obtenido victorias, a pesar de la completa falta de preparación de los combatientes. Es cierto que, desde el punto de vista histórico, el carácter primitivo del equipo era, no sólo inevitable al principio, sino incluso legítimo, como una de las condiciones que permitía atraer gran cantidad de combatientes Pero en cuanto empezaron
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las operaciones militares serias (y empezaron ya, en realidad, con las huelgas del verano de 1896), las deficiencias de nuestra organización de combate se hicieron sentir cada vez más. Después del primer momento de sorpresa, después de haber cometido una serie de errores (como dirigirse a la opinión pública contando fechorías de los socialistas, o deportar a los centros industriales de provincias obreros de las capitales), el gobierno no tardó en adaptarse a las nuevas condiciones de la lucha y supo colocar en los puntos convenientes sus destacamentos de provocadores, de espias y de gendarmes, dotados de todos los perfeccionamientos. Las redadas se hicieron tan frecuentes, extendiéndose a un número de personas tan grande, dejando los círculos locales hasta tal punto vacios, que la masa obrera quedaba literalmente sin dirigentes, el movimiento cobraba un increible carácter esporádico y era absolutamente imposible establecer continuidad ni conexión alguna en el trabajo. La extraordinaria dispersión de los militantes locales, la composición fortuita de los circulos, la falta de preparación y la estrechez de horizontes en el terreno de las cuestiones teóricas, políticas y de organización eran consecuencia inevitable de las condiciones descritas. Las cosas han llegado a tal extremo que en algunos lugares, los obreros, viendo nuestra falta de firmeza y de discreción, sienten desconfianza hacia los intelectuales y se apartan de ellos: ¡los intelectuales, dicen, provocan las detenciones demasiado irreflexivamente!
   
Toda persona que conozca algo el movimiento sabe que no hay un socialdemócrata razonable que no vea ya, al fin, en el carácter primitivo de los métodos de trabajo, una enfermedad. Pero para que el lector no iniciado no vaya a creer que "construimos" artificialmente una fase especial o una peculiar enfermedad del movimiento, nos remitiremos
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al testigo que ya hemos citado antes. Que se nos disculpe la extensión de la cita.
   
"Si el paso gradual a una actividad práctica más amplia -- escribe B-v en el número 6 de Rab. Dielo --, paso que depende del período general de transición por el que atraviesa el movimiento obrero ruso, es un rasgo característico. . . , existe otro rasgo no menos interesante en el conjunto del mecanismo de la revolución obrera rusa. Nos referimos a la escasez general de fuenas revolucionarias aptas para la acción [*], que se deja sentir no solo en Petersburgo, sino en toda Rusia. A medida que el movimiento obrero se intensifica, a medida que se desarrolla la masa obrera, a medida que se hacen más frecuentes los casos de huelgas, que la lucha de masas de los obreros se despliega más abiertamente, lo que recrudece la persecución gubernamental, las detenciones, los destierros y deportaciones, esta escasez de fuerzas revolucionarias de alta calidad se hace cada vez más sensible e, indudablemente, no deja de influir sobre la profundidad y el carácter general del movimiento. Muchas huelgas se desarrollan sin que las organizaciones revolucionarias ejerzan sobre ellas una influencia enérgica y directa. . . , se deja sentir la escasez de hojas de agitación y de publicaciones ilegales. . . , los círculos obreros se quedan sin agitadores. . . Al mismo tiempo, se nota constantemente la falta de recursos pecuniarios. En una palabra, el crecimiento del movimiento obrero sobrepasa al crecimiento y al desarrollo de las organizaciones revolucionarias. Los efectivos de revolucionarios activos resultan ser demasiado insignificantes para concentrar en sus manos la influencia sobre toda la masa obrera en agitación, para dar a todos los disturbios ni aun sombra de armonía y organización. . . Los círculos dispersos, los revolucionarios dispersos no están unidos, no están agrupados, no constituyen una organización única, fuerte y disciplinada, con partes metódicamente desarrolladas. . ." Y después de formular la reserva de que si, en lugar de los círculos deshechos, aparecen in mediatamente nuevos árculos, este hecho "demuestra tan sólo la vitalidad del movimiento. . . , pero no prueba que exista una cantidad suficiente de militantes revolucionarios plenamente aptos", el autor concluye: "La falta de preparación práctica de los revolucionarios petersburgueses se refleja también en los resultados de su trabajo. Los últimos procesos, y en particular los de los grupos 'Autoemancipación' y 'Lucha del Trabajo contra el Capital'[36], han demostrado claramente que un agitador joven, que no conozca al detalle las condiciones del trabajo y, por con-
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siguiente, de la agitación en una fábrica determinada que no conozca los principios de la conspiración y que sólo haya asimilado [¿asimilado?] las ideas generales de la socialdemocracia, puede trabajar unos cuatro, cinco o seis meses. Luego viene la detención, que muchas veces trae consigo el desmoronamiento de toda la organización o, por lo menos, de una parte de ella. Cabe preguntar: ¿puede un grupo trabajar con éxito, con fruto, cuando su existencia está limitada a unos cuantos meses? Es evidente que los defectos de las organizaciones existentes no pueden atribuirse por entero al período de transición. . . ; es evidente que la cantidad y, sobre todo, la calidad de los efectivos de las organizaciones activas desempeñan aquí un papel de no escasa importancia, y la tarea primordial de nuestros socialdemócratas. . . debe consistir en unificar realmente las organizaciones, con una selección rigurosa de sus miembros".
   
Debemos detenernos ahora en una cuestión que seguramente se plantean ya todos los lectores: ¿puede establecerse una relación entre estos métodos primitivos de trabajo, como enfermedad de crecimiento, que afecta a todo el movimiento, y el economismo, como una de las tendencias de la socialdemocracia rusa? Nosotros creemos que si. La falta de preparación práctica, la falta de habilidad en la labor de organización son, en efecto, cosas comunes a todos nosotros, incluso a quienes desde el principio han sustentado inflexiblemente el punto de vista del marxismo revolucionario. Y es cierto que nadie podría echar en cara a los militantes consagrados al trabajo práctico esta falta de preparación por sí sola. Pero, además de la falta de preparación, el concepto "métodos primitivos de trabajo" supone otra cosa: supone el reducido alcance de todo el trabajo revolucionario en general, el no comprender que sobre la base de este trabajo de estrecho horizonte no se puede constituir una buena organización de revolucionarios, y, por último -- y esto es lo principal --, supone tentativas de justificar esta
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estrechez de horizontes y de erigirla en una "teoría" particular, es decir, supone el culto de la espontaneidad también en este terreno. Y tan pronto como se manifestaron tales tentativas, se hizo indudable que los métodos primitivos de trabajo están relacionados con el economismo, y que no nos libraremos de la estrechez en nuestro trabajo de organización si no nos libramos del economismo en general (es decir, de una concepción estrecha, tanto de la teoría del marxismo como del papel de la socialdemocracia y de sus tareas políticas). Y esas tentativas han sido observadas en dos direcciones. Unos comenzaron a decir que la masa obrera no había planteado aún ella misma tareas políticas tan amplias y tan combativas como las que le "imponían" los revolucionarios, que debe luchar todavía por reivindicaciones políticas inmediatas, sostener "una lucha económica contra los patronos y el gobierno"* (y a e-sta lucha "accesible" al movimiento de masas corresponde, naturalmente, una organización "accesible" incluso a la juventud menos preparada). Otros, alejados de todo "gradualismo", comenzaron a decir que se podía y se debía "hacer la revolución política", pero que, para eso, no había necesidad alguna de crear una fuerte organización de revolucionarios que educara al proletariado en una lucha firme y empeñada; que para eso era suficiente que cogiéramos todos el garrote ya conocido y "accesible". Hablando sin alegorías: que organizásemos la huelga general** o estimulásemos el proceso del movimiento obrero, "dormido", con un "terror exci-
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tante"[*]. Ambas tendencias, la oportunista y la "revolucionista", capitulan ante los métodos primitivos de trabajo imperantes, no tienen fe en la posibilidad de librarse de ellos, no comprenden nuestra primera y más urgente tarea práctica: crear una organización de revolucionarios capaz de dar a la lucha política energía, firmeza y continuidad.
   
Acabamos de citar las palabras de B-v: "El crecimiento del movimiento obrero sobrepasa al crecimiento y al desarrollo de las organizaciones revolucionarias". Esta "valiosa noticia de un observador directo" (comentario de la redacción de Rabócheie Dielo al artículo de B-v) tiene para nosotros valor doble. Demuestra que teníamos razón al considerar que la causa fundamental de la crisis por que atraviesa actualmente la sociaídemocracia rusa está en el atraso de los dirigentes ("ideólogos", revolucionarios, socialdemócratas) respecto al movimiento ascensional espontáneo de las masas. Demuestra que todas esas disquisiciones de los autores de la carta economista (en el núm. 12 de Iskra ), B. Krichevski y Martínov, sobre el peligro de aminorar la importancia del elemento espontáneo, de la lucha cotidiana y gris, sobre la táctica-proceso, etc., son precisamente una defensa y una exaltación de los métodos primitivos de trabajo. Esas gentes que no pueden pronunciar la palabra "teórico" sin una mueca de desprecio, que llaman "sentido de la vida" a su prosternación ante la falta de preparación para la vida y ante la falta de desarrollo, demuestran de hecho que no comprenden nuestras tareas prácticas más imperiosas. A gentes que se han quedado atrás les gritan: "¡Guardad el paso! ¡No os adelantéis!" ¡A gentes que adolecen de falta de energía y de iniciativa en el trabajo
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de organización, de falta de "planes" para organizar amplia y valientemente el trabajo, les hablan de la "táctica-proceso"! Nuestro pecado capital consiste en rebajar nuestras tareas políticas y de organización al nivel de los intereses inmediatos, "tangibles", "concretos" de la lucha económica cotidiana, ¡pero siguen cantándonos: hay que imprimir a la lucha económica misma un carácter político! Repetimos: esto es literalmente el mismo "sentido de la vida" que de mostraba poseer el personaje de la épica popular que gritaba, al paso de un entierro: "¡Ojalá tengáis siempre algo que llevar!"
   
Recordad la presunción incomparable, verdaderamente digna de "Narciso", con que esos sabios aleccionaban a Plejánov: "A los círculos obreros no les son accesibles en general [¡sic!] las tareas políticas en el sentido real, práctico de esta palabra, es decir, en el sentido de una lucha práctica, conveniente y eficaz, por reivindicaciones políticas" (Respuesta de la Red. de R. D., pág. 24) ¡Hay círculos y círculos, señores! A un círculo que emplee métodos primitivos de trabajo, desde luego, no le son accesibles las tareas políticas, mientras no reconozca el carácter primitivo de dichos métodos de trabajo y no se libre de ellos. Pero si, además, esos artesanos están enamorados de sus métodos primitivos, si escriben siempre en cursiva la palabra "práctico" y se imaginan que la práctica exige que ellos rebajen sus tareas al nivel de comprensión de las capas más atrasadas de la masa, entonces, desde luego, esos artesanos son incurables, y, en efecto, las tareas políticas les son en general inaccesibles. Pero a un círculo de corifeos como Alexéiev y Myshkin, Jalturin y Zheliábov les son accesibles las tareas políticas en el sentido más real, más práctico de la palabra, y les son accesibles precisamente por cuanto sus ardientes
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prédicas encuentran eco en la masa, que se despierta espontáneamente; por cuanto su hirviente energía es secundada y apoyada por la energía de la clase revolucionaria. Plejánov tenía mil veces razón cuando no sólo indicó cuál era esta clase revolucionaria, no sólo demostró que era inevitable e ineludible su despertar espontáneo, sino que planteó incluso ante los "círculos obreros" un alto y grandioso cometido político. Y vosotros invocáis el movimiento de masas que ha surgido a partir de entonces, para rebajar ese cometido, para reducir la energía y el alcance de la actividad de los "círculos obreros". ¿Qué es esto sino egolatría del artesano enamorado de sus métodos primitivos? Os vanagloriáis de vuestro espíritu práctico y no veis el hecho conocido de todo militante ruso entregado al trabajo práctico: qué milagros puede hacer en la obra revolucionaria, no sólo la energía de un círculo, sino incluso la energía de un solo individuo. ¿0 es que creéis que en nuestro movimiento no pueden existir los corifeos que existieron en la década del 70? ¿Por qué razón? ¿Porque estamos poco preparados? ¡Pero nos preparamos, nos prepararemos y estaremos preparados! ¡Verdad es que el agua estancada de la "lucha económica contra los patronos y el gobierno" ha criado entre nosotros, por desgracia, verdín: han aparecido gentes que se ponen de hinojos adorando la espontaneidad y que contemplan con unción (como dice Plejánov) "la parte trasera" del proletariado ruso. Pero sabremos sacudirnos ese verdín. Precisamente ahora es cuando el revolucionario ruso dirigido por una teoría verdaderamente revolucionaria, apoyándose en una clase verdaderamente revolucionaria, que se despierta espontáneamente, puede al fin�¡al fin!�aízarse en toda su talla y desplegar todas sus fuerzas de gigante Para ello sólo hace falta que, en la
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masa de militantes entregados al trabajo práctico, en la masa todavía más extensa de gentes que sueñan con el trabajo práctico ya desde el banco de la escuela, sea acogido con burla y desprecio todo intento de rebajar nuestras tareas políticas y el alcance de nuestro trabajo de organización! ¡Y lo conseguiremos, señores, no se preocupen ustedes!
   
En el artículo "¿Por dónde empezar?" he escrito contra Rabócheie Dielo : "En 24 horas se puede modificar la táctica de agitación en algún problema especial, se puede modificar la táctica de realización de algún detalle de organización del Partido, pero cambiar, no digamos en veinticuatro horas, sino incluso en veinticuatro meses, el punto de vista que se tenga sobre el problema de si hace falta en general, siempre y absolutamente, la organización de combate y la agitación política entre las masas, es cosa que sólo pueden hacer personas sin principios"*. Rabócheie Dielo contesta: "Esta acusación de Iskra, la única que pretende estar basada en la realidad, carece en absoluto de fundamento. Los lectores de Rabócheie Dielo saben perfectamente que nos otros no sólo hemos exhortado a la agitación política, desde el principio, sin esperar a que apareciera Iskra. . . (diciendo que, no ya a los círculos obreros, "ni aun siquiera al movimiento obrero de masas se le puede píantear como primera tarea política la de derribar el absolutismo", sino únicamente la lucha por reivindicaciones políticas inmediatas, y que "las reivindicaciones políticas inmediatas se hacen accesibles a las masas después de una o, en todo caso, de varias huelgas"). . . , sino que también con nuestras publicaciones, editadas en el extranjero, hemos proporcionado a los camaradas que actúan en Rusia los únicos materiales de agitación
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política socialdemócrata . . . (y, en estos únicos materiales, no sólo se limitaban ustedes a aplicar la agitación política más amplia al terreno de la lucha meramente económica, sino que discurrieron, al fin, la idea de que esta agitación limitada era "la más ampliamente aplicabíe". ¿Y no advierten ustedes, señores, que su argumentación demuestra precisamente la necesidad de la aparición de Iskra -- en vista de la sola existencia de esos materiales únicos -- y la necesidad de la lucha de Iskra contra Rabócheie Dielo? ) . . . Por otra parte, nuestra actividad editorial preparaba en la práctica la unidad táctica del Partido. . . [¿la unidad de creer que la táctica es el proceso de crecimiento de las tareas del Partido, que crecen juntamente con éste? ¡Valiente unidad!] . . . y, por ello mismo, hacía posible crear una organización de combate', para cuya formación ha hecho la Unión todo lo que le era accesible a una organización residente en el extranjero" (Rabócheie Dielo, núm. 10, pág. 15). ¡Vano intento de salir del paso! Que han hecho ustedes cuanto les era accesible, es cosa que yo nunca he pensado en negar. Lo que yo he afirmado y afirmo es que los límites de lo que es "accesible" para ustedes se estrechan por la miopía de sus concepciones. Mueve a risa que se llegue ni aun a hablar de "organizaciones de combate" para luchar por "reivindicaciones políticas inmediatas" o para "la lucha económica contra los patronos y el gobierno".
   
Pero si el lector quiere ver perlas de enamoramiento "económico" de los métodos primitivos, tendrá que pasar, naturalmente, del ecléctico y vacilante Rab. Dielo al consecuente y decidido Rab. Misl. "Dos palabras ahora sobre la llamada propiamente intelectualidad revolucionaria -- escribía R. M. en el "Suplemento especial" de Rabóchaia Misl,
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pág. 13 --. Es cierto que más de una vez ha demostrado en la práctica que está totalmente dispuesta a "la contienda decisiva con el zarismo". Unicamente, lo malo es que, perseguida sin tregua por la policía política, nuestra intelectualidad revolucionaria consideraba esta lucha con la policía política como una lucha política contra la autocracia. Por esto sigue aún sin encontrar contestación a la pregunta: "¿De dónde sacar fuerzas para luchar contra la autocracia?"
   
¿No es verdad que es incomparable este olímpico desprecio que siente por la lucha contra la policía un admirador (en el peor sentido de la palabra) del movimiento espontáneo? ¡¡Está dispuesto a justificar nuestra falta de habilidad para el trabajo conspirativo diciendo que, con el movimiento espontáneo de masas, no tiene importancia, en el fondo, la lucha contra la policía política!! Esta conclusión monstruosa la suscribirían muy pocos: tan dolorosamente siente todo el mundo las deficiencias de nuestras organizaciones revolucionarias. Pero si no la suscribe, por ejemplo, Martínov, es sólo porque no sabe o no tiene el valor de meditar hasta el fin sus propias tesis. En efecto, ¿puede decirse acaso que una "tarea" como la de que las masas planteen reivindicaciones concretas, que prometan resultados tangibles, exige una preocupación especial por crear una organización de revolucionarios sólida, centralizada y combativa? ¿No realiza también esta "tarea" una masa que de ninguna manera "lucha contra la policía política"? Aún más: ¿sería realizable esa tarea, si, además de un reducido número de dirigentes, no se encargaran de cumplirla también (en su inmensa mayoría) obreros que son absolutamente incapaces de "luchar contra la policía política"? Estos obreros, los hombres medios de la masa, son capaces de dar
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pruebas de una energía y abnegación gigantescas en una huelga, en la lucha contra la policía y las tropas en la calle, pueden (y son los únicos que pueden) decidir el desenlace de todo nuestro movimiento, pero precisamente la lucha contra la policía política exige cualidades especiales, exige revolucionarios profesionales. Y nosotros no debemos preocuparnos sólo de que la masa "plantee" reivindicaciones concretas, sino también de que la masa de obreros "destaque", en número cada vez más grande, estos revolucionarios profesionales. Así, pues, hemos llegado al problema de las relaciones entre la organización de revolucionarios profesionales y el movimiento puramente obrero. A esta cuestión, poco desarrollada en las publicaciones, le hemos dedicado nosotros, los "políticos", mucho tiempo en conversaciones y discusiones con camaradas más o menos inclinados hacia el economismo. Merece la pena de detenerse en él especialmente. Pero terminemos antes con otra cita la ilustración de nuestra tesis sobre la relación entre los métodos primitivos de trabajo y el economismo.
   
"El grupo 'Emancipación del Trabajo' -- decía Sr. N. N.[37] en su 'Respuesta' -- exige que se luche directamente contra el gobierno, sin pensar dónde está la fuerza material necesaria para dicha lucha, sin indicar qué caminos ha de seguir ésta". Y, subrayando esta última expresión, el autor hace a propósito de la palabra "caminos" la observación siguiente: "Esta circunstancia no puede explicarse por los fines de la conspiración, porque en el programa no se trata de una conjuración, sino de un movimiento de masas. Y las masas no pueden avanzar por caminos secretos. ¿Es acaso posible una huelga secreta? ¿Es posible celebrar en secreto una manifestación, presentar una petición
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en secreto?" (Vademécum, pág. 59). El autor ha abordado de lleno tanto la "fuerza material" (los organizadores de las huelgas y de las manifestaciones), como los "caminos" por los que tiene que seguir esta lucha; pero se ha quedado, sin embargo, confuso y perplejo, pues se "prosterna" ante el movimiento de masas, es decir, lo considera como algo que nos exime de nuestra actividad, de la actividad revolucionaria, y no como algo que debe alentar e impulsar nuestra actividad revolucionaria. Una huelga secreta es imposible, para las personas que participen en ella o tengan con ella relación inmediata. Pero, para las masas de obreros rusos, esa huelga puede ser (y lo es en la mayoría de los casos) un "secreto", porque el gobierno se preocupará de cortar toda relación con los huelguistas, se preocupará de hacer imposible toda difusión de noticias sobre la huelga. Y aquí es donde ya hace falta la "lucha contra la policía política", una lucha especial, una lucha que nunca podrá sostener activamente una masa tan amplia como la que toma parte en las huelgas. Esa lucha deben organizarla, "según todas las reglas del arte", personas que tengan como profesión la actividad revolucionaria. Y la organización de esta lucha no es ahora menos necesaria porque las masas se incorporen espontáneamente al movimiento. Al contrario, la organización se hace con este motivo más necesaria, por que nosotros, los socialistas, faltaríamos a nuestras obliga cioncs directas ante las masas, si no supiéramos impedir que la policía convierta en un secreto (y si a veces preparásemos nosotros mismos en secreto) cualquier huelga o manifesta ción. Y sabremos hacerlo precisamente porque las masas que despiertan espontáneamente destacarán también de su seno más y más "revolucionarios profesionales" (siempre
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que no se nos ocurra invitar a los obreros, en todos los tonos, a que sigan chapoteando en un mismo sitio).
   
Si en el concepto de "lucha económica contra los patronos y el gobierno" se engloba, para un socialdemócrata, el de "lucha política", es natural esperar que el concepto de "organización de revolucionarios" quede más o menos englobado en el de "organización de obreros". Es lo que realmente ocurre, de suerte que, cuando hablamos de organización, resulta que hablamos literalmente en lenguas diferentes. Recuerdo, por ejemplo, como si fuera ahora mismo una conversación que tuve un día con un economista bastante consecuente, al que yo antes no conocía. La conversación giraba en torno al folleto ¿Quién hará la revolución política? Pronto convinimos en que el defecto capital de este folleto consistía en no tener en cuenta la cuestión de la organización. Nos figurábamos estar ya de acuerdo, pero. . ., al seguir la conversación, resultó que hablábamos de cosas diferentes. Mi interlocutor acusaba al autor de no tener en cuenta las cajas de resistencia para casos de huelga, las sociedades de socorros mutuos, etc.; yo, en cambio, pensaba en la organización de revolucionarios indispensable para "hacer" la revolución política. ¡Y, en cuanto se reveló esta discrepancia, yo no recuerdo haber estado jamás de acuerdo sobre ninguna cuestión de principio con este economista!
   
Mas ¿en qué consistía el motivo de nuestras discrepancias? Precisamente en que los economistas se desvían constantemente del socialdemocratismo hacia el tradeunionismo, tanto en las tareas de organización como en las tareas polí-
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ticas. La lucha política de la socialdemocracia es mucho más amplia y más compleja que la lucha económica de los obreros contra los patronos y el gobierno. Del mismo modo (y como consecuencia de ello), la organización de un partido socialdemócrata revolucionario debe ser inevitablemente de un género distinto que la organización de los obreros para la lucha económica. La organización de los obreros debe ser, en primer lugar, sindical; en segundo lugar, debe ser lo más extensa posible; en tercer lugar, debe ser lo menos clandestina posible (aquí y en lo que sigue me refiero, claro está, sólo a la Rusia autocrática). Por el contrario, la organización de los revolucionarios debe englobar ante todo y sobre todo a gentes cuya profesión sea la actividad revolucionaria (por eso, yo hablo de una organización de los revolucionarios, teniendo en cuenta a los revolucionarios socialdemócratas). Ante esta característica general de los miembros de una tal organización debe desaparecer en absoluto toda distinción entre obreros e intelectuales, por no hablar ya de la distinción entre las diversas profesiones de unos y otros. Esta organización, necesariamente, no debe ser muy extensa, y es preciso que sea lo más clandestina posible. Detengámonos sobre estos tres puntos distintivos.
   
En los países que gozan de libertad política, la diferencia entre la organización sindical y la organización política es completamente clara, como es también clara la diferencia que existe entre las tradeuniones y la socialdemocracia. Las relaciones de esta última con las tradeuniones, desde luego, varían inevitablemente de unos países a otros, según las condiciones históricas, jurídicas, etc., pudiendo ser más o menos estrechas, complejas, etc. (desde nuestro punto de vista, deben ser lo más estrechas y lo menos complejas posible), pero no puede ni hablarse en los países libres de
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identificar la organización de los sindicatos con la organización del Partido socialdemócrata. En Rusia, en cambio, el yugo de la autocracia borra, a primera vista, toda distinción entre la organización socialdemócrata y el sindicato obrero, pues todo sindicato obrero y todo círculo están prohibidos, y la huelga, principal manifestación y arma de la lucha económica de los obreros, se considera en general crimen de derecho común (�y, a veces, incluso delito político!) De esta suerte, las condiciones de Rusia, de una parte, "incitan" con fuerza a pensar en las cuestiones políticas a los obreros que luchan en el terreno económico, y, de otra, "incita" a los socialdemócratas a confundir el tradeunionismo con el socialdemocratismo (nuestros Krichevski, Martínov y consortes, que no cesan de hablar de la "incitación" del primer género, no se dan cuenta de la "incitación" del segundo género). En efecto, imaginémonos a gentes absorbidas en un 99 por 100 por "la lucha económica contra los patronos y el gobierno". Los unos, durante todo el período de su actuación (de 4 a 6 meses), no pensarán jamás en la necesidad de una organización más compleja de revolucionarios. Los otros, tal vez, "tropezarán" con la literatura bernsteiniana, relativamente bastante difundida, y adquirirán la convicción de que lo que importa esencialmente es la "marcha progresiva de la lucha cotidiana y gris". Otros, en fin, se dejarán acaso seducir por la tentadora idea de dar al mundo un nuevo ejemplo de "estrecho contacto orgánico con la lucha proletaria", de contacto del movimiento sindical con el movimiento socialdemócrata. Cuanto más tarde llega un país al capitalismo y, por consiguiente, al movimiento obrero, dirán estas gentes, tanto más pueden participar los socialistas en el movimiento sindical y apoyarlo, y menos puede y debe haber sindicatos no-socialdemó-
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cratas. Hasta ahora el razonamiento es perfectamente justo, pero la desgracia consiste en que van más lejos y sueñan con una fusión completa entre el socialdemocratismo y el tradeunionismo. En seguida vamos a ver, por el ejemplo del Estatuto de la "Unión de Lucha" de San Petersburgo, la influencia perjudicial de estos sueños sobre nuestros planes de organización.
   
Las organizaciones obreras para la lucha económica deben ser organizaciones sindicales. Todo obrero socialdemócrata debe, dentro de lo posible, apoyar a estas organizaciones y trabajar activamente en ellas. De acuerdo. Pero es en absoluto contrario a nuestros intereses exigir que únicamente los socialdemócratas pueden ser miembros de las uniones "gremiales", ya que esto reduciría el alcance de nuestra influencia sobre la masa. Que participe en la unión gremial todo obrero que comprenda la necesidad de la unión para la lucha contra los patronos y contra el gobierno. El fin mismo de las uniones gremiales sería inasequible si no agrupasen a todos los obreros capaces de comprender aunque no fuese más que esta noción elemental, si estas uniones gremiales no fuesen unas organizaciones muy amplias. Y cuanto más amplias sean estas organizaciones, tanto más amplia será nuestra influencia en ellas, influencia ejercida no solamente por el desarrollo "espontáneo" de la lucha económica, sino también por la acción directa y consciente de los miembros socialistas de los sindicatos sobre sus camaradas. Pero, en una organización amplia, la clandestinidad rigurosa es imposible (pues exige mucha más preparación que la que es necesaria para la participación en la lucha económica). ¿Cómo conciliar esta contradicción entre la necesidad de contar con efectivc,s numerosos y el régimen clandestino riguroso? ¿Cómo conseguir que las organiza-
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ciones gremiales sean lo menos clandestinas posible? En general, no puede haber más que dos vías: o bien la legalización de las asociaciones gremiales (que en algunos países ha precedido a la legalización de las asociaciones socialistas y políticas), o bien el mantenimiento de la organización secreta, pero tan "libre", tan poco reglamentada, tan lose [*], como dicen los alemanes, que para la masa de los afiliados el régimen clandestino quede reducido casi a la nada.
   
La legalización de los sindicatos obreros no-socialistas y no-políticos ha comenzado ya en Rusia, y no cabe la menor duda que cada paso de nuestro movimiento obrero socialdemócrata, que crece en progresión rápida, alentará y multiplicará las tentativas de legalización, tentativas realizadas principalmente por los partidarios del régimen existente, pero también, en parte, por los mismos obreros y los intelectuales liberales. Los Vasíliev y los Subátov han izado ya la bandera de la legalización; los señores Oserov y Worms ya les han prometido y facilitado su concurso, y la nueva corriente ha encontrado ya adeptos entre los obreros. Y nosotros no podemos dejar de tener en cuenta esta corriente. Sobre la forma en que hay que tenerla en cuenta difícilmente puede existir, entre los socialdemócratas, más de una opinión. Nuestro deber consiste en desenmascarar infatigablemente toda participación de los Subátov y los Vasíliev, de los gendarmes y los popes en esta corriente, y revelar a los obreros las verdaderas intenciones de estos elementos. Nuestro deber consiste en desenmascarar asimismo toda nota conciliadora, de "armonía", que se deslice en los discursos de los liberales en las reuniones obreras públicas, ya se deban estas notas a que dichas gentes crean sinceramente que
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es deseable una colaboración pacífica de las clases, ya a que tengan el deseo de congraciarse con las autoridades, o a inhabilidad simplemente. Tenemos, en fin, el deber de poner en guardia a los obreros contra los lazos de la policía, que en estas reuniones públicas y en las sociedades autorizadas observa a las "cabezas locas" y trata de aprovecharse de las organizaciones legales para introducir provocadores también en las ilegales.
   
Pero hacer todo esto no significa en absoluto olvidar que la legalización del movimiento obrero nos beneficiará, en fin de cuentas, precisamente a nosotros, y no, en modo alguno, a los Subátov. Al contrario, precisamente con nuestra campaña de denuncias separamos la cizaña del buen grano. Ya hemos indicado cuál es la cizaña. El buen grano está en interesar en las cuestiones sociales y políticas a sectores obreros aun más amplios, a los sectores más atrasados; en liberarnos, nosotros, los revolucionarios, de las funciones que son, en el fondo, legales (difusión de obras legales, socorros mutuos, etc.) y cuyo desarrollo nos dará infaliblemente cada vez más y más materiales para la agitación. En este sentido, podemos y debemos decir a los Subátov y a los Oserov: ¡Trabajen ustedes, señores, trabajen! Por cuanto tienden ustedes una celada a los obreros (mediante la provocación directa o la corrupción "honrada" de los obreros con ayuda del "struvismo"), nosotros ya nos encargaremos de desenmascararles Por cuanto dan ustedes un paso efectivo hacia adelante -- aunque sea en forma del más "tímido zig-zag", pero un paso hacia adelante --, les diremos: "¡Sigan, sigan!" Un paso efectivo hacia adelante no puede ser sino una ampliación efectiva, aunque minúscula, del campo de acción de los obreros. Y toda ampliación semejante ha de beneficiarnos y precipitará la aparición de aso-
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ciaciones legales en las que no sean los provocadores quienes pesquen a los socialistas, sino los socialistas quienes pesquen adeptos. En una palabra, ahora nuestra tarea consiste en combatir la cizaña. Nuestra tarea no consiste en cultivar el grano en pequeños tiestos. Al arrancar la cizaña, desbrozamos el terreno para que pueda crecer el trigo. Y mientras los Afanasi Ivánovich y las Pulcheria Ivánovna* se dedican al cultivo doméstico, nosotros podemos preparar segadores que sepan hoy arrancar la cizaña y mañana recoger el buen grano**.
   
Así, pues, nosotros no podemos resolver, por medio de la legalización, el problema de crear una organización sindical lo menos clandestina y lo más amplia posible (pero nos encantaría que los Subátov y los Oserov nos ofreciesen la posibilidad, incluso parcial, de resolverlo de este modo, ¡para lo cual tenemos que combatirlos lo más enérgicamente posible!). Nos queda el camino de las organizaciones sindicales secretas, y debemos ayudar con todas nuestras fuerzas
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a los obreros que emprenden ya (como nos consta) este camino. Las organizaciones sindicales no sólo pueden ser extraordinariamente útiles para desarrollar y reforzar la lucha económica, sino que pueden convertirse, además, en un auxiliar de la mayor importancia para la agitación política y la organización revolucionaria. A fin de llegar a este resultado, hacer entrar el naciente movimiento sindical en el cauce deseable para la socialdemocracia, es preciso, ante todo, comprender bien lo absurdo del plan de organización que preconizan, desde hace ya cerca de cinco años, los economistas petersburgueses. Este plan ha sido expuesto en el "Estatuto de la caja obrera de resistencia" de julio de 1897 (Listok Rabótnika, núm. 9-10, pág. 46, del núm. 1 de Rab. Misl ), y en el "Estatuto de la organización obrera sindical" de octubre de 1900 (boletin especial, impreso en San Petersburgo y mencionado en el núm. 1 de Iskra ). El defecto esencial de estos dos estatutos consiste en que exponen todos los detalles de una vasta organización obrera y la confunden con la organización de los revolucionarios. Tomemos el segundo estatuto, por ser el que mejor está elaborado. Se compone de cincuenta y dos artículos: 23 exponen la estructura, el modo de administración y los límites de competencia de los "círculos obreros", que serán organizados en cada fábrica ("diez hombres como máximo") y elegirán los "grupos centrales" (de fábrica). "El grupo central -- reza el art. 2 -- observa todo lo que pasa en la fábrica y hace la crónica de los acontecimientos en la misma". "El grupo central da cuenta cada mes a todos los cotizantes del estado de la caja" (art. 17), etc. Diez artículos están consagrados a la "organización de barrio" y 19, a la complejisima relación entre el "Comité de la Organización Obrera" y el "Comité de la Unión de Lucha de San Petersburgo" (delega-
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dos de cada barrio y de los "grupos ejecutivos": "grupos de propagandistas, para las relaciones con las provincias, para las relaciones con el extranjero, para la administración de los depósitos, de las ediciones, de la caja").
   
¡La socialdemocracia equivalente a "grupos ejecutivos" en lo que concierne a la lucha económica de los obreros! Sería difícil demostrar de un modo más evidente cómo se desvía el pensamiento del economista, de la socialdemocracia hacia el tradeunionismo; hasta qué punto le es extraña toda noción de que el socialdemócrata debe, ante todo, pensar en una organización de revolucionarios capaces de dirigir toda la lucha emancipadora del proletariado. Hablar de la "emancipación política de la clase obrera", de la lucha contra la "arbitrariedad zarista" y escribir semejantes estatutos de una organización es no tener el menor concepto de cuáles son las verdaderas tareas políticas de la socialdemocracia. Ni uno solo del medio centenar de artículos revela en lo más mínimo que los autores hayan comprendido la necesidad de la más amplia agitación política entre las masas, de una agitación que arroje luz sobre todos los aspectos del absolutismo ruso, así como sobre la fisonomía de las diferentes clases sociales de Rusia. Por otra parte, con semejante estatuto, no sólo son irrealizables los fines políticos, sino incluso los fines tradeunionistas, porque éstos exigen una organización por profesiones, cosa que ni siquiera menciona el estatuto.
   
Pero lo más característico, acaso, es la pesadez asombrosa de todo ese "sistema" que trata de ligar cada fábrica al "Comité" por medio de una serie de reglas uniformes, minuciosas hasta lo ridículo, con un sistema electoral de tres grados. Encerrado en el estrecho horizonte del economismo, el pensamiento se apasiona por detalles que despiden un
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tufillo a papeleo y burocracia. En realidad, las tres cuartas partes de estos artículos no son, naturalmente, aplicados jamás; en cambio, una organización tan "clandestina", con un grupo central en cada fábrica, facilita a los gendarmes el llevar a cabo redadas increíblemente vastas. Los compañeros polacos han pasado ya por esta fase del movimiento; hubo un tiempo en que todos ellos estaban entusiasmados por la idea de crear en todas partes cajas obreras, pero renunciaron a ella sin tardar, al persuadirse de que sólo facilitaban presa abundante a los gendarmes. Si queremos amplias organizaciones obreras y no amplias redadas, si no queremos dar gusto a los gendarmes, debemos hacer de suerte que no sean organizaciones reglamentadas. ¿Podrán entonces funcionar? Veamos cuáles son sus funciones: ". . . Observar todo lo que pasa en la fábrica y llevar la crónica de los acontecimientos en la misma" (art. 2 de los estatutos). ¿Es que hay necesidad absoluta de reglamentar esto? ¿Es que esto no podría conseguirse mejor por medio de crónicas en la prensa ilegal, sin necesidad de crear grupos especiales a este efecto? ". . . Dirigir la lucha de los obreros por el mejoramiento de su situación en la fábrica" (art. 3 de los estatutos); para esto tampoco hace falta reglamentación. Todo agitador, por poco inteligente que sea, sabrá averiguar perfectamente, por una simple conversación, qué reivindicaciones quieren presentar los obreros; después las transmitirá a una organización estrecha, y no amplia, de revolucionarios que editará una hoja volante apropiada. ". . . Crear una caja. . . con cotización de dos kopeks por rublo" (art. 9) y dar cuenta cada mes a todos los cotizantes del estado de la caja (art. 17); excluir a los miembros que no paguen su cotización (art. 10), etc. He aquí para la policía una verdadera ganga, pues nada hay más fácil que
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penetrar en el secreto de la "caja central fabril", confiscar el dinero y encarcelar a todos los elementos activos. ¿No sería más sencillo emitir cupones de uno o dos kopeks con el sello de una organización determinada (muy reducida y muy secreta), o, incluso sin sello alguno, hacer colectas cuyo resultado se daría a conocer en un periódico ilegal, con un lenguaje convencional? Se obtendría el mismo fin, y los gendarmes tendrían muchísimo más trabajo para descubrir los hilos de la organización.
   
Podría continuar este análisis de los estatutos, pero creo que con lo dicho basta. Un pequeño núcleo estrechamente unido, compuesto por los obreros más seguros, más experimentados y mejor templados, con delegados en los principales barrios y en conexión rigurosamente clandestina con la organización de revolucionarios, podrá perfectamente, con el más amplio concurso de la masa y sin reglamentación alguna, realizar todas las funciones que competen a una organización sindical, y realizarlas, además, precisamente, de la manera deseable para la socialdemocracia. Solamente así se podrá consolidar y desarrollar, a pesar de todos los gendarmes, el movimiento sindical socialdemócrata.
   
Se me objetará que una organización tan lose, nada reglamentada, sin ningún miembro conocido y registrado, no puede ser calificada de organización. Es posible, para mí la denominación no tiene importancia. Pero esta "organización sin miembros" hará todo lo necesario y asegurará desde el comienzo mismo un contacto sólido entre nuestras futuras tradeuniones y el socialismo. Los que -- bajo el absolutismo -- quieren una amplia organización de obreros, con elecciones, informes, sufragio universal, etc., son unos utopistas incurables.
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La moraleja es simple: si comenzamos por establecer una fuerte organización de revolucionarios, podremos asegurar la estabilidad del movimiento en su conjunto, realizar, al mismo tiempo, los objetivos socialdemócratas y los objetivos propiamente tradeunionistas. Pero si comenzamos por constituir una amplia organización obrera con el pretexto de que ésta es la más "accesible" a la masa (en realidad, es a los gendarmes a quienes será más accesible y pondrá a los revolucionarios más al alcance de la policía), ni realizaremos ninguno de estos objetivos, no nos desembarazaremos de nuestros métodos primitivos y, con nuestro fraccionamiento y nuestros fracasos continuos, no lograremos otra cosa que hacer más accesibles a la masa las tradeuniones del tipo Subátov u Oserov.
   
¿En qué, pues, deben consistir justamente las funciones de esta organización de revolucionarios? Vamos a decirlo con todo detalle. Pero examinemos antes un razonamiento muy típico de nuestro terrorista, que (¡triste destino!) marcha de nuevo del brazo con el economista. La revista para obreros Svoboda (en su núm. 1) contiene un artículo titulado "La organización", cuyo autor trata de defender a sus amigos, los economistas obreros de Ivánovo-Vosnesensk.
   
"Mala cosa es -- dice -- una muchedumbre silenciosa, inconsciente; mala cosa un movimiento que no viene de lo profundo de la masa. Ved lo que sucede en una capital universitaria: cuando los estudiantes, en una epoca de fiestas o durante el estío, retornan a sus hogares, el movimiento obrero se paraliza. ¿Puede ser una verdadera fuerza un movimiento obrero estimulado desde el exterior? De ninguna manera. . . Todavía no ha aprendido a andar solo, lo llevan con andaderas. En todas partes el cuadro es el mismo: los estudiantes se van y el movimiento cesa; se en carcela a los elementos más capaces, a la crema, y la leche se agría; se detiene al 'Comité' y, en tanto que no se forma uno nuevo, sobreviene una vez más la calma. Y no se sabe qué otro se formará, el nuevo comité puede no parecerse en nada al antiguo: aquél decía una cosa, éste dirá lo
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contrario; el lazo entre el ayer y el mañana esta roto, la expaiencia del pasado no beneficia al porvenir, y todo porque el movimiento no tiene raíces profundas en la multitud, porque no son un centenar de imbéciles, sino una decena de hombres inteligentes quienes hacen el trabajo. Siempre es fácil que una decena de hombres caiga en la boca del lobo; pero, cuando la organización engloba a la multitud, cuando todo viene de la multitud, nadie, intente lo que intente, podrá destruir nuestra causa" (pág. 63).
   
La descripción es justa. Hay aquí un buen cuadro de nuestros métodos primitivos; pero, por su falta de lógica y de tacto político, las conclusiones son dignas de Rabóchaia Misl. Es el colmo de la falta de lógica, porque el autor confunde la cuestión filosófica e histórico-social de las "raíces" "profundas" del movimiento con una cuestión técnica y de organización como es la de la lucha más eficaz contra los gendarmes. Es el colmo de la falta de tacto político, porque, en lugar de recurrir contra los malos dirigentes ante los buenos, el autor recurre contra los dirigentes en general ante la "multitud". Este es un intento de hacernos retroceder en el terreno de la organización, lo mismo que la idea de sustituir la agitación política por el terror excitante hace retroceder en el sentido político. Ciertamente que me veo en un verdadero "embarras de richesses "*, sin saber por dónde comenzar el análisis del galimatías con que nos obsequia Svoboda. Para mayor claridad, comenzaré por un ejemplo: el de los alemanes. Nadie negará, me imagino, que su organización engloba la multitud, que entre ellos todo viene de la multitud, que el movimiento obrero ha aprendido a andar solo. Sin embargo, ¡cómo aprecia esta multitud de varios millones de hombres a su "decena" de jefes políticos probados! ¡Cómo se agarra a ellos! Más de una vez, en el Parlamento, los diputados de los partidos adversos han
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tratado de irritar a los socialistas diciéndoles: "¡Buenos demócratas sois vosotros! El movimiento de la clase obrera no existe entre vosotros más que de palabra; en realidad, es siempre el mismo grupo de jefes quienes hacen todo. Desde hace años, desde hace decenas de años, son Bebel y Liebknecht quienes dirigen. ¡Vuestros delegados, supuestamente elegidos por los obreros, son más inamovibles que los funcionarios nombrados por el emperador!" Pero los alemanes han acogido siempre con sonrisa desdeñosa estas tentativas demagógicas de oponer la "multitud" a los "jefes", de atizar en ésta malos instintos de vanidad, de privar al movimiento de solidez y estabilidad, minando la confianza que la masa siente hacia la "decena de hombres inteligentes". Los alemanes están suficientemente desarrollados políticamente, tienen suficiente experiencia política para comprender que, sin "una decena" de jefes de talento (los talentos no surgen por centenas), de jefes probados, profesionalmente preparados e instruidos por una larga práctica, que estén bien compenetrados, no es posible la lucha firme de clase alguna en la sociedad contemporánea. También los alemanes han tenido sus demagogos, que adulaban a los "centenares de imbéciles", colocándolos por encima de las "decenas de hombres inteligentes"; que glorificaban el "puño potente" de la masa, empujaban (como Most o Hasselmann) a esta masa a actos "revolucionarios" irreflexivos y sembraban la desconfianza hacia los jefes firmes y resueltos. Y gracias únicamente a una lucha tenaz e intransigente contra toda clase de elementos demagógicos en su seno, el socialismo alemán ha crecido y se ha fortalecido. Y, en el período en que toda la crisis de la socialdemocracia rusa se explica por el hecho de que las masas que despiertan de un modo espontáneo carecen de jefes suficientemente preparados, inte-
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ligentes y expertos, nuestros varones prudentes nos dicen con el ingenio de Juan el tonto: "¡Mala cosa es un movimiento que no viene de la base!"
   
"Un Comité formado por estudiantes no nos conviene porque es inestable". ¡Perfectamente justo! Pero la conclusión que hay que sacar de ello es que hace falta un Comité de revolucionarios profesionales, sin que importe si son estudiantes u obreros quienes sean capaces de forjarse como tales revolucionarios profesionales. ¡En cambio, vosotros sacáis la conclusión de que no hay que estimular desde el exterior al movimiento obrero! En vuestra ingenuidad política, ni siquiera os dais cuenta de que hacéis así el juego a nuestros economistas y a nuestros métodos primitivos. Permitidme una pregunta: ¿Cómo han "estimulado" nuestros estudiantes hasta el presente a nuestros obreros? Unicamente aportando los estudiantes a los obreros las briznas de conocimientos políticos que ellos tenían, las briznas de ideas socialistas que habían podido adquirir (pues el principal alimento espiritual del estudiante de nuestros días, el marxismo legal, no ha podido darle más que el abecedario, no ha podido darle más que briznas). Este "estímulo desde el exterior" no ha sido muy considerable, sino, al contrario, insignificante, escandalosamente insignificante en nuestro movimiento, pues no hemos hecho más que cocernos con demasiado celo en nuestra propia salsa, prosternarnos demasiado servilmente ante la elemental "lucha económica de los obreros contra los patronos y el gobierno". Nosotros, revolucionarios de profesión, debemos "estimular" así, cien veces más, y estimularemos. Pero precisamente porque elegís esta infame expresión de "estímulo desde el exterior", expresión que inspira de modo inevitable al obrero (al menos, al obrero tan poco desarrollado como vosotros) la descon-
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fianza hacia todos los que le aportan desde el exterior conocimientos políticos y experiencia revolucionaria, despertando el deseo instintivo de rechazar a todos ellos, obráis como demagogos, y los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera.
   
¡Sí, sí! ¡Y no os apresuréis a chillar a propósito de mis "procedimientos" polémicos "faltos de espíritu de camaradería"! Yo no pongo en entredicho la pureza de vuestras intenciones; ya he dicho que la ingenuidad política basta para hacer de una persona un demagogo. Pero he demostrado que habéis descendido hasta la demagogia, y no me cansaré de repetir que los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera. Y son los peores, precisamente porque excitan los malos instintos de la multitud, y les es imposible a los obreros atrasados reconocer a dichos enemi gos, los cuales se presentan, y, a veces, sinceramente, en calidad de amigos. Son los peores, porque, en este período de dispersión y de vacilación, en que la fisonomía de nuestro movimiento aun está formándose, no hay nada más fácil que arrastrar demagógicamente a la multitud, a la cual sólo las pruebas más amargas lograrán después persuadir de su error. He aquí por qué los socialdemócratas rusos actuales deben tener como consigna del momento la de combatir resueltamente a Svoboda y a Rabócheie Dielo, que están des cendiendo a la demagogia. (Más abajo volveremos a hablar en detalle sobre este punto*.)
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"Es más fácil cazar a una decena de hombres inteligentes que a un centenar de imbéciles". Este excelente axioma (que os valdrá siempre los aplausos del centenar de imbéciles) parece evidente únicamente porque, en el curso de vuestro razonamiento, habéis saltado de una cuestión a otra. Habíais comenzado por hablar y seguís hablando de la captura del "comité", de la captura de la "organización", y ahora habéis saltado a otra cuestión, a la captura de las "raíces" "profundas" del movimiento. Naturalmente, nuestro movimiento es indestructible sólo porque tiene centenares y centenares de millares de raíces en lo hondo del movimiento, pero no es de esto de lo que se trata, ni mucho menos. En lo que se refiere a las "raíces profundas", tampoco ahora se nos puede "capturar", a pesar del carácter primitivo de nuestros métodos de trabajo, y, sin embargo, todos deploramos y no podemos menos de deplorar la captura de "organizaciones", que impide toda continuidad en el movimiento. Ahora bien, ya que planteáis la cuestión de la captura de las orgenizaciones e insistís en tratar de ella, os diré que es mucho más difícil pescar a una decena de hombres inteligentes que a un centenar de imbéciles; y seguiré sosteniéndolo sin hacer ningún caso de vuestros esfuerzos para azuzar a la multitud contra mi "antidemocratismo", etc. Por "hombres inteligentes" en materia de organización hay que entender tan sólo, como lo he indicado en varias ocasiones, los revolucionarios profesionales, lo mismo da que sean estudiantes u obreros quienes se forjen como tales revolucionarios profesionales. Pues bien, yo afirmo: 1) que no puede haber un movimiento revolucionario sólido sin una organización de dirigentes estable y que asegure la continuidad; 2) que cuanto más extensa sea la masa espontáneamente incorporada a la lucha, masa que consti-
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tuye la base del movimiento y que participa en él, más apremiante será la necesidad de semejante organización y más sólida tendrá que ser ésta (ya que tanto más fácilmente podrá toda clase de demagogos arrastrar a las capas atrasadas de la masa); 3) que dicha organización debe estar formada, fundamentalmente, por hombres entregados profesionalmente a las actividades revolucionarias; 4) que en el país de la autocracia, cuanto más restrinjemos el contingente de los miembros de una organización de este tipo, hasta no incluir en ella más que aquellos afiliados que se ocupen profesionalmente de actividades revolucionarias y que tengan ya una preparación profesional en el arte de luchar contra la policía política, más difícil será "cazar" a esta organización, y 5) mayor será el número de personas tanto de la clase obrera como de las demás clases de la sociedad que podrán participar en el movimiento y colaborar activamente en él.
   
Invito a nuestros economistas, terroristas y "economistas-terroristas"* a que refuten estas tesis, de las cuales no desarrollaré en este momento más que las dos últimas. La cuestión de si es más fácil pescar a "una decena de hombres
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inteligentes" que a "un centenar de imbéciles" se reduce a la cuestión que he analizado más arriba de si es compatible una organización de masas con la necesidad de mantener un régimen estrictamente clandestino. Nunca podremos dar a una organización vasta el carácter clandestino indispensable para una lucha firme y continuada contra el gobierno. Y la concentración de todas las funciones clandestinas en manos del número más pequeño posible de revolucionarios profesionales no significa en modo alguno que estos últimos "pensarán por todos", que la muchedumbre no participará activamente en el movimiento. Al contrario, la muchedumbre hará surgir de su seno a un número cada vez mayor de revolucionarios profesionales, pues sabrá entonces que no basta que algunos estudiantes y obreros que luchan en el terreno económico se reúnan para constituir un "comité", sino que es necesario forjarse, a través de años, como revolucionarios profesionales, y "pensará" no tan sólo en los métodos primitivos de trabajo, sino precisamente en esta formación. La centralización de las funciones clandestinas de la organización no implica en manera alguna la centralización de todas las funciones del movimiento. Lejos de disminuir, la colaboración activa de las masas en las publicaciones ilegales se decuplicará, cuando una "decena" de revolucionarios profesionales centralicen la edición clandestina de dichas publicaciones. Así, y sólo así, conseguiremos que la lectura de las publicaciones ilegales, la colaboración en ellas y, en parte, hasta su difusión dejen casi de ser una obra clandestina, pues la policía comprenderá pronto cuán absurdas e imposibles son las persecuciones judiciales y administrativas contra cada poseedor o propagador de publicaciones tiradas por millares de ejemplares. Lo mismo
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cabe decir no sólo de la prensa, sino de todas las funciones del movimiento, incluso las manifestaciones. La participación más activa y más amplia de las masas en una manifestación no sólo no saldrá perjudicada, sino que, por el contrario, tendrá muchas más probabilidades de éxito si una "decena" de revolucionarios profesionales, probados, bien adiestrados, al menos tan bien como nuestra policía, centraliza el trabajo clandestino en todos sus aspectos: edición de octavillas, elaboración del plan aproximado, nombramiento de los dirigentes para cada barriada de la ciudad, cada grupo de fábrica, cada establecimiento de enseñanza, etc. (se dirá, ya lo sé, que mis concepciones son "antidemocráticas", pero más adelante refutaré de manera detallada esta objeción nada inteligente). La centralización de las funciones más clandestinas por la organización de los revolucionarios no debilitará, sino que enriquecerá la amplitud y el contenido de la actividad de una gran cantidad de otras organizaciones destinadas al gran público, y, por consiguiente, lo menos reglamentadas y lo menos clandestinas posible: sindicatos obreros, círculos obreros instructivos y de lectura de publicaciones ilegales, círculos socialistas, círculos democráticos para todos los demás sectores de la población, etc., etc. Tales círculos, sindicatos y organizaciones son necesarios por todas partes; es preciso que sean lo más numerosos, y sus funciones, lo más variadas posible, pero es absurdo y perjudicial confundir estas organizaciones con la de los revolucionarios, borrar entre ellas las fronteras, extinguir en la masa la conciencia, ya de por sí increíblemente oscurecida, de que para "servir" a un movimiento de masas es necesario disponer de hombres que se consagren especial y enteramente a la acción socialdemócrata, y que
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estos hombres deben forjarse con paciencia y tenacidad hasta convertirse en revolucionarios profesionales.
   
Sí, esta conciencia se halla oscurecida hasta lo increíble. Con nuestros métodos primitivos de trabajo hemos comprometido el prestigio de los revolucionarios en Rusia : en esto radica nuestra falta capital en materia de organización. Un revolucionario blandengue, vacilante en las cuestiones teóricas, limitado en su horizonte, que justifica su inercia por la espontaneidad del movimiento de masas, más semejante a un secretario de tradeunión que a un tribuno popular, sin un plan audaz y de gran extensión, que imponga respeto a sus adversarios, inexperimentado e inhábil en su oficio (la lucha contra la policía política), ¡no es un revolucionario, sino un mísero artesano!
   
Que ningún militante dedicado al trabajo práctico se ofenda por este duro epíteto, pues, en lo que concierne a la falta de preparación, me lo aplico a mí mismo en primer término. He trabajado en un círculo[38] que se asignaba tareas vastas y omnímodas, y todos nosotros, miembros del círculo, sufríamos lo indecible al ver que no éramos más que unos artesanos en un momento histórico en que, parafraseando el antiguo apotegma, se podría decir: ¡Dadnos una organización de revolucionarios y removeremos a Rusia en sus cimientos! Y cuanto más frecuentemente he tenido que recordar el agudo sentimiento de verguenza que experimentaba entonces, tanto más se ha acrecentado en mí la amargura sentida contra esos seudosocialdemócratas, cuya propaganda "deshonra el nombre de revolucionario" y que no comprenden que nuestra obra no consiste en abogar que el revolucionario sea rebajado al nivel del artesano, sino en elevar a éste al nivel del revolucionario.
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Como hemos visto, B-v habla de "la escasez de fuerzas revolucionarias aptas para la acción, escasez que se observa no sólo en Petersburgo, sino en toda Rusia". Y no creo que haya nadie que ponga en duda este hecho. Pero el problema consiste en cómo explicarlo. B-v escribe:
   
"No vamos a tratar de esclarecer las razones históricas de este fenómeno; sólo diremos que, desmoralizada por una larga reacción política y desarticulada por los cambios económicos que se han producido y se siguen produciendo, la sociedad proporciona un número extremadamente reducido de personas aptas para el trabajo revolucionario ; que la clase obrera, destacando revolucionarios obreros, completa en parte las filas de las organizaciones clandestinas, pero que el número de estos revolucionarios no responde a las exigencias de la época. Tanto más, cuanto que el obrero, que está ocupado en la fábrica once horas y media por día, no puede, por su situación, desempeñar principalmente más que funciones de agitador; en cambio, la propaganda y la organización, la reproducción distribución de literatura clandestina, la publicación de proclamas, etc., corren sobre todo, quiérase o no, a cargo de un número extremadamente reducido de intelectuales" (R. Dielo, núm. 6, págs. 38-39).
   
En muchos puntos no estamos de acuerdo con esta opinión de B-v; y en particular no estamos de acuerdo con las palabras subrayadas por nosotros, las cuales muestran con singular relieve que, después de haber sufrido mucho (como todo militante práctico, que piense algo) por nuestros métodos primitivos, B-v no puede, porque está subyugado por el economismo, encontrar una salida de esta situación intolerable. No, la sociedad proporciona un número extremadamente grande de personas aptas para la "causa", pero nosotros no sabemos utilizarlas a todas. En este sentido, el estado crítico, el estado de transición de nuestro movimiento puede formularse del modo siguiente: no hay hombres y hay infínidad de hombres. Hay infinidad de hombres,
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porque tanto la clase obrera como sectores cada vez más variados de la sociedad proporcionan cada año más y más descontentos, que desean protestar, que están dispuestos a cooperar en lo que puedan en la lucha contra el absolutismo, cuyo carácter insoportable no lo ve aún todo el mundo, pero lo sienten masas cada vez más extensas, y cada vez más agudamente. Pero, al mismo tiempo, no hay hombres, porque no hay dirigentes, no hay jefes políticos, no hay talentos capaces de organizar un trabajo a la vez amplio y unificado, coordinado, que permita utilizar todas las fuerzas, hasta las más insignificantes. "El crecimiento y el desarrollo de las organizaciones revolucionarias" están atrasados, no sólo en relación con el crecimiento del movimiento obrero, cosa que reconoce también B-v, sino en relación con el crecimiento del movimiento democrático general en todos los sectores del pueblo. (Por lo demás, es probable que B-v reconocería hoy esto, como complemento a su conclusión.) El alcance del trabajo revolucionario es demasiado reducido si se compara con la amplia base espontánea del movimiento, está demasiado ahogado por la pobre teoría de "la lucha económica contra los patronos y el gobierno". Pero hoy, no sólo los agitadores políticos, sino también los organizadores socialdemócratas tienen que "ir a todas las clases de la población"*, No creo que ni un solo militante dedicado al trabajo práctico dude de que los socialdemócratas puedan
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repartir las mil funciones fragmentarias de su trabajo de organización entre los distintos representantes de las dases más diversas. La falta de especialización es uno de los más graves defectos de nuestra técnica, que B-v deplora tan amargamente y con tanta razón Cuanto más menudas sean las diversas "operaciones" de la labor general, tantas más personas podrá encontrarse que sean capaces de llevarlas a cabo (y, en la mayoría de los casos, absolutamente incapaces de ser revolucionarios profesionales), y tanto más difícil será que la policía "pesque" a todos esos "militantes que desempeñan funciones fragmentarias", tanto más difícil será que pueda montar con el delito insignificante de un individuo un "asunto" que justifique los gastos del Estado en senicios secretos. Y, por lo que se refiere al número de personas dispuestas a colaborar con nosotros, ya hemos dicho en el capítulo anterior qué cambio gigantesco se ha producido en este aspecto en los cinco años últimos. Pero, por otra parte, también para agrupar en un todo único todas estas pequeñas fracciones, para no fragmentar con las funciones el movimiento mismo y para infundir al ejecutor de las funciones menudas la fe en la necesidad y en el valor de su trabajo, fe sin la cual nunca trabajará*, para todo esto hace falta
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precisamente una fuerte organización de revolucionarios probados. Contando con una organización así, la fe en la fuerza del Partido se hará tanto más firme y tanto más extensa, cuanto más clandestina sea la organización, y en la guerra, como es sabido, lo más importante es no sólo inspirar confianza en sus propias fuerzas al ejército propio, sino impresionar al enemigo y a todos los elementos neutrales ; una neutralidad amistosa puede, a veces, decidir la contienda. Con semejante organización, elevada sobre una base teórica firme y contando con un órgano socialdemócrata, no habrá que temer que el movimiento sea desviado de su camino por los numerosos elementos "extraños" que se hayan adherido a él (al contrario, precisamente ahora, cuando predominan los métodos primitivos, vemos cómo muchos socialdemócratas, creyéndose los únicos verdaderos socialdemócratas, desvían el movimiento hacia la línea del "Credo"). En una palabra, la especialización presupone necesariamente la centralización, y, a su vez, la exige en forma absoluta.
   
Pero el mismo B-v, que ha mostrado tan bien toda la necesidad de la especialización, no la aprecia suficientemente, a nuestro parecer, en la segunda parte del razonamiento
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citado. Según él, el número de revolucionarios procedentes de los medios obreros es insuficiente. Esta observación es perfectamente justa, y volvemos a subrayar que la "valiosa noticia de un observador directo" confirma plenamente nuestra opinión sobre las causas de la crisis por que actualmente atraviesa la socialdemocracia y, por tanto, sobre los procedimientos de remediarla. No sólo los revolucionarios en general están retrasados con respecto al auge espontáneo de las masas, sino que induso los obreros revolucionarios están atrasados en relación con el auge espontáneo de las masas obreras. Y este hecho confirma del modo más evidente, incluso desde el punto de vista "práctico", no sólo el absurdo, sino el carácter político reaccionario de la "pedagogía" con que se nos obsequia con tanta frecuencia cuando se trata del problema de nuestros deberes para con los obreros. Este hecho testimonia que la más primordial e imperiosa de nuestras obligaciones es contribuir a la formación de obreros revolucionarios, que, desde el punto de vista de su actividad en el Partido, estén al mismo nivel que los revolucionarios intelectuales (subrayamos: desde el punto de vista de su actividad en el Partido, porque en otros sentidos no es, ni mucho menos, tan fácil ni tan urgente, aunque sí necesario, que los obreros lleguen al mismo nivel). Por eso, nuestra atención debe dirigirse principelmente a elevar a los obreros al nivel de los revolucionarios y no a descender nosotros mismos indefectiblemente al nivel de la "masa obrera", como quieren los economistas, e indefectiblemente al nivel del "obrero medio", como quiere Svoboda (que, en este sentido, pasa al segundo grado de la "pedagogía" economista). Nada está más lejos de mí que la idea de negar la necesidad de una literatura popular para los obreros
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y de otra literatura especialmente popular (pero, claro está, no vulgar) para los obreros especialmente atrasados. Pero lo que me indigna es esa constante adición de la pedagogía a los problemas políticos, a las cuestiones de organización. Pues vosotros, señores campeones del "obrero medio", en el fondo, más bien ofendéis a los obreros con el deseo de inclinarse sin falta hacia ellos, antes de hablar de política obrera o de organización obrera. ¡Erguíos, pues, para hablar de cosas serias y dejad a los pedagogos la pedagogía, que no es ocupación de políticos ni de organizadores! ¿Es que entre los intelectuales no hay también hombres avanzados, elementos "medios" y "masas"? ¿Es que no reconoce todo el mundo que los intelectuales también necesitan una literatura popular? ¿No se publica esa literatura? Pero imaginaos que, en un artículo sobre la organización de los estudiantes de universidad o de bachillerato, el autor, como quien hace un descubrimiento, se pusiera a machacar que hace falta, ante todo, una organización de "estudiantes medios". Semejante autor sería seguramente puesto en ridículo, y con toda razón. Le dirían: usted dénos unas cuantas ideillas de organización, si las tiene, y nosotros mismos ya veremos quién es "medio", superior o inferior. Y, si no tenéis ideillas propias sobre organización, todas vuestras disquisiciones sobre las "masas" y los "elementos medios" serán simplemente fastidiosas. Comprended de una vez que las cuestiones de "política" y de "organización", ya de por sí, son tan serias, que no se puede hablar de ellas sino con extrema seriedad: se puede y se debe preparar a los obreros (lo mismo que a los estudiantes de universidad y de bachillerato) para poder abordar ante ellos esas cuestiones, pero, una vez que han sido abordadas, dad verdaderas respuestas, no déis
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marcha atrás, hacia los "elementos medios" o hacia las "masas", no salgáis del paso con frases y anécdotas[*].
   
El obrero revolucionario, si quiere prepararse plenamente para su trabajo, debe convertirse también en un revolucionario profesional. Por esto no tiene razón B-v al decir que, por estar ocupado el obrero en la fábrica once horas y media, las demás funciones revolucionarias (salvo la agitación) "corren sobre todo, quiérese o no, a cargo de un número extremadamente reducido de intelectuales". No sucede esto "quiérase o no ", sino a consecuencia de nuestro atraso, porque no comprendemos que es nuestro deber ayudar a todo obrero que se distinga por su capacidad a convertirse en un agitador profesional, en un organizador, en un propagandista, en un distribuidor, etc., etc. En este sentido, malgastamos vergonzosamente nuestras fuerzas, no sabemos cuidar lo que tiene que ser cultivado y desarrollado con particular solicitud. Fijaos en los alemanes: tienen cien veces más fuerzas que nosotros, pero comprenden perfectamente que los obreros "medios" no proporcionan con demasiada frecuencia agitadores, etc. efectivamente capaces. Por eso, procuran en seguida colocar a todo obrero capaz en condiciones que le permitan desarrollar plenamente y aplicar plenamente sus aptitudes: hacen de él un agitador profesional, le animan
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a ensanchar su campo de acción, a extenderla de una fábrica a todo un oficio, de una localidad a todo el país. De este modo, el obrero adquiere experiencia y habilidad profesional, ensancha su horizonte y sus conocimientos, observa de cerca a los jefes políticos eminentes de otras localidades y de otros partidos, procura elevarse él mismo a su nivel y reunir en su persona el conocimiento del medio obrero y el ardor de las convicciones socialistas con la competencia profesional, sin la que el proletariado no puede luchar empeñadamente contra sus enemigos perfectamente instruidos. Así, y sólo así, surgen de la masa obrera los Bebel y los Auer. Pero lo que en un país políticamente libre se hace en gran parte por sí solo, entre nosotros deben hacerlo sistemáticamente nuestras organizaciones. Todo agitador obrero que tenga algún talento, que "prometa", no debe trabajar once horas en la fábrica. Debemos arreglárnoslas de modo que viva por cuenta del Partido, que pueda pasar a la acción clandestina en el momento preciso, que cambie de localidad en la que actúa, pues de otro modo no adquirirá gran experiencia, no ampliará su horizonte, no podrá sostenerse siquiera unos cuantos años en la lucha contra los gendarmes. Cuanto más amplio y más profundo es el auge espontáneo de las masas obreras, tantos más agitadores de talento destacan, y no sólo agitadores, sino organizadores, propagandistas y militantes "prácticos" de talento, en el buen sentido de la palabra (que son tan escasos entre nuestros intelectuales, en su mayor parte un poco apáticos y descuidados a la rusa). Cuando tengamos destacamentos de obreros revolucionarios (y bien entendido que en "todas las armas" de la acción revolucionaria) especialmente preparados por un largo aprendizaje, ninguna policía política del mundo podrá
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con ellos, porque esos destacamentos de hombres consagrados en cuerpo y alma a la revolución gozarán igualmente de una confianza ilimitada por parte de las más amplias masas obreras. Y cometemos una falta directa no "empujando" bastante a los obreros hacia este camino, que es común para ellos y para los "intelectuales", hacia el camino del aprendizaje revolucionario profesional, tirando con demasiada frecuencia de ellos hacia atrás con discursos necios sobre lo que es "accesible" a la masa obrera, a los "obreros medios", etc.
   
En este sentido, como en los demás, el reducido alcance del trabajo de organización está en relación indudable e íntima (aunque la inmensa mayoría de los "economistas" y de los militantes prácticos novatos no lo reconozcan) con la reducción del alcance de nuestra teoría y de nuestras tareas políticas. El culto de la espontaneidad origina una especie de temor de apartarnos, aunque sea un paso, de lo que sea "accesible" a las masas, un temor de subir demasiado alto, por encima de la simple satisfacción de sus necesidades directas e inmediatas. ¡No tengan miedo, señores! ¡Recuerden ustedes que en materia de organización estamos a un nivel tan bajo, que es absurda hasta la propia idea de que podamos subir demasiado alto!
   
Y hay entre nosotros muchas gentes tan sensibles a "la voz de la vida", que temen más que nada precisamente esto, acusando a los que mantienen las opiniones expuestas más arriba de ser secuaces de "La Voluntad del Pueblo", de no comprender el "democratismo", etc Tenemos que detener-
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nos en estas acusaciones, que apoya también, como es natural, Rabócheie Dielo.
   
Quien escribe estas líneas sabe muy bien que los economistas petersburgueses acusaban ya a Rabóchaia Gasieta de seguir a "La Voluntad del Pueblo" (cosa comprensible si se la compara con Rabóchaia Misl ). Por eso, cuando después de la aparición de Iskra un camarada nos refirió que los socialdemócratas de la ciudad de X califican a Iskra de órgano de "La Voluntad del Pueblo", no nos sentimos nada sorprendidos. Naturalmente, esa acusación era para todos un elogio, pues ¿a qué socialdemócrata decente no le han acusado los economistas de lo mismo?
   
Estas acusaciones son debidas a una doble confusión. En primer lugar, se conoce tan poco entre nosotros la historia del movimiento revolucionario, que se asocia a "La Voluntad del Pueblo" toda idea de una organización combativa centralizada que declare una guerra resuelta al zarismo. Pero la magnífica organización que tenían los revolucionarios de la década del 70 y que debería servirnos a todos de modelo no la crearon, ni mucho menos, los secuaces de "La Voluntad del Pueblo", sino los partidarios de "Tierra y Libertad "*, que una escisión dividió en partidarios de "El Reparto Negro" y secuaces de "La Voluntad del Pue-
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blo". Por esto es absurdo, histórica y lógicamente, ver en una organización revolucionaria de combate algo específicamente propio de los secuaces de "La Voluntad del Pueblo", porque toda tendencia revolucionaria, si piensa realmente en una lucha seria, no puede prescindir de semejante organización. El error de los secuaces de "La Voluntad del Pueblo" no consistió en procurar que se incorporaran a su organización todos los descontentos y en orientar esa organización hacia una lucha resuelta contra la autocracia. Eso, por el contrario, constituye su gran mérito ante la historia. Y su error consistió en apoyarse en una teoría que, en realidad, no era en modo alguno una teoría revolucionaria, y en no haber sabido, o en no haber podido, establecer un nexo firme entre su movimiento y la lucha de clases que se desenvolvía en la sociedad capitalista en desarrollo. Y sólo la más burda incomprensión del marxismo (o su "comprensión" en el sentido del "struvismo") ha podido dar lugar a la opinión de que la aparición de un movimiento obrero espontáneo de masas nos exime de la obligación de crear una organización de revolucionarios tan buena como la de los partidarios de "Tierra y Libertad" o de crear una organización aún incomparablemente mejor. Ese movimiento, por el contrario, nos impone precisamente esa obligación, porque la lucha espontánea del proletariado no se convertirá
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en su verdadera "lucha de clases" mientras esta lucha no sea dirigida por una fuerte organización de revolucionarios.
   
En segundo lugar, muchos -- y entre ellos, por lo visto, L. Krichevski (R. D., núm. 10, pág. 18) -- no comprenden bien la polémica que siempre han sostenido los socialdemócratas contra la concepción de la lucha política como una lucha "de conjuradores". Hemos protestado y protestaremos siempre, desde luego, contra la reducción de la lucha política a las dimensiones de una conjuración*, pero eso, claro está, no significaba en modo alguno que neguemos la necesidad de una fuerte organización revolucionaria. Y, por ejemplo, en el folleto citado en la nota, junto a la polémica contra quienes quieren reducir la lucha política a una conjuración, se encuentra el esquema de una organización (como ideal de los socialdemócratas) lo suficientemente fuerte para poder, "con objeto de dar el golpe decisivo al absolutismo", recurrir tanto a la "insurrección" como a cual quier "otra forma de ataque"**. Por su forma, una organización revolucionaria de esa fuerza en un país autocrático
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puede llamarse también organización "de conjuradores", porque la palabra francesa "conspiración" equivale en ruso a "conjuración", y el carácter conspirativo es imprescindible en el grado máximo para semejante organización. Hasta tal punto es el carácter conspirativo condición imprescindible de tal organización, que todas las demás condiciones (número de miembros, su selección, sus funciones, etc.) tienen que coordinarse con ella. Sería, por tanto, extrema candidez temer que nos acusaran a los socialdemócratas de querer crear una organización de conjuradores. Todo enemigo del economismo debe enorgullecerse de esa acusación, como de la acusación de seguir a "La Voluntad del Pueblo".
   
Se nos objetará que una organización tan poderosa y tan rigurosamente secreta, que concentra en sus manos todos los hilos de la actividad conspirativa, organización necesariamente centralista, puede lanzarse con demasiada facilidad a un ataque prematuro, puede forzar irreflexivamente el movimiento, antes de que lo hagan posible y necesario la extensión del descontento político, la fuerza de la efervescencia y de la indignación de la clase obrera, etc. Nosotros contestaremos que, hablando en términos abstractos, no se puede negar, desde luego, que una organización de combate puede entablar una batalla impremeditada, la cual puede terminar con una derrota que no sería en absoluto inevitable en otras coridiciones. Pero, en semejante problema, es imposible limitarse a consideraciones abstractas, porque todo combate entraña posibilidades abstractas de derrota, y no hay otro medio de disminuir esa posibilidad que preparar organizadamente el combate. Y si planteamos el problema en el terreno concreto de las condiciones actuales de Rusia, tendremos que llegar a esta conclusión positiva: una fuerte
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organización revolucionaria es en absoluto necesaria, precisamente para dar estabilidad al movimiento y preservarlo de la posibilidad de ataques irreflexivos. Justamente ahora, cuando carecemos de semejante organización y el movimiento revolucionario crece espontánea y rápidamente, se observan ya dos extremos opuestos (que, como es lógico, "se tocan"): o un economismo totalmente inconsistente, acompañado de prédicas de moderación, o un "terror excitante", de la misma inconsistencia, que tiende "a producir artificialmente, en el movimiento que se desarrolla y se consolida, pero que todavía está más cerca de su principio que de su fin, síntomas de su fin" (V. Sasúlich en Sariá, núm. 2-3, pág. 353). Y el ejemplo de Rab. Dielo demuestra que existen ya socialdemócratas que capitulan ante ambos extremos. Y no es de extrañar, porque, amén de otras razones, la "lucha económica contra los patronos y el gobierno" no satisfará nunca a un revolucionario, y siempre surgirán, aquí o allá, extremos opuestos. Sólo una organización combativa centralizada, que aplique firmemente la política socialdemócrata y que satisfaga, por decirlo así, todos los instintos y aspiraciones revolucionarios, puede preservar al movimiento de un ataque irreflexivo y preparar un ataque que prometa éxito.
   
Se nos objetará también que el punto de vista expuesto sobre la organización contradice los "principios democráticos". Mientras la acusación anterior es de origen específicamente ruso, ésta tiene carácter específicamente extranjero. Sólo una organización del extranjero (la "Unión de socialdemocratas rusos") ha podido dar a su redacción, entre otras instrucciones, la siguiente:
   
"Principio de organízación. Para favorecer el desarrollo y unificación de la socialdemocracia, es preciso subrayar desarrollar, luchar por un amplio principio democrático en su organización de partido, cosa que han
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hecho especialmente imprescindible las tendencias antidemocráticas que han aparecido en las filas de nuestro Partido" (Dos congresos, pag. 18).
   
En el capítulo siguiente veremos cómo precisamente lucha Rab. Dielo contra las "tendencias antidemocráticas" de Iskra. Ahora veamos más al detalle el "principio" que proponen los economistas. Todo el mundo estará probablemente de acuerdo en que el "amplio principio democrático" supone las dos condiciones imprescindibles siguientes: en primer lugar, una publicidad completa, y, en segundo lugar, el carácter electivo de todos los cargos. Sin publicidad sería ridículo hablar de democratismo, y, además, sin una publicidad que no quede reducida a los miembros de la organización. Llamaremos democrática a la organización del Partido Socialista alemán, porque todo en él se hace públicamente, incluso las sesiones de sus congresos, pero nadie llamará democrática a una organización que se oculte, para todos los que no sean miembros suyos, tras el velo del secreto. Por tanto, ¿qué sentido tiene proponer un "amplio principio democrático", cuando la condición fundamental de ese principio es irrealizable para una organización secreta? El "amplio principio" resulta ser una mera frase, sonora, pero vacía. Aún más. Esta frase demuestra una incomprensión completa de las tareas urgentes del momento en materia de organización. Todo el mundo sabe hasta qué punto está extendida entre nosotros la falta de discreción conspirativa en la "gran" masa de revolucionarios. Ya hemos visto cómo se queja amargamente de ello B-v, exigiendo, con toda razón, "una severa selección de los afiliados" (R. D., núm. 6, pág. 42). ¡Y de pronto surgen gentes que se ufanan de su "sentido de la vida" y, en semejante situación, subrayan, no la necesidad de la más severa discreción conspirativa y de la más rigurosa (y, por consiguiente, más es-
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trecha) selección de afiliados, sino un "amplio principio democrático"! Esto se llama no dar en el clavo.
   
No queda mejor parado el segundo signo de democracia, el carácter electivo. En los países que gozan de libertad política, esta condición se sobreentiende por sí misma. "Se considera miembro del Partido todo el que acepta los principios de su programa y ayuda al Partido en la medida de sus fuerzas", dice el artículo primero de los estatutos del Partido Socialdemócrata alemán. Y como toda la liza política está descubierta para todos, al igual que la rampa de la escena para los espectadores de un teatro, el que se acepte o no se acepte, se preste o no se preste apoyo son cosas que todos saben por los periódicos y por las reuniones públicas. Todo el mundo sabe que determinado hombre político ha comenzado de tal manera, ha pasado por ta! y tal evolución, se ha portado de tal y tal modo en un momento difícil de su vida, se distingue en general por tales y tales cualidades: por tanto, es natural que a este hombre lo puedan elegir o no elegir con conocimiento de causa, para determinado cargo de partido, todos los miembros del Partido. El control general (en el sentido literal de la palabra) de cada uno de los pasos del afiliado al Partido, a lo largo de su carrera política, crea un mecanismo de acción automática, cuyo resultado es lo que en biología se llama "supervivencia de los mejor adaptados". La "selección natural", producto de la completa publicidad, del carácter electivo y del control general, asegura que, al fin y al cabo, cada hombre quede "en su sitio", se encargue de la labor que mejor concuerde con sus fuerzas y con sus aptitudes, experimente sobre sí mismo todas las consecuencias de sus errores y demuestre ante los ojos de todos su capacidad de reconocer sus faltas y de evitarlas.
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¡Pero prueben ustedes a encajar este cuadro en el marco de nuestra autocracia! ¿Es acaso concebible entre nosotros que "todo el que acepte los principios del programa del Partido y ayude al Partido en la medida de sus fuerzas" controle cada paso del revolucionario clandestino? ¿Que todos elijan a una u otra persona de entre estos últimos, cuando, en interés de su trabajo, el revolucionario está obligado a ocultar su verdadera personalidad a las nueve décimas partes de esos "todos"? Reflexionad aunque sea un momento acerca del verdadero sentido de las sonoras palabras de Rab. Dielo y veréis que un "amplio democratismo" de una organización de partido en las tinieblas de la autocracia, cuando son los gendarmes los que seleccionan, no es más que una frivolidad vana y perjudicial. Es una futesa vana, porque, en la práctica, nunca ha podido ninguna organización revolucionaria aplicar un amplio democratismo, ni puede aplicarlo, por mucho que lo desee. Es una futesa perjudicial, porque los intentos de aplicar en la práctica un "amplio principio democrático" sólo facilitan a la policía las grandes redadas y consagran por una eternidad los métodos primitivos de trabajo dominantes, distrayendo el pensamiento de los militantes dedicados a la labor práctica de la seria e imperiosa tarea de forjarse como revolucionarios profesionales, desviándolo hacia la redacción de detallados reglamentos "burocráticos" sobre sistemas de elecciones. Sólo en el extranjero, donde no pocas veces se reúnen gentes que no pueden encontrar una labor verdadera y real, ha podido desarrollarse, en alguna que otra parte, especialmente en diversos pequeños grupos, ese "juego al democratismo".
   
Para demostrar al lector hasta qué punto es indecorosa la forma en que Rab. Dielo gusta de preconizar un "principio"
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tan noble como el democratismo en el trabajo revolucionario, nos remitiremos de nuevo a un testigo. Se trata de E. Serebriakov, director de la revista de Londres Nakanunie, que siente gran debilidad por Rab. Dielo y gran odio contra Plejánov y los "plejanovistas": en los artículos referentes a la escisión de la "Unión de socialdemócratas rusos en el extranjero", Nakanunie se puso decididamente al lado de Rab. Dielo y se abalanzó con una verdadera nube de palabras lamentables sobre Plejánov. Tanto más valor tiene para nosotros el testigo en este punto. En el núm. 7 de Nakanunie (julio de 1899), en el artículo titulado: "Con motivo del llamamiento del 'Grupo de autoemancipación obrera'", E. Serebriakov decía que era "indecoroso" plantear cuestiones de "prestigio, de primacía, de lo que se llama el areópago, en un movimiento revolucionario serio", y decía, entre otras cosas, lo siguiente:
   
"Myshkin, Rogachev, Zheliábov, Mijáilov, Peróvskaia, Figner y otros nunca se consideraron dirigentes y nadie los había elegido ni nombrado, aunque en realidad sí lo eran, porque, tanto en el período de propaganda como en el de lucha contra el gobierno, se encargaron del peso mayor del trabajo, fueron a los sitios más peligrosos y su actividad fue la más fructifera. Y la primacía no resultaba de que la desearan, sino de que los camaradas que los rodeaban confiaban en su inteligencia, en su energía y en su lealtad. Temer a un areópago (y, si no se le teme, no hay por qué hablar de él) que pueda dirigir autoritariamente el movimiento, es ya demasiada candidez ¿Quién le obedecería?"
   
Preguntamos al lector: ¿en qué se diferencia el "areópago" de las "tendencias antidemocráticas"? ¿No es evidente que el "plausible" principio de organización de Rabócheie Dielo es tan cándido como indecoroso? Cándido, porque a un "areópago" o a "gentes con tendencias antidemocráticas" sencillamente no las obedecerá nadie, toda vez que "los camaradas que los rodean no confiarán en su inteligencia, en
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su energía y en su lealtad". E indecoroso, como salida demagógica en la que se especula con la presunción de unos, con el desconocimiento, por parte de otros, del estado en que realmente se encuentra nuestro movimiento y con la falta de preparación y el desconocimiento de la historia del movimiento revolucionario, por parte de los terceros. El único principio de organización serio a que deben atenerse los dirigentes de nuestro movimiento tiene que ser el siguiente: la más severa discreción conspirativa, la más rigurosa selección de afiliados y la preparación de revolucionarios profesionales. Si se cuenta con estas cualidades, está asegurado algo mucho más importante que el "democratismo", a saber: la plena y fraternal confianza mutua entre los revolucionarios. Indiscutiblemente, necesitamos esta confianza, porque no se puede hablar entre nosotros, en Rusia, de sustituirla por un control democrático general. Y cometeríamos un gran error si creyéramos que, por ser imposible un control verdaderamente "democrático", los afiliados a una organización revolucionaria se convierten en incontrolados: no tienen tiempo de pensar en las formas ficticias de democracia (democracia en el seno de un apretado grupo de camaradas entre los que reina plena confianza mutua), pero sienten muy vivamente su responsabilidad, sabiendo además, por experiencia, que una organización de verdaderos revolucionarios no se parará en nada para librarse de un miembro indigno. Además, está bastante extendida entre nos otros una opinión pública de los medios revolucionarios rusos (e internacionales), que tiene tras sí toda una historia y que castiga con implacable severidad toda falta a las obligacio nes de camaradería (¡y el "democratismo", el verdadero, no el democratismo ficticio, queda comprendido, como la parte
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en el todo, en este concepto de camaradería!). ¡Tened todo esto en cuenta y comprenderéis qué repugnante tufillo a juego en el extranjero, a juego a generales, despiden todas esas habladurías y resoluciones sobre "tendencias antidemocráticas"!
   
Hay que observar, además, que la otra fuente de tales habladurías, es decir, la candidez, se alimenta también de la confusión de ideas acerca de lo que es la democracia. En el libro de los esposos Webb sobre las tradeuniones inglesas hay un capítulo curioso: "La democracia primitiva". Los autores refieren en este capítulo cómo los obreros ingleses, en el primer período de existencia de sus sindicatos, consideraban como señal imprescindible de democracia el que todos hicieran de todo en la dirección de los sindicatos: no sólo eran decididas todas las cuestiones por votación de todos los miembros, sino que los cargos también eran desempeñados sucesivamente por todos los afiliados. Fue necesaria una larga experiencia histórica para que los obreros comprendieran lo absurdo de semejante concepto de la democracia y la necesidad, por una parte, de que existieran instituciones representativas y, por otra, de funcionarios profesionales Fueron necesarios unos cuantos casos de quiebra de cajas de los sindicatos para que los obreros comprendieran que la relación proporcional entre las cuotas que pagaban y los subsidios que recibían no podía decidirse sólo por votación democrática, sino que exigía, además, el consejo de un perito en seguros Leed también el libro de Kautsky sobre el parlamentarismo y la legislación popular y veréis que las deducciones del teórico marxista coinciden con las lecciones que dan prolongados años de práctica de los obreros unidos "espontáneamente" Kautsky protesta enérgica-
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mente contra la forma primitiva en que Rittinhausen concibe la democracia, se burla de la gente dispuesta a exigir en nombre de la democracia que "los periódicos populares se redacten directamente por el pueblo", demuestra la necesidad de que existan periodistas profesionales, parlamentarios profesionales, etc., para dirigir de un modo socialdemócrata la lucha de clase del proletariado; ataca el "socialismo de anarquistas y literatos", que, por "efectismo", exaltan la legislación directamente popular y no comprenden hasta qué punto es sólo relativamente aplicable en la sociedad contemporánea.
   
Todo el que haya trabajado de un modo práctico en nuestro movimiento sabe cuán extendido está entre la masa de la juventud estudiantil y entre los obreros el concepto "primitivo" de la democracia. No es de extrañar que este concepto penetre tanto en estatutos como en publicaciones Los economistas de tipo bernsteiniano decían en su estatuto: "§ 10. Todos los asuntos que afecten a los intereses de toda la organización sindical serán decididos por mayoría de votos de todos sus miembros". Los economistas de tipo terrorista repiten tras ellos: "Es imprescindible que los acuerdos del comité recorran todos los círculos y sólo entonces sean acuerdos efectivos" (Svoboda, núm 1, pág. 67). Observad que esta exigencia de aplicar ampliamente el sistema de referéndum se plantea ¡después de exigir que toda la organización se base en el principio electivo! Desde luego, nada está más lejos de nosotros que el censurar por eso a los militantes dedicados al trabajo práctico, que han tenido muy poca posibilidad de conocer la teoría y la práctica de las organizaciones efectivamente democráticas. Pero, cuando Rab. Dielo, que pretende tener un papel dirigente, se limita en semejantes circunstancias a una resolución sobre
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un amplio principio democrático, ¿qué es esto sino puro "efectismo"?
   
Si las objeciones contra el plan de organización que aquí exponemos, al que se reprocha su falta de democratismo y su carácter conspirativo, carecen totalmente de fundamento, queda todavía una cuestión que se plantea muchas veces y que merece ser examinada en detalle: se trata de la relación entre el trabajo local y el trabajo en escala nacional. Se expresa el temor de que, al crearse una organización centralista, el centro de gravedad pase del primer trabajo al segundo, el temor de que esto perjudique al movimiento, debilite la solidez de los vínculos que nos unen con la masa obrera, y, en general, la estabilidad de la agitación local. Contestaremos que nuestro movimiento se resiente durante estos últimos años precisamente por el hecho de que los militantes locales están demasiado absorbidos por el trabajo local; que, por esta razón, es, sin duda de ningún género, necesario desplazar algo el centro de gravedad hacia el trabajo en el plano nacional; que este desplazamiento no debilitará, sino que, por el contrario, dará mayor solidez a nuestros vínculos y mayor estabilidad a nuestra agitación local. Examinemos la cuestión del órgano central y de los órganos locales, rogando al lector que no olvide que el asunto de la prensa no es para nosotros más que un ejemplo ilustrativo del trabajo revolucionario en general, infinitamente más amplio y más variado.
   
En el primer período del movimiento de masas (1896-1898), los militantes locales intentan publicar un órgano destinado a toda Rusia, la Rabóchaia Gasieta ; en el período
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siguiente (1898-1900), el movimiento da un gigantesco paso hacia adelante, pero los órganos locales absorben totalmente la atención de los dirigentes. Si se hace un recuento de todos esos órganos locales, resultará[*], en números redondos, un número al mes. ¿No es esto una prueba evidente de que nuestros métodos de trabajo son primitivos? ¿No demuestra esto con evidencia el atraso en que nuestra organización revolucionaria está respecto al auge espontáneo del movimiento? Si la misma cantidad de números de periódicos se hubiera publicado, no por grupos locales dispersos, sino por una organización única, no sólo habríamos economizado una enormidad de fuerzas, sino asegurado a nuestro trabajo infinitamente más estabilidad y continuidad. Olvidan con demasiada frecuencia esta sencilla consideración, tanto los militantes dedicados a las labores prácticas, que trabajan de un modo activo casi exclusivamente en los órganos locales (por desgracia, en la inmensa mayoría de los casos, la situación no ha cambiado), como los publicistas que muestran en esta cuestión un extraordinario quijotismo El militante dedicado al trabajo práctico se da generalmente por satisfecho con la consideración de que a los militantes locales "les es difícil"** ocuparse de la publicación de un periódico destinado a toda Rusia y que mejor es tener periódicos locales que no tener ninguno. Esto último es, desde luego,
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muy justo, y ningún militante dedicado al trabajo práctico reconocerá más que nosotros la gran importancia y la gran utilidad de los periódicos locales en general. Pero no se trata de esto, sino de ver si es posible librarse del fraccionamiento y de los métodos primitivos de trabajo, que tan palmariamente quedan reflejados por los treinta números de periódicos locales publicados en toda Rusia en dos años y medio. No os limitéis al principio indiscutible, pero demasiado abstracto, de la utilidad de los periódicos locales en general; tened, además, el valor de reconocer francamente sus lados negativos, que han puesto de manifiesto dos años y medio de experiencia. Esta experiencia demuestra que, en las condiciones en que nos encontramos, los periódicos locales, en la mayoría de los casos, resultan en principio inestables, políticamente carecen de importancia, y, en cuanto al consumo de energías revolucionarias, resultan demasiado costosos, como totalmente insatisfactorios desde el punto de vista técnico (me refiero, claro está, no a la técnica tipográfica, sino a la frecuencia y regularidad de la publicación). Y todos los defectos indicados no son obra de la casualidad, sino consecuencia inevitable del fraccionamiento que, por una parte, explica el predominio de los periódicos locales en el período que examinamos, y, por otra parte, encuentra un apoyo en ese predominio. Una organización local, por sí sola, no está realmente en condiciones de asegurar la estabilidad de principios de su periódico y colocarlo a la altura de un órgano político, no está en condiciones de reunir y utilizar materiales suficientes para enfocar toda nuestra vida política. Y, en cuanto al argumento a que ordinariamente se recurre en los países libres para justificar la necesidad de numerosos periódicos locales -- su baratura,
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por el hecho dé confeccionarlos obreros locales, y la posibilidad de ofrecer una información mejor y más rápida a la población --, la experiencia ha demostrado que, en nuestro país, este argumento se vuelve contra los periódicos locales. Estos resultan demasiado costosos en lo que al consumo de energías revolucionarias se refiere; y son publicados muy de tarde en tarde por la sencilla razón de que un periódico ilegal, por pequeño que sea, precisa un enorme aparato clandestino, que exige la existencia de una gran industria fabril, pues en un taller de artesanos no es posible montar semejante aparato. Cuando el aparato clandestino es primitivo, resulta muchas veces (todo militante dedicado al trabajo práctico conoce abundantes ejemplos de este género) que la policía aprovecha la aparición y difusión de uno o dos números para hacer una redada en masa, que deja todo como para volver a empezar de nuevo. Un buen aparato clandestino exige una buena preparación profesional de los revolucionarios y la mas consecuente división del trabajo, y estas dos condiciones son absolutamente irrealizables en una organización local aislada, por muy fuerte que sea en un momento dado. No hablemos ya de los intereses generales de todo nuestro movimiento (una educación socialista y política de los obreros basada en principios firmes); también los intereses específicamente locales quedan mejor atendidos por órganos no locales. Sólo a primera vista puede esto parecer una paradoja, pero, en realidad, la experiencia de los dos años y medio de que hemos hablado lo demuestra de un mcdo irrefutable. Todo el mundo estará de acuerdo en que, si todas las fuerzas locales que han publicado treinta números de periódicos locales hubieran trabajado para un solo periódico, se habrían publicado sin dificultad sesenta números de éste, si no cien, y por consiguiente, se habrían
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reflejado de un modo más completo las particularidades del movimiento puramente local. No cabe duda de que no es fácil conseguir esta coordinación, pero hace falta que, al fin, reconozcamos su necesidad; que cada círculo local piense y trabaje activamente en este sentido sin esperar el empujón de fuera, sin dejarse seducir por la accesibilidad y la proximidad de un órgano local, proximidad que -- según lo prueba nuestra experiencia revolucionaria -- es, en buena parte, ilusoria.
   
Y prestan un flaco servicio al trabajo práctico los publicistas que, considerándose especialmente próximos a los militantes prácticos, no se dan cuenta de este carácter ilusorio y salen del paso con un razonamiento tan extraordinariamente fácil como vacío: hacen falta periódicos locales, hacen falta periódicos regionales, hacen falta periódicos destinados a toda Rusia. Naturalmente, hablando en términos generales, todo esto hace falta, pero también hace falta, cuando se aborda un problema concreto de organización, pensar en las condiciones de ambiente y de tiempo. ¿Y no estamos, en efecto, ante un caso de quijotismo cuando Svoboda (núm. 1, pág. 68), "deteniéndose" especialmente "en el problema del periódico ", escribe: "Nosotros creemos que en todo centro obrero algo considerable debe haber un periódico obrero. No traído de fuera, sino justamente suyo propio"? Si este publicista no quiere pensar en el sentido de sus palabras, por lo menos piensa tú por él, lector: ¡cuántas decenas, si no centenares de "centros obreros algo considerables" hay en Rusia, y qué perpetuación de nuestros métodos primitivos de trabajo resultaría si cada organización local se pusiera efectivamente a publicar su propio periódico! ¡Cómo facilitaría este fraccionamiento a nuestros gendarmes la tarea de pescar -- y, además, sin el menor es-
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fuerzo "algo considerable" -- a los militantes locales, desde el comienzo mismo de su actuación, antes de haber podido llegar a ser verdaderos revolucionarios! En un periódico destinado a toda Rusia -- continúa el autor --, no interesarían mucho las narraciones de los atropellos de los fabricantes "y de los pequeños detalles de la vida fabril en diversas ciudades que no son las suyas", pero "al vecino de Orel no le aburrirá leer lo que sucede en Orel. Sabe siempre con quién se han 'metido', a quién 'se le da su merecido', y pone su alma en lo que lee" (pág. 69). Sí, sí, el vecino de Orel pone su alma, pero nuestro publicista "pone" también demasiada imaginación. Lo que éste debiera pensar es si es oportuna una tal defensa de la mezquindad de esfuerzos Nadie mejor que nosotros reconoce la necesidad e importancia de las denuncias de los abusos que se cometen en las fábricas, pero hay que recordar que hemos llegado ya a un momento en que a los vecinos de Petersburgo les aburre leer las cartas petersburguesas del periódico petersburgués Rabóchaia Misl. Para las denuncias de los abusos que se cometen en las fábricas locales hemos tenido siempre, y debemos seguir teniendo siempre las hojas volantes, pero el periódico tenemos que elevarlo, y no rebajarlo al nivel de hoja de fábrica. Para un "periódico" necesitamos denuncias no tanto de "pequeñeces", como de los grandes defectos típicos de la vida fabril, denuncias hechas a base de ejemplos particularmente destacados, que, por lo mismo, puedan interesar a todos los obreros y a todos los dirigentes del movimiento, que puedan enriquecer efectivamente sus conocimientos, ensanchar su horizonte, dar comienzo al despertar de una nueva región, de una nueva capa profesional de obreros.
   
"Además, en un periódico local, todos los desmanes de la administración de la fábrica o de otras autoridades pue-
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den recogerse en seguida, en caliente. En cambio, mientras llegue la noticia al periódico general, lejano, en el punto de origen ya se habrán olvidado de lo sucedido: '¿Cuándo habrá sucedido esto?; ¡cualquiera lo recuerda!'" (loc. cit.) ¡Qué oportuno, cualquiera lo recuerda! Los treinta números publicados en dos años y medio corresponden, según hemos visto en la misma fuente, a seis ciudades. De modo que a cada ciudad corresponde, por término medio, ¡un número de periódico cada medio año! E incluso si nuestro ligero publicista triplica en su hipótesis el rendimiento del trabajo local (cosa que sería indudablemente inexacta con relación a una ciudad media, porque dentro del marco de los métodos primitivos de trabajo es imposible aumentar considerablemente el rendimiento), no saldríamos, sin embargo, a más de un número cada dos meses, es decir, una situación que en nada se parece a "recoger las noticias en caliente". Pero bastaría con que se unieran diez organizaciones locales y asignaran a sus delegados funciones activas con el fin de confeccionar un periódico común, para que entonces pudieran "recogerse" por toda Rusia no pequeñeces, sino desmanes efectivamente notables y típicos, y esto cada dos semanas. Nadie que sepa en qué situacion se en cuentran nuestras organizaciones dudará de esto. Y, en cuanto a lo de sorprender al enemigo en flagrante delito, si se toma esto en serio y no como una bonita frase, un periódico ilegal no puede, en general, ni pensar en ello: esto sólo es accesible a una hoja volante clandestina, porque el plazo máximo para sorprender así al enemigo no pasa, en la mayoría de los casos, de uno o dos días (tomad, por ejemplo, el caso de una huelga breve ordinaria, de un choque en una fábrica o de una manifestación, etc.).
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"El obrero no sólo vive en la fábrica, sino también en la ciudad", continúa nuestro autor, pasando de lo particular a lo general con una consecuencia tan rigurosa que honraría al mismo Boris Krichevski. Y señala los problemas de las dumas urbanas, de los hospitales urbanos, de las escuelas urbanas, exigiendo que el periódico obrero no pase en silencio los asuntos municipales en general. La exigencia es de por sí magnífica, pero ilustra con particular evidencia el vacuo carácter abstracto a que, con demasiada frecuencia, se limitan las disquisiciones sobre los periódicos locales. En primer lugar, si en "todo centro obrero algo considerable" se publicaran en efecto periódicos con una sección municipal tan detallada como quiere Svoboda, la cosa degeneraría, inevitablemente, dadas nuestras condiciones rusas, en verdadera cicatería, conduciría a debilitar la conciencia de la importancia de un empuje revolucionario general a toda Rusia dirigido contra la autocracia zarista y reforzaría los brotes, muy vivos, y más bien ocultos o reprimidos que arrancados de raíz, de una tendencia que ya ha adquirido fama por la célebre frase sobre los revolucionarios que hablan demasiado del parlamento que no existe y muy poco de las dumas urbanas existentes. Y hemos dicho "inevitablemente", subrayando así que no es esto, sino lo contrario, lo que Svoboda quiere Pero no basta con las buenas intenciones. Para que la labor de esclarecimiento de los asuntos urbanos quede organizada con la orientación debida respecto a todo nuestro trabajo, hace falta, para empezar, que esa orientación esté totalmente elaborada, firmemente marcada, y no sólo por razonamientos, sino por una enormidad de ejemplos, para que adquiera ya la solidez de la tradición. Esto es lo que estamos muy lejos de tener, y lo que hace falta precisamente para empezar,
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antes de que se pueda pensar en una abundante prensa local y hablar de ella.
   
En segundo lugar, para escribir con verdadero acierto, de un modo interesante, sobre asuntos municipales, hay que conocerlos bien, y no sólo a través de los libros. Pero en toda Rusia no hay casi en absoluto socialdemócratas que posean este conocimiento. Para escribir en un periódico (y no en folletos populares) sobre asuntos municipales o de Estado, hay que disponer de materiales frescos, variados, recogidos y elaborados por una persona entendida. Y para recoger y elaborar tales materiales, no basta la "democracia primitiva" de un círculo primitivo, en el que todos hacen de todo y se divierten jugando al referéndum. Para eso, hace falta un Estado Mayor de especialistas escritores, de especialistas corresponsales, un ejército de "reporters" socialdemócratas, que establezcan relaciones en todas partes, que sepan penetrar en todos los "secretos de Estado" (con los que tanto presume el funcionario ruso y sobre los que tan fácilmente se va de la lengua), meterse por entre todos los "bastidores"; un ejército de hombres obligados, "por su cargo", a ser omnipresentes y omnisapientes. Y nosotros, Partido de lucha contra toda opresión económica, política, social y nacional, podemos y debemos encontrar, reunir, formar, movilizar y poner en marcha un tal ejército de hombres omnisapientes, ¡pero eso está por hacer todavía! Ahora bien, nosotros no sólo no hemos dado aún, en la inmensa mayoría de las localidades, ni un paso en esta dirección, sino que a menudo ni siquiera existe la conciencia de la necesidad de hacerlo. Buscad en nuestra prensa socialdemócrata artículos vivos e interesantes, crónicas y denuncias sobre nuestros asuntos y asuntillos diplomáticos, militares, eclesiásticos, municipales,
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financíeros, etc., etc.: encontraréis muy poco o casí nada [*]. ¡Por eso es por lo que "me pongo siempre terriblemente furioso, cuando viene alguien y me dice una serie de cosas bellas y magníficas" sobre la necesidad de periódicos "en todo centro obrero algo considerable", que denuncien las arbitrariedades tanto en las fábricas, como en la administración municipal y en el Estado!
   
El predominio de la prensa local sobre la central es señal de penuria o de lujo. De penuria, cuando el movimiento no ha formado todavía fuerzas para un trabajo en gran escala, cuando vegeta aún dentro de los métodos primitivos y casi se ahoga "en las pequeñeces de la vida fabril". De lujo, cuando el movimiento ha dominado ya plenamente la tarea de las denuncias en todos los sentidos y de la agitación en todos los sentidos, de modo que, además del órgano central, se hacen necesarios numerosos órganos locales. Decida cada uno por sí mismo qué es lo que prueba el predominio actual de períódicos locales entre nosotros Yo, por mi parte, me limitaré a formular de una manera precisa mi conclusión, para no dar lugar a confusiones. Hasta ahora, la mayoría de nuestras organizaciones locales piensan casi exclusiva-
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mente en órganos locales y trabajan de un modo activo casi exclusivamente para ellos. Esto no es normal. Tiene que suceder al contrario: la mayoría de las organizaciones locales deben pensar, sobre todo, en un órgano destinado a toda Rusia y trabajar principalmente para él. Mientras no ocurra así, no podremos publicar ni un solo periódico que sea cuando menos capaz de proporcionar efectivamente al movimiento una agitación en todos los sentidos en la prensa. Y cuando esto sea así, se establecerán por sí mismas las relaciones normales entre el órgano central indispensable y los indispensables órganos locales.
   
A primera vista, puede parecer que es inaplicable al terreno de la lucha específicamente económica la conclusión de que se precisa desplazar el centro de gravedad del trabajo local al trabajo destinado a toda Rusia: el enemigo directo de los obreros está representado en este caso por patronos aislados, o grupos de patronos, no ligados entre sí por una organización que, aunque lejanamente, recuerda una organización puramente militar, rigurosamente centralista, que hasta en los más mínimos detalles dirige una voluntad única, como es la organización del gobierno ruso, nuestro enemigo directo en la lucha política.
   
Pero no es así. La lucha económica -- lo hemos dicho ya muchas veces -- es una lucha profesional, y por ello exige que los obreros se unan por oficios, y no sólo por el lugar de trabajo. Y esta unión profesional se hace tanto más imperiosamente necesaria, cuanto con mayor rapidez avanza la unión de nuestros patronos en toda clase de sociedades y sindicatos. Nuestra dispersión y nuestros métodos primitivos de trabajo obstaculizan directamente esta unión, que
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exige para toda Rusia una organización única de revolucionarios, capaz de encargarse de la dirección de sindicatos obreros extensivos a todo el país. Ya hemos hablado anteriormente del tipo de organización que sería de desear a este objeto, y ahora añadiremos sólo unas palabras en relación con el problema de nuestra prensa.
   
No creo que nadie dude de que todo periódico socialdemócrata deba tener una sección dedicada a la lucha sindical (económica). Pero el crecimiento del movimiento sindical nos obliga a pensar también en una prensa sindical. Creemos, sin embargo, que todavía no se puede ni hablar en Rusia, salvo raras excepciones, de periódicos sindicales: son un lujo y nosotros carecemos muchas veces del pan de cada día. Lo adecuado a las condiciones del trabajo clandestino y la forma ya ahora imprescindible de prensa sindical tendrían que ser entre nosotros los folletos sindicales. En ellos deberían recogerse y agruparse sistemáticamente materiales legales * e ilegales sobre la cuestión de las condiciones de trabajo en cada oficio, sobre las diferencias que en este
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sentido existen entre los diversos puntos de Rusia, sobre las principales reivindicaciones de los obreros de una profesión determinada, sobre las deficiencias de la legislación que a ella se refiere, sobre los casos salientes de la lucha económica de los obreros de este gremio, sobre los gérmenes, la situación actual y las necesidades de su organización sindical, etc. Estos folletos, en primer lugar, librarían a nuestra prensa socialdemócrata de una inmensa cantidad de detalles sindicales que sólo interesan especialmente a los obreros de un oficio determinado. En segundo lugar, fijarían los resultados de nuestra experiencia en la lucha profesional, conservarían los materiales recogidos, que ahora se pierden literalmente en la inmensa cantidad de hojas y de crónicas sueltas, y sintetizarían estos materiales. En tercer lugar, podrían servir de especie de guía para los agitadores, porque las condiciones de trabajo varían con relativa lentitud, las reivindicaciones fundamentales de los obreros de un oficio determinado son extraordinariamente estables (comparad las reivindicaciones de los tejedores de la región de Moscú, en 1885, y de la región de Petersburgo en 1896), y un resumen de estas reivindicaciones y necesidades podría servir duran-
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te años enteros de manual excelente para la agitación económica en localidades atrasadas o entre capas atrasadas de obreros; ejemplos de huelgas que hayan tenido éxito en una región, datos sobre un nivel de vida más elevado, sobre mejores condiciones de trabajo en una localidad, incitarían también a los obreros de otras localidades a nuevas y nuevas luchas. En cuarto lugar, tomando la iniciativa de sintetizar la lucha sindical y afirmando de este modo los vínculos del movimiento sindical ruso con el socialismo, la socialdemocracia se preocuparía al mismo tiempo de que nuestro trabajo tradeunionista ocupara un lugar, ni demasiado reducido ni demasiado grande, en el conjunto de nuestro trabajo socialdemócrata. A una organización local, si está apartada de las organizaciones de otras ciudades, le es muy difícil, a veces casi imposible, mantener en este sentido una proporción justa (y el ejemplo de Rabóchaia Misl demuestra a qué punto de monstruosa exageración del tradeunionismo puede llegarse en tal caso). Pero una organización de revolucionarios destinada a toda Rusia, que sustente de manera firme el punto de vista del marxismo, que dirija toda la lucha política y disponga de un Estado Mayor de agitadores profesionales, nunca tropezará con dificultades para determinar acertadamente esa proporción.
   
"El error más grande de Iskra en este sentido -- escribe B. Krichevski (R. D., núm. 10, pág. 30), imputándonos la tendencia de "convertir la teoría en doctrina muerta, ais-
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lándola de la práctica" -- es 'su plan' de organización de un partido común" (es decir, el artículo "¿Por dónde empezar?"[*]). Y Martínov le hace coro, declarando que "la tendencia de Iskra de aminorar la importancia de la marcha progresiva de la lucha cotidiana y gris, en comparación con la propaganda de ideas brillantes y acabadas. . . , ha sido coronada por el plan de organización del Partido, plan que se nos ofrece en el núm. 4, en el artículo '¿Por dónde empezar?'" (Loc. cit., pág. 61). Finalmente, hace poco, se ha sumado al número de los indignados contra este "plan" (las comillas deben expresar la ironía con que lo acoge) L. Nadiezhdin, que en su folleto En vísperas de la revolución, que acabamos de recibir (edición del "grupo revolucionario-socialista" Svoboda, que ya conocemos), declara que "al hablar ahora de una organización cuyos hilos arranquen de un periódico destinado a toda Rusia es concebir ideas y trabajos de gabinete" (pág. 126), dar pruebas de "literaturismo", etc.
   
No puede sorprendernos que nuestro terrorista coincida con los defensores de la "marcha progresiva de la lucha cotidiana y gris", ya hemos visto las raíces de esta afinidad en los capítulos sobre la política y sobre la organización. Pero debemos observar en el acto que L. Nadiezhdin, y sólo él, ha tratado honradamente de penetrar en el curso del pensamiento del artículo que le ha disgustado; ha tratado de darle una respuesta a fondo, mientras que Rab. Dielo ha tratado tan sólo de embrollar la cuestión, amontonando indignas salidas demagógicas. Y, por desagradable que sea, es necesario perder tiempo para limpiar ante todo los establos de Augias.
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Vamos a formar un ramillete de expresiones y exclamaciones con que se arroja sobre nosotros Rabócheie Dielo. "No es un periódico el que puede crear la organización del Partido, sino todo lo contrario" . . . "Un periódico que se encuentre por encima del Partido fuera de su control, y que no dependa de él por tener su propia red de agentes" . . . "¿Por obra de qué milagro ha olvidado Iskra las organizaciones socialdemócratas, ya existentes de hecho, del Partido a que ella misma pertenece?" . . . "Personas poseedoras de principios firmes y del plan correspondiente, son también los reguladores supremos de la lucha real del Partido, al que dictan la ejecución de su plan" . . . "El plan relega a nuestras organizaciones, reales y vitales, al reino de las sombras y quiere dar vida a una fantástica red de agentes" . . . "Si el plan de Iskra fuese llevado a la práctica, borraría completamente las huellas del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia que se viene formando en nuestro país" . . . "Un órgano de propaganda se sustrae al control y se convierte en legislador absoluto de toda la lucha revolucionaria práctica" . . . "¿Qué actitud debe asumir nuestro Partido al verse totalmente sometido a una redacción autónoma?"; etc., etc.
   
Como ve el lector por el contenido y el tono de estas citas, Rabócheie Dielo se siente ofendido. Pero se siente ofendido no por sí mismo, sino por las organizaciones y los comités de nuestro Partido, a los que Iskra quiere relegar, según pretende dicho órgano, al reino de las sombras y hasta borrar sus huellas. ¡Qué horror, figúrense ustedes! Pero hay una cosa extraña. El artículo "¿Por dónde empezar?" apareció
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en mayo de 1901, y los artículos de Rabócheie Dielo, en sep tiembre de 1901; ahora estamos ya a mediados de enero de 1902. ¡Durante estos cinco meses (tanto antes como después de septiembre), ni un solo comité, ni una sola organización del Partido ha protestado formalmente contra ese monstruo, que quiere desterrar a los comités y organizaciones al reino de las sombras! Y hay que hacer constar que, durante este período, han aparecido, tanto en Iskra como en numerosas otras publicaciones, locales y no locales, decenas y centenares de comunicaciones de todos los confines de Rusia. ¿Cómo ha podido suceder que las gentes a las que se quiere desterrar al reino de las sombras no se hayan apercibido de ello ni se hayan sentido ofendidas, y que, en cambio, se haya ofendido una tercera persona?
   
Ha sucedido esto porque los comités y las demás organizaciones están ocupados en un trabajo auténtico, y no en jugar al "democratismo". Los comités han leído el artículo "¿Por dónde empezar?", han visto en él una tentativa "de elaborar cierto plan de la organización, para que pueda iniciarse su estructuración por todas partes ", y, habiéndose percatado perfectamente de que ni una sola de "todas esas partes" pensará en "iniciar la estructuración" antes de estar convencida de su necesidad y de la justeza del plan arquitectónico, no han pensado, naturalmente, en "ofenderse" por la terrible osadía de los que han dicho en Iskra : "Dada la urgencia de la cuestión, nos decidimos por nuestra parte a proponer a la atención de los camaradas el bosquejo de un plan que desarrollaremos más detalladamente en un folleto cuya impresión está preparándose". Parece imposible que no se comprenda, si es que se adopta una actitud honrada respecto a este problema, que, si los camaradas aceptan el plan propuesto a su atención, no lo ejecutarán por
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"subordinación", sino por el convencimiento de que es necesario para nuestra obra común, y que, en el caso de no aceptarlo, el "bosquejo" (¡qué palabra más pretenciosa! ¿no es verdad?) quedará como tal bosquejo. ¿¿No es demagogia arremeter contra el bosquejo de un plan, no sólo "denigrándolo" y aconsejando a los camaradas que lo rechacen, sino incitando a gentes poco expertas en la labor revolucionaria en contra de los autores del bosquejo por el mero hecho de que éstos se atreven a "legislar", a actuar de "reguladores supremos", es decir, que se atreven a proponer un bosquejo de plan?? ¿Puede nuestro Partido desarrollarse y marchar adelante, si la tentativa de elevar a los militantes locales para que tengan ideas, tareas, planes, etc. más amplios tropieza no sólo con la objeción respecto a la inexactitud de estas ideas, sino con un sentimiento de "agravio" por el hecho de que se les "quiera" "elevar "? Porque también L. Nadiezhdin ha "denigrado" nuestro plan, pero no se ha rebajado a semejante demagogia, que ya no puede explicarse simplemente por candor o carácter primitivo de ideas políticas: ha rechazado resueltamente y desde el primer momento la acusación de "fiscalizar al Partido" Por esta razón, podemos y debemos contestar a fondo a la crítica que Nadiezhdin hace del plan, mientras que a Rabócheie Dielo sólo cabe contestar con el desprecio.
   
Pero el despreciar a un escritor que se rebaja hasta el punto de gritar sobre "absolutismo" y "subordinación" no nos exime del deber de desembrollar la confusión ante la que estas gentes colocan al lector. Y aquí podemos demostrar palmariamente a todo el mundo qué valor tienen las habituales frases sobre un "amplio democratismo". Se nos acusa de haber olvidado los comités, de querer o de intentar desterrarlos al reino de las sombras, etc. ¿Cómo
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contestar a estas acusaciones, cuando por razones de discreción conspirativa no podemos exponer al lector casi ningún hecho real de nuestras relaciones efectivas con los comités? Las gentes que lanzan una acusación tan osada, capaz de irritar a la multitud, nos llevan ventaja por su desfachatez, por su desdén de los deberes del revolucionario, que oculta cuidadosamente a los ojos del mundo las relaciones y los vínculos que tiene, establece o trata de establecer. Desde luego, nos negamos de una vez para siempre a hacer competencia a gentes de esta calaña en el terreno del "democratismo". En cuanto al lector no iniciado en todos los asuntos del Partido, el único medio de cumplir nuestro deber para con él consiste en exponerle no lo que existe y lo que se encuentra im Werden [*], sino una pequeña parte de lo que ha sido, ya que se puede hablar de ello porque pertenece al pasado.
   
El Bund nos acusa indirectamente de "impostura"**; la "Unión" en el extranjero nos acusa de que tratamos de borrar las huellas del Partido. ¡Un momento, señores! Quedarán ustedes plenamente satisfechos en cuanto expongamos al público cuatro hechos del pasado.
   
Primer*** hecho. Los miembros de una de las "Uniones de Lucha", que tuvieron una participación directa en la formación de nuestro Partido y en el envío de un delegado al Congreso en que se fundó, se ponen de acuerdo con uno de los miembros del grupo de Iskra para fundar una editorial
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obrera especial, con objeto de atender a las necesidades de todo el movimiento. No se consigue fundar la editorial obrera, y los folletos Las tareas de los socialdemócratas rusos y La nueva ley de fábricas [*], escritos para ella, por caminos de rodeo y a través de terceras personas van a parar al extranjero, donde son publicados[41].
   
Segundo hecho. Los miembros del Comité Central del Bund se dirigen a uno de los miembros del grupo de Iskra con la propuesta de organizar conjuntamente lo que entonces llamaba el Bund "un laboratorio de literatura", indicando que, si no se lograba llevar a la práctica el proyecto, nuestro movimiento podía sufrir un serio retroceso. Resultado de aquellas negociaciones fue el folleto La causa obrera en Rusia **.
   
Tercer hecho. El Comité Central del Bund, por intermedio de una pequeña ciudad de provincia, se dirige a uno de los miembros del grupo de Iskra proponiéndole que se encargue de la redacción de Rabóchaia Gasieta, que planeaba reanudar su publicación, y obtiene, desde luego, su conformidad. Más tarde, cambia la proposición: se trata solamente de colaborar, debido a una nueva combinación de la redacción. Claro que también a esto se asiente[42]. Se envían los artículos (que se ha logrado conservar): "Nuestro programa", protestando enérgicamente contra la bernsteiniada, contra el viraje de la literatura legal y de Rabóchaia Misl ;
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"Nuestras tareas más urgentes" ("la organización de un órgano del Partido que aparezca regularmente y esté estrechamente vinculado a todos los grupos locales"; los defectos de los "métodos primitivos de trabajo" imperantes); "Un problema vital" (analizando la objeción de que primeramente habría que desarrollar la actividad de los grupos locales y luego emprender la organización de un órgano común; insistiendo en la importancia primordial de "la organización revolucionaria", en la necesidad de "elevar la organización, la disciplina y la técnica de la conspiración al más alto grado de perfección")[*]. La proposición de reanudar la publicación de Rabóchaia Gasieta no llega a realizarse, y los artículos quedan sin publicar.
   
Cuarto hecho. Un miembro del Comité, organizador del segundo Congreso ordinario de nuestro Partido, comunica a un miembro del grupo de Iskra el programa del Congreso y presenta la candidatura de este grupo para la redacción de Rabóchaia Gasieta, que planeaba reanudar su publicación. Esta gestión, por decirlo así, preliminar, es sancionada luego por el Comité al que pertenecía dicha persona, así como por el Comité Central del Bund[43]; al grupo de Iskra, se le indica el lugar y la fecha del Congreso, pero el grupo (no teniendo, por determinados motivos, la seguridad de poder enviar un delegado a este Congreso) redacta también un informe escrito para el mismo. En dicho informe se sostiene la idea de que, con sólo elegir un Comité Central, lejos de resolver el problema de la unificación en un momento de completa dispersión como el actual, por el contrario, corremos, además, el riesgo de comprometer la gran idea de la creación del Partido, caso de producirse nuevamente
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una completa redada, cosa más que probable cuando impera la falta de discreción conspirativa; que, por ello, debía empezarse por invitar a todos los comités y a todas las demás organizaciones a sostener el órgano común cuando reanudara su aparición, órgano que realmente vincularía a todos los comites con un lazo efectivo y prepararía realmente un grupo de dirigentes de todo el movimiento; que, luego, los comités y el Partido podrían ya fácilmente transformar este grupo creado por los comités en un Comité Central, cuando dicho grupo se hubiera desarrollado y fortalecido. Pero el Congreso no pudo celebrarse, debido a una serie de batidas y detenciones, y por motivos de conspiración se destruyó el informe que sólo algunos camaradas, entre ellos los delegados de un comité, habían podido leer.
   
Juzgue ahora el lector por sí mismo del carácter de pro cedimientos como la alusión del Bund a una impostura o como el argumento de Rabócheie Dielo, que pretende que queremos desterrar a los comités al reino de las sombras, "sustituir" la organización del Partido por una organización que difunda las ideas de un solo periódico. Pues precisamente ante los comités, por reiteradas invitaciones de su parte, informamos sobre la necesidad de adoptar un determinado plan de trabajo común. Y precisamente para la organización del Partido elaboramos este plan en nuestros artículos enviados a Rabóchaia Gasieta y en el informe para el Congreso del Partido, y repetimos que lo hicimos por invitación de personas que ocupaban en el Partido una posición tan influyente, que tomaban la iniciativa de reconstruirlo (de hecho). Y sólo cuando hubieron fracasado las dos tentativas que la organización del Partido, juntamente con nosotros, hizo para renovar oficialmente el órgano central del Partido, creímos que era nuestro deber ineludible pre-
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sentar un organo no oficial, para que, en la tercera tentativa, los camaradas vieran ya ciertos resultados de la experiencia y no meras conjeturas. Ahora, todo el mundo puede apreciarya ciertos resultados de esa experiencia, y todos los camaradas pueden juzgar si hemos comprendido acertadamente nuestros deberes y la opinión que merecen las personas que, molestas por el hecho de que demostremos a unas su falta de consecuencia en la cuestión "nacional", y a otras lo imperdonable de sus vacilaciones sin principios, tratan de inducir a error a quienes desconocen el pasado más reciente.
   
La clave del artículo "¿Por dónde empezar?" está en que plantea precisamente esta cuestión y en que la resuelve afirmativamente. L. Nadiezhdin es, que sepamos, la única persona que intenta analizar esta cuestión a fondo y demostrar la necesidad de resolverla de un modo negativo. A continuación reproducimos íntegramente sus argumentos:
   
". . . Mucho nos place que plantee Iskra (núm. 4) la cuestión de la necesidad de un periódico destinado a toda Rusia, pero en modo alguno podemos estar de acuerdo en que este planteamiento corresponda al título del artículo '¿Por dónde empezar?'. Es, sin duda, uno de los asuntos de extrema importancia, pero no se pueden echar los cimientos de una organización combativa para un momento revolucionario con esa labor, ni con toda una serie de hojas populares, ni con una montaña de proclamas. Es indispensable empezar a formar fuertes organizaciones políticas locales. Nosotros carecemos de ellas, nuestra labor se ha desarrollado principalmente entre los obreros cultos, mientras que las masas sostenían de modo casi exclusivo la lucha económica. Si no se educan fuertes organizaciones políticas locales, ¿qué valor podrá tener un periódico destinado a toda Rusia, aunque esté excelentemente organizado? ¡Un arbusto en llamas, que arde sin consumirse, pero que a nadie transmite su fuego! Iskra cree que cn torno a ese periódico, en el trabajo para él, se concentrará el pueblo, se organizará. Pero ¡si le es mucho más fácil concentrarse y
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organizarse en torno a una labor más concreta! Esta labor puede y debe consistir en organizar periódicos locales en vasta escala, en preparar inmediatamente las fuerzas obreras para manifestaciones, en que las organizaciones locales trabajen constantemente entre los parados (difundiendo de un modo persistente entre ellos hojas volantes y octavillas, convocándolos a reuniones, llamándolos a oponer resistencia al gobierno, etc.). ¡Hay que ifficiar una labor política activa en el plano local, y cuando surja la necesidad de unificarse sobre esta base real, la unión no será algo artificial, no quedará sobre el papel, porque no es por medio de periódicos como se conseguirá esta unificación del trabajo local en una obra común a toda Rusia!" (En visperas de la revolución, pág. 54).
   
Hemos subrayado en este elocuente trozo los pasajes que permiten apreciar con mayor relieve tanto el juicio erróneo del autor sobre nuestro plan, como, en general, su punto de vista falso que opone a Iskra. Si no se educan fuertes organizaciones políticas locales no tendrá valor el mejor periódico destinado a toda Rusia. Completamente justo. Pero se trata precisamente de que no existe otro medio de e d u c a r fuertes organizaciones políticas que un periódico para toda Rusia. Al autor se le ha escapado la declaración más importante de Iskra hecha antes de pasar a exponer su "plan": la declaración de que era necesario "exhortar a formar una organización revolucionaria capaz de unir todas las fuerzas y dirigir el movimiento no sólo nominalmente, sino en la realidad, es decir, capaz de estar siempre dispuesta a apoyar toda protesta y toda explosión, aprovechándolas para multiplicar y robustecer las fuerzas militares aptas para el combate decisivo". Pero, en principio, todo el mundo estará ahora, después de febrero y marzo, de acuerdo -- continúa Iskra --, y lo que nosotros necesitamos no es resolver el problema en principio, sino en la práctica ; es necesario establecer inmediatamente un plan determinado de la estructura para que todo el mundo pueda ahora mismo y en todas partes iniciar la construcción. ¡Y he aquí que,
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de la solución práctica del problema, nos arrastran una vez más hacia atrás, hacia una verdad justa en principio, incontestable, grande, pero completamente insuficiente, completamente incomprensible para las grandes masas trabajadoras: hacia la "educación de fuertes organizaciones políticas"! Pero �si no se trata ya de eso, respetable autor, sino de cómo, precisamente, hay que educar, y educar con éxito!
   
No es verdad que "nuestra labor se ha desarrollado principalmente entre los obreros cultos, mientras que las masas sostenían de modo casi exclusivo la lucha económica". Bajo esta forma, la tesis se desvía hacia la tendencia habitual en Svoboda, y radicalmente errónea, de oponer los obreros cultos a la "masa". Pues también los obreros cultos han sostenido en estos últimos años "casi exclusivamente la lucha económica". Esto, por una parte. Por otra, tampoco las masas aprenderán jamás a sostener la lucha política, mientras no ayudemos a formarse a los dirigentes de esta lucha, procedentes tanto de entre los obreros cultos, como de entre los intelectuales; y estos dirigentes pueden formarse exclusivamente, enjuiciando de modo sistemático y cotidiano todos los aspectos de nuestra vida política, todas las tentativas de protesta y de lucha de las distintas clases y por diversos motivos. ¡Por eso, es simplemente ridículo hablar de "educar organizaciones políticas" y, al mismo tiempo, oponer la "labor sobre el papel" de un periódico político a la "labor política real en la base"! ¡Pero si Iskra adapta precisamente su "plan" de un periódico al "plan" de crear una "disposición combativa" que pueda apoyar tanto un movimiento de obreros parados, un alzamiento campesino, como el descontento de los zemtsi, "la indignación de la población contra los ensoberbecidos bachibozucos zaristas", etc.! Por lo demás,
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toda persona familiarizada con el movimiento sabe perfectamente que la inmensa mayoria de las organizaciones locales ni siquiera piensa en ello; que muchas de las perspectivas aquí esbozadas de "una labor política activa" no han sido aplicadas en la práctica ni una sola vez por ninguna organización; que, por ejemplo, la tentativa de llamar la atención sobre el recrudecimiento del descontento y de las protestas entre los intelectuales de los zemstvos origina un sentimiento de desconcierto y perplejidad tanto en Nadiezhdin ("¡Dios mío!, ¿pero será ese órgano para los 'zemtsi'?", En vísperas, pág. 129), como en los econo mistas (véase la carta en el núm. 12 de Iskra ), como entre muchos militantes dedicados al trabajo práctico. En estas condiciones se puede "empezar" únicamente por incitar a la gente a pensar en todo esto, a resumir y sintetizar todos y cada uno de los indicios de efervescencia y de lucha activa. En los momentos actuales, en que se rebaja la importancia de las tareas socialdemócratas, "la labor política activa" puede iniciarse exclusivamente por una agitación política viva, cosa imposible sin un periódico destinado a toda Rusia que aparezca con frecuencia y que se difunda con regularidad.
   
Los que consideran el "plan" de Iskra como una mani festación de "literaturismo" no han comprendido en absoluto el fondo del plan, tomando como fin lo que se propone como medio más adecuado para el momento presente. Esta gente no se ha tomado la molestia de meditar sobre dos com paraciones que ilustran palmariamente el plan propuesto. La organización de un periódico político para toda Rusia -- se decía en Iskra -- debe ser el hilo fundamental, asiéndonos al cual podamos invariablemente desarrollar, profundizar y extender esta organización (es decir, la organización revolucionaria, siempre dispuesta a apoyar toda protesta y toda
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explosión). Hagan ustedes el favor de decirnos: cuando unos albañiles colocan en diferentes lugares las piedras de una obra grandiosa y sin precedentes, ¿es una labor "de papel" tender la plomada que les ayuda a encontrar el lugar justo para las piedras, que les indica la finalidad de la obra común, que les permite colocar no sólo cada piedra, sino cada trozo de piedra, el cual, al sumarse a los precedentes y a los que sigan, formará la línea acabada y total? ¿No vivimos acaso en un momento de esta índole en nuestra vida de Partido, cuando tenemos piedras y albañiles, pero falta precisamente la plomada, visible para todos y a la cual todos pudieran atenerse? No importa que griten que, al tender el hilo, lo que pretendemos es mandar: si fuera así, señores, pondríamos Rabóchaia Gasieta, núm. 3, en lugar de Iskra, núm. 1, como nos lo habían propuesto algunos camaradas y como tendríamos pleno derecho a hacer después de los acontecimientos que hemos expuesto más arriba. Pero no lo hemos hecho: queríamos tener las manos libres para desarrollar una lucha intransigente contra toda clase de seudo-socialdemócratas; queríamos que nuestro hilo, si está justamente tendido, sea respetado por su justeza y no por haber sido tendido por un órgano oficial.
   
"La cuestión de unificar las actividades locales en órganos centrales se mueve en un círculo vicioso -- nos dice sentenciosamente L. Nadiezhdin --. La unificación requiere homogeneidad de elementos, y esta homogeneidad no puede ser creada más que por un aglutinador, pero este aglutinador sólo puede aparecer como producto de fuertes organizaciones locales, que, en el momento presente, no se distinguen en modo alguno por su homogeneidad". Verdad tan respetable y tan incontestable como la de que es necesario educar fuer-
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tes organizaciones políticas. Y no menos estéril que ésta. Toda cuestión "se mueve en un círculo vicioso", pues toda la vida política es una cadena sin fin compuesta de una infinita serie de eslabones Todo el arte de un político consiste precisamente en encontrar y asirse con fuerza, precisamente al eslaboncito que menos pueda ser arrancado de las manos, que sea el más importante en un momento determi nado, que garantice lo más posible a quien lo posea la posesión de toda la cadena[*]. Si tuviéramos un destacamento de albañiles expertos que trabajasen de un modo tan acorde que aun sin la plomada pudieran colocar las piedras precisamente donde hace falta (hablando en forma abstracta, esto no es imposible, ni mucho menos), entonces quizás podríamos asirnos también a otro eslabón. Pero la desgracia consiste justamente en que aún carecemos de albañiles expertos y que trabajen de un modo tan acorde, las piedras se colocan muy a menudo al azar, sin guiarse por la plomada común, en forma tan desordenada, que el enemigo las dispersa de un soplo como si fuesen granos de arena, y no piedras.
   
Otra comparación: "El periódico no es sólo un propagandista y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo. En este último sentido, se le puede comparar con el andamio que se levanta alrededor de un edificio en construcción, que señala sus contornos, facilita las relaciones entre los distintos constructores, les ayuda a distribuir el trabajo y a observar los resultados generales alcanzados por el trabajo
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organizado"[*]. Esto hace pensar -- ¿no es verdad? -- en el literato, en el hombre de gabinete, exagerando la importancia te su papel. El andamio no es imprescindible para la vivienda misma: el andamio se hace de materiales de peor calidad, el andamio se levanta por un breve período, y luego, una vez terminado el edificio, aunque sólo sea en sus grandes líneas, se echa al fuego. En lo que se refiere a la construcción de organizaciones revolucionarias, la experiencia demuestra que a veces se pueden construir sin andamios (recordad la década del 70). Pero ahora no podemos ni imaginarnos la posibilidad de levantar sin un andamio el edificio que necesitamos.
   
Nadiezhdin no está de acuerdo con esto y dice: "Iskra piensa que, en torno a ese periódico, en el trabajo para él, se concentrará el pueblo, se organizará. ¡Pero si le es mucho más fácil concentrarse y organizarse en torno a una labor más concreta!" Así, así: "más fácil concentrarse y organizarse en torno a una labor más concreta " . . . Un proverbio ruso dice: "No escupas en el pozo, que de su agua tendrás que beber". Pero hay gentes que no sienten reparo en beber de un pozo en cuyas aguas ya se ha escupido. ¡Qué de infamias no han dicho nuestros excelentes "críticos" le gales "del marxismo" y los admiradores ilegales de Rabóchaia Misl en nombre de esta mayor concreción! ¡Hasta qué punto está comprimido todo nuestro movimiento por nuestra estrechez de miras, por nuestra falta de iniciativa y por nuestra timidez, que se justifican con los argumentos tradicionales de "¡Mucho más fácil . . . en torno a una labor más concreta!" ¡Y Nadiezhdin, que se considera
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dotado de un sentido especial de la "vida", que condena con singular severidad a los hombres de "gabinete", que imputa (con pretensiones de agudeza) a Iskra la debilidad de ver en todas partes economismo, que se imagina estar a cien codos por encima de esta división en ortodoxos y críticos, no nota que, con sus argumentos, favorece a la estrechez de miras que le indigna, que él bebe precisamente de un pozo lleno de escupitajos! Sí, no basta la indignación más sincera contra la estrechez de miras, el deseo más ardiente de elevar a las gentes que se prosternan ante ella, si el que se indigna corre sin velas y sin timón, y si tan "espontáneamente" como los revolucionarios de la década del 70 se aferra al "terror excitante", al "terror agrario", a la "campana a rebato", etc. Ved en qué consiste ese "algo más concreto" en torno al que -- piensa él -- será "mucho más fácil" concentrarse y organizarse: 1) periódicos locales; 2) preparación de manifestaciones; 3) trabajo entre los obreros parados. A la primera ojeada se ve que todas estas cosas han sido arrancadas por completo al azar, casualmente, por decir algo, porque desde cualquier punto de vista que las consideremos sería un perfecto desatino ver en ellas algo especialmente capaz de "concentrar y organizar". Y el mismo Nadiezhdin dice unas cuantas páginas más adelante: "Ya es tiempo de dejar claramente sentado un hecho: en la base se hace un trabajo extremadamente mezquino, los comités no hacen ni la décima parte de lo que podrían hacer. . . , los centros de unificación que tenemos ahora son una ficción, burocracia revolucionaria, el ascenso recíproco a general, y así seguirán las cosas mientras no se desarrollen fuertes organizaciones locales". No cabe duda que estas palabras, al mismo tiempo que exageraciones, encierran grandes y amargas verdades. ¿Es que Nadiezhdin no ve el nexo que existe entre el trabajo mez-
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quino en la base y el estrecho horizonte de los militantes, el reducido alcance de sus actividades, cosas inevitables, dada la poca preparación de los militantes que se encierran en los marcos de las organizaciones locales? ¿Es que Nadiezhdin, lo mismo que el autor del artículo sobre organización publicado en Svoboda, ha olvidado que el paso a una amplia prensa local (desde 1898) ha ido acompañado de una intensificación especial del economismo y de los "métodos primitivos de trabajo"? Además, aunque fuese posible una organización más o menos satisfactoria de "una abundante prensa local" (ya hemos demostrado más arriba que, salvo casos muy excepcionales, esto es imposible), aun en ese caso los órganos locales tampoco podrían "concentrar y organizar" todas las fuerzas de los revolucionarios para una ofensiva general contra la autocracia, para dirigir la lucha única. No olvidéis que aquí sólo se trata del alcance "concentrador", organizador, del periódico, y podríamos hacer a Nadiezhdin, defensor del fraccionamiento, la misma pregunta irónica que él hace: "¿Es que hemos heredado de alguna parte 200.000 organizadores revolucionarios?" Prosigamos. No se puede contraponer la "preparación de manifestaciones" al plan de Iskra, por la sencilla razón de que este plan dice justamente que las manifestaciones más extensas son uno de sus fines ; pero de lo que se trata es de elegir el medio práctico. Nadiezhdin se ha vuelto a enredar aquí, no viendo que sólo puede "preparar" manifestaciones (que hasta ahora han sido, en la inmensa mayoría de los casos, completamente espontáneas) un ejército ya "concentrado y organizado", y lo que nosotros precisamente no sabemos es concentrar y organizar. "Trabajo entre los obreros parados". Siempre la misma confusión, porque esto también representa una de las acciones militares de un ejército movilizado y no un plan para mo-
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vilizar dicho ejército. El caso siguiente demuestra hasta qué punto subestima Nadiezhdin, también en este sentido, el daño que produce nuestro fraccionamiento, la falta de los "200.000 organizadores". Muchos (y, entre ellos, Nadiezhdin) han reprochado a Iskra la parquedad de noticias sobre el paro forzoso, el carácter casual de las crónicas sobre los fenómenos más habituales de la vida rural. Es un reproche merecido, pero Iskra es culpada sin tener culpa alguna. Nosotros tratamos de "tender un hilo" también a través de la aldea, pero en el campo no hay casi albañiles y forzosamente hay que alentar a todo el que comunique aun el hecho más habitual, abrigando la esperanza de que esto multiplicará el número de colaboradores en este terreno y nos enseñará a todos a elegir, por fin, los hechos realmente sobresalientes Pero hay tan poco material de enseñanza, que si no lo sintetizamos en escala nacional, no hay absolutamente nada con que aprender No cabe duda que un hombre que tenga, aunque sea aproximadamente, las aptitudes de agitador y el conocimiento de la vida de los vagabundos, que observamos en Nadiezhdin, podría prestar servicios inapreciables al movimiento con la agitación entre los obreros parados; pero un hombre de esta índole enterraría su talento si no se preocupara de poner en conocimiento de todos los camaradas rusos cada paso de su actuación, para que sirva de enseñanza y de ejemplo a las personas que, en su inmensa mayoría, no saben aún emprender esta nueva labor.
   
Absolutamente todo el mundo habla ahora de la importancia de la unificación, de la necesidad de "concentrar y organizar", pero en la mayoría de los casos falta una noción exacta de por dónde empezar y de cómo llevar a cabo dicha unificación. Todos estarán de acuerdo, seguramente,
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én que, si "unificasemos", por ejemplo, los círculos aislados de barrio de una ciudad, harían falta para ello organismos comunes, es decir, no sólo la denominación común de "unión", sino un trabajo realmente común, intercambio de materiales, de experiencia, de fuerzas, distribución de funciones, no ya solamente por barrios, sino según las especialidades de todo el trabajo urbano. Todo el mundo estará de acuerdo en que un gran aparato conspirativo no cubrirá sus gastos (si es que puede emplearse una expresión comercial) con los "recursos" (se sobreentiende que tanto materiales como personales) de un barrio; que en este reducido campo de acción no puede desenvolverse el talento de un especialista. Pero lo mismo puede decirse de la unión de varias ciudades, porque incluso el campo de acción de una localidad aislada resulta, y ha resultado, como lo ha demostrado ya la historia de nuestro movimiento socialdemócrata, enormemente estrecho: lo hemos probado con todo detalle más arriba, con el ejemplo de la agitación política y de la labor de organización. Es necesario, es imprescindible extender antes que nada este campo de acción, crear un lazo de unión efectivo entre las ciudades, a base de un trabajo regular y común, porque el fraccionamiento deprime a la gente que "está en el hoyo" (expresión del autor de una carta dirigida a Iskra ) sin saber lo que pasa en el mundo, de quién tiene que aprender, cómo conseguir experiencia, de qué modo satisfacer su deseo de una actividad amplia. Y yo continúo insistiendo en que este lazo de unión efectivo sólo puede empezar a crearse sobre la base de un periódico común, que sea, para toda Rusia, la única empresa regular que haga el balance de toda la actividad en sus aspectos más variados, incitando con ello a la gente a seguir infatigablemente hacia adelante, por todos los numerosos caminos que llevan a la
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revolución, como todos los caminos llevan a Roma. Si deseamos la unificación no sólo de palabra, es necesario que cada círculo local consagre inmediatamente, supongamos, una cuarta parte de sus fuerzas a un trabajo activo para la obra común. Y el periódico le muestra en seguida[*] los con tornos generales, las proporciones y el carácter de la obra; le muestra qué lagunas son las que más se notan en toda la actividad general de Rusia, dónde no existe agitación, dónde son débiles los vínculos, qué ruedecitas del enorme mecanismo general podría un círculo determinado arreglar o sustituir por otras mejores. Un círculo que aún no haya trabajado y que sólo busque trabajo podría empezar ya, no como artesano en su pequeño taller aislado, que no conoce ni el desarrollo de la "industria" anterior a él ni el estado general de determinadas formas de producción industrial, sino como el colaborador de una vasta empresa, que refleje todo el empuje revolucionario general contra la autocracia. Y cuanto más perfecta sea la preparación de cada tornillo aislado, cuanto mayor cantidad de trabajadores aislados que participen en la obra común, tanto más densa se hará nuestra red y tanto menos confusión provocarán en las filas comunes los inevitables reveses.
   
El vínculo efectivo empezaría ya a crearse por la función de difusión del periódico (si es que éste merecía realmente el título de tal, es decir, si aparecía regularmente y no una
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vez cada mes, como las revistas voluminosas, sino unas cuatro veces). Actualmente, son muy raras las relaciones entre las ciudades en punto a asuntos revolucionarios, en todo caso son una excepción; entonces, estas relaciones se convertirían en regla, y, naturalmente, no sólo asegurarían la difusión del periódico, sino también (lo que reviste mayor importancia) el intercambio de experiencia, de materiales, de fuerzas y de recursos. Inmediatamente, adquiriría la labor de organización una envergadura mucho mayor, y el éxito de una localidad alentaría constantemente a seguir perfeccionándose, a aprovechar la experiencia ya adquirida por un camarada que actúa en otro extremo del país. El trabajo local sería más rico y variado que ahora; las denuncias políticas y económicas que se recogiesen por toda Rusia nutrirían intelectualmente a los obreros de todas las profesiones y de todos los grados de desarrollo, suministraría datos y motivos para charlas y lecturas sobre los problemas más variados, que suscitan, además, las alusiones de la prensa legal, las conversaciones en la sociedad y las "tímidas" comunicaciones del gobierno. Cada explosión, cada manifestación se enjuiciaría, se discutiría en todos sus aspectos, en todos los confines de Rusia, haciendo surgir el deseo de no quedar a la zaga, de hacer las cosas mejor que nadie (¡nosotros, los socialistas, no desechamos en absoluto toda emulación, toda "competencia" en generall), de preparar conscientemente lo que la primera vez se había hecho en cierta forma espontáneamente, de aprovechar las condiciones favorables de una localidad determinada o de un momento determinado para modificar el plan de ataque, etc. Al mismo tiempo, esta reanimación de la labor local no acarrearía la desesperada tensión "agónica" de todas las fuerzas, ni la movilización de todos los hombres, como sucede a me-
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nudo ahora, cuando hay que organizar una manifestación o publicar un número de un periódico local: por una parte, la policía tropezaría con dificultades mucho mayores para llegar hasta "la raíz", ya que no se sabría en qué localidad había que buscarla; por otra, una labor regular y común enseñaría a los hombres a concordar, en cada caso concreto, la fuerza de un ataque con el estado de fuerzas de este u otro destacamento del ejército común (ahora casi nadie piensa en ninguna parte en esta coordinación, pues los ataques se producen en forma espontánea en sus nueve décimas partes), y facilitaría el "transporte" no sólo de las publicaciones, sino también de las fuerzas revolucionarias.
   
Ahora, en la mayor parte de los casos, estas fuerzas se desangran en la estrecha labor local; entonces habría posibilidad y constantes ocasiones para trasladar a un agitador u organizador más o menos capaz de un extremo a otro del país. Comenzando por un pequeño viaje por asuntos del Partido y por cuenta del mismo, los militantes se acostumbrarían a vivir enteramente por cuenta del Partido, a hacerse revolucionarios profesionales, a formarse como verdaderos dirigentes políticos.
   
Y si realmente logramos que todos o una considerable mayoría de los comités, grupos y círculos locales emprendan activamente la labor común, en un futuro no lejano estaremos en condiciones de publicar un semanario que se difunda regularmente en decenas de millares de ejemplares por toda Rusia. Este periódico sería una partícula de un enorme fuelle de forja que atizase cada chispa de la lucha de clases y de la indignación del pueblo, convirtiéndola en un gran incendio. En torno a esta labor, de por sí muy anodina y muy pequeña aún, pero regular y común en el pleno sentido de la palabra, se concentrar.a sistemáticamente, y se instrui-
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ría, el ejército permanente de luchadores probados. Por los andamios de este edificio común de organización, pronto veríamos ascender y destacarse de entre nuestros revolucionarios a los Zheliábov socialdemócratas; de entre nuestros obreros, los Bebel rusos, que se pondrían a la cabeza del ejército movilizado y levantarían a todo el pueblo para acabar con la ignominia y la maldición de Rusia.
   
¡En esto es en lo que hay que soñar!
   
"¡Hay que soñar!" He escrito estas palabras y me he asustado. Me he imaginado sentado en el "Congreso de unificación", teniendo enfrente a los redactores y colaboradores de Rabócheie Dielo. Y he aquí que se levanta el camarada Martínov y se dirige a mí con tono amenazador: "Permita que le pregunte: ¿tiene aún la redacción autónoma derecho a soñar sin previo referéndum de los comités del Partido?" Tras él se levanta el camarada Krichevski y (profundizando filosóficamente al camarada Martínov, quien hace mucho tiempo había profundizado ya al camarada Plejánov), en tono aún más amenazador, continúa: "Yo voy más lejos, y pregunto si en general un marxista tiene derecho a soñar, si no olvida que, según Marx, la humanidad siempre se plantea tareas realizables, y que la táctica es un proceso de crecimiento de las tareas, que crecen con el Partido".
   
Sólo de pensar en estas preguntas amenazadoras, siento escalofríos y pienso dónde podría esconderme Intentaré esconderme tras Písarev.
   
"Hay diferentes clases de desacuerdos -- escribía Písarev a propósito del desacuerdo entre los sueños y la realidad --.
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Mis sueños pueden rebasar el curso natural de los acontecimientos o bien pueden desviarse a un lado, adonde el curso natural de los acontecimientos no puede llegar jamás. En el primer caso, los sueños no producen ningún daño, incluso pueden sostener y reforzar las energías del trabajador. . . En sueños de esta índole, no hay nada que deforme o paralice la fuerza de trabajo. Muy al contrario. Si el hombre estuviese completamente privado de la capacidad de soñar así, si no pudiese de vez en cuando adelantarse y contemplar con su imaginación el cuadro enteramente acabado de la obra que sc bosqueja entre sus manos, no podría figurarme de ningún modo qué móviles obligan al hombre a emprender y llevar hasta su tc-rmino vastas y penosas empresas en el terreno de las artes, de las ciencias y de la vida práctica. . . El desacuerdo entre los sueños y la realidad no produce daño alguno, siempre que la persona que sueña crea seriamente en su sueño, se fije atentamente en la vida, compare sus observaciones con sus castillos en el aire y, en general, trabaje escrupulosamente en la realización de sus fantasías Cuando existe algún contacto entre los sueños y la vida, todo va bien".[44]
   
Pues bien, los sueños de esta naturaleza, por desgracia, son sobradamente raros en nuestro movimiento. Y la culpa la tienen, sobre todo, los representantes de la crítica legal y del "seguidismo" ilegal que presumen de su ponderación, de su "proximidad" a lo "concreto".
   
Por lo que precede, puede ver el lector que nuestra "táctica-plan" consiste en rechazar el llamamiento inmediato al asalto, en exigir que se organice "debidamente el asedio
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de la fortaleza enemiga", o dicho en otros términos, en exigir que todos los esfuerzos se dirijan a reunir, organizar y movilizar un ejército regular. Cuando pusimos en ridículo a Rabócheie Dielo por su salto del economismo a los gritos sobre la necesidad del asalto (gritos en que había prorrumpido en abril de 1901, en el núm. 6 del Listok R. Diela ), dicho órgano nos atacó, como es natural, acusándonos de "doctrinarismo", diciendo que no comprendemos el deber revolucionario, que exhortamos a la prudencia, etc. Desde luego, no nos ha extrañado en modo alguno esta acusación en boca de gentes que carecen de todo principio y que salen del paso con la filosófica "táctica-proceso"; como tampoco nos ha extrañado que esta acusación la haya repetido Nadiezhdin, que en general abriga el desprecio más altivo por la firmeza de los principios programáticos y tácticos.
   
Dicen que la historia no se repite. Pero Nadiezhdin se empeña con todas sus fuerzas en repetirla e imita concienzudamente a Tkachev, denigrando el "culturismo revolucionario", vociferando sobre "el repique de campanas del veche "*, pregonando un "punto de vista" especial de "vísperas de la revolución", etc. Por lo visto, olvida la conocida sentencia de que, si el original de un acontecimiento histórico es una tragedia, su copia no es más que una farsa[45]. La tentativa de adueñarse del Poder -- tentativa preparada por la prédica de Tkachev y realizada por el terror "intimidador" y que realmente intimidaba entonces -- era majestuosa, y, en cambio, el terror "excitante" del pequeño Tkachev es simplemente ridículo; sobre todo, es ridículo cuando se complementa con la idea de organizar a los obreros medios.
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"Si Iskra -- escribe Nadiezhdin -- saliese de su esfera de literaturismo, vería que esto [hechos como la carta de un obrero en el núm. 7 de Iskra, etc.] son síntomas que prueban que pronto, muy pronto, comenzará el 'asalto', y hablar ahora [¡sic!] de una organización, cuyos hilos arranquen de un periódico destinado a toda Rusia, es concebir ideas y trabajo de gabinete". Fijaos en esta confusión increíble: por una parte, terror excitante y "organización de los obreros medios", juntamente con la idea de que es "más fácil" concentrarse en torno a algo "más concreto", por ejemplo, alrededor de periódicos locales, y, por otra parte, hablar "ahora" de una organización para toda Rusia significa concebir ideas de gabinete, es decir (empleando un lenguaje más franco y sencillo), ¡"ahora" ya es tarde! Y para "la amplia organización de periódicos locales" ¿no es tarde, respetabilísimo L. Nadiezhdin? En cambio, compararemos con esto el punto de vista y la táctica de Iskra : el terror excitante es una tontería; hablar de organizar justamente a los obreros medios, de una amplia organización de periódicos locales, significa abrir de par en par las puertas al economismo. Es preciso hablar de una organización de revolucionarios única destinada a toda Rusia, y no será tarde hablar de ella hasta el momento en que empiece el verdadero asalto, y no un asalto sobre el papel.
   
"Sí -- continúa Nadiezhdin -- , en cuanto a la organización, nuestra situación está muy lejos de ser brillante: sí, Iskra tiene completa razón cuando dice que el grueso de nuestras fuerzas militares está constituido por voluntarios e insurrectos. . . Está bien que tengáis una noción sobria del estado de nuestras fuerzas, pero ¿por qué olvidáis que la multitud no es en absoluto nuestra y que, por eso, no nos preguntará cuándo hay que romper las hostilidades y se lanzará al "motin"?. . . Cuando la multitud empiece a actuar ella misma con su fuerza devastadora espontánea,
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puede arrollar y desalojar el "ejército regular", al que siempre se pensaba organizar en forma extraordinariamente sistemática, pero no hubo tiempo de hacerlo ". (Subrayado por mí.)
   
¡Extraña lógica! Precisamente porque "la multitud no es nuestra", es insensato e indecoroso dar gritos de "asalto" inmediato, ya que el asalto es un ataque de un ejército regular y no una explosión espontánea de la multitud. Precisamente porque la multitud puede arrollar y desalojar al ejército regular, necesitamos sin falta que toda nuestra labor de "organización rigurosamente sistemática" del ejército regular "marche a la par" con el auge espontáneo, porque cuanto más "consigamos" esta organización, tanto más probable es que el ejército regular no sea arrollado por la multitud, sino que se ponga delante de ella, a su cabeza. Nadiezhdin se confunde, porque se imagina que este ejército sistemáticamente organizado se ocupa de algo que lo aparta de la multitud, mientras que, en realidad, éste se ocupa exclusivamente de una agitación política múltiple y general, es decir, justamente de la labor que aproxima y funde en un todo la fuerza destructora espontánea de la multitud y la fuerza destructora consciente de la organización de revolucionarios. La verdad es que vosotros, señores, cargáis al prójimo las faltas propias, pues precisamente el grupo Svoboda, al introducir en el programa el terror, exhorta con ello a crear una organización de terroristas, y una organización así distraería realmente a nuestro ejército de su aproximación a la multitud, que, por desgracia, no es aún nuestra y, por desgracia, no nos pregunta, o casi no nos pregunta aún, cuándo y cómo hay que romper las hostilidades.
   
"Dejaremos pasar inadvertida la propia revolución -- continúa Nadiezhdin asustando a Iskra --, como nos ha
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ocurrido con los acontecimientos actuales, que han caído como un alud sobre nuestras cabezas". Esta frase, relacionada con las que hemos citado más arriba, nos demuestra palmariamente que es absurdo el "punto de vista" especial de "vísperas de la revolución" confeccionado por Svoboda *. Hablando sin ambages, el "punto de vista" especial se reduce a que "ahora" ya es tarde para deliberar y prepararse. Pero en este caso, ¡oh respetabilísimo enemigo del "literaturismo"!, ¿para qué escribir 132 páginas impresas "sobre cuestiones de teoría** y de táctica"? ¿No le parece que "al punto de vista de vísperas de la revolución" le cuadraría más bien la edición de 132.000 octavillas con un breve llamamiento: "¡A golpes con ellos!"?
   
Precisamente corre menor riesgo de dejar pasar inadvertida la revolución quien coloca en el ángulo principal de todo su programa, de toda su táctica, de toda su labor de organización, la agitación política entre todo el pueblo, como
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hace Iskra. Las personas que, en toda Rusia, están ocupadas en trenzar los hilos de la organización que arranquen de un periódico destinado a toda Rusia, lejos de dejar pasar inadvertidos los sucesos de la primavera, nos han dado, por el contrario, la posibilidad de pronosticarlos. Tampoco han dejado pasar inadvertidas las manifestaciones descritas en los números 13 y 14 de Iskra : por el contrario, han tomado parte en ellas, con viva conciencia de que su deber era acudir en ayuda del auge espontáneo de la multitud, contribuyendo al mismo tiempo, por medio de su periódico, a que todos los camaradas rusos conozcan estas manifestaciones y utilicen su experiencia. ¡Y, si están vivos, no dejarán pasar tampoco inadvertida la revolución, que reclamará de nosotros, ante todo y por encima de todo, experiencia en la agitación, saber apoyar (apoyar a la manera socialdemócrata) toda protesta, saber orientar el movimiento espontáneo, salvaguardándolo de los errores de los amigos y de las celadas de los enemigos!
   
Hemos llegado, pues, a la última razón que nos fuerza a insistir particularmente en el plan de una organización formada en torno a un periódico destinado a toda Rusia, por la labor conjunta en este periódico común. Sólo una organización semejante aseguraría la flexibilidad indispensable a la organización combativa socialdemócrata, es decir, la capacidad de adaptarse inmediatamente a las más variadas y rápidamente cambiantes condiciones de lucha; saber, "de un lado, rehuir las batallas en campo abierto, contra un enemigo peligroso por su fuerza aplastante, cuando concentra toda su fuerza en un punto, pero sabiendo, de otro lado, aprovecharse de la torpeza de movimientos de este enemigo y lanzarse sobre él en el sitio y en el momento en que menos
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espere ser atacado"[*]. Sería un gravísimo error estructurar la organización del Partido contando sólo con explosiones y luchas en las calles o sólo con la "marcha progresiva de la lucha cotidiana y gris". Debemos desarrollar siempre nuestra labor cotidiana y estar siempre dispuestos a todo, porque muchas veces es casi imposible prever por anticipado cómo alternarán los períodos de explosiones con los de calma, y, aun cuando fuera posible preverlo, no se podría aprovechar la previsión para reconstruir la organización, porque en un país autocrático estos cambios se producen con asombrosa rapidez, a veces como consecuencia de una incursión nocturna de los genízaros[46] zaristas. La misma revolución no se debe imaginar como un acto único (como, por lo visto, se la imaginan los Nadiezhdin), sino como una sucesión rápida de explosiones más o menos violentas, alternando con períodos de calma más o menos profunda. Por tanto, el contenido capital de las actividades de la organización de nuestro Partido, el centro de gravedad de estas actividades debe consistir en una labor que es posible y necesaria tanto durante el período de la explosión más violenta,
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como durante el de la calma más completaj a saber: en una labor de agitación política unificada en toda Rusia, que arroje luz sobre todos los aspectos de la vida y que se dirija a las grandes masas. Y esta labor es inconcebible en la Rusia actual sin un periódico destinado a toda Rusia y que aparezca muy frecuentemente. La organización que se forme por sí misma en torno a este periódico, la organización de sus colaboradores (en la acepción más amplia del término, es decir, de todos los que trabajen para él) estará precisamente dispuesta a todo, desde salvar el honor, el prestigio y la continuidad del Partido en los momentos de mayor "depresión" revolucionaria, hasta preparar, fijar y llevar a la práctica la insurrección armada de todo el pueblo.
   
En efecto, figurémonos un revés completo, muy corriente entre nosotros, en una o varias localidades. A no haber en todas las organizaciones locales una labor común en forma regular, estos reveses van acompañados a menudo de la interrupción del trabajo por largos meses. En cambio, si todas tuvieran una labor común, bastarían en el caso del más fuerte revés unas cuantas semanas de trabajo de dos o tres personas enérgicas para poner en contacto con el organismo central común a los nuevos círculos de la juventud que, como es sabido, incluso ahora brotan con suma rapidez; y cuando la labor común que sufre los reveses está a la vista de todo el mundo, los nuevos círculos pueden surgir y ponerse en contacto con dicho organismo central más rápidamente aún.
   
Por otra parte, imaginaos una insurrección popular Ahora, todo el mundo estará, probablemente, de acuerdo en que debemos pensar en ella y prepararnos para ella. Pero ¿cómo prepararnos? ¿Tendrá que designar el Comité Central agentes en todas las localidades para preparar la insu-
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rrección? Aunque tuviésemos un Comité Central, este C.C no lograría absolutamente nada con designarlos, dadas las actuales condiciones rusas. Por el contrario, una red de agentes[*] que se forme por sí misma en el trabajo de organización y difusión de un periódico común no tendría que "aguardar con los brazos cruzados" la consigna de la insurrección, sino que precisamente trabajaría en la labor regular que le garantizaría en caso de insurrección las mayores probabilidades de éxito. Precisamente esta labor reforzaría los lazos de unión tanto con las grandes masas obreras, como con todos los sectores descontentos de la autocracia, lo cual tiene tanta importancia para la insurrección. Precisamente sobre la base de esta obra se formaría la capacidad de enjuiciar acertadamente la situación política general y, por tanto, la capacidad de elegir el momento adecuado para la insurrección. Precisamente esta obra acostumbraría a todas las organizaciones locales a hacerse eco simultáneamente de los problemas, casos y sucesos políticos que agitan a toda Rusia, a responder a estos "sucesos" con la mayor energía posible, del modo más uniforme y más conveniente posible:
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y la insurrección es, en el fondo, la "respuesta" más enérgica, más uniforme y más conveniente de todo el pueblo al gobierno Precisamente esta labor, por último, acostumbraría a todas las organizaciones revolucionarias, en todos los confines de Rusia, a mantener las relaciones más constantes y a la vez más conspirativas, relaciones que crearían la unidad efectiva del Partido; sin estas relaciones es imposible discutir colectivamente un plan de insurrección ni adoptar las medidas preparatorias indispensables en vísperas de ésta, medidas que deben guardarse en el secreto más riguroso.
   
En una palabra, "el plan de un periódico político para toda Rusia", lejos de ser el fruto de un trabajo de gabinete de personas contaminadas de doctrinarismo y literaturismo (como les ha parecido a gentes que han meditado poco en él), es, por el contrario, el plan más práctico para empezar a prepararse en todas partes e inmediatamente para la insurrección, sin olvidar al mismo tiempo ni un instante la labor ordinaria de todos los días.
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La historia de la socialdemocracia rusa se divide manifiestamente en tres períodos.
   
El primer período comprende cerca de un decenio, de 1884 a 1894, aproximadamente. Pue el período en que brotaron y se afianzaron la teoría y el programa de la socialdemocracia. El número de adeptos de la nueva tendencia en Rusia se contaba por unidades. La socialdemocracia existía sin movimiento obrero, atravesando, como partido político, por el proceso de desarrollo intrauterino.
   
El segundo período comprende tres o cuatro años, de 1894 a 1898. La socialdemocracia aparece como movimiento social, como auge de las masas populares, como partido político. Fue el período de la niñez y de la adolescencia. Con la rapidez de una epidemia, se propaga el apasionamiento general de los intelectuales por la lucha contra el populismo y por la corriente de ir hacia los obreros, el apasionamiento ge neral de los obreros por las huelgas. El movimiento hace grandes progresos. La mayoría de los dirigentes eran hombres muy jóvenes, que estaban lejos de haber alcanzado la "edad de treinta y cinco años", que el señor N. Mijailovski consideraba como una especie de límite natural. Por su juventud, no estaban preparados para la labor práctica y desaparecen de la escena con asombrosa rapidez. Pero la envergadura de su trabajo, en la mayoría de los casos, era muy grande. Muchos de ellos comenzaron a pensar de un
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modo revolucionario como secuaces de "La Voluntad del Pueblo". Casi todos rendian en sus mocedades un culto entusiasta a los héroes del terror, y les costó mucho trabajo sustraerse a la impresión seductora de esta tradición heroica; hubo que romper con personas que a toda costa querian seguir siendo fieles a "La Voluntad del Pueblo", personas a las que los jóvenes socialdemócratas respetaban mucho. La lucha obligaba a estudiar, a leer obras ilegales de todas las tendencias, a ocuparse intensamente de los problemas del populismo legal. Formados en esta lucha, los socialdemócratas iban al movimiento obrero sin olvidar "un instante" ni la teoría del marxismo que los iluminó con luz meridiana, ni la tarea de derrocar a la autocracia. La formación del Partido, en la primavera de 1898, fue el acto de mayor relieve, y a la vez el último, de los socialdemócratas de aquel periodo.
   
El tercer período despunta, como acabamos de ver, en 1897 y aparece definitivamente en sustitución del segundo período en 1898 (1898 -- ?). Es el período de dispersión, de disgregación, de vacilación. Como enronquecen los adolescentes al cambiar la voz, también a la socialdemocracia rusa de aquel periodo se le quebró la voz y empezó a dar notas falsas, por una parte, en las obras de los señores Struve y Prokopóvich, Bulgákov y Berdiáiev, y, por otra, en las de V. I.-n y R. M., de B. Krichevski y Martínov. Pero sólo los dirigentes iban cada uno por su lado y retrocedían: el movimiento mismo continuaba creciendo y haciendo gigantescos progresos. La lucha proletaria englobaba nuevos sectores de obreros y se propagaba por toda Rusia, contribuyendo a la vez indirectamente a avivar el espíritu democrático entre los estudiantes y entre las demás capas de la población. Pero la conciencia de los dirigentes cedió
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ante la envergadura y la fuerza del auge espontáneo. Entre los socialdemócratas predominaba ya otra clase de gente: los militantes formados casi exdusivamente en la literatura marxista "legal", cosa más que insuficiente, dado el alto nivel de conciencia que la espontaneidad de las masas reclamaba de ellos. Los dirigentes no sólo quedan rezagados tanto en el sentido teórico ("libertad de crítica"), como en el terreno práctico ("métodos primitivos de trabajo"), sino que intentan defender su atraso recurriendo a toda dase de argumentos rimbombantes. El socialdemocratismo era rebajado al nivel del tradeunionismo tanto por los brentanistas de la literatura legal, como por los "seguidistas" de la ilegal. El programa del "Credo" comienza a llevarse a la práctica, sobre todo cuando los "métodos primitivos de trabajo" de los socialdemócratas reavivan las tendencias revolucionarias no-socialdemócratas.
   
Y si el lector me reprocha el haberme ocupado demasiado detalladamente de un periódico como Rabócheie Dielo, le contestaré: R. Dielo ha adquirido una importancia "histórica" por haber reflejado con el mayor relieve el "espíritu" de este tercer período* No era el consecuente R. M., sino precisamente los Krichevski y Martínov, que giran a todos los vientos, quienes podían expresar de modo auténtico la dispersión y las vacilaciones, la disposición a hacer concesiones a la "crítica", al "economismo" y al terrorismo. Lo
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que caracteriza a este período no es el desprecio oíímpico de la práctica por algún admirador de "lo absoluto", sino precisamente la unión de un practicismo mezquino con la más completa despreocupación por la teoría. Los héroes de este período, más que negar de un modo abierto las "grandes palabras", las envilecían: el socialismo científico dejó de ser una teoría revolucionaria integral, convirtiéndose en una mezcla, a la que se añadían "libremente" líquidos procedentes de todo nuevo manual alemán � la consigna de "lucha de clases" no impulsaba hacia una actividad cada vez más vasta, cada vez más enérgica, sino que servía de amortiguador, ya que "la lucha económica está íntimamente ligada a la lucha política"; la idea de un partido no servía para incitar a crear una organización combativa de revolucionarios, sino que justificaba una especie de "burocratismo revolucionario" y el juego infantil a formas "democráticas".
   
No sabríamos señalar cuándo acaba el tercer período y empieza el cuarto (que en todo caso anuncian ya muchos síntomas). Del campo de la historia pasamos aquí al terreno del presente y, en parte, del futuro Pero creemos firmemente que el cuarto período ha de conducir al afianzamiento del marxismo miíitante, la socialdemocracia rusa saldrá de la crisis más fuerte y vigorosa, la retaguardia de oportunistas será "relevada" por un verdadero destacamento de vanguardia de la clase más revolucionaria.
   
A guisa de exhortación a este "relevo" y resumiendo lo que acabamos de exponer, podemos dar esta escueta respues ta a la pregunta: ¿qué hacer?:
   
Acabar con el tercer período.
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ANEXO [47]    
Nos resta esbozar la táctica adoptada y consecuentemente aplicada por Iskra en las relaciones de organización con Rabócheie Dielo. Esta táctica ha sido ya plenamente expuesta en el núm. 1 de Iskra, en el artículo sobre "La escisión en la 'Unión de socialdemócratas rusos en el extranjero'"*. Abrazamos en seguida la posición de que la verdadera "Unión de socialdemócratas rusos en el extranjero", reconocida por el primer Congreso de nuestro Partido como su representante en el extranjero, se había escindido en dos organizaciones; que seguía sin resolverse la cuestión de la representación del Partido, porque sólo temporal y con dicionalmente la había resuelto, en el Congreso internacional celebrado en París, la elección para el Buró socialista internacional permanente, por parte de Rusia, de dos miembros, uno por cada parte de la "Unión" escindida. Hemos declarado que, en el fondo, Rabócheie Dielo no tenía razón ; en relación a los principios, nos colocamos resueltamente al lado del grupo "Emancipación del Trabajo", p-ro nos negamos, al mismo tiempo, a entrar en detalles de la escisión
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y señalamos los méritos de la "Unión" en el terreno de la labor puramente práctica[*].
   
De modo que nuestra posición era, hasta cierto punto, la expectativa: hacíamos una concesión al criterio imperante entre la mayoría de los socialdemócratas rusos, que sostenían que incluso los enemigos más decididos del economismo podían trabajar codo con codo con la "Unión", porque ésta había declarado más de una vez que en principio estaba de acuerdo con el grupo "Emancipación del Trabajo" y que no pretendía, según afirmaba, tener una posición independiente en los problemas cardinales de la teoría y de la táctica. El acierto de la posición que habíamos adoptado lo corrobora indirectamente el hecho de que, casi en el momento de la aparición del primer número de Iskra (diciembre de 1900), se separan de la "Unión" tres miembros, formando el llamado "grupo de iniciadores", los cuales se dirigieron: 1) a la sección del extranjero de la organización de Iskra ; 2) a la organización revolucionaria "El Socialdemócrata" y 3) a la "Unión", proponiendo su mediación para entablar negociaciones de conciliación. Las dos primeras organizaciones aceptaron en seguida, la tercera se negó. Por cierto que cuando, en el Congreso de "unificación", celebrado el año pasado, uno de los oradores elcpuso los hechos citados, un miembro de la administración de la "Unión" declaró que su negativa se debía exclusivamente a que la "Unión" estaba descontenta de la composición del grupo de iniciadores. Considerando que es mi deber insertar esta explicación, no puedo, sin embargo, dejar de observar por mi parte que
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no la considero satisfáctoria: conociendo el asentimiento de las dos organizaciones para entablar negociaciones, la "Unión" podía dirigirse a ellas por medio de otro mediador o directamente.
   
En la primavera de Igo}, tanto Sariá (núm. 1, abril) como Iskra (núm. 4, mayo) entablaron una polémica directa contra Rabócheie Dielo [*]. Iskra atacó, sobre todo, el "Viraje histórico" de Rabócheie Dielo, que en su hoja de abril, esto es, ya después de los acontecimientos de primavera, dio muestras de poca firmeza con respecto al apasionamiento por el terror y por los llamamientos "sanguinarios". A pesar de esta polémica, la "Unión" contestó que estaba dispuesta a reanudar las negociaciones de conciliación por intermedio de un nuevo grupo de "conciliadores"[**]. La conferencia preliminar de representantes de las tres organizaciones citadas se celebró en el mes de junio y elaboró un proyecto de pacto, sobre la base de un detalladísimo "acuerdo en principio", publicado por la "Unión" en el folleto Dos congresos y por la Liga en el folleto Documentos del Congreso de "unificación" .
   
El contenido de este acuerdo en principio (o resoluciones de la Conferencia de junio, como suele llamársele) demuestra con claridad meridiana que nosotros exigíamos, como condición indispensable para la unificación, que se repudiara del modo más decidido toda manifestación de oportunismo en general y de oportunismo ruso en particular. "Rechazamos -- dice el primer párrafo -- todas las tentativas de in-
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troducir el oportunismo en la lucha de clase del proletariado, tentativas que se han traducido en el llamado economismo, bernsteinianismo, millerandismo, etc.". "La esfera de actividad de la socialdemocracia comprende. . . la lucha ideológica contra todos los adversatios del marxismo revolucionario" (4, c). "En todas las esferas de la labor de agitación y de organización, la socialdemocracia no debe olvidar ni un instante la tarea inmediata del proletariado ruso: derrocar a la autocracia" (5, a); . . . "la agitación, no sólo en el terreno de la lucha diaria del trabajo asalariado contra el capital" (5, b); . . . "no reconociendo. . . la fase de lucha puramente económica y de lucha por reivindicaciones políticas parciales" (5, c); . . . "consideramos de importancia para el movimiento criticar las corrientes que erigen en principio . . . lo elemental . . . y lo estrecho de las formas inferiores del movimiento" (5, d). Incluso una persona completamente ajena, después de leer más o menos atentamente estas resoluciones, ha de ver por su mismo enunciado, que se dirigen contra los que eran oportunistas y "economistas", que han olvidado, aunque sólo sea un instante, la tarea de derribar la autocracia, que han aceptado la teoría de las fases, que han erigido en principio la estrechez de miras, etc Y quien conozca más o menos la polémica del grupo "Emancipación del Trabajo", Sariá e Iskra con Rabócheie Dielo no dudará un instante que estas resoluciones rechazan, punto por punto, precisamente las aberraciones en que había caído Rabócheie Dielo. Por esto, cuando en el Congreso de "unificación" uno de los miembros de la "Unión" declaró que los artículos publicados en el núm. 10 de Rabócheie Dielo no se debían al nuevo "viraje histórico" de la "Unión" sino
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al espíritu demasiado "abstracto"[*] de las resoluciones, uno de los oradores lo puso con toda razón en ridículo. Las resoluciones, no sólo no son abstractas, contestó, sino que son increíblemente concretas: basta echarles una ojeada para ver que "se quería cazar a alguien".
   
Esta expresión motivó en el Congreso un episodio característico. Por una parte, B. Krichevski se aferró a la palabra "cazar", diciendo que era un lapsus que delataba mala intención por nuestra parte ("tender una emboscada") y exclamó en tono patético: "¿A quién se iba a cazar?". "Sí, en efecto, ¿a quién?", preguntó irónicamente Plejánov. "Yo le ayudaré al camarada Plejánov en su perplejidad -- contestó B. Krichevski -- , yo le explicaré que a quien se quería cazar era a la redacción de Rabócheie Dielo. (Risa general ) ¡Pero no nos hemos dejado cazar!" (Exclamaciones de la izquierda: "¡Peor para vosotros!"). Por otra parte, un miembro del grupo Borbá (grupo de conciliadores), pronunciándose contra las enmiendas de la "Unión" a las resoluciones, y en su deseo de defender a nuestro orador, declaró que, evidentemente, la expresión "se quería cazar" se había escapado sin intención en el calor de la polémica.
   
Por lo que a mí se refiere, creo que, de esta "defensa", el orador que ha empleado la expresión no se sentirá del todo satisfecho. Yo creo que las palabras "se quería cazar a alguien" eran "dichas en broma, pero pensadas en serio": nosotros hemos acusado siempre a Rabócheie Dielo de falta de firmeza, de vacilaciones, razón por la cual debíamos, naturalmente, tratar de cazarlo para hacer que en lo sucesivo fuesen imposibles las vacilaciones. No se podía hablar aquí de mala intención, porque se trataba de falta de firmeza en
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los príncipios. Y hemos sabido "cazar" a la "Union" coma camaradas, hasta tal punto[*], que las resoluciones de junio fueron firmadas por el propio B. Krichevski y por otro miembro de la administración de la "Unión".
   
Los artículos publicados en el núm. 10 de Rabócheie Dielo (nuestros camaradas vieron este número sólo después de llegar al Congreso, unos pocos días antes de iniciarse sus sesiones) demostraban claramente que, del verano al otoño, se había producido en la "Unión" un nuevo viraje: los economistas obtuvieron una vez más la supremacía, y la redacción, dúctil a toda nueva "corriente", se puso una vez más a defender a los "más declarados bernsteinianos" y a la "libertad de crítica", a defender la "espontaneidad" y a predicar por boca de Martínov la "teoría de restringir" la esfera de nuestra acción política (pretendiendo que esto se debía a querer hacer más compleja esta misma acción). Una vez más se ha confirmado la certera observación de Parvus de que es difícil cazar a un oportunista con una simple fórmula, porque fácilmente firmará toda fórmula y con la misma
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facilidad renegará de ella, ya que el oportunismo consiste precisamente en la falta de principios más o menos definidos y firmes. Hoy, los oportunistas rechazan toda tentativa de introducir el oportunismo, rechazan toda restricción, prometen solemnemente "no olvidar un instante el derrocamiento de la autocracia", hacer "agitación no sólo en el terreno de la lucha cotidiana del trabajo asalariado con el capital", etc., etc. Y mañana cambiarán de tono y se pondrán en el viejo camino bajo el pretexto de defensa de la espontaneidad, de marcha progresiva de la lucha cotidiana y gris y de ensalzar las reivindicaciones que prometen resultados tangibles, etc. Al continuar afirmando que en los artículos del núm. 10 la "'Unión' no ha visto ni ve ninguna abjuración herética de los principios generales del proyecto de la conferencia" (Dos congresos, pág. 26), la "Unión" sólo revela con ello que es completamente incapaz o que no quiere comprender el fondo de las discrepancias.
   
Después del núm. 10 de Rabócheie Dielo, sólo nos quedaba por hacer una tentativa: iniciar una discusión general para convencernos de si toda la "Unión" se solidarizaba con estos artículos y con su redacción. La "Unión" está, sobre todo, disgustada contra nosotros por este hecho, acusándonos de que intentamos sembrar la discordia en la "Unión", de que nos inmiscuimos en cosas ajenas, etc. Acusaciones a todas luces infundadas, porque, teniendo una redacción desígnada por elección y que "vira" al más ligero soplo de viento, todo depende precisamente de la dirección del viento, y nosotros hemos definido esta orientación en las sesiones a puerta cerrada, a las que sólo asistían los miembros de las organizaciones venidas para unificarse. Las enmiendas que, por iniciativa de la "Unión", se han introducido en las resoluciones de junio nos han quitado la úlitma
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sombra de esperanza de llegar a un acuerdo. Las enmiendas son una prueba documental del nuevo viraje hacia el economismo y de la solidaridad de la mayoría de la "Unión" con el núm. 10 de Rabócheie Dielo. Se borraba del número de manifestaciones del oportunismo el "llamado economismo" (debido al supuesto "sentido indefinido" de estas palabras, si bien de esta motivación no se deduce sino la necesidad de definir con mayor exactitud la esencia de una aberración ampliamente difundida); también se borraba el "millerandismo" (si bien B. Krichevski lo defendía en Ra bócheieDielo núm. 2-3, págs. 83-84, y en una forma aún más franca en el Vorwärts [*]). A pesar de que las resoluciones de junio indicaban terminantemente que la tarea de la socialdemocracia consistía en "dirigir todas las manifestaciones de lucha del proletariado contra todas las formas de opresión política, económica y social", exigiendo con ello que se introdujera método y unidad en todas estas manifestaciones de lucha, la "Unión" añadía palabras completamente superfluas, diciendo que la "lucha económica es un poderoso estímulo para el movimiento de masas" (estas palabras, de por sí, son indiscutibles, pero, existiendo un "economismo" estrecho, forzosamente tenían que llevar a interpretaciones falsas). Hay más aún: se ha llegado hasta a restringir de una manera directa en las resoluciones de junio la "política", ya eliminando las palabras "por un instante" (en cuanto a no olvidar el objetivo de derribar la autocracia), ya añadiendo las palabras "la lucha económica es el medio más ampliamente aplicable para incorporar a las masas a la lucha po-
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lítica activa". Es natural que, después de introducidas estas enmiendas, todos los oradores que intervinieron por nuestra parte renunciaran uno tras otro a la palabra, entendiendo que era completamente inútil seguir las negociaciones con gente que vuelve a virar hacia el economismo y que se reserva la libertad de vacilar.
   
"Precisamente lo que la 'Unión' ha considerado como condición sine qua non para la solide~ del futuro acuerdo, esto es, el mantenimiento de la fisonomia propia de Rabócheie Dielo y de su autonomía, precisamente esto es lo que Iskra consideraba como obstáculo para el acuerdo" (Dos congresos, pag. 25). Esto dista mucho de ser exacto. Nunca hemos atentado* contra la autonomía de Rabócheie Dielo. Efectivamente, hemos rechazado en forma categórica su fisonomía propia si se entiende por tal la "fisonomía propia" en los problemas de principio de la teoría y de la táctica: las resoluciones de junio contienen precisamente la negación categórica de esta fisonomía propia, porque en la práctica esta "fisonomía propia" siempre ha significado, lo repetimos, toda clase de vacilaciones y el apoyo, por culpa de estas vacilaciones, a la dispersión imperante en nuestro ambiente, dispersión insoportable desde el punto de vista del Partido. Con sus artículos del núm. 10 y con las "en miendas", Rabócheie Dielo ha puesto claramente de manifiesto su deseo de mantener precisamente esta fisonomía propia, y semejante deseo ha conducido natural e inevitablemente a la ruptura y a la declaración de guerra. Pero todos
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nosotros estábamos dispuestos a reconocer la "fisonomía propia" de Rabócheie Dielo, en el sentido de que debe concentrarse en determinadas funciones literarias. La distribu ción acertada de estas funciones se imponía por sí misma: 1) revista científica, 2) periódico político y 3) recopilaciones populares y folletos populares. Sólo si asintiese a esta distribución demostraría Rabócheie Dielo un sincero deseo de acabar de una vez para siempre con las aberraciones, contra las que iban encaminadas las resoluciones de junio; sólo esta distribución eliminaría toda posibilidad de rozamientos y aseguraría efectivamente la firmeza del acuerdo, sirviendo a la vez de base para un nuevo auge y para nuevos éxitos de nuestro movimiento.
   
Ahora, ningún socialdemócrata ruso puede ya poner en duda que la ruptuta definitiva de la tendencia revolucionaria con la oportunista no ha sido originada por circunstancias "de organización", sino precisamente por el deseo de los oportunistas de afianzar la fisonomía propia del oportunismo y de seguir ofuscando las mentes con los razonamientos de los Krichevski y de los Martínov.
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El "Grupo de iniciadores", al que me he referido en el folleto ¿Qué hacer?, pág. 141[*], me pide que haga la siguiente enmienda a la parte que expone su participación en el intento de conciliar las organizaciones socialdemócratas en el extranjero: "De los tres miémbros de este grupo sólo uno se retiró de la 'Unión' a fines de 1900; los restantes no se retiraron hasta 1901, cuando se hubieron convencido de que era imposible conseguir que la 'Unión' aceptara celebrar una conferencia con la organización del extranjero de Iskra y con la 'Organización revolucionaria. El Socialdemócrata', que es en lo que consistía la proposición del 'Grupo de iniciadores'. La administración de la 'Unión' rechazó al principio esta proposición, motivando su negativa a participar en la Conferencia en la 'incompetencia' de las personas que integraban el 'Grupo de iniciadores' mediador y expresando su deseo de entablar relaciones directas con la organización del extranjero de Iskra. Sin embargo, muy pronto puso la administración de la 'Unión' en conocimiento del 'Grupo de iniciadores' que, después de la aparición del primer número de Iskra, en el cual se publicaba la nota sobre la escisión de la 'Unión', cambiaba de parecer y no quería ponerse en contacto con Iskra ¿Cómo explicar, después de esto, por parte de un miembro de la administración de la
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'Unión' la declaración de que la negativa de ésta a participar en la Conferencia se debía exclusivamente a su descontento por la composición del 'grupo de iniciadores'? En verdad, tampoco se comprende bien que la administración de la 'Unión' haya prestado su conformidad para la realización de una conferencia en junio del año pasado, dado que la nota del primero número de Iskra se mantenía en vigor, y que la actitud 'negativa' de Iskra respecto de la 'Unión', se había afirmado aún más en el primer volumen de Sariá y en el cuarto número de Iskra que aparecieron antes de la Conferencia de junio."
N. Lenin
Iskra, núm. 19, 1 de abril de 1902.
Se publica según el
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
   
* Desde el principio. (N. de la Red.)
DOGMATISMO Y "LIBERTAD DE CRITICA"
a) ¿Qué significa la "libertad de crítica"?
   
* A propósito. En la historia del socialismo moderno es quizá un hecho único y, en su género, extraordinariamente consolador, que una disputa entre distintas tendencias en el seno del socialismo se haya convertido, por primera vez, de nacional en internacional. Antes, las dis- [cont. en pág. 8. -- DJR] cusiones entre lassalleanos[2] y eisenachianos, entre guesdistas y posibilistas[3], entre fabianos[4] y socialdemócratas, entre partidarios de "La Voluntad del Pueblo" y socialdemócratas eran discusiones puramente nacionales, reflejaban particularidades netamente nacionales, se desarrollaban, por decirlo así, en distintos planos. Actualmente (ahora se ve ya esto bien claro), los fabianos ingleses, los ministerialistas franceses, los bernsteinianos alemanes, los críticos rusos son una sola familia; se ensalzan mutuamente, aprenden los unos de los otros y, en común, luchan contra el marxismo "dogmático". ¿Será posible que, en esta primera contienda realmente internacional con el oportunismo socialista, la socialdemocracia revolucionaria internacional se fortalezca lo suficiente, para acabar con la reacción política que desde hace ya largo tiempo impera en Europa?
   
* Edwardo Bernstein (1850-1932) -- V. el artículo de V. I. Lenin "Marxismo y revisionismo". (N. de la Red.)
   
** Millerand -- Se alude a la entrada del socialista francés Millerand en un gobierno burgués reaccionario (1899). (N. de la Red.)
   
* Alusión a una fábula de Krylov. Rodando, el tonel vado levanta un ruido ensordecedor, mientras el tonel lleno rueda suavemente. (N. de la Trad.)
"libertad de crítica"
   
* La comparación de las dos tendencias existentes en el seno del proletariado revolucionario (la revolucionaria y la oportunista) con las dos corrientes de la burguesía revolucionaria del siglo XVIII (la jacobina -- la "Montaña" -- y la girondina) fue hecha en el artículo de fondo del num. 2 de Iskra (febrero de 1901). El autor de dicho artículo fue Plejánov. Los kadetes, los bessaglavtsi [6] y los mencheviques gustan aún ahora de hablar del "jacobinismo" en la socialdemocracia rusa. Pero hoy día prefieren callar u . . . olvidar el hecho de que Plejánov lanzó por primera vez este concepto contra el ala derecha de la socialdemocracia. (Nota de Lenin para la edición de 1907. -- N. de la Red.)
   
* La ley de excepcion contra los socialistas en Alemania fue promulgada por el canciller Bismarck, en 1878, con el fin de estrangular la socialdemocracia alemana. Fue derogada en 1890. (N. de la Red.)
   
** Cuando Engels atacó a Dühring, muchos representantes de la socialdemocracia alemana se inclinaron hacia los conceptos de éste y acusaron a Engels, incluso públicamente, en un Congreso del Partido, de aspereza, de intolerancia, de polémica impropia de camaradas, etc. Most y sus camaradas propusieron (en el Congreso de 1877) eliminar del Vorwärts (Adelante -- N. de la Red.) los artículos de Engels, por no "presentar interés para la enorme mayoría de los lectores", y Vahlteich declaró que la publicación de esos artículos había perjudicado mucho al Partido, que también Dühring había prestado servicios a la socialdemocracia: "debemos aprovecharlos a todos en interés del Partido, y si los profesores discuten, el Vorwärts no tiene en modo alguno por qué ser campo de tales disputas (Vorwärts 1877, núm. 65, 6 de junio). ¡Como veis, éste también es un ejemplo de defensa de la "libertad de crítica", y no estaria de más que meditaran sobre él nuestros críticos legales y oportunistas ilegales, que tanto gustan de referirse al ejemplo de los alemanes!
   
* Nosdriev -- Tipo de terrateniente camorrista y fullero, descrito en la obra de N. Gógol Las almas muertas. Gógol calificaba a Nosdriev de hombre "histórico", porque en dondequiera que apareciese originábanse al punto "historias" y escándalos. (N. de la Red.)
   
* Hay que observar que, al tratar la cuestión del bernsteinianismo en el seno del Partido alemán, Rabócheie Dielo se ha limitado siempre a un mero relato de hechos, "absteniéndose" por completo de hacer su propia apreciación de los mismos. Véase, por ejemplo, el número 2-3, pág. 66, sobre el Congreso de Stuttgart[11]; todas las discrepancias están reducidas a cuestiones de "táctica", y sólo se hace constar que la inmensa mayoría es fiel a la anterior táctica revolucionaria. O el núm. 4-5, pág. 55 y siguientes, que es una simple repetición de los discursos pronunciados en el Congreso de Hannóver, con la resolución de Bebel; la exposición de las concepciones de Bernstein y la crítica de las mismas quedan nuevamente aplazadas (así como en el núm, 2-3) para un "artículo especial". Lo curioso del caso es que, en la pág. 33 del núm. 4-5, leemos: ". . . las con cepciones expuestas por Bebel cuentan con una enorme mayoría en el Congreso", y un poco más adelante: ". . . David defendía las opiniones de Bernstein. . . Ante todo, trataba de demostrar que . . . Bernstein y sus amigos, a pesar de todo [¡sic!], se mantienen en el terreno de la lucha de clases". . . ¡Esto se ha escrito en diciembre de 1899, y, en septiembre de 1901 Rabócheie Dielo no cree ya, por lo visto, que tenga razón Bebel y repite la opinión de David como suya propia!
   
* Aludimos al artículo de K. Tulin contra Struve [véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. I. -- N. de la Red.], redactado a base de la conferencia que tenía por título "Cómo se ha reflejado el marxismo en la literatura burguesa". (Nota de Lenin para la edición de 1907. -- N. de la Red.)
   
* Subátov -- Jefe de la Ojrana de Moscú, inspirador del llamado socialismo policiaco. Subátov creaba falsas organizaciones obreras bajo la tutela de los gendarmes y de la policía, con el fin de apartar a los obreros del movimiento revolucionario. (N. de la Red.)
   
* Credo -- Símbolo de creencia, programa y exposiciones de la concepción del mundo. (N. de la Red.)
   
* Se trata de la protesta de los 17 contra el "Credo". El que estas líneas escribe, participó en la redacción de la protesta (fines de 1899)[15]. La protesta fue publicada, junto con el "Credo", en el extranjero en la primavera de 1900. [Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. II. -- N. de la Red.] Actualmente se sabe ya, por el artículo de la señora Kuskova (publicado, creo, en la revista Bylóe [16]), que fue ella la autora del "Credo", y que entre los "economistas" de aquel entonces, en el extranjero, desempeñaba un papel prominente el señor Prokopóvich. (Nota de Lenin para la edición de 1907. -- N. de la Red.)
   
** En El guia [17]. (N. de la Red.)
   
*** Símbolo de creencia, programa y exposiciones de la concepción del mundo[18]. (N. de la Red.)
   
**** Por lo que sabemos, la composición del Comité de Kiev ha sido modificada posteriormente.
   
* Ya la falta de vínculos abiertos con el Partido y de tradiciones de partido constituye una diferencia tan cardinal entre Rusia y Alemania, que debería haber puesto en guardia a todo socialista sensato contra cualquier imitación ciega. Pero he aquí una muestra del punto a que ha llegado la "libertad de crítica" en Rusia. Un crítico ruso, el señor Bulgákov, hace la siguiente reprimenda al cítico austriaco Herz: "Con toda la independencia de sus conclusiones, Herz sigue, sin embargo, en este punto (en la cooperación), por lo visto, demasiado atado por las opiniones de su Partido, y, al disentir en los detalles, no se decide a desprenderse del principio general" ("El capitalismo y la agricultura ", t. II, pág. 287). ¡Un súbdito de un Estado políticamente esclavizado, en el cual las 999/1000 de la población están corrompidas hasta la médula por el servilismo político y por la absoluta incomprensión del honor de partido y de los vínculos de partido, hace una reprimenda altiva a un ciudadano de un Estado constitucional por estar excesivamente "vinculado a las opiniones del Partido"! Lo único que les queda a nuestras organizaciones ilegales es ponerse a redactar resoluciones sobre la libertad de crítica . . .
de la lucha teórica
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IV. (N. de la Red.)
   
* Dritter Abdruck, Leipzig. 187S. Verlag der Genossenschaftsbuchdruckerei. (La guerra campesina en Alemania ), tercera edición, Leipzig, 1875, Edición de la Editorial Cooperativa. (N. de la Red.)
LA ESPONTANEIDAD DE LAS MASAS Y LA
CONCIENCLA DE LA SOCIALDEMOCRACIA
   
* Rabócheie Dielo, núm. 10, septiembre de 1901, págs. 17-18. Las cursivas son de la revista.
   
* El tradeunionismo no descarta en modo alguno toda "política", como a veces se cree. Las tradeuniones han llevado siempre a la práctica cierta agitación y lucha política (pero no socialdemócrata). En el capítulo siguiente expondremos la diferencia entre la política tradeunionista y la socialdemocrata.
   
* A. A. Vanéiev murió en 1899, en Siberia Oriental, de tuberculosis, contraida cuando se encontraba incomunicado en prisión preventiva. Por eso, hemos considerado posible publicar la informsción que figura en el texto, cuya autenticidad garantizamos, pues procede de gente que conocia a Vanéiev personal e intimamente.
   
** Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. II. (N. de la Red.)
   
* "Al criticar la actividad de los socialdemócratas de fines de la última década del siglo pasado, Iskra no tiene en cuenta que entonces faltaban condiciones para todo trabajo que no fuera la lucha por pequeñas reivindicaciones", dicen los economistas en su "Carta a los órganos socialdemócratas rusos" (Iskra, núm. 12). Los hechos citados en el texto demuestran que esta affrmación sobre la "falta de condiciones" es diametralmente opuesta a la verdad. No sólo a fines, sino incluso a mediados de la decada del 90, existían plenamente todas las condiciones para otro trabajo, además de la lucha por las pequeñas reivindicaciones; todas las condiciones, salvo una preparación suficiente de los dirigentes. Y he aquí que, en vez de reconocer francamente esta falta de preparación por nuestra parte, por parte de los ideólogos, de los dirigentes, los "economistas" quieren cargar toda la responsabilidad a la "falta de condiciones", a la influencia del medio material que determina el camino del cual ningún ideólogo logrará desviar el movimiento. ¿Qué es esto sino halago servil de la espontaneidad, sino enamoramiento de los "ideólogos" de sus propios defectos?
Rabóchaia Misl
   
* Digamos de paso que este elogio de Rabóchaia Misl, en noviembre de 1898, cuando el economismo, sobre todo en el extranjero, se había de finido completamente, partía del propio V. I.-n., que muy pronto formó parte del cuerpo de redactores de Rab. Dielo. ¡Y Rab. Dielo todavía continuó negando la existencia de dos tendencias en el seno de la socialdemocracia rusa, como la sigue negando en el presente!
   
** Los gendarmes zaristas llevaban uniformes de puños azules. (N. de la Red.)
   
* El siguiente hecho característico demuestra que esta comparación es justa. Cuando, después de la detención de los "decembristas", se difundió entre los obreros de la carretera de Schlisselburgo la noticia de que había ayudado a la policía el provocador N. N. Mijáilov (un dentista), relacionado con un grupo que estaba en contacto con los "decembristas" aquellos obreros se indignaron de tal modo, que decidieron matar a Mijáilov.
   
* Del mismo editorial del primer número de Rabóchaia Misl. Se puede juzgar por esto acerca de cuál era la preparación teórica de esos "V. V. de la socialdemocracia rusa"[28], quienes repetían la burda trivialización del "materialismo económico", mientras que en sus publicaciones los marxistas hacían la guerra contra el auténtico señor V. V., llamado desde hacía tiempo "maestro en asuntos reaccionarios" por ese mismo modo de concebir la relación entre la política y la economía.
   
** Los alemanes incluso tienen una palabra especial: "Nur-Gewerkschaftler", con que se señala a los partidarios de la lucha "únicamente sindical".
   
* Subrayamos actuales para los que se encojan farisaicamente de hombros y digan: ahora es sumamente fácil denigrar a Rabóchaia Misl, cuando no es más que un arcaísmo. "Mutato nomine, de te fabula narratur" (bajo otro nombre, la fábula habla de ti. -- N. de la Red.), contestamos nosotros a los fariseos contemporáneos, cuya completa sumisión servil a las ideas de Rab. Misl será demostrada más adelante.
   
* Carta de los "economistas" en el núm. 12 de Iskra.
   
** Rabócheie Dielo, núm. 10.
   
* Neue Zeit (Tiempos Nuevos ) 1901-1902, XX, I, núm. 3, pág. 79. El proyecto de la comisión, de que habla Kautsky, fue aprobado por el Congreso de Viena (a fines del año pasado) en una forma algo modificada.
   
* Esto no significa, naturalmente, que los obreros no participen en esta elaboración. Pero no participan en calidad de obreros, sino en calidad de teóricos del socialismo, como los Proudhon y los Weitling; en otros términos, sólo participan en el momento y en la medida en que logran, en mayor o menor grado, dominar la ciencia de su siglo y hacer avanzar esa ciencia. Y, a fin de que los obreros lo logren con mayor frecuencia, es necesario ocuparse lo más posible de elevar el nivel de la conciencia de los obreros en general; es necesario que los obreros no se encierren en el marco artificialmente restriúgido de la "literatura para obreros ", sino que aprendan a asimilar más y más la literatura general. Incluso sería más justo decir, en vez de "no se encierren", "no sean encerrados", pues los obreros leen y también quieren leer todo cuanto se escribe para los intelectuales, y únicamente ciertos intelectuales (de ínfima categoría) creen que "para los obreros" basta con relatar el orden de cosas que rige en las fábricas y rumiar lo que ya se conoce desde hace mucho tiempo.
   
* Schlulze-Delitzsch (1808-1883) -- Ideólogo de la pequeña burguesía alemana, que propugnaba la creación de asociaciones cooperativas, capaces, en su opinión, de garantizar la independencia económica de los artesanos y en general de los pequeños productores, así como de los obreros. (N. de la Red.)
   
* Frecuentemente se oye decir: la clase obrera tiende espontáncamente hacia el socialismo. Esto es completamente justo en el sentido de que la teoría socialista determina, más profunda y certeramente que ninguna otra, las causas de las calamidades que sufre la clase obrera, y precisamente por eso los obreros la asimilan con tanta facilidad, siempre que esta teoría no retroceda ante la espontaneidad, siempre que esta teoría someta a la espontaneidad. Habitualmente, esto se sobreentiende, pero Rab. Dielo justamente lo olvida y lo desfigura. La clase obrera tiende de modo espontáneo hacia el socialismo, pero la ideología burguesa, la más difundida (y constantemente resucitada en las formas más diversas), se impone, no obstante, espontáneamente más que nada al obrero.
Rabócheie Dielo
   
* En torno a ia cuestión de las tareas actuales y de la táctica de los socialdemócratas rusos. Ginebra, 1898. Dos cartas a Rabóchaia Gasieta, escritas en 1897.
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Comptetas, t. II. (N. de la Red.)
   
** Defendiéndose, Rabócheie Dielo completó su primera mentira ("ignoramos de qué camaradas jóvenes ha hablado P. B. Axelrod") con una segunda, al escribir en su Respuesta : "Desde la aparición de la crítica de 'Las tareas', han surgido o se han definido más o menos claramente entre algunos socialdemócratas rusos tendencias hacia la unilateralidad economista, que significan un paso atrás, en comparación con el estado de nuestro movimiento, esbozado en 'Las tareas'" (pág. 9). Esto lo dice la "Respuesta", aparecida en el año 1900. Y el primer número de Rabócheie Dielo (con la crítica) apareció en abril de 1899. ¿Es que el economismo surgió sólo en 1899? No; en 1899 se oyó por primera vez la voz de protesta de los socialdemócratas rusos contra el economismo (la protesta contra el "Credo"). Pero el economismo había surgido en 1897, como lo sabe muy bien Rabócheie Dielo, pues V. I.-n., ya en noviembre de 1898 (Listok Rabótnika, núm. 9-10), se deshacía en elogios para Rabóchaia Misl.
   
* La "teoría de las fases" o la teoría de los "tímidos zig-zags" en la lucha política se expone, por ejemplo, en ese artículo del modo siguiente: "Las reivindicaciones políticas, que por su carácter son comunes a toda Rusia, deben, sin embargo, durante los primeros tiempos (¡esto fue escrito en agosto de 1900!) corresponder a la experiencia adquirida por una determinada capa (¡sic!) de obreros en la lucha económica. Unicamente [!] a base de esa experiencia se puede y se debe iniciar la agitación política", etc. (pág. 11). En la página 4, el autor, indignado por las acusaciones, a su juicio completamente infundadas, de herejía economista, exclama pateticamente: "Pero ¿qué socialdemócrata ignora que, según la doctrina de Marx y Engels, los intereses económicos de las distintas clases desempeñan un papel decisivo en la historia y que, por tanto (subrayado por nosotros), en particular la lucha del proletariado por sus intereses económicos debe tener una importancia primordial para su desarrollo como clase y para su lucha de liberación?" Este "por tanto" está completamente fuera de lugar. Del hecho de que los intereses económicos desempeñan un papel decisivo no se desprende en modo alguno la conclusión de que la lucha económica (=sindical) tenga una importancia primordial, pues los intereses más esenciales, "decisivos" de las clases pueden ser satisfechos únicamente por transformaciones políticas radicales en general; en particular, el interés económico fundamental del proletariado puede ser satisfecho únicamente por medio de una revolución política que sustituya la dictadura de la burguesía por la dictadura del proletariado. B. Krichevski repite el razonamiento de los "V. V. de la socialdemocracia rusa" (la política sigue a la economía, etc.) y de los bernsteinianos de la alemana (por ejemplo, Woltmann alegaba precisamente los mismos argumentos para probar que los obreros, antes de pensar en una revolución política, debían adquirir una "fuerza económica").
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
   
** Loc. cit. (N. de la Red.)
   
* Ein Jahr der Verwirrung (Un año de confusión ) es el título puesto por Mehring en su Historia de la socialdemocracia alemana al apartado en que describe los titubeos y la indecisión que los socialistas manifestaron en un principio, al elegir la "táctica-plan" que correspondía a las nuevas condiciones.
   
* Del editorial del núm. 1 de Iskra. (Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IV. -- N. de la Red.)
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
   
** No se debe olvidar tampoco que, al resolver "en teoría" la cuestión del terror, el grupo "Emancipación del Trabajo" resumió la experiencia del movimiento revolucionario anterior.
POLITICA TRADEUNIONISTA Y POLITICA
SOCIALDEMOCRATA
los economistas
   
* Con el fin de evitar interpretaciones erróneas, hacemos notar que en la exposición que sigue entendemos por lucha económica (según el uso establecido entre nosotros) la "lucha económica práctica", que Engels llamó, en la cita arriba insertada, "resistencia a los capitalistas" y que en los países libres se llama lucha gremial, sindical o tradeunionista.
   
* En el presente capítulo hablamos únicamente de la lucha política, de su concepto más amplio o más restringido. Por eso, señalaremos sólo de paso, como un simple hecho curioso, la acusación lanzada por Rabócheie Dielo contra Iskra de "abstención excesiva" en cuanto a la lucha económica. (Dos congresos, pág. 27; repetida machaconamente por Martínov en su folleto La socialdemocracia y la clase obrera ). Si los señores acusadores midieran en puds o en pliegos de imprenta (como gustan de hacerlo) la sección de Iskra dedicada a la lucha económica durante el año y la compararan con la misma sección de R. Dielo y R. Misl juntos, verían en se guida que, incluso en este sentido, están atrasados. Es evidente que la conciencia de esta sencilla verdad les fuerza a recurrir a argumentos que demuestran claramente su confusión. Iskra -- escriben --, "quiéralo o no [!], tiene que [!] tomar en consideración las exigencias imperiosas de la vida y publicar, cuando menos [!!], cartas sobre el movimiento obrero" (Dos congresos, pág. 27). ¡Este sí que es un argumento que nos deja verdaderamente aniquilados!
   
* Decimos "en general", porque en Rab. Dielo se trata precisamente de los principios generales y de las tareas generales del Partido entero. No cabe duda de que en la práctica suelen darse casos en que la política debe efectivamente seguir a la economía, pero únicamente los economistas pueden decir esto en una resolución destinada a toda Rusia. Pues hay también casos en que "desde el comienzo mismo" se puede llevar a cabo la agitación política "únicamente en el terreno económico", y, no obstante, Rab. Dielo ha llegado, por fin, a la conclusión de que "no hay ninguna necesidad" de ello (Dos congresos, pág. 11). En el capítulo siguiente señalaremos que la táctica de los "políticos" y de los revolucionarios, lejos de desconocer las tareas tradeunionistas de la socialdemocracia, es, por el contrario, la única que asegura su realización consecuente.
   
* Zemskie nachálniki -- Representantes del Poder público en el campo, destacados de la nobleza terrateniente local y que estaban investidos de poder administrativo y judicial sobre la población campesina. La función de los zemskie nachálniki fue introducida en 1889 y subsistió hasta la caida del zarismo en Rusia. (N. de la Red.)
   
* Así se expresa literalmente el folleto Dos congresos, págs. 31, 32, 28 y 30.
   
** Dos congresos, pág. 32.
   
* Se alude al libro de Sidney y Beaíriz Webb Industrial democracy (La democracia industrial ). (N. de la Red.)
   
* Rabocheie Dielo, núm. 10, pág. 60. En esta variante aplica Martínov al caótico estado actual de nuestro movimiento la tesis: "cada paso de movimiento real es más importante que una docena de programas", tesis que ya hemos caracterizado más arriba. En el fondo, esto no es sino una traducción al ruso de la célebre frase de Bernstein: "el movimiento lo es todo; el objetivo final, nada".
   
* Pág. 43: "Naturalmente, si recomendamos a los obreros que formulen ciertas reivindicaciones económicas al gobierno, lo hacemos porque en el terreno económico el gobierno autócrata está dispuesto, por necesidad, a hacer ciertas concesiones".
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.).
   
* Rabóchaia Misl -- "Suplemento especial", pág. 14.
la actividad revolucionaria"
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IV. (N. de la Red.)
   
* La exigencia de "imprimir a la lucha económica misma un carácter político" expresa con el mayor relieve el culto de la espontaneidad en el terreno de la actividad política. La lucha económica adquiere a menudo un carácter político espontáneamente, es decir, sin la intervención de ese "bacilo revolucionario que son los intelectuales", sin la intervención de los socialdemócratas conscientes. Por ejemplo, la lucha económica de los obreros en Inglaterra adquirió también un carácter político sin participación alguna de los socialistas. Pero la tarea de los socialdemócratas no se limita únicamente a la agitación política en el terreno económico: su tarea es transformar esa política tradeunionista en lucha política socialdemócrata, aprovechar los destellos de conciencia política que la lucha económica ha hecho penetrar en el espíritu de los obreros para elevar a éstos hasta el nivel de la conciencia política socialdemócrata. Ahora bien, los Martínov, en vez de elevar e impulsar la conciencia política que se despierta espontáneamente, se prosternan ante la espontaneidad y repiten, repiten hasta dar náuseas, que la lucha económica "hace pensar" a los obreros en su privación de derechos políticos. Es de lamentar, señores, que este despertar espontáneo de la conciencia política tradeunionista no os "haga pensar" a vosotros mismos en la cuestión de vuestras tareas socialdemócratas.
   
* Para coníirmar que todo este discurso de los obreros a los economistas no es fruto exclusivo de nuestra invención, nos referimos a dos testigos que, sin duda, conocen el movimiento obrero directamente y que no son, ni mucho menos, propensos a ser parciales para con nosotros, los "dogmáticos", pues uno de los testigos es un economista (¡que considera incluso a Rabócheie Dielo como un órgano político!), y el otro, un terrorista. El primer testigo es el autor de un artículo notable por su veracidad y vivacidad: "El movimiento obrero petersburgués y las tareas prácticas de la socialdemocracia", publicado en el número 6 de Rab. Dielo. Divide a los obreros en: 1) revolucionarios conscientes; 2) capa intermedia y 3) el resto de la masa. Y he aquí que la capa intermedia "frecuentemente se interesa más por los problemas de la vida política que por sus intereses económicos inmediatos, cuya relación con las condiciones sociales generales ha sido comprendida hace ya mucho tiempo" . . . Rab. Misl es "duramente criticada": "siempre lo mismo, hace mucho tiempo ya que lo sabemos, hace mucho tiempo que lo hemos leido", "en la crónica política, tampoco hay nada nuevo" (págs. 30-31). Pero incluso la tercera capa, "la masa obrera más sensible, más joven, menos corrompida por la taberna y por la iglesia, que casi nunca tiene posibilidad de conseguir un libro de contenido político, habla a diestro y siniestro de los acontecimientos de la vida política y medita las noticias fragmentarias acerca de un motin de estudiantes", etc. Y el terrorista escribe: ". . . Leerán un par de veces las líneas que relatan minucias de la vida de las fábricas en distintas ciudades extrañas y luego dejarán de leer. . . Les aburre. . . No hablar en un periódico obrero sobre el Estado. . . significa considerar al obrero como a un niño . . . El obrero no es un niño." (Svoboda [La Libertad ], ed. del grupo revolucionario-socialista, págs. 69 y 70.)
y el terrorismo?
   
* Martínov "se imagina otro dilema, más real [?]" (La socialdemocracia y la clase obrera, pág. 19). "O la socialdemocracia asume la dirección inmediata de la lucha económica del proletariado y, por lo mismo [!], la transforma en lucha revolucionaria de clases". . . "Por lo mismo", es decir, evidentemente, por la dirección inmediata de la lucha económica. Que nos indique Martínov dónde se ha visto que, por el único y solo hecho de dirigir la lucha profesional, se haya logrado transformar el movimiento tradeunionista en movimiento revolucionario de clases. ¿No caerá en la cuenta de que, para realizar esta "transformación", debemos encargarnos activamente de la "dirección inmediata" de la agitación política en todos sus aspectos? . . . "O bien otra perspectiva: la socialdemocracia abandona la dirección de la lucha económica de los obreros y, con ello. . . se corta las alas". . . Según el juicio de Rabócheie Dielo, arriba citado, es Iskra la que "abandona". Pero hemos visto que Iskra hace para dirigir la lucha económica mucho más que Rab. Dielo ; además, no se limita a esto, ni restringe, en nombre de esto, sus tareas políticas.
   
* Se trata de la primavera de 1901, cuando comenzaron grandes mani festaciones en ías calles. (Nota de Lenin para la edición de 1907. -- N. de la Red.)
de vanguardia por la democracia
   
* Así, durante la guerra franco-prusiana, Liebknecht dictó un programa de acción para toda la democracia ; en mucho mayor escala aún lo hicieron Marx y Engels en 1848.
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
   
* La falta de espacio no nos ha permitido dar en Iskra una respuesta completa y detallada a esta carta, extraordinariamente característica, de los economistas. Su aparición nos causó verdadero júbilo, pues hacía ya mucho tiempo que oíamos decir por diferentes lados que Iskra carecía de un punto de vista de clase consecuente, y sólo esperábamos una ocasión propicia o la expresión cristalizada de esta acusación en boga, para darle una respuesta. Y tenemos por costumbre no contestar a un ataque con la defensiva, sino con un contraataque.
   
* Y, en el intervalo entre la aparición de estos artículos, se ha publicado (Iskra, núm. 3) uno especialmente dedicado a los antagonismos de clase en el campo. Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IV. (N. de la Red.)
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IV (N. de la Red.)
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IV. (N. de la Red.)
   
** Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
más "mixtificadores"
   
* Loc. cit. (N. de la Red.)
   
* Se invoca aquí mismo las "condiciones concretas rusas que llevan fatalmente el movimiento obrero al camino revolucionario". ¡Esta gente no quiere comprender que el camino revolucionario del movimiento obrero puede no ser el camino socialdemocrata! Toda la burguesía del Occidente de Europa, bajo el absolutismo, "empujaba", empujaba conscientemente a los obreros al camino revolucionario. Pero nosotros, socialdemócratas, no podemos contentarnos con esto. Y si de una u otra forma rebajamos la política socialdemócrata al nivel de la política espontánea, de la política tradeunionista, favorecemos con ello precisamente a la democracia burguesa.
   
** L. Brentano -- Economista burgués alemán, que predicaba la armonía de clases, la conciliacion de intereses de capitalistas y obreros. (N. de la Red.)
LOS METODOS ARTESANOS DE TRABAJO DE
LOS ECONOMISTAS Y LA ORGANIZACION
DE LOS REVOLUCIONARIOS
   
* Todos los pasajes subrayados lo han sido por mí.
   
* Rab. Misl y Rab. Dielo, sobre todo la "Respuesta" a Plejánov.
   
** ¿Quién bará la revolución política?, folleto publicado en Rusia en la recopilación La lucha proletaria y reeditado por el Comité de Kíev.
   
* Renacimiento del revolucionismo y Svoboda.
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
y la organizacion de los revolucionarios
   
* Libre, amplia. (N. de la Red.)
   
* Afanasi Ivánovich y Pulcheria Ivánovna -- Familia patriarcal de pequeños terratenientes provincianos, descrita en la novela corta de N. Gógol Terratenientes de antaño. (N. de la Red.)
   
** La lucha de Iskra contra la cizaña ha dado lugar, por parte de Rabócheie Dielo, a esta salida airada: "Para Iskra, en cambio, estos acontecimientos importantes (los de la primavera) son menos característicos de su tiempo que las miserables tentativas de los agentes de Subátov de 'legalizar' el movimiento obrero. Iskra no ve que estos hechos hablan precisamente contra ella y que atestiguan precisamente que el movimiento obrero ha tomado a los ojos del gobierno proporciones muy amenazadoras" (Dos congresos, pág. 27). La culpa de todo la tiene el "dogmatismo" de estos ortodoxos, "sordos a las exigencias imperiosas de la vida". ¡Se obstinan en no ver trigo de un metro de alto para hacer la guerra a cizaña de un centímetro de altura! ¿No es esto una "deformación del sentido de la perspectiva en relación al movimiento obrero ruso"? (Loc. cit., pág. 27)
   
* Dificultades por la abundancia. (N. de la Red.)
   
* Sólo haremos notar aquí que todo cuanto hemos dicho con respecto al "estimulo desde el exterior" y a todos los demás razonamientos de Svoboda sobre organización se refiere enteramente a todos los economistas, incluso a los partidarios de Rabócheie Dielo, porque o han preconizado y sostenido activamente estos puntos de vista sobre las cuestiones de organización, o se han desviado hacia ellos.
   
* Este término sería acaso más justo que el precedente en lo que a Svoboda se refiere, porque en El renacimiento del revolucionismo se defiende el terrorismo y, en el artículo en cuestión, el economismo. "Están verdes . . .", puede decirse hablando de Svoboda. Este órgano cuenta con buenas aptitudes y las mejores intendones y, sin embargo, no consigue otro resultado que la confusión: confusión, principalmente, porque, defendiendo la continuidad de la organización, Svoboda no quiere saber nada de la continuidad del pensamiento revolucionario y de la teoría socialdemócrata. Esforzarse por resucitar al revolucionario profesional (Renacimiento del revolucionismo ) y proponer para esto, primero, el terror excitante, y, se gundo la "organización de los obreros medios" (Svoboda, núm. 1, pág. 66 y siguientes), menos "estímulo desde el exterior", equivale, en verdad, a demoler la propia casa a fin de tener leña para calentarla.
   
* Entre los militares, por ejemplo, se observa últimamente una reanimación indudable del espíritu democrático, en parte como consecuencia de los combates, cada vez más frecuentes, en las calles con "enemigos" como los obreros y los estudiantes. Y, en cuanto nos lo permitan nuestras fuerzas, debemos dedicar la atención más seria a la labor de agitación y propaganda entre soldados y oficiales, a la creación de "organizaciones militares" afiliadas a nuestro Partido.
   
* Recuerdo que un camarada me refirió un día que un inspector de fábrica, que había ayudado a la socialdemocracia y estaba dispuesto a seguir ayudándola, se quejaba amargamente, diciendo que no sabía si sus "informes" llegaban a un verdadero centro revolucionario, no sabia hasta qué punto era necesaria su colaboración, ni hasta qué punto era posible utilizar sus menudos servicios. Todo militante dedicado a la labor práctica podría citar, naturalmente, casos semejantes, en que nuestros métodos primitivos de trabajo nos han hecho perder aliados. ¡Y no sólo los empleados y los funcionarios de las fábricas, sino los de correos, de ferrocarriles, de aduanas, de la nobleza, del clero y de todas las demás instituciones, incluso de la policía y hasta de la corte, podrían prestarnos y nos [cont. en pág. 168. -- DJR] prestarían "pequeños" servicios que en conjunto serían de un valor inapreciable! Si contáramos ya con un verdadero partido, con una organización verdaderamente combativa de revolucionarios, no nos precipitadamos respecto a esos "auxiliares", no nos dariamos prisa por llevarlos siempre y necesariamente al corazón mismo de la "acción clandestina"; al contrario, los cuidariamos de un modo peculiar e incluso prepararlamos especialmente personas para esas funciones, recordando que muchos estudiantes podrían sernos mucho más útiles como funcionarios "auxiliares" que como revolucionarios "a breve plazo". Pero, vuelvo a repetirlo, sólo puede aplicar esta táctica una organización ya perfectamente firme, a la que no faltan fuerzas activas.
   
* Svoboda, núm. 1, artículo "La organización", pag. 66: "La masa obrera apoyará con todo su peso todas las reivindicaciones que sean formuladas en nombre del Trabajo de Rusia" (¡sin falta, Trabajo con mayúscula!). Y el mismo autor exclama: "Yo no siento hostilidad alguna hacia los intelectuales, pero . . . [este es el pero que Schedrín traducia con las palabras: ¡no aecen las orejas mas arriba de la frente!] . . . , pero me pongo terriblemente furioso cuando viene una persona y me dice una serie de cosas muy bellas y muy buenas, y exige que sean aceptadas por su [¿de él?] belleza y demás méritos" (pág. 62). Sí, también yo "me pongo terriblemente furioso". . .
el "democratismo"
   
* Partidatios de "Tierra y Libertad", o populistas -- Miembros de la organización revolucionaria pequeñoburguesa "Tierra y Libertad", que surgió en 1876. Los partidarios de "Tierra y Libertad" partían de la idea errónea de que la principal fuerza revolucionaria en el país era, no la clase obrera, sino los campesinos; que el camino hacia el socialismo iba a traves de la comunidad campesina, que era posible derrocar el Poder del zar y de los terratenientes tan sólo por medio de "revueltas" campesinas. A fin de alzar a los campesinos a la lucha contra el zarismo, se fueron al campo, "al pueblo" (de aquí, precisamente, el nombre de "po- [cont. en pág. 175. -- DJR] pulistas") para propagar sus puntos de vista. Sin embargo, los campesinos no comprendieron a los populistas y no les siguieron. Entonces ellos decidieron proseguir la lucha contra la autocracia sin el pueblo, con sus propias fuerzas, mediante la muerte de representantes aislados de la autocracia. La lucha en las filas de "Tierra y Libertad" entre los partidarios de los nuevos métodos de lucha y los adeptos de la vieja táctica populista condujo en 1879 a la escisión del partido en dos: "La Voluntad del Pueblo" y "El Reparto Negro". (N. de la Red.)
   
* Véase Las tareas de los socialdemócratas rusos, pág. 21, la polémica contra P. L. Lavrov (V. I. Lenin, Obras Completas, t. II -- N. de la Red.).
   
** Las tareas de los socialdemócratas rusos, pág. 23 (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. II -- N. de la Red.). Por cierto, he aquí otro ejemplo de cómo Rab. Dielo o no comprende lo que dice o cambia de opinión según el "viento que corre". En el número 1 de R. Dielo se dice en cursiva: "El confanido del folloto que acabamos de expona coincide plenamente con el programa de la redacción de Rabócbeie Dielo " (pág. 142). ¿Es cierto esto? ¿Con las "Tareas" coincide la idea de que no se puede plantear al movimiento de masas como primera tarea la de derribar la autocracia? ¿Coincide la teoría de la "lucha económica contra los patronos y el gobierno"? ¿Coincide la teoría de las fases? Que el lector juzgue acerca de la firmeza de principios de un órgano que de modo tan original comprende la "coincidencia".
   
* Véase el "Informe ante el Congreso de París"[39], pág. 14: "Desde entonccs (1897) hasta la primavera de 1900, fueron publícados en diversos puntos treinta números de varios periódicos . . . Por término medio, se publicó más de un número al mes".
   
** Esta dificultad es sólo aparente. En realidad, no hay círculo local que no pueda abordar activamente una u otra función del trabajo en la escala nacional. "Querer es poder".
   
* Esta es la razón por la que incluso el ejemplo de órganos locales excepcionalmente buenos confirma por completo nuestro punto de vista. Por ejemplo, el Yuzhni Rabochi es un excelente periódico, al que no se le puede acusar de inestabilidad de principios. Pero, como es rara la vez que sale y las redadas son muy frecuentes, no ha podido dar al movimiento local todo lo que pretendía dar. Lo más apremiante para el Partido en el momento actual -- plantear, en principio, los problemas fundamentales del movimiento y desarrollar una agitación política en todos los sentidos -- ha sido superior a las fuerzas de ese órgano local. Y lo mejor que ha dado, como los artículos sobre el congreso de los industriales mineros, sobre el paro, etc., no eran materiales de carácter estrictamente local, sino necesarios para toda Rusia y no sólo para el Sur. Artículos como ésos no los ha habido en toda nuestra prensa socialdemócrata.
   
* Los materiales legales tienen especial importancia en este sentido, y estamos particularmente atrasados en lo que se refiere a saber recogerlos y utilizarlos sistemáticamente. No será exagerado decir que, sólo con materiales legales, puede llegar a confeccionarse más o menos un folleto sindical, mientras que es imposible hacerlo sólo con materiales ilegales. Recogiendo materiales ilegales de entre los obteros, sobre problemas como los que ha tratado Rabóchaia Misl, derrochamos en vano una cantidad enorme de fuerzas de un revolucionario (al que fácilmente puede sustituir en este trabajo un militante legal) y, a pesar de todo, no obtenemos nunca buenos materiales, porque los obreros, que generalmente sólo conocen una sección de una gran fábrica y que casi siempre sólo saben los resultados económicos, pero no las normas ni las condiciones generales de su trabajo no pueden adquirir los conocimientos que tienen generalmente los empleados de fábrica, los inspectores, los médicos, etc., y que en enorme cantidad están diseminados en cronicas periodísticas y publicaciones especiales de carácter industrial, sanitario, de los zemstvos, etc. [cont. en p. 198. -- DJR]
Recuerdo, como si fuera ahora mismo, mi "primera experiencia", que no me dejó gana de repetirla. Me entretuve durante muchas semanas interrogando "con apasionamiento" a un obrero que venia a verme, sobre todos los detalles de la vida en la enorme fábrica donde él trabajaba. Verdad es que, aunque con grandísimas dificultades, conseguí más o menos componer la desaipción (¡sólo de una fábrica!), pero sucedía que el obrero, limpiándose el sudor, decía con una sonrisa al final de nuestro trabajo: "¡Más facil me es trabajar horas extraordinarias que contestarle a sus preguntas!"
Cuanto más enérgicamente desarrollemos la lucha revolucionaria, tanto más obligado se verá el gobierno a legalizar parte del trabajo "sindical", quitándonos de este modo de encima parte de la carga que sobre nosotros pesa.
"PLAN" DE UN PERIODICO POLITICO
DESTINADO A TODA RUSIA
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)
"¿Por dónde empezar?"?
   
* En proceso de gestación, de surgimiento. (N. de le Red.)
   
** Iskra, núm. 8, respuesta del Comité Central de la Unión General de Judíos de Rusia y de Polonia, a nuestro artículo sobre la cuestión nacional.
   
*** Deliberadamente, no presentamos estos hechos en el orden en que han ocurrido[40].
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. II. (N. de le Red.)
   
** El autor de este folleto, dicho sea de paso, me pide ponga de manifiesto que, lo mismo que sus folletos anteriores, dicho folleto fue enviado a la "Unión", suponiendo que el grupo "Emancipación del Trabajo" redactaría sus publicaciones (circunstancias especiales no le permitían conocer entonces, es decir, en febrero de 1899, el cambio de redacción). Dicho folleto será reeditado muy pronto por la Liga.
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IV. (N. de la Red.)
   
* ¡Camarada Krichevski! ¡Camarada Martínov! Llamo vuestra atención sobre esta manifestación escandalosa de "absolutismo", de "autoridad sin control", "de reglamentación soberana", etc. Mirad: ¡¡quiere apoderarse de toda la cadena!! Apresuraos a presentar querella. Ya tenéis un tema para dos artículos de fondo en el núm. 12 de Rabócheie Dielo.
   
* Martínov, al insertar en Rabócheie Dielo la primera frase de esta cita (núm. 10, pág. 62), ha omitido precisamente la segunda frase, como subrayando así que no quería tocar el fondo de la cuestión o que era incapaz de comprenderlo.
   
* Con una reserva : siempre que simpatice con la orientación de este periódico y considere útil a la causa ser su colaborador, entendiendo por elío no solamente la colaboración literaria, sino toda la colaboración revolucionaria en general. Nota para Rabócheie Dielo : esta reserva se sobreentiende para los revolucionarios que aprecian el trabajo y no el juego al democratismo, que no separan las "simpatías", de la participación más activa y real.
   
* Veche -- Asamblea popular en la antigua Rusia, para la que se convocaba al toque de campana. (N. de la Red.)
   
* Vísperar de la revolución, pág. 62.
   
** L. Nadiezhdin, dicho sea de paso, no dice casi nada sobre las cuestiones teóricas en su Revista de cuestiones teóricas, si prescindimos del siguiente pasaje, sumamente curioso desde "el punto de vista de vísperas de la revolución": "La bernsteiniada en su conjunto pierde para nuestro momento su carácter agudo, como lo mismo nos da que el señor Adamovich demuestre que el señor Struve debe presentar la dimisión o que, por el contrario, el señor Struve desmienta al señor Adamóvich y no consienta en dimitir. Nos da absolutamente igual, porque ha sonado la hora decisiva de la revolución" (pág. 110). Sería difícil describir con mayor claridad la despreocupación infinita que L. Nadiezhdin siente por la teoría. ¡¡Como hemos proclamado que estamos en "visperas de la revolucion", por esto "nos da absolutamente lo mismo" que los ortodoxos logren o no desalojar definitivamente de sus posiciones a los críticos!! ¡Y nuestro sabio no se percata de que, precisamente durante la revolución, nos harán falta los resultados de la lucha teórica contra los críticos para luchar resueltamente contra sus posiciones prácticas!
   
* Iskra, núm. 4: "¿Por dónde empezar?". "Un trabajo largo no asusta a los revolucionarios culturistas que no comparten el punto de vista de vísperas de la revolución", escribe Nadiezhdin (pág. 62). A este propósito haremos la siguiente observacion: si no sabemos elaborar una táctica política, un plan de organización, orientados sin falta hacia un trabajo sumamente largo y que al mismo tiempo aseguren, por el propio proceso de este trabajo, la disposición de nuestro Partido para ocupar su puesto y cumplir con su deber en cualquier circunstancia imprevista, por más que se precipiten los acontecimientos, seremos simplemente unos miserables aventureros políticos. Sólo Nadiezhdin, que ha empezado a intitularse socialdemócrata desde ayer, puede olvidar que el objetivo de la socialdemocracia consiste en la transformación radical de las condiciones de vida de toda la humanidad, y que por ello es imperdonable que un socialdemócrata se "asuste" por lo largo del trabajo.
   
* ¡Se me ha escapado, ¡ay!, una vez más, la terrible palabra "agentes", que tanto hiere el oido democrático de los Martínov! Me extraña que esta palabra no haya molestado a los corifeos de la década del 70 y, en cambio, moleste a los "artesanos" de la del 90. Me gusta esta palabra, porque indica de un modo claro y tajante la causa común a la que todos los agentes subordinan sus pensamientos y sus actos, y si hubiese que sustituir esta palabra por otra, yo sólo elegiría el término "colaborador" si éste no tuviese cierto deje de literaturismo y de vaguedad. Porque lo que necesitamos es una organización militar de agentes. Digamos de paso que los numerosos Martínov (sobre todo, en el extranjero), que gustan de "ascenderse reciprocamente a general", podrían decir, en lugar de "agente en asuntos de pasaportes", "comandante en jefe de la unidad especial destinada a proveer de pasaportes a los revolucionarios", etc.
   
* Podría contestar también con un refrán alemán: Den Sack schlägt man, den Esel meint man, lo cual quiere decir: a ti te lo digo, hijuela mía; entiéndelo tú, nuera mia. No sólo Rab. Dielo sino la gran masa de los militantes dedicados al trabajo práctico y de los teóricos sentían entusiasmo por la "crítica" de moda, se embrollaban en la cuestión de la espontaneidad, se desviaban de la concepción socialdemócrata de nuestras tareas políticas y de organización hacia la concepción tradeunionista.
RABOCHEIE DIELO
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IV. (N. de la Red.)
   
* Este juicio sobre la escisión no sólo se basaba en el conocimiento de las publicaciones, sino en datos recogidos en el extranjero por algunos miembros de nuestra organización que habían estado allí.
   
* Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V.
   
** Se refiere a los organizadores del grupo antiiskrista Borbá. (N. de la Red.)
   
* Esta afirmación se repite en Dos congresos, pág. 25.
   
* A saber: en la introducción n las tesoluciones de junio dijimos que la socialdemocracia rusa en conjunto mantuvo siempre la posición de principios del grupo "Emancipacion del Trabajo" y que el mérito de la "Unión" estaba sobre todo en su actividad en el terreno de las publicaciones y de la organización. En otros términos, dijimos que estábamos completamente dispuestos a olvidar el pasado y a reconocer que la labor de nuestros camaradas de la "Unión" era útil a la causa, a condición de que acabaran por completo con las vacilaciones, que era lo que persegulamos con la "caza". Toda persona imparcial que lea las resoluciones de junio, las comprenderá solamente en este sentido. Pero si ahora la "Union", después de haber provocado ella misma la ruptura con su nuevo viraje hacia el economismo (en los artículos del núm. 10 y en las enmiendas), nos acusa solemnemente de faltar a la verdad (Dos congresos, pág. 30) por estas palabras sobre sus méritos, esta acusación no puede por menos, desde luego, que provocar la sonrisa.
   
* En el Vorwärts se inició una polémica a este respecto entre su redacción actual, Kautsky y Sariá. No dejaremos de dar a conocer esta polémica a los lectores rusos[48].
   
* Si no contamos como restricción de la autonomía las deliberaciones de las redacciones, relacionadas con la formación de un consejo supremo común de las organizaciones unidas, cosa que Rabócheie Dielo aceptó también en junio.
   
* Véase el presente libro, pág. 238. (N. de la Red.)
texto del periódico Iskra.
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Apuntos sobre |
pág. 249
[1]
El libro ¿Qué hacer? Problemar candentes de nuestro movimiento, fue escrito por Lenin a fines de I901 y comienzos de 1902. En el artículo "¿Por dónde empezar?", publicado en Iskra, núm. 4 (mayo de 1901), Lenin decía que ese trabajo era el "esbozo de un plan cuyo contenido exponemos de talladamente en un folleto que está preparando para la imprenta".
pág. 250
[2]
Los lassalleanos y los eisenachianos constituyeron dos partídos dentro del movimiento obrero alemán en la sexta década y principios de la séptima del siglo XIX.
[3]
Guesdistas y posibilistas. Fueron corrientes del movimiento socialista francés surgidas en 1882, después de la escisión del Partido Obrero Francés.
pág. 251
   
En 1905, El Partido Socialista de Francia y el Partido Socialista Francés se unificarom Durante la guerra imperialista de 1914-1918 J. Guesde y toda la direccion del Partido Socialista Francés pasaron a la posición socialchovinista.
[pág. 8]
[4]
Fabianos. Miembros de la Sociedad de los Fabianos, organización reformista y oportunista inglesa, fundada en el año 1884 por un grupo de intelectuales burgueses. La sociedad tomó su nombre del jefe guerrero romano Fabio Cunctátor (El Temporizador), famoso por su táctica expectante, que le hacía rehuir los combates decisivos. Los fabianos apartaban al proletariado de la lucha de clase y preconizaban la transición pacífica del capitalismo al socialismo mediante reformas menudas.
[5]
Lenin cita un fragmento traducido por él del prólogo de F. Engels a la tercera edición alemana de El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte de C. Marx. (Vease C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI.)
[pág. 9]
[6]
"Bessaglavtsi . Organizadores y colaboradores de la revista Bes Saglavia (Sin título ), editada en Petersburgo en 1906 por S. N. Prokopóvich, E. D. Kuskova, V. I. Bogucharski y otros. Los Bessaglavtsi se declaraban abiertamente partidarios del revisionismo, apoyaban a los mencheviques y liberales, y actuaban contra la política independiente del proletariado. Lenin llamó a los Bessaglavtsi kadetes tipo menchevique, o sea, mencheviques tipo kadete.
[pág. 13]
[7]
D. I. Ilovaiski (1832-1920). Historiador, autor de numerosos manuales oficiales de historia, ampliamente difundidos en la escuela primaria y media de Rusia antes de la revolución. En sus manuales, este historiador presentaba los hechos históricos como derivados fundamentalmente de la voluntad y la decisión personal de los zares y de la nobleza, y explicaba el proceso histórico por medio de circunstancias secundarias y fortuitas.
[pág. 14]
[8]
Socialistas de cátedra. Una de las corrientes de la economía política burguesa, surgida en Alemania en las décadas séptima y octava del siglo XIX. Los represenvantes de esta tendencia predicaban desde las cátedras universitarias el reformismo liberal-burgués, encubierto bajo la apariencia del socialismo. Los socialistas de cátedra sostenian que el gobierno burgués
pág. 252
está por encima de las clases y en condiciones de conciliar las clases hostiles y de establecer gradualmente el "socialismo", teniendo en cuenta en lo posible las reivindicaciones de los trabajadores, sin afectar los intereses de los capitalistas. Los conceptos de los socialistas de cátedra fueron difundidos en Rusia por los "marxistas legales".
[pág. 15]
[9]
La resolución de Hannóver. Resolución sobre el problema de los "ataques a los conceptos fundamentales y a la tactica del Partido", adoptada por el Congreso de la socialdemocracia alemana realizado en Hannóver del 27 de septiembre al 2 de octubre (del 9 al 14 de octubre) de 1899. El examen de este problema y la resolución que sobre el particular se adoptara en el congreso, se fundaban en el hecho de que los oportunistas, encabezados por Bernstein, se presentaron exigiendo la revisión de la teoría marxista y el nuevo examen de la política y la táctica revolucionarias de la socialdemocracia. En la resolución adoptada por el Congreso, se rechazaron las exigencias de los revisionistas, pero no se criticaba ni se desenmascaraba al bernsteinianismo. A favor de dicha resolución votaron también los partidarios de Bernstein.
[pág. 16]
[10]
La resolución de Lübeck. Resolución aprobada en el Congreso de la socialdemocracia alemana que tuvo lugar en Lübeck del 9 al 15 (del 22 al 28) de septiembre de 1901. El punto central del trabajo del Congreso fue la lucha contra el revisionismo, el cual para entonces había cristalizado en el ala derecha del Partido con un programa propio y un órgano de prensa, el Sozialistische Monatshefte (La revista mensual del socialismo ). El líder de los revisionistas, Bernstein, que ya mucho antes del congreso se había pronunciado por la revisión del socialismo científico, exigió en su intervención la "libertad de crítica" al marxismo. El Congreso rechazó el proyecto de resolución propuesto por los partidarios de Bernstein. En la resolución aprobada por el Congreso se hizo una abierta advertencia a Bernstein, pero no se planteó como cuestión de principio impedir que los bernsteinianos continuaran en las filas del partido obrero.
[pág. 16]
[11]
El Congreso de Stuttgart de la socialdemocracia alemana, realizado del 21 al 26 de septiembre (del 3 al 8 de octubre) de 1898, examinó por primera vez el problema del revisionismo en la socialdemocracia alemana. El congreso dio a conocer una declaración de Bernstein, que se hallaba ausente, en la cual éste exponía y defendía los conceptos oportunistas antes manifestados en una serie de artículos suyos. Entre los adversarios de Bernstein que asistieron al Congreso no había unidad de opinión. Algunos (Bebel y otros) se pronunciaron en favor de la lucha ideológica y de la crítica de los errores de Bernstein, pero fueron contrarios a la aplicación de medidas disciplinarias. El sector minoritario, encabezado
pág. 253
por R. Luxemburgo, se manifestó relativamente decidido en contra del bernsteinianismo.
[pág. 17]
[12]
Starovier fue el seudónimo de A. N. Potresov, miembro de la redacción de Iskra ; posteriormente llegó a ser un menchevique.
[pág. 18]
[13]
El "escritor envanecido," título de uno de los primeros cuentos de Máximo Gorki.
[pág. 20]
[14]
Lenin se refiere a la colección titulada Materiales para la caracterización de nuestro desarrollo económico, publicada en un tiraje de 2.000 ejemplares por una imprenta legal, en abril de 1895. En la colección figura el articulo de V. I. Lenin, (que firma con el seudónimo de K. Tulin) titulado "Contenido económico del populismo y su crítica en el libro del señor Struve (Reflejo del marxismo en la literatura burguesa)", y dirigido contra los "marxistas legales". (Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. I.)
[pág. 21]
[15]
La protesta de los socialdemócratas rusos fue escrita por Lenin en el destierro, en 1899. Estaba dirigida contra el "Credo" manifiesto del grupo de los "economistas" (S. N. Prokopóvich, E. D. Kuskova y otros, que más tarde se convirtieron en kadetes). Lenin recibió el "Credo" por intermedio de su hermana A. I. Elizárova, y escribió una protesta rigurosa y acusadora.
[16]
Bylóe (El Pasado ). Revista histórica que apareció mensualmente en Petersburgo de 1906 a 1907. En 1908 la revista apareció con el nombre de Minuvshie Godi (Tiempos Pasados ), y fue prohibida por el gobierno zarista. En julio de 1917 se reanudó su publicación en Petrogrado, y continuó hasta 1926.
[pág. 24]
[17]
Vademécum (Guia ) para la redacción de Rabócheie Dielo. Colección de materiales y documentos, con prólogo de G. V. Plejánov, que denunciaba los conceptos oportunistas de la "Unión de socialdemócratas rusos en el extranjero" y de su órgano Rabócheie Dielo. Esta colección fue compuesta por G. V. Plejánov y editada en el año 1900 en Ginebra, por el grupo "Emancipación del Trabajo".
[pág. 24]
pág. 254
[18]
Profession de foi. Octavilla redactada a fines de 1899 que exponía los conceptos oportunistas del comité de Kíev. El contenido de la octavilla coincidía en muchos puntos con el conocido "Credo" de los "economistas". Lenin hace la crítica de este documento en su artículo "A propósito de la 'Profession de foi'". (Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IV.)
[pág. 24]
[19]
Suplemento especial de Rabóchaia Misl. Folleto editado por la redacción del periódico de los "economistas" R. Misl, en septiembre de 1899. En este folleto, y particularmente en el artículo "Nuestra realidad", firmado con las iniciales R. M., se expresaban abiertamente los conceptos oportunistas de los "economistas".
[pág. 28]
[20]
Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XIX.
[pág. 31]
[21]
Lenin cita, en traducción propia, un extracto del prefacio de Engels al trabajo La guerra campesina en Alemania. (Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII.)
[pág. 35]
[22]
Rússkcaia Stariná (La Antiguedad Rusa -- Revista histórica mensual, que apareció en Petersburgo de 1870 a 1918.
[pág. 41]
[23]
San Petersburgski Rabochi Listok (Hoja Obrera de San Petersburgo ). Periódico ilegal, órgano de la "Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera" de Petersburgo. Se publicaron dos números: el núm. 1 en febrero (fechado enero) de 1897, y se imprimió a mimeógrafo en Rusia con un tiraje de 300 a 400 ejemplares, y el núm. 2 apareció en Ginebra, en septiembre de 1897.
[pág. 42]
[24]
Rabóchaia Gasieta (Gaceta Obrera ). Organo ilegal del grupo socialdemócrata de Kiev. Se publicaron dos números: el núm. 1 en agosto de 1897 y el núm. 2 en diciembre (con fecha noviembre) del mismo año. El Primer Congreso del P.O.S.D.R. proclamó a Rabóchaia Gasieta, órgano oficial del Partido. Después del Congreso, el periódico no volvió a aparecer, pues la policía asaltó la imprenta y los miembros del Comité Central fueron detenidos.
[pág. 42]
[25]
La reunión privada que cita Lenin se realizó en Petersburgo entre el 14 y el 17 de febrero (26 de febrero y 1� de marzo) de 1897. Asistieron a ella V. I. Lenin, A. A. Vaniéiv, G. M. Krzhizhanovski y otros miembros de la "Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera" de Petersburgo, o sea, los "viejos", puestos en libertad provisional por un término de tres días antes de ser deportados a Siberia, y los "jovenes" que dirigían la "Unión de Lucha" después del arresto de Lenin.
[pág. 44]
[26]
Listok Rabótnika (Hoja del Obrero ). Fue publicado en Ginebra de 1896 a 1899 por la "Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero".
pág. 255
Se editaron lo números: los núms. del 1 al 8 fueron publicados bajo la redacción del grupo "Emancipación del Trabajo". Después del viraje de la mayoría de los miembros de la "Unión" hacia el "economismo", el grupo "Emancipación del Trabajo" se negó a continuar su redacción. Los núms. 9 y 10 fueron publicados por la nueva redacción designada por la "Unión".
[pág. 44]
[27]
El artículo de V. I.-n -- el artículo de V. P. Ivanshin.
[pág. 45]
[28]
V. V. -- Seudónimo de V. P. Vorontsov, uno de los ideólogos del populismo liberal de las décadas octava y novena del siglo XIX. Lenin llama "los V. V. de la socialdemocracia rusa " a los "economistas", que representaban la tendencia oportunista dentro de la socialdemocracia rusa.
[pág. 47]
[29]
Los sindicatos de Hirsch y Duncker fueron fundados en 1868 por los liberales burgueses alemanes Hirsch y Duncker, quienes predicaban la "armonía entre los intereses de clase"; con esto desviaban a los obreros de su lucha revolucionaria de clase contra la burguesía y limitaban las tareas de movimiento sindical a la acción en las cajas mutuales y en las organizaciones de carácter cultural-educativo.
[pág. 53]
[30]
Nacanunie (La Vispera ), revista de orientación populista publicada en ruso, en Londres, desde enero de 1899 hasta febrero de 1902. Aparecieron 37 números. La revista agrupo en torno suyo a los representantes de diversos partidos pequeñoburgueses.
[pág. 56]
[31]
Con el seudónimo N. Bíltov, G. V. Plejánov publicara legalmente en 1895, en Petersburgo, su conocido libro Contribución al problema del desarrollo de la concepción monista de la historia.
[pág. 65]
[32]
Se refiere a la sátira en verso titulada "Himno del moderno socialista ruso", publicada en el núm. I de Sariá (abril de 1901) bajo la firma de Narciso Tuporilov, en la que se ridiculiza a los "economistas" y su facilidad para adaptarse al movimiento espontáneo. El autor de estos versos es I. O. Mártov.
[pág. 66]
[33]
En el núm. 7 (agosto de 1901) de Iskra, en la sección titulada "Crónicas del movimiento obrero y cartas recibidas de las fábricas", se publicó la carta de un obrero tejedor, que testimoniaba la enorme influencia de Iskra leninista sobre los obreros de avanzada.
pág. 256
policía nos temen a nosotros, los obreros y a los intelectuales que nos conducen. Somos el terror no sólo de los bolsillos del patrono, sino del patrono mismo, del zar, de todos . . . El pueblo obrero puede ahora estallar fácilmente; ya se divisa la humareda que viene desde abajo; sólo falta la chispa para que se produzca el incendio. ¡Y qué cierto es aquello de que de la chispa surgirá la llama! . . . Antes, cada huelga era un acontecimiento, pero ahora cualquiera puede ver que la huelga sola nada significa, ahora es necesario luchar por la libertad, conquistarla a riesgo de nuestras vidas. Ahora todos, los viejos y los jóvenes, todos quisieran leer pero, y ésa es nuestra desgracia, ¡no tenemos libros! Yo mismo reuni el domingo pasado a 11 pasonas y les leí, de principio a fin "¿Por dónde empezar?", de modo que hasta el anochecer no nos separamos. ¿Qué bien se explica todo en este trabajo, con cuánta claridad se analizan todos los problemas. . . Por eso quisimos escribir una carta a esa Iskra vuestra, para que no sólo nos enseñe como empezar, sino también cómo vivir y cómo morir.
[pág. 115]
[34]
Rossía (Rusia ) -- Periódico moderadamcnte liberal, publicado en Petersburgo de 1899 a 1902.
[pág. 122]
[35]
Sanpetersbúrgskie Viédomosti ( Noticias de San Petersburgo ). Diario publicado en Petersburgo desde 1728, como continuación del primer periódico ruso Viédomosti (Noticias ) que se publicó desde 1703. De 1728 a 1874 Sanpetersbúrgskie Viédomosti fue editado por la Academia de Ciencias, y a partir de 1875 por el Ministerio de Educación Pública. Este periódico continuó apareciendo hasta fines de 1917.
[pág. 125]
[36]
Se refiere al pequeño "Grupo de Obreros para la Lucha contra el Capital", organizado en Petersburgo en la primavera de 1899, y cuyas ideas lo aproximaban a los "economistas". Este grupo imprimió a mimeógrafo el volante titulado "Nuestro programa", cuya difusión no llegó a realizarse a consecuencia de la caida del grupo en manos de la policía.
[pág. 133]
[37]
N. N. -- S. N. Prokopóvich, uno de los activos "economistas"; más tarde kadete.
[pág. 142]
[38]
Lenin alude a su actuación revolucionaria en Petersburgo desde 1893 a 1895.
[pág. 164]
[39]
Se refiere al folleto titulado Informe sobre el movimiento social demócrata ruso ante el Congreso Socialista Internacional de París del año 1900. Este informe fue presentado al congreso por la redacción de Rabócheie Dielo por encargo de la "Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero" y publicado en el año 1901 por la "Unión" en Ginebra,
pág. 257
en forma de folleto. En este folleto se incluyó también el informe del Bund ("Historia del movimiento obrero judío en Rusia y Polonia").
[pág. 187]
[40]
Esta nota de Lenin fue escrita por razones de clandestinidad, pues, en realidad, los hechos están expuestos en su orden cronológico.
[pág. 204]
[41]
Se refiere a las conversaciones que se realizaron entre la "Unión de Lucha para la Emancipación de la Clase Obrera", de Petersburgo, y Lenin, quien en la segunda mitad del año 1897 escribió los dos folletos citados en el texto.
[pág. 205]
[42]
Se alude a las negociaciones sostenidas por el C.C. del Bund y Lenin.
[pág. 205]
[43]
Al hablar del "cuarto hecho " Lenin se refiere a la tentativa de la "Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero" y del Bund de convocar, en la primavera de 1900, el segundo Congreso del partido. El "miembro del comite " mencionado por Lenin es I. J. Lalaiantz (miembro del comité socialdemócrata de Ekaterinoslav), quien se trasladó a Moscú en febrero de 1900, para las negociaciones con Lenin.
[pág. 206]
[44]
Lenin citó el artículo "El error de la idea poco madura" de D. I. Písarev. (Véase D. I. Písarev, Obras Escogidas en dos tomos, t. II, págs. 124, 125, 1935, edición rusa.)
[pág. 223]
[45]
Lenin se refiere al siguiente pasaje de la obra de C. Marx, El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte :
[46]
Genizaros, infantería privilegiada del sultán de Turquía, disuelta en 1826. Se hizo célebre por su ferocidad en los asaltos y saqueos de las poblaciones. Lenin llama genízaros a la policía zarista.
[pág. 229]
[47]
Este anexo fue omitido por Lenin al ser reeditado el ¿Qué hacer? en 1907, en la colección Durante doce años.
[pág. 237]
[48]
En Iskra núm. 18, del 10 de marzo de 1902, en la sección titulada "Del partido", se publicó la nota "Polémica de Sariá con la redacción de Vorwärts" que resumía las conclusiones de esa polémica.
[pág. 244]
En el otoño de 1901, Lenin se dedicó de lleno a su libro. En el Prólogo al foíleto Documentos del Congreso de "Unificación", escrito en noviembre de 1901, Lenin informaba que su trabajo "estaba en preparación y vería la luz en breve". En el mes de diciembre, en el núm. 12 de Iskra, Lenin publicó su artículo "Platica con los defensores del economismo", al que más adelante llamó el resumen del libro ¿Qué hacer? En febrero de 1902, Lenin escribió el prólogo de su libro. El libro fue publicado a comienzos de marzo en Stuttgart por la Editorial Dietz; en Iskra, núm. 18, el 10 de marzo de 1902, se anunciaba este hecho.
El camarada Stalin defendió y desarrolló la idea planteada y argumentada por Lenin en su libro ¿Qué hacer? El folleto Brevemente sobre las discrepancias en el Partido (Véase J. V. Stalin, Obras Completas, t. I.), escrito por Stalin en la primavera de 1905, es adherido directamente a ¿Qué hacer? El artículo "Respuesta al 'Sotsial-Demokrat'", publicado en el diario Proletariatis Brdzola, en agosto de 1905 (Véase J. V. Stalin, Obras Completas, t. I.) también fue escrito en defensa de la idea que Lenin desarrolló en su libro ¿Qué hacer? Valorando mucho este artículo, Lenin dijo que el artículo señala "un magnífico planteamiento del problema de la famosa 'introducción de la conciencia desde fuera'".
En el año 1907, al reeditar ¿Qué hacer? en la colección Durante doce años, Lenin omitió el párrafo "a" del quinto capítulo titulado "¿Quién se ha ofendido por el artículo '¿Por dónde empezar?'?" señalando en el prólogo que su trabajo se publicaba "sin más omisiones que algunos detalles de organización y algunas breves notas polémicas". Al mismo tiempo, Lenin agregó cinco notas a pie de página.
[pág. 1]
Los lassalleanos eran partidarios y seguidores de F. Lassalle. La "Unión General Obrera Alemana", fundada por Lassalle en 1863, era el núcleo fundamental de los lassalleanos. Considerando que era posible una transformación pacífica del capitalismo en socialismo con la ayuda de las asociaciones obreras apoyadas por el gobierno capitalista, los lassalleanos predicaban la sustitución de la lucha revolucionaria de la clase obrera por el derecho al sufragio universal y la pacífica actividad parlamentaria.
Marx criticó severamente a los lassalleanos, observando que "durante muchos años ellos constituyeron un obstáculo para la organización del proletariado, y por fin terminaron convirtiéndose en un simple instrumento de la policía". Marx hace una apreciación de la táctica y de los conceptos teóricos lassalleanos en sus trabajos Critica del programa de Gotha, Escisión aparente en la Internacional y en su correspondencia con Engels.
Los eisenachianos eran partidarios del marxismo y se hallaban bajo la influencia ideológica de C. Marx y F. Engels. Bajo la dirección de G. Liebknecht y A. Bebel fundaron, en el congreso de Eisenach realizado en 1869, el Partido Obrero Socialdemócrata de Alemania.
Estos dos partidos lucharon encarnizadamente entre sí.
En el Congreso realizado en Gotha en 1875, bajo la presión del movimiento obrero en ascenso y la intensificación de la represión del gobierno, ambos partidos se fundieron en un único Partido Obrero Socialista Alemán, en el cual los lassalleanos representaban el ala oportunista.
Lenin describe a los lassalleanos y eisenachianos en su artículo titulado "Augusto Bebel", escrito en agosto de 1913.
[pág. 8]
Guesdistas : partidarios de J. Guesde, corriente marxista de izquierda que defendía la política revolucionaria independiente del proletariado; en gol los guesdistas formaron el Partido Socialista de Francia.
Posibilistas : corriente reformista pequeñoburguesa que desviaba al proletariado de los métodos revolucionarios de lucha. Los posibilistas proponían restringir la actividad de la clase obrera a los límites de lo "posible" en el sistema capitalista. En 1902, los posibilistas, conjuntamente con otros grupos reformistas, formaron el Partido Socialista Francés.
Engels expone la caracterazación de los fabianos en su carta a Sorge, del 18 de enero de 1893; Lenin se refiere también a ellos en las siguientes obras: "Prólogo a la traducción rusa del libro Cartas de J. F. Becker, J. Dietzgen, F. Engels, C. Marx y otros a F. Sorge y otros ", Programa agrario do la socialdemocracia en la revolución rusa, El pacifismo inglés y el desapego inglés por la teoría, y otras.
[pág. 8]
La "Protesta" fue discutida y aceptada por unanimidad en la con ferencia de 17 exilados políticos marxistas convocada por Lenin en Erma kóbskoie, aldea del distrito de Minusinsk. La colonia de exilados de Turujansk y la de Orlov (de la provincia de Viatka) se adhirieron a la "Protesta".
"La Protesta de los socialdemócratas rusos" fue enviada por Lenin al extranjero, al grupo "Emancipación del Trabajo". A comienzos de 1900 la "Protesta" fue reproducida en el libro de G. V. Plejánov Vademécum para la redacción de Rabócheie Dielo.
[pág. 24]
". . . He mostrado Iskra a tantos compañeros de trabajo que el periódico quedó completamente ajado . . . y nos es tan valioso . . ." -- escribía el autor de la carta --. "En él se habla de nuestra causa, de la causa de todo el pueblo ruso, que no puede ser valorada en monedas, ni estimada en tiempo; cuandose lo lee se ve claramente por qué los gendarmes y la
"Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia univasal se producen, como si dijeramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: la primera como tragedia y la segunda como farsa." (Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. VIII.)
[pág. 224]
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